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11

   El viento en mi rostro borraba un poco del dolor que sentía. Me recordé a mí mismo que ese viaje en motocicleta probablemente sería el último.

   Gulf no me había dicho a dónde íbamos. Y a mí no me importaba. Y ahora que lo tenía cerca, con mis brazos rodeando su cintura, su cabello alborotado sobre mi rostro y su sonrisa, la más hermosa del mundo, que me regalaba cada vez que volteaba a verme, hacían que aquella conversación oída furtivamente, dejara de causarme dolor; sólo sentía lástima...

   Lástima de mí mismo. Lástima de que la única persona que pensara en estar conmigo, en hacerme el amor, lo hiciera por una apuesta.

   ¿Tan poca cosa era yo a los ojos de los demás, que sólo era capaz de generar burlas y apuestas enfermizas?

   Pero también sentía lástima de mi propio comportamiento: ¿tan poco me quería a mí mismo como para que, aún sabiendo lo que motivaba a Gulf, había aceptado el paseo igual, en vez de encararlo o al menos inventar una excusa e irme a dormir temprano?

   Por esa misma razón fue que seguí adelante. Porque luego de esa noche, tendría todo el tiempo del mundo para...dormir...

   Gulf me gustaba. Me atraía muchísimo. Sólo para estar más cerca de él, había viajado hasta allí, retrasando mis planes. Y decidí salir con él aquella noche, aún sabiéndolo todo, porque quería guardar en mi memoria la sensación de sus besos, de sus caricias y de sus gemidos, cuando necesitara valor - porque lo iba a necesitar- cuando me tuviera que soltar de aquella rama a los pies de ese precipio que esperaba por mí, al día siguiente.

   Sin preguntar nada, seguí a Gulf hasta la orilla de un río. Oculto cerca de un sauce llorón, había un pequeño bote a remos, esperándonos.

   "Bien por ti, Mew...", pensé mientras Gulf me daba la mano para subir, "tu última vez en un bote..."

   Mientras Gulf remaba y hablaba - no recuerdo ni una sola de las palabras que me dijo- yo aún me sentía en shock. Internamente, me debatía si inventar una excusa y pedirle que volviéramos o seguir. Pero no dije nada. Nos alejamos de la orilla, atravesando el agua mansa.

   Con mucha rapidez, casi de golpe, el crepúsculo lo invadió todo y apenas tuvimos tiempo de llegar a la otra orilla antes de que oscureciera por completo.

   Gulf arrastró el bote unos metros arriba de la pequeña playa pedregosa mientras me seguía hablando. Y yo seguía sin escucharlo. Yo asentía, para disimular, cada vez que Gulf me miraba. Hasta que en un momento pareció darse cuenta. Dejó de hablar y cuando terminó de encender una fogata, con un seña me invitó a sentarme junto a él.

   Mi corazón gritaba, queriendo ir con él, pero mis piernas no me respondían. Me quedé parado, en el otro extremo de la fogata, mirando el río en silencio. Y entonces me di cuenta de que no iba a ser capaz de seguir adelante. ¿De qué me serviría entregarme a Gulf allí mismo, y tener sus besos y sus gemidos, si sólo eran por una apuesta?

   – Quiero...volver...– la voz apenas me salió. Me di la vuelta. Lo miré a los ojos y repetí– Gulf, quiero volver al pueblo, ahora, por favor... Estoy muy cansado y...necesito dormir...

   Gulf me miró serio. Se mordió el labio. Esperaba ver decepción en su rostro por no poder ganar la apuesta, o alivio por no tener que hacer algo que le provocaba náuseas con sólo imaginarlo. Yo estaba preparado para cualquiera de esas dos reacciones. Pero no estaba preparado para lo que dijo a continuación:

   – Escuchaste todo..., ¿verdad, Mew?– y asintió seguro antes de que yo pudiera contestarle.

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