Uno
22 de diciembre, a pocos días de la tan esperada Navidad.
Todas, o la gran mayoría, de personas adoran las fechas que el invierno trae consigo, pues son días especiales para dar y recibir amor; sorprender a alguien con un regalo, o reunirse con familiares y amigos.
Sin embargo, quedan excepciones en éste montón de gente, aquellas personas que no le ven lo especial a diciembre, ni mucho menos les gustan las fechas navideñas.
Es extraño, pero quizá entendible ¿cierto?
Bueno, pues en éste fragmento de población, se encuentra Chou Tzuyu; músico profesional de Seúl, algo serio, a veces con dificultades para demostrar sus sentimientos, y sobre todo, alguien que se puede molestar fácilmente por el estrés que maneja; sumando que realmente es indiferente a éstas festividades. Y tal vez, no todo es su culpa, pero jamás ha explicado el porqué de su sentir.
No le gusta la Navidad, Noche buena, tampoco Año nuevo ni las posadas. Ella lo único que desea en diciembre, es que su trabajo no lo mate de estrés por tantas presentaciones, y también, que su bonita novia no le pida asistir a ningún clásico evento del mes.
Porque sí, los opuestos se atraen, y en su caso no existió cambio en ésta fórmula. Minatozaki Sana era su pareja; una chica que había comenzado como su asistente personal, y digamos que su situación fue uno de esos romances en el trabajo que acabaron bien. Ella, a diferencia de su novia, era más expresiva, dulce, siempre intentando ver el lado positivo de todo, y manteniéndose lo más relajada posible.
Sin embargo, aunque compartían muchas cosas en común, y se complementaban entre sí con sus respectivas personalidades, había un tema en especial que las dejaba en lados contrarios.
¿Qué era?, exacto, Sana amaba la Navidad, y en realidad todas las fechas llenas de piñatas, dulces y villancicos.
Siendo sinceros, ambas estaban bien con eso, pues al amarse tanto durante muchos años, aprendieron como sobre ponerse a la situación. Sana respetaba los gustos de Tzuyu, llevándola al menor número de eventos navideños que pudiera; y Chou lograba estar feliz con su chica al festejar el 24, 25 y 31 de diciembre solas, en su departamento.
Toda su relación era sumamente linda, con amor, momentos divertidos y otros súper cursis.
Sin embargo, como cualquier pareja, tenían sus bajas, con algunas discusiones, problemas y demás situaciones comunes. Casi nunca pasaban por lapsos así, para su mayor fortuna, no tenían desacuerdos grandes.
O al menos no era así, hasta este diciembre. Pues el día 23 del mes más feliz del año, Sana tenía un regalo enorme para su novia, y ésta, simplemente, no estaba en su mejor momento para recibirlo.
La chica de cabellos rosas, Sana, acababa de levantarse, con los ánimos en una montaña rusa. ¿Razón?, una muy especial de hecho.
Desde hacía casi un mes había estado teniendo síntomas extraños, como náuseas, vómito, más insomnio que de costumbre, y algunos antojos raros. Pero, no tomó cartas en el asunto, hasta que una mañana amaneció deseando con locura un sándwich de crema de cacahuate con ensalada.
"¿Qué clase de persona con sus cinco sentidos funcionales se comería eso?", pensó. Y obviamente, fue aún más extraño por el hecho de que, desde siempre, ella no había tenido antojos raros, ni siquiera se atrevía a combinar cosas saladas con dulces, en ninguna situación. Además, habían muchas comidas que no le gustaban, así que, ¿cómo era posible que sintiera eso?
O estaba enferma, o su cuerpo ahora quería comidas diferentes.
Así que, finalmente, decidió ir al médico, aprovechando que Tzuyu casi siempre estaba fuera de casa trabajando. No porque no quisiera su apoyo, más bien, no deseaba preocuparla.
Quizá sería lógico para cualquier persona lo que Sana estaba experimentando, pero para ella no, realmente no tenía ni la menor idea sobre el diagnóstico que obtendría.
Por eso, cuando el médico le indicó que le haría estudios de sangre para saber qué era lo que tenía, se asustó. Le habían sacado sangre antes, pero no para verificar qué tenía su estómago ni nada así.
Le preocupaba que fuera algo malo, y lo peor, es que no podía pensar en nada bueno.
Por ello, esa mañana se encontraba en un torbellino de sentimientos, pues tenía cita con el médico a medio día para recibir sus resultados, pedidos hacia una semana. Tendría que ir sola, pues Tzuyu tenía presentación de villancicos en una Academia —por un evento de fin de cursos—, y ella se iría desde primera hora, regresando por la noche.
Realmente Sana hubiera querido ver los resultados junto con su novia, al mismo tiempo. Pero sabía, y entendía, que muchas veces no podían estar juntas como chicles, así que se levantó con su plan ya listo.
Y de hecho, justo Tzuyu iba de salida cuando ella reaccionó, a las 8 en punto.
—Cariño, ya me tengo que ir. —habló la pelinegra, acercándose al rostro de Sana para besarla suave y rápido —Te veré en la noche.
—De acuerdo, amor. —la peli rosa sonrió viéndolo caminar a la puerta de su habitación compartida—Intenta no llegar tarde, tengo planes especiales para ambas, ¿si?
—Claro, trataré. —y mostrando una media sonrisa, Tzuyu salió del lugar, dejando pronto el departamento.
Al poco rato, Sana se levantó de la cama, y se arregló de forma casual. Tenía tiempo suficiente para llegar a su consulta, y quería intentar calmar su remolino sentimental antes de salir.
Después de todo, no tenía idea de lo que esos resultados dirían, así que pensó que debía ir lo más tranquila posible por ellos.
Casi las 10 de la noche, Sana esperaba con ansias a que su novia llegara, para darle la mayor sorpresa de sus vidas.
Había recogido sus resultados tal como estaba planeado, y aunque sus síntomas fueran obvios, se sorprendió bastante cuando leyó lo que tenía.
No era una enfermedad, ni la comida le había caído mal. Sana simplemente no podía sentirse más feliz en esos momentos, y deseaba compartirlo ya con su chica, pues sabía —o al menos esperaba— que la noticia fuera excelente para ella también.
Sin embargo, cuando Tzuyu llegó a casa, no se veía con ánimos ni siquiera de cenar algo, y Sana dudó que fuera el momento adecuado para decírselo.
—¿Estás bien Chewy?, ¿pasó algo? —preguntó la peli rosa cuando la vio cruzar la puerta, casi azotándola al entrar.
—El estúpido director de la Academia me pagó menos de lo acordado, a pesar de que estuve tocando esa estresante música por horas. —bufó caminando hasta el sofá —Pero claro, no puedo reclamar porque "ya casi es Navidad". —Tzuyu formó comillas con sus manos.
—Tranquilo, cielo. —Sana se acercó a ella, acariciando sus cabellos negros—Está bien, sabes que tenemos dinero sobrante.
—Sí, pero no es justo que hagan esto. —largó un suspiro, mirando a su pareja.
—Relájate, todo saldrá mejor mañana. —la abrazo suavemente, pasando sus brazos por los hombros y cuello de Tzuyu—¿Por qué no vamos a dormir?, descansar te ayudará.
—Vamos...—la peli negra volvió a suspirar, y ambas se levantaron del sofá.
Caminaron hasta la habitación sin deshacer su abrazo, para después acomodarse en la cama matrimonial que compartían.
Tzuyu durmió prácticamente al instante, dándole la espalda a Sana, y la peli rosa decidió abrazarla por detrás, cayendo dormida poco después.
"Ya le podré decir mañana", pensó Minatozaki con una pequeña sonrisa comprensiva.
Aún podía hacer de aquel acontecimiento un regalo de Navidad, quizá así le gustaría la festividad a Tzuyu, o al menos, tendría algo mejor en lo cual concentrarse.
La mañana del 23 llegó, sintiéndose helada para Sana.
Despertó sola en la cama, con un mensaje de Tzuyu en su teléfono, dejado un par de horas antes de que ella reaccionara.
"Tengo dos presentaciones en un teatro hoy, lamento haberme ido sin avisarte, no quería molestarte".
Sana suspiró, pues era lógico que no estaba feliz por eso. Ella desearía que su novia tuviera más tiempo libre, que pudiera dormir y descansar sin tener que preocuparse por el día siguiente, y sobre todo, quería dejar de despertar así, sola.
Varias veces había pasado, pues a Tzuyu le avisaban de sus presentaciones cuando su representante quería, por lo que, a veces, debía salir corriendo del departamento a las 6 o 7 de la mañana.
Sana ya tenía esa costumbre aprendida, pero no por eso le gustaba.
Y entonces, luego de resignarse a pasar otro día sola, decidió ver televisión y comer algo dulce. Sus antojos eran cada vez más grandes y extraños, por lo que pasó la tarde yendo al súper mercado, y comiendo helado de pistacho —fruta que no le agradaba para nada—, arroz con ketchup —combinación que nunca había tolerado— y agua de pepino —su sabor de bebida menos preferido—.
De algún modo, ahora le sabían deliciosas esas cosas.
Aunque bueno, también tuvo un par de episodios de vómito, sus ascos aumentaban junto a sus antojos, y haber comido litro y medio de helado tampoco había ayudado.
En fin, eran casi las 10 de la noche cuando decidió arreglarse un poco, con ropa ligeramente holgada, un bonito broche en su cabello, y usó el perfume dulce que a Tzuyu le encantaba.
Quería sorprenderlo en grande, tan sólo deseaba decirle lo que pasaba y ver aquella preciosa sonrisa que su novia poseía.
Ya no aguantaba más el secreto, y permaneció en el sofá del departamento por al menos una hora más, esperando a que Tzuyu llegara, para por fin sacar esa enorme emoción de su sistema, y compartirla.
Pero, ella no entró por esa puerta hasta las 12, con un semblante aún más cansado y estresado que el de la noche anterior.
Y era lógico, había tenido dos presentaciones en un día, con el teatro lleno, su cara no era para menos. Sin embargo, tampoco era una excusa suficiente para lo que pasaría entre ellas a partir de ahí.
—Hola cariño. —sonrió Sana, acercándose a ella—¿Qué tal te fue hoy?—sabía la respuesta, pero quería intentar mejorar su humor. Cosa que no pasó.
—¿No ves mi cara?, queda implícito que me fue horrible. —respondió Tzuyu, lanzando su chamarra al suelo, ignorando por completo la apariencia de su novia.
—Pero... ¿Porqué? —recogió la prenda, viendo como su novia pasaba de largo sin interés en él.
—Los encargados del teatro no hicieron bien su trabajo de preparar el espectáculo, una estúpida luz cayó en pleno acto, casi me mata. —expresó molesto sentándose en el sofá —Desafiné con el violín, fallé en dos notas del piano, olvidé parte del maldito villancico cuando cantaba, ¿te parece poco?
—Calma cielo... Todos cometemos errores, y tú eres una excelente artista. —Sana caminó hasta él, mirándolo sin sentarse.
—¿No entiendes?, se burlaron de mí, todos los idiotas del teatro se rieron cuando cometí esos errores. —Tzuyu se levantó, quedando ambas frente a frente.
—Sé que es horrible cuando algo así sucede, pero eres alguien fuerte, no le tomes importancia. —la peli rosa intentó acercarse más para abrazarla, pero Chou simplemente se apartó del contacto.
—Parece que le hablo a la pared. —bufó aún más molesto—Entiende, yo jamás cometo errores, nunca se han burlado de mi, casi muero por la luz que cayó al escenario, ¡por Dios Santo, es sencillo de entender Sana!, estoy harta.
—Vale, lo lamento mucho, odio verte así por algo que amas. —suspiró el más bajo—Pero yo no soy una pared con la que puedes desquitarte de éste modo, ¿de acuerdo?, podemos hablar, cenar algo y dormir, eso siempre te ayuda.
Sana en verdad quería hacer sentir mejor a su novia, pues entendía perfecto que su día y noche no habían sido las mejores. Realmente no deseaba que Tzuyu se molestara más, ni mucho menos provocar una pelea.
Pero Chou no comprendió ésto.
—No quiero escucharte más, no quiero cenar nada, y tampoco quiero seguir viendo éstas ridículas decoraciones. —reclamó Tzuyu alzando la voz—Todo esto sólo me recuerda el maldito teatro.
—Ya cálmate, hablemos con tranquilidad, sabes que estoy aquí para ayudarte, no para hacerte sentir peor. —tomó las manos contrarias, sintiendo como Chou no correspondía el gesto—Además, tengo que decirte algo, quizá te subirá el ánimo.
No era por ningún lado el momento indicado para decirlo, pero Sana creyó que sí, al menos por un par de segundos.
—Te dije que no quiero escucharte. —Tzuyu se soltó bruscamente, haciendo que la peli rosa retrocediera.
—Por favor, es algo importante. —pidió Sana, poniendo inconscientemente las manos sobre su vientre—Es un regalo de Navidad, te alegrará la noche, lo sé.
—¡No vuelvas a decir esa palabra! —gritó Chou—¡Estoy harta de éstas fechas, siempre me pasa algo malo!, lo odio, ¿entiendes?, odio que tú insistas en todo ésto.
—Tzuyu, fue sólo un decir...—y ahí lo aceptó, no podía decirle nada en ese momento—Escucha, olvídalo, hay que ir a descansar ¿si?, tuviste muchas emociones por un día...
—Dormiré en el sofá, tú has lo que quieras, no me interesa. —bufó, acostándose en dicho lugar y dándole la espalda a Sana—Quiero estar sola, no quiero saber nada de nadie.
—Cielo...—la peli rosa puso su mano en el hombro de Tzuyu, recibiendo un manotazo brusco. Nuevamente, retrocedió.
—Lárgate, dije que necesito estar sola. —pronunció por último, sin siquiera ver a su novia, quien estaba casi al borde del llanto.
Sana jamás había visto ese nivel de estrés y molestia en su pareja, y en verdad la comprendía, le habían pasado demasiadas cosas en un sólo día.
Pero, su entendimiento no quitaba el hecho de que Tzuyu la había herido, y que ahora ella se sentía igual o peor.
Chou necesitaba silencio, soledad, quería dormir por horas y no ir al día siguiente a ninguna presentación. Sin embargo, era evidente que su método de expresarse había sido completamente incorrecto.
Y aún así, Sana decidió darle el espacio que pidió a gritos, sin pelear ni reclamar nada más.
La amaba, le dolía verla de ese modo, y si lléndose por unas horas la ayudaría, entonces estaba dispuesta a tomar un taxi y dejar que Tzuyu pensara las cosas. Además, ella también necesitaba despejar su mente de la pelea, y conociéndose, no podría dormir bien en la cama vacía y con ese ambiente pesado que la casa emanaba.
—Pasaré la noche con mis padres, volveré en la mañana. —le susurró Sana, dejando un pequeño beso en la pálida mejilla—Espero que puedas sentirte mejor, cariño...
Tzuyu se quejó por la acción, y no le dirigió ninguna palabra, ni para detenerla, ni para apresurar su salida.
Simplemente se quedó en silencio, medio dormida, escuchando a lo lejos como Sana dejaba el departamento. Ni siquiera se puso a pensar en la hora que era, mucho menos en lo que ella misma había dicho.
Durmió, pensando que no había cometido ningún error en esa discusión.
Pero muy pronto, tres presencias le harían ver todo lo que estaba mal en su vida.
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