CAPÍTULO 82
Némesis.
Christopher.
25 de octubre del 2017, Londres, Inglaterra.
Coronel Christopher Morgan.
Dando cumplimiento a la orden emitida por el consejo internacional gubernamental de la FEMF, nos permitimos informarle que la misión de búsqueda denominada caso Z, la cuál lidera ya hace más de una semana, se da por terminada.
Se desplegaron tropas a lo largo del mundo y el resultado no refleja ningún tipo de novedad, por lo tanto, a partir de este momento la FEMF deja de colaborar en la búsqueda de la teniente Rachel James dictaminándola como caída en batalla.
Se le solicita total concentración en los nuevos casos asignados a la central de Londres. La lucha con los Mascherano continúa, mientras salen a la luz debe encargarse de las nuevas misiones que tiene en proceso.
Olimpia Müller.
Viceministra general de la Fuerza Especial Militar del FBI.
—La búsqueda no arrojó novedad, coronel —concluye Parker frente a mi escritorio— Invadimos, incautamos, desmantelamos y no hallamos nada. No hay rastro de los Mascherano.
Arrugo la carta enviada por el concejo, se me acabó el tiempo y no logré nada una puta mierda. Lo único que tengo es un montón de prisioneros que no sirven para nada.
—¿Qué hay de Bernardo? —pregunto conteniendo la rabia.
—Se niega a hablar, su abogado quiere extraditarlo a México. Le ganó la pelea a la embajada estadounidense consiguiendo una orden la cual lo aleja de cualquier tipo de interrogatorio hasta que no se defina su situación.
—¿Y la respuesta de las autoridades italianas?
—No dan razón de nada mi coronel. Me encargué de hablar con los principales cabecillas, para colmo, todos se escudan con lo mismo , dicen no tener pistas y es obvio que mienten.
Sin equipo tardaré más tiempo en encontrarla, ahora solo me surgen trabas y complicaciones.
—La FEMF ya nos notificó que la búsqueda se suspende —continua Parker— Movieron los soldados involucrados en el caso, sin embargo estoy redactando un documento que apele...
—Lo necesitan en la sala de juntas, capitán —Gauna nos interrumpe fijándose en los documentos que yacen en la mesa— La misión de búsqueda terminó, así que archive lo que no sirva poniéndose al día con el nuevo operativo.
—¡Pero aún no...!—Parker intenta replicar, pero Gauna no se lo permite.
—Acata la orden —dispongo— Te llamaré si necesito algo.
El alemán abandona la sala de mala gana.
—Estafas y tráfico de estupefacientes son tus dos nuevas tareas.
—Asígnale la tarea a otro, no asumiré responsabilidades que no puedo cumplir.
—¡No es una petición, es una orden! —se me planta en frente.
—No me haré cargo de nada.
—¡Ten cuidado de cómo me hablas, Morgan!
—¡Me largo! —espeto antes de que empieces con los insultos— ¡Tengo una misión que concluir!
No tengo tiempo para órdenes ni estupideces, tengo que volarle los sesos a Antoni Mascherano. No puedo quedarme aquí de brazos cruzados esperando a que aparezca por obra y gracia divina, me valen mierda las órdenes de la FEMF, pueden meterse su puta entidad por el culo.
—¿Qué clase de soldado eres tu, maldito payaso? —se impone Gauna— ¡Te entrené para que obedezcas!
—No acato ni obedezco nada—tiro la placa sobre la mesa.
—No me vengas con berrinches de niño mal criado...
—¡Renuncio!
Retrocede sin creer lo que acabo de decir.
—El concejo debe decidir...
—El concejo puede irse a la mierda, no tengo porque pedirle permiso a nadie para hacer lo que se me plazca —increpo— Búsquense otro coronel que conmigo no cuentan más.
—¡Espera! —intenta detenerme y termino estrellándole la puerta en la cara.
No me molesto en recoger nada, simplemente me cambio y subo a la motocicleta encaminándome hacia la ciudad. Trato de idear por donde diablos empezar, los Mascherano tienen a Italia, eso lo tengo claro ya que esa parte del mundo le deben cientos de favores.
Estaciono frente a mi edificio poniéndome en contacto con los encargados que controlan mis aeronaves. Estando solo tardaré días en encontrarla, no me importa, tardaré lo que tenga que tardar y cuando dé con su paradero masacraré a todo el que se me atraviese.
—¡Hey! —Bratt me corta el paso en el vestíbulo.
—¡Quítate! —lo atropello— No tengo tiempo para tus idioteces.
—¿Ya viste esto? —saca la carta emitida por el concejo —Nos quitaron la ayuda, tuviste siete días y no fuiste capaz de encontrarla.
—¿Y tú qué conseguiste? —lo encaro— Porque si estás aquí es porque no lograste nada útil.
—No justifiques tu incompetencia...
—No me jodas —lo empujo encaminándome hacia la escalera.
—Hice lo que no hiciste tú —me sigue escalera arriba— Estuve por toda Italia intentando razonar con uno de los Mascherano.
—Oh que bien, siempre he dicho que eres experto lamiendo huevos.
—Vamos a ver si dices lo mismo cuando la halle primero que tú.
—Como digas —entro al penthouse.
Marie sonríe cuando ve a Bratt, no me detengo a darle explicaciones simplemente me apresuro yendo a hacia mi alcoba en busca de lo que necesito. El móvil no deja de sonar debido a las llamadas de Alex mientras alisto el armamento.
Empaco todo en la maleta cerrando la tapa cuando llega Miranda.
—El señor Patrick y el señor Simón acaban de llegar —avisa— ¿Quiere que suban?
—No tengo tiempo para atender a nadie.
—Esto es para usted —se acerca entregándome un sobre amarillo con la palabra "CORONEL" en mayúscula y con letras rojas.
«¿Coronel? No tienen por qué llegar sobres exponiendo mi cargo en la FEMF»
—¿Cuándo llegó? —rompo el papel.
—No llegó, me lo dieron en la mañana cuando hacía las compras en el supermercado —aclara—Quien me lo entrego dijo que era importante.
Rasgo el papel esparciendo el periódico picado que envuelve el USB que me enviaron.
—Retírate —le ordeno a Miranda.
El sobre no tiene estampillas ni sellos de correo, quien lo entregó sabía mi nombre y mi cargo en la FEMF. Eso apunta a una sola cosa.
Entro al despacho conectando el aparato en la Macbook.
—Miranda dijo que no quieres ver a nadie, sin embargo, queremos que tengas en claro el que cuentas con nosotros —Patrick se asoma con Simon en la puerta.
Levanto la mano para que se calle.
—Déjenlo —Bratt los sigue— No vale la pena, vino a encerrarse en su fuerte para hacer lo que mejor sabe hacer, huirle a los problemas.
—¡Lárgate, maldita sea! —le señalo la puerta.
El sistema reconoce el USB iluminando la pantalla, es un vídeo.
—Honorable coronel —habla Brandon Mascherano al otro lado— Pláceme saludarlo.
Bratt, Patrick y Simon se ubican a mi espalda atentos a lo que dicen.
—Estás matando a la familia que te acogió cuando todos te veían como una lacra, así le paga el cuervo a quien bien le sirve, pero nos da igual ¿Sabes? —espeta—Tus impertinencias nos tienen en la punta de la pirámide de poder y nos estamos preparando para devolverte cada uno de los golpes. No importa cuántas personas captures o cuántas mates, nuestras filas absorben gente todo el tiempo.
Busco algún indicio que me diga dónde están, pero lo único que tiene atrás es una pared de madera.
—Lanzada la advertencia, viene la respuesta —«¿Respuesta?» Se saca una hoja del bolsillo— Uno de tus capitanes nos envió una conmovedora carta
No me atrevo a mirar a Bratt.
—La leeré para ti, viejo amigo.
Desenvuelve el papel.
—Me dirijo a ustedes con la intención de solicitarle la negociación del cautiverio de la teniente Rachel James, sé que es un arma en sus planes —empieza—pero les ruego que consideren la idea de liberarla. No tiene por qué estar encerrada por el estar cumpliendo demandas. Órdenes impuestas por el coronel Christopher Morgan, su problema es con él, no con ella y por ende, la teniente no tiene por qué pagar por los errores de otro.
Respira hondo antes de continuar.
—Más que una petición por parte de la FEMF es una súplica personal, la persona en cautiverio es mi prometida. No quiero que la lastimen, es un ser frágil que no está acostumbrado a una vida en medio de cadenas —continúa— Christopher es la persona que quieren, si lo desean puedo darle la información que necesiten para capturarlo. Yo mismo puedo entregarle su cabeza si liberan a la teniente James. No sé si esta carta les llegue, pero decidí añadir una dirección y un número de teléfono para que me contacten en caso de querer negociar.
—Bratt —susurra Simon atrás— ¿Es en serio lo que escribiste?
No pongo atención a la respuesta ya que no me importa en lo más mínimo.
—Pobre capitán —sigue Brandon— Como si Antoni fuera a soltar a su nueva mascota. Que pena me da, pero no soy estúpido y sé muy que no puede entregar tu cabeza. Le metías la polla a la perra en sus propias narices, eso me pone a dudar de sus capacidades —aclara— Sin embargo no quiero que me vean como una mala persona, así que me tome la molestia de enviarles una respuesta a los dos, a ti, por tus impertinencias y a él por idiota, comparten a la misma zorra, supongo que a ambos les gustará la sorpresa, así que disfrútenla...
La pantalla se apaga antes de volver a encenderse quitándome todo atisbo de movilidad: Rachel
Mi entorno se va nublando con la imagen de ella siendo arrastrada como un jodido animal «Ella contra cuatro hombres» Brandon la golpea pateándola en el piso.
—Enfóquenle la cara —demanda— No quiero que se pierdan detalles.
No es la misma persona que vi hace una semana, tal cosa me hunde todo por dentro. Está pálida, delgada, los pómulos le sobresalen confirmando lo que tanto me temía «La están esclavizando con droga»
Siento todo como si lo estuviera viviendo en carne propia. La cuelgan en un gancho como un trozo de carne, llora. Lidio con el ardor que me quema el pecho. Tenso la mandíbula e intento moverme, pero no puedo.
Me consumo en llamas de ira cuando le rompen la ropa preguntando si pueden violarla, eso es demasiado incluso para mí que pierdo sentido de todo. El llanto, las lágrimas, el saber que le pusieron un dedo encima explota la granada que me vuelve pedazos desconectándome por completo.
Mi entorno se oscurece, de un momento a otro estoy de pie con el MacBook echo pedazo entre los dedos.
Barro con lo que hay en la mesa. Todos retroceden cuando levanto la silla del escritorio estrellándola una y otra vez contra el vidrio blindado de mi ventana. Arremeto, el vidrio no cede, termino destruyendo la silla en mis manos.
—Cálmate —Patrick y Simón intentan sujetarme.
Me zafo, debería meterme un tiro por permitir que esto sucediera.
—La vamos a encontrar —Simón se acerca.
Niego y salgo rápido abordando la moto de nuevo. No me detengo en semáforos ni en señales de tránsito, solo acelero con su imagen en mi cabeza, las malditas imágenes que se repiten como una película de terror.
La tormenta se toma la calle, no paro, continúo hasta que Kensington aparecen frente a mi. La mitad de la calle está cerrada resguardando las mansiones de los multimillonarios más conocidos de Londres. Dejo la moto de lado antes de acercarme a la reja.
—¿A dónde se dirige? —un guardia se acerca.
—A High Garden —le extiendo mi identificación.
—Validaré si tiene el acceso permitido.
El granizo me azota la cabeza mientras espero.
—Adelante, señor Morgan —indica el guardia desde su puesto.
Avanzo con el agua filtrándose a través de la ropa. La mansión aparece, la observo desde la acera recordándome las veces que jure no volver aquí.
—Joven Christopher —saluda la empleada cuando me abre.
—¿Alex está? —me abro paso dentro de la casa.
—En su oficina.
El lugar no me trae buenos recuerdos.
—La señora Sara también está —informa como si eso importara.
Abro las puertas dobles del despacho, el viejo retrato familiar me devuelve a mi infancia cuando era testigo de las constantes discusiones entre los que se hacen llamar mis padres.
Él esta recostado sobre el escritorio de roble con un vaso de licor en la mano.
—Espero que vengas a revocar tu renuncia —dice.
Sacudo la cabeza, hablar con el máximo jerarca de la FEMF nunca ha sido una tarea fácil.
—Necesito reanudar la búsqueda de Rachel...
—Ese tema ya no tiene discusión, Christopher —me interrumpe— El concejo emitió un veredicto.
—Eres su líder, puedes revocar la decisión.
—Que poca cara tienes —suelta el vaso— Tiras tu cargo a la basura y encima pretendes que te complazca en tus caprichos.
—¡No son caprichos! —replico— No me compares con un niño y deja que te explique.
—¡No hay nada que explicar! —acorta el espacio que nos separa— Se hizo lo que se pudo, se buscó por cielo y tierra, hubo incautaciones e interrogatorios y no se obtuvo nada. No podemos pasarnos la vida buscando un cadáver.
Me trago la crudeza de sus palabras haciendo acopio de mi autocontrol. No me quiero olvidar quién es ya que terminaré rompiéndole la cara.
—Está viva y está siendo torturada...
—Si está siendo torturada no vivirá mucho, conoces los métodos de los Mascherano,no sé porque insistes en crearte falsas esperanzas —empieza— Es difícil para todos, incluso para mí ¿Crees que no me duele ver como está Rick? Pero no podemos hacer nada. La vida tiene que seguir...
Mi torre de esperanza se cae a pedazos.
—¡Un intento! —trato de mantener la compostura— Solo déjame intentarlo una vez más...
—¡No! —me corta— No habrán más intentos. Necesito que te olvides de la búsqueda, te reincorpores a la FEMF mañana temprano y te metas en la cabeza que tienes prohibido volver a tocar el tema.
Lo tomo del hombro cuando me da la espalda.
—Ese es tu puto problema —lo empujo— Que impones y no escuchas...
—¿Qué quieres que escuche?
—¡Déjame hablar maldita sea! —espeto— Eres mi única opción, me conoces, sabes que no hubiese venido aquí si no me estuviera hundiendo en el desespero.
Me encara.
—¿Se te fue la hombría? ¡¿Desde cuándo el hijo indomable súplica por lo imposible?!
Me hierve todo por dentro.
—¡Contéstame! —me grita— ¿Desde cuándo andas como niña llorando por idioteces? ¿Tan bien estuvo que te puso a mover el mundo para encontrarla?
—¡Calla! —aprieto los puños.
—¡No! —me encara— Estás en mi casa y las órdenes las doy yo, ¡Me avergüenzas! Te has vuelto un puto blandengue por la novia de tu mejor amigo, ¿Qué, pretendes llevarla al altar sabiendo que lo engañó a él contigo? Puede ser la hija de Rick, pero no temo a decir que es una...
Me le abalanzo encima obligándolo a retroceder.
—¡No sabes cómo fueron las cosas! —le grito— Y si soy un idiota, pero no por querer encontrarla sino por venir aquí a pedirle ayuda a un gilipollas como tú.
Me empuja, lo sujeto con más fuerza estrellándolo contra la pared. Quiero gritarle mil cosas, pero las palabras no quieren salir. Se me comprime el mundo al ver la mirada de odio que me está dedicando, no porque me duela, sino porque sé que mi mejor oportunidad acaba de desaparecer.
—Hasta dónde has llegado, Christopher... —dice cuando preparo el puño para golpearlo.
Tengo rabia, dolor y remordimiento.
—¡Christopher! —me sujetan el brazo— Hijo, suéltalo.
Es Sara, alejo el brazo negándome al contacto mientras suelto a Alex. Ahora estoy peor, no solo tengo que emprender la búsqueda solo sino que también tengo que lidiar con la percusión que me montará.
—¡Eres un hijo de puta! —le escupo con ira— ¿Crees que es fácil para mí estar aquí? ¿Pidiéndote favores, tragándome mi orgullo, olvidándome de lo mucho que te detesto?
—¡Chris! —interviene Sara.
—Sin embargo, vine porque tenía la esperanza de que por primera vez tuvieras los cojones de comportarte como un padre y le brindaras ayuda a tu único hijo, pero claro, me olvidé que no eres más que un saco de mierda que solo socorre a mujeres despampanantes. Me olvidé de que no soy más que un cero a la izquierda en tu honorable vida.
Guarda silencio, siempre pone la misma cara cuando lo decepciono, me miraba igual cada vez que lo envolvía en un escándalo diferente.
—Siento haberlo molestado en su aposento respetado ministro —termino— Me olvidé que es un hombre sin hijos.
Salgo del despacho con un nudo atravesado en la garganta, me siento estúpido y ridículo ¿A qué jugaba? El tórax se me estremece. He perdido todo; la ayuda, la opción de irme y a ella.
Estrello los puños contra la pared antes de encerrarme en mi antigua habitación, siento que estoy enjaulado. El estar acorralado solo me pone peor.
Siento que fallé en mi obligación, me pesa el que las cosas con ella concluyeran tan mal, pero al mismo tiempo tengo rabia, me molesta que haya sido tan tonta guardándose algo tan peligroso. Odio el que jugara a la heroína sabiendo que tenía todas las de perder.
Entran a mi alcoba sentándose a mi lado.
—Para mí eres importante —susurra Sara —Y para él también.
—No necesito tus patéticos consuelos.
—Conmigo no tienes que ser fuerte, hijo. Todos tenemos un punto de quiebre y tú no eres la excepción.
Me arde la garganta, no sé porque dejo que sujete mi mano revisando las heridas que me hice contra la pared. Abre el botiquín limpiándome las heridas como cuando era un crío.
—Listo —termina— Si sigues rompiendo cosas así tendré que regalarte unos guantes de acero.
—No finjas.
—¿Qué?
—Que somos madre e hijo, porque no lo somos.
—Mi Chris —me acaricia la espalda— Siempre tan obstinado y orgulloso. No finjo nada, tu eres lo que más adoro en la vida.
—Me diste a entender otra cosa cuando te largaste —me dejo caer en la cama con los ojos cerrados— Vete, quiero estar solo.
Respira hondo antes de marcharse y lo último que escucho es el leve golpe de la puerta cuando ésta se cierra.
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24 de febrero del 2009, La toscana Italia.
Siete años atrás.
Las reuniones de los Mascherano suelen causar temor en todo el mundo, tanto que los empleados se mantienen callados y los prisioneros intentan esconderse a como dé lugar.
Es mi quinto mes aquí y nada está siendo como me lo imaginé. Creo que me equivoqué, mi orgullo no me deja reconocer que tomé una mala decisión, tampoco es que tenga opción de volver. Seguramente me meterán preso cuando salga del país italiano.
Ignoro los gritos de los nuevos prisioneros concentrándome en la comida que me acaban de servir.
—Buen provecho señor Morgan —me dicen.
—A decir verdad, nos soy un señor todavía—le sonrío a la mujer frente a mí —Acabo de cumplir dieciocho años.
Se le arruga la comisura de los ojos cuando se ríe.
—A las damas no se les corrige...
—No eres una dama, eres una niña...
—Perdón fósil prehistórico, eres mayor que yo por un por mes.
—Sabes cuándo cumplo, eso me suena a loca enamorada —le guiño un ojo.
—¿Interrumpo algo? —Antoni entra descomponiendo la cara de Emily.
—No —respondo al ver que se ha quedado muda— Solo cenábamos.
No bromea ni dice nada, solo come en silencio llevándose cucharadas rápidas a la boca.
—Despacio, Emily —le dice su hermano— Puede caerte mal la comida.
Le lanza una mirada de odio antes de levantarse de la mesa. Cada vez que lo ve adopta la misma actitud.
—Que tengan buena noche.
Antoni le sujeta el brazo cuando pasa por su lado.
—Te traje varios presentes de Milán, ve a mi habitación cuando tengas tiempo.
—Su padre la está buscando —Fiorella, su mejor amiga, se asoma en la esquina del comedor.
Emily aparta la mano de su hermano siguiendo a su amiga.
—¿Cómo te sientes?—me pregunta Antoni.
«Como una mierda»
—Bien —miento— Poco a poco me voy adaptando.
—Me alegra. La próxima semana iremos de caza por Latinoamérica, vendrás conmigo ya que tengo muchas cosas que enseñarte.
—Pensé que Brandon se encargaría de eso.
—Brandon debe prepararse para tomar el lugar de mi padre.
—Entiendo.
Se concentra en la carne de su plato.
—¿De qué hablabas con Emily?
—De nada, solo me estaba saludando.
Deja caer los cubiertos.
—No vuelvas hacerlo, a mi padre no le gusta.
—¿A tu padre o a ti?
No sé a quién intenta engañar, es obvio que le molesta que hable con su hermana.
—No debes hablarle mal a tu jefe.
—No eres mi jefe, se supone que somos socios, por eso accedí a venir. De lo contrario me hubiese quedado en Londres soportando el control de Alex.
Relaja los hombros llenándose de paciencia.
—Perdona, tienes razón, somos socios ya que nos has dado buena información sobre la FEMF.
Braulio Mascherano llega acompañado de Isabel Rinaldi. Toman asiento uno al lado del otro. Al viejo no le importa que su mujer este agonizando, exhibe y pasea a su amante a cada nada.
—Christopher, pláceme saludarte —se sirve una copa de vino.
Me pongo de pie, esta familia como que no me cae.
—¿No nos acompañas?
—No, ya acabé mi cena. Buen provecho.
Robo un paquete de cigarros del mini bar antes de irme afuera. Saco la palm asegurándome de que el rastreador esté deshabilitado, un par de movimientos me llevan a la pagina de la FEMF.
"El general Alex Morgan lidera la búsqueda de su hijo:
Ya pasaron cinco meses y no se tiene indicio del paradero del heredero del apellido Morgan. Los rumores señalan que se unió a la mafia italiana ya que fue visto con Antoni Mascherano, el segundo hijo del líder del clan del Mascherano"
Hay un montón de mensajes de Sara, Bratt y Alex.
"Hijo estamos preocupados por ti, por favor, danos señal de que estás bien" Sara.
" Más te vale que no estés haciendo estupideces porque lo lamentarás cuando vuelvas" Alex.
"Hermano, donde sea que estés llámame, no importa lo que hiciste encontraremos una solución juntos" Bratt.
"Se me está acabando la paciencia Christopher, ten presente que no importa cuando te escondas, te encontraré,¡No serás un jodido criminal!"
Se oyen gritos, guardo la palm cuando Brandon Mascherano se acerca.
—El hijo pródigo esta nostálgico —me dice.
—Para nada —apago el cigarro— Solo quería tomar aire.
—Ven conmigo, quiero que veas la nueva mercancía.
Lo sigo adentrándome en el pozo subterráneo que tienen a modo de prisión.
En el poco tiempo que llevo aquí he ido conociéndolos poco a poco. Tienen grandes mansiones a lo largo de Italia, cada vez que desbancan a un enemigo le roban las propiedades. El hecho de que sus escondites no sean suyos dificulta la tarea de las autoridades a la hora de hallarlos, saben esconderse. Las propiedades suelen estar en lugares recónditos y cuentan con el apoyo de la autoridad italiana, unos se venden mientras otros les tienen tanto miedo que no se atreven a abrir la boca.
Italia es un territorio difícil de explorar, en especial las provincias y los pueblos debido a que la mayoría están sobre las ruinas de la edad media. Cuentan con pasajes y lugares secretos que los delincuentes usan para esconderse.
—La caza resultó provechosa —comenta Brandon— Capturamos ciento veinte personas.
Me fijo en las celdas, están llenas de hombres, mujeres y niños.
—Los socios esperan por ellos —se ríe— Empezaremos la subasta en un par de minutos.
Los niños lloran y las mujeres suplican por ayuda mientras Brandon sigue riendo. Esto me aburre, yo no tengo necesidad de estar vendiendo a nadie para vivir como se me antoje.
—Ven —me invita Brandon—El verdadero espectáculo está en la caverna.
El espacio está lleno de gente que levantan billetes, toman y fuman ante el desfile de personas con ojos vendados. Me quedo en una esquina dejando que Brandon suba a la tarima improvisada.
Vuelvo a convencerme de que esto me aburre, gente alzando billetes comprando personas. Lo mio va más con armas y peleas clandestinas.
—¡Sube perra! —uno de los guardias pelea con una de las mujeres.
—¡Mamá! —una niña se le pega a la pantorrilla mientras la mujer la alza en brazos suplicando que la suelte.
—¡Por favor! —ruega— Dejen que se vaya conmigo.
—¡El personal se vende por separado! —exclama el hombre.
—¡Se lo suplico! —insiste.
—¡Mátala! —Isabel sale de la penumbra.
El guardia clava el arma en la cabeza de la mujer. La perra me cae como una patada en el hígado se cree ama y señora dando ordenes.
—A ella no idiota —lo regaña— A la niña, los prostíbulos son los que más pagan.
Isabel saca la navaja. La mujer le suplica de rodillas mientras le arrebata a la niña, escucho un sin fin de gritos que me mueven cuando blande la cuchilla, atina al estomago de la niña y alcanzo a tomarle la mano antes de que se la entierre.
«La oportunidad perfecta para cargarme a Isabel» Mi mano viaja a su garganta estrellándola contra la pared, patalea en vano porque su fuerza no sé compara con la mía, además, soy tan asesino como ella.
—Suéltala —me ordena el guardia poniéndome el arma en la cabeza, que me mate si quiere, me llevaré el gusto de enviar a la perra al infierno, ejerzo más fuerza.
—¡Que la sueltes! —vuelve a exigir el hombre. Isabel señala a Brandon con la poca fuerza que le queda.
—¡Señor! —grita el escolta atrayendo la atención de Brandon.
En cuestión de segundos tengo cinco hombres obligándome a que la suelte, aflojo al agarre dejándola caer.
—Se opuso al asesinato de la niña —comenta el guardia.
Brandon me mira en busca de una explicación.
—Es uno de ellos —dice Isabel en el suelo— No funcionará en nuestras filas.
Es obvio que estoy en problemas, Brandon sigue mirándome como si fuera a matarme.
—No es provechoso que arruinen la mercancía —miento— De que te sirve cazar ciento veinte personas si tus hombres acaban con la mitad antes de que las vendas.
—Y por eso intentaste matarla —señala a Isabel.
—No me agrada —me encojo de hombros— Y si se descuida me la cargo.
Se echa a reír.
—Mi padre te sacará los intestinos si la lastimas— explica— Vete, recapacita y piensa que explicación le presentarás mañana.
«¿Explicación? ¿Yo?» Ante ellos que arreglan juicios como si fueran de la realeza «No, gracias» Antoni me buscó a mi, no yo a ellos y estaba muy cómodo con mis actos delictivos.
Ya jodí a la FEMF así que me largaré, lo haré mañana a primera hora. Vuelvo al castillo en tinieblas entrando con cautela, nadie me asegura que Braulio no me está esperando listo para matarme. Una sombra se mueve y le echo mano a mi arma «Me van a aniquilar» La sombra corre escalera arriba mirando hacia todos lados.
Subo rápido escondiéndome en una de las esquinas, no es Braulio, es Antoni. Sigue a la defensiva mirando hacia aquí y allá antes de avanzar a la habitación de su hermana. Saca una llave mientras vuelve asegurarse de que nadie lo vea antes de entrar.
«¿Por qué entra como psicópata a la habitación de su propia hermana?» Cierra y me muevo a mi alcoba pasando por la puerta, pero la discusión de adentro me detiene.
—¡Estoy harta de que vengas, de que me atosigues y no me dejes tomar mis decisiones! —espeta la italiana
—¡Calla! —contesta él— No entiendes que me preocupo por ti. Cada dia te veo peor y es necesario que te vea un médico...
—No creo que a papá le guste saber lo que tengo.
Capto los pasos que se mueven adentro.
—Principessa —habla él—, no le gustará, pero tendrá que aceptarlo, ya que el embarazo empezará a notarse en pocos meses.
Me congelo en el puesto, ¿Embarazo? O sea... Me atrevería a jurar que es una mojigata virgen y resulta que está embarazada.
—Aléjate —pide ella con un tinte de miedo en la voz.
—Sigues sin entenderme, sin comprender que quiero lo mejor para ti, para mí y para él —insiste Antoni—. No es culpa de nadie...
—¡Tuya si!
Ella le grita. Escucho el sonido de un golpe, así que giro la perilla, pero no cede y acto seguido se desata el inicio de la contienda llena de llanto y forcejeo que me hace retroceder en busca de una maniobra que me haga romper la puerta.
Me preparo, pero se me abalanzan llevándome contra la pared.
—Shhh —Fiorella me pone la mano en la boca—. Si entra ahí, lo matará.
La pelea continúa dentro en medio de golpes, la italiana sigue exigiendo que la suelte e intento zafarme, pero la empleada me vuelve a empujar.
—Hágame caso o morirá...
Algo cae adentro y ella insiste llevándome a mi alcoba. Definitivamente no tolero esto y por ello me largo ya mismo. Busco mi maleta empacando todo.
—¿Qué hará? —pregunta Fiorella.
—¿No ves? —espeto— Me largo.
—¡No! Escúcheme —se interpone—. No puede irse —baja la voz—. Ella está esperando un hijo y necesita ayuda.
—¡¿Ayuda?! Está preñada, la ayuda debió pedirla hace mucho tiempo.
—No la juzgue, no es fácil estar en su situación.
Respiro hondo, cualquiera con tres dedos de frente es capaz de deducir que el hijo es de Antoni y mal por ella, pero los problemas de otro no son mis asuntos.
—Ayúdela, ella no va a soportar mucho si se queda.
Niego, la cabeza se me vuelve un lío. Quiero largarme, pero la italiana me sigue suplicando y explicando cosas que no quiero oír. Recojo todo y ella me sigue a donde sea que me muevo.
—Dirá todo lo que sabe sobre su familia si se la lleva —suplica—. Le será más fácil acabar con el clan.
Me paso la mano por la cara, tanta rogadera me hostiga y el que tenga razón en ciertos puntos no me deja tomar decisiones.
—Tienes cinco minutos para traerla o se queda —digo y ella sale rápido.
Necesito un ticket que me abra rápidamente las puertas con la FEMF, ya que lo primero que hará el clan italiano será buscarme para matarme. Termino con lo que falta y Fiorella ya está en la puerta cuando busco la salida.
—Antoni ya salió —me avisa con una mochila colgada en la espalda.
Me muevo rápido a la habitación de Emily que tiene la cara roja por los golpes y empaca lo más rápido que puede. No le hablo, solo busco una manera de salir sin que nadie lo note.
—Colaboraré —me indica y no digo nada—. Ayudaré en lo que se requiera si me sacas con Fiorella.
Amarro todas las sábanas que encuentro asegurándome de que puedan soportar el peso de ambas mujeres, reviso que no haya nadie a la vista y las bajo rápidamente antes de descender.
Nos escabullimos entre las sombras y al llegar al estacionamiento busco el auto más fácil de robar, «El deportivo de Alejandro», quien es un puberto en ascenso. Siempre lo deja botado como si fuera un juguete.
No me equivoco cuando intento abrir la puerta. Las dos mujeres suben mientras me pongo al volante y el motor ruge cuando lo enciendo encarrilando el vehículo a la salida.
—Escóndanse —le pido a las que me acompañan. Alejandro suele salir a altas horas de la noche, por lo tanto, no se verá sospechoso el que vean el auto acercándose a la puerta.
Aumento la velocidad al momento de acercarme a las rejas, el guardián apunta con la linterna, pero los vidrios polarizados no le dan mucha visibilidad, así que abre las rejas y acelero estando en la carretera. El reto está en no dejarse alcanzar porque si me atrapan, me matan.
—Déjame en la primera estación de transporte que encuentres —habla Fiorella.
—No puedo detenerme —la miro por el espejo retrovisor.
—No huiré con ustedes. Alguien me espera en Cortona.
Ya veo porque no tardó en alistar su maleta, tenía planeado huir de todas formas. Conduzco en silencio, las horas pasan y alcanzo a llegar al pueblo antes de que amanezca.
—Sal rápido —le ordeno a Fiorella.
Emily Mascherano se despide de su amiga con los ojos llorosos.
—Te llamaré cuando pueda — es lo último que dice Fiorella.
Cambio de auto antes de salir del pueblo con rumbo a Florencia. Es mi mejor opción en este momento, como la ciudad es grande puedo esconderme mientras pienso en cómo salir del país
El deportivo queda abandonado y una vieja camioneta es lo más desapercibido que encuentro.
Ella no aparta la vista de la ventana, el silencio es incómodo, sin embargo, no me atrevo a decir ni a preguntar nada, ya que soy de los que no da explicaciones de nada.
—Estoy esperando un hijo de Antoni...
—No te estoy pidiendo explicaciones —la interrumpo.
—Quiero sacarlo y que entiendan que no es sano ni normal lo que hace conmigo —insiste—. Tiene un problema, el cual mi familia se niega a ver.
Respira hondo antes de continuar.
—Antoni era mi hermano favorito, en ese entonces, Brandon vivía cuidandole la espalda a mi padre mientras que Alejandro desaparecía todo el tiempo y Philippe... Bueno Philippe siempre estaba encerrado en su cuarto mientras que Antoni y yo éramos inseparables. Me cuidaba todo el tiempo, no le veía nada de malo a eso hasta que...
Prefiere callar atragantandose con la explicación que nadie le pidió.
—Dirá que fue un error de ambos, pero es su culpa y desde ese entonces dejó de ser el hermano que adoraba —concluye sin decir más.
Sigo manejando dejando que el silencio se perpetúe, que las horas pasen y la noche llegue.
Me adentro en las calles empedradas, es tarde y hay poca gente. Detengo el auto, tengo las piernas entumecidas y el estómago me ruge de hambre. Estaciono en una pequeña sede bancaria en busca del cajero mientras ruego mentalmente que Sara no haya inhabilitado mis tarjetas. Es mi única opción, conociendo a Alex tuvo que haberme dejado sin una libra.
El alivio llega cuando el cajero me desembolsa un fajo de euros, lo suficiente para tiquetes de avión, comida, hoteles y gasolina. Sigo conduciendo a Florencia con la radio encendida y el que anuncie la desaparición de Emily Mascherano me hace pisar el acelerador.
Me detengo en una estación de gasolina y mientras tanquean reviso la Palm que me arroja las últimas novedades y los mensajes de Alex son los primeros que me saltan.
" Te has robado la hija de un mafioso ¿A qué juegas? Si quieres morirte, pégate un tiro en la sien y deja de darme dolores de cabeza"; Alex.
"Hermano, ¿Qué pasa? Tu cara está en todos los noticieros italianos, devuelve a la chica y toma un avión a Londres, acá estarás a salvo"; Bratt.
Le echo un vistazo a las noticias de la FEMF.
"Christopher Morgan hace de las suyas en Italia. Fuentes confirman que se ha ganado una fuerte enemistad con el clan Mascherano".
"El general Alex Morgan despliega una intensiva búsqueda por Italia, al parecer el respetado general está dispuesto a encontrar a su hijo cueste lo que le cueste".
Apago el dispositivo. Alex está en Italia, por lo tanto, puedo hacer que me encuentre solo con oprimir un botón.
Sigo conduciendo y llegar a Florencia me deja agotado, empezando por el hecho de que me tocó darme puños y golpes a cambio de un auto nuevo, ya que la camioneta donde veníamos se averió a mitad de camino.
Comimos, nos bañamos y nos cambiamos en un hospedaje de paso. Ahora nos escabullimos por las calles en busca de un sitio para escondernos, ya que somos la principal noticia en todos los medios de comunicación; estaciones, terminales y calles están llenas de carteles con el enunciado sobre la desaparición de la italiana.
Debo buscar un lugar, llevo horas dando vueltas en círculo y mi acompañante no conoce mucho de su tierra natal. Debo ser cauteloso, el sitio que busco debe pasar desapercibido, puesto que no puedo mostrar mi identificación ni responder preguntas.
Salgo del área Metropolitana, las calles que se ciernen ante nosotros son estrechas y húmedas. Mercaderes ofrecen fruta, pan y carne en pequeños puestos sobre la acera.
Al final del callejón hay un pequeño letrero rojo con la palabra Hostel.
—Bienvenidos —saluda un hombre de avanzada edad, parece estar en los últimos días.
El entorno es lo que requiero, dudo que el hombre haya visto noticieros o periódicos, ya que ni enfocarnos puede.
—Habitación para dos —dejo el dinero en la mesa, se lo acerca a los ojos e inmediatamente se levanta. No sé si di de más o de menos, en estos momentos no tengo cabeza para hacer cálculos de moneda extranjera.
Me guía a la alcoba antes de entregarme la llave.
—Retírese...
—El desayuno...
—¡Que se retire! —lo corto cerrando la puerta con pestillo.
Falta un cuarto para las seis, el sol empieza a esconderse y los mercaderes comienzan a empacar. «Ya está», no puedo darle vueltas a esto, por ende, saco la Palm activando la ubicación.
—Tomaré un baño —comenta la italiana—. Creo que me quedaré dormida apenas toque la almohada.
Asiento, la verdad es que también estoy muerto, pero, a diferencia de ella, debo quedarme montando guardia.
Algo se cae en el baño, me incorporo observando que la puerta no está cerrada del todo, sino que hay una pequeña hendidura que me deja verla frente al espejo y lo que hace me deja sin palabras.
Vendas blancas le rodean la espalda y ella se las quita frente al espejo, «Vendada». Oculta el avance del embarazo con vendas alrededor de su abdomen.
Me paso al sofá cuando ella sale. La noche se me va sopesando la reprimenda que me espera, ya que tendré que someterme a un montón de interrogatorios e imposiciones por parte de Alex.
Tengo dos opciones; esconderme de los Mascherano o hacerles frente y darles guerra hasta acabarlo. La primera está más que descartada porque no me ocultaré como rata de alcantarilla, alguien tiene que masacrarlos y ese seré yo.
Amanece y Emily Mascherano se levanta a buscar la poca comida que cargábamos en la mochila.
—No hay nada —aclaro—, me comí todo lo que había.
—Entiendo — vuelve a la cama.
—Traeré algo.
—No es necesario, puedo esperar a que sea la hora del desayuno.
—Es necesario —me meto al baño. Llevamos más de veinticuatro horas sin probar comida decente—. Cámbiate que falta poco para partir.
—¿Partir? Se supone que no podemos salir del país, nos atraparán si nos acercamos al aeropuerto.
—No saldremos por el aeropuerto.
Me baño y salgo a comprar comida. La calle está igual que ayer, llena de gente de clase baja regateando por alimentos. Sin tanto preámbulo entro al primer restaurante que encuentro, la mujer tarda más de lo estipulado, pero callo, ya que no puedo llamar la atención en ningún lado.
Aminoro el paso a medida que me acerco al hostal. Los mercaderes no están y hay dos camionetas frente al sitio. Suelto todo, la sangre me llega a los pies cuando piso un charco del líquido carmesí en tanto el encargado yace en el piso con un tiro en la cabeza.
Preparo mi arma mientras corro arriba encontrándome con lo obvio.
—Christopher —saluda Antoni Mascherano rodeando el cuello de su hermana.
Brandon, Isabel y Braulio lo acompañan escoltados por cuatro hombres y todos me apuntan con firmeza. Alzo mi arma también, si muero me llevo aunque sea a dos.
—¡No! —llora Emily— No le hagan daño, me trajo porque yo se lo pedí.
—No lo defiendas, sorella —habla Antoni.
—¡Te abro las puertas de mi casa y te robas a mi hija! —espeta Braulio— ¿Qué clase de lacra eres?
—No me la robé —replico—. La saqué del infierno que estaba viviendo.
—¡Miente! —interviene Brandon.
—Explícaselos Antoni —lo miro—. Explícales por qué tu hermana huye tanto de ti.
—No intentes dañar a mi hijo —se adelanta Braulio.
—No miente, papá —dice Emily—. Nadie me robó, huí porque no soporto el que no veas la realidad de las cosas.
—¡Calla! —le exige Brandon— No justifiques tu actitud de zorra inventando historias fantasiosas. Quieres irte con este y ya está.
Brandon prepara su arma mientras que yo no bajo la mía. Ninguno de ellos me acojona, llevo el dedo al gatillo, pero Braulio se atraviesa mirándome con ira.
—Vete —demanda.
—¡Pero padre! —replica Antoni.
—No voy a iniciar una guerra por un tonto enamoramiento juvenil.
—¡Nos ofendió! —increpa Brandon.
—No le explicaré eso a la FEMF —aclara Braulio—. No les diré que maté al hijo de un general porque la zorra de mi hija decidió huir con él como adolescente desesperada.
—¡Se aprovechó de ella! —replica Antoni— Aún cuando le advertí que se mantuviera lejos.
—¡Nos vamos! —ordena Braulio.
No bajo el arma, ya que la cara de horror de Emily Mascherano no me deja hacerlo.
—¡Baja el arma! —me exigen.
Niego sin dejar de mirarla.
—¡Bájala! —solloza— No hay nada que hacer.
El pulso me tiembla antes de ceder. Me da rabia no volarle la cabeza a ese kilo de mierda que me desafía con la mirada cuando Braulio le quita a Emily de los brazos.
—Gracias —susurra ella cuando pasa por mi lado.
Salen en fila todos menos Antoni.
—Te descuidé un segundo y te metiste en la cama de mi hermana —me encara—. Aunque mi padre diga que no, te buscaré y te mataré como el animal que eres.
—Será tarea de ambas partes. Tengo cierto repudio por los canallas asquerosos como tú.
Empuña su arma y me preparo para hacer lo mismo con la mía.
—No me busques —me empuja y lo apunto.
—Antoni —se devuelve Braulio— ¡Hora de irnos!
Los guardias se lo llevan y termino estrellando el arma contra la pared.
Los neumáticos de las camionetas rechinan afuera y me siento como un imbécil. Por cosas como estas es que prefiero darle la espalda al mundo, no me gustan los sentimientos de culpa ni los remordimientos, por eso trato de que todo me resbale evitando apegos emocionales.
Derriban la puerta frente a mí, no saco el arma, ni me muevo de mi puesto, sino que me quedo sentado viendo cómo los hombres de la FEMF se toman el lugar como si estuvieran lidiando con un delincuente. Bratt y Joset Lewis entran seguidos del general Alex Morgan.
No hay mucho que decir. Me llevaron a Londres, me sometieron a una infinidad de declaraciones e interrogatorios, la prensa me acribilló y el Concejo puso mil condiciones para enlistarme al ejército secreto.
Cuatro meses después me enteré que Emily Mascherano se había lanzado de un acantilado después de parir. Dejó de importarme y me centré en ser el próximo máximo jerarca de la Fuerza Especial Militar del FBI.
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