20. Tarde de chicas
Why am I like this? - Orla Gartland
27 de enero, 2011
Darla
Siempre he tenido miedo al cambio. Se supone que la distorsión de la rutina es un cataclismo para las personas con pensamientos intrusivos y rumiantes todo el tiempo, para los obsesos con la normalidad como yo... Pero desde que conocí a Danka y el resto de sus amigas, mi mente ha estado tan ocupada, que ni siquiera he podido procesar este impresionante giro en la trama: soy la vocalista de una banda.
Y, extrañamente, la banda se acopla a mí como un guante. Mezcla el rock con lo clásico, lo operático y guitarras con alta distorsión, como el epítome de la agresividad de mis pensamientos y mi disfraz solemne frente al mundo.
Es una cantidad enorme de información nueva para mi cerebro, que aún no se acostumbra a la idea de tener amigas. O algo así. No creo que me consideren como tal, ya que me conocen hace un mes, pero es innegable que ellas me conocen más de lo que nadie hace en el mundo, con excepción de mi abuela y quizás Emmy.
Por eso, cuando mi psicóloga me dijo "invítalas a salir" y mi cerebro apretó el acelerador a predecir cualquier escenario que llevara al fracaso, lo supe: es imposible esconderse de uno mismo.
Luego de un mes de ensayo y planificar los pasos a seguir en el futuro próximo, las chicas tenían programado un receso. Annisse tenía unas vacaciones planificadas con Mayra, su prima. Y las demás tenían que ocuparse de sus estudios, lo que me dejaba otra vez con tiempo libre, junto a muchas ideas de cómo involuntariamente podría llegar a boicotear mi buena suerte.
Invitarlas a salir no sonaba tan mal.
Claro, si no te has pasado toda la vida sola y no tienes idea de protocolo social, es una excelente idea. Lástima que no es mi caso. Estoy segurísima que no puedo hacerlo.
No obstante, cuando miré el chat grupal, toda mi convicción se ve resquebrajada.
Danka:
¿Qué se teje, mis amores?
Liz:
A punto de comer por aburrimiento, SOS.
Danka:
Te contara las cosas que yo hago por aburrimiento...
Yo:
Hola 😊
Danka:
¡Hola, hola, ratón con cola! <3
Kaoru:
Hola, chicas.
No tengo muchas ganas de nada, la verdad.
Danka:
Oh, amor mío, ¿qué pasó? ¿estás bien?
Kaoru:
Yo sí, pero...
Liz:
¿Ko?
Lo siento. No quiero ser metiche, Kao.
Kaoru:
No lo eres. Sé que acá estamos en confianza.
Me da miedo salir y que todo esté mal cuando vuelva.
Liz:
No es tu culpa, corazón. Solo fuimos al cine, no tienes una bola de cristal.
Intento controlar mi respiración y escribo:
Yo:
¿Qué pasó?
Reprimo el impulso de retractarme y decirle que no importa si no me quiere contar o si no me tiene la suficiente confianza. Me sorprende la rapidez con la que recibo respuesta.
Kaoru:
Cuando llegué de nuestra salida el otro día, Ko estaba con mamá en el hospital. Y ahora no sé cómo gestionarlo. Me pone ansiosa estar lejos de él y estoy segura de que a él le pone ansioso que me pegue a él como su sombra.
No lo sé, todo está de la verga.
Danka:
Ay, mi bizcochito.
¿Puedo ir a tu casa a abrazarte?
Kaoru:
No sé si sea una buena idea.
Yo:
¿Y no quieren venir a mi casa?
Ay, ay, ay. ¿Acaso estoy loca?
Kaoru:
¿Lo dices en serio?
No.
Yo:
Sí. Pueden venir y tenemos una tarde de chicas.
Danka:
¡Yo me apunto! Es justo lo que necesitamos, Dar. ¡Qué gran idea!
Veo cómo les entusiasma el panorama y, de alguna forma, quedamos en que vendrán dentro de unas horas y todo me da vueltas, porque ¿qué rayos es una "tarde de chicas"?
Ay, madre mía, ¿qué voy a hacer ahora?
Tengo que tragarme el vaivén de ideas demenciales, como arrojarme balcón abajo para no tener que seguir adelante con este plan y simplemente enciendo mi laptop a la velocidad del rayo. Abro Google y escribo: "Qué se hace en una tarde de chicas".
Porque si buscara "patética", seguro la primera foto que saldría, sería la mía.
***
Luego de la excursión más rápida e imprudente al supermercado y otras tiendas, observo la obra que acabamos de montar junto a Emily en la biblioteca, que es el único espacio que siento mío de la casa aparte de mi habitación.
Me arreglo el dobladillo de la falda y le pregunto:
—¿Será suficiente?
Echo otro vistazo a la estancia, con las mesas y sillones distribuidos de acuerdo a estaciones y las distintas actividades que podríamos realizar: maquillaje, juegos de mesa, comida, películas, bebestibles... No tenía la mayoría de las cosas, así que le tuve que pedir asesoría a las dependientas de la tienda de maquillaje, por ejemplo, para saber qué comprar.
Pero, ¿qué pasaba si no les gustaba nada de esto? ¿si internet me había mentido y en realidad nada de esto se hace en una tarde con las amigas? ¿y si la comida era poca?
Las manos de Emily me detuvieron de arrancarme la cabeza.
—Será perfecto, señorita Darla —me tranquiliza, mientras alcanza mi mejilla y la acaricia con su habitual ternura maternal—. Las personas nos alegramos cuando alguien se esmera tanto por hacernos sentir bien.
—¿Sí? ¿Eso hacen?
Esto es horriblemente confuso. Mis padres, por más que me esmere en que se sientan orgullosos...
—Sí —responde Emmy, cortando el flujo de mis pensamientos—. No deje que una decepción le prive del resto del mundo.
¿Una decepción? ¿A qué se refiere?
No alcanzo a formular la pregunta, cuando el sonido de mi teléfono me sobresalta. Con el corazón en la boca, leo el mensaje de Liz, disculpándose porque no podrá venir debido a un compromiso de último minuto.
—¡Ya está, Emmy! —exclamo, con la voz ahogada—. Voy a desarmar todo. Te dije, no van a venir. No quieren venir, seguro piensan que soy una aburrida y... —El sonido del timbre me vuelve a asustar. Dios, soy como un hámster—. ¡Ay, dios mío! ¿Son ellas? Diles que me enfermé, no puedo hacerlo...
Emmy nuevamente me coge del rostro e inspira profundamente, invitándome a relajarme. Luego de un par de respiraciones, dejo de temblar un poco.
—Sí puede —dice, mirándome a los ojos.
—Ya.
—Dígalo.
—Yo puedo.
—Eso es, buena niña.
Suspiro, agradeciendo a la vida contar con ella. Cuando tomo el citófono, donde me responden Kaoru y Danka, indicando que ya están aquí, creo que voy a vomitar hasta la primera papilla. No obstante, Emily me alza el mentón y dice:
—Frente en alto, señorita Darla. Siempre.
***
La tarde avanza demasiado rápido. Me sorprendo deseando estirar los minutos para que Kaoru y Danka se queden lo más posible conmigo. Sé que entre ellas hay una conexión especial, pero de algún modo, creo que formo parte de ese universo. Y quizás sucedió mucho antes de que me diera cuenta, pero el hecho de tenerlas en este lugar donde lo único que he sentido es soledad... Me reconforta en niveles que no creí merecer.
Me dan ganas de llorar de la emoción. Pero eso sería demasiado raro, así que me contengo y trato de volver a concentrarme en la conversación que están teniendo. Porque si hay algo en lo que se parecen la bajista y la pianista de la banda, es que las palabras nunca parecen suficientes.
—...Intenté hacer ese solo maldito y no pude —dice Kaoru, con una mueca de disgusto—. Me enfurecí. Terminé comiéndome la ración de pastel de Kyo sin darme cuenta, qué coño.
—¿Premio o castigo? —inquiere Danka.
—No sé, pero Kosuke va a tener que enseñarme o el próximo pastel que me coma, será su apestoso trasero. Y por comer me refiero a que se lo voy a patear por mal hermano.
Se me escapa una risa. ¿De qué rayos hablan?
—Hey, no le patees el trasero —se ríe Huntzberger—. El mundo necesita al guitarrista más loco de Boston.
—Yo cuando lo vi tocar, me pareció que es muy sereno y que transmite mucha paz —intervengo, antes de poder morderme la lengua.
Ambas se giran hacia mí con brusquedad.
Ah. Dios. Trágame tierra.
Por favor, que no pregunten, que no pregunten...
—¿Kosuke? —suelta Kaoru, incrédula—. ¿Sereno?
—¿De qué Ko estás hablando?
—Esto... Yo... —No sabía qué decir, excepto la verdad, así que me decanté por ese camino, aunque me llevara a la exposición y el fiasco—: Yo comencé a ir a un centro de atención psicológica y en el patio estaba él tocando guitarra y todo fue de mucha paz. Eso es.
—¿Me estas diciendo que conoces a mi hermano?
—¿Qué? ¡No! —exclamo, porque es verdad. Aún no lo conozco lo suficiente. No lo que me gustaría, para ser honesta.
La mirada de Kaoru se vuelve aguda, cuando dice:
—Laptop. Ahora.
Sin saber si estaba en un problema o si ella se había ofendido porque dije algo fuera de lugar sobre su hermano, me aproximo al escritorio y le entrego el Macbook. Unos segundos más tarde, aparece frente a mí un videoclip de una banda llamada Dark Wolves, la banda que aparentemente todo el mundo sabía, menos yo.
Con que a esto se refería Kosuke con "esta es de mi banda, pero aún no la sacamos". He estado tan absorta con todo, que no uní las piezas. Y yo creyendo que él también tenía un grupo con sus amigos, donde hacían música a modo de pasatiempo.
Qué equivocada estaba.
Las imágenes frente a mí son de una banda que se ve muy consolidada, con un video donde cinco chicos tocan una canción llamada Bury them, dentro de un búnker que está en llamas.
Mi atención deambula por todos los integrantes, sobre todo el vocalista que es muy carismático. Reconozco la voz del demo que me mostró Kosuke de su ipod. Sin embargo, llega un instante en que la cámara enfoca específicamente un par de ojos violeta y se me corta la respiración.
Es difícil decir qué hace, describir cómo se mueve y se funde en la guitarra eléctrica. Es desbordante, como si tuviera la fuerza del universo, saliéndole por los poros. Y volvemos a Atlas. Es impresionante. Visceral e incluso sexual.
Espera... ¿qué?
Siento el rostro acaloradísimo, y hay un breve instante de suspenso, pero cuando la canción vuelve a explotar, Kosuke (que, por algún motivo, está tendido de frente al suelo con el pedestal del micrófono desplomado frente a su boca) descarga una nota feroz, usando una técnica que es muy común en el metal o la música emo: el vocal fry o gutural.
Es cierto. Esto no transmite paz, sino todo lo contrario.
Y no sé qué pensar al respecto. No puedo pensar.
Dejo de prestar atención al resto del video. Cuando termina, siento los ojos de Kaoru y Danka sobre mí.
—¿Y bien? —pregunta la chica de ojos violeta—. ¿No es mi hermano el mejor guitarrista del mundo?
—No sé mucho sobre el tema —me atrevo a decir—. Pero claro que es bueno. —Por dios, mi cara se siente afiebrada. "Bueno" es un eufemismo absurdo, suena como si hablara de comida y no de una persona, ¿qué me pasa?
—No te sientas culpable, cariño —agrega Uchiha, apuntando a Danka—. A esta le gusta el baterista, lo cual es un crimen al buen criterio... ¡Ay, Huntzie, no seas bruta!
—A mí me respetas, Kaoru Ino Uchiha.
—¿Y cómo te voy a respetar si tus propios gustos no te respetan, Danka Sahar Huntzberger?
La aludida se ríe tan animadamente, que tiene que sostenerse el abdomen. Yo me muerdo el labio, agradeciendo no ser el centro de atención por un momento.
—Amor platónico es muy distinto a gustar, o quieres que hable de J... ¡Ah, me aplastaste una teta!
—¡Ups, perdón! —se disculpa Kao. Ella y Danka continúan jugando y trato de relajar los hombros, disfrutando del caos total que representan. De pronto la chica de ascendencia japonesa se dirige a mí—. Olvida los gustos pedorros de Huntzie. Tú. Tú tienes buenos gustos.
—¿Y-yo?
—Sí, porque te gusta mi hermano.
—¡Kao, no la presiones! —acota Danka.
—¿Qué? —me desafía, con tintes de diversión maquiavélica en la voz—. ¿Acaso no te gusta?
Hay unos segundos de silencio que se rellenan con el suspiro que me asalta. Decido que no tengo la astucia suficiente como para elaborar algo que me haga pasar desapercibida, de modo que respondo lo que me ha estado carcomiendo el cerebro.
—¿Y cómo sabes si alguien te gusta?
—Oh, cariño —murmura Huntzberger, aproximándose a mí para darme un abrazo—. Ahora entiendo todo, por eso te asustaste tanto el día que te presenté a la banda, porque ya lo conocías y... no sabes si te gusta.
¿Tenía razón? Qué ganas de esconderme en una isla desierta y jamás averiguarlo.
—Pienso que Kosuke es una persona muy agradable y en lo que pude ver en la terapia que compartimos, es muy resiliente, pero no sé si los parámetros de "gustar" que ustedes tienen son los mismos que los míos —digo, nerviosa y bastante sorprendida de hallarme en la confianza de admitir algo así—. Hasta ahora, nunca había interactuado con tantas personas y no quiero decir nada que las ofenda o les haga perder el interés...
Kaoru, otra vez con esa mirada inquisidora, detiene el flujo de mi soliloquio y pregunta:
—¿A qué te refieres con que compartieron terapia? ¿Tú también intentaste...?
Veo la crispación de su rostro e inmediatamente deseo calmar su angustia.
—No, no, yo no estaba ahí por eso —aclaro, tratando de buscar la mejor forma de explicarlo. Sin meditarlo mucho, me pongo de pie y voy a buscar el marco de foto en el que tengo su carta, ofreciéndoselos para que lo vean—. Era una terapia grupal, donde teníamos que hablar sobre nuestros miedos y el compañero a nuestro lado debía darnos un consejo...
La hermana del autor de la carta es quien la lee primero.
—¿Esto te lo dio mi hermano?
—Sí —contesto, pero más parece una pregunta.
Al momento que el marco pasa a las manos de Danka, Uchiha vuelve a hablar:
—Está decidido, Darla. Si tú no sabes si te gusta mi hermano, nosotras te ayudaremos a descifrarlo.
¿Eso quiere decir que estoy en problemas? Porque me suena a que sí.
____
¡Levante la mano quién cree que Darla está en problemas! JAJAJA <3
Bueno, tal como les prometí, estamos en otra etapa de la historia y es el turno de nuestra chica crayola de contarnos su perspectiva. Espero que les guste. Yo amo escribir de este trío <3
Nos vemos en una siguiente actualización :)
lequiereunmontón, Cali;
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro