CAPÍTULO 89
Punto final.
6 de noviembre de 2017 - Día uno
Rachel.
La calurosa brisa se cuela por las ventanas, huele a arena y a heno. Me incorporo observando mi alrededor, contemplo las medallas, las fotografías y los afiches que decoran las paredes de mi habitación en Phoenix.
Recorro el pasillo, la casa está vacía, escucho cómo la brisa mueve las puertas de madera. Con cautela asomo la cabeza en el pórtico del jardín y allí está él, sentado en el viejo columpio de mis hermanas.
Avanzo feliz dejando que me abra espacio a su lado.
—¿Morí? —pregunto mirando a la nada.
—No —contesta Harry con una sonrisa.
Siento como si me volvieran arrojar al vacío, si no estoy muerta quiere decir que estoy alucinando y si estoy alucinando es porque sigo drogada.
Christopher y Bratt no fueron más que una vana ilusión.
—Estás soñando —aclara— Pero pronto despertarás.
—No quiero —me aferro a la cadena del columpio— Si las cosas seguirán igual prefiero morir a que seguir soñando.
—La Rachel que conozco no diría eso, mi Rachel no se rinde así de fácil.
Se me arma un nudo en la garganta.
—De esa Rachel no queda nada.
Se vuelve hacia mí rodeándome los hombros con el brazo.
—Tienes mucho por vivir —me besa la frente— Afuera hay un mundo que te espera, que quiere que lo explores e invadas siendo lo que eres: Una mujer fuerte y valiente.
Niego.
—No quiero —lloro— No quiero enfrentarlo ni ser valiente, quiero descansar. Ya ha dolido lo suficiente.
—¡Mírame! —me alza la cara.
—Estoy cansada de lidiar con heridas físicas y emocionales.
—Son etapas...
—No es justo que me toquen las peores —me seca las lágrimas— Me pregunto una y otra vez ¿Qué estoy pagando? Porque no es justo pasar por tanto, no es justo que Dios me ponga tanto a prueba.
Sus brazos me envuelven.
—Tú que lo conoces pregúntale, dile que aminore el peso porque no me creo capaz de soportarlo.
—Él no da pruebas que no podamos resistir...
—Quiero quedarme —lo aprieto contra mí— Quiero quedarme contigo.
—No tienes nada que hacer aquí, acuérdate que todo es más oscuro cuando se acerca el amanecer. Tienes que volver, decir que eres una sobreviviente, que las circunstancias no pudieron contra a ti. Debes renacer de las cenizas, mirar al frente y seguir porque aún tienes muchas cosas por hacer.
Me muestra la cadena que tengo atada en la mano.
—Eres más valiente de lo que crees.
—Haces que se vea fácil.
—Lo es mi Raichil, solo deshazte de los lamentos y continúa, tu familia y tus amigos te esperan.
—Tú no.
—Pero mini Harry si —me besa la mejilla— Deben superar mi partida y avanzar que yo estoy bien.
Mueve el columpio.
—Desde aquí podré ver todo lo que hace, lo estaré vigilando como el padre responsable que a Rick le hubiese gustado que fuera.
—Te quiero —confieso.
—Y yo a ti, pero necesito que vuelvas.
Le doy un último abrazo antes de levantarme.
—Rachel —me llama a poca distancia— Dile a Brenda que la sigo amando como la primera vez.
Me guiña un ojo antes de desaparecer.
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Despierto, no reconozco muy bien el espacio que me rodea. Las luces son opacas, observo que hay una pantalla encendida frente a mí.
—El ataque terrorista acabó con tres hospitales —anuncian en el televisor— Nos confirmaron que el atentado lo hizo el clan Mascherano.
Recobro los sentidos al escuchar el apellido «Antoni» «Escape, tortura. Fiorella» Todo me da vueltas en la cabeza. No tengo fuerzas e intento sentarme, pero mis músculos no responden.
«Sigo secuestrada» «Me están drogando» Me arranco la manguera del brazo, como puedo saco los pies de la cama cayendo al suelo.
—¡Señorita James! —exclama una enfermera.
Retrocedo presa del pánico.
—Aléjate —le advierto con la poca fuerza que me queda.
—Cálmese, no voy hacerle daño.
—Antoni —no puedo respirar, mi cerebro no deja de repetir el mismo nombre.
—Está a salvo —se acerca despacio—La rescataron, está hospitalizada en Londres.
Los ojos se me llenan de lágrimas, seguramente estoy alucinando. No recuerdo que nadie me haya rescatado.
—Alucinaciones —cierro los ojos— Todo es una alucinación.
Me levantan del piso dejándome sobre la camilla. La herida de la costilla sigue doliendo, ni forcejear puedo con lo débil que estoy.
—Tiene que tranquilizarse —pide— Nadie va a hacerle daño.
Me desvanezco entre las sábanas blancas, vuelven a conectarme la manguera, en seguida el sueño me toma de nuevo quitándome la opción de huir.
—Rachel despierta —no vislumbro con claridad— Rachel abre los ojos.
Siento como me masajean las manos y los pies. Abro los ojos despacio adaptándome al cambio de luz.
—¿Dónde estoy? —pregunto.
—En Londres.
Niego.
—Escúchame —me piden— No tienes nada que temer, estás a salvo.
Me sientan.
—Soy el doctor Frederick King —se posa a mis pies— Estoy a cargo de tu caso.
Siento como si tuviera el cerebro lleno de agua, me cuesta pensar.
—Te rescataron en Positano hace una semana, estabas gravemente herida. Tuvimos que inducirte a un coma después de ser sometida a un agresivo proceso de reanimación.
Las enfermeras me siguen masajeando las piernas.
—Mi familia ¿Está bien?
—Si, están bien, mas no puedes verlos. Ahora debes enfocarte en tu recuperación.
Mide mis signos vitales antes de irse. El día transcurre entre estímulos y estudios médicos, me someten una y otra vez a los mismos ejercicios. No pienso con claridad, mi cerebro no proyecta más que leves recuerdos de mi estadía con los Mascherano.
No puedo salir de la habitación, no sé si en verdad me rescataron, si es otro truco de Antoni o enloquecí.
Las horas pasan, me cuesta dormir, encima todo me duele. Estoy ansiosa y cargada de desespero. A la una de la mañana siento que el mundo me aplasta con algo llamado síndrome de abstinencia.
Las extremidades me pesan, la ira me tiñe, las paredes me encierran y no puedo respirar. Mi mente divaga en tanto el sudor me recorre la espalda mientras desorientada trato de buscar una salida. Empiezo a llorar sin motivo alguno con la absurda necesidad de querer la droga en mi sistema.
Oprimo el botón rojo para que la enfermera venga a socorrerme cuando el dolor me retuerce en la cama, son calambres que me hacen chillar.
—Tranquila —entra el doctor.
—No me siento bien, necesito... —mi cerebro corta las palabras.
—Calma —me toma de los hombros— Es normal que te sientas así, sudoración, ansiedad, taquicardia...
Me niego a oír el diagnóstico.
—Es el síndrome de la abstención, Rachel —me acuesta sobre la camilla— Solo cálmate e intenta no perder el control.
«Mi peor miedo se hizo realidad»
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9 de noviembre - Día tres.
Estoy peor que antes; irritable, ansiosa, me cuesta controlar la ira, la tristeza y el dolor.
No dejo de sudar ni de temblar, me siento cansada todo el tiempo, hay veces que me quedo sin respirar ya que las venas me cortan el paso del aire. La desesperación es tanta que termino autolesionándome y estrellando todo lo que se me atraviesa.
La ansío, mi sistema la aclama a gritos. Nada me llena, el sedante ya no me hace efecto, para colmo, los dolores son cada vez más fuertes. Es como si el HACOC fuera una parte de mí, siento que si no lo tengo moriré en cualquier momento.
No soporto los pinchazos ni las preguntas. Lo único que quiero es irme a encontrar una solución a mi problema.
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11 de noviembre - Día cinco.
Los síntomas se han multiplicado por mil, no dejo de dar vueltas en la habitación,encima el aire me asfixia temiendo que mi corazón se detenga. Me cuesta tranquilizarme, tanto los medicamentos como las distracciones no funcionan.
Vomito todo lo que como.
—Buenos días —saluda una de las empleadas encargada en el aseo arrastrando un carro lleno de sábanas.
Los oficiales se ponen alerta debido a que no la habían visto antes.
—Permítame su identificación —exige el soldado a cargo.
—Tranquilos —pone las manos en alto— Soy nueva, no es necesario que se pongan rudos.
Le muestra el carnet y la tarjeta de acceso. El soldado verifica con el personal de seguridad antes de dejarla seguir.
—No cierre la puerta —advierten.
— La protegen más que la propia primera dama.
Me vuelvo hacia la ventana, no estoy para chistes ni charlas, lo único que quiero es enterrarme un cuchillo en la garganta.
—Es como estar al lado de una celebridad —cambia las sábanas de la cama— Nunca había visto a nadie con tanta atención.
—Termine con su trabajo y lárguese.
—El encierro no le sienta bien —mira hacia todos lados— Creo saber quién es... Es la chica del mafioso ¿Cierto?
Retrocede cuando me levanto.
—¡Fuera! —amenazo a la defensiva— Huya antes de que la metan presa.
—No quiero hacerle daño...
—Eso dijo él antes de secuestrarme.
Me encamino hacia la puerta.
—¡Espere! Si informa lo que dije me meterán en prisión.
—Debió pensar en eso antes de venir.
—No soy un peligro, solo hago el papel de mensajera —contesta nerviosa— Me abordaron en la entrada, me advirtieron que si no entregaba el mensaje me matarían.
Se saca un sobre amarillo de los pechos dejándolo en la cama antes de salir corriendo.
—¿Todo bien? —tres soldados se asoman en la puerta.
Tapo el sobre con mi cuerpo.
—Si.
—Prepare sus cosas le darán el alta, por lo tanto debe ser traslada al comando.
«En el comando no habrán sedantes que medio me mantengan cuerda» Sujeto el sobre metiéndomelo bajo la sudadera cuando el soldado se va. Estoy tan acalorada y ansiosa que lo único que se me ocurre es encerrarme en el baño rogando a Dios que el contendido sea algún psicoactivo.
Es un cofre y una carta, desenvuelvo el papel leyendo el contenido.
Amor mío.
Lamento que hayan interrumpido nuestro momento de semejante manera, fue un instante trágico tanto para ti como para mí. Está demás decir que no quería dejarte, pero bueno, sabes cómo son los de tu equipo, rencorosos y vengativos ¿Ya sabes que mataron a Alejandro?
Supongo que no, como mi dama te lo comento. Debes imaginarte el dolor que estoy sintiendo al saber que sólo me quedan Philippe y tú.
Estoy haciendo todo lo posible por ponerlos a salvo, estando conmigo ya no habrá peligro, principessa. Isabel huyó, seguramente intuye lo que espera si vuelve a mi lado. Sabe que pagará con creces lo que te hizo.
Quiero tenerte conmigo mi bella esposa y en vista de que tu rescate me costaría la vida, decidí dejar que vengas a mí porque me necesitas tanto como yo a ti.
Conozco mis herramientas querida Rachel, sé cómo te estás sintiendo en estos momentos sin el HACOC corriendo por tus venas. Estás desesperada por una pequeña dosis, quieres probarla de nuevo para así acabar con el martirio creado por tu cuerpo.
Fuiste testigo de lo que pasa cuando no la tienes ¿No quieres volverte un monstruo, cierto?
Tengo la solución. Solo abre el cofre y tendrás lo que tanto quieres, míralo como una muestra de amor. Es importante para mí el que sepas lo importante que eres en mi vida.
Al lado de ellos no eres nada, conmigo puedes serlo todo. Tengo toda la droga que quieras, sólo para ti mi bella dama.
No te dejes lavar la cabeza, ven a mí antes de que sea demasiado tarde. Puedes buscarme en la calle Writher # 69-44. Solo hazme llegar un mensaje y mis hombres irán por ti.
No estoy dispuesto a perder, ten presente que solo la muerte podrá separarnos.
Con amor.
Antoni.
Arrugo la hoja sintiendo el pecho pesado. Mis dedos abren en el estuche y efectivamente, hay HACOC dentro una jeringa plateada.
Los síntomas se intensifican como si olieran el compuesto químico, la garganta se me seca, las manos me sudan y el corazón se me dispara. Solo es cuestión de segundos para acabar con la tortura.
Sujeto el objeto con las manos temblorosas. Un pinchazo borrará el dolor, la ansiedad y el desespero.
—Teniente vinieron por usted —tocan a la puerta.
No respondo, simplemente miro mi reflejo en el espejo. No tengo porque tener miedo de ser un monstruo, ya soy uno. Mi vida ya es un desastre, no soy más que las cenizas de lo que era antes.
—Teniente ¿Está ahí? —insisten.
Me descubro el brazo con lágrimas en los ojos «Si estoy, pero ya no soy la teniente James» Clavo la aguja en mi piel.
No sé porque quiero luchar, si de todos modos ya me había dado por vencida mucho antes. Mi fuerza de voluntad quedó en Positano después de ver morir a Fiorella.
—¡Teniente abra la puerta!
La aguja fría se conecta a mi torrente sanguíneo. Cierro los ojos sintiéndome una completa basura cuando mi cerebro trae lo que fui, la lucha que viví queriendo ser la mejor y ahora...
Estoy siendo nada, me dejé hundir cayendo en picada, me fallé a mi misma, a mis padres, a mis sueños. Me veo recibiendo las medallas que tanto me costaron, mi espalda toca la pared mientras lucho con el mar de lagrima que se apoderan de mis ojos.
Me veo en los brazos de mi padre diciéndome "Tu puedes"
En las piernas de mi madre recordándome el "Eres capaz, nunca dejes que nada te someta al punto de apagar tus sueños"
Evoco a mis hermanas y las ganas de querer ser un orgullo para ellas.
Veo a Harry con su típico "Vamos a lograrlo porque somos los mejores"
Luisa y yo en motocicleta gritando "Los cometas se elevan contra y no a favor del viento"
La barbilla me tiembla mientras aprieto la jeringa que sale de mi torrente y termina volviéndose añicos en el piso «Yo no soy una drogadicta» Me repito, le he fallado a todos, pero no puedo fallarme a mí.
Si, estoy cansada, sin embargo, el agotamiento no es sinónimo de derrota. Piso una y otra vez lo que queda del HACOC, untándome los zapatos con el líquido. El llanto se apodera del momento sucumbiendo en el suelo, no me importa que sigan golpeando y terminen abriendo la puerta de una patada.
—¡Rachel! —Dominick entra escoltado por dos hombres— ¡¿Estás bien?!
No sé de dónde saco fuerzas para levantarme y arrojarme en sus brazos llorando contra su hombro.
Me abraza con fuerza.
—No, no estoy bien —sollozo.
—Tranquila —me alza hasta quedar a su altura— Todos estamos para ayudarte.
Escondo la cara en su cuello, aún tengo presente el momento de terror que viví cuando creí que lo matarían.
—No quiero estar sola —entrego la carta de Antoni— Él no me va a dejar en paz.
La lee por encima.
—Me haré cargo.
—Vendrá por mí.
—Nadie dejará que eso pase. Tenemos prohibido interactuar, solo me dieron permiso de escoltarte al comando.
Asiento asimilando lo que me espera, tantas restricciones quiere decir que me están viendo como culpable. Parker me saca escoltada por siete soldados escabulléndose conmigo por las salidas de emergencia.
Me colocan un chaleco antibalas mientras que una camioneta cuatro por cuatro me espera con las puertas abiertas. Echa andar e identifico las motos y los vehículos que me siguen de encubierto.
—¿Cuántos hombres me respaldan? —pregunto.
—Más de cuarenta, mi teniente —responde uno de los soldados.
Sonrío sin ganas.
—Como si fuera la reina de Gales.
—Órdenes del coronel —contesta el conductor.
«El coronel» Ya ni sé qué es lo que siento cada vez que lo pienso. Mi único recuerdo bonito en Positano fue haberlo visto frente al altar, si fue que lo vi. Aún no tengo claro si fue o no una alucinación.
Tantas torturas y ningún trauma es capaz de borrar los recuerdos que tengo con él. La camioneta abandona la ciudad mientras el conductor recibe llamadas constantes que le exigen su posición.
Trato de mantener la calma, intento que la ansiedad y el desasosiego no me controlen. Recuesto la cabeza en el asiento cuando las puertas de acero reciben la camioneta blindada.
Pensé que no volvería a poner un pie aquí. Me sacan, las cámaras no tardan en aparecer, son «Los medios informativos de la FEMF» (Periódico y canal el cual da detalles de los que sucede en nuestra organización.)
—Soy Bryan Soler, mi teniente —se presenta uno de los cadetes— Por órdenes del concejo debo llevarla a la sala de interrogatorios, estará ahí hasta nueva orden.
Asiento dejando que me escolten hacia la sala. Pasa la primera hora y no llega nadie, supongo que me están observando mi comportamiento, asegurándose que no tenga actitudes sospechosas.
Dos horas después entra una mujer. Es de estatura baja y luce el uniforme que la identifica con la rama de casos internos. La siguen los miembros del concejo, todos menos Joset y mi papá.
—Hola Rachel —la mujer de casos internos se sienta frente a mí— Soy Johana Cardona, pertenezco al programa de protección a testigos y asuntos internos.
—No esperaba tanto público —admito.
—Sé que es incómodo, no obstante, es necesario. El concejo inglés debe esclarecer los puntos antes de llevarte con los regentes que auditarán el juicio.
Regentes en un juicio significa que mi caso es de talla internacional, Londres no es el único afectado con mis actos.
—Pregunten.
—Necesito saber todo lo que sucedió con Antoni Mascherano, estás siendo vigilada así que asegúrate de medir muy bien las palabras.
—No tengo nada que medir.
—Te escucho.
Durante hora y media expongo explicando lo que pasó en Moscú, sobre el intento de secuestro, las amenazas e investigaciones.
Cuento con detalles lo que aconteció el día que me raptaron, las amenazas por parte de Brandon e Isabel. Mi intento de escape, las sesiones de tortura, la muerte de Fiorella, los planes de Antoni y lo poco que recuerdo del día de la boda.
Termino vuelta un manojo de nervios, llorando como una tonta. Se sabe que estás jodido cuando hasta recordar te lastima.
Dejan caer una carpeta sobre la mesa, abren mi historial clínico leyéndolo en voz alta. Se me remueve todo al oír el término «Adicta» . Siento pena de mí misma cuando explican las heridas internas que tuve.
—Llevamos días investigándote —habla en concejo — Me cuesta creer que después de toda lo que pasaste no nos hayas traicionado.
—Tengamos en claro que los Mascherano no buscan información sobre nosotros —interviene Olimpia Müller— Su objetivo es el coronel.
—Con más razón debemos dudar —habla el más viejo de todos— Antoni prometió no tocar a tus amigos ¿Qué nos dice que no accediste? ¿Quién nos garantiza que no entregaste la cabeza del coronel a cambio de la tuya?
—Ya habría muerto de ser así. De haber accedido estaría gobernando a su lado como su mano y no aquí con síndrome de abstinencia después de casi diez días bajo tortura.
—No me convences James —se posa frente a mí— Nadie soporta tanto por otro, seguramente estás escondiendo algo.
—No está escondiendo nada señor Jonhson —habla la mujer de casos internos— Es usted el que no ha leído todo el expediente.
—Nos retornamos meses atrás —explica Olimpia— Hicimos un seguimiento de tu vida pasada, estudiamos tus entradas y salidas, tu vida social, como así también los sitios que frecuentaste.
Entiendo el punto.
—Me imagino que halló la explicación de mi silencio.
—Por supuesto, por eso estás aquí y no en prisión. Eres un buen soldado Rachel, pero no fue fácil creer que podrías encubrir a una persona con tantas cosas encima.
—No entiendo —replica Johnson enojado— No nos podemos dejar llevar por apellidos y apariencias, tuvo que haber hablado ¿Se tragarán el cuento de que arriesgó su vida por un superior?
—No expuso su vida por un superior —explica la representante de casos internos— Arriesgó la vida por su amante.
El silencio inunda la sala.
—La teniente James y el coronel Morgan sostienen una relación extramarital hace meses —me mira— ¿Me equivoco teniente James?
Niego «Es vergonzoso reconocerlo»
—Todo cobró sentido cuando lo supimos, el miedo al exilio, la insistencia del coronel por rescatarla. Confirmé que era capaz de cualquier cosa cuando vi la cinta del vídeo del hospital militar —empieza— Fuiste tú la que se enfrentó al capitán Lewis el día del "supuesto atentado en cuidados intensivos" Ese día no hubo ningún ataque, eras tú luchando para no te descubrieran.
Asiento asumiendo mis actos.
—La drogaron porque no habló, escapaste y en ese momento empezaron las torturas—concluye Johanna— Antoni se defendió atacando como pudo, pero nunca dio con los puntos débiles de nuestro ejército.
—No iba a traicionarlo ni a él ni a nadie, mi apellido no tiene ese tipo de cualidades.
—La evidencia lo demuestra —termina Olimpia— No tenemos más acusaciones por el momento.
Las puertas se abren de par en par dándole paso a Dominick. La cara que trae no augura nada bueno cuando llama a Olimpia desde un lugar apartado.
El concejo se dispersa rodeando al capitán mientras Johana se mantiene frente a mí. No me gusta que me miren con lástima y el concejo lo hace a cada nada.
—Hazte cargo —ordena Olimpia indicándole a Parker que se vaya.
El capitán no me da la cara, simplemente se marcha dejándome con el corazón en la boca «¿Qué paso como para que todos tengan cara de tragedia»
—Antoni Mascherano mando a raptar a tus hermanas —informa Olimpia.
La noticia se siente como si me propinaran un golpe contundente en el cráneo. Recuerdo la amenaza del hijo de puta jurándome que las violarían.
—La dirección —las piernas me fallan cuando me levanto— ¿Dónde está la carta con la dirección? Me entregaré a él de nuevo, por ellas lo hago sin dudar.
—No puedes volver —intentan sostenerme.
—¡Va a matar a mis hermanas! —los aparto— Hará todo con tal de que vuelva con él.
—Ya se desplegó un bloque de búsqueda.
—¡Es Antoni Mascherano, el equipo de búsqueda no sirve con él!
Me encamino hacia la puerta, pero me cierran la salida.
—Necesito ir por mis hermanas —busco desarmar a alguien, pero hasta para eso estoy débil.
—No correremos el riesgo de perderte —advierte Olimpia— Escóltenla hasta la habitación, rescatarlas es un asunto nuestro.
—No prometas si no tienes la certeza de cumplir —contengo el llanto— Antoni no es un criminal cualquiera.
Me toman de los brazos.
—Si te rescatamos a ti, podemos rescatarlas a ellas.
Me empujan afuera. La central es un caos con la gente que corre desde aquí para allá, se están desplegando a lo largo de la ciudad. Según escuché, cerraron todas las entradas y salidas. Me encierran en la alcoba aislándome de todo.
Se me da por encender el televisor, las noticias me ponen peor ya que los canales ingleses anuncian las tragedias que se vive en la ciudad.
"Ataque terrorista deja veinte civiles y diez policías muertos"
"Atentado arrasa con la vida de cinco personas"
"La mafia italiana se toma la ciudad declarando la guerra por el poder"
Hay explosivos y cadáveres por todos lados. El desespero es tanto que termino dando vueltas con las manos en la cabeza «Solo la muerte podrá separarnos»
«Mis perros comerán su carne, lamerán sus huesos —la amenaza vuelve— Mis hombres violarán a tus hermanas como putas rompiéndolas como animales que no merecen piedad»
—Rachel —abren la puerta.
Es mi mamá la que corre a abrazarme dejando que me funda en sus brazos.
—Lo siento tanto —sollozo en su pecho— No quería que nada de esto pasara.
—Déjalo estar —me besa— No es tu culpa mi amor.
—Sí es mi culpa —asumo— Por mi las tiene a ellas.
—La culpa está de más mi niña —me lleva hacia la cama.
—Si algo les pasa...
—Rick, Alex y Bratt se están haciendo cargo. Solo debemos tener fe.
Estoy empujando a medio mundo a la boca del lobo, cientos están muriendo por mi culpa.
— ¿Cómo se las llevó?
—Interceptó la camioneta que las traía a la central, tenían que llegar conmigo, pero Sam se retrasó, debido a ello, no quiso abordar el auto y Emma se ofreció a acompañarla para que no se quedara sola —explica— Insistí en quedarme, no pude, ya que el concejo quería que declarara antes de entrevistarte.
El aire empieza a faltarme, los efectos secundarios del HACOC se hacen presente, son episodios involuntarios de cinco a diez minutos donde pierdo el control de mi propio cuerpo.
—¿Estás bien? —pregunta mamá preocupada— ¿Quieres que llame a la enfermera?
—No —me levanto, no quiero que me vea así— Busca al capitán Patrick Linguini, pregúntale si hallaron algo, él tiene contacto con los regentes, así que te dará una respuesta rápida.
Se apresura hacia la puerta.
—La oficina está en el tercer piso de la torre administrativa.
Asiente antes de salir corriendo. Mis músculos no sostienen el peso de mi propio cuerpo, el aire empieza a faltarme, la cara se me acalora al punto de tener que irme a echar agua al baño.
«Menudo desespero de mierda que está por acabarme» Me atiborro con agua queriendo llenar los vacíos que desata la angustia.
—Su suegra quiere verla, teniente —hablan a mi espalda.
No volteo, el ruido de los tacones me avisa que ya está adentro.
—No es un buen momento —salgo sin mirarla.
—Déjanos solas —le ordena al soldado.
Sigo en mi lugar negándome a dar la cara, no la había visto desde el incidente en el hospital. Los tacones resuenan cuando se acerca obligándome a encararla. Nuestros ojos se encuentras y su mano impacta contra mi rostro con una sonora bofetada.
—¡Esa va por Bratt! —me escupe.
La piel me arde, no le basta ya que ataca mi otra mejilla con más fuerza. Un bofetón más fuerte el cual me deja ardiendo la piel.
—¡Y esa es por Sabrina! —me empuja— ¡Te abrí las puertas de mi casa ¿Y así me pagas? ¿Revolcándote con mi yerno?!
No tengo cara para alegar ni defenderme, tiene razón, no hay justificación para lo que hice.
—¡Responde! —vuelve a empujarme— ¿Eso era lo mucho que amabas a Bratt?
Las lágrimas se me atascan en el pecho cuando vuelve a abofetearme.
—¡Te mereces todo lo que te pasa. De haber sabido lo que hiciste le hubiese pagado a ese maldito psicópata para que te picara como la vil ramera que eres! ¡No mereces más que sufrimiento! —grita— ¡Tengo la esperanza que tus hermanas sean las que paguen por el dolor de mis hijos, anhelo y deseo que te las devuelvan pedazo a pedazo!
Levanta la mano para golpearme, pero esta vez no llega debido a que mi madre se atraviesa.
—¡¿Qué diablos te pasa?! —la encara.
Martha no baja la guardia.
—¡¿Qué diablos me pasa?! —espeta furiosa—¿En serio me lo preguntas? ¡Se revuelca con el marido de mi hija! —me señala— Se burló de mi hijo, lo engañó con su mejor amigo y encima Sabrina intentó suicidarse por culpa de tu hija.
—¡No! —mi madre la obliga a retroceder— ¡Ella da la vida por Bratt!
—¿La vida? —se burla Martha— Por favor, le abrió las piernas a su amigo cuando se fue a Alemania. Se revolcaron cuando estuvimos en Hawái y se han revolcado todo este tiempo.
—¡Mentirosa!
—No miento Luciana. Nunca había estado tan segura de algo. Todo el mundo lo sabe, pregúntale a tu marido si no me crees.
Bajo la cara cuando mi madre busca mis ojos.
—¡Dime que miente! —reclama— Porque la Rachel que crié es incapaz de hacer algo así.
—¡No miento! —continua Martha— Tuvo la bajeza de meterse en las sábanas de otro estando con mi hijo —se le quiebra la voz—Sabiendo que Bratt daba todo por ella, que Christopher es como su hermano. Lo hiciste y no te importó arruinar el matrimonio de mi hija. La arrinconaste al borde del suicidio. En estos momentos está a punto de ser transferida a un centro psiquiátrico.
—¿Miente? —insiste mi madre— Habla, Rachel.
—No —respiro hondo— No miente.
Se le transforma el rostro.
—No tenía conocimiento de nada —le dice a Martha.
—Por supuesto que no, porque aparte de zorra es una manipuladora.
—Entiendo tu dolor —se recompone mi madre— Y lamento lo de Sabrina, no hay palabras que quiten tu odio, pero te voy a pedir el favor que te marches. Así como no es un buen momento para tu familia tampoco lo es para la mía.
Martha obedece.
—Me alegro de todo lo que te pasó —confiesa desde la puerta— Fue poco para lo que realmente te mereces.
Nos dejan solas. Sigo con la mirada en el piso.
—Lo siento —susurro, no creo que tenga ojos para volver a verla.
Con veintidós años nunca la he visto con otro hombre que no sea mi papá, no me ha dado más que buenos ejemplos. Odio decepcionarla, porque parte de lo que soy es gracias a ella.
—Lo siento —repite— ¿Es lo único qué dices?
Me levanta la cara para que la mire.
—Diga lo que diga seguirás sintiendo el mismo nivel de decepción, de que me sirve decirte que no fue mi intención, que intenté evitarlo o que me dejé llevar—confieso— Nada de eso tiene sentido porque lo quise.
—Lo tenías todo ¡¿Cómo diablos hechas tu vida a la basura por un maldito que no vale la pena?! —me grita— ¡¿Cómo mierda botas seis años de relación por un pandillero que no trae más que problemas?!
—¡Llevo meses preguntándome lo mismo! Y no hay respuesta mamá, nada explica lo que siento por él.
—¿Lo que sientes?
—Sí, lo que siento, no hice lo que hice por simple gusto si llegue tan lejos es porque lo amo...
Me cortas las palabras con una bofetada.
—¡¿Quién eres?! —espeta furiosa— Mi hija no tomas decisiones estúpidas, mi Rachel no arruina matrimonios ni pone en riesgo la vida de nadie.
El dolor se queda con los dos golpes anteriores terminando de empeorarme.
—Soy la misma que criaste con amor y buenos valores solo que... Me enamoré de quien no debía. Quiero a Bratt, no hay un solo día en el que no me lamente el haberle fallado, pero pasó y... ¿Qué puedo hacer? Mi único error fue no alejarme cuando debía.
—Te lo advertí, mil veces te supliqué que te mantuvieras a metros de los Morgan —contesta.
Me guardo las palabras.
—Mírate —retrocede— Somos un reflejo del amor que recibimos Rachel. Ya veo porque tantas desgracias. No se puede surgir apunta de relaciones tóxicas, porque eso es Christopher Morgan, él y su padre no son más que cuchillas que te cortan y te desgarran. Lo sé porque lo vi con mis propios ojos, vi como mi amiga sufrió por un infeliz que nunca le dio el lugar que se merecía.
—Los sentimientos no se controlan.
Se encamina hacia la puerta, ella es así. Obstinada cuando no se le da la razón.
—Hablé con tu padre.. —se vuelve hacia mí antes de cruzar el umbral— El operativo que desplegó Bratt ayudó para que localizaran a tus hermanas. Ya vienen en camino.
Cierra con un portazo antes de marcharse, tomo asiento con la cara enrojecida dejando que el tiempo pase. Supongo que de tanto llorar las lágrimas se acabarán en algún momento.
—Mi teniente —avisan en la puerta— El juicio será en dos horas. Le concedieron una hora para que hable con sus allegados.
Entro a la ducha, antes de salir siento que tengo la piel en llamas y el bañarme no merma el asco que siento de misma. Reparo las heridas, la de la pierna está casi sana, la de las costillas no tanto, el consuelo es que tarde o temprano cerrarán por completo. Ojalá que las del alma también cicatricen.
Busco el uniforme, estando secuestrada soñé tanto con estar aquí ¿Para qué? ¿Para recordarme todo el daño que hice? Mis anhelos de libertad lo único que hicieron fue poner en riesgo vidas inocentes.
Me recojo el cabello y plancho las arrugas con las manos. No tardarán en venir por mí. Un rayo de esperanza se enciende cuando veo a mis colegas en la sala.
—¡Raichil! —Luisa corre a arrojarse en mis brazos— Oh cariño te adoro tanto.
Llora contra mi hombro.
—Tuve mucho miedo —solloza.
—Estoy bien —la aparto.
—No me mientas —me toma la cara entre las manos— Ambas sabemos que no estás bien.
Fuerzo una sonrisa.
—Estoy libre y eso es lo importante.
Vuelve abrazarme.
Laila, Brenda, Simón, Patrick, Alexandra, Scott, Alan, Angela e Irina llenan la sala.
Todos a excepción de Brenda están vestidos con el uniforme del FBI. Arman una fila frente a mí abrazándome uno por uno.
—No vuelvas a irte —me pide Laila con los ojos llorosos— Y olvídate de las misiones de infiltradas.
Brenda me toma la mano.
—Por un momento pensé que ...—el llanto no la deja hablar.
—No me pasó nada —le froto el vientre— Estoy bien.
Me avasallan con abrazos y preguntas, Patrick me da un breve resumen sobre el rescate de mis hermanas.
Pensaban sacarlas en container, un grupo de trabajadores le informó la policía. La tropa de Bratt llegó antes de que abordaran el barco, no había señales de Antoni Mascherano por ningún lado. Todo indica que mandó por ellas, mas él no está en la ciudad.
—Lo vamos a capturar —habla Laila— Es el propósito de todos ahora.
—No es una tarea fácil.
—No le tenemos miedo —asegura Ángela— Tú no te preocupes por nada, lo único que debe importarte es tu recuperación.
—Debemos esperar el dictamen del juicio.
—Fallarán a tu favor —me anima Scott— Se comprobó que eres una víctima más.
—Christopher llegará en un par de minutos —dice Patrick y todos se quedan en silencio— Será un punto a tu favor en el juicio.
Angela me acaricia el brazo.
—Su padre y sus hermanas están aquí —avisan en la puerta.
—Afuera —ordena Simón— Necesita tiempo con su familia.
—Te veremos en el juicio —Laila me besa la frente— De aquí en adelante solo vendrán buenas noticias.
Quisiera tener aunque sea una cuarta parte de su optimismo. Me quedo con la mirada fija en la puerta cuando se marchan.
Sam es la primera en aparecer, por un momento me olvido de todo y corro hacia a ella abrazándola con fuerza, Emma entra pasos atrás y la abrazo también agradecida por el tenerlas a salvo.
No me hubiese perdonado que les pasara algo, no podría vivir sabiendo que les pusieron un dedo encima por mi culpa.
—¿Están bien? —procuro que no me vean llorar— ¿Les hizo algo?
Les reviso los brazos asegurándome de que no tengan rastros de aguja.
—Estamos bien —no dejan de abrazarme— ¿Y tú? Tuvimos mucho miedo...
—Ya no hay que temer.
—Nos iremos a casa ¿Cierto? —pregunta Emma— Papá está tomando todas las medidas que se requieren.
Le limpio las lágrimas, irme a casa sería felicidad absoluta.
—¡Rachel! —aparece mi papá.
Emma y Sam se apartan para que pueda recibirlo, me envuelve en sus brazos y siento como si me pegaran pedazo a pedazo. No importa cuantos años se tengas, ni que tan miserable te sientas, un abrazo de tus padres siempre será el mejor consuelo.
Me llena la cara de besos estrechándome contra su pecho.
—Si solo supieras lo mucho que te amo.
—Y yo a ti —le tomo la cara entre las manos.
Se ve cansado al igual que mamá.
—Lo siento, tantas cosas pasaron que...
—No importa, estás aquí y el resto del mundo puede hundirse si les apetece.
—Ahora sí estaremos bien —Sam me frota la espalda.
Quisiera decir sí, que estaremos bien, que todo será como antes y tendremos una vida en paz, pero sé que estoy muy lejos de eso.
—El juicio es en media hora, el concejo inglés preparó la defensa ¿Hablaron contigo?
—Si —le acarició el rostro con los nudillos— Me informaron de todo.
Bratt se asoma en el umbral.
—Debo ponerme presentable para el juicio —se aparta papá— Te veré en un par de minutos ¿Vale?
Le doy un beso en la mejilla antes de abrazar a mis hermanas.
—Vayan —las animo.
Bratt se queda recostado en la puerta, parece que hubiese perdido las ganas de vivir. Soy yo la que se acerca a abrazarlo con fuerza, no la está pasando bien y es uno de los más afectados en todo esto.
—Gracias —susurro contra su cuello— Gracias por ponerlas a salvo.
—No estarías completa sin ellas.
Le beso la mejilla y acomodo las sillas a la hora de tomar asiento.
—No quiero preguntarte como estás porque ya conozco la respuesta —hablo.
Se le empañan los ojos de lágrimas.
—Mi vida es una mierda.
Callo.
—Creía tener la vida perfecta y de un momento a otro me convertí en esto, en un desastre a nivel personal, laboral y familiar.
—No digas eso...
—Es lo que soy, casi te pierdo, mi madre me odia y mi hermana lleva meses atentando contra su vida. ¿Qué clase de idiota no se da cuenta de algo tan importante?
—No es tu culpa, si hay un culpable aquí soy yo. Fui yo la que te lastimé y terminó de acabar con el matrimonio de tu hermana. No tienes derecho de sentir culpa porque eres una de las mejores personas que conozco, no eres más que una víctima en esta red de mentiras.
—Tú también lo eres.
—No, en nuestro caso la mala siempre seré yo.
Respira hondo sujetando mis manos.
—El vidrio le rozo el hueso de la muñeca —le tiembla la voz— Esta vez no fue por capricho, en verdad quería matarse.
Lo abrazo.
—Lo peor es que de todas formas la perdí... —el llanto no lo deja terminar— La perdí porque ahora no es más que una enferma psiquiátrica la cual no puede dar dos pasos sin supervisión.
—Es fuerte, saldrá de esto.
—Mi talentosa hermana ahora es una desquiciada que ni siquiera sabe cómo se llama.
La culpa recae de nuevo al recordarla siendo ella. Tuviera o no problemas conmigo, nadie merece acabar de semejante manera.
—Bratt yo... Daría todo por componerlo —le limpio la cara— De tener un deseo pediría acabar con tu sufrimiento.
—Vámonos —propone con ojos llorosos— Querías irte, nos marcharemos lejos, solos, cúrame con tu presencia.
Le beso la punta de la nariz.
—¿Cómo curo las heridas de otro si ni siquiera puedo curar las mías?
—Podemos ser felices, yo puedo protegerte, puedo...
—A la antigua Rachel si, a está no.
—Déjame intentarlo...
—Soy una adicta... —le suelto— Duele reconocerlo, pero es la verdad. Soy una adicta al HACOC, no estoy bien, ni lo estaré por mucho tiempo.
Baja la cara decepcionado.
—Si no es conmigo entonces será con él. La oportunidad que me niegas se la darás al que crees amar.
Se aparta.
—¿Y dónde quedamos los lastimados? ¿Las víctimas de la tragedia? Porque seguramente te llevará a un lugar recóndito, esperará a que te recuperes, se convertirá en tu héroe y lo amarás más de lo que lo amas ya, mientras mi hermana y yo nos quedamos aquí, viendo como son felices. Nos quedamos como espectadores de la bella historia de amor que terminará en llantos e infidelidades.
—Bratt...
—Déjame terminar —me interrumpe— Te amo Rachel, el amor no es egoísta y te juro que no tendría problema en apartarme si tuviera la garantía de que te hará feliz, si tuviera la certeza de que no será efímero. Me iría lejos si supiera que te dará todo el cariño y amor que te mereces. lamentablemente no te dará nada de eso, por un momento creí que lo haría cuando movió cielo y tierra para encontrarte. Dudé de mis acusaciones y llegué a pensar que en verdad le importabas. hasta que lo vi con Angela un día antes del rescate. Mientras unos se preparaban para no fallar, él se dejaba chupar la polla de otra.
Ignoro la punzada que me ataca el pecho, con tantas cosas se me olvidó que él está con ella. Siento rabia conmigo misma, era obvio que mis recuerdos no eran más que alucinaciones absurdas.
—Nunca te hará feliz, mira a mi hermana, mírame a mí. Lo queríamos y nos volvió la vida un infierno —saca el móvil— Míralo con tus propios ojos.
—No, no estoy para...
—Convéncete y sácatelo de la cabeza.
Va a la galería de fotos.
—Si te amara no haría esto —reproduce un vídeo, no tiene buen enfoque, pero se puede apreciar las figuras toqueteándose.
Los reconozco a los dos.
— No es hombre de una sola mujer y eso es algo que debes entender.
El teléfono desaparece en menos de nada volviéndose añicos contra la pared, para cuando quiero levantarme ya tienen a Bratt contra la mesa.
—¡Estoy harto de tus intromisiones! —le grita Christopher molesto— ¡Esta es la última que te dejo pasar porque a la próxima, te mato!
—¿Te pesa que le muestre lo que eres?
Le rompe la nariz con un puñetazo.
—¡Hijo de puta! —le escupe Bratt— ¡No puedes defenderte de otra forma que no sea sacando la mierda que eres!
—¡Déjalo! —lo tomo del brazo para que lo suelte— ¡No lo lastimes!
Bratt lucha por zafarse, mas no lo suelta, lo toma del cuello inmovilizando contra el metal.
—Envidia —lo asfixia.
—¡Christopher!
— ¡Mi actitud de mierda ha logrado más que tu papel imbécil!
—¡Déjalo en paz!
No tengo fuerza para apartarlo, los soldados abren la puerta y...
—¡Sepárenlos! —ordeno y toman a Christopher alejándolo de Bratt.
—¿Ese es el animal que tanto quieres? —susurra Bratt en el piso.
—No lo provoques.
—Fuera de aquí —lo echa el coronel.
—No la voy a dejar contigo.
Se rehúsa, entonces Christopher lo termina sacando por las malas, atropellando a los soldados.
—Señor el juicio —intentan decirle, pero no razona.
—Fuera todo el mundo —los saca a todos— Nada empieza hasta que yo lo demande.
Estrella la puerta respirando hondo antes de encararme. Retrocedo, su mano viaja hacia mi mejilla enfocándose en mis ojos, encendiendo la hoguera que tanto me cuesta controlar.
No puedo describir todo lo que me transmite con su mirada. Como si no le bastara con tan solo verme, es que necesita tocarme, abrazarme, llevarme contra él, poniéndome a escuchar los latidos que retumban en su pecho.
Quiero abrazarlo, confesarle todo lo que siento, que mi mejor lugar en el mundo es estar entre sus brazos, sin embargo, el pánico me paraliza. Es por ello que no lo hago, no quiero que me vuelva a lastimar.
Tiemblo bajo el calor que va apagando los miedos. Él, su fragancia, sus brazos que me hacen sentir como si estuviera en un refugio donde nada ni nadie podrá tocarme. Creo que puedo cerrar los ojos y dormir sin miedo a que me despierten las pesadillas.
—El juicio —pongo distancia.
—No tienes que ir si no quieres.
Acorta el espacio que nos separa.
—No —vuelvo a retroceder— No te acerques otra vez.
—¿Por qué no? —me toma de los hombros aprisionándome contra la mesa— Llevo días esperando esto.
Lo aparto.
—Sabrina está hospitalizada, no deberías estar aquí, ella te necesita más que yo.
—No me importa Sabrina —confiesa— Estuve semanas buscándote para que ahora me digas que corra a los brazos de esa maldita loca.
—Esta así por nuestra culpa.
—No, está así porque es una desquiciada compulsiva...
—Te quiere.
—Me vale mierda —se pasa las manos por el cabello— No me importa que se haya vuelto loca, no me importa que Bratt sufra, me vale que su hermana sea una tonta incapaz de superarme. Por mí pueden ponerse una soga en el cuello y ahorcarse de forma simultánea.
Lo veo y recuerdo al mismo Christopher que me rompió el corazón tres veces.
—Tenemos cosas más importantes en que pensar, la situación no está para corazones rotos ni intentos suicidas —continúa— Debo ponerte a salvo.
—No es tu obligación.
—No lo es —me toma la cara para que lo mire— Pero quiero hacerlo.
Niego atragántandome con las ganas de llorar.
—¿Cuál es el problema? —replica— ¿Bratt?
—No quiero lastimar a nadie.
—Rachel, ahora solo importamos tú y yo —enlaza mi mirada con la suya.
—No hay un tú y yo.
—Sabes que si lo hay —se aparta— Siempre lo hubo y siempre lo habrá.
—Debemos tomar distancia.
—¿Por qué? ¿Por qué medio mundo se opondrá a que estés conmigo? —respira hondo— ¿Si me quieres que importa? Ya está, tienen que asimilarlo.
Niego y termina con las manos aferradas a mi nuca.
—Hazme caso —acerca nuestras bocas— Ven conmigo y nadie te pondrá un dedo encima. Te juro que Antoni no te va tocar.
Inhalo su aroma perdiendo la batalla, estoy tan lastimada que lo único que quiero es tener la opción de coser los malditos rasguños que tengo en el alma.
—Te temo a ti tanto como a él —se me salen lágrimas— Tu también me rompiste.
—No nos compares —aprieta los dientes— No me pongas en la balanza...
—Tu matas sentimientos, Christopher. Tus armas duelen más que las de él.
—Si intentas que me sienta mal...
—No tengo que intentarlo ni desgastarme en lo que no va a pasar —admito— A ti nada de esto te pesa.
—Para sentir culpa hay que estar arrepentido y yo no me arrepiento de lo que hice.
—¿De nada? Bratt era tu amigo, entre los dos lo volvimos mierda ¿Y no sientes nada?
Niega.
— Tiene que superarlo, no voy a sacrificarme por nadie, tú tampoco tienes que hacerlo. Que sufra lo que tenga sufrir hasta que le deje de doler. No quiero la carga del remordimiento para nosotros porque ya pasó. Llore o no llore las cosas seguirán siendo igual.
—¿Algún día dejarás de actuar como un témpano de hielo? Debajo de toda esa soberbia y frialdad debe haber, aunque sea...
—Te amo —me interrumpe y da dos pasos hacia mí— ¿Es lo que necesitas escuchar? Porque lo hago, te quiero, te amo, te adoro. No soy de palabras románticas, me cuesta decirlas. No soy el tipo que estará a tus faldas predicándote amor eterno, en cambio soy del tipo que hará lo que sea por mantenerte a salvo. Necesitas protección, respaldo no un cotillero de mierda que te lamas los pies y quiera mantenerte viva a punta de palabras bonitas.
Me toma de la nuca. No puedo creer lo que acaba de decir, levanta mi mentón enlazando mi mirada con la suya.
—No lo oirás seguido, pero te quiero.
Mi aliento se funde con el suyo cuando se aproxima, pero coacciono posando la mano en el centro de su pecho. Si dejo que me bese estaré a sus pies otra vez.
—Lástima —sollozo— Que te hayas dado cuenta hasta hora.
—¿No sientes lo mismo?
—Claro que siento lo mismo. La palabra te amo no abarca todo lo que siento por ti, pero una cosa es quererte y otra es dejar que vuelvas a lastimarme.
—No va a pasar.
—¿Cómo me lo garantizas? Todo te vale, nada te importa, te prefieres a ti por encima de los demás. No me voy a jugar el corazón contigo porque ya lo hice y no salió bien.
—Te lastimé, lo reconozco, es que no estaba seguro de lo que sentía. Tenía miedo, aún lo tengo porque no quiero cambiar ni que me cambien...
—Tres veces —lo interrumpo— Me abrí tres veces y no sé cuál de las tres fue peor. Pueda que no quieras a alguien, pero eso no te da motivos para destrozarla por dentro.
—No quería destrozarte, quería que te alejaras.
—No era necesario hacerme sentir como una golfa, tildarme como lo peor del mundo, ni revolcarte con otra en mis narices. No teníamos compromiso, no me debías nada y aun así fue injusto lo que hiciste —le suelto— Sabías lo que sentía por ti, eras consciente de lo mucho que te quiero pero no te importó. Me partiste el corazón una y otra vez, no voy permitir que lo vuelvas a hacer. Algo me dice que me darás un golpe mortal del cual no podré reponerme.
Seco mis lagrimas
—Me duele, pero no voy a esperar a que tu amor sea más grande que tus miedos.
Se aleja.
—¿Actuarás como una cobarde? —inquiere— ¿Te quedarás con el "Pudo ser"?
—No puedes juzgar a alguien de cobarde después de vivir lo que he vivido. Rompí corazones y me rompieron el mío, perdí seres queridos, me destrozaron por dentro y por fuera —me arde la nariz— He sobrevivido al dolor una y otra vez enfrentándome a un sin fin de asesinos, casi me matan y aún sigo aquí. Sería una tonta si me las doy de valiente y me lanzo al vacío por ti. Te amo Christopher Morgan, pero ya no quiero sufrir más ni por ti ni por nadie.
—Estás adivinando las cosas sin darme la oportunidad...
—Mira a nuestro alrededor —lo interrumpo— Mira lo que causamos siendo amantes, medio salió a luz y casi hay un muerto de por medio. No lo adivino, los hechos me lo están demostrando. No te quiero en mi vida porque a diferencia tuya a mí si me importa el mundo que me rodea.
Se yergue tensando la mandíbula.
—No voy a rogarte, si lo quieres así, esta bien.
—Señor, el juicio... —interrumpe uno de los soldados.
—Por mi parte no volverás a escuchar un te amo —se encamina hacia la salida—Tú me olvidas yo te olvido, ese es el nuevo trato ahora.
Lo dejo ir, estoy vuelta pedazos lidiando con algo que duele más de lo que creí. Me lavo la cara antes de dirigirme al juicio.
El consejo internacional está regido por los representantes de cada continente. Su jerarquía depende del apoyo que tengan por parte de los miembros secundarios. Alex Morgan es el máximo jerarca de todos, aquí y en el mundo.
Hay más público del que pensé, mi familia, mis compañeros, Gauna, el consejo nacional, Bratt, Joset y Martha.
Tomo asiento en la silla de los acusados, mi abogado me explica los pasos a seguir mientras Christopher toma lugar frente a mí.
Alex se ubica en su puesto de máximo jerarca, es quien tiene la última palabra. El juez lo único que hace es exponer puntos, dar aportes para que todos puedan ponerse de acuerdo y tomar decisiones unánimes que no dejen a nadie insatisfecho.
El juez se hace presente mientras todos guardan silencio.
—Teniente James —habla— Está aquí por haber incurrido en cláusula número cuatro del reglamento interno de la FEMF "Ocultar información a sus superiores" También se le acusa de una posible colaboración con Antoni Mascherano.
Se desencadena una ola de murmullos.
—¿Qué dice en su defensa?
Explico con detalle cada situación, se presentan pruebas de mi persecución hacia Antoni, mi anillo de seguridad, mis signos de tortura y reciente adicción.
Se me suben los colores cuando Olimpia y Johana se acercan a dar sus conclusiones.
—El consejo europeo realizó una ardua investigación la cual comprueba y asegura que la teniente James no colaboró con los Mascherano —habla Olimpia— La mano de Antoni no hubiese sido torturada ni amenazada como lo fue la teniente James. Se comprobó que ocultó información por miedo a perder su puesto como agente especial y se concluye que no pudo haber brindado información sobre la FEMF ya que los Mascherano pedían unicamente información sobre el coronel Morgan, no sobre la entidad en general.
Johana entrega la evidencia al fiscal de pruebas.
—El USB tiene pruebas del porque no lo traicionó.
Siento una punzada en el estómago cuando conectan el aparato a la pantalla gigante.
—¿Es necesario? —replica Bratt desde su puesto.
La contraparte replica.
—Por supuesto que es necesario —espeta el juez— El juicio no se acaba hasta que todos se pongan de acuerdo.
—¡Siéntate! —le ordena Christopher.
—Señor fiscal presente las pruebas, por favor.
«Vida de mierda» La pantalla se enciende y aparece la primera imagen. Christopher y yo en Cadin.
Son diapositivas llenas de fotos de nosotros dos capturados en flagrancia, pantallazos captados por cámaras.
Ebria frente a su edificio, fotos besándonos en el Aston Martin. La puta cámara captó todo con detalle.
Él frente a mi edificio esperándome para hablar, los dos en el palco privado del teatro central, allí estoy sentada sobre sus piernas mientras él me agarra los pechos.
El beso bajo la lluvia, el beso en el hospital cuando estaba convaleciente, saliendo con la ropa destrozada con su camiseta encima después de la discusión por lo del preservativo.
Joset y Martha me quieren comer con la mirada, la cara de Bratt no tiene descripción. Mis hermanas están con la boca abierta y mi madre no me mira.
Mis compañeros se quedan en silencio, Angela e Irina se quedan en shock.
La presentación acaba con la declaración del Sheriff de Cadin.
—Los encontré fornicando un viernes por la noche —le dice el anciano a la cámara— Por un momento pensé que la estaba forzando, espero que él no vea esto, pero pienso que es un patán, malcriado y atrevido. Ella se mostró amable y aseguró que estaba ahí por su propia voluntad, le volví a preguntar. El vestido roto y los movimientos bruscos que hacia el auto mientras los observaba decían otra cosa...
—Amantes —concluye el juez— Bastante atrevidos por lo que veo.
Me siento diminuta. Observo a mi papá, me sonríe, siento pena por él, solo intenta disimular su decepción.
—Se tiene claro que la teniente James es inocente en lo que se le acusa —se levanta el ministro representante de Asia— Pero seguimos teniendo la amenaza de los Mascherano, es obvio que nos atacarán hasta que no la entreguemos, no hacen otra cosa que lanzar advertencias.
—Hay muertos por todos lados —interviene la jerarca de América— Londres ha sido bombardeada seis veces esta semana, en Washington yen New York no paran los atentados.
—Ya hay muchas victimas.
—No podemos entregar al agente —habla el juez— Podrían usarla como arma contra nosotros.
—La familia James está en peligro —insiste la americana.
—Lacey —replica mi papá— Tengo todo bajo control.
—No Rick —lo regaña— Aquí nada está bajo control. No tengo nada contra ti Rachel, eres uno de los mejores agentes de esta central y admiro que estés aquí después de haber pasado por tanto, pero no puedo permitir que se repite una masacre como la de la familia Smith.
Asiento, no puedo alegar si tienen razón.
Si las cosas siguen así terminaremos como la familia de Harry ya que Antoni no va a dejarme en paz.
—Tenemos la solución a eso — habla el ministro Morgan— Rachel estará bajo la protección del coronel, nadie sabrá de su paradero. Armaremos un fuerte donde recibirá la ayuda médica necesaria y la familia James también estará bajo nuestra custodia.
—¿Cuántos soldados morirán en la tarea? —pregunta el ministro africano— El plan no garantiza la vida de nadie.
Contemplo a las cuatro personas que tanto amo «Si tan solo hubiese pensando antes de actuar» No puedo ser injusta ni egoísta.
—Toda decisión tiene riesgos —continúa Alex— No hay más alternativa que ésta.
El ministro concluye y el juez se pone de pie.
—Definición de la decisión —concluye— La teniente Rachel James será entregada al amparo del coronel Christopher Morgan...
—No acepto la decisión —me levanto y todos se quedan en silencio— Exijo un exilio definitivo.
—Rachel no —mis padres se ponen de pie.
Sé lo que conlleva e implica. La sala se vuelve un caos de murmullos y comentarios, Bratt intenta acercarse y no se lo permiten mientras Christopher no se mueve de su silla.
—Agradezco su ofrecimiento coronel, pero es mi familia la que está en riesgo, no me importa el tener que alejarme si sé que estarán bien.
—Teniente James, ¿Tiene claro lo que implica un exilio definitivo? —pregunta el juez.
—Si señor.
—¡No, no lo acepto! —alega papá.
—Es mi decisión, no puedes intervenir.
—¡Abogado!
—Le quitó el derecho a que me represente.
—Mi exilio, mi decisión, me despojo de mi cargo e identidad —bajo del púlpito — Antoni dijo que solo muerta dejaría de molestarme, con pruebas de mi muerte dejará de buscarme y de atacar a mi familia.
—El consejo internacional apoya la decisión —habla Lacey.
—¿Ministro Morgan? —pregunta el juez.
Alex mira a su hijo, éste ni se inmuta.
—Por favor señor —le pido al ministro— Quedarme es peligroso y lo sabe.
—Alex —lo llama Christopher— Tenemos un acuerdo.
—No puede pactar acuerdos sin nuestro consentimiento —alega el concejo.
— ¡Un receso, por favor! —suplica mi madre desde la tribuna— Rachel, sal y tomemos la decisión en familia.
Se me parte el alma al verla llorar, comprendo su dolor, no volverá a verme nunca más.
—Te quiero —susurro.
Miro al ministro a la espera de una respuesta.
—No sé porque presiento que te arrepentirás de esto —se pone de pie— Pero no soy quien para juzgar tus decisiones.
—No quiero que nadie muera por mí —explico.
—La apoyamos —insiste Lacey— De nada sirve omitir el exilio en este caso, irse es la mejor forma de protegerse.
—¡Alex no! —insiste Papá.
—Te concedo el exilio definitivo— lo ignora— Se llevará a cabo a primera hora de la mañana, reúnete con el equipo forense para que de los detalles de la supuesta muerte.
—Gracias, señor.
—Se levanta la sesión —demanda el juez.
Mi familia y mis amigos se aglomera junto al tribunal pidiendo hablar conmigo.
Johana se me atraviesa.
—No puedes verlos —advierte— En la mañana te daremos un par de minutos para despedirte.
Asiento, es mejor así. Creer que nunca estuve aquí, que verlos fue una de las tantas ilusiones.
Miro a Christopher que se levanta como si no hubiese pasado nada. Quisiera ser como él, indestructible, resguardarme en una coraza inquebrantable que me proteja, defendiéndome de todo y absolutamente de todos.
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No se pueden truncar los planes que el destino te depara, la salida de la FEFM estaba predestinada, fui yo la que me puse en plan de terca para querer evitarlo.
De nada sirvió querer protegerme, ocultar información dejando que otros murieran. Después de tantas vueltas concluí aceptándolo. Terminé suplicando por lo que tanto temía, peleé en contra del exilio y heme aquí, tomándolo como la mejor opción.
Me reúno con Alex Morgan en la sala de operaciones.
—Siéntate —ordena.
Está con el estratega del programa de protección a testigos.
—Es irónico que nos exijas a lo que tanto le huías —habla Alex— No sabes todo lo que hice para que la palabra exilio quedara totalmente descartada.
—Lo sé señor. Agradezco su ayuda y la del coronel, pero es lo mejor.
—Antes de dictar una sentencia definitiva quiero que me digas que tan segura estás de esto, porque si pones un pie fuera de esta central te resignas a perderlo todo. Serás un soldado X el cual afrontará el exilio al pie de la letra —advierte— Rick es mi amigo y Christopher mi hijo, ambos sientes cosas por ti, sin embargo, no voy a dejar que intervengan o quieran verte cuando te vayas. No he llegado aquí dando el brazo a torcer.
—Tengo todo claro.
Abre la carpeta que está sobre la mesa.
— Leí la carta que te envió Antoni, la amenaza es clara "Hasta que la muerte nos separe" —analiza— Pensé en fingir un suicidio, pero eso podría causar repercusiones queriendo cobrar venganza al no hacerle caso, así que optaremos por otra cosa.
Extiende una hoja con un bolígrafo.
—Quiero que redactes una carta confesando que aceptas volver con él. Asegúrale que necesitas la droga y por ello te das por vencida.
Encienden la pantalla frente a mi mientras el estratega del PPT se pone en acción «PPT: Programa de Protección a Testigos»
—Ella es Martina Valverde — indica— Condenada a pena de muerte por haber masacrado a nueve personas en un restaurante al sur de la ciudad, de niña mató a su padre, luego se fue a los Estados Unidos. Mató a cuarenta personas en más de veinte estados, volvió a Londres y cometió la masacre.
—La haremos pasar por ti —explica el ministro— La enviaremos a la guarida de los Mascherano y la mataremos antes de que llegue. Le haremos creer que nos dimos cuenta de la huida, por eso, preferimos matarte antes de que nos traicionaras.
Reparo la foto, nos parecemos en el tono de piel, el color de cabello. La altura y la figura también se asemeja.
—Sí Antoni cree que quisiste volver se compadecerá dejando a tu familia en paz —habla el del PPT— Te verá como la damisela que intentó volver a su brazos.
Tiene lógica, con la adicción es normal que quiera volver.
—Pídele en la carta que no vuelva a tocar a tu familia, que es lo único que exiges para volver. Tiene que verse creíble, redáctala ya. Pondremos el plan en marcha en menos de una hora.
—Tenemos sospecha de la ubicación de uno de sus espías —añade el del PPT— Dile que estarás atenta a una respuesta.
Tomo el bolígrafo organizando las ideas que plasmo en el papel.
Redacto la carta cargada de desespero (Tampoco es que lo esté fingiendo) Ya que pese a estar aquí sentada fingiendo que no me afecta, sí lo hace. Los espasmos son difíciles de disimular.
El sudor es excesivo como los ataques que me aceleran el ritmo preguntándome si algún día saldré de esto.
Miento en la decisión de la FEMF: Escribo que me declararon culpable por ocultar información, que me meterán en prisión y que no puedo estar allí sin el HACOC, le explico que logré huir pero tengo a donde ir, que he intentado controlar las ganas con heroína y cocaína, mas no es suficiente ya que la angustia es demasiada.
Concluyo con la abstinencia acabándome por dentro, con las malditas ganas de salir corriendo, de cortarme o ahorcarme para así terminar con este cáncer psicológico.
—Pondremos en marcha el plan. Lo más probable es que responda con otra carta ya que sabe que podemos intervenir los aparatos electrónicos —explica el ministro— Te avisaré de cualquier novedad.
Me mantiene aislada por casi seis horas. Seis horas que me dejan vuelta nada, la debilidad me atropella, me siento mareada. Los ataques de pánico me toman y me dejan caer alucinando lo que no es. Sumergiéndome en una depresión que me encierra al punto de arrinconarme.
Cada vez que cierro los ojos lo veo persiguiéndome, cazando a mi familia, me imagino a mis hermanas violadas, siendo prostituidas y maltratadas.
—Mordió el anzuelo —el del PPT viene por mi— Mandó a recogerte a las afueras de la ciudad.
Me llevan a la sala audiovisual, Patrick y el ministro están con las cámaras enfocadas en un solo objetivo.
—Pon atención —piden.
La cámara muestra a alguien en el interior de un vehículo (Un camión tal vez) El tipo de panorama que vez cuando pides que te lleven de gratis.
El que trae el dispositivo baja en medio de la nada. Por el enfoque se puede decir que la trae en algún botón o cierre del abrigo. La otra cámara muestra a la mujer con más detalles, viste vaqueros, lentes y una sudadera que le cubre la cabeza.
Quien se hace pasar por mí camina por la carretera vacía mirando hacia todos lados, el camión continúa con su viaje mientras ella camina un par de kilómetros con las manos metidas dentro de los bolsillos de la sudadera. La noche resta visibilidad, se observa que en metros más adelante aparece un vehículo sospechoso.
—No quiero que duela —susurra la mujer— No quiero sentir dolor cuando suceda.
El conductor del auto baja para abrirle la puerta mientras ella se acerca.
—Corre —le ordena el ministro y ella obedece.
Empieza a correr hacia el vehículo hasta que un disparo resuena atravesándole la cabeza, cae. Los agentes salen de la nada como si estuvieran en una emboscada. El conductor no duda en devolverse huyendo de la escena a la velocidad de la luz.
—Misión cumplida ministro —informa en el radio.
—Acabas de morir Rachel James —me dice el ministro— No solo para la mafia también para la FEMF.
Siento un vacío en el centro del pecho, creo que estoy muerta hace mucho tiempo.
—Ya saben lo que tienen que hacer —ordena Alex antes de irse.
Dejo que me trasladen al estudio de Mónica, ella ya me esta esperando, me palmea la silla para que me siente frente al espejo.
«Odio tanto esta Rachel» Sin color, con el rostro desencajado y los labios partidos.
Monica suelta mi cabello ubicándolo detrás de mis hombros. Toma la medida de mi barbilla desencadenado el llanto cuando lanza la primera cortada, las tijeras acaban con la melena azabache.
Hace lo suyo quitándome el color y tinturando como lo demanda el protocolo, esta vez no es temporal, ahora es para siempre.
—Venga, no te pongas así —la estilista intenta darme consuelo— Las rubias nunca pasan de moda.
—Tienes que pasar desapercibida siempre —indica Johana, la chica de asuntos internos.
Ahora soy una rubia de ojos negros que esconde su figura con ropa ancha.
—Así tienes que vestir desde ahora en adelante —explica Mónica— Cada seis meses cambiarás de estilo.
—Debes entregar el cargo asumiendo el exilio con el uniforme puesto —añade Johana— Tienes una hora para cambiarte y despedirte. Tu allegados te esperarán en la pista.
Asiento abrazando la mochila que alberga mi nueva vida.
En lo personal siempre he detestado las despedida, en especial cuando es con la gente que amo. Mi habitación se ve bonita por tonto que parezca.
Hago un cheque para Lulú asegurándome de que le sirva para empezar sus sueños ejerciendo lo que sabe. Ella merece embellecer mujeres con sus locos consejos.
Busco la cadena de Harry, lo correcto sería dejársela para el bebé, pero es lo único que me queda de mi amigo y quiero sentir que todavía me acompaña. Meto el anillo de Bratt en la cadena «Una manera de recordarlo» Es lo único de lo que puedo disponer ya que la FEMF se ocupará de lo que queda.
Me coloco el uniforme oficial, acomodo las medallas, guardo la placa y el arma especial. Normalmente es la que menos se usa,sin embargo, para nosotros tiene un valor sentimental
La deslizo dentro de la correa que tengo en el muslo «Con el uniforme oficial es ahí donde la portan las mujeres»
Busco mis documentos, tomo la mochila y le echo un ultimo vistazo a mi alcoba antes de salir «Como me gustaría que fuera un hasta pronto y no un hasta nunca»
Meredith y Alan me esperan en la salida, ambos me dedican el debido saludo antes de escoltarme hacia la pista.
Respiro hondo, mi familia, Luisa, Simón, Alexandra, Irina, Brenda, Scott, Angela, Laila, Parker, Patrick Y Bratt esperan por mi, quisiera omitir ésta situación ya que es como patear lo poco que queda de mí.
—Rachel —llora mi mamá—Si tan solo lo pensaras otra vez...
—Déjalo estar —la abrazo— Tenemos poco tiempo, no lo gastemos en mis súplicas.
Se aferra al uniforme como si eso pudiera detenerme.
—Te amo —le susurro, sé lo duro que es para ella, durante años ha querido tener a su familia completa y ahora no volverá a verme nunca— Prométeme que lo vas a superar.
Niega.
—Prométemelo —la obligo a que me mire— No estaré tranquila si no lo haces.
—Te lo prometo.
La vuelvo a a abrazar, hago lo mismo con mis hermanas. Sam me ruega que no lo haga y a Emma el llanto no la deja hablar. Paso hacia los brazos de mi papá que me sujeta con fuerza.
—Eres fuerte y valiente —dice en medio de sollozos— Y eres mi mayor orgullo ¿Lo entiendes?
Doy un paso atrás plantándome firme ante él.
—Sí, mi general —le dedico un saludo militar— A mí también me enorgullece llevar su sangre.
Vuelve a abrazarme, para colmo, le cuesta soltarme para que pueda despedirme de los otros. Luisa no me da la cara cuando intento acercarme.
—¡Nunca te voy a perdonar esto! —espeta en medio del llanto— ¡Tu terquedad me robó a mi mejor amiga!
La tomo a la fuerza antes de entregarle el cheque para Lulú.
—Te adoro —le beso la coronilla.
—Y yo a ti —tiemblan entre mis brazos— Nunca nadie va a ocupar tu lugar, te lo juro.
—¿Delante de quién me voy a pasear desnudo ahora? —me dice Simón.
Ruedo los ojos pegándole un pequeño puño en el brazo.
—Si los haces delante de tus empleados te demandarán por exhibicionista —bromeo dejando que me abrace— Cuida mucho a Lou.
Asiente con los ojos llorosos, sigo donde está Laila.
—Perdón por lo de las vacaciones —le digo a Laila— Espero que me perdones por haber callado tanto, creo todo hubiese sido más llevadero con tus consejos.
—Nene —me abraza llorando—No tengo nada que perdonarte, no tienes que sentirte mal. Lo único que debes tener en mente es lo mucho que te queremos y echaremos de menos.
Le limpio la cara.
—Te voy a echar mucho de menos, no creo volver a conocer alguien tan único como tú.
Nos abrazamos, creo que Brenda es una de las personas que más me duele dejarla.
—No llores más —la traigo hacia mi pecho— Es malo para el embarazo.
—Prometiste estar aquí... y Ahora nos dejas...
—Cuida mucho a mi sobrino —la interrumpo— Y nunca, pero nunca olvides que Harry te ama como la primera vez.
Le beso la frente antes de continuar.
—Júrame que serás un buen padre —le pido a Scott— Tienes que llevarlo al fútbol o a clases de béisbol.
Niega.
—Será Ballet y patinaje, porque es una niña.
Dejo que me bese las mejillas, al igual que Luisa, lo conozco desde que éramos niños. Sigo con Dominick que es el que más lejos se mantiene.
—El rubio no te queda —me dice— Lo siento, pero no puedo callarme las verdades.
Le paso los nudillos por el rostro.
—Siempre te verás mejor en mi retrato —sonríe.
—Definitivamente. Gracias por hacerlo.
—Enamoramiento de adolescente —se encoge de hombros— Ya lo superé, fue bueno sentirlo mientras duró.
Me da un beso en la mejilla.
—Merecías un final feliz, tal vez conmigo en el mundo alterno que mencionaste una vez.
—Hubiese sido un gusto conocerlo, capitán.
Le devuelvo el beso.
Patrick y Alexandra me abrazan al mismo tiempo, aprovecho para agradecerles por la ayuda en el rescate.
—Evita los problemas —advierte Patrick.
—Y a los mafiosos —añade Alexandra.
Bratt está apartado del grupo, es el último que se acerca. Se ve como yo; Apagado y con los ojos hinchados de tanto llorar.
—No me arrepiento de nada de lo que hice a tu lado —confieso— Fuiste y siempre serás mi primer amor.
Intenta contener el llanto.
—Te amo —me besa las manos— No me importa tener que esperarte una vida.
—Sabes que no voy a volver —le tomo la cara para que me mire— Y necesito que me prometas que soltarás lo que sientes por mí dándote la oportunidad de ser feliz.
—No lo seré sin ti.
—Claro que puedes, hay miles esperando por ti. No le niegues a nadie todo lo maravilloso que puedes dar.
Nos fundimos en un último abrazo que se rompe cuando mi capitán llega a despedirse.
—Un honor ser su mentor teniente James —me dice y asiento dándole el debido saludo.
Alex llega con Johana, Gauna y el coronel que ni me mira. Solo se concentra en la mesa improvisada que arman. Johana toma los documentos dando inicio al protocolo.
—Teniente Rachel James —empieza— Hemos sido convocados el día de hoy, 12 de noviembre del presente año, para dar la revocatoria definitiva de su servicio en la FEMF, dando cumplimiento a la ley del código penal «Exilio definitivo»
Las palabras golpean.
—A partir de este momento deja de pertenecer a las filas del ejército inglés, pierde su cargo como teniente de la tropa Alpha, el control de su identidad y cualquier cosa vinculada con dichos parámetros. Sus cuentas e inmuebles serán usados y administradas por la FEMF.
Paso saliva tragándome los sollozos.
—Como soldado exiliado no tendrá ningún tipo de contacto con su familia, ni amigos y se le restringe el uso tanto de herramientas tecnológicas como medios de comunicación —continúa— A partir de hoy pierde todo tipo de contacto con el mundo que conocía, se someterá a las reglas del exilio, deberá cumplir al pie de la letra las órdenes que demande la entidad a la hora de moverla de un sitio a otro. Tiene rotundamente prohibido revelar su posición.
Recalca.
—A partir de este momento deja de llamarse Rachel James Michels y asumirá la identidad que la Fuerza Especial Militar del FBI quiera imponerle, ¿entendido?
—Sí.
—¿Son clara las condiciones?
—Sí.
—Las personas presentes serán tomadas como testigo de su decisión, al estar bajo la mira de un grupo delictivo, el ejército especial la declara como dada de baja. Los presentes deben acogerse a dicha regla. Tienen prohibido mencionar el exilio y revelar información a terceros, desde ahora en adelante deben asumir que el soldado murió mientras huía. ¿Es clara la información para los presentes?
Todo el mundo asiente.
—Firmarán un documento juramentado donde prometen no decir una sola palabra, al incumplir dicho trato serán expulsados de la entidad y judicializados por fuga de información.
Baja la hoja.
—¿Algo que quiera declarar antes de entregar su nombre, cargo y posición?
Niego.
—Teniente James —continúa— El consejo internacional de la FEMF la exilia de forma definitiva del ejército 445808 a cargo del coronel Christopher Morgan. Entregue su arma, identificación, placa y medallas.
En cuanto lo haga seré un ser X sin vida, nombre, cargo y autoridad. Todo me tiembla, el pecho se me estremece de una forma tan abrupta que por un momento temo a flaquear.
—Teniente proceda, por favor.
Christopher está frente a la mesa mientras Alex y Gauna esperan a un lado. Miro al hombre que tanto quiero y no puedo evitarlo, las lágrimas se deslizan solas mientras el alza el mentón endureciendo la mandíbula.
—Frente en alto soldado —ordena con firmeza.
Mi mirada se enlaza con la suya y es cuando más tiemblo «Menuda vida de porquería que no deja de aplastarme» Maldita rabia cargada de la tristeza que me ahoga.
Arranco las medallas «Creo que también mi corazón» Saco el arma, busco la placa y mi identificación deslizando los objetos sobre la mesa. No sé de donde carajos saco las fuerzas para erguirme frente a él dedicándole un saludo militar.
—Fue un gusto estar en su ejército, mi coronel.
No me baja la mirada, solo empuña mi placa pasando saliva mientras yo grabo las facciones de su rostro. La mandíbula cincelada, los ojos grises y las pestañas pobladas. Me limpio las lágrimas y él recoge todo.
—Hasta nunca soldado.
No mentía al decir que no volvería a escuchar un te amo por parte suya.
—Es hora —ordena el ministro.
Le sonrío a mi antigua vida antes de encaminarme al avión.
Las súplicas de mi madre, el llanto de mis amigas y él te quiero de mi papá me terminan de destrozar por dentro.
Es duro, pero tiene que ser así.
Tengo que aprender a vivir con mis cicatrices, no con las físicas. Las físicas sanan, las del alma son las que duran para toda la vida y con ellas se vive siempre.
Me voy convencida de que el amor no todo lo puede, porque hay llamaradas de pasión que destruyen amores inmensamente grandes. Me pasó a mí, te puede pasar a ti o cualquiera.
La vida nos da personas como Bratt Lewis, que te bajan el cielo haciéndote sentir un ser celestial que todo lo puede.
Nos da personas como Christopher Morgan, que no bajan el cielo, te llevan a él, te convencen de que no es suficiente, te queman en el infierno y te ponen a dudar de qué mundo quieres vivir.
Nos topamos con hombres como Antoni Mascherano; demonios disfrazados de humanos que lo único que hacen es volverte la vida mierda.
Abordo la avioneta.
Siento pena por los que lastime, por lo que deje ir y no pudo ser, me voy con la certeza de que el pecado es malo, que duele, pero es placentero y que dicho placer trae consecuencias imborrables.
Parto con la meta de olvidar al hombre que tanto amo, porque por mucho que lo quiera no voy a dejar que el mundo se destruya a causa del desastre que somos juntos. No sé si tardará meses, años o si no lo superare nunca, pero de ahora en adelante debo enfocarme en eso, en olvidar, en ser alguien nuevo, con una vida nueva.
Dicha vida nueva trae la batalla contra mi adicción.
Ya no soy Rachel James, perdí, morí y ahora estoy sola.
No volveré jamás, de ahora en adelante viviré siendo una persona X.
***
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