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7. New Year's Eve.

¡Hola mis bonitos lectores! Este es uno de los fics que tiene prioridad para acabarse antes de fin de año, mi suerte con estás dinamicas es que aceptan trabajos atrasados hasta fin de mes, así que estoy a salvo por el momento. Bueno, esta ha sido una historia bien cortita y relajada, es su capítulo final , pero fue muy divertida sacarla, gracias a todos los que me acompañaron en esto.

¡Espero que les guste!

—Sé más cuidadoso.

—Eso intento. —Ash refunfuña, batallando para regar las flores en esos gigantescos baldes blancos, ha venido a ayudar a Eiji con su trabajo, así se pueden escapar a celebrar—. Me da miedo que se rompan si el chorro de agua es muy fuerte. —Que se muestre vulnerable lo remece cósmicamente, sí, todos le temen al imponente lince de Nueva York, cuando para él siempre ha sido...

Aslan Jade Callenreese.

El idiota del que se enamoró perdidamente y se sigue enamorando.

—No pasará, no se van a quebrar porque las riegues. —Eiji posee un arreglo de girasoles entre las manos, le da los últimos toques antes de guardarlo, los ha mezclado con rosas, es su combinación predilecta—. Necesitan del agua. —Si bien, no sabe tanto acerca de las plantas cómo le gustaría, la pandilla actúa de críticos para rechazar o aceptar los adornos.

—Creo que la rompí. —La voz de su novio se escucha increíblemente trémula y frágil, ha bajado un par de tonos, como si lo susurrase para sí mismo, si el florista no fuese tan atento a sus movimientos, lo más probable es que hubiese pasado desapercibido—. No se me da lo delicado.

—Creo que se te da bien, seguramente esa hoja ya estaba suelta.

—Eiji... —Ash lo mira como si supiese que lo dice para hacerlo sentir mejor, parte de eso es verdad, la otra confía ciegamente en la fragilidad que reside dentro de su alma. ¿Cómo explicarlo? No es capaz, sería burdo reducir semejante resplandor vital a líneas escuetas—. ¿Por qué mezclas esas dos flores juntas? No van bien.

—¿Eh? ¿No te gusta? —Aslan deja la regadera encima de la mesita, se acerca a grandes pasos hasta finalmente llegar al mostrador, quedan frente a frente, viste sus prendas características, el japonés siempre ha envidiado y admirado en partes iguales su buen gusto para la moda, pero cree que no le luciría bien de todas formas, es más feliz con suéteres de Nori Nori y jeans sueltos.

—Es extraño. —Espeta—. Los girasoles se pueden romper con las rosas.

—Las rosas no van a extender más sus espinas a propósito para lastimar a los girasoles.

—Son flores malas. —Se encoge—. Dino solía compararme mucho con esas. —Sí, su amante puede llevar una terapia estable y perfectamente posee la libertad de hablar de su pasado, porque nada borra las vivencias, se deben trabajar arriba de estas y tal vez, mirarlas diferente—. No me gustan.

—¿Te comparaba con las rosas? —Eiji se inclina juguetón en la barra, está lo suficientemente cerca para atrapar uno de esos rebeldes mechones dorados entre sus yemas—. Qué inusual, me recuerdas más a un girasol.

—Porque soy rubio y tengo ojos verdes.

—N-No. —Okey, un poco—. ¡No te rías! ¡Ash! —Patea el piso de la tienda como si fuese un conejo, abre y cierra la nariz para manifestar su peligrosa ira, lo que es inútil, pues a su novio ese gesto lo enamora todavía más.

—Eres adorable. —Se burla, inclinándose para presionarle un beso suave contra los labios.

—Pero hablo en serio, va más allá, tengo un grandioso dominio en el lenguaje de las flores ¿sabes? —Su acento se ha intensificado ante la velocidad del discurso, cuando se indigna tiene esa muletilla, tiende a hacer las palabras más ¿japonesas? Sin cambiar de idioma, Ibe también—. Soy un experto.

—Entonces, instrúyeme. —Que lo ronronee así, con una mirada deliberadamente seductora lo incita a ruborizarse con ímpetu, tiene las orejas calientes y el corazón latiendo a mil por hora—. Onii-chan.

—Los girasoles pueden significar varias cosas, mi favorito es que hacen alusión a una larga vida feliz, me recuerdan un poco al significado real de tu nombre, tu madre pensó mucho para llamarte así, deseando que su niño nacido en el alba fuera feliz, deseó que tu vida fuese tan hermosa como un jade al amanecer, es imposible que no me gusten.

—Tú... —Él luce repentinamente conmocionado por la confesión, sus yemas se dedican a delinear los pétalos con suma suavidad, la textura es agradable, es suave y tierna—. Creo que los girasoles te sientan mejor a ti en ese caso, las rosas son más apropiadas para alguien como yo.

—También me gustan las rosas, por eso las mezclo. —Sus dedos se deslizan hacia dichosa flor, es más fría y sedosa, ligeramente arisca en comparación, el aroma los ha envuelto dentro de la tienda, hace frío incluso con calefacción encendida—. Significan pasión, te queda de todas formas.

—¿Acaso es una indirecta? —La mueca socarrona de su novio lo distrae, por lo que se clava con una espina—. Te lo dije. —Se ve dolido, como si él lo hubiese herido—. No son flores agradables, los girasoles son inofensivos por otro lado, si los pones juntos pueden...

—Los girasoles no son inofensivos, desprenden veneno.

—¿Eh? —Aslan ha detenido el sangrado de la espina (es un exagerado y diablos, lo extrañaba).

—Emiten tenues partículas venenosas, volviendo la tierra más hostil para los demás, cada flor tiene una manera diferente de protegerse, no es necesario que tengan espinas.

Pero nunca se trató de las flores, ¿verdad?

Se trata del veneno y las espinas.

Eiji contempla la manera en que Ash le cura la herida, sigue siendo irreal encontrarse con esos ojos verdes que desprenden de un cariño inefable del otro lado de la cama, preguntándole con una voz muy somnolienta acerca del desayuno y haciendo berrinches para quedarse acurrucados entre esas sábanas suaves un rato más, con sus manos, esas mismas que tanto lo atormentaron por las muertes y esas mismas que ahora le limpian la piel herida, retirándole los mechones de la cara. Está en shock, no cree escapar alguna vez de semejante estado crepuscular, teme despertar para encontrarse a sí mismo hundido en el sofá con algún medicamento sin prescripción, pero es fugaz, pasa.

Es humano que tenga miedo, está bien, es lo que se repite.

Ash está vivo y no irá a ninguna parte, no porque necesite retenerlo, Dios no, Eiji jamás lo obligaría a nada ni le pediría nada, sino porque Aslan ha vuelto por su propia voluntad, ambos han construido un hogar. El japonés se derrite con ese pensamiento, su novio ignora su sonrisa descarada de reojo, se limita a trabajar con un vendaje que le es francamente infantil, es tan lindo que no le ha permitido dejar de suspirar y lo más increíble es que sus sentimientos son correspondidos. Algunas veces juró que era redundante clarificarlo porque la incondicionalidad relumbrante era obvia, otras veces no aseveraba qué etiqueta podía usar, ¿amistad?, ¿amor?, ¿camaradería?

Daría igual mientras pudiese permanecer a su lado.

—Y así te quejabas de mis vendajes. —Se burla, mirando el adorable nudo en su dedo, es un desastre flojo de una gasa mal cortada formando un tumulto alrededor de su índice, es lindo, muy lindo.

—Tú tenías práctica. —Aslan parece genuinamente ofendido—. Ya deberíamos irnos, tenemos que comer algo antes de ver los fuegos artificiales y dormir un poco para desayunar con el anciano.

—No trates así a Max. —Lo defiende—. Es tu futuro padre. —Ha tocado una fibra sensible, lo nota apenas su novio tensa cada músculo de su tórax dentro de su suéter navideño.

—Sí... —Baja el mentón, encogiéndose, se ve como un niño pequeño—. Él me preguntó de verdad.

—¿Eh?

—Max realmente me quiere adoptar, Jessica y él me dieron su discurso, quieren que sea legal.

—¡Ash! ¡Eso es fabuloso! —Eiji sale del mostrador con la intención de abrazarlo, sin embargo, se retira al vislumbrar la mueca de incomodidad temblando en las facciones de Aslan—. ¿No quieres?

—Lo quiero mucho. —Susurra—. Pero tengo miedo. —Ambos se han apoyado contra el mostrador, no hay clientes, es la noche de Año Nuevo y nadie entrará desesperado a la tienda por flores, o eso espera—. Estoy aterrorizado siendo sincero, no creí que iríamos más allá de las bromas.

—¿Miedo de qué? —Lo ayuda a bajarlo, durante su mismo proceso ha entendido la importancia de nombrar tanto emociones como preocupaciones, así se trabajan. Ha acomodado su palma sobre el hombro de Aslan, sus ojos verdes y vidriados como un jade lo buscan en la tienda como si él fuese una creciente luz o un farol cegador, eso le enternece el alma entera.

—De que Max descubra lo verdaderamente jodido que estoy y no me quiera como su hijo, que yo lo haga sentir engañado por no contarle todo, ni siquiera a ti te lo he contado, que Jess y él cambien de idea justo antes de concretar la adopción y eso me duela, que me odien por arruinar a su familia, tienen algo bueno construyéndose allí y yo...No encajo, nunca encajo en ningún lugar.

—Ash.

—Sé que son pensamientos intrusivos y catastróficos, que no es lo que Max piensa en realidad, que si me lo ha pedido es porque me debe amar, pero aun así, no puedo evitarlo y es tortuoso, todavía me cuesta aceptar cosas buenas, es cómo me he mantenido sobreviviendo. —El japonés se para al frente, roza sus hombros desde arriba hacia abajo con una ternura que lo relaja progresivamente—. Me aseguro de nunca encajar en ningún lugar, así no tengo a dónde regresar.

—Encajas conmigo. —No duda, sus miradas se encuentran, desmoronando la florería, el susurro de los pétalos se pierde con el viento, la nieve agolpando la puerta se derrite—. Encajas con la pandilla, con Max, con Jess, con Michael y con todos los que te aman y donde quieras encajar, no es necesario que lo sientas así todo el tiempo, está bien tener esa clase de inseguridad.

—Lo sé. —Y aun así, es bueno recordárselo.

—Max debe estar tan o más nervioso que tú, ha tenido la idea desde hace tiempo rondando por la mente, no es el único la verdad, incluso Michael lo ha dejado escapar durante las cenas, te llama su héroe pero te considera su hermano mayor, te aman.

—Eiji...

—Eres amado Aslan, eres muy amado. —Eso impresiona romper algo en el nombrado, cuya boca tirita y cuyos ojos se han cristalizado—. No por nada todos te esperamos un año, aunque te habría esperado la vida entera si eso te hacía falta, está bien.

—Eres cursi. —Se burla, escondiendo su rostro contra el cuello de Eiji, restregándose como un gatito mimoso lo haría, no va a admitirlo en voz alta, no obstante, puede jurar que está sollozando—. Lamento haberte hecho esperar tanto. —Esas palabras le sacan todo el aire de los pulmones.

—Te habría esperado mucho más.

—Pero...

—Te lo dije en la carta, ¿no? —Eiji esboza una sonrisa difusa, y aún así luminosa, como iridiscencia de una vela en un cuarto oscuro, es tenue y poderosa—. Mi alma siempre está contigo.

No dicen más, dejan la tienda.

Cenan un sándwich acompañado de café, es lo único que alcanzan a comprar cerca del subterráneo, el plan es reunirse con los chicos para mirar los fuegos artificiales en el Empire State, Eiji no ha tenido el placer de estar en una aglomeración tan ruidosa y caótica como se la ha descrito Bones, le causa demasiada emoción siendo sincero, se siente como cuando era niño y se preparaba para ir al festival veraniego con su hermanita, o tal vez, lo que lo emociona al punto de formar su propio espectáculo de pirotecnia dentro de su pecho, es la compañía.

Es el final del año y está con Ash.

¿Cuánto tiempo lo ha soñado?

Niega, encogiéndose en la banca, bebiendo del mugriento café del metro para hacer hora hasta que los chicos lleguen. Central Park está sorprendentemente vacío para la época, las flores se mecen en un agraciado bamboleo contra la brisa, crean un contraste magnánimo con la nieve residual, aquello lo remonta a las flores de cerezo que solían adornar el camino hacia su escuela, los brotes oscilaban como una cascada suave, era hermoso. Últimamente piensa mucho en su pasado, no es que quiera llenarse de pasado a fin de año, pero el regreso de Aslan genera melancolía (en el buen sentido, por supuesto) esta mañana incluso sacó su imagen de Fly boy para enmarcarla.

Supone que ha tenido cosas buenas y malas, aunque actualmente vislumbre que antes se ahogaba en un vaso de agua, en situaciones que le parecen tan ínfimas luego de Nueva York, como una mala nota, una discusión con su padre, la falta de dinero o una lesión que no sanó a nivel emocional, esas son heridas que atesora porque le han dado la fortaleza para seguir y mantenerse a su lado. Aprecia que este terco haya pretendido mejorar antes de regresar, pero no es el único.

Y esa es la cuestión, Aslan suele olvidarlo, todos suelen olvidarlo.

Eiji también daría su vida por Ash, ya sea de forma literal o simbólica.

Y durante mucho tiempo tras su creída muerte se dedicó a ser ese muchacho que recibió un disparo cegado por el amor, pero no sanaba, dejó esa herida de bala asentarse en su corazón, incluso pensó en esconder las fotografías de Aslan porque eran dolorosas y lo extrañaba, no lo hizo, aprendió a suturar de a poco y a darse el espacio para cicatrizar. Por eso está aquí, por eso están aquí.

Está orgulloso de ambos.

—¿En qué piensas? —Aslan capta su atención, luce especialmente bonito bajo este clima invernal, sus puños se relajan sobre sus rodillas, entrelazándose con los de su novio, los tiene fríos, le encanta, no cambiaría absolutamente nada de este hombre.

—En el Año Nuevo pasado. —Musita, pensando en lo adorable que se mira este lince con los pétalos en la cabeza, se han enredado a esas hebras doradas con una gracia inefable, supone que siempre estuvo contemplándolo con esta clase de amor, pero ahora es inevitable admitirlo—. ¿Qué hiciste?

—La pasé con Blanca. —Gruñe, escondiendo un puchero detrás de su vaso de papel—. El viejo me hizo comer cosas extrañas de rusos y no se callaba nunca, fue horrible. —Eso lo incita a reír, es lindo poder charlar de estas cosas cotidianas, es especial. Sus yemas se deslizan por el borde de la banca, frunce los labios, saboreando las migas de su pan—. ¿Tú qué hiciste?

—Estaba... —Esperándote, siempre he estado esperándote—. Con mi familia. —El pecho le vibra con una sinfonía que si bien, le es extraordinariamente familiar, es incapaz de reconocerla.

—¿Con tu hermana? —Eiji bufa.

—Masako se comportó como toda una mimada. —Deja que su nuca penda en la banca de madera, Eiji adora a su hermana menor, fue la primera en percibir que algo andaba mal cuando lo llamaron para contarle sobre la presunta muerte—. Me arrastró al templo aunque no quería, es caprichosa.

—Se asemeja a ti.

—¡No se parece en nada a mí! —Chilla—. Ella es enfermizamente terca.

—Suena a un gran parentesco familiar.

—¡Ash! —Eiji se queja, tensando sus dedos alrededor del nombrado, ha dejado su vaso de lado contra el soporte de metal—. Deberías darme la razón, soy tu novio. —El aludido le da una sonrisa tan cariñosa que lo derrite hasta el punto del delirio, incluso si está tiritando bajo su fabuloso suéter de Nori Nori, es un estrago para su corazón.

—Debo ganarme a tu familia aún.

—¿Todavía quieres ir a Japón? —Ash se muestra más tímido de lo que esperaba con el tema.

—Sí...

Esos ojos verdes lo contemplan con un fulgor que diablos, es más brillante que un universo de puras estrellas y más sofocante que las llamas del sol, Yut-Lung le ha contado sobre la constelación «lince», le habló de su existencia durante uno de sus bajones, emite un resplandor casi nulo, no es visible al ojo simple, es una mancha precaria en el lienzo infinito de la noche y aún así, está ahí, centelleando pese a la adversidad. Yue le pidió que cuando extrañase mucho al idiota (apodo puesto con cariño para Ash) buscara en el cielo, eso lo ayudó a tener la certeza de que sin importar la distancia, estaba a salvo, contemplándola desde otro lado.

—Podemos usar el pasaje de avión que me diste. —Eiji alza una ceja, rompe el hilo de pensamiento.

—Aslan, cariño. —Su voz es suave y compasiva, casi aniñada—. El pasaje venció hace un año. —Eiji sonríe al verlo ruborizarse por semejante humillación, el ambiente ha vuelto a ser ligero y dulce.

—Lo sé. —Bufa, encogiéndose en su gabardina, es un atuendo en el que luce increíblemente guapo, un suéter negro de cuello alto y un abrigo crema que delinea su silueta a la perfección—. Hablaba de comprar otros pasajes, tú lo entendiste mal. —Rueda los ojos, al menos su orgullo sigue intacto.

—¿Por qué quieres ir?

—Quiero ver el país donde naciste. —Ambos pierden el aliento con esa confesión, un tenue camino de frío fantasmal delinea el cuello de Eiji, gatillándole un escalofrío que se anuda en su vientre—. Quiero conocer más sobre ti, incluso si es eso. —Es bello que tome esa clase de interés, al moreno le cuesta sentirse importante, suele haber una voz en su cabeza que le grita constantemente que no merece la atención porque sus problemas son pequeños, ha aprendido a silenciarla.

No, sus problemas no son pequeños.

E incluso si lo fueran, ¡al diablo! Le afectan y por eso son importantes, punto, no le debe una maldita explicación ni a sus padres, ni a sus amigos, ni a sí mismo.

—Podemos irnos cuando me den vacaciones, he ahorrado un poco.

—Es buena idea. —Ash juguetea con sus manos con torpeza—. He estado considerando en iniciar una carrera, aún no sé, voy a trabajar para el anciano un tiempo en el diario, me agrada la posibilidad de regresar y estudiar contigo en la universidad, eso es todo. —Le sorprende que este tipo de lengua mordaz, el mismo que le preguntó si quería verle los pelos de abajo para comprobar si eran rubios, ahora se muestre tan cohibido por ser una pareja oficial.

—Eso me encantaría. —Y Eiji podría molestarlo por eso (Dios sabe que ganas no le faltan)—. Max e Ibe siguen haciendo trabajos juntos de vez en cuando, también podríamos vernos ahí. —Pero no lo hace, en su lugar, alza los nudillos de su novio para besarlos, porque lo ama y está vivo, porque esto es todo lo que ha soñado y más allá.

—Cariño. —Las orejas le enrojecen ante el apodo empalagoso, todavía se está acostumbrando a la dinámica del noviazgo, es un miedo emocionante y placentero, es lindo—. Vivimos juntos.

—Lo sé, es una excusa para robarte más tiempo. —Se ríen, sintiéndose increíblemente tontos.

—Te amo. —Un huracán arremete dentro de su pecho con esa confesión, le presiona los pulmones al punto de no poder respirar más, es una asfixia distinta a la que lidió en su vida, a la que conoció por el salto de pértiga o la enfermedad de su padre, esta es similar a un aleteo de mariposa.

—También te amo, Ash.

—Ugh. —El chillido de Yut-Lung apaga el beso antes de que nazca—. No se pongan asquerosos al frente del niño por favor.

—¿Qué hace él acá? No recuerdo haberlo invitado. —Aslan no tarda en manifestar su desagrado, tensando el agarre entre sus manos y frunciendo el entrecejo, parece listo para atacarle la yugular.

—¿Qué no es obvio? —Sing alza una ceja—. Yue es parte de la pandilla.

—Joder no.

Agradece el esfuerzo que esos dos invierten para no matarse durante el trayecto.

Ver a Aslan charlando con los chicos mientras se encaminan hacia el Empire State remece un sabor hogareño que casi no recordaba, esa tenue sensación de estabilidad que le proporcionaban escasos instantes de felicidad, esas donde habló de su temor a las calabazas, esas donde le permitió tomarle fotografías estando completamente vulnerable, cuando recién despertaba o preparó pasta fresca con el torso desnudo y el cabello envuelto en una toalla, esa que lo acompañó en Cape Cod apenas se dio cuenta de lo mucho que lo amaba, esa que le hizo falta durante tanto tiempo y finalmente ha regresado.

No es que Eiji necesite a Ash para seguir adelante, pero lo ama y por eso quiere seguir adelante con él a su lado.

—Te ves contento. —Yue ha caminado atrás a propósito, ha querido charlar a solas desde hace un par de días, lo ha estado evitando, Sing y el resto de los chicos se quejan por la multitud y el frío, su mejor amigo luce implacable con un abrigo escarlata y una chalina blanca—. ¿Esto quieres?

—¿Todavía dudas de Ash?

—No es eso. —No ha querido mirarlo tras musitar aquello, se limita a arrastrar sus botines por la nieve, dejando huellas que se borrarán en el camino—. Solo estoy preocupado por ti, no quiero que el idiota te quiebre el corazón y luego yo tenga que recogerlo. —Eiji rueda los ojos, tan hosco como siempre, piensa.

—Es un consejo interesante de alguien que no se atreve a dar su corazón.

—Quizás cuando el mocoso sea más alto que yo.

—No falta mucho para eso. —Se burla, desatando la furia del contrario.

—¡No sé por qué desperdicio mis consejos contigo! —Gimotea como un niño, esto lo ha incentivado a perdonarlo, no es que Eiji sea un santo, mucho menos un ángel caído, al contrario, se considera a sí mismo bastante ingenuo en el ámbito moral, no obstante, esta soledad infantil, como si fuese un infante atrapado suplicando para hacer amigos, no le permitió dejarlo—. Creo que te odio.

—Es mentira. —El japonés canturrea, golpeándolo en el hombro, aunque él es más alto, los tacos lo han dejado siendo el pequeño de su grupo—. Yue... —Aún no tiene la oportunidad de agradecérselo de frente, probablemente sea la conmoción de fin de año, de cerrar un periodo de transición, el cual agradece y aun así, quiere pasar a la siguiente página.

—¿Sí?

—Gracias. —Yue parpadea, procesando esas palabras, usualmente le arrojaría un comentario de lengua venenosa y mordaz, esa es su naturaleza y así ha aprendido a amarlo.

—¿Por qué? —Pero no.

¿Por qué?

Hay muchas cosas que Eiji quiere agradecerle, por mantenerse a su lado cuando se derrumbó, por ser quien lo abofeteó al subestimar su propia fortaleza, por destrozar las barreras tras las que quiso esconderse ante el duelo de Aslan, por mostrarle que los girasoles tenían veneno y todavía así, eran bellos. Por ser el primero en recogerlo con el amor duro que necesitaba, por mantenerse ahí cuando cayó en las drogas (aún le avergüenza esta faceta suya), por arrastrar su trasero a terapia a pesar de soltar mierda sobre los psicólogos, hay muchas cosas que agradece de este chico.

—Por ser mi amigo.

Y básicamente se reducen en esas dos palabras, Eiji ha hecho muchos amigos desde que está en esa ciudad de ensueño, le es curioso, no es que en Japón haya quedado aislado, de hecho disfrutaba de buena popularidad gracias a la pértiga, sin embargo, sus vínculos acá son entrañables. ¿Acaso no es curioso el concepto de amistad? Son dos personas que no se mantienen unidas por una atracción ni una relación sexual, pero se quedan acá, contándose todo, se permiten derrumbarse, mostrar esta mierda más fea a cambio de reciprocidad, de estar ahí para el otro. El japonés apoyó a Yut-Lung en sus caídas, también a Sing quien incluso siendo tan joven tuvo dificultades para procesar el duelo de su medio hermano.

La conexión con Ash es distinta, por supuesto, es mil veces más potente, es pura incondicionalidad.

Es su alma gemela y lo ama.

Pero tener amigos también es lindo.

—Es asqueroso que te hayas puesto sentimental. —Gruñe, encogiéndose en su chalina solo para poder disimular el sonrojo—. Lynx es una pésima influencia.

—¿De qué hablan? —Sing se les ha unido, los abraza por los hombros como un cachorro energético.

—De que a Yue le encantaría ver los fuegos artificiales contigo. —Eiji no pierde la oportunidad, lo va a impulsar hacia el amor aunque no lo quiera.

—¡Yo no lo dije!

—¿De verdad? —Pero los ojos de Sing brillan como estrellas—. Eso me encantaría. —Así que le es imposible decirle que no.

—Ya me las pagarás más tarde. —Gruñe, escondiendo la intensidad genuina del sonrojo ante la presencia de Sing.

Ha sido un año extraño.

Un año que finalmente se está acabando.

Cuando llegan está increíblemente lleno, se separan entre la multitud, su novio lo ha abrazado con suavidad por la cintura, negándose a perderse en este mar de desconocidos, logra reconocer a Kong un par de calles más atrás gracias a su contextura característica, parece estar hablando con el resto de la pandilla y así lo espera, Bones es sensible a gentíos y tiene un terrible sentido de orientación. Sin apartarse del pecho de Aslan, acurrucándose contra la gabardina entre el ajetreo de la masa, escucha las quejas de Yut-Lung muy cerca, está con Sing, eso lo deja tranquilo.

—¿De quién fue la brillante idea de venir a este lugar? —Ash se asemeja a un gato enfurruñado por los empujones que sufren, alguien ha abierto una champaña cerca y les ha mojado los abrigos, ni siquiera alcanzan a ver el Empire State, solo una pantalla Led que lo transmite, debieron llegar diez horas antes—. Esto apesta.

—Bones dijo que sería genial.

—¡Nunca ha venido! —Gimotea, hundiendo sus yemas en su mullido suéter, navega por su espalda hasta llegar a su cintura, desatando una infinidad de emociones arremolinadas en su interior, desde esta posición y gracias al contraste de altura tiene acceso al cuello de su amante, pese a la tela que lo recubre, el perfume lo embriaga—. Quería que nuestro primer año juntos fuera especial.

—Lo es. —La brisa invernal les remueve los cabellos, convirtiéndolos en un desastre, pueden ver sus alientos en una bruma fantasmal, las narices se les han puesto rojas por el frío—. Es especial porque estoy contigo, no podría pedir nada más. —Entonces, la cuenta regresiva empieza.

Diez, nueve, ocho.

—Eiji... —Puede sentir el aliento de Aslan derritiéndose en sus propios labios, mientras más se trata de apartar para respetar el espacio, más cerca terminan—. Gracias. —Le da risa que Año Nuevo los ponga a todos un poco sentimentales, esas palabras no solo despiertan chispas, sino que hacen lucir al lince como un simple adolescente ruborizado con las manos temblorosas.

—¿Por esperarte?

Siete, seis, cinco.

—Por querer iniciar un futuro conmigo. —Es un agradecimiento ambiguo—. Te amo.

Cuatro, tres, dos.

—También te amo.

La ciudad se queda en plena oscuridad, Eiji no duda en acunar las tiernas mejillas de Aslan entre sus dedos, las memoriza, las graba a fuego lento en su corazón, ya no por temor a olvidarlas, sino porque le gusta captar cada detalle igual que una fotografía, le parece injusta la devoción con la que aquellos ojos verdes lo contemplan, tal vez las palabras sí eran redundantes entre ellos dos, quizás no es tan necesario aclararlo para entender que se han obsequiado el alma.

Uno.

Eiji se inclina en la punta de sus pies, el corazón le late con locura contra el pecho, sus dedos tiritan en los hombros de su pareja, ha perdido el aliento y le cuesta encontrarlo, está mareado, no es por la multitud sino por esa galante sonrisa, esa sonrisa que lo despertó para darle alas, unas diferentes a las que acostumbraba, unas que venían acompañadas de carga, violencia y crueldad y Eiji las adora, no cambiaría absolutamente nada, incluso con ese año de separación.

—¡Feliz Año Nuevo!

Lo besa.

Es un beso dulce y suave, es un inicio. Aunque se tensan por los gritos de la multitud, no tardan en relajarse para disfrutar del sabor, Aslan lo estrecha con ternura, puede sentir a los latidos fundidos a través de la tela de la gabardina, Eiji se alza aún más en la punta de sus pies, enreda sus dedos en esos mechones extraordinariamente lacios y dorados, las piernas le tiemblan por tan exquisito roce, es lento y delicado, es diferente a cualquier otro beso que hayan compartido o tenido, es precioso, con los fuegos artificiales retumbando en un manto oscuro, con las risas nerviosas temblando entre sus labios, el corazón le golpea tan fuerte que cree que explotará, es demasiado.

Se apartan, quedan en silencio abrazados, con las frentes acomodadas encima del otro, con manos torpes y entrelazadas, con las canciones de la banda retumbando por los altavoces y las estrellas de esa constelación olvidada llenándose de colores. Se ríen, porque este es el inicio, solo es el inicio de sus vidas.

Pasan de página, comienzan su primer día.

¿Ahora qué?

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