Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 88

Tú y yo somos una familia feliz. 

5 de noviembre de 2017.

Londres, Inglaterra.

siete días después

Christopher.

El equipo de seguridad se despliega por la zona hospitalaria, me abren la puerta de la camioneta, hay cámaras y francotiradores en cada esquina. Miro el reloj, ya falta poco para que se acabe la hora de visitas

Recorro el pasillo encaminando al área de cuidados intensivos, el perímetro está lleno de policías y agentes encubiertos que me guían al área protegida. 

Me planto frente al vidrio. No fue una semana fácil, Rachel casi muere, Antoni escapó, por poco  no puedo salir de Italia, tengo a la prensa y al concejo encima. Acabé de llegar a Londres, las citaciones no han dado espera. 

Los Mascherano salieron a la luz, el mundo entero sabe de la amenaza que eso conlleva. La FEMF ha tenido que disfrazarse para combatirlo, le hacemos frente como, la DEA, la Interpol y el FBI. Ya no podemos maquillar los ataques y los atentados, la gente sabe del monstruo que estamos enfrentando.

Las centrales quieren escuchar las declaraciones de Rachel ya que la prensa se dedicó a mancharle el nombre con acusaciones amarillistas que empeoran su situación.

La señalan de poner a Londres bajo la mira, no alcanzó a casarse con Antoni, pero muchos especulan y aseguran que es su mano, que tarde o temprano vendrá por ella.

Los ataques por parte del italiano son cada vez más violentos. Le quité a Rachel, Isabel lo abandonó, Alejandro murió y Philippe sigue desaparecido. No está dando puntada sin dedal, cree que la teniente le pertenece. 

A ella le indujeron un coma, la herida que tenía le desató una hemorragia interna, tampoco quedó bien después de la agresiva reanimación a la que la sometí.

No me le puedo acercar. Por órdenes internas solo tiene permitido la visita de sus padres.

Después de la reanimación, la marina nos prestó servicios médicos más avanzados. La sedaron, la subieron a una avioneta que la trajo acá. Londres es nuestro refugio más seguro y el ministro no dudó en ponerla a salvo.

La observo a través del vidrio, está rodeada de monitores «No ha despertado todavía» 

Rick no le suelta la mano mientras su madre le cepilla el cabello a un lado de la cama. El agotamiento se hace presente, tengo los músculos tensos y adoloridos. Me la he pasado de aquí para allá planeando, ideando y contraatacando ya que la mafia mundial me está respirando en la nuca.

—Te ves fatal —comenta Alex a mi espalda.

Miro mi reflejo en el vidrio de la ventana, el cansancio se nota a leguas, llevo días sin dormir.

—Las guerras no dan tiempo para acicalarse.

Bratt aparece en el pasillo. 

—Sí que es persistente —Alex lo mira— Lleva toda la semana aquí, me pregunto si no tiene alguna tropa que gobernar. Se supone que estamos bajo la mira.

Lo ignoro, no estoy para disputas. Allá él si quiere pasar el resto de su vida sentado en la silla de la sala de espera. 

—Es raro —Alex no le quita la mirada de encima— Sabe que lo engañaron, lo pisotearon, se le burlaron en la cara y sigue aquí ¿a la espera de qué?

—No es asunto nuestro.

—Una cosa es que alguien te importe y otra es ser un idiota, se supone que se revolcó contigo estando comprometida. No para de rogar para verla ¿tiene la esperanza de que despierte y vuelva con él?

—Está enamorado...

—Tú también y es la primera vez que te apareces en toda la semana.

—¿Me reclamas?

—Para nada, solo hago conclusiones simples; él es el claro ejemplo de hombre ejemplar el cual se sacrifica hasta el último momento con la esperanza de quedarse con la chica, en cambio tú eres el que interpone un mundo ante de los sentimientos, como la tienes garantizada te vale mierda lo que pase a su alrededor.

—No hables de lo que no sabes.

No es que me valga mierda, simplemente no puedo quedarme de brazos cruzados teniendo una manada de maniáticos armando guerra. A diferencia de Bratt, yo sí sé a lo que me estoy enfrentando.

—La sacarán del coma —continúa Alex— Suspenderán el medicamento mañana en la mañana.

—Quiero entrar.

—No —me corta— Se dictaminaron reglas y hay que cumplirlas. Como ministro no puedo actuar de forma imparcial, el concejo tiene razón al querer mantenerla alejada mientras se esclarece qué fue lo que realmente pasó.

Bratt se levanta cuando ve salir a los padres de Rachel.

—¿Cómo está? —pregunta.

—Igual —Luciana lo abraza. 

—Váyanse a descansar —ordena Alex— No podrán verla hasta nueva orden, sin embargo, intentaré mantenerlos al tanto de cualquier novedad.

Rick se vuelve hacia mí antes de macharse.

—¿Hay noticias sobre Antoni? —Luciana respalda la pregunta. 

—¿Tu eres el coronel? —pregunta— ¿Fuiste el que la envió a Rusia?

—Luciana... —interviene Rick.

—¡No! —replica— Todo esto es su culpa, la envió a esa estúpida misión. 

—No la envíe, ella se postuló —aclaro. 

Las lágrimas le inundan los ojos. 

—Uno más que la juzga ¿hasta dónde llega la injusticia? Mi hija fue torturada y drogada por un asesino y encima tienen el descaro de echarle la culpa —me reclama— La maltrató, ya no volverá a ser la misma porque lo que le hicieron dejará marcas imborrables.

—No tenemos la culpa de eso Luciana —interviene Alex— Si no fuera por Christopher estaría encerrada todavía. 

—No pierdas el tiempo —Bratt la toma del brazo— No le dará importancia a lo que dices, solo se preocupa por él.

Lo veo como la asquerosa cucaracha que es, juro que si sigue así terminare pegándole un tiro.

—La camioneta está  lista —avisa uno de los escoltas.

—Te acompaño —se ofrece Bratt.

—Los alcanzaré en un minuto —informa Rick.

Espera que su esposa se marche con Bratt. 

—No tengo novedades sobre Antoni —hablo antes de que vuelva a preguntar— Lo último que sé es que se posesionó en su puesto de líder.

—Gracias —se lo ve cansado— Perdona a mi esposa, no conoce a Rachel tanto como yo, no sabe lo terca que es.

—No importa —Alex le palmea la espalda— Todos estamos tensos.

Asiente.

—La palabra "Tensión" No abarca la preocupación y la frustración que tengo. En menos de nada pasamos de ser una familia tranquila a estar con el corazón en la mano orando por Rachel —contesta Rick— Decidió guardarse todo... Y eso me pone a pensar que tan buen padre soy. No sabía que mi hija era asediada por un criminal, no tenía idea de que poseía un escuadrón de hombres como escoltas, Ni siquiera sabía que ya no tenía nada con Bratt.

Guardo silencio, si sabe lo de Bratt es porque sabe sobre los dos. No es que haya sido muy disimulado al besarla frente a los soldados. 

—Estamos en peligro —continúa— Tengo a Emma y a Sam encerradas. No sé qué hacer con Rachel, temo que la encarcelen por traición. 

—Eso no va a pasar —lo interrumpo— Seguirá siendo lo que es, una teniente de la FEMF. 

Asiente. 

—Eso espero.

—Ve a descansar —le dice Alex— Haré lo que esté en mis manos para que todo salga bien.

Se abrazan antes de irse. La cabeza me palpita, lo único que pienso es en que Antoni no puede tocarla si está conmigo. Recuesto la frente sobre la ventana, necesito que despierte, que hable, que diga lo que tiene qué decir para que dejen de joderla.

—¿Café?

Es Patrick con dos vasos en la mano. El ministro recibe una llamada, se va a hablar al fondo del pasillo.

Recibo el vaso yéndome hacia el sofá de la sala de espera.  

—Habla —pido.

—No sé por dónde empezar —empieza— Creo que me odiarás por no darte la información completa las veces que llamaste.

—¿Qué?

—Omití detalles ¿sí? —se deja caer a mi lado— La recuperación de Rachel es más grave de lo que pensábamos.

—Por supuesto que no será fácil, estuvo a punto de morir.

—La vi antes de que la sometieran al coma. La Rachel que vi no es ni el reflejo de la que conocíamos.

Se me cierra la garganta. Sé de lo que habla y no quiero oírlo.

—¿Y qué esperabas ver? ¿A Heidi en la pradera? Fue torturada por un hijo de puta, es obvio que no es la misma, necesita ayuda profesional.

—Es una adicta, Christopher... —me corta— El trauma no es nada comparado con el desastre que el HACOC causó en su sistema.

Conozco el funcionamiento de la droga, lo he visto, es un parásito que te carcome por dentro.

—La vi...—titubea— La vi cuando despertó del sedante... Alucinaba, decidía incoherencias mientras la aclamaba a gritos. Los efectos habían pasado y ambos sabemos lo que pasa cuando te dejas someter.

 «Adicta» De ese tipo de droga no se sale así porque sí.

—Me encargaré.

—Ella no está bien, Christopher, necesita más que ayuda. Tiene marcas en toda la espalda, su sangre muestra una alta dosis de psicoactivos, fue torturada con terapia de shock...

Levanto la mano para que se calle.

—Dije que me encargaré y eso es lo que haré. 

Asiente.

—Hora de irse —avisa Alex— El concejo te espera mañana temprano y no puedes presentarte así.

Estoy a nada de echar todo a la mierda. 

—Alisten las camionetas —le ordeno a los escoltas— Despejen el camino que nos dirigen hacia la central.

—No —se opone Alex— Te vas a tu casa a descansar. Eres un coronel y no te estás viendo como tal.

—No soy un crío el cual puedes mandar como se te antoja —me pongo de pie. 

—No, pero sí soy tu superior y las órdenes de los superiores se respetan —dos hombres se me posan a la espalda— No hagas que te lleve a la fuerza.

Sinceramente no tengo ganas de pelear, así que simplemente me encamino hacia la salida. Las camionetas esperan con las puertas abiertas, me coloco el chaleco antibalas y salgo a la acera rodeado de cuatro hombres. 

«Espero que esta mierda acabe rápido»

— Al fondo muñequito —Alex se desliza en el asiento de cuero.

—¡¿Qué haces?! —odio cuando se toma el papel demasiado en serio— Te estoy obedeciendo.

—Me aseguraré de que sea así —se ubica a mi lado— A Hempstead. 

Le ordena al conductor. Lo ignoro,  simplemente saco el Macbook trazando el plan a seguir. Envío los mensajes que se requieren. Debo armar una fortaleza, así que tomaré uno de mis inmuebles fuera de Londres. Lo reforzaré con toda la seguridad posible y recluiré a Rachel por el tiempo que sea necesario.

Puedo brindarle el médico o psicólogo que necesite. Le dejo un mensaje a la única persona que puede ayudarme en esto. 

—Supongo que le invitarás un trago a tu preocupado padre —habla Alex cuando la camioneta se estaciona frente a mi edificio. 

—Supones mal —recojo mis pertenencias— Ya llegué, ya puedes irte.

—Subiré de todos modos.

Me atropella cuando pasa.

—Me tomé la molestia de equiparte con el mejor equipo de protección —dice cuando estamos adentro— Tu casa es un bunker impenetrable.

Subimos al ascensor. 

—Te daría las gracias, pero hiciste exactamente lo que la FEMF tenía que hacer por recta obligación.

—Parece que hubieses sido criado por trogloditas.

—Por trogloditas no —se abren las puertas del ascensor— Por ti, sí.

Rueda los ojos siguiéndome hacia el vestíbulo. Freno el paso cuando mis ojos detallan el entorno que nos rodea.

La sala está llena de cuadros, también hay muebles nuevos mientras que en la pared principal cuelga un enorme retrato de Sabrina y yo juntos.

—¿Christopher? —Marie se asoma en el vestíbulo.

—¿Qué diablos está pasando?

—Cielo  —Sabrina aparece detrás— ¡Al fin llegas!

No la reconozco ya que no trae una gota de maquillaje. Tiene un vestido floreado y sandalias bajas, no hay el más mínimo rastro de la presumida y elegante mujer con la que me casé.

—¡Alex! —se arroja a los brazos de mi papá— Que gusto tenerte de visita.

El ministro voltea a mirarme con el cejo fruncido.

—¿Qué haces aquí? —trato de mantener la compostura.

Me planta un beso en los labios.

—Viniste con buen sentido del humor, somos pareja ¿dónde más tendría que estar?

Marie me indica que me calme mientras Sabrina me abraza como si fuéramos una pareja común y corriente.

—Te preparé la cena. Cociné lasagna, tu comida favorita.

—Sabrina...

Me ignora yéndose hacia el comedor. 

—Llegó hace tres días —explica Marie en voz baja— Intenté sacarla, pero ha perdido la razón. Trajo sus cosas, echó a Miranda y se posicionó como la señora de la casa. Christopher, necesita ayuda, cree que tiene una hija contigo. 

—¿Ésta es tu fortaleza? —le reclamó a Alex.

—Por favor, nadie le va impedir el paso a tu esposa. Se supone que estás casado.

—Tomen asiento  —pide desde la cocina.

«Lo único que me faltaba» Una loca desquiciada jugando a ser mi mujer.

—Llamaré a los escoltas para que la saquen.

—¡Espera! —me detiene Marie—Ella no está bien, necesita ayuda médica, no puedes sacarla así porque sí. Es peligroso. 

—La mesa esta lista —vuelve asomarse.

Marie y Alex le siguen la corriente mientras la sigo a la cocina «Está lavando utensilios en el fregadero» 

—¿Qué tal el viaje? —no me mira— La pequeña Samanta te extrañó.

—¿Samanta?

Se ríe.

—¿Te vas una semana y te olvidas de qué tienes una hija?

«¡Maldita sea!» Mi paciencia inicia su conteo regresivo.

—Busca tus cosas, te llevaré a tu casa.

—Ésta es mi casa —sonríe.

—No estoy para esto...

—No seas grosero, despertarás a tu hija. 

—¡No tenemos una hija!

Estrella el vaso contra el fregadero.

—¡Sí la tenemos! —grita y vuelve a calmarse— No hagas bromas sobre eso.

Marie y Alex entran preocupados.

—Perdón —sonríe— Se me resbaló el vaso, vayan a la mesa que yo iré en un momento.

Se arremanga las mangas del vestido recogiendo los fragmentos de vidrio. Me deja sin habla cuando detallo los brazos cortados al igual que las muñecas. 

Alex me pone la mano en la espalda para que lo siga «Quiero tenerle paciencia» Pero me es imposible ya que la detesto demasiado. Le envío un mensaje a Bratt para que venga por ella. 

Tomo asiento en la mesa decorada con flores. Era obvio que no lo tomaría bien, los cotilleos vuelan. Me imagino que fue la primera en enterarse sobre lo que pasó con Rachel. 

Todos guardan silencio cuando comienza a servir la comida. Por mi parte no pruebo nada, tengo demasiados problemas en este momento como para tener que lidiar con la pesadilla de los Lewis.

—Planee un itinerario en familia —sirve el vino— Sería un gusto contar con tu compañía, Alex. A la pequeña Samanta le encantará compartir con su abuelo.

Alex me mira confundido. 

—Puedes invitar a Sara si quieres.

—Te ves cansada —dice Marie— Deberías recostarte un rato, yo me ocupo de lo que haga falta.

—Me siento bien, gracias Marie. 

Aparto la cara cuando se inclina intentando besarme.

—Siéntate —le ordeno.

—¿No te gustó la comida? Porque puedo prepararte otra cosa.

—No quiero que me prepares nada. 

—¿Te traigo otro vino?

—¡No!

—Quieres que...

—¡Quiero que te vayas! —exploto. 

—Amor...

—No me digas amor, porque no somos nada —pierdo la poca paciencia que me quedaba— ¡Estamos en un jodido proceso de divorcio!

—Traeré el postre —me ignora.

La tomo de los hombros volviéndola a sentar. 

—¡Necesitas ayuda!

—¿Con qué? —gruñe— ¿Con tus mujerzuelas? No me importa ¿sabes? Ellas son solo eso, mujerzuelas que no amas. 

—Estás mal de la cabeza

Intenta besarme de nuevo logrando que abandone la mesa «Esto ya es demasiado» Me sigue como la maldita loca que es.  

—Te prepararé un baño —intenta despojarme de la chaqueta.

—No me toques —la aparto 

—Christopher, despertarás a la bebé. 

—¡No tenemos ninguna bebé!

Niega pegando la espalda contra la pared.

—Te está poniendo en mi contra ¿cierto? planea quedarse con mi familia, seguramente por eso quiere robarse a mi Samanta.

—Te llevaré a tu casa —la tomo del brazo.

—¡No! —me empuja— Si me voy, la meterás aquí y no puedo dejar que eso pase. ¡Engañó a mi hermano! ¡Ahora quiere engañarte a ti! Esa mal nacida quiere arruinarme la vida.

Se encierra en la habitación de huéspedes. Estrello el puño contra la pared «Los Lewis son una plaga» 

Vuelvo a la sala,  Alex me ofrece un coñac queriendo que me calme. 

—La próxima vez verifica que tu futura esposa no tenga tendencias suicidas —se deja caer en el sofá—  Nunca me agradó esa mujer.

—Me preocupa que pueda cometer una locura —comenta Marie

—¡No sé cómo diablos se te ocurrió dejarla entrar! Ahora no podré quitármela de encima. 

Vuelvo a enviarle un mensaje a Bratt. 

—¡Por Dios! Esa pobre mujer está al borde de la locura y lo único que te preocupa es que no podrás quitártela de encima —me regaña— Ten un poco de corazón.

—¿Qué pretendes que haga? ¿Qué renueve nuestros votos y la lleve a recorrer el mundo para que se le quite lo desquiciada?

—Solo necesita de un poco de atención, no te cuesta nada dársela.

—¡Me cuesta porque no la quiero en mi vida! 

— Claro, a ella no puedes darle nada, pero a esa mal nacida...

—No es "Esa", Es Rachel James y no te acepto que la insultes. Si tanto te preocupa Sabrina encárgate tú, no pretendas que me haga cargo de lo que no me corresponde.

—Te desconozco.

—No seas dramática —interviene Alex— Nadie tiene que estar con nadie por lástima, si está loca no es problema de mi hijo. 

—Miren quien lo dice, el cínico mayor.

Tocan a la puerta.

—Déjate de insultos y ve abrir —contradice Alex— Ese es tu trabajo, no estar opinando donde nadie te dio palabra.  

Obedece con lágrimas en los ojos. Para Alex, Marie es una empleada más. 

—¿Dónde está? —Bratt atropella a Marie cuando le abre—¡¿Qué le hiciste?!

—¿Hermanito? —Sabrina se asoma en el vestíbulo— ¡Que alegría verte!

Se arroja hacia los brazos de su hermano.

—¿Estás bien? —la revisa— ¡Mamá y papá están preocupados, llevan tres días sin saber de ti!

—Estoy bien, Sami me daño el móvil, por eso he estado incomunicada.

—¿Sami?

Retrocede molesta.

—Si, Sami.

Bratt me mira.

—Vete a casa con tu hermano —sugiere Alex— Necesitas tiempo a solas.

—¡No voy a dejar a mi marido! —toma la mano de su hermano— Ven, a la pequeña bebé le gustará verte.

Lo guía a la habitación de huéspedes, la cual esta llena de juguetes y biberones. 

—Despierta bebé —le habla a una muñeca— Tío Bratt quiere verte.

Todos se miran entre todos. Alza el juguete como si fuera de verdad. 

—Acérquense —pide. 

—Eso no es un bebé, Sabrina —no tengo paciencia para esto.

—Tómala Bratt —me ignora— Carga a tu Sobrina.

—Sabrina... —se le atascan las palabras— Nunca has estado embarazada.

Niega.

—¿Entonces, esto qué es? Dejen de mirarme como si estuviera loca.

—¡Estás loca! —pierdo el control— Deja la payasada y lárgate de mi casa.

—¡No le hables así! —Bratt se viene contra a mí— ¡Necesita de la ayuda de todos menudo imbécil!

—¡No me incluyas en los planes! —lo empujo— Llévatela antes de que llame a los de seguridad.

Me estrella contra la lámpara lanzándome un puñetazo en la mandíbula, me quedo con el velador preparándome para estampárselo en el cráneo. 

Sabrina sale corriendo a la vez que Marie intenta detenerla.

—¡Basta! —Alex se me atraviesa—¡No hay tiempo para disputas!

Bratt sigue a su hermana que termina encerrándose en el baño. 

—Abre la puerta —le suplica— Vámonos a casa. 

—¡No! —chilla— También te dejaste lavar la cabeza por esa puta. Le lavó la cabeza a todos y ahora quieren encerrarme. 

—Escúchame —insiste Bratt— Nadie quiere hacerte daño, solo quiero llevarte a casa para que hablemos.

—Quiero quedarme con mi marido.

—Sal —Marie se pega a la madera— Lo único que queremos es ayudarte.

—Sabrina...

—¡No! —se le quiebra la voz— Llevo tres días aquí y ni siquiera te acordabas de mi existencia, nadie lo hizo porque todos están preocupados por la linda Rachel. Quieren protegerla del mundo para que nadie la lastime, pero ¿qué hay de mí? También estoy herida, me quitó a mi hermano, a mi marido y mi matrimonio. La defienden sin dar cuenta los que sufren por su culpa.

—¡Abre la puerta! —le exijo.

—Es la única forma de que se centren en mí y no en ella. Engañó a mi hermano y míralo, sigue tras ella como si fuera la única mujer en el mundo —solloza al otro lado— Mírate tú, faltó que te hiciera una buena mamada para que dieras la vida por salvarla cuando nunca has movido un dedo por mí. Pero claro, es el tipo de cosas que se hace cuando se está enamorado, el sentimiento te transformó tanto que fuiste capaz de gritarle tu amor delante de todos dejándome por el suelo, como si nuestro matrimonio no valiera lo más mínimo.

Rompen un vidrio.

—¡No quiero una vida así, no quiero vivir sabiendo que se robaron mi final feliz!

—Atrás —los empujo a todos abriendo la puerta con una patada. 

Está sentada en el borde la bañera cortándose las muñecas con fuerza. La sangre inunda el piso en tanto ella cae desmayada. 

—¡Por Dios! —exclama Marie aterrorizada.

—Solo quiero que me ames —la levanto— No te cuesta nada darme un poco de tu amor.

La sangre me empapa la ropa.

Alex corre por una toalla.

—¡Sabrina! —llora Bratt— ¡Llamen una ambulancia!

La alzo en brazos, la hemorragia no se contiene, en tanto la sangre se esparce por la alfombra mientras la saco.  

Es Alex quien le hace presión en las heridas 

—Preparen las camionetas —le ordeno a los escoltas.

La dejo en el asiento trasero, Alex se pone al volante mientras Bratt sube conmigo. La presión no sirve de nada ya que no logro contener la sangre.

—Resiste, por favor —solloza Bratt cubriéndole las heridas.

Alex se abre paso en el tráfico. Las cortadas fueron bastante violentas. 

—Tengo mucho miedo —susurra ella mientras Bratt la cubre con la chaqueta.

Las llantas de la camioneta derrapan sobre el pavimento cuando Alex invade la zona de ambulancias del hospital Hampstead.

Grita por ayuda. Los camilleros y los enfermeros vienen con una camilla llevándola apresurados hacia urgencias. Los próximos treinta minutos están llenos de preguntas, órdenes y papeleos. Bratt se pasea de aquí para allá suplicando porque no la dejen morir.

El médico de turno sale dos horas después. Alex se tuvo que ir ya que la FEMF lo necesita en el comando. 

—Logramos contener la hemorragia —explica la doctora— Le tuvimos que realizar una transfusión sanguínea. La herida fue profunda, la de la mano izquierda alcanzó a tocar el hueso de la muñeca. Está bajo observación, no sabemos si el Gambutrol puede causar efectos contradictorios en la recuperación.

—¿Gambutrol? —pregunta Bratt limpiándose las lágrimas.

—Si, la paciente lleva meses consumiendo el medicamento, lo vi en los análisis de sangre. Lo raro es que el historial clínico no muestra que se lo hayan medicado.

—¿Y para qué es?

—Es recetado en pequeñas dosis para pacientes con un alto nivel de depresión, no se usa mucho ya que en altas dosis deteriora el sistema cardiovascular de la persona. En pocas palabras puede causarle una muerte lenta.

—No sufre de depresión.

—El que no sepan que lo consume, me hace pensar que Sabrina quería suicidarse hace mucho tiempo.

Marie abraza a Bratt dándole consuelo.

—Le diré al psiquiatra que revise el caso —continúa la doctora— Según como describen los hechos pueda que no estemos lidiando solo con depresión, hay indicios de un trastorno más grave.

—Gracias.

—Los tendré al tanto del dictamen —se despide la doctora.

—No lo he avisado a mis padres —Bratt se revisa los bolsillos— No sé dónde dejé mi teléfono.

—Yo me encargo —se ofrece Marie— Los llamaré y les diré que estás aquí.

Nos deja solos. Él se deja caer en la silla cubriéndose la cara con las manos. 

—Supongo que ya estarás contento —se limpia el rostro— Acabaste con lo poco que me quedaba.

Lo miro derrotado y cubierto de sangre.

—Otra víctima que sumarle a tu lista.

—Si buscas que me sienta mal, pierdes tu tiempo.

Me encara.

—Aniquilaste todo lo que me importaba —se le quiebra la voz— Con la que era mi novia y con mi familia ¿crees qué estaremos bien con lo que le acaba de suceder? ¿Qué tendremos paz sabiendo que lleva meses queriendo suicidarse?

—Lamento tu mala suerte, pero no es mi culpa que tanto tú como Sabrina no entiendan el significado del "Se acabó"

—Eres un...

—No he terminado —lo interrumpo— Sí, tienes razón al decir que está así por mi culpa, sin embargo, reconoce que fueron ustedes los que la metieron en mi vida a la fuerza, fueron ustedes los que insistieron para que nos casáramos. No sé con qué cara me reclamas sabiendo que las cosas serían así ya que nunca la iba a querer.

—Nunca lo intentaste, nunca te esforzaste porque fuera feliz.

—¿Para qué si no me interesaba? No soy un puto Santa Klaus repartidor de felicidad. Si querías que lo fuera, tenías que alejarla de mí no darle falsas esperanzas.

—¿Y qué hay con Rachel? ¿Dirás que te la puse en bandeja de plata? Porque no fue sólo Sabrina, también me quitaste el amor de mi vida —los ojos se le llenan de lágrimas— Me la quitaste sabiendo que la amaba, sabiendo mis planes a futuro, sabias lo mucho que la quería, estuviste ahí cuando le comenté a los chicos que quería casarme, fuiste testigo de todo.

Respira rápido 

—Me fui a Alemania pensando que la cuidarías y te me burlaste en la cara. Actúe como un estúpido delante de todo el mundo sin saber que mi amigo era quien me la había robado. El amigo para el que siempre estuve—continúa— El amigo al que le di la mano cuando más me necesitó. Arriesgué mi vida por ti y mira cómo me pagaste, ni siquiera fuiste capaz de alejarte cuando te lo pedí. Sigues aquí enterrándome el puñal en el pecho.

—Y te lo seguiré enterrando —le hago frente— Porque no voy a irme ni a alejarme. Lamento que tu familia y tú tengan que superar sus traumas viéndome todos los días. Lamento que tengas que resignarte a que perdiste a Rachel por mi culpa. Eras mi amigo y aunque no parezca, aprecio cada una de las cosas que hiciste por mí, creo que en el fondo te sigo teniendo en un buen concepto, pero eso no me da para irme y dejarte el camino libre. No voy hacerme a un lado para que seas feliz.

Me empuja.

—No me pesa haberte engañado —prosigo— Como tampoco me arrepiento de lo que hice con Rachel, es más, si pudiera repetirlo lo haría con gusto porque me gusta y la quiero para mí tanto como la quieres ti.

Que asimile esto de una puta vez. 

—Siento que toda esa elegancia y caballerosidad no la llenen lo suficiente, me apena que con todo lo buen novio que fuiste, me prefiera a mí por encima de ti. Sería hipócrita decir que no me alegra que me ame más a mí que a ti. Porque si, me gusta que me quiera como me quiere, me gusta que pese a lo hijo de puta que soy, siga amándome como me ama.

—¿Sí te escuchas? —replica— Eres la peor que escoria que se me ha podido atravesar.

—Lo siento hermano —le palmeo el hombro— No todo en la vida sale como queremos, lastimosamente te topaste conmigo que destruyo y paso por encima de todo aquello que me estorba . De corazón deseo que Sabrina se recupere. Enviaré sus cosas a tu casa.

Abandono el hospital seguido de los escoltas. Pueda que se oiga feo, pero es cierto y la verdad no se maquilla, se dice a la cara.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro