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1.0

Después de permitirle al odio apoderarse de sí y el pequeño debate mental entre qué hacer o no, decidió simplemente lamentarse y levantarse de las desordenadas sábanas. Frotando sus ojos, caminando descalzo y con cuidado para no chocarse con nada. Desorientado en su propio hogar y con una fuerte migraña atacando su costado derecho de la cabeza.

La luz fue encendida y sus ojos entrecerrados protestaron con molestia, acostumbrándose lentamente al brillo del baño y su terrible reflejo en ese sucio espejo. Ojos hinchados y rojizos siendo la prueba de su reciente llanto. Debajo de estos oscuras ojeras se mostraban de insomnio y los labios partidos al tratar de contener los sollozos.

Se inquietó por su propia silueta y no hizo más que atormentarle el pensamiento. Su cuerpo delgado no se veía para nada sano, mucho menos sus huesos marcados duramente bajo la anormal palidez y sequedad en su morena piel.

Con dedos temblorosos acarició suavemente donde el relieve se notaba demás. Donde fuertes toques eran dejados con cariño por la persona que amó hasta su muerte. Pequeños toques que le recordaban a la persona que antes lo hacía por él.

Haechan recordaba el escalofrío que le recorrió de pies a cabeza, el ardor de perder la respiración por cortos momentos y el peso de su corazón agitándose de temor. No logró guardar sus lágrimas cuando recordó la situación en la cuál recibió la noticia.

Ni siquiera el último abrazo feliz que recibió de Mark lo hizo superar las náuseas.

Nos vemos después, Hyuck.

Eso fue lo que murmuró en la curvatura de su cuello antes de marcharse con el staff a las promociones de su solo.

Oh.

Inesperadamente cayó de rodillas en las baldosas, buscando un lugar para sostenerse antes de expulsar violentamente todo lo que traía dentro. Sentimientos encontrados y la presente negación de la muerte dejándose ver como la bilis junto la saliva que no dejaban de caer por su barbilla. Cuando fue posible para Donghyuck dejar de vomitar, empezó a sollozar.

Lloró y lloró con las lágrimas que creyó haber gastado la noche anterior. Gritó contra la manchada palma de su mano, tiritando mientras se acurrucaba en sí mismo, buscando refugio en el frío de su alma. Esa a la que le arrebataron injustamente el calor que poseía y que jamás recuperaría.

A pesar de haber pasado dos semanas, los acontecimientos de esa tarde se mantenían como un parásito escarbando en su mente. Sintió cada jodido día como una pesadilla, cada mañana, cada noche, una y otra vez repitiendo las imágenes de las noticias y redes sociales sobre el accidente.

Llegó a pensar que su instinto no le fallaría, que permitirse un tiempo más en la tranquilidad de su amistad no estaba mal y que la próxima vez sí se lo contaría... pero no fue así.

La muerte no tuvo piedad con su dilema.

La pereza se instaló en su cuerpo al levantarse y sus temblorosas piernas se movieron hasta el salón, buscando el pequeño calendario entre la basura que ahí se esparcía. Las grandes cortinas del departamento que compartía con Chenle no hacían más que tapar la luz exterior, cosa que entorpeció su búsqueda.

─ Ahí estás...─ murmuró. Cuidadosamente lo recogió del suelo cuando al fin dió con el, tomando de paso el bolígrafo que acompañaba los papeles. Respiró pesado mientras miraba las fechas, temblando de pies a cabeza con arrepentimiento. No, eso no podía ser. Se encontraba seguro esta vez. Simplemente eran los nervios de marcar el día de su muerte.

Con lentos parpadeos analizó sus delgadas y descuidadas manos, recorriendo toda su extensión con la mirada, deteniéndose abruptamente en las cicatrices de sus pasados cortes, los cuales eran escondidos bajo algunos más nuevos, rojizos con algunas costras que picaban en su piel.

¿Cuánto pasó desde la última vez? Donghyuck ni siquiera pudo contestarse a sí mismo.

Mark alguna vez le aseguró que, incluso con esos cortes, no perdía su brillo tan caracteristico y aunque fuera difícil de explicar, ese fue el momento en el que dejó de lesionarse, pues no se creía merecedor de esos halagos a pesar de todo lo que se hizo. Él debía regañarlo, acusarlo, no mimarlo y prestarle pulseras o muñequeras para ocultarlo.

De todas formas nunca se atrevió a reclamar por ello.

Y ahora estaba aquí, sin caricias, sin halagos, sin Mark. Solo buscando a quién culpar de sus desgracias. Aún si sabe que es estúpido culpar al simple concepto de la suerte, no puede evitarlo.

Sacudió su cabeza de un lado a otro, intentando no pensar en los remolinos en su estómago. Cerró los ojos y sujetó ambos objetos en sus manos, su mente trabajando en qué hacer o qué no antes de que decidiera lanzar todo contra la pared.

Rompió un espejo en su arrebato de desesperación, pateando y empujando los muebles hasta que un marco de fotos se destrozó al caer contra el suelo, alertando a su mente al reconocerlo.

Enfocó la mirada y el aire escapó violentamente de sus labios, recibiendo la escena con un dolor en el pecho que le obligó a frotar las manos sobre este.

─ Mierda, no, no, no...─ balbuceó, con las lágrimas derramándose por sus ahuecadas mejillas mientras se arrodillaba al lado de esa foto, recibiendo algunos cristales en sus piernas que se tornaron carmesí. Las sonrisas de los Dreamies plasmadas en sus rostros, en ese entonces, jóvenes, le hicieron cuestionarse una vez más las razones para quedarse.

Pasó minutos pensando en un ¿por qué?, en un ¿qué debo hacer? sin conseguir ninguna respuesta que contradiga a su pensamiento inicial.

Ya no había espacio para él ahí.

Con la familia que nunca apoyó su sueño en otro país y sus amigos concentrados en sus carreras como solistas, solo lo dejaban a él de lado, deprimido por su enfermedad que no le permitió continuar como artista y la muerte de la persona que consideraba el amor de su vida.

Sorprendentemente su estado de ánimo volvió a ser neutro, frunciendo los labios en una mueca mientras la idea de dejar todo atrás inundaba sus sentidos.

Ya no podía temerle a la muerte si Mark acompañó a ésta, entonces, ¿qué perdía aparte de su cuerpo? absolutamente nada.

Se levantó, regresando al cuarto y preparándose con la típica ropa que debía usar para no ser reconocido en la calle. Al volver, ignoró la nota que Chenle dejó en la puerta principal con un "cuídate" escrito, aunque eso nunca lo leyó.

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