Hace días no salía de su casa, ni siquiera para ir al colegio.

Bueno, al menos se evitaba las miradas de la estúpida sociedad.

Su hermano, Geno, también se quedó en casa. Sin embargo, siempre venía un sujeto con túnica negra. El esqueleto es raro, se veía deprimido igual que su hermano.

Los únicos que salían son mamá y Fresh. El último mencionado era porque tenía que traer las medicinas y cosas extrañas provenientes de un lugar blanco.

Un blanco que le traía malos recuerdos.

Pero, ¡hey, ya no vivía ahí! Ahora estaba con aquella señora amable que le adoptó.

Si, tanto él como sus hermanos son adoptados, siempre lo supieron y no es algo que les importara.

Después de todo, aquel lugar era el causante de sus pesadillas y traumas.

Oh, ahora recuerda el por qué va al psicólogo cada sábado.

Lo odia, aquel sujeto viejo de lentes y muchas arrugas. Siempre le grita y le insulta, como si no entendiera.

No era idiota, sólo tenía problemas nada graves. Lo trataba como un inútil. No tenía la culpa de que aquellos señores le llenaban la cabeza de cosas negativas, o lo volvieran tan... cobarde.

Odiaba cuando ellos lo tocaban, no le gustaba. La primera vez que lo llevaron a aquel cuarto blanco...

Es algo que nunca olvidará.

¡Y no sólo él sufrió! Sus hermanos también. Geno le decían cosas malas, le decían que estaba muerto. Él les creyó.

Porque él siempre obedecía a sus mayores, algo que ni él ni Fresh hicieron.

Un sonido proveniente de la puerta lo saco de sus pensamientos, pisadas y luego una voz familiar. Era su madre, y por lo que escuchaba, traía buenas noticias.

Ambos comenzaron con una charla amistosa (de la cual, sólo su madre hablaba), y según entendió él, tendría que tomar otras pastillas para sus problemas.

Ya estaba harto de los medicamentos, no funcionaban y algunas veces empeoraba por causa de estas.

Nada le ayudaba, y parecía no importarle. Quizás, como dice su nombre, es un error.

—Un maldito error. —dijo en voz alta.

—Lenguaje. —regaña su madre, viéndolo con el ceño fruncido.

El glitch no responde, y se va a su cuarto.

En el transcurso oía las voces que lo mantenían sordo ante cualquier circunstancia. Escucha los insultos, las palabras de burla y risas, dirigidas especialmente hacía él.

Trata de ignorarlas, pero era imposible a su parecer, siente que al momento de consumir la primer pastilla, una voz nueva hace su aparición.

La esquizofrenia no tenía ninguna cura, y las soluciones que se daban siempre provocaban algún daño físico al paciente.

Por suerte, su madre nunca lo llevo al manicomio, siempre tenía la esperanza de que su hijo tuviera alguna cura.

Pero jamás pasaba, y por alguna razón, cada día desarrollaba nuevas fobias.

¿Qué sigue, eh? ¿Bibliofobia? ¿Megalofobia?
Que ridículo.

Por causa de sus malditos problemas mentales siempre lo veían como un bicho raro.

Nunca tuvo alguien a quien le pudo decir “amigo”.

❝¿Qué hay de Ink? ❞

¿Él? Apenas lo conoció un día, y si su madre nunca le hubiese mandado por los medicamentos jamás sabría de su existencia.

Aunque tampoco podía decir que era malo, le ofreció chocolate.

Bueno, podría conocerlo un poco más.

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Disculpen la tardanza :'v