24a. Valiente
Lithium - Evanescence
7 de marzo, 2011
Darla
Con el micrófono descansando sobre mi pecho, me acomodo en el suelo del garaje de los Uchiha, que usamos como sala de práctica. Al fin todas volvimos a Boston y llevamos algunos ensayos bastante arduos, puesto que tenemos cerca de diez borradores de canciones, pero ninguna nos ha convencido del todo y eso nos frustra, considerando que Liz consiguió que tocáramos en un bar, dentro de un poco más de un mes.
—Creo que es momento de sacar la artillería pesada —dice la voz de Kaoru. Aun cuando mis ojos están en el techo y no en su rostro, sé que debe estar haciendo pucheros—. No es posible que tengamos todo, que sonemos increíble, pero que solo hagamos covers de otras bandas.
—¿Y qué sugieres? —pregunta Danka.
—No sé, escribamos alguna canción sobre algo que valga la pena. —Lentamente, me siento con las rodillas cruzadas y las miro. Kao está apoyada sobre el amplificador de su bajo y Danka, frente a la batería. Annisse, May y Liz ya se fueron—. Estoy segura de que podemos hacerlo.
Y nos abocamos a la tarea durante la tarde, perdiendo totalmente la noción del tiempo.
Por eso, cuando el hermano mayor de Kaoru irrumpe en el lugar, junto a su guitarra y su portátil, nadie se percata. No hasta que es demasiado tarde. Kosuke nos encuentra tocando una versión poco seria de Murder in the Dancefloor, solo porque nuestros cerebros ya no daban más.
Nuestras risas cesan, al momento que lo escuchamos saludar.
—¡Kooooooooo! —gorjea Kao—. ¡Por favor, dime que traes comida! Estamos tan sumidas en la caca, que no sé si quiero matar a alguien o comerme un... —Antes de que termine la frase, su hermano deja la guitarra a un lado y saca un paquete de Skittles del bolsillo, arrojándoselo. Ella lo agarra en el aire, con el rostro iluminado como cuatro de julio—. ¿Te he dicho hoy que te amo?
—Seguramente —responde Kosuke, con una sonrisa—. Pero sabes que me encanta oírlo en replay.
Ella aparta el bajo y corre a abrazarlo, gesto que él corresponde con la mano que le ha quedado libre.
—¡Pues, te amo, onii-chan! —Kaoru abre la bolsita y se echa casi la mitad de su contenido a la boca, de modo que sus mejillas se encuentran repletas de golosina. Noto que un pensamiento cruza sus ojos, ya que los abre desmesuradamente—. ¡Mierda! —grita, con la boca llena, hacia nosotras—. ¿Ustedes quieren Skittles? Kosuke, ¿cómo trajiste solo un paquete? ¡Tienes que aprender a compartir, hombre!
La risa de Ko es fuerte y segura, hace que mi corazón dé un brinco.
—Si tienen hambre, puedo traerles algo.
—¡Sí! —estalla su hermana, de puro regocijo.
—Sabes que, si no tiene carne, no me puedo negar a nada de lo que cocines, bro —señala Danka, ante lo cual el de ojos violeta le guiña un ojo—. ¡Eres el mejor!
No tengo idea de si fue a propósito, pero el hecho que me dirija la mirada de las últimas, me pone muy nerviosa. Sé que me estoy ruborizando, pero ni modo. Es inevitable. Mucho más cuando las primeras palabras que me dice, después de haberme rechazado son:
—¿Y tú, Darla? ¿Tienes hambre?
—Estoy bien así —balbuceo.
Kosuke enarca una ceja, dejándome clarísima su incredulidad.
—Pensé que no ibas a hacer eso conmigo —acusa.
—¿El qué? —cuestiono, nerviosa.
—Mentir para, según tú, no molestar —responde. Luego, suspira y vuelve a preguntar—: ¿Tienes preferencia por lo dulce o lo salado?
Relajo los hombros. Recuerdo que me ha dicho que no se burlará de mis gustos, que puedo hablar con él... Pero también recuerdo que dijo que no podríamos ser amigos y que no me besaría. Recuerdo absolutamente todo. Lo que ha expresado en voz alta y lo que ha escrito. Y decir que me confunde es poco.
Quiero saber qué de todo tengo que creer.
Ojalá pudiera mirarlo con algo más que nostalgia, ojalá esto no me doliera tanto. Ojalá no fuera tan cobarde y, simplemente, preguntara.
—Dulce —susurro, sintiéndome rojísima.
—Perfecto —dice, dejando su laptop encima de una caja.
Luego, gira sobre sus talones y sale por donde mismo llegó, dejándome con el corazón en la boca.
Mis planes son hacerme un ovillo en el suelo para fingir que soy invisible, pero Kaoru es mucho más rápida. Apenas se dejan de escuchar los pasos de su hermano, me interpela con tono acusatorio:
—¿Qué se traen ustedes dos?
—No pasa nada, Kao.
—¿Y por qué te habla así?
—¿Así cómo?
—No me jodas, Dar —me regaña Uchiha, chasqueando la lengua con dramatismo—. Conozco a mi hermano, y está en plan "te leo la mente y sé lo que necesitas mejor que tú".
Ah, caray.
Tiene tanta razón que, aunque me desnudara frente a ella, dudo que estuviera tan expuesta como ahora. Cubro mi rostro con ambas manos, abochornada.
—¿Y eso es malo o bueno? —Mi voz suena amortiguada.
—Normalmente, diría que es bueno, ya que la esencia de Ko es ser el hermano mayor de la gente —responde Kaoru—. Pero también es su mecanismo de defensa cuando pone las necesidades de los demás por sobre las suyas, así que necesito saber ahora si hay algo que le hayas dicho que lo haya hecho sentir miserable.
—¿Qué? —salto, casi chillando ante la mera idea—. ¡N-n-no lo sé!
—Kao —interviene Danka—. Un poco de tino, bebé.
La aludida suspira y los hombros se le hunden en el proceso.
—Lo sé. Perdón. —Me mira con tristeza—. No puedo evitarlo. Aun le tengo pavor a la idea de que él... Ya saben.
Toda la ansiedad que siento en este momento es canalizada por el violeta de los ojos de mi amiga, que es el mismo que el de su hermano. Por ello, hago tripas corazón y me concentro en darle la tranquilidad que necesita, aun cuando lo que tengo que decir es muy difícil.
Y porque me asusta un montón interferir en su recuperación de forma negativa. Por mi parte, sé que los pensamientos intrusivos y las compulsiones por ser perfecta nunca van a abandonarme realmente. Mi psiquiatra me lo ha dicho múltiples veces. Pero si hay alguna forma sana de poder ayudarlo, entonces necesito saberla.
—Lo que ocurre es que... —comienzo, hablando casi en susurros para que nadie más escuche—. Nos conocimos en terapia, eso ya se los conté. —Suspiro—. La cosa es que estuve en el mismo grupo que él, porque... Bueno, yo misma tengo un diagnóstico que me ha tomado tiempo asimilar, ¿saben?
Danka se acerca a mí y toma una de mis manos.
—Cariño, no tienes que decirnos si no te sientes lista.
—Lo estoy —aseguro—. Solo es difícil. Nunca se lo he dicho a alguien más.
Kaoru no tarda en unirse a nosotras y de pronto estamos sentadas en el suelo, en una especie de ronda en la que cuento con las dos para sostenerme. Respiro un par de veces y lo dejo salir:
—Tengo TOC y trauma por invalidación —digo, tratando de sonar firme, pero se me quiebra la voz—. El punto es que tengo ciertas reglas en mi cabeza y un montón de ansiedad me consume ante la posibilidad de no cumplirlas... Y cuando conocí a Kosuke, él lo vio. Ni siquiera le he dicho mi diagnóstico, pero lo leyó en mí. Incluso en terapia, cuando solo le dije que mi mayor miedo en el mundo es fallar.
Kao estrecha mi mano.
—Es un poco vidente. A veces da miedo —señala.
—No lo sé, puede ser —dudo, encogiéndome de hombros—. Creo que, por eso, él me rechazó hace unas semanas.
—¡¿QUÉ?! —susurran ambas, como si estuvieran gritando.
—Primero dijo que, si él fuera distinto, me besaría.
—Joder, me va a dar el soponcio —sentencia Danka.
—Calla, Huntzie. Estoy en modo Sherlock. —Kaoru Uchiha se vuelve hacia mí—. Tú. No pares.
—No hay mucho más —indico, abanicándome con la mano, como si eso fuera a hacer que me bajara el calor de la cara—. Me ha ignorado desde ese entonces. Excepto el día que llegamos a tu casa borrachas. Ahí me dijo que no podíamos ser amigos.
Kao se ajusta sus anteojos, que le chocan con las pestañas y se rasca la barbilla como si fuera la caricatura de un detective. No puedo evitar sonreír ante la imagen.
—Déjame ver si entiendo tu lógica —dice—. ¿Crees que mi hermano actúa así porque no quiere nada contigo, ya que te conoció en su internación, así que no le interesa alguien con tus miedos?
Arrugo el gesto.
—Sí —respondo—. Pero no lo digas así, como si fuera tonto.
—Es que lo es.
—Pero, ¿por qué te dijo que no te besaría? —interviene Huntzberger—. ¿Tú te acercaste a él o qué?
—No lo diría así. —Solo lo miré intensamente, deseando que lo hiciera.
—¿Te le declaraste?
—Tampoco con esas palabras —me quejo, poco segura de que lo que estoy diciendo me deje frente a ellas como una persona mentalmente estable—. Es que... Creo que a veces nos comunicamos sin decir las palabras.
—¿Y no han vuelto a hablar? —indaga Kaoru.
Respondo con una pregunta, a pesar de que sé que es de mala educación. La cabeza me da vueltas.
—¿Cuenta que haya dejado una nota dentro de mi bolso? —Antes de que puedan responder, suelto un gemido de frustración—. Le he dado mil vueltas al asunto, créanme. Y no le veo otra explicación. Cada vez que quiero decir algo relacionado a mis sentimientos, creo que Kosuke no está interesado en mí de esa forma. Quizás...
En ese momento, un pequeño estruendo se escucha desde el final del pasillo. Las tres nos sobresaltamos hacia la puerta, en la que breves segundos después, aparecen Kosuke y el hermano menor de los Uchiha, Kyo.
Cada uno trae dos platos, uno en cada mano. En ellos se ve una porción de wafles, decorados con frutos rojos, crema y chispas de chocolate. No miento cuando digo que cada plato merece que le saquen una fotografía, la presentación, el porte de cada trozo de fruta y el color de la masa con espectaculares. Incluso, les puso una hojita de menta en la cima, para darle altura.
El más pequeño de los Uchiha, deja uno de los platos frente a Danka, totalmente ruborizado y se aleja con el otro en dirección a la puerta. Antes que se retire, Kosuke le dice:
—¡Recuerda lavar tu plato cuando termines, no seas un cerdo!
—¡Oink oink! —contesta Kyo, ya fuera de nuestro campo visual.
Luego, Kosuke se queda de pie, algo dubitativo frente a la puerta, sosteniendo los dos platos. No obstante, sacude la cabeza y se acerca a nosotras, dejándolos frente a Kao y a mí.
—¡Creo que el bipolar se excedió, qué novedad! —anuncia, con sarcasmo—. Probablemente debí sacar tres paquetes de Oreo de la despensa y traerlos, pero ya está. —Kaoru se abalanza al cuello de su hermano y lo abraza—. ¡Parece que a la bestia de los wafles despertó!
La risa de ambos me llena de júbilo, a pesar de los nervios.
—¡Dime que me toca la porción más grande! —exclama Kaoru.
—La tuya es la porción más grande —le concede.
—¡Gracias, Ko! —aplaude Danka, acercándose a la comida, también regalándole una sonrisa. Veo una extraña expresión atravesar sus ojos, mientras que observa el amor que Kaoru y su hermano se profesan. Quisiera saber el motivo y reconfortarla, pero es Kosuke el que extiende uno de sus brazos, invitándola a unirse a ellos—. Kao tiene razón, eres un jodido vidente y me vas a hacer llorar.
Los Uchiha se miran y Kao asiente, extendiéndole también su brazo a Huntzberger.
—¡Ven, Huntzie, es esponjocito! —la convoca Kaoru, palmeando el estómago de su hermano mayor como si fuera una almohada.
Él pone los ojos en blanco y se sonroja ante el comentario. Danka sonríe y se les une con entusiasmo.
—Darla, ¿tú no quieres venir? Aún hay espacio —propone Kaoru Uchiha. A mí se me activan todos los nervios de la espalda y creo que ella lo nota—. Pensándolo bien, suéltenme todos ustedes, quiero mi comida.
Suspiro de alivio, mientras Danka secunda la moción, con un comentario que hace que las dos se destornillen de la risa y se precipiten sobre sus platos, dispuestas a engullir su contenido.
Kosuke se sienta frente a mí, lo cual no me permite prestar atención a lo que mis amigas hablan y mucho menos comer. Sentir sus ojos sobre mí, me transmite una especie de adrenalina tan contradictoria, que apenas puedo pensar claramente.
Cuando me percato que intercala su mirada entre mi plato y mi rostro, expectante, me obligo a recordar el preparó esto para nosotras. Ya había oído por Kaoru, que una de sus aficiones es la cocina, por lo que inspiro hondo y comienzo a separar la comida por colores. Trozo los wafles en pequeños cuadrados y ensarto el tenedor en cada uno de los ingredientes, mezclando su sabor organizadamente.
Y estoy totalmente segura de que sus ojos no han dejado de seguirme en el intertanto.
—¡¡No te puedo creer!! —grita Danka, tomándose el rostro con las manos—. ¡Se me acalambraron los cachetes de lo bueno que está, joder! —Ríe—. ¿Nunca les ha pasado?
—A mí se me ha acalambrado la tripita cuando trago como cerdo —contesta Kaoru, riendo maliciosamente.
—¡También! —coincide la de ojos azules. Luego, hace una pausa en la que es posible ver que se encuentra sopesando otra cosa—. Hey, Ko, ¿tú a qué habías venido? Trajiste guitarra y todo, y nosotras te pedimos que te pusieras el traje de Ratatouille.
Él hace un gesto de extrañeza, como si también hubiera olvidado su primera intención.
—En realidad, les venía a pedir un favor o hacerles una propuesta, no sé muy bien... —comienza, pasándose una mano por el pelo—. Pero no quiero arruinarles lo que sea que estén ensayando. Olvídenlo, solo coman.
—¿Bromeas? —ironiza su hermana—. Estábamos en medio de un bloqueo creativo. Si tienes una idea, te lo agradeceríamos, Ko.
El de ojos violeta suspira.
—Suena idiota, pero quiero regalarles una canción —dice, hablando más rápido de lo normal—. La escribí y, aunque tiene que ver conmigo, siento que ya no me pertenece. Tampoco creo que calce en mi banda... Pensé que ustedes podrían darle vida. O no. No sé, solo si quieren.
Me aclaro la garganta, repentinamente preocupada.
—Si quieren, me puedo ir para que hablen esto en confianza.
—¿Ah? —inquiere Kosuke, confundido.
—Dar —inicia Kaoru—. Mi hermano nos está hablando como banda, a las integrantes presentes de Sweet Nightmare. No tienes que irte.
—¿Verdad? —pregunto, con las mejillas encendidas—. Es que suena a algo privado.
—Más que privado, es una propuesta. Solo si quieren y no les molesta —expresa Kosuke, con algo de torpeza. A continuación, hace el ademán de ponerme de pie—. Olvídenlo, no las quiero atosigar, ustedes tienen sus propias canciones...
Danka pone una mano en mi rodilla, y la otra en la de Kosuke. Siento cómo trata de reconfortarme con un suave apretón.
—Wow, calma. Los dos —dice.
—Perdón —murmuro, bajando la mirada.
—Nada que disculpar, cariño —insiste Huntzberger—. Tienes todo el derecho de estar acá. A menos que tengas algo que hacer y quieras irte, ¿es eso? —Niego con la cabeza—. Entonces, te quedas. —Se gira para hablarle a Kosuke—. Estoy muy curiosa por escuchar tu propuesta. ¿Es una canción con la estructura armada o quieres que la deconstruyamos?
—Es una canción lista, pero ustedes pueden hacer con ella lo que quieran. Solo no le cambien la letra —dice, alcanzando su laptop para mostrarnos la letra. Danka se pone de pie inmediatamente y se dirige al teclado—. Tengo una pista grabada, pero si quieres, podemos improvisar alguna armonía, petiza.
—Sóplame el número millonario y te acompaño —responde Huntzberger.
—Cuatro cuartos, re bemol. —Toma la guitarra y comienza a arpegiar sus cuerdas—. Mira, la melodía es algo así.
—Ya lo pillo —dice Danka, uniéndose a él con el piano.
—¿Y nosotras qué hacemos? —pregunto, sintiéndome algo inútil de no poder ayudar.
Kaoru me sonríe.
—Nosotras vamos a escuchar y retener todo lo que podamos.
En ese momento, Danka hace una línea melódica muy elegante y que suena lúgubre a la vez. Kosuke silba en aprobación. No tardan demasiado en adoptar una secuencia que me pone la piel de gallina.
Aun así, cuando él cierra los ojos y se deja llevar, me quedo sin aliento y es mucho más intenso.
Así lo conocí, con nada más que su guitarra y su voz. En ese minuto no entendí lo que estaba cantando. En ese primer encuentro, solo pude conectar con la superficie de lo que estaba sintiendo. Ahora que entiendo cada una de las palabras que pronuncia, es como si se abriera una ventana para poder observarlo en alta definición, con sus virtudes y sus defectos.
Más que nada, sus virtudes.
Su voz es ronca, desgarrada y sutil a la vez. La línea de su cuello, en la que descansa su garganta, se mueve conforme a las notas que alcanza. Me pierdo en eso. En su piel. Todo él me abrasa. El aro que atraviesa el borde de su labio inferior y cómo este lo hidrata constantemente con su lengua, entre palabra y palabra. En sus manos que se mueven con destreza por la guitarra. En lo que canta, en el desparpajo con el que se expone; ese descaro con el que, por un lado, hace bromas repletas de ironía respecto a su situación y, por otro, es crudamente sincero para exponer dolor. Esa verdad con la que habla, que -extrañamente- me hace sentir acompañada y comprendida, pero que me pone en una posición en la que sé está fuera de mi alcance.
En un verso, dice que está enamorado de la tristeza y es una lástima, porque yo quiero que se enamore de mí.
Cuando la canción llega a su final, se lleva la uñeta a la boca y aparta unas lágrimas con el dorso de su mano. Luego, nos ofrece una tímida sonrisa.
No puedo quitarle los ojos de encima.
No puedo volver de lo que nos acaba de mostrar.
¿De verdad quiere que nosotras... que yo cante eso?
Me siento absolutamente abstraída de la realidad. Kosuke dice que le encantaría que aceptemos su regalo y mis amigas, tan emocionadas como yo, le responden que lo hablaremos con el resto, y yo sé que es mero protocolo, porque está claro que lo que acabamos de escuchar es lo que necesitamos en nuestra banda.
Él ya se ha ido y todavía no soy capaz de moverme, ni dejar de mirar el espacio vacío que dejó entre nosotras. La voz de Danka es la que me saca del ensimismamiento.
—Tierra llamando a Darla.
—¿Estás bien? —complementa Kaoru.
—¿Qué fue todo eso? —susurro—. ¿Cómo es que un chico así puede verse a sí mismo como menos que hermoso?
—Me llevo preguntando lo mismo toda la vida —concuerda Uchiha con una sonrisa melancólica.
—Yo... Yo no sé... —balbuceo, con las manos temblorosas, llena de una energía que va a explotar en mi pecho—. ¿Qué debo hacer?
—Ve por tus respuestas, cariño —me anima Huntzberger. La miro, asustada—. Tú puedes.
—Aquí estaremos, al final del camino, para ti —dice Kao.
Sigo la orden de mis impulsos, con el cerebro más diáfano que nunca. Libre de pensamientos rumiantes, libre de mis propias barreras, y sigo al chico que desde hace meses me vio en el patio de un psiquiátrico y se quedó con mi corazón.
No quiero que me lo devuelva. Solo quiero que sepa que lo tiene y que no podría estar en mejores manos. Ruego que lo haga.
Y lo más importante: necesito ser valiente.
No quiero seguir siendo espectadora de mi propia vida. Debo tomar control de la trama. Necesito dejar de leer, tengo que comenzar a escribir.
Tengo que saber qué pasa.
Por eso, cuando llego a los pies de la escalera al segundo piso y él está a medio camino de subirlas, no me freno más.
—Kosuke, por favor, espera.
_____
TRAIGAN A LOS BOMBEROS, QUE ESTO SE VA A ENCENDER!! jajaja <3
¿Qué les pareció este capítulo? ¿Qué opinan de nuestra hermosa Darla?
¿QUÉ CREEN QUE PASARÁ?
¿Me odian por dejarlo ahí? Espero que no, porque pronto vendré con el siguiente jeje.
Les tkm, Cali;
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