9. Un libro que jamás leí
Wake me up when september ends - Green Day
*
"The ghosts of you,
a solitude I couldn't knew
'cause I've never been free
The only one who can save me from myself is me"
The Ghost of you – DARK WOLVES
29 de noviembre, 2010
Kosuke
Algunas personas podrían decir que saber cosas es malo, que le quita la emoción a la vida.
Yo no.
Soy de los que leen las últimas páginas de los libros, los que buscan los spoilers antes de ver una película y los que, si pudieran, se lanzarían a un desafío jugando a ganador. ¿Para qué la ansiedad de no saber qué va a pasar, si la emoción de vivirlo no te lo puedes saltar? Químicamente, mi cerebro sufre igual. Quitarle un poco de angustia por adelantado, es una pequeña trampa que me inventé.
Estos meses he aprendido que esta y otras cosas tienen que ver con mi bipolaridad. Mi miedo a que las cosas cambien, porque el caos me descompone más que una persona con la química del cerebro estable, es solo uno de los aspectos que he ido trabajando en terapia. Y hoy... Hoy es el último día.
No dejaré la terapia, claro está. Pero el equipo médico que me ha acompañado desde que fui internado en agosto, ha decidido que puedo continuar las etapas de mi recuperación en casa.
Mierda.
¿Recuerdan lo que dije sobre el cambio? Siento que voy a vomitar.
Sé que dije que estaba harto del hospital, de su olor, de sus tonalidades neutras, de las absurdas manualidades que tengo empacadas en una caja para llevarme a casa, de todo. Pero, por otro lado, ya estaba acostumbrado a la rutina, secretamente refugiado en mis quejas, que este minuto se siente igual a que si estuviera a punto de lanzarme desde un avión, con nada más que un paracaídas. Sin saber cómo mierda se abre.
Mi vida, resumida en estos casi tres meses de internación, se encuentra embalada en un par de cajas. Las posibilidades de un futuro, en comparación, son una incertidumbre para lo que no estaba preparado.
Tengo diecinueve años y la expectativa de comenzar otra vez. Cometer más errores. Enmendar unos cuantos.
Es demasiado.
Decido que no puedo estar dándole tantas vueltas al asunto y opto por salir a recorrer las instalaciones, una vez más. En el camino, paso por secretaría y le pregunto a Neko sobre el seguro médico y burocracias así. El pago de este tipo de clínicas es exorbitante y quiero saber, ya que no permitiré que mis padres se endeuden más de la cuenta por mi culpa.
La enfermera ni siquiera mira el ordenador, cuando me contesta:
—La cuenta ya fue pagada.
—¿Cómo así? —pregunto, sin dar crédito a lo que dice, tratando de asomarme a la pantalla, para confirmar que lo que me está diciendo es una broma—. No me jodas, Neko.
—No lo digo en broma.
—Es imposible.
—Se me dijo que era probable que reaccionaras así —señala Val—. Pero también se me instruyó que te dijera, en caso de que preguntaras, que —continúa, arrugando el ceño mientras retira un post-it que tenía pegado en la torre del ordenador, para poder leerlo—: "ni se te ocurra intentar pagarme. Ya sabes que el único pago que acepto son culos y ya has sido más que enfático en señalar que al tuyo no está disponible. Au revoir".
—Daniel —mascullo, ruborizándome.
La enfermera, que está igual de roja que yo, suelta un resoplido.
—¿Así se llama el rubio?
—Sí, ¿por qué?
—Porque guardó su número de teléfono en mi móvil, con el nombre de "Hada Madrina" —dice. Luego sacude la cabeza, como si estuviera echando un pensamiento intrusivo de su mente—. No veo por qué creería que eso me parecería sexy.
De todas las personas del mundo, que Daniel Neveu se le haya insinuado a la enfermera que lleva mi caso, no me sorprende en lo absoluto.
—Quizás solo quiso incordiarte para que lo llamaras.
—Ya veo... Me dijo que a su novia le gustaría conocerme, ¿sabes a lo que se refiere? —Yo voy a contestarle, pero en ese minuto, Neko se sobresalta—. ¡Ay, no! ¡Estoy hablando necedades con uno de mis pacientes! Olvida lo que dije. Por dios, cuánto lo siento.
Me rio con ganas.
—No pasa nada. Después de todo, mañana me voy.
Valery me mira con sus ojos castaños, llenos de un aura melancólica. La forma en que se acomoda los anteojos con el dedo índice, siempre me ha recordado a Kao. La voy a extrañar. Por más raro que suene, su sonrisa me dio un poco de empatía que no pensé que una experiencia como esta me podría regalar.
—¿Te mantendrás alejado del árbol de Navidad? No te quiero de vuelta, ¿eh? —bromea.
—¿Vas a llamar a Daniel? —contrarresto su comentario.
—¡Fuera de mi vista, Kosuke Uchiha!
Así, luego de unas cuantas risas más, me dirijo al patio de la clínica. No tengo que andar demasiado para encontrarme con Mandy, Liam y otros internos con lo que he generado uno que otro lazo a través de la extraña convivencia que estar en rehabilitación psiquiátrica.
Sin embargo, cuando escucho el alboroto, sé que he llegado al lugar preciso.
Sé que, de alguna manera, mi vida se ha detenido en este lugar. Relacionarme con personas rotas me ha hecho tener perspectiva. Me ha ayudado a dar cuenta de que mi juicio, mientras estuve maniaco y sin el tratamiento adecuado, no fue el mejor consejero. Que es posible que nunca llegue a dimensionar o entender la profundidad de mis cicatrices...
Pero, si no fuera por la chica que esta frente a mí, una de las internas más nuevas, no sabría que nada de eso me hace menos persona.
La conocí hace muy poco. Ella aún no tiene la bendición/maldición de un diagnóstico, pero se ha encargado, desde que llegó aquí, de decirnos a mí y otro interno, que si un árbol puede quedar desnudo en invierno y esperar a que llegue otra vez la primavera, ninguno de nosotros vale menos de lo que un puto certificado médico diga sobre nuestros dolores y demonios.
—Kendra —la llamo, antes de que le lance un montón de hojas secas a Edrick—. Deja al pobre chico.
Edrick y Kendra.
Llegaron la misma semana que recibí la noticia de la madre de Adam. Es increíble, pero creo que me he encariñado con este par. Él y yo compartimos el síntoma de lo que nos tiene encerrados aquí. Ella, por otro lado, no tiene un diagnóstico y... Es demasiado jodido como la vida hace que te aferres al resentimiento a cosas que otros podrían anhelar para sentirse tranquilos.
Yo sé qué soy bipolar. Tengo una respuesta, aunque la odie.
Ella solo sabe que su corazón le duele como la mierda, mas no tiene idea del porqué. Edrick y yo no hemos sido capaces de decir otra vez lo patéticos que nos sentimos solo por existir. Sería un terrible insulto a la fuerza inagotable de Kendra.
Ha sido todo un remezón darme cuenta de lo pequeño que soy, en comparación al dolor del mundo.
—¡Ko! —exclama la aludida, corriendo a abrazarme y esconderse detrás de mí, cuando el chico de ojos verdes que la acompaña intenta tomar represalias y lanzarle otra pila de hojas—. Este subnormal no tiene perdón de dios... ¡Me dijo que tengo cara de guanábana!
Pestañeo un par de veces, absorbiendo lo patético del insulto. Por dios, que se besen de una vez.
—¿Sí? —comienza Edrick—. Bueno, pues mentira no es.
—¿Desde cuando soy el padre de ustedes? —pregunto—. Dejen de pelear por todo. Me recuerdan a mis hermanos pequeños. —Ambos van a decir algo más, pero los corto con un pequeño gesto con la mano para que me escuchen—. Ya no me tendrán de réferi en sus peleas. Acabo de salir de una reunión con la psiquiatra y me han dado el alta. Mañana me voy a casa.
Es inmediato. Los ojos castaños de Kendra brillan como si fuera a llorar y la chica me abraza más fuerte que antes.
—¡Qué terrible sensación! —se queja—. Te prometo que estoy contentísima por ti, pero es que no puedo evitar sentirme malditamente triste porque no te veré por acá. ¿No me quieres adoptar? Te prometo que como poco y que puedo cagar en el arenero como un buen gatito.
—Qué asquerosa eres, Kendra.
—¡Silencio! —alega ella.
—Tristemente, no puedo adoptar gatos —digo, antes de que la pelea vuelva a escalar—. Tengo un Golden Retriever en casa.
—Pero vendrás a vernos, ¿verdad? —inquiere la chica.
Suspiro antes de contestar. Me jode tener que hacerlo.
—No lo creo, Ken —respondo, mirando a las dos más grandes amistades que hice en este lugar—. Es más... Espero nunca más volverlos a ver.
El silencio pasa entre nosotros y se estaciona por un tiempo que no me molesto en dimensionar. Por unos instantes solo somos nosotros, tres personas vulnerables que se encontraron en el momento más terrible de sus vidas. Y se siente inmenso.
Es Edrick el primero en hablar otra vez.
—Lo entiendo.
—Lo que quiero decir —me da por aclarar—, es que no quiero volver a este lugar todavía. Y realmente me haría bien retomar mi vida sin mirar atrás... Pero no estaría mal volverlos a ver, si es que ustedes algún día también están preparados para empezar de cero. Para conocernos más allá de estas paredes.
El chico frente a nosotros se acerca y se une al abrazo.
—Me suena a que tenemos un plan.
El sollozo de Kendra, ruidoso, nos hace reír. Tengo una extraña sensación de deja vu, la idea de promesas y un futuro encuentro me hace pensar de inmediato en un rostro hermoso adornado por un solitario hoyuelo.
Joder. Algo debe andar mal conmigo. Soy como Billie Joe Armstrong, pidiendo que lo despierten cuando termine septiembre.
Despiértenme al otro lado de la depresión, cuando esté seguro de que puedo mantener todas mis promesas.
Algunas horas después, cuando he vuelto a mi habitación para pasar la última noche en este lugar, recuerdo que hay un pacto que hice y que este es el mejor momento para cumplirlo. Me dirijo hacia una de las cajas y busco hasta que la encuentro: la carta que ella me dio el día de la terapia grupal. Esa que dije que leería solo cuando fuera a salir de aquí.
El reemplazo de la carta suicida que nunca escribí. La carta de la promesa de vivir. Ella, respondiendo a mi absoluto terror a seguir ocasionando masacre tras otra, llevándome a todos los que me rodean al vórtex de mi tristeza.
El estómago se me anuda cuando comienzo a desdoblar el papel. Siento las ganas de llorar incluso antes de que mis ojos hagan contacto con la primera frase.
En cuanto veo su pequeña caligrafía, sé que estoy jodido.
"Es extraño darle un consejo a alguien que es capaz de describir el dolor de una forma tan bella, como si demandaras tu propio derecho a sufrir por la eternidad y yo fuera demasiado cruel si me atreviera a negártelo.
La idea de un tren bala, no te la quiero quitar. El temor a arruinar la vida de otras personas, puede que sí. Porque he sentido en carne propia el dolor de que tus errores o tu mera existencia signifiquen dolor para los demás.
Puedes ser el tren, los rieles, el conductor... Pero también puedes ser el aire. Hay tantos elementos involucrados en un cataclismo, que incluso hasta las acciones más sutiles pueden verse implicadas en la entropía de nuestro sufrimiento"
¿Entropía? Maldita sea, esta chica usa palabras que me ponen la piel de gallina. No me doy cuenta cuando estoy sentado en el suelo, tomando el papel como si mi vida dependiera de ello.
"Pero si hay algo de lo que estoy segura también, es que el impacto que tenemos sobre las demás personas no puede resumirse solo al dolor. Una persona puede aferrarse a algo bueno que viste en ella, a una broma que hiciste. Esa persona puede admirarte en secreto, incluso. Yo sé que lo hago y solo te he visto dos veces... Aunque pareces estar sacado de un libro que jamás leí.
Nuestra existencia no puede ser solo una carga negativa. Me niego a creerlo. Lo veamos o no, creo que el impacto que tenemos sobre las personas tiene muchos más colores que oscuridad. La tuya es violeta, por ejemplo. O azul, según la crayola que escojas.
Es un hecho que el dolor no es opcional, sino un valor agregado de estar vivo. Es verdad que para los que estamos en terapia, sea cual sea el motivo, puede resultar un poco más difícil que para el resto. Pero también creo que hay ocasiones en que no nos permitimos sanar (incluso nos negamos a ello), porque creemos que el dolor y el sufrimiento es nuestro último vínculo con todo lo que hemos perdido en el proceso.
Admito que pensar en esto me da muchas ganas de llorar. Te pido perdón si es que sientes que este consejo es muy fuera de lugar. Nunca he dado un consejo, siempre los he leído. Por más raro que suene, mi aproximación a la vida son los libros. Sin embargo, desde que te vi tocando guitarra en el patio de esta clínica, por alguna razón, la vida comenzó a sentirse digna del título.
Por favor, no creas que estás aquí solo para sufrir y hacer sufrir.
Te imaginaré en algún lado, entregándole vida a más personas, como lo hiciste conmigo. De verdad, estaré echándote porras para que el próximo boleto de tren que tomes sea hacia adelante.
Quién sabe. Al final del viaje, puede que me dejes decirte mi nombre. Cruzaré los dedos"
Oh.
Jodida mierda.
Dios mío.
Alguien tiene que pararme antes de que me enamore de esta chica.
_____
Hola <3
Se vienen sorpresas en esta novela. Espero de corazón que les haya gustado. Muchas gracias a quienes acompañan este camino. Cada comentario y voto es muy importante para mí. Y disculpen si este libro no es "tan divertido", les prometo que de a poco nos estamos acercando al romance que les tengo acostumbradxs jeje
Además, tengo dos cosas importantes que decirles de este capítulo: 1. He ido dejando versos que he escrito, pensando en las canciones de los Dark Wolves. Espero atreverme de a poco a compartirles más. Y 2. Algunos de acá saben que uno de los regalitos que voy dejando en mis novelas, es que yo aparezco en ellas de alguna forma... Y en este, el último capítulo que aparece, quiero contarles que Neko soy yo. Los que han leído Latch, saben que aparezco de otra forma... jejeje
Este capítulo está dedicado a Fero. Ya sabes por qué. Te quiero mucho, gracias por querer tanto esta historia.
Nos vemos más pronto de lo que creen, Cali;
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro