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CAPÍTULO 81

Vendetta 

Rachel.

Amanece y aprieto los ojos con fuerzas respirando hondo en la cama del italiano.

Sabía lo que pasaría si entraba en la habitación, soy consciente de lo que conlleva mi actuación estoy entrenada para ello y me prepare mentalmente antes de entrar, sin embargo eso no borra la rabia que le tengo.

«Solo espero que tenga muchos años en prisión»  

—Principessa —me apartan el cabello de la cara, su acento italiano me hacen doler los oídos.

Abro los ojos, está sentado sobre el borde de la cama recién bañado y oliendo a perfume.

—Buenos días —finjo una sonrisa.

—Toma una ducha —me besa la frente— Quiero que vengas conmigo.

Me incorporo, Fiorella está al pie de la cama con una bata lista para cubrirme. 

—Buenos días señorita —me saluda.

—Señora —la corrige Antoni— Ayúdala con el baño, desayunaré mientras tanto.

Dejo que me cubra con la bata y me siga hasta el baño. El asco vuelve a carcomerme , lo primero que hago es llevarme la mano a la boca. No pienso seguir usando mi cuerpo a modo de chantaje. 

—Tranquila —Fiorella me frota los hombros—. Es necesario que se vuelva loco por usted, no tenemos más escapatoria.

—Lo dices como si fuera así de fácil porque no eres la que tienes a ese insano detrás de ti.

—Tómese esto —me ofrece una píldora—. Es el anticonceptivo del día después.

No dudo en tomar el medicamento, usó preservativo, pero no puedo exponerme a que haya sorpresas futuras. Entro a la ducha refregándome la piel con fiereza, «Necesito huir de aqui rápido» 

Fiorella me ayuda a vestir y a peinar mientras me lleno de paciencia centrándome en que esto no es más que trabajo.

—Es por su bien —insiste la empleada.

—¿Lista? —Antoni se asoma en la puerta.

Fiorella retrocede cuando se inclina para darme un beso antes de ofrecerme la mano para que me levante. Tanta belleza, tanta elegancia, que solamente sirven para inspirarme miedo. Sus nudillos tocan mi cara y esbozo una sonrisa.

—¿A dónde me vas a llevar? 

—¿Lista? —Antoni se asoma en la puerta.

Fiorella retrocede cuando se inclina para darme un beso antes de ofrecerme la mano para que me levante. Tanta belleza, tanta elegancia que solamente sirven para inspirarme miedo. Sus nudillos tocan mi cara y esbozo una sonrisa. 

—Espero que nuestros hijos tengan tus ojos.

«Hijos» Iluso, prefiero ser empalada antes de darle un hijo. Posa la mano en el centro de mi espalda guiándome afuera. Salimos del castillo, por un momento me asaltan las dudas. 

¿Y si notó que lo estoy engañando?  La cabaña donde me arrastraron ayer aparece frente a mis ojos. 

—Soy un hombre de palabra —me besa los nudillos— Te prometí algo y quiero que veas como lo cumplo.

Abren las puertas, Brandon Mascherano está colgado del mismo gancho donde casi me violan sus cuatro bestias.

—¡¿Qué es esto Antoni?! —le grita suspendido en el aire— Soy tu hermano mayor, me debes aunque sea un mínimo de respeto.

No siento ni el más mínimo remordimiento, le estoy haciendo un favor a la sociedad porque es un puto torturador. Los escoltas salen mientras Antoni se coloca los guantes de cuero. Brandon palidece. 

—¡¿Qué harás?! —patalea— ¡Soy tu hermano, por Dios no hagas tonterías!

No lo mira, llena el tambor con balas antes de quitar el seguro. 

—¿Algo que quieras decirle a tus hijas antes de morir? —le apunta.

—¡Somos hermanos, Antoni! —le suplica— ¡No puedes dejar que esa perra te manipule!

Llora, se le corta la voz en repetidas ocasiones.

—Reacciona fratello —continúa sin dejar de sollozar. 

Busco aunque sea un poco de misericordia, pero no hay nada. La escena de ayer se repite, lo veo a él tocándome y besándome como el cerdo asqueroso que es.

—¡Perdóname! —le ruega— ¡Puedo irme lejos! ¡No regresaré jamás!

Es él o yo, si su hermano lo deja vivir no dudará en cortarme la cabeza. Miro a Antoni que tiene la mandíbula tensa detallando a su hermano. Aprieta el arma, por un segundo temo a que dude. 

—Hazlo —le pido antes de que se arrepienta— Me lo prometiste.

El negro de sus ojos se encuentra con el azul de los míos, escondo mi miedo sonriéndole de nuevo. 

—¡Perra! —grita Brandon estremeciendo las cadenas— ¡Perra manipuladora! Antoni te está engañando...

Los tiros truenan cuando Antoni descarga el arma en el cuerpo de su hermano. Lo único que hago es cerrar los ojos mientras disfruto del sonido de las balas que atraviesan la carne. Antoni concluye volviéndose hacia mi. 

—Espero que no hagas que me arrepienta de esto —me dice— Porque si lo haces, te colgaré al igual que él y te arrancaré la piel a pedazos.

El aire se me atasca en los pulmones. Contemplo el río de sangre que sale de su hermano. 

—Soy una mujer de palabra —reitero acariciando su cuello— Soy tuya, ya te lo dije. 

Alza mi barbilla y el cuero de los guantes se enreda en mi cabello cuando me empuja suavemente contra la pared respirando mi aliento. 

—Me gusta que aceptes la idea de que no tienes salida—pasa los dedos por la jadeíta que me adorna el cuello— Quiero más momentos como los de anoche.

Está desesperado puedo notarlo, su erección me lo confirma. 

—Los tendremos —le beso el cuello— Y los próximos serán mejores.

Dejo que me bese, que recorra mi cuello mientras desliza mi espalda a lo largo de la pared , baja hacia mis senos en tanto miro al cielo buscando resistencia. 

—Hay un baile con los líderes de todos los clanes —me deja en el suelo— Necesito que vengas conmigo, aprovecharé el evento para presentarte como mi futura esposa.

Aparece un rayo de luz al final del túnel, me sacará. Estando afuera puedo buscar algo que me diga dónde estoy ya que si conozco el entorno puedo planear mejores ideas. 

—Bien —dejo que me tome de la mano antes de sacarme del establo. 

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Bertha (Troncha toro) se pasea de un lado para el otro con un vestido sobre su pecho, el personal del servicio la miran atontadas mientras baila como si estuviera en algún tipo de ceremonia.

—Quien sabe a quién habrán matado por esta hermosura —deja la prenda sobre la cama— Es hermoso.

Las mujeres se abalanzan sobre la tela dorada.

—El señor Antoni lo mandó a traer de Milán —contesta Fiorella arreglando el tocador. 

Tomo asiento frente al espejo, lo de Brandon se murmura por toda la mansión, pese a que Antoni exigió silencio sobre el tema.  Es el líder, sin embargo estoy a la defensiva porque sé que Isabel, Danika, Alejandro o Jared entrarán en cualquier momento en busca de venganza. 

Las manos me cosquillean, siento el aire pesado y el espacio demasiado pequeño. Estoy en medio de un ataque de ansiedad «Abstinencia» El HACOC está demostrando efectividad, eso me asusta.  

Débilmente dejo que me coloquen el vestido y me arreglen frente al tocador, estoy tan decaída que quiero acostarme, mas no puedo desperdiciar la oportunidad de salir. 

—Que hermosa se ve —una de las chicas me sonríe, tiene marcas moradas en el cuello y cojea cuando camina.

—Gracias.

Dejo que me coloquen los tacones, el largo vestido me llega hasta los tobillos. Tengo el cabello recogido en un moño griego mientras que la jadeita brilla en mi pecho. Reparo mi imagen en el cristal atorándome con mi propia saliva cuando Alejandro aparece detrás de mí.

Fiorella se aleja asustada. Alejandro tienes los ojos enrojecidos, no sé si es por el alcohol o por la muerte de su hermano. 

—Necesito hablar a solas con mi nueva cuñada —echa a todas las mujeres.

Las empleadas recogen todo sin protestar. 

—Lo mataste —se posa a mi espalda— Todos te vieron entrar con Antoni al establo.

—¿Y vienes a confirmar lo que ya sabes?

Aprieta los puños. No vale la pena negar lo evidente.

—Si vienes a matarme hazlo de una vez, estoy cansada de las amenazas.

—¿Para qué Antoni me mate como mató a Brandon? No, no soy tan estúpido —se mete la mano en el bolsillo— Ninguno coqueteará con la muerte ya que tu misma te atarás la soga en el cuello.

Saca la jeringa plateada, mis reflejos se ponen a la defensiva de inmediato. Intento levantarme, pero me devuelve a la silla rodeándome el cuello con el brazo. 

—No se te ocurra...

—Ya se me ocurrió —grazna sobre mí— Disfrutaré ver cómo te vuelves loca después de inyectarte una dosis triple de HACOC.

Me inmoviliza enterrándome la aguja en la garganta dejando que el líquido se abra paso por mis venas, percibo los mareos en segundos. 

—Esta dosis te enloquece o te mata, ansío la segunda opción.

Me suelta y caigo al suelo desorientada. El piso se mueve, las voces regresan y el pecho se me agita. 

—¡Señorita! —el rostro de Fiorella aparece en mi campo de visión— ¡Señorita ¿Está bien?!

—Me inyectó —sudo, el cabello se me pega a la piel, siento que mi cerebro es un hoyo negro lleno de trastornos— ¡Vete! No quiero que nadie me vea así.

—Escúcheme, no deje que los efectos la controlen, trate de mantenerse consciente.

La adrenalina es demasiada, la imagen de Brandon y Jared tocándome me produce ganas de vomitar. Mi noche con Antoni y la muerte de su hermano se apoderan de mi razonamiento. 

—¿Te sientes mal linda? —reconozco la voz de Isabel— Me preocupas. 

—El señor Antoni nos espera —habla una tercera voz en el umbral.

—No puede salir así —dice Fiorella— La sobredosis puede matarla.

—Que mala suerte —Isabel se ríe— Lastimosamente no podemos posponer el evento. Termínala de arreglar, la esperaremos en el auto. 

Cierran la puerta y Fiorella me pone de pie. 

—¡Escúcheme! —me toma la cara para que la mire— Si no va, la sacarán a la fuerza y será peor, no los provoque y sígales la corriente.

Asiento. 

—Guarde esto —me entrega una navaja— Úsela sólo si es necesario, estará rodeada de asesinos, por lo tanto, tiene todas las de perder.

Intento concentrarme en lo que dice pero mi mente está dando vueltas en otro lado.

—Quiero irme a casa.

—Lo sé, pero afuera nadie puede ayudarla—me guarda la navaja entre los pechos— Todos les temen o están comprados, así que no se le ocurra pedirle ayuda a nadie.

Parece que estuviera en un carrusel dando vueltas a la velocidad de la luz. Vienen por mí subiéndome a una limusina. 

Las sensaciones se incrementan en el interior del vehículo, la cabeza se me quiere estallar, siento que el espacio se torna cada vez más pequeño. Me digo que puedo hacerlo, pero es imposible con el pánico carcomiéndome todo. 

Mi cerebro no para de divagar en medio de recuerdos nostálgicos, me lleva a mi infancia cuando vagaba por el desierto árido de Phoenix. Viaja a todos esos momentos tristes donde tuve el corazón roto, a los primeros días lejos de mi familia cuando el pan de cada día eran gritos y largas horas de entrenamiento.

El escenario cambia de un momento a otro, ya no estoy en el auto. Estoy siendo escoltada al interior de la fiesta reconociendo las caras que me rodean, criminales en su mayoría. Recuerdo su perfil en los expedientes de la FEMF.

Antoni aparece vestido de negro buscándome los ojos, pero no se lo permito. 

—Que hermosa te vez mi bella dama. 

Su voz es un martirio para mis sentidos, trata de besarme la mano y  retrocedo sin poder contener el odio. 

—¿Estás bien? —busca mis ojos.

—Si —aparto la cara al notar el error— Preséntame a tus colegas. 

Me exhibe por el lugar mostrándome como su dama. Todos se le acercan como si fuera algún tipo de celebridad, hablan de planes y medidas, escucho una y otra vez el nombre de la FEMF.

Todos están molestos repitiendo la misma secuencia de palabras "Perdidas, bombardeos, ataques y capturas" Creo que voy a vomitar, me siento demasiado mal. Estoy viendo lo que no es, además, me está costando distinguir la realidad. 

Detengo  los ojos en Alejandro e Isabel que alzan sus copas hacia mi en señal de brindis. 

Antoni me besa mientras sonrió «¿Qué diablos? No me reconozco, me veo a mi misma transformada en otra persona. Mi yo interior está gritando por salir, siento que estoy encerrada en una caja a la vez que observo como otra que no soy yo se pasea por ahí con una sonrisa en el rostro.

Tomo copa tras copas, pero nada apaga la sed que me seca la garganta. 

—Te estás embriagando —me arrebatan la copa— ¿Segura que estás bien?

Antoni sujeta mi nuca.

—Estás drogada —susurra.

Nuestros ojos se encuentran, siento que algo se me mueve por dentro, es como si me metieran la mano en la caja torácica. 

—Estoy bien —retrocedo.

El aire me asfixia. El «Mátalo» se repite un montón de veces en mi mente. 

Alguien habla por el micrófono, suena música clásica y todos se mueven a la pista con su respectiva pareja, hasta Angelo que anda con una rubia que podría ser su nieta. No sé a qué va el baile ni de qué se trata el evento ya que no he estado poniendo atención, solo me dejo llevar como si fuera una marioneta. 

—Rachel baila conmigo —me pide Antoni. 

Entramos a la pista, mi mano reposa en su hombro y la de él en mi espalda. 

—¿Quién te inyecto? —pregunta en medio del baile.

—No importa, me siento bien así.

La respuesta sale de forma automática, nuevamente siento que no soy yo, no sé si esta yo quiere seguir drogada. Me cuesta entender todo lo que dice, sujeta mi cintura. De un momento a otro estoy envuelta en sus brazos dando vueltas en la pista de baile.

Los recuerdos vuelven a surgir; me veo a mi misma peleando con Sabrina y Martha Lewis, me veo siendo víctima de los castigos absurdos de Parker.  Rememoro las discusiones y el dolor que sintió Bratt el día que se enteró sobre mi traición. 

«Christopher»; Las discusiones, sus rechazos, la manera humillarme, la forma en que me pisoteó, todos los momentos en los que creí odiarlo. 

Y encima, los Mascherano jodiéndome la vida.

El puente Tower bridge aparece, no sé si me subí a una máquina del tiempo. Me encuentro siendo sujetada por los Halcones, mientras Brandon da la orden de matar a mi amigo, a mi hermano, a mi Harry.

Grito lucho y pataleo desesperada por ayudarlo, sus ojos marrones me dedican una mirada cargada de miedo mientras los hermanos Strowal le disparan. Se me enciende el pecho, siento el dolor de su agonía mientras muere entre mis brazos.

—Rachel —Antoni me obliga a que lo mire— Estás llorando.

Me paso las manos por el rostro, tengo la cara empapada con lágrimas. La ira, el odio y el remordimiento se transforman en una bola gigante dentro de mi pecho.

Reparo el rostro del asesino frente a mí, me deleito con la idea de apuñalarle el corazón. 

—Necesito ir al tocador —logro decir.

Me besa el cuello antes de llamar Alejandro para que me escolte. 

—No tardes.

Le paso los nudillos por la cara «Hijo de perra» Es el culpable de la mitad de mis desgracias.

—Vale. 

Alejandro se acerca dedicándole una mirada cómplice a Jared y a Danika. La segunda era la amante de Brandon, no es raro que se traigan algo entre las manos. Antoni palmea el hombro de su hermano dejando que me escolte. Lo hace en silencio, con Jared y Danika siguiéndolo con disimulo. 

—Adelante mi reina —señala la puerta del baño con un tono de burla. 

Frente al espejo trato de salir del trance, cosa absurda porque la droga corre por mi sistema acrecentando todos los sentidos. Quiero correr y correr hasta que estos malditos no puedan encontrarme. No soporto a Antoni, el que me retenga como su maldita prisionera. 

Espero que el baño se desocupe antes de encerrarme en una de las gavetas. Dejo de lado los tacones, me preparo soltando la tapa del retrete anhelando que vengan por mi. Subo al retrete cuando abren la puerta. 

—Rachel, Antoni te está esperando  —habla— No me digas que la sobredosis te mató. 

Aprieto la tapa con fuerza. 

— Rachel  —repite abriendo las gavetas —¡Rachel! Soy malo jugando al escondite.

Veo su sombra deambular, se queda en silencio, lo oigo respirar hondo antes de patear las puertas. Abre mi gaveta y lo espero con la tapa en alto estrellándosela en la cara. No hay tiempo para nada, le paso por encima buscando la salida.  

Los Strowal me ven salir, no puedo llamar la atención así que solo me arreglo el vestido caminando como si nada pasara. No puedo salir por la puerta principal, pienso rápido. Se ocurre pegarme a la espalda de uno de los camareros.

Entro a la cocina llamando la atención de todos mas no me importa, voy a salir de aquí cueste lo que cueste. 

—No puede estar aquí, señorita —me dice uno de los cocineros cuando atravieso el umbral.

No le hago caso, me adentro en el lugar en busca de la salida tropezando con ollas y utensilios de aseo sin voltearme porque sé que me están siguiendo, puedo sentirlo. El aire fresco me golpea, me lleno de esperanza al ver el letrero que dice "Salida de Emergencia"

Hay hombres armados afuera, finjo vomitar en una de las paredes cuando se me acercan.

—¡Entre al salón! —exigen.

—Está conmigo.

La puerta vuelve abrirse, reconozco el acento ruso de Jared.

—Le cayó mal el trago —habla Danika— El jefe pidió que le diéramos un paseo para que tome aire fresco.

Ambos me toman de los brazos alejándome del salón. 

—Con que intentando huir —comenta Jared— Eres tan predecible.

—Cualquiera pudo haberte disparado mientras corrías —añade su hermana— Le daré esa excusa a Antoni cuando me pregunte cómo moriste.

Miro a mi alrededor en busca de algún tipo de letrero que me diga dónde estoy, todo fue en vano ya que no hay pistas por ningún lado. 

Las luces desaparecen mientras me introducen en lo más profundo del bosque, veo sus manos como tentáculos llenos de baba. Me largaré de aquí, no obstante, tengo una tarea pendiente por cumplir.

—Que empiecen los fuegos artificiales —Jared saca su arma.

Danika me sujeta los hombros para que me arrodille, pongo resistencia, insiste y le mando un codazo a su hermano antes de impactar mi puño contra la cara de ella. 

La maniobra los toma por sorpresa. Emprendo la huida antes de que recobren la noción, los disparos no tardan mientras me escabullo entre los arboles. No me andaré con rodeos, saco la navaja que me dio Fiorella en tanto me escondo detrás de un roble. Los pasos se oyen cada vez más cerca y aprieto el artefacto. 

«No puedo fallar» Los errores no tienen cabida en lo que haré.

Jared se asoma por un lado, acto seguido, lo abordo por detrás colocándole el cuchillo en la garganta. 

—Demasiado lento —me río.

Danika me apunta. 

—¡Suéltame! —exige Jared.

Tiene fuerza, pero la adrenalina que me recorre las venas me ayuda para aprisionarlo contra mi pecho.

—¿Dónde quieres el tiro? —pregunta Danika— ¿En la cabeza o en el corazón?

Retrocedo arrastrando a su hermano conmigo, teme a moverse ya que tiene la hoja de contra la piel y una mala maniobra puede tajarle la garganta. 

—Somos dos y tú una...

—Pregúntame —la interrumpo.

—¿Qué? —contesta confundida

—Que tanto le temo a eso —sonrío al deslizar la hoja por la garganta de Jared, el filo le corta las arterias mientras Danika da un paso atrás viendo como se desangra su hermano. 

—¡Perdón! —río— ¡Se me resbaló el cuchillo!

Termino de pasarle la hoja filosa por el cuello.

—¡Jared! —el grito le desgarra las cuerdas vocales.

Tomo el arma del cuerpo sin vida antes de soltar al difunto Jared.

—¿Dolió? —le pregunto.

Esta aturdida viendo el cuerpo que dejé caer. 

—Mi hermano... —musita. 

—Supongo que si —le apunto con el revólver— Yo sentí lo mismo cuando mataste al mío.

Descargo el arma en su pecho, siete tiros contundentes, sin piedad ni remordimiento. Cae al piso en un charco de sangre mientras sigo jalando el gatillo hasta que se acaban las balas.

El corazón se me quiere salir, suelto el arma emprendiendo la huida cuando escucho voces a lo lejos. No sé dónde estoy, solo corro lo más rápido que puedo. 

Recibo arañazos en la espalda, brazos y piernas. La vegetación es densa, para colmo, las voces se escuchan cada vez más cerca. Estoy más que perdida, mas no puedo permitir que me atrapen, no después de haber llegado tan lejos.

Me persiguen como animal de caza, percibo como me pisan los talones mientras me abro paso entre la maleza.

Tengo un solo objetivo, una única esperanza, un solo deseo.

La oscuridad me quita velocidad cuando choco contra las piedras, las ramas y los árboles. En este momento el dolor es lo de menos. Corro hasta que toco fondo y termino rodando colina abajo recibiendo múltiples golpes en el estomago. Algo se me entierra en la pierna logrando que me retuerza muerta de agonía cuando aterrizo. 

Es una estaca de madera lo que me atraviesa el muslo, duele como una mierda, sin embargo me pongo de pie temiendo a los ladridos que resuenan atrás. Cojeo avanzando lo más rápido que puedo, las linternas se ven arriba y una luz de esperanza aparece cuando veo una casa a pocos metros. 

Fiorella me advirtió que no pidiera ayuda así que rodeo la propiedad saltando la cerca, vislumbro un establo el cual atravieso dejándome caer en el heno. Hay cuatro caballos, bultos de comida y sillas de montar. Las fuerzas son casi nulas, solo medio puedo arrastrarme escondiéndome detrás de las pilas de heno.

Debo recuperar energía para seguir huyendo, quedan pocas horas para el amanecer. Levanto el vestido analizando la herida, tengo que sacar la estaca e intentar contener la hemorragia.

Rasgo la prenda amarrándola sobre la herida, respiro hondo e intento sacar la estaca enterrada ahogándome con mi propio grito. Las lágrimas me nublan los ojos, el dolor me quema, tenso hasta el último músculo. Todo se nubla, de un momento a otro no veo más que oscuridad.

***

Antoni. 

«Huyó» No solo soy el hazme reír de todos mis socios, sino que también soy el pelele que se dejó engañar por una calienta braguetas con delirios de control.

La sangre se me convirtió en ácido, «Puta». Maté a mi hermano por su culpa, lo único que conseguí fue que me abofeteara de la peor manera. Me abro paso entre la vegetación mientras mis hombres siguen su rastro buscándola con armas y canes.

—No está lejos —Isabel se levanta limpiando la sangre que dejó en una de las rocas— Está herida, no será difícil encontrarla.

—Por aquí señor —me llama uno de los escoltas.

Señala una casa de ladrillos. 

—Podrían darnos pistas de su paradero.

—Podrían no —lo aparta Isabel— Nos darán pistas, tuvo que haberse acercado a pedir ayuda.

 Se toman la casa sacando a los dos ocupantes que la habitan, un anciano y un joven entre los quince y diecisiete años.

—No sabemos nada, señor —llora el anciano— No hemos visto a nadie por aquí.

Aquí nadie miente porque todo el mundo me conoce. 

—Señor somos incapaces de socorrer a un esclavo  —habla el chico.

—Requisen todo —ordena Isabel.

Sé que está aquí, mi instinto me lo dice, está drogada y herida. Sus movimientos son más que predecibles.

Me olvido de su encanto y supuestas promesas, me ha pateado la cara y eso no se perdona, se paga con sangre. Es una estúpida al intentar huir en un territorio comprado por la mafia.

—Está aquí señor —avisa uno de mis hombres. 

El HACOC no deja pensar a nadie sencillamente porque controla tu razonamiento. 

—¡Oh por Dios! —Isabel se vuelve hacia los dueños de la propiedad— ¿En verdad se atreven a mentirnos a la cara?

—No señorita... —intenta explicar el joven—Le juro que...

—¡Mátalos! —ordeno. 

Isabel saca la navaja

—¡Piedad señor, no sabíamos...

Blande la hoja en el aire enterrándola en el pecho del anciano, el joven lo ve desfallecer con cara de horror, Isabel no le da tiempo de asimilar nada, saca su arma y le pega dos tiros en la cabeza.

Preparo el revolver antes de entrar al granero. 

—Está desmayada —explican.

Me acerco dejando que le levanten la cara, sin embargo no reacciona así que muevo la estaca que tiene en la pierna forzándola a que abra los ojos, los escoltas retroceden tirándola al suelo. 

—Lamento interrumpir tu sueño, cariño.

Da asco. Es un amasijo de barro, sangre y sudor.

—Todos afuera —ordeno— Tendré una breve charla con mi dama. 

Cierran las puertas y ella se arrastra sujetándose la pierna. 

—¿Con quién crees que tratas? —quito el seguro del gatillo— ¿Me confundes con algún pandillero de barrio?

No contesta, sigue arrastrándose por el heno. Me acerco tomándola del cabello queriendo que me mire. 

—¡¿Por quién me tomas maldita estúpida?!

Se encoge de hombros mientras se me ríe en la cara.

—¡Maté a mi hermano por ti!

—Eso demuestra que el estúpido eres tú no yo.

«Descarada de mierda» le apunto y vuelve arrastrarse con los codos. 

—No lo dudes —dice— Ponle punto final a esto de una vez por todas.

Disparo, desocupo hasta el último espacio del tambor. Los caballos relinchan asustados mientras el lugar se ilumina con el destello de las detonaciones. 

Bajo el arma en tanto ella abre los ojos. Sigue tendida en la misma posición, el suelo queda lleno de agujeros mientras Rachel solo sacude la cabeza cuando suelto el arma poniéndola de pie. 

—Siempre hay un castigo peor que la muerte, amorcito.

La arrastro a uno de los postes colocándola de cara contra él antes de atarla. 

—No te equivocas al decir que soy un estúpido —muevo la estaca de la pierna— Pero este estúpido sabe vengarse.

No habla, solo solloza abrazando la estructura. 

—Convivir con el asesino más grande de Italia te enseña cómo ser un buen torturador.

La hipnosis se acabó. 

—El error fue ser demasiado condescendiente —me paseo por el lugar— Muestras un mínimo de debilidad e inmediatamente quieren cogerte las pelotas.

Tomo la fusta de cuero que hay sobre la silla de montar, es larga, delgada y termina en una pequeña punta de acero.

Reparo el lomo de la yegua que se pasea de un lado para otro, tienen cicatrices en carne viva, la punta de la fusta se le dibuja en el pelaje. Me vuelvo hacia la mujer colgada en el poste, Brandon no mentía al decir que solo traería problemas.

Respiro hondo, puede volverme loco, pero eso no quita el que me haya engañado dos veces. No soy un pelele ni estoy pintado en la pared como para que me pisotee como tapete barato.

La encaro, ella levanta el mentón desafiándome con la mirada. Pese a todo eso tiene la soberbia de levantar la cara y retarme como si estuviera lidiando con cualquiera.

—Mi abuelo decía que las mujeres son igual a las yeguas —le estrello la cabeza contra el poste— Si no aprendes a domarlas te pondrán trabas toda la vida.

Le arrebato el collar, rasgo la tela del vestido dejando la espalda descubierta.

Meses soñando con darle todo, para nada. Apenas tuvo la oportunidad de abandonarme lo hizo sin detenerse a pensar todo lo que he hecho por ella.

Ya no es mi mujer, es mi esclava, como tal debe obedecer en todo lo que se le ordene. A eso se resignará por las buenas o por las mala. Los ruegos de Brandon cruzan  por mi mente a la hora de alzar la fusta. 

Si algo me enseñó mi padre es que al enemigo quisquilloso se le debe demostrar quien es el que realmente manda. Lanzo el primer azote arrebatándole un grito. 

—¿Quién es el imbécil ahora? —el acero le abre la piel.

—¡Hijo de puta! —me grita.

Le lanzo otro latigazo.

—Debí empezar así, a las malas porque a la yegua salvaje se la doma con violencia.

Estrello el látigo cuatro veces seguidas mientras abraza el poste como si su vida dependiera de ello. 

—Contarlos incrementa la tortura, como perdí la cuenta de los primeros, empezaré desde cero.

Limpio la sangre de la punta.

—Contemos juntos, amor.

Endereza la espalda cada vez que el cuero le quema la piel, se retuerce y lloriquea. No paro, tiene que entender que su orgullo tanto como su estupidez no tiene cabida a mi lado. Me olvido del control aferrándome al embrujo que ejerce sobre mí lanzando la fusta una y otra vez.

—Cinco... seis... siete...ocho... nueve... diez... once...doce...Trece.. Catorce...Quince —los cuento todos, se los grito para que oiga y sepa que no tendré reparos a la hora de volverla mi esclava. 

Al décimo sexto vuelve a desmayarse sin darme el gusto de verla suplicar. Me voy contra ella soltándola, le lastimo las heridas para que despierte. Las lagrimas le llenan esos ojos que me miran con asco. 

—Tu entidad tiene el don de producir ratas traicioneras.

—No me ofenden las palabras de un asesino —contesta con un hilo de voz— Lo único que me pesa es que no tengas el puto valor de matarme.

—Eso sería demasiado fácil, ya que te niegas a colaborar debes asumir la tortura que me gustaría ejercer en otros.

—¡Cobarde! —llora— ¡No tengo la culpa de lo que otros te hicieron! Todo lo que he hecho es por mi bien, porque no quiero vivir esta vida de mierda.

—Demasiado tarde, las deudas deben pagarse y como aún no me das lo que quiero seras tú la que pagarás. La muerte de Brandon, de Emliy, el saboteo a mi clan, el que mi primo esté en cautiverio  —le tomo la barbilla para que me mire a los ojos— En especial la muerte de mi Emily ¿Alguna vez te has preguntado cómo murió? Supongo que no, estás demasiado ocupada encubriendo al hombre que amas como para querer escucharlo.

Me tiemblan las manos cuando la sujeto con fuerza.

—Lo amas a él pero no a mi sin saber que somos iguales...

—No...

—Si, yo disfrazo los demonios con un traje mientras él los oculta dentro del uniforme —reitero— Pero eso no quita el saliéramos del mismo infierno. 

—No tengo porqué pagar...

—Si tienes —la interrumpo— Repites la historia engañándome como él al igual que lo hizo con mi hermana y no te la voy a dejar pasar. Le lavó la cabeza Emily ,luego la abandonó como si no valiera nada. Lo mismo que tú querías hacer conmigo. 

Ahora tiene que vivir y probar el verdadero calvario. Debe pesarle para que valore el paraíso que perdió.

—Debes respetarme. 

—¡El respeto no se exige, se gana!

—Me da igual como lo obtenga.

La suelto en tanto voy enredando las manos en su cabello, arrastrándola afuera mientras ella se queda sin fuerza para levantarse. Isabel aparece y le tiro a Rachel hacia los pies. 

—Enciérrala en la fosa subterránea —ordeno— Sin comida, ni agua, que sobreviva a punta de la droga. Tortúrala , trata de que suelte todo lo que sabe sobre la FEMF.

—¿Por cuánto tiempo?

—Hasta que me plazca.

Le doy la espalda encaminándome hacia la colina. 

—¿Cuándo podré matarla?

—No seas estúpida —me vuelvo hacia ella— Pese a todo sigo queriéndola como esposa.

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