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CAPÍTULO 83

Ruleta Rusa. 

Christopher.

Rachel me taladra la cabeza cuando despierto repitiendo el vídeo una y otra vez en mi mente. Saco los pies de la cama yéndome al baño, estoy respirando odio, mi pecho es como un abismo sin fondo «Tengo que partir a Italia» No puedo seguir perdiendo tiempo aquí. 

Me lavo la boca, tomo la chaqueta, el arma y el móvil apresurándome abajo mientras el IPhone no deja de vibrar.  

—¿Qué pasa? —contesto atravesando el vestíbulo. Es Patrick.  

—¡¿Dónde diablos estás?! —brama al otro lado de la línea— Acaban de reanudar la búsqueda de Rachel y ...

Detengo el paso. 

—¿Cómo?

—Lo que oíste, tu papá acaba de dar la orden, el concejo está furioso y la central es un jodido caos.

—Voy para allá —cuelgo.

Hasta no verlo no creerlo. Subo a la moto acelerando al comando, en treinta y cinco minutos estoy ahí, la entrada no es tan fácil ya que solté la placa antes de salir y es Gauna el que termina dándome paso. 

Patrick me espera en la entrada de la torre de control.

—¿Qué novedades hay? —pregunto.

—El concejo rechazó la orden, se encerraron en la sala de juntas en señal de protesta, el ministro acaba de entrar.

Lo sigo al panel de control  que muestra todas las cámaras. Parker, Simón y Bratt ya están allí, viendo la reunión expuesta en la pantalla gigante.

—No que habías renunciado —murmura Bratt, lo ignoro alzando el volumen de la pantalla. 

—Está pasando por encima de nosotros, ministro —replica uno de los miembros.

—No paso por encima de nadie —contesta Alex— Soy la máxima autoridad aquí, tengo la libertad de ordenar y disponer sin pedirles su opinión.

—Rachel James es una mentirosa —exclama otro de los miembros— No es justo exponer soldados por culpa de uno con dudosa reputación. 

—No asuma papel de juez, señor Laick —replica Joset— Aún no sabemos cómo se dieron las cosas.

—Podemos discutirlo...— interviene Olimpia.

—No se discute nada, se reanuda la búsqueda y punto, si les preocupan los soldados solo me llevaré a los que se ofrezcan como voluntarios.

—Es una misión suicida.

—Mi orden, mi problema —Alex se levanta— Fin de la reunión.

—Pero no hemos terminado.

—Yo sí, de hecho, no sé porque están reunidos aquí, no les he pedido opinión en ningún momento. 

—No abuse de su autoridad —replica Johnson...

Alex endereza la espalda adoptando la típica pose de"Me importa una mierda" 

—Si cree que abuso de mi autoridad —lo encara— Haga un sindicato y siga el debido proceso, no estoy en el poder porque quiero, estoy porque ustedes me eligieron.

Se vuelve hacia los demás.

—¿Quiénes se quieren apuntar a la solicitud de mi renuncia? —pregunta y todos callan — Pasen la hoja, puedo esperar a que todos la firmen.

Guardan silencio, la FEMF no es capaz de perder a un cabecilla importante así porque si, Alex tiene el récord de misiones invictas, en su tiempo de servicio encerró a cientos de criminales, nada le queda grande. No se postuló para el ascenso, lo eligieron por decisión unánime sacando el cien por ciento de los votos. 

—Nadie va a firmar eso, señor —habla Olimpia— Como bien lo dijo, es la máxima autoridad y las órdenes de un superior siempre se respetan.

—¿Johnson?

El hombre se sienta avergonzado.

—No quiero más discusiones sobre el tema.

Sale escoltado, me levanto de inmediato. Para cuando quiero bajar ya ha salido de la torre con rumbo hacia la prisión del comando. Prefiero callar siguiéndolo a pocos pasos, igualmente no es algo que importe porque nota mi presencia y no se molesta en ponerme atención. 

Las puertas de hierro lo reciben al igual que el abogado de Bernardo Mascherano. 

—Me han notificado que quiere ver a mi cliente —espeta, pero Alex no le pone atención— Lamento informarle que no será posible, tengo una orden que...

Le muestra la hoja.

—Su demanda la usaré para secarme las pelotas   —le arrebata la hoja.

—Son órdenes.

—Órdenes de un juez igual o peor de corrupto a usted —lo atropella. 

—No puede hablar con el prisionero...

—¡No sea ridículo! —mueve la cabeza e inmediatamente uno de los escoltas lo estrella contra la pared— Lárguese si no quiere terminar igual que el masacrador que intenta proteger.

Abren la sala de interrogatorios, Alex se sienta mientras yo me quedo en una de las esquinas viendo como le dan paso a Bernardo Mascherano. 

—¿Dónde está mi abogado? —lo sientan frente al ministro.

—Lo resumiré en que no puede salvarte de esta.

—¡Están violando mis derechos! —brama.

—Las pestes sociales no tienen derechos.

El prisionero se ríe sacudiendo la cabeza. 

—No voy hablar, se lo aclaro para que no gaste tiempo.

—Creo que no he sido claro, no vine aquí a pedirte ayuda. Solo te estoy dando la oportunidad de que hables por las buenas.

Bernardo suelta una carcajada.

—¿Va a torturarme? —vuelve a reír— Ya lo intentaron y no funcionó. 

Alex imita la carcajada sacando la Smith & Wesson que carga como revolver. 

—No pienso torturarte, carezco de paciencia y que pereza, aparte los gritos me dan jaqueca —Bernardo baja la mirada al dispositivo que puede volarle los sesos — Yo no torturo, yo aniquilo al que no me sirve. 

Se levanta.

—No hay nada más placentero que volar los sesos del enemigo. Es una mala cualidad regalada por la guerra. 

—No puede matarme —se defiende Bernardo— Va contra las reglas.

—No hay reglas para el que las impone.

—Ya dije que no voy hablar. 

—Sabía que te rehusarías a darme la información, por eso traje actividades lúdicas que te abran la mente... Ya sabes juegos —el ministro se apunta el botón del traje— Perdona mi carencia de imaginación, por más que pensé solo se me ocurrió uno. 

Bernardo pasa saliva en tanto Alex saca el tambor de la pistola.

—Te diré el nombre antes de empezar, tiene muchos de hecho. En ciertas partes lo llaman tienta a la suerte, en otras cita con el diablo—deja un puñado de balas plateadas sobre la mesa— Yo lo llamo la ruleta rusa.

El prisionero palidece agitando las cadenas que lo atan a la silla.

—¡No!

—No tienes opción, muchacho. El tambor de la pistola tiene espacio para doce balas —explica— No hay tiempo para ir metiendo una por una, así que empezaré con tres.

—¡Lo denunciaré...!

—Tomaré eso como tu última voluntad —introduce tres balas en el tambor girándolo antes de enterrárselo en la cabeza — ¿Dónde está Antoni?

La silla tiembla mientras Alex no duda en poner el dedo en el gatillo.

—No sé.

Jala el gatillo, no hay detonación.

—Qué suerte — vuelve abrir el tambor introduce otras tres balas volviendo a preguntar— ¿Dónde esta Antoni?

Bernardo resopla con el sudor empapándole la frente. 

—No sé —le tiembla la voz.

Jala el gatillo y nada.

—Menudo suertudo, conservaré uno de tus dedos para la buena fortuna —baja el arma. Introduce otras tres balas— La tercera es la vencida, hay nueve balas y tres espacios vacíos, solo un milagro puede salvarte, si fallo no dudaré en colocar las balas que hagan falta.

Cierra el tambor enterrándole el cañón en el cráneo. 

—¿Dónde está Antoni?

—¡No...! —Llora.

—Oh por Dios, si vas a morir trata de hacerlo con dignidad — baja la mirada a sus pantalones— Es de cobardes mearse en los calzoncillos. Seré benevolente y repetiré la pregunta, ¿Dónde está Antoni?

No contesta, solo solloza apretando los ojos. 

—Dile al diablo que un Morgan le manda saludos —Alex pone el dedo en el gatillo...

—¡Positano! —grita— ¡Siempre se esconde en Positano!

—El nombre no basta —Alex sigue apuntando.

—Tiene un castillo en las colinas boscosas, al sur de la provincia Italiana, no es fácil llegar ya que todo el pueblo lo protege.

—¿Ves que no era difícil colaborar? —baja el arma— Te perdono la vida, pero olvídate de la extradición a México, te quedarás aquí cumpliendo tu condena de cadena perpetua.

Los guardias lo arrastran afuera mientras Alex suelta el arma volviéndose hacia mí. 

—Lideraré una misión de búsqueda —me dice— Necesito un coronel al mando.

Se me atascan las palabras, no acostumbro a dar las gracias y mucho menos a él. Busco la salida, pero su mano en mi brazo detiene el impulso. 

—Nuestra discordia es porque nos parecemos demasiado, somos toscos, tercos y orgullosos.

—Si quieres palabras de agradecimiento...

—Me valen mierda los agradecimientos —me interrumpe— Eres mi único hijo y aunque me hiera el orgullo reconocerlo te confieso que me duele que creas que no eres importante para mí.

Respira hondo antes de continuar.

—Es poco lo que me importa, a mis cuarenta y siete años solo he estado por derrumbarme dos veces. Cuando te fuiste con los Mascherano y cuando entraste en coma, eres mi único hijo Christopher, puedo ser duro y poco condescendiente, pero jamás digas que eres un cero a la izquierda en mi vida, porque no es así. Eres mi pilar más importante.

Trago saliva, el pecho se me comprime y prefiero retroceder. 

—Cambiando de tema —se recompone— Solo podemos llevar cincuenta soldados y los que lleves deben postularse, iremos a una masacre. Las vidas no se sacrificaran así por que si. 

—Como órdenes.

—Partiremos en la madrugada y atacaremos en tres días...

—No puedo esperar tres días...

—Sí lo haremos, será a mi modo, si quieres que funcione debes pensar como un coronel, olvídate de lo que sientes por ella y compórtate como el estratega que eres ¿Entendido?

Tiene razón, si quiero sacarla debo armar un plan primero. 

—Bien. 

—Cámbiate, confirmaremos coordenadas y nos reuniremos con los soldados —me entrega la placa antes de irse. 

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Más de mil hombres me dedican un saludo militar, oficiales, sargentos, tenientes y capitanes se ciernen frente a mí, firmes y alineados. 

Gauna, Rick James y el ministro están pasos más atrás. 

—Hay una tarea que requiere de nosotros —anuncio— Llevamos meses lidiando con la mafia que se ha cargado a un montón de camaradas y hoy asumo el riesgo de encontrarme con ella cara a cara en un operativo de rescate.

Me paseo a lo largo de las filas. 

—No le temo y espero que ustedes tampoco, como me valen mierda sus putas amenazas voy a entrar a territorio enemigo por la teniente James, para ello necesito a cincuenta hombres dispuestos, valientes y aguerridos —demando— No voy a obligar a nadie ya que es una misión suicida, simplemente voy a preguntar quien tiene lo cojones de acompañarme.  

Vuelvo al frente. 

—El que quiera puede dar un paso al frente.

—Dispuesta y lista para sus órdenes, mi coronel —Laila es la primera en ofrecerse.

La sigue Bratt, Parker, Simón, Scott, Patrick, Alexandra, Angela, Irina, Meredith, Alan, Thomsom, Reinals... En menos de nada tengo a más de cincuenta soldados frente a mí. No puedo pasar por encima de las órdenes de Alex, así que elijo el número que necesito rechazando el ofrecimiento de los que sobran. 

Hago un repaso de las caras que llevaré, podría señalarlos como los mejores, con un buen plan puedo salir invicto. 

Se dan las órdenes básicas, se rompen filas y todos se marchan a prepararse para partir.

«Tres días» 

«En 72 horas volaré el castillo Mascherano para rescatarla» 

Haré lo que mejor sé hacer y es quemar el mundo dispuesto a obtener lo que quiero. 


Arriba; Una referencia de Alex Morgan. 





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