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2. First snow.

¡Hola mis bonitos lectores! Día dos, vamos bien y llenos de teorías medias complotistas por lo que veo, relax, espero que esto vaya tomando forma con los capítulos, debería entenderse un poquito más adelante. Muchas gracias a las pobres personas que me dan cuerda y me acompañan en esta clase de dinamicas.

¡Espero que les guste!

Eiji tiene novio.

Eiji tiene un novio que obviamente no es él.

Hum.

Le toma tiempo procesar este pensamiento, luego de digerirlo con suma madurez, de metabolizarlo como si fuese una especie de caramelo agridulce, de saborearlo una y otra vez, carente de prejuicios o autodestrucción llega a la conclusión de que no. Eiji simplemente no se ve bien con alguien más, la imagen no encaja sin importar qué tanto la fuerce, sea hombre o mujer, no logra imaginárselo, se ve...Mal.

No solo porque desea ser correspondido, es que la forma en que esos ojos de ciervo lo contemplan, esa mirada que le hace jurar que es lo más maravilloso del universo, esa mirada que grita con fuego lento: «aunque el mundo entero esté en tu contra, yo siempre estaré a tu lado», esa clase de mirada tan significativa, incondicional y reconfortante, no la conjetura siendo para otro ser humano. Va más allá de esa pequeña punzada de egoísmo al pretender ser correspondido, esto es cuestión de almas gemelas.

¿Eiji con novio?

No.

Sí, es factible que Eiji haya seguido adelante con su vida, eso puede incluir a alguien más, sin embargo, no encaja, Max le habría contado acerca de esa presunta relación, tal vez se negó porque sabía que Ash habría regresado del mismo Caribe, no porque desee retenerlo con sus emociones, Dios no, adora que sea libre, de hecho nunca se atrevería a pedirle nada, es suficiente con lo que el japonés le ansíe dar y cualquiera que sea el caso, lo recibirá con una gratitud inmensa, aun así duele ni siquiera haber tenido la oportunidad de confesarse o responder la carta.

Eiji tiene novio y él perdió su oportunidad.

No, simplemente no tiene sentido.

E incluso si lo tuviese, ¿quién diablos tendría las pelotas para soportarlo? Sí, Ash ha sido tanto testigo como víctima del encanto de ese adorable chico, pero su carácter indomable, esa jodida terquedad es lo que verdaderamente le encanta. Tendría que ser alguien fuera de la pandilla, un universitario, un compañero de trabajo, un extraño que conoció de la forma más cliché posible, alguien normal.

—Viejo. —No saca nada atormentándose, necesita preguntárselo a Max, por eso lo ha llamado para desayunar en una pequeña cafetería, le sorprende el poco respeto que tiene la gente de Nueva York por sus trabajadores en días festivos, pero al diablo, está rumiando para no pensar—. Eiji tiene un novio y no me dijiste.

—¿Qué? —Max se ha atragantado con su café, se encuentra usando un estúpido bigote falso, como si necesitasen mantener esa farsa de padre e hijo, finalmente están a salvo, si no se ha presentado en la florería como Ash Lynx es porque se halla muerto de miedo por la reacción del japonés.

—Eiji tiene novio.

—¿Novio? —Ash tensa sus dedos alrededor de su taza, es su segundo expreso, está asquerosamente amargo, a Blanca le fascina de esta manera—. ¿Estás seguro?

—¿Crees que habría desperdiciado mi preciosa mañana contigo sino lo estuviese?

—¡Mocoso malagradecido! —Chilla.

—Debería estar contento de que haya avanzado sin mí. —El café chispea en su lengua, inundándole desde el paladar hasta la garganta, sus hombros se encogen en este tonto suéter con un estampado tan feo que le hace competencia a Nori Nori en cuestión de gusto, se burló apenas vio la prenda, le pareció de abuelo, por eso justamente la utilizó, a Eiji le encantaría—. Pero estoy... —No dolido, de hecho, continúa en negación—. Molesto.

—Ash.

—No me malentiendas, si él quisiese seguir con alguien más está bien. —Claro, es fácil decir eso tras ocultar la punzada con la que sangra su corazón—. Pero ni siquiera tuve oportunidad de confesarme, de decirle que finalmente las cosas están bien, de iniciar yo un abrazo, de... —Se tira del cabello, ejerciendo una ligera presión hacia el puente de su nariz—. La última vez que lo vi estábamos en el hospital.

—Yo no sabía nada de eso. —Max ha suavizado su tono y su mirada, impresiona culpable, ha sido parte de su plan aparecer con una entrada dramática, aunque claro, Ash no tiene pelotas suficientes para algo más honesto—. Te lo hubiera comentado antes, perdón.

—Debe ser reciente. —Balbucea—. ¿Quién podrá ser?

—No tengo idea. —Los pensamientos catastróficos e intrusivos comienzan a hervir, como volcán a punto de hacer erupción, ha estado demasiado tiempo dormido.

—Ni siquiera me veo tan diferente. —Gimotea, frustrado, apretando todavía más fuerte la taza, la cabeza le golpea, el encuentro se vuelve más real mientras más lo habla. De pronto, duele porque ni siquiera lo abrazó, ha esperado por más de un año para estrecharlo entre sus brazos, para beber de la calidez de Eiji, para ahogarse y renacer—. ¿Cómo es posible que no me haya reconocido?

Es una mierda.

—Bueno... —Max se acaricia el cuello, ansioso—. Eiji te confunde con varias personas, te pasa buscando.

Oh.

Culpa.

Tiene mucha culpa por abandonarlo.

Si bien, lo más racional era desaparecer hasta que Blanca se encargase de borrarlo oficialmente del mapa para que su pasado no lo cazase, Aslan se mostró especialmente reticente a aparecer sin aún estar bien, porque cuando volviese a ver a Eiji, quería mostrarle un hombre trabajado, alguien que ha sido capaz de cuidar alrededor de sus heridas y seguir viviendo por su cuenta, lo ha hecho, sigue en eso en realidad, el proceso no termina jamás.

Fue y es duro, hay días donde las cosas van mal, donde siente culpa de estar con vida por quemar a su red de apoyo, se profesa jodido hasta los huesos incluso con más herramientas, es inevitable, es parte de ser humano tener caídas y subidas, está bien que aún le aterre, probablemente no deje de pasar, que siga con pensamientos intrusivos acerca de no ser normal, que se aísle en una catástrofe, está perfecto. Porque ha aprendido a respirar incluso en crisis, eso cuenta, él está conectado consigo mismo y si bien, continúa herido, muy herido, esas heridas no lo definen más.

Las personas se rompen (lo testifica con su propia piel), pero a veces, también se reparan y aunque, no importa qué tanto o cómo se dañe, la vida sigue y reorganiza esa pérdida, puede ser maravilloso, puede que no, lo importante es averiguarlo.

Así que sí, es frustrante no poderle mostrar esta flamante versión psicológicamente estable a Eiji.

Novio.

Ja.

Novio de mierda.

—¿Crees que sea más guapo que yo? —Es una pregunta sumamente infantil la que escapa entre la espuma del café, ha esbozado un puchero dolido—. Apuesto que ni siquiera es agradable, debe ser un idiota que adore las hamburguesas y lo lleve a citas tontas, al cine o esa clase de cosas.

—Ash.

—Apuesto que es la clase de sujeto que estudia una carrera intelectual pero inútil. —Especula, abre la llave de la catástrofe con suma facilidad—. Que ni siquiera sabe lo maravilloso que es Eiji, lo lindo que es especialmente en la mañana, lo emocionado que se pone cuando te tragas el natto, sabe que está apestoso y se burla de todas formas, Dios, su sonrisa genuina, es como si hiciese estrellas, él es extraordinario, luce aburrido a simple vista, es una fachada para disimular lo increíble que es.

—Deberías conocerlo. —La mirada de Max se ha convertido en una oda a la paternidad, ha bajado las cejas bajo esos ridículos lentes falsos, su mentón yace acomodado sobre su palma, Aslan no le toma el peso a su cursilería hasta que se contempla en el reflejo del vidrio—. Deberías comprobarlo.

Tiene una cara malditamente enamorada.

¿Siempre se ve así mientras habla de Eiji?

Probablemente.

—Tengo miedo. —Lo admite, encogiéndose en su abrigo, apretando más fuerte la taza, espera que el calor le derrita el alma, que lo despierte en caso de que su sol brille para alguien más, no debe ser egoísta—. Tengo miedo de que sea un buen tipo y lo haga feliz.

—¿Por qué?

—Porque nunca haría nada que atentase contra su felicidad. —Es verdad, aunque implique darse la vuelta hacia el Caribe con el corazón hecho pedazos y el alma a la mitad, Ash jamás se atrevería a siquiera pensar en herirlo si está contento así—. Me iría.

—Confía en mí. —Max le insiste, le ha apretado las manos por encima de la mesa, impresiona saber algo y seguramente lo haga—. Ve a hablar con Eiji.

Con la excusa autoimpuesta de que debe saber si ese sujeto es digno del amor de su adoración (lo que es imposible por cierto, nadie es merecedor de semejante resplandor) se encamina a la florería, sigue abierta, Eiji se encuentra tarareando solo detrás del mostrador, arreglando ramos de flores en cintas coloridas y combinaciones inimaginables, claro que lo hace, siempre ha contemplado belleza donde es irracional, eso le encanta y mirarlo a los ojos le salpica el corazón de nostalgia, Aslan sabe que es innegable e incluso tonto disimular lo vivo, lo contento, lo maravillado que lo coloca tenerlo enfrente, una parte de sí mismo aborrece este egoísmo, otra ha aprendido a ser benevolente.

Él merece ser feliz.

No es ni un leopardo, ni un asesino, ni un prostituto, ni bla, bla, bla.

Es un ser humano en constante cambio, merece ser feliz como todos los demás, punto.

—Christopher. —No le gusta ese apodo, extraña la manera en que estornuda su nombre con la nariz arrugada y una chispa de inocencia que parece desteñida, más, no extinta—. Olvidaste tus flores.

—Es verdad. —Musita, metiendo sus palmas dentro de la gabardina, el corazón le late con ferocidad, lo siente desde la punta de sus yemas hasta sus tímpanos, va a explotar—. Volviste.

—Volví. —Eiji ríe entre dientes y diablos, Ash sabe que moriría para mantener esa sonrisa, de hecho, lo hizo una vez—. Trabajo acá, americano idiota. —Se ha sonrojado como un adolescente hormonal, es inesperado, le es primerizo y violento.

—Lo sé. —Aslan se arrastra hacia el mostrador—. Está nevando. —Es lo mejor que se le ocurre a sus 200 puntos de IQ, se alegra que su identidad permanezca incógnita en estos momentos, así salva dichosa reputación superior—. Está nevando mucho.

—Es verdad.

Se quedan en silencio.

Ash toma una gigantesca bocanada de valor antes de alzar su mentón e inclinarse hacia el mostrador para entablar contacto visual, le cuesta contemplar esos ojos de ciervo porque son tan oscuros que se pierde, le encanta desglosar su tonalidad, se cuestiona constantemente si dicho cobrizo ha sido creado única y exclusivamente para Eiji Okumura o una composición infinitamente compleja y fina con todos los matices posibles e imposibles colisionando en paralelo, igual que un choque cósmico, esta es la creación de su propio universo, su Big Bang personal. Es una mirada cálida, no en el sentido de su fuego destructivo, sino reconfortante, películas en casa y abrazos mañaneros, es una tibieza que lo hace anhelar permanecer por siempre.

Párpados delgados, ojos extraordinariamente grandes aunque rasgados, pestañas tan brunas, largas y espesas que se confunden con hilos de noches o telarañas de estrellas. El japonés le lanza una risa jodidamente nerviosa, ahí se percata de lo extraño que es esto, debe pensar que es un pervertido.

—Aslan.

—¿Eh? —La sangre se le hiela, el corazón se le detiene, el mundo no gira, el universo explota.

—Aslan. —Musita, su nombre se desliza con naturalidad por la lengua de Eiji, saborea cada sílaba hasta hacerla suya, la destruye solo para volverla a crear—. Así se llamaba mi amigo.

—Oh.

—No sé por qué te cuento. —Se burla, sigue con la piel erizada tras escuchar su nombre brotar de esos labios de caramelo, se ven deliciosamente dulces bajo las luces doradas de la tienda, lo son, él disfruta de esa certeza gracias al beso en prisión, se muere por repetirlo—. Sentí que debía hacerlo.

—Ya veo. —Sus manos se tensan encima del mostrador, se encuentra desesperado por sacarse la verdad, aunque antes debe averiguar el tipo de persona que hace feliz a Eiji—. ¿Cómo te fue con tu novio?

—Bastante bien. —Es un pésimo mentiroso, ¡lo sabía!—. Fue divertido.

Esas palabras son todo lo que Ash necesita, Eiji lo sigue amando, no le cabe duda, independiente de si es un sentimiento amoroso correspondido o una amistad transcendental, lo ama con esa fervencia que le transmitió la carta, esa misma incondicionalidad que le dio la tenue esperanza de que podía cambiar, esa que lo mantuvo aferrado a la vida con dientes y garras mientras se desvanecía bajo el mural de la biblioteca, tenía tanto miedo de no volverlo a ver, ahora que lo tiene enfrente se profesa paralizado, pequeño, cobarde.

—Eiji.

—¿Sí?

Hubieron muchas veces en que se dejó consumir por la impotencia, donde deseó haberlo conocido o encontrado en una vida donde no estuviese roto, sino limpio. Acá está, dispuesto a iniciar de cero, de cortejarlo correctamente, de amarlo con libertad, incluso si hay novio de por medio, se prometió dar su mejor esfuerzo.

Cool, debe actuar cool y galante.

—Te queda lindo el delantal. —Mierda, es difícil coquetear fingiendo ser otra persona, acostumbra a que sus planes se vean frustrados por ese terco, lo admite, no obstante, no poder tontear con esta libertad que tanto adora le confiere su relación, es duro—. Eres lindo.

—G-Gracias. —Ah, lo ha hecho ruborizar, es una victoria.

—Tengo que decirte algo. —Ni siquiera lo piensa, al diablo si hay novio y resulta ser el hombre más maravilloso del mundo, incluso si es rechazado se ha prometido vivir sin arrepentimiento, vivir bien.

—¡Eiji! —Pero claro, el destino lo aborrece—. Lamentamos la demora, la primera nevada está muy fuerte.

Bones y Kong han entrado a la tienda con varios dulces y bebidas calientes, la conmoción que pende de sus rostros es hilarante, bien, al menos tienen las neuronas suficientes para reconocerlo, aquello no es el plan original, sin embargo, necesita la ayuda y si sus subordinados van a soltar una tontería que así sea, está preparado, momento de romper la farsa, hora de revivir.

—¿Quién es tu nuevo amigo?

—¿Qué? —Ash deja caer la mandíbula a causa de la sorpresa, parpadea, acomodándose los lentes por encima de la nariz, abriéndose ligeramente la gabardina. ¿Hola? No es un cómic, él no es Clark Kent ocultando su identidad secreta tras un disfraz mediocre, al menos alguien con media neurona se da cuenta.

—Es Christopher Winston, nos conocimos en Navidad. —Los chicos le extienden una mano dudosa, Ash quiere llorar a causa de su mala suerte, debería ser fácil, debería tener las pelotas para corregirlo aprovechando la presencia de sus subordinados, pero no, adora complicarse la existencia.

—Un gusto. —Así que sigue el juego.

Aunque muy en el fondo, sabe que es por miedo, miedo a que Eiji efectivamente esté mejor sin Ash Lynx en su vida, quiere mantener abierta la puerta para dar marcha atrás, para seguir con su muerte si con eso están...

Mejores.

Más felices.

Mucho más sanos sin él.

—Se ve familiar. —No puede creer que Bones sea quien lo diga, entrecierra la mirada, invadiendo el pequeño metro que tiene de espacio personal—. Pero todos los americanos se ven iguales, debe ser una coincidencia.

—¡Ya desearían todos verse como yo! —Gimotea, cruzando sus brazos contra su pecho, esbozando otro puchero, Bones y Kong lucen conmocionados por el gesto, como si nunca lo hubiesen visto con un berrinche a medio consumar y no lo hicieron, pero Eiji...

—Pues no todos los americanos pueden ser tan guapos como tú. —Los ojos de Eiji lucen excepcionalmente cariñosos y nostálgicos—. Tienes el ego bastante delicado.

—¿No me estás tratando con demasiada confianza para ser un cliente?

—Tú fuiste quien se metió a mi tienda en Navidad. —Se burla—. Y dijiste que me veía lindo gracias al delantal, eres un fetichista. —Aslan rueda los ojos, apoyando los codos encima del mostrador, inclinándose hacia el japonés como si fuese un sol, a fin de cuentas, eso es, su sol.

—Eres lindo con y sin delantal.

—¿Acaso estás coqueteando conmigo? —Se han acercado lo suficiente en el mostrador para que el resto del mundo deje de existir, la reminiscencia de los girasoles le cosquillea bajo la nariz, sus yemas se rozan por accidente contra las de Eiji, sigue teniendo las manos increíblemente cálidas, ama eso de él, lo ama todo en realidad y lo extraña, le hace falta.

—Pensé que tú estabas coqueteando conmigo. —Se burla de vuelta, acomodando una ondita negra detrás de la oreja, el cosquilleo se le expande desde los dedos hacia el corazón, lo derrite, lo destroza y lo hace consciente de que este enamoramiento no parece tener final—. ¿Es así?

—Ejem. —Kong se mira incómodo desde el otro lado de la tienda—. Vamos a llegar tarde a la fiesta. —Pero sus palmas se han encontrado casualmente encima de la madera, justo bajo las flores, si tuviese un novio no lo acariciaría con semejante anhelo ni lo contemplaría con ese ferviente júbilo.

Eiji lo ama y sabe quién es.

No le queda duda.

—Tu amigo debería venir. —Bones deja escapar la propuesta con voz rasposa, es una antítesis para la delicadeza que desprenden los pétalos, se cuestiona si este impulso del japonés a acercarse es consciente o inconscientemente sigue buscándolo, como Max se lo ha dicho—. Tu novio estará feliz de conocerlo. —A Aslan no puede importarle menos ese rompehogares, solo importa que esos ojos lo vislumbren así, con ese sentimiento ininteligible que no puede ser para nadie más.

—Deberías venir, Christopher.

Afuera sigue nevando, es la primera nevada que pasan juntos.

Ash espera que esto resulte, que hayan muchas nevadas más.

¿Notan reacciones extrañas? Pues todo se aclara en el siguiente capítulo, porque este fic es un desastre~ Pero no se pierde la fe. Mil gracias por el tremendo cariño, mi mayor temor es quemarlos demasiado con tanto spam y es lindo ver que no es tan así.

¡Nos vemos mañana!

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