Si me había impactado ver a Gulf a través de una pantalla de computadora, lo que sentía ahora no podía definirse con palabras. No sé qué fue lo que me dejó literalmente sin palabras por largos segundos: sus hermosos ojos rasgados de un color extrañamente atrayente, su cabello rubio platinado, largo en algunas partes y rapado en otras que hacía que su rostro se asemejara a un hermoso elfo, de piel bronceada , con una línea de su mentón que invitaba, casi descaradamente, a que uno se perdiera allí para siempre.

Parpadeé aturdido. Y hasta sentí que me mareaba, como si me hubiese emborrachado con un licor exquisito. (Una comparación bastante rara, siendo que yo sólo  tuve una resaca en toda mi vida. Y como fue una experiencia bastante desagradable, porque no experimenté ninguna de las cosas “buenas” que se dicen de una borrachera, sino que pasé directamente  a los vómitos, mareos y, finalmente a la inconsciencia, por lo que decidí que nunca más experimentaría con el alcohol…)Y ahora, me sentía así, como embelezado, borracho, perdido. Por un segundo, sentí con sorpresa y con horror, que hubiese hecho cualquier cosa que aquel extraño me pidiera que hiciera…

Volví a sacudir la cabeza y parpadeé varias veces más. Me sentí un completo idiota. Y cuando fui consciente de mi posible aspecto y comportamiento, al desconcierto se le sumó una profunda vergüenza. Sentí que mi rostro se encendía y clavé mi mirada en el suelo, encorvándome ante aquella voz dura en mi cabeza que me decía con burla e ironía: “no podrías haber comenzado mejor…”