Lan Wangji siempre se ha considerado a sí mismo un hombre de palabra.

Otros pueden considerar que crecer en la recta secta Gusu Lan es un martirio de limitaciones, forzado a vivir en un muro de reglas y reglas que parecen no tener un punto realmente válido para su cumplimiento.

Pero Lan Wangji sabe bien que forman parte de su sangre y carne, y aunque estas mismas indirectamente lo prohíban, se ha enorgullecido de llevar el nombre y reconocimiento de su secta, su hogar, a través de las acciones más sencillas y, que sin embargo, significan un mundo una vez que sabes buscar detrás

Las reglas tienen su propósito de ser.

Las reglas regulan.

Las reglas enseñan.

Las reglas muestran el camino correcto a seguir, evitar las tentaciones y no caer en los llamativos, atractivos brazos de una oscuridad sin retorno.

Y sin embargo Lan Wangji no puede evitar preguntarse por qué.

Por qué, si las reglas equivalen al bien, han caído de tal forma.

Por qué, si las reglas significan regulación, se han dejado llevar tan fácilmente por palabras de boca en boca y sin ninguna confirmación o prueba detrás, para acusar a otros.

Por qué, si las reglas enseñan, no le pueden decir qué es lo que debe hacer en tal situación: apretado entre la espada y la pared (un par de veces de forma literal), dividido entre lo que dicta su corazón y lo que le grita su cerebro entre años y años y años de enseñanzas.

Por qué, se pregunta Lan Wangji, si las reglas son sinónimo de su hogar, uno que siempre ha respetado y del que se ha enorgullecido de formar parte, le han fallado de tal forma.

Cuando su mundo cae entre pedazos rotos de lo que alguna vez fue un corazón que latía tan fuertemente en solidaridad, una existencia que parecía eclipsar al sol en su brillo y una mente tan ingeniosa que se veía sin paralelo.

Cuando su mundo se desmorona entre acantilados y gritos de justicia y luchas entre hermanos y sangre, sangre, sangre.

Cuando su mundo se derrumba en manos de la misma persona que una vez prometió vivir sin remordimientos.

Cuando su mundo no es más que meros cristales deshechos, una paupérrima y triste comparación de lo que pudo ser y no fue, Lan Wangji se pregunta, y piensa, y se cuestiona qué pudo haber hecho, y no hizo.

Lan Wangji siempre se había considerado a sí mismo un hombre de palabra.

Hasta esa única vez que la rompió.

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Duele.

Es lo primero que registra su mente una vez que parece haber abandonado el estado en blanco que por un momento lo mantuvo con ojos desenfocados, un silbido agudo resonando en sus oídos.

Duele.

Duele.

Duele.

Lan Wangji quiere que se detenga.

Quiere pensar que todo es un mal sueño, una broma jugada por su subconsciente dormido en un intento de hacerlo despertar y recordarle que hay cosas más importantes que sus heridas físicas, que hay alguien, en lo profundo de una cueva, roto, despedazado, esperando por él, por su ayuda.

Pero tanto como Lan Wangji desea que sea una simple mentira de su hermano, aunque vaya contra los principios que les han inculcado a temprana edad, sabe que no es así, porque los ojos de Lan Xichen resplandecen en un tumulto de emociones que pensó no volvería a ver tras aquella fatídica primera y última vez hace años con el fallecimiento de su madre, cuando eran simplemente Lan Zhan arrodillado en la nieve, terco en su pedido para verla en la visita mensual prometida, cuestionándose si quizás había hecho algo malo y la puerta no se abría; y Lan Huan, demasiado joven para las responsabilidades que se acumulaban sobre sus hombres, demasiado dolido en su propia pérdida y luto, y demasiado preocupado por su hermanito al que no sabía cómo explicar la situación.

Porque Lan Wangji sabe, que por más que sonría y se muestre más amigable y abierto en comparación consigo mismo, Lan Xichen tiene sus propios secretos, sus propias dolencias, sus propios demonios.

Lan Xichen no bromea. Y Lan Wangji siente que su mundo ya no es más que un mero trozo de papel ardiendo ante las miradas codiciosas de miles de viles seres ocultos en la piel de humanos, viéndolo volverse cenizas llevadas por el viento en una melodía sin un término adecuado.

Así que Lan Wangji corre.

Y corre.

Hasta que no escucha la voz preocupada de su hermano ni sus pasos, apresurados tanto como lo permite la prohibición en los Recesos de las Nubes.

Lan Wangji corre hasta que se ve lo suficientemente alejado como para desenvainar su espada, Bichen -y oh, cuánto duele-, y sube a ella para volar tan rápido como se lo permite.

Y Lan Wangji, por un momento, siente rencor, porque Bichen fue hecho para soportar peso más que dar prioridad a la velocidad, pero lo descarta, porque ahora mismo es su única compañera, la testigo de su desesperación.

Lan Wangji corre, y vuela, y vuelve a correr cuando llega a los Túmulos Funerarios y su energía espiritual no da para abastecer y cumplir con los requerimientos para mantener a Bichen a flote.

Lan Wangji corre, hasta que sus pulmones silban en su demanda por aire, hasta que su espalda grita exigiendo un descanso que no se permite, pidiendo más energía espiritual de la que se niega a dar para tal amargo recordatorio de su fracaso.

Lan Wangji grita, y grita, y grita, hasta que su voz no es más un susurro ronco en su garganta desgarrada.

Y Lan Wangji llora, porque sabe que por más que lo intente, por más que busque, por más que quiera, no hay nada, no hay nadie. Y él está tan solo.

Ah, tan solo.

Y duele.

Entonces Lan Wangji reza, a los dioses, los espíritus, cualquier ser más allá de su capacidad, Lan Wangji pide ayuda, para regresar a un momento donde se pensó, tontamente, que tenía tiempo.

Lan Wangji reza.

Entre cenizas de árboles rotos, chozas destrozadas, voces en el viento y un corazón amargo.

Entre volutas de humo, tan oscuro que, por momentos, se cree incapaz de ver más allá de su mano frente a él.

Entre recuerdos de una risa cantarina, ojos plateados que rivalizaban con la misma luna, y mechones de ébano volando en el viento con un toque de rojo brillando como la estrella más resplandeciente en el cielo nocturno.

Lan Wangji se deja caer, postrado de rodillas, la cabeza apoyada en el suelo, y entre amargos suspiros de un corazón errante y una mente hecha pedazos, Lan Wangji reza, porque sabe que nadie más lo hará.

Lan Wangji reza con un solo nombre saliendo de su mente, de su corazón, de su cuerpo y de su alma.

Hasta que, cuando intenta ponerse de pie, todo su mundo se tambalea entre humo negro, aves negras, lotos y tierra negra, y sólo un par de ojos rojos brillando entre la más profunda de las oscuridades.

Y Lan Wangji sabe que está a salvo.

Con un último suspiro entre labios agrietados "Wei Ying", y dos pares de pasos apresurados -uno de ellos más pequeños, más suaves, más torpes- Lan Wangji se deja envolver entre los brazos que le habían estado llamando.

Porque Lan Wangji siempre se había considerado a sí mismo un hombre de palabra, y si no pudo cumplirla, entonces le seguirá y hará todo lo que conozca para hacerlo posible.

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HELLOOOOOOO
oh dios mío esta es la primera vez que escribo EN AÑOS, así que si ven algún error o algo que no se entienda, disculpen a esta pobre dama.

anyways este es un pequeño os/drabble que se extendió más de lo pensado (?), pero está inspirado en el fanart de una artista que ví en twt y me dijo "tienes que hacer esto o te rapo" so here I am!

actually la idea original era más para un (short?) fic, pero pensé que sería muy arriesgado dado el tiempo que tengo sin escribir, y cuánto me arriesgaría a dejarlo tirado y sin terminar, entonces tenemos este kinda angsty shot para probar las aguas, hehe. 🫶
ah, el nombre está inspirado en la canción homónima de la solista Youha (que les vuelvo a adjuntar a continuación), que también fue como el shot final que me convenció para darle un intento.

no les adjunto el fanart porque eso sería repostear y la artista no lo permite, pero haré lo posible para dejarles el link por algún lado de manera que, si no los redirige directo al tweet, al menos puedan copiarlo. de todas formas la artista es @/Xanctus_9 en twitter, ¡no duden en darle amor a su arte! se le ocurren aus de diez.

well, guess that's all, espero les haya gustado y nos veremos pronto, i hope. see ya!