2.0
De forma ingenua creyó que pasear por última vez en Seúl no le haría ningún daño. Se equivocó, aunque empezó despidiéndose de cada parque y tienda recurrente, no pudo controlar el camino que sus débiles pies siguieron, llevándolo a esa intersección que arruinó una parte de su vida. La tristeza y el dolor rápidamente lo consumieron por completo, apretando su estómago y obligando a sus pulmones a recibir más oxígeno del necesario.
Su corazón dio un salto y volteó para evitar una escena.
Escondió ambas manos en los bolsillos de su abrigo, apretando inconscientemente los puños mientras se ahogaba en el intento de controlar su ritmo cardíaco. Uno y dos con lentitud en su mente a pesar del miedo que llenó sus ojos de lágrimas. Ahora no era posible, eso es claro, más no pudo evitar imaginar a Mark en su costado, repitiendo con tranquilidad lo que debía hacer ante esa situación.
¿Por qué debía ser así?
Bajo el crudo clima de la ciudad aún se encontraban personas correteando por las calles, mayores a la siga de niños, ancianos solitarios y una pareja ruidosa que llamó la atención de Hyuck. Su piel se estremeció al reconocerlos, difícilmente podría ignorar a Jaemin gritando estupideces mientras Jeno le miraba en silencio.
Escapó antes de que notaran su presencia, nervioso de siquiera imaginar hablar con ellos después de ignorarlos durante tanto tiempo. Sí, quizá fue la envidia quién le dijo que no les hablara más o fue su ansiedad rogándole no llamar la atención de sus amigos.
Bueno, no estaba seguro de poder llamarlos así todavía.
El castaño se alejó con prisa del lugar con un millón de recuerdos atacando.
¿Cómo se sentía pasar los días con Minhyung?
Su respuesta pudo haber sido infinita, sin embargo, poco recordaba de eso. Culpaba a su negación al trauma por su pequeña perdida de memoria. En realidad no tenía idea, sin embargo, le hubiera gustado olvidar su amor por el mayor también.
Ni siquiera tuve tiempo de confesarme, pensó en voz alta, siguiendo su camino a casa con la mirada nublada en sus propios pasos. Siendo realista, esa petición jamás se cumpliría, por lo que dejó abandonada la idea de intentarlo, incluso si fingir que lo consiguió fuera su única salida.
O la única que quería ver.
Donghyuck se encontraba atrapado en un laberinto de solo un sentido en el cuál decidió irse hacia el otro lado. Estaba tan cansado física y emocionalmente que prefirió seguir con los ojos cerrados a su arruinado corazón, ese traidor que le repetía constantemente que buscar una salvación era más difícil que simplemente sentarse y esperar a que el muy jodido terminara por matarlo.
Haechan tampoco es que fuera alguien como para negarse a eso.
No quería pensar en ello pero era inevitable si casi toda la vida se sintió atrapado, enjaulado en una casa que se negaba a aceptar quién era en realidad. Enamorado de los hombres que en Corea jamás confirmarían ser maricones.
Apenas apareció Mark en su vida sintió que había encontrado su salida, quién en verdad sí le aceptaría e incluso le acompañaría, sin embargo, la voz en su cabeza le obligó a recordar lo mal visto de toda su situación, que jamás sería correspondido por su mejor amigo.
¿Cómo podía siquiera pensar en arruinar así su amistad?
Donghyuck entendió que esa parte de él estaba equivocada, pero no se atrevió a contradecirla hasta que fue muy tarde.
Parpadeó rápidamente al terminar de divagar en sus pensamientos, cosa que provocó que las gruesas lágrimas no tuvieran piedad con él para mostrarse ante las miradas curiosas que no hicieron más que avergonzarlo. Huyó del lugar mientras intentaba arreglar su triste rostro, raspando sus pómulos con las mangas de su abrigo hasta que estos quedaran rojizos.
Oh, eso le traía una amarga sensación.
« ─ No hagas eso, idiota, solo te dañarás la piel si sigues así─ regañó Mark─ aunque te ves adorable con las mejillas rojas...─ murmuró el pelinegro, lo suficientemente bajo y grave como para que el menor dudara de algunas palabras. »
El mayor siempre se comportaba de esa forma, cuidando y mimando a sus amigos a su manera, agresiva, fuerte, sutil y aparentemente tímida cuando algo muy cariñoso se le escapaba.
Muy complicado de entender para alguien como Donghyuck.
Volvió sin ánimos al departamento y, sabiendo que Chenle no volvería hasta la noche, se derrumbó a pedazos en la seguridad de su cuarto durante largos minutos, dando cortos tirones a su propio cabello, estresado por las mil vueltas que daba la viva imágen de Minhyung en su cabeza. Haechan quería olvidarlo, odiarlo, nunca haberlo conocido para evitar la quemadura en todo su cuerpo, pero sabía que en el fondo jamás cambiaría los años que pasó a su lado.
Ahora, sentado a los pies de la cama en la que alguna vez se recostó junto a Mark y en la que ahora guardaba todas sus lágrimas, llegó a su límite.
Se negó a ser un mal amigo en su último día, por lo que buscó entre el desorden de su habitación ese celular con pantalla rota, revisando por aquí y por allá hasta encontrarlo. Lo sacudió al agarrarlo, quitando el polvo que se acumuló sobre la pantalla.
Regresó a su cama, esta vez acostándose boca abajo con los codos presionados en el colchón, listo para usar el aparato.
Su idea era despedirse de Chenle, pedirle perdón por estar a punto de arruinar su departamento y agradecerle por soportar todos los problemas que enfrentó durante esos años, después de todo, se convirtió en la segunda persona que más quería en el mundo.
Decidió mandarle un mensaje antes que una llamada, sabiendo que su voz nerviosa encendería las alarmas en Zhong y correría el riesgo de ser salvado.
Se negaba a cometer ese error.
Dio vueltas en las sábanas, su postura volviéndose encorvada al sentarse en V. Nervioso llevó el pulgar entre sus labios, pensando en qué carajos escribirle para no dar ningún indicio de lo que haría.
"Gracias por todo, ten una buena tarde". No, eso sonaba estúpido, si iba a despedirse tenía que hacerlo bien.
"Fue lindo vivir contigo, adiós..." Alto, eso sonaba incluso peor.
¿Ni para despedirte sirves? Volvió a preguntarse.
Miró a la pared como si fuera lo más asombroso del mundo durante treinta largos minutos, creando un sutil mensaje para su amigo. Con cada palabra escrita, Donghyuck no pudo evitar marchitarse, sollozando con fuerza y empañando su vista hasta que por fin lo consiguió.
Envío ese mensaje y sorprendentemente recibió el visto a los segundos, esperó por minutos alguna reacción, deseando muy en el fondo que este respondiera porque aún buscaba un salvavidas, pero acabó desilusionado al solo obtener que ya no estaba en linea.
─ Al menos fue el último en aburrirse de mí─ murmuró bajito. Él en serio lo tomaba como una posibilidad, pues desde que tiene conciencia la mayoría lo ignoraba y apartaba cuando se acercaba, siempre se sintió excluido y... al estar con Mark eso cambiaba.
Decidido a no pasar vergüenza, borró el mensaje, sintiéndose estúpido por la simple razón de haberlo mandado.
Tiró su celular hasta que chocó en la pared, olvidando la jodida despedida y las malditas ganas de tener otra oportunidad. Olvidando las palabras de aliento que Minhyung y Chenle alguna vez le dijeron en la oscuridad de sus peores días. Olvidando las promesas que nunca podrán cumplirse cuando tomó rumbo hacia su baño y abrió la llave del agua fría. Segundos después buscó con desesperación los repuestos de cuchillas.
Al encontrarlas se detuvo para admirarlas, pensando si esto sería igual de rápido que en las películas, si sufriría demasiado al cortarse y con gracia se llamó a sí mismo imbécil por preguntarse algo tan obvio.
Iba a doler.
Se acercó a la bañera para meterse en ella, cortando el agua y temblando en el momento en que esta empapó su ropa. Contuvo el impulso de querer regular la temperatura, pues un cadáver no sentirá el frío calar en sus huesos cuando el agua lo cubra por completo.
Sin esperar mucho más, cerró sus ojos, llenándose de valor para posicionar el filo de la cuchilla en su antebrazo y soltando un suspiro de frustración cuando comenzó a dudar de sus movimientos.
Hazlo. Se repitió.
Se removió.
Es solo un instante.
Y lo hizo.
Chilló con las lágrimas escapando de sus avellanas por el ardor, cortando verticalmente por todo el largo de la extensión. Quiso terminar lo que empezó en su otro brazo, sin embargo, el mareo le atacó y la curiosidad le ganó, abriendo sus ojos para encontrarse con las tiras carmín deslizándose hasta mezclarse con el agua, volviendo más grotesca la escena, por decirlo de alguna manera.
No había una descripción exacta de lo que recorrió su cuerpo.
Cuando sus párpados se cerraron fue el momento en donde se sintió libre, en paz por haber logrado su cometido, por estar un paso más cerca de su amado, pero esto no quitaba la angustia que consumió a Donghyuck. Esa sensación de que, a pesar del dolor fluyendo por sus venas y el temor de morir, se tomó el derecho de llamarle cobarde, de decirle una y otra vez de la misma forma.
Y eso solo lo entendió cuando luchó por permanecer despierto al escuchar las llaves en la puerta principal.
Mark.
Mark no querría esto.
¿Realmente no le gustaría?
¿Y si no lo acepta?
─ No quiero morir...─ pese a sus intentos el daño ya estaba hecho. Perdió la capacidad de pensar correctamente, mareado y con la mirada nublada, ni siquiera notó el sonido que provocó la navaja al caer, tampoco a su compañero desesperado por lo que estaba viendo.
Donghyuck murió creyendo que a nadie le importaba realmente.
Pero ahí se encontraba Chenle, con la respiración entrecortada y las lágrimas derramadas, arrodillado sobre el agua desbordada debido a las sacudidas que le dio al cuerpo inerte del castaño mientras gritaba por una ayuda que llegó demasiado tarde.
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