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CAPÍTULO 80

Jugando con fuego. 

Rachel.

21 de octubre de 2017.

Me miro al espejo e intento convencerme de que el Hacoc no sigue en mi torrente sanguíneo, quiero pensar, suponer que estoy bien, que soy la misma mujer de siempre. Miro mis manos, tengo los dedos temblorosos y el pulso acelerado, tuve que levantarme de la cama ya que la ansiedad me estaba matando «No puedes dejar que te controle» Me convenzo «no soy una jodida adicta» Me repito una y otra vez.

El encierro no me está ayudando, no tengo las ideas claras, además, los ataques de ansiedad son cada vez más fuertes. Por más que intento nutrir mi cuerpo, mi estómago rechaza los alimentos. 

Meto la cabeza debajo el agua fría permitiendo que los latidos mermen. Antoni se ha mantenido ausente  en los últimos días, solo ayer me dieron tregua con el HACOC, este lapso de tiempo lo usaré para idear la manera de no volver a probar esa porquería. Dejo que me vistan. 

Se oyen gritos afuera, me asomo por la ventana observando que se está repitiendo la misma escena de los últimos días. El mismo ciclo con una persona diferente. Todos los días, el mismo sujeto arrastra una mujer distinta a los establos seguramente para violarla. Las mujeres terminan de tender la cama, me quedo viendo a la nada sopesando las maneras de salir de aquí. 

Una algarabía se arma en el pasillo, denota que se trata de una discusión fuerte debido al trote apresurado que se siente en el piso. Acerco el oído detrás la puerta. 

—¡El hijo de puta nos está dando por el culo! —gritan, reconozco la voz de Brandon— Nos volvió a abofetear acabando con la mitad de nuestros puntos claves.

—¡Antoni ya viene para acá! —no identifico la segunda voz.

—¡Que se cojan a Antoni! —replica Brandon— Es el culpable de todo esto...

—Es quien manda.

—¡No! le está quedando grande el trabajo, por ello, le voy a dar una demostración de cómo se manejan las cosas.

Los pasos se acercan, retrocedo cuando abren la puerta de una patada. Intento buscar algo con que defenderme, mas no hallo nada que me sirva. Brandon Mascherano entra escoltado por tres hombres. 

—Sabía que  secuestrarte no traería más que problemas—arroja un periódico hacia mis pies— Conozco a las perras como tú.

Mantengo el mentón en alto, no me molesto en leer lo que me arrojó ya que es para atacarme con la  guardia baja. 

—Lastimosamente tus encantos solo funcionan con mi hermano.

Da un paso al frente en tanto yo retrocedo.

—No te me acerques — le advierto.

—La FEMF nos envió un mensaje —sonríe con ironía— Vamos a darle una respuesta. 

Sus hombres se abalanzan sobre mí tomándome del cabello mientras pataleo.

—Tu coronel está bombardeando todo lo que se le atraviesa —increpa el italiano.

Forcejo cuando me sacan hacia el pasillo, pero estoy tan débil que no puedo soltarme. 

—Antoni llegará en unos minutos —un hombre moreno nos alcanza mientras se encaminan hacia la escalera.

—No necesito mucho tiempo  —responde Brandon despreocupado.

—¡Sus órdenes son claras, Brandon! —replica el hombre— No quiere que toquen a la prisionera.

—Sí, pero no está, además cuando se ausenta el que da las órdenes soy yo —me mira patalear en el piso— Llévenla a la cabaña.

Me convierto en la atracción de todos cuando me sacan de la casa siendo revolcada a lo largo del jardín con rumbo hacia la caballerizas. Patean las puertas de madera soltándome, estoy llena de barro. Alzo la cara, la mano de Brandon me devuelve al piso con un golpe. 

—Pon atención cagna —me gruñe en la cara— Tus amigos están jugando a los soldados modelos. El coronel se está luciendo poniéndonos contra las cuerdas, pasándose por el culo las jerarquías de la mafia. 

Me patean las costillas. 

—Ustedes siempre actúan como amos y señores subestimando al enemigo —continúa— Bueno, no todos  — saca una hoja del bolsillo— Recibí una conmovedora carta, la cual suplica por tu libertad. El ejército del coronel tiene un punto frágil.

Bratt se me viene a la mente. 

—El pobre idiota parece tener un poco de razonamiento, pero tu coronel no, por ende, debo hacerle saber lo mucho que me molestan sus impertinencias.

Jared se une al grupo con una cámara de video en la mano. 

—¡Graba! —ordena Brandon antes de levantarme— Quiero que tus amigos vean cómo te torturo, que observen como te desangras mientras te entierro puñales en el intestino.

Me aprieta la garganta cortándome el paso del aire, le arrojo un rodillazo logrando que me suelte, sin embargo, las fuerzas no me dan para defenderme como debería. Él se alza sujetándome del cuello.

— Estás acalorada, te refrescaré un poco.

Me arrastra llevándome hasta los contenedores con agua, me hunde la cabeza impidiéndome tomar aire. El agua me entra por los oídos y por la nariz poniéndome a arder los pulmones, pataleo en vano aruñándole las manos. 

—¿Te gusta puta?

Aprieto los ojos intentando soportar  la presión, mi esfuerzo se va desvaneciendo poco a poco ya que no soy capaz de aguantar más de tres minutos. Me saca y toso antes de que vuelva a hundirme, esta vez tarda más a la hora de soltarme dejando que me arrastre en el piso con la poca energía que me queda. 

—No huyas, la diversión apenas comienza.

Como un saco de carne me levantan y me atan colgándome de un gancho que está suspendido en el techo. Siento pena de mí misma al verme de una forma tan vulnerable, los pies me cuelgan como un puto animal. 

Él sonríe mientras yo ardo presa de ira, tanto karma y sufrimiento para terminar así, muerta como vaca de carnicería siendo el trauma de los próximos soldados porque si este video llega a la FEMF se repetirá una y otra vez a modo de escarmiento.

El filo de su navaja rasga mi ropa dejándome desnuda. 

—¿La probaremos? —pregunta uno de los escoltas. 

Se me escapa el aire agitando las cadenas cuando empiezan a rodearme. 

—No —las lagrimas se me escapan mientras Jared sigue grabando. 

—No tardaremos, señor —propone otro abriéndose la correa del pantalón— Desperdiciar la comida es castigo divino. 

Brandon se posa frente a mí reparando las lagrimas que me recorren el rostro. 

—Está bien, de hecho, la disfrutaremos todos.

Grito, no sé de dónde saco fuerzas para impulsar el cuerpo, alcanzo a patear su pecho, se tambalea y vuelve a sacar la navaja. Jared me toma por detrás tapándome la boca dejando que los otros acaben con la poca ropa que me queda. 

—¿Alguna vez te han cogido por el culo? —me pregunta Jared al oído— Espero que sí, de lo contrario será demasiado doloroso.

—Usted primero jefe  —dice el que ahora sostiene la cámara. 

Niego, comienzo a patalear. Siento como pisotean mi mundo, no soportaré algo como esto. Si han de matarme, que lo hagan de una vez ya que no quiero pasar por el acto de ser violada por cuatro bestias inhumanas. Me tocan y me manosean mientras forcejeo, lloro a la vez que lucho suspendida en el aire.

—Una potra difícil de montar —me ponen un cuchillo en el cuello abriéndome de piernas.

Brandon libera su miembro acercándose con cautela, desliza las manos por mis muslos asqueándome en el acto mientras no dejo de temblar. Que me violen ya es demasiado. 

—¡Quieta! —susurra Jared clavándome la erección en la espalda. 

Brandon se lleva los dedos a la boca guiándolos a la entrada de mi sexo. Aprieto los ojos y...

Un tiro truena de la nada logrando que todos retrocedan, un gran número de guardianes se extiende a lo largo del establo abriéndole paso a Antoni. 

—¡Bájenla! —orden el mafioso furioso.  

—¡No! —se interpone su hermano— La traje aquí para matarla.

—Y violarla de paso —añade Antoni— Falta que el gato se vaya para que los ratones hagan fiesta.

Me bajan, caigo al piso conmocionada. Todos me miran con morbo y por instinto me arrastro a los pies de Antoni. Uno de los escoltas me da una chaqueta para cubrirme. 

—Debe morir —me señala Brandon con su arma— Lo único que trae son problemas.

—Lárgate de mi propiedad o me olvido que eres mi hermano —lo amenaza. 

Desde el suelo ruego que lo haga, ya no se sabe cual es más cerdo. De tener la fuerza que se requiere le metería una granada en el culo a Brandon.

—¿Echas a tu hermano por una puta? Piensa y recuerda cuántos favores me debes querido fratello. 

—Tu vida es el pago de los favores, lárgate y llévate a tu hombre contigo.

Brandon le apunta a su hermano, entonces los guardias alzan sus armas contra él. 

—¿Olvidas el lema de los Mascherano "La familia va primero"? Soy tu socio.

—No cuando tienes la osadía de tocar a mi dama —responde Antoni tranquilo. 

—Brandon tiene razón —dicen atrás— Es tu hermano, puede que sea un negligente sin escrúpulos, no obstante, sigue siendo tu familia.

Un anciano de cabello blanco se pasea por el lugar. 

—Si peleamos entre nosotros jamás obtendremos la victoria.

Me trago la rabia ¿Cuál es el proceder entonces? ¿Dejar que me violen? 

—No puedo confiar en quien no se toma la molestia de seguir mis órdenes —habla Antoni.

—¡No nos conviene tenerla aquí! —le grita su hermano—¡Solo intento proteger a la familia!

—Es la prometida de tu hermano —le aclara el anciano— Te guste o no, es la mujer que eligió y debes respetar eso.

—¡Lárgate! —le exige Antoni a su hermano.

—No puede irse —espeta el anciano— No en medio de la guerra, lo necesitas Antoni. 

El mafioso cruza miradas asesinas con su hermano, no sé quién diablos es el vejete. Estoy demasiado conmocionada para entenderlo, lo único que tengo claro es que tiene el poder de controlarlos a ambos.

—Olvidemos lo que acaba de pasar, Brandon no volverá a meterse con tu mujer, Antoni.

—Padrino tiene razón —interviene Alejandro— Debemos permanecer unidos.

Antoni no contesta, simplemente les da la espalda dejando que me pongan de pie. "Te matare" susurra brandon por lo bajo y le creo. 

No me matará si yo lo hago primero. Me dejan en la alcoba, las mujeres vuelven a bañarme mientras mantengo las rodillas contra el pecho. Tengo los dedos de Brandon estampados en la cara y  la humillación de que me tocaran de una forma tan asquerosa.

«Me iban a violar» ¿Cómo viviría con eso?

—Yo me encargo de ella —pide la mujer de la cara quemada— Retírense. 

Me limpio las lágrimas e ignoro el dolor en las costillas cuando salgo de la bañera. La chica  me recibe con una toalla guiándome hacia la cama. 

—¿Está bien? —pregunta preocupada— Llamé al señor Antoni cuando escuché sus intenciones. 

No sé qué platos toca aquí o qué interés tiene, pero se la ha pasado como perro faldero llevando y trayendo todo lo que tronchatoro necesita.

—Robé esto del consultorio —me ofrece dos analgésicos.

No dudo en tomarlos, el dolor me está carcomiendo por dentro. Tomo las pastillas y rompo a llorar al recopilar lo sucedido hace unos minutos. No me auguran cosas buenas, sé que el próximo encuentro será peor.

—Tranquila, tranquila —intenta consolarme— No se derrumbe, tiene que ser fuerte.

—¿Tú qué sabes? —la empujo— No lo estás viviendo en carne propia.

—No se enoje, sé que no es el momento para hablarle de esto —saca una foto— Pero necesito que mire esta imagen y me diga si la vio en alguna de sus investigaciones.

Niego con la cabeza, no estoy para interrogatorios.

—Quiero estar sola.

—Por favor —suplica— Solo mírela, no le cuesta nada.

—¡Vete! —no quiero entablar lazos con nadie, todos aquí son locos o asesinos.

—Solo un segundo...

—¡Que te vayas! —le grito.

Retrocede asustada guardándose la foto en el bolsillo.

—Me ordenaron que la arregle para la cena. 

—Puedo hacerlo sola —me voy al tocador. Que me obliguen con droga esa algo que ahora no me apetece. 

La chica se encamina hacia la salida.

—Va a matarla —avisa antes de abrir la puerta— Los escuché hablando en el pasillo, el señor Brandon aseguró que la matará mañana antes del anochecer.

No muevo un solo músculo, resumiendo, éstas son mis últimas horas de vida ya que moriré en manos de ese cerdo.  

—Espera —la detengo— ¿Por qué me cuentas ese tipo de cosas?

Se devuelve arrodillándose frente a mi. 

—Porque quiero ayudarla.

—No tienes ninguna razón para hacer eso.

—Sí la tengo, viví lo mismo que está viviendo; me drogaron, me torturaron y  me violaron —vuelve a sacar la foto— Y al igual que usted quiero salir de aquí, tengo una hija que me está esperando afuera.

—¿Qué te hace pensar que lograré salir viva de aquí? Tengo entendido que nadie lo ha logrado. 

—Usted puede, es un agente de la FEMF, además, tiene al señor Antoni de su lado. Solo debe que ser inteligente a la hora de mover las cartas —se me acerca— Conozco hasta el último rincón de esta casa, horarios y salidas de cada quien. Juntas podríamos escapar.

—Si eres tan experta porque sigues aquí.

—No tengo a donde ir cuando me vaya, no tengo quien me proteja o socorra. Estoy sola, no tiene sentido huir si me volverán a capturar, pero usted sí. Su entidad la protegerá cuando salga. Conocí al joven Christopher, sé que si alguien me lleva con él puedo convencerlo de que me ayude.

—Todos quieren matarme —se me atascan las lágrimas en la garganta— Mi huida es algo imposible.

—No es fácil, pero tampoco imposible —continúa— El señor Antoni gusta de usted, si se pone de su lado, no dejará que le hagan daño. 

—No estoy muy segura de...

—Si no lo hace la matarán, la señora Isabel no hace otra cosa que alardear como la asesinará. Intente poner un poco de su parte, es la única esperanza que tengo —me muestra la imagen que carga— Mire la foto, es mi hija, tiene cuatro años. Me la arrebataron siendo una bebé. 

Reparo la imagen de la recién nacida. 

—Alejandro me quitó a mi familia. Quiere hacerme creer que mi hija está muerta, mas yo sé que está viva —saca otra foto del delantal— Encontré esta otra imagen en su oficina, es del archivo de un orfanato, encima la niña tiene el nombre de mi hija, se llama Naomi. Mírela por favor ¿La ha visto en algún momento? ¿O escuchado su nombre?

Niego con la cabeza.

—No, lo siento.

—Sin embargo, puede ayudarme a encontrarla si salimos de aquí, no quiero que mi niña crezca sin una madre —insiste— La tomarán como esclava cuando cumpla ocho, es lo que hacen con todos los niños. 

La puerta se abre y la chica se levanta de inmediato cuando entra tronchatora o como se llame esa maldita. 

—¿Aún no la has vestido? —regaña a Fiorella— La cena empezará dentro de poco.

—Estaba por hacerlo, solo dame unos cuantos minutos...

—¿Para qué tardes otra hora? ¡Lárgate, yo me encargo!

No le lleva la contraria, solo huye sin decir más. Me ponen un vestido blanco acampanado, otra chica entra a peinarme, me maquillan tapándome los golpes. Es incómodo caminar con el dolor en las costillas y para mi mala suerte Antoni no está en la mesa. 

Isabel, Brandon, Alejandro, los Strowal y el padrino ocupan los puestos alrededor del banquete «Cena con hienas» No sé a cual odio más, me ofrecen una silla a la derecha del anciano mientras los asistentes vigilan mis movimientos. 

—Prueba el vino —pide Isabel— Si te gusta puedo pedir que lo repartan en tu funeral.

Alejandro se ríe ensanchando la cicatriz que le recorre la mejilla, Fiorella se me viene a la mente, tiene el rostro destruido, dijo que él le ha quitado todo 

¿Es la culpable de la marca que Alejandro tiene en la cara?

No miro a nadie, si lo hago explotaré otra vez. Siento la mirada de Brandon sobre mí mientras come. Aunque no lo esté viendo, percibo la tensión que denota, las ganas que tiene de matarme. 

De hecho todos me miran con el mismo hambre, llevándose los tenedores a la boca. 

—Rachel —habla el  anciano— No tuve tiempo de presentarme esta tarde, soy Angelo el padrino y tío de los hermanos Mascherano.

Toma mi mano besándome los nudillos. 

—Antoni no nos acompañará, mas insistí en que cenaras con nosotros, tenía curiosidad por conocerte. 

«Pero yo a usted no» Pienso para mis adentros. 

—Tengo entendido que eres americana y estás radicada en Londres —continúa Ángelo— ¿Cuánto tiempo llevas en la FEMF?

—No te dirá nada —habla Alejandro— Es una...

—Toda mi vida —lo interrumpo, necesito caerle bien al viejo— Desde niña he patrullado en comandos militares. 

—Que bien, lástima que la FEMF no valga que le entreguen tantos años —le sirven vino— ¿Sabías que es una entidad llena de corruptos hambrientos de dinero y de poder? Llevo años siendo testigo de todos los crímenes que comenten.

Me obligo a comer mientras el vejete suelta un sangriento discurso de cómo la FEMF ha burlado, torturado y matado a más de un inocente.

—Queremos acabar con todos —concluye terminado con su plato— Con alguien en especial, tú lo conoces, es muy conocido en el cargo de coronel.

Finjo que no me afecta el comentario alzando mi copa de vino, es increíble que ninguno deje de  mirarme «Intimidarme» Eso es lo que quieren. 

—Mató a mi sobrina —se me eriza la piel— Lo acogimos como un miembro más de la familia y nos traicionó. Cuando extrañó a su papi, huyó destrozando el corazón de mi pobre ángel. Ella no soportó su abandono y terminó suicidándose.

—Lo siento —es lo único que se me ocurre decir.

—¿ah sí? —replica Brandon— Ahora que lo sientes supongo que nos ayudarás a matarlo.

—Lo hará —asegura Ángelo— Seremos familia, su lealtad será para nosotros.

Reparo el cuchillo que aprieta Brandon antes de mirar a Isabel. 

—Es la única garantía que tienes, querida —continúa el anciano— Sabes que si no lo haces toda tu belleza se pudrirá en las cuatro tablas de un ataúd. La tortura de Brandon no es nada comparada con la mía. 

Había tardado en lanzar amenazas, observo a mi alrededor antes de encarar al viejo y dedicarle mi mejor cara de sumisa.

—Necesito tiempo —bajo la cabeza— Nada de esto es fácil para mí.

—Lo tendrás, a mi hermana le fue difícil adaptarse a la idea de casarse con un mafioso, era policía. Quiso ser la oveja diferente de la familia y terminó siendo una de las mejores secuaces de Braulio. Juntos hicieron cosas increíbles.

—Me imagino —me levanto e inmediatamente dos escoltas se me plantan atrás— Quisiera hablar con Antoni antes de irme a dormir.

—Está ocupado —replica Isabel— No quiere recibir a nadie.

Sabe que es mi última noche debido a que ella forma parte del complot. 

—Vete a dormir, te buscará cuando quiera verte.

—No creo que le incomode verme ahora —se me dificultan las próximas palabras— Soy su mujer, me dejó muy claro que puedo buscarlo cuando quiera.

La copa recae con fuerza. 

—Está estresado. No le caería mal ver a su bella dama—me apoya Ángelo— Está en el despacho...

—¡No! —replica Isabel— No intentes apoyarla porque no la conoces, odia a Antoni y no tiene nada que hablar con él.

—El señor Antoni quiere verla —dice Fiorella bajando la escalera guiñándome un ojo sin que nadie lo note. 

—Parece que la orden de no ver a nadie es solo para los empleados —empeoro todo echándole combustible a su llama de celos. 

Isabel intenta levantarse, pero Alejandro la devuelve a la silla. La mirada asesina me lo dice todo cuando me pongo de pie mientras Fiorella señala la escalera.

—Cuarta puerta a la derecha —susurra quedándose en el primer escalón ya que Alejandro le ordena que se devuelva.

Por primera vez no estoy siendo arrastrada por nadie, así que me tomo el tiempo de recostar la cabeza sobre la pared reconsiderando lo que estoy por hacer «Son ellos o yo» Tardo demasiado, de un momento a otro, tengo a Brandon frente a mí. 

—Cuenta las horas —su mano viaja hacia mi garganta mostrándome el reloj de pared— Será una puñalada por cada hora que pase desde éste momento hasta que te mate. 

Aprieta con fuerza deslizándome por la pared. 

—¿Ocho? ¿Doce? —me corta el paso del aire— Nadie lo sabe, solo te aseguro que serán menos de veinticuatro.  

Caigo a sus pies cuando me suelta «Loco de mierda»  Isabel aparece también logrando que me levante de inmediato, se mira con Brandon mientras huyo buscando la puerta que me indicó Fiorella. 

Ambos me siguen, buscando la manera de acorralarme, por ende, no pienso cuando me aferro al pomo de la cuarta puerta abriéndola y entrando con prisa. Está oscuro, el viento se cuela hondeando las cortinas del ventanal. 

—Que agradable sorpresa —encienden una lámpara. 

Antoni suelta una bocanada de humo mientras está sentando en el largo sofá. Deja el tabaco en el cenicero en tanto me recorre desnudándome con los ojos. «Estoy entrenada para seducir» Me repito acercándome despacio.

—¿Estás ocupado?

—No para ti —toca el puesto vacío que tiene al lado. 

No hay definición para la mirada que me dedica este hombre ya que no me mira, me venera, demostrando ser esclavo de mi belleza. Tomo asiento dejando que mis ojos se encuentren con los suyos, mueve la manzana de Adán cuando poso la mano en su muslo. 

—Sabes que te mataré si intentas engañarme ¿Cierto? 

Me arde la boca del estómago con la advertencia. 

—Si no puedes con el enemigo, únete —digo—Aseguraste que me rendiría y heme aquí, dándote la razón. 

—No te creo.

—Tendrás que hacerlo si en verdad quieres que sea tu dama —voy subiendo la mano despacio—  El que intenten violarte cambia la opinión de cualquiera —bajo la vista— Yo no quiero que nadie me lastime. 

Aparta el cabello de mis hombros acariciándome la espalda mientras mi mano sigue subiendo hacia el órgano viril que se esconde dentro de los pantalones. Lo acaricio por encima humectándome los labios. 

—Está duro —digo lo que percibo— ¿Eres débil ante mi tacto?

—Bastante —sigo tocando acercando mis labios a su boca. 

Nuestros alientos se funde, paso saliva observando como detalla mi boca respirando hondo, buscando el control que no le voy a permitir.

—Quiero matarte —susurra.

—Y besarme también —musito— ¿Que harás primero? 

Sus labios tocan los míos, abriéndole paso a su lengua dándome un beso húmedo con sabor a peligro, dejo que explore mi boca en tanto deslizo las manos a lo largo de su torso. Un beso largo cargado de odio por parte mía cosa que él no nota estando tan absorto.

Christopher se perpetúa en mis pupilas mientras la boca del italiano recorre mi cuello acariciándome las piernas. Observo la imagen que refleja el vidrio sintiendo asco de mí, sin embargo, eso no puede detenerme porque para esto fui entrenada, para engañar y hacer caer al enemigo. 

La temperatura sube, vuelvo a besarlo entrelazando mi lengua con la suya, voy logrando lo que quiero, pero... 

Antoni se aparta cuando abren la puerta sin golpear, es Isabel que me mira con ira. 

—¿Qué pasa? —pregunta el italiano. 

—Ángelo quiere asegurarse de que no haya contratiempos—se coloca la mano en la cintura mostrándome el arma a modo de amenaza— ¿Está todo bien? 

—¿Ahora eres centinela?

—Solo cumplo con lo que se me ordena. 

—Todo está bien, puedes marcharte.

—La escolto —me mira— ¿Quieres que la lleve a su habitación?

Me levanto acariciando el brazo del mafioso, que me escolte es una bala en el cráneo. 

—Me apetece compartir el lecho contigo —le hablo a Antoni— ¿Puedo? Temo a que vuelvan a atacarme. 

Soy consciente de lo que significa mi petición, pero es la única opción que tengo y la carta que me asegura la primera fase del plan.

—Se quedará conmigo —le dice a Isabel— Márchate, no necesito que nadie la escolte a mi habitación.

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Antoni. 

La llevo conmigo a la intimidad de mi alcoba, mi subconsciente me grita que le retuerza el cuello y la arroje al fondo del mar, sin embargo, mi cerebro y mi corazón quieren una cosa totalmente diferente. 

El mundo no se equivocó. Es peligrosa, para mi y para mi clan, pero me gustan así; Diferentes, persuasivas y vehementes. Se pasea por la alcoba detallando todo, arma o no, será quien me acompañe hasta el fin de mis días. Cada vez que la veo pierdo la noción de todo, podría bajarle la luna si quisiera.

Me pongo cómodo soltando las armas, quitándome el calzado también el cinturón, luciendo solo la camisa y el pantalón del traje. Tomo el collar de mi madre acercándome hacia ella. Se detiene al pie de la cama y abro el cofre dejando que pase los dedos por la piedra. 

—Tuyo —aclaro— En mi mundo es la corona que porta la dama del rey. 

Observa la pieza detallando la Jadeíta que la decora. La saco ansioso por verla en su cuello. 

—Debemos pactar acuerdos antes de compartir el trono. 

Acaricia mi pecho mirándome a los ojos, mi lado razonable exclama que la mate ya, mas una parte de mí quiere hundirse en su ser. En el infinito que ofrecen sus ojos estoy viendo a la misma mujer que conocí en Moscú; el aire coqueto, la ardiente actitud que jugó con mi cordura. 

—¿Acuerdos? Creo que eso es algo ilógico en tu situación principessa. 

—No cederé sin la certeza de ser intocable. 

—Ponte el collar y acepta ser mi esposa. Yo me encargo de que nadie te haga daño.

—No es solo eso —me empuja a la cama— Hay otras cosas aparte de mantenerme viva.

—No quieras confundirme porque no funcionará.

—¿Confundirte? —se abre de piernas sobre mí— La plebe tiene prohibido confundir a la realeza. 

—Tu no eres de la plebe —aclaro mientras ella sonríe con descaro.

—Pueda que no —se contonea bajando el cierre del vestido— Cierto cristiano aseguró que era hija del pecado. 

La prenda sale a volar endureciéndome el miembro con la imagen que me ofrece. El cuerpo perfecto, los senos redondos y la mirada turbia. Se coloca el collar, debo reconocer que se ve mejor de lo que creí ya que la jadeíta brilla en la piel que se asemeja a la porcelana. 

—¿Te gusta? —toca la piedra moviéndose de nuevo— Me hace sentir grande y poderosa.

—Lo eres —la hipnosis es demasiada, es como si estuviera frente a una ninfa— Eres mi reina, mi dama.

Baja a mi boca acariciando mi nariz con su aliento mientras suelta los botones de la camisa con suavidad, sin prisas, sabe que mis labios la anhelan y por ello juega con mi necesidad. 

—Tengo tres deseos.

—Pide lo que sea, lo pondré a tus pies como y cuando quieras. 

Apoya los labios contra los míos. 

—No más drogas —susurra— No quiero ser una adicta a esa porquería.

 Su boca recorre mi cuello quitándome la camisa, mi miembro se hincha más, nunca creí experimentar tanta dureza. La quiero poseer, sin embargo, ceder me quitará parte del control. 

—No puedo —paso saliva. 

—Si puedes, seré tu mujer. Debes confiar en que te seguiré sin necesidad de manipularme.

Vuelve a besarme dejando que nuestras lenguas dancen con premura, con pasión. Un beso que me nubla todo, arrebatándome la palabra. 

—No más drogas, ¿Cierto?

—No más drogas —repito.

Me sonríe acariciándome los labios.

—No más interrogatorios respecto a la FEMF, si quieres que esté aquí debes olvidarte de mi pasado, de lo que alberga mi cerebro —establece— Quiero que te conformes con la Rachel que estás viendo ahora. 

—No —intento apartarla, pero no me lo permite. Frustraría la mitad de mis planes si acepto, por eso la traje, porque necesitaba que se pusiera de mi lado.

—Soy más que un arma contra ellos, no quiero involucrarme en su guerra, si estaré a tu lado quiero una vida tranquila.

Hace magia con las manos tocándose los pechos sin dejar de mirarme. 

—Piensa en lo bien que me veré sobre tus piernas cuando te sientes en el trono —habla en italiano. 

Abre el pantalón sacando el miembro erecto que está a nada de desbordarse, su lengua lo toca  acariciando la corona con un lametón.

—Bien —le aseguro— No más interrogatorios sobre la FEMF.  

Giro nuestros cuerpos dejándola bajo mi pecho aprisionando sus muñecas contra las sabanas. La beso bajando por los pechos creados para pecar, mi lengua los toca y su espalda se arquea con los lengüetazos que los azotan. 

Suavemente quito las bragas bajando la boca a su sexo, es algo que quería probar con ella consciente . Se abre de piernas mostrándome la humedad, aumentando mi sed. Mi lengua recoge la excitación que destila su sexo atacando los pliegues, el clítoris hinchado que la moja más cuando lo toco con lametones suaves y concisos. Mi mano viaja a los glúteos apretándolos mientras me prendo y chupo venerando su zona prohibida. 

Jadea suave y vuelvo a subir besándole el abdomen, pero es ella la que toma el control ahora. Sus piernas vuelven abrirse sobre mí, extiendo la mano alcanzando un preservativo de la mesa. Muero porque sea piel a piel, sin embargo no puedo preñarla con tanto HACOC en su sistema.

Acaricia mi glande con la lengua antes de deslizar el preservativo a lo largo de mi miembro, lo hace despacio mirándome a los ojos totalmente consciente de lo mucho que la deseo ya que mi dureza se lo demuestra. 

—Mi ultimo deseo —posa una mano en mi hombro mientras que con la otra deja mi miembro a centímetros de su sexo. 

—¿Cuál es? —sujeto sus caderas — Ya te dije que puedes pedir lo que quieras, no importa lo que sea, será tuyo cueste lo que cueste. 

Sonríe acortando el espacio que nos separa dejando que su sexo aprisione la cabeza de mi miembro «Infierno divino», el cual amenaza con aniquilarme.  

—Mata a Brandon —me susurra.

Detengo el impulso sujetándole la cadera, el cabello negro se derrama a lo largo de su pecho resaltando el azul turbio que le decora los ojos.  

—Es mi hermano —es lo único que logro articular.

—Y yo tu mujer. Sabes que va a matarme, no puedo casarme contigo sin la garantía de que puedas mantenerme viva.

Se mueve dejando que la penetre, el calor me toma, la piel se me eriza siendo preso de los latidos sonoros que emite mi pecho. 

—Júrame que lo matarás y me tendrás así para siempre.

El balanceo es un puñal que extingue mi cordura. 

—Mátalo —se mueve de arriba abajo enterrándome las uñas en la piel— Es lo que quiero que hagas. 

—Si —reparo el golpe en su cara y las marcas en sus muñecas— Lo mataré por ti, será mi regalo de compromiso.

—Júramelo.

—Tienes mi palabra.

Se entrega cabalgándome con fiereza, llevándome al éxtasis mientras mis manos recorren  su figura. Aprieto sus pechos dejando que su coño se tense a lo largo de mi falo y la hago mía montándola como siempre quise. 

Las estocadas  son veraces, los besos calientes. Ondea las caderas bajo mi cuerpo demostrándome que en verdad es hija del pecado porque eso es lo que acaba de hacer. Me hizo pecar prometiendo que derramaré la sangre de mi hermano y esta bien, no me importa, porque por ella lo hago las veces que sea con tal de tenerla así. 

Siendo mi dama.

Mi esposa. 

Mi principessa. 


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