CAPÍTULO 78
HACOC
Rachel.
Abro los ojos, la cabeza me duele demasiado, el mareo aumenta mis ganas de vomitar, además, estoy tan débil que no tengo la capacidad para orientarme. El sudor me empapa la frente mientras mi cerebro evoca lo último que recuerdo.
«Las manos de ese cerdo sobre mi» Su lengua en mi boca, su miembro contra mi sexo. Busco la manera de revisar si me violó, no puedo ya que tengo las muñecas atadas en el respaldar de la cama. Es difícil lidiar con el violento efecto de la droga, mi corazón late demasiado fuerte en tanto la ansiedad consume mi cordura.
Una gorda de pelo grasiento aparece en mi campo de visión.
—Al fin despiertas bella, durmiente.
Las cadenas se agitan cuando intento incorporarme, tengo una bolsa de suero conectada en el brazo izquierdo, para colmo, temo a que me hayan violado quién sabe cuántos. Es denigrante ser una esclava más en este negocio de porquería.
—¿Dónde estoy? —se me dificulta el habla.
La mujer camina por la habitación con soltura, como si conociera hasta el último rincón. Aparenta ser más hombre que mujer.
—Eso es un secreto que no debo contarte —se acerca e intenta tocarme.
Muevo la cabeza impidiendo el contacto y ríe metiéndose las manos dentro del delantal.
—Que ilusa —me toma la barbilla— El señor se divirtió tocándote hasta que se cansó.
Me abre la bata dejándome los pechos expuestos.
—Quiere follarte —suelta una sonara carcajada mientras atrapa mi barbilla, su aliento apesta, encima le faltan dos dientes arriba.
Vuelvo apartar la cara, insiste, logrando que le hinque los dientes en la mano, por muy débil que esté no quiero que nadie me toque. Su sangre me llena la boca mientras que su grito me perfora los tímpanos.
—¡Puta! —cierra el puño alzándolo en el aire. Aprieto los ojos a la espera del impacto que demora en llegar, acaba golpeándome con una sonora bofetada.
Me arranca la manguera que tengo en el brazo, el dolor es inmediato.
—¡Vuelve atacarme y te ahorco! —amenaza soltando las cadena que me atan.
Dos mujeres entran uniéndose al fenómeno femenino, me sacan de la cama sin el menor esfuerzo. Mi sistema nervioso es un desastre, intento oponerme, pero me es inútil puesto que me cuesta sostenerme.
Carezco de fuerza, como si fuera una muñeca me bañan, luego me visten mientras que mi pecho no deja de saltar acelerado. Es difícil respirar, todo me duele, incluso tengo un montón de recuerdos difusos. Me meten la cabeza dentro de un vestido blanco antes de clavarme en la silla frente al tocador.
—¿Qué día es?—se me cortan las palabras— ¿Cuánto llevo bajo los efectos de la droga?
—Tres días —responde la mujer que me abofeteó— Llevas tres días siendo un vejete inservible.
Aprieto el borde del vestido. No tengo ni puta idea de lo que haré, estoy pisando sobre arenas movedizas. Soy consciente que el más mínimo paso en falso puede hundirme, ahogándome por completo. Las drogas de control son un infierno en vida y volverme dependiente es algo que no estoy dispuesta a aceptar.
—¡Lista para el desayuno! —dejan los peines de lado después de arreglarme el cabello.
—No voy a ir a ningún lado...
—No te he preguntado si irás o no, sólo te informo las órdenes del señor Mascherano.
Escucho como el corazón me late en los oídos mientras me arrastran afuera. Las paredes están decoradas con obras de arte. Mis pies tocan la primera planta, para colmo, la presencia del sol empeora la resaca provocada por los psicóticos.
Cientos de rosas rojas decoran el jardín, percibo la presencia de hombres armados con arsenal pesado sobre los muros que rodean el castillo. Vislumbro el sector que funciona como salón al aire libre.
Me llevan hacia él. Brandon Mascherano está desayunando con Danika Strowal a su lado. Mi cerebro recopila la imagen de ella empuñando su arma contra mi amigo, recuerdo la sonrisa cómplice que le dedicó a su hermano antes de apretar el gatillo enterrando cinco balazos en el pecho de mi Harry.
Jared también está presente. Me sientan frente a él clavándome en la silla, estoy delante de la persona que sostuvo a mi amigo mientras su hermana le disparaba.
—El nuevo miembro al fin se digna a salir —comenta Brandon, Danika se ríe antes de besarle la boca.
—Bienvenida —me sonríe la mujer con hipocresía—Creo que las presentaciones sobran, ya nos conoces ¿No?
—Brandon nos habló de ti —habla Jared con un acento ruso bastante marcado— Nos recordó el trágico final de tu amigo, diría que lo siento, pero soy muy malo mintiendo.
Su burla es un costal lleno de piedras sobre mí, logrando tambalear con su peso mi débil capa de compostura.
—¿Cómo se llamaba? —pregunta Danika fingiendo interés.
—Danos pistas, sólo sabemos que su nombre inicia con H —Jared alza la cadena haciéndome arder la nariz— La placa del dije tiene una H.
Tenso el cuerpo en busca de algún tipo de control cuando los ojos se me nublan presos de las lágrimas.
Era la cadena de Harry, Brenda se la había regalado en la segunda navidad que pasaron juntos.
—Se me quedó enredada en la mano cuando lo tomé del cuello —explica—Pero no te quedes callada, dinos su nombre, ¿Cómo se llamaba? ¿Hugo? ¿Héctor? ¿Hans?
Reparo lo que hay en la mesa, como estoy, con cualquier cosa puedo matarlo.
—Habla principessa —exige Danika— Dinos como se llamaba el cadáver que llené de balas.
Deja caer el brazo sobre la mesa mostrándome las cicatrices que lo adornan.
—Tengo una línea por cada una de las vidas que he masacrado —sonríe con orgullo señalando una cerca de su codo— Ésta es la de tu amigo, la hice grande para que resaltara por encima de las demás, no todos los días se mata a un soldado de la FEMF.
—Dinos su nombre —insiste Jared— Quiero saber el nombre del que tembló entre mis brazos antes de que mi hermana le disparara.
Los tres sueltan una carcajada mientras Jared se cuelga la cadena en el cuello.
—No eres tan valiente aquí —comenta Brandon.
—La princesa solo es valiente cuando porta su uniforme —Jared se inclina apoyando los codos sobre la mesa— Si te interesa, te informo que tu amigo me rogó y me imploró para que no lo matara.
Me sorprendo de mis propios reflejos cuando arrebato el cuchillo que se encuentra apoyado sobre la mesa cerca de Brandon lanzándome contra Jared. Aterrizo con mis rodillas sobre su pecho y blando el cuchillo lista para matarlo.
Me clavan un brazo sobre el cuello empujándome hacia atrás, cuatro personas me devuelven a la silla quitándome el cuchillo.
—¡Maldita loca! —exclama en el piso.
—Te voy a matar hijo de perra —lo amenazo lidiando con los temblores que me avasallan el cuerpo.
Se salvó, un par de segundos más y hubiese estado desangrándose en el piso. su hermana me lanza una mirada asesina, es una clara amenaza la cual reitera que los tres no cabemos en este mundo. Danika se levanta apoyando las manos sobre la mesa, pero vuelve a sentarse. No tengo que voltear para saber a quien tengo detrás de la espalda.
«Antoni» Toma asiento en la cabeza de la mesa, el personal acomoda todo rápidamente mientras los comensales me observan como si quisieran asesinarme. Antoni lo pasa por alto acomodando una servilleta de tela sobre su regazo.
Luce un traje oscuro a su medida el cual resalta la elegancia que lo caracteriza.
—¿Y las flores? —pregunta. La empleada se apresura a situar un jarrón en el centro de la mesa.
Nadie dice nada, la presencia del líder les cortó la lengua a todos. Tronchatoro o como se llame la hija de puta que me golpeó, coloca un plato con comida frente a mí. Plato que no me molesto en mirar.
—Come —me ordena la mujer ofreciéndome un tenedor.
Aprieto la mandíbula conteniendo las ganas de arrojarle la silla por la cabeza.
—Tiene que comer —insiste la mujer. No hay señales de la agresividad que mostraba ésta mañana, parece que la presencia de su jefe le esconde las agallas.
Recoge fruta con el tenedor e intenta llevarla hacia mi boca, aparto la cara denegando la tarea mientras Antoni respira hondo clavando los ojos en mí.
—Obedece —me pide.
La mujer vuelve a insistir y vuelvo a apartar la cara, respira conteniendo la ira. Antoni la mira e inmediatamente me sujeta la barbilla con fuerza, sin embargo, vuelvo a negarme acabando con el espectáculo. Barro con todo lo que tengo en frente, la vajilla cae y las bebidas me salpican los pies. No me basta, escupo la cara del mafioso que se ha quedado quieto en su asiento.
—Marcire —le digo en su idioma natal.
Medio mueve la mano e inmediatamente sus hombres vienen por mí llevándome a la fuerza. Forcejeo con la poca energía que me queda mientras me llevan al estudio donde vuelven atarme a una silla. La cabeza me duele demasiado, estoy transpirando más de lo normal, encima siento que mi cuerpo ya está anhelando la droga.
Me retuerzo en la poltrona luchando por soltarme, odiando este estado decadente al que siempre le tuve miedo. Los escoltas se van y me es imposible no llorar.
—Cálmese —se me acerca la mujer de la cara quemada que vi cuando llegué.
La ignoro volviendo a forcejear.
—No se asuste —habla en voz baja— Me llamo Fiorella, fui encerrada al igual que usted, necesito que me ayude...
—¿sí te das cuenta de mi estado? —la interrumpo— No estoy en condiciones de brindar ayuda.
Cierra la puerta regresando hacia mis pies, finge que me asegura las cadenas.
—Investigó a los Mascherano, sé que es un agente de la FEMF..
Calla cuando Antoni entra.
—Vete —demanda el italiano.
Obedece dejando que se plante frente a mí.
—La droga aún está surgiendo efecto —aclara— Eso es lo que te tiene tan ansiosa.
—Con droga o sin droga estaría actuando de la misma manera.
—Lo dudo, a mi parecer estás desahogando toda la ira contenida desde hace meses. No es que llevaras una vida muy pacífica que digamos.
—¿También eres psicólogo?
—No, pero conozco todo sobre drogas y alucinógenos. Tu comportamiento no desmiente mi teoría de que dichos medicamentos sacan lo que tenemos represado, cosa que me sirve puesto que necesito que me hables de tu verdugo favorito.
Apoya las manos sobre los brazos de la silla.
—¿Creés que te daré información sobre la FEMF? —me burlo— Pierdes el tiempo, no voy a traicionar a la entidad la cual pertenezco.
—¿Hablas de tus compañeros en general o específicamente de tu coronel? Porque si hablas de tus compañeros puedo asegurarte que no les haré daño.
Me le vuelvo a burlar en la cara.
—Carezco de paciencia, principessa
—Guárdate las amenazas.
—Háblame de Christopher antes de que te pese.
Sacudo la cabeza.
—No traicionaré a la FEMF.
—¿A la FEMF o al coronel?
—Resúmelo en que no traicionaré a ninguno de los dos.
—Expones la vida de todos por uno ¿Qué hay de tu novio, de tus padres y de tus amigos? ¿Los dejarás morir por culpa de tu amante? ya que si no me hablas de él, es lo que pasará ¿Tienes suficientes lágrimas para tantos ataúdes?
La pérdida de Harry me golpea otra vez. La mafia se vale de sicarios que realizan el trabajo sucio que éstos le demandan. Por tonto que se oiga, no soy capaz de traicionar al coronel por muy mierda que haya sido conmigo. No puedo, porque su muerte me dolería demasiado. Aunque no seamos nada para mí sigue siendo todo.
—Eres inteligente —Antoni pasa las manos por mi nuca— Pactemos acuerdos...
—El único acuerdo que te acepto es el de mi liberación. Suéltame y le diré a los míos que tengan piedad con los tuyos.
Sonríe, acariciándome los labios con el indice.
—Principessa —se pierde en mis ojos— Subestimar al enemigo es una mala cualidad, y más cuando el contrincante está dispuesto a todo por el poder.
—Te aseguro que ese poder lo conseguirás sin mí.
—Yo que tú no diría eso...La vida da muchas vueltas.
—¡Púdrete!
—Yo te ofrezco el mundo, en cambio él no te ofrece nada.
Va bajando las manos hasta llegar a mi regazo, suavemente las introduce bajo mi vestido enderezándome en el acto.
—Si me das todo de ti, te daré todo de mi —roza la tela de las bragas que llevo puesta con los nudillos— Dinero, poder, lujos, lo que tú quieras. Solo tendrás que pedirlo y yo te lo entregaré en bandeja de plata.
Respira rápido acariciando mi zona íntima a través de la tela. Puede ser muy atractivo, elegante y peligroso, sin embargo, no me inspira nada.
—Quítame las manos de encima.
—Pareces un corderito asustado. No quiero que parezcas un corderito muerto —amenaza— ¿Vas hablar?
—No.
—Necesito que cedas, que me entregues tu cuerpo —sigue tocando— Seamos uno.
—No.
Intenta besarme y aparto la cara, su frente queda contra mi sien mientras sus dedos se clavan en mis muslos apretándolos con fuerza.
—Amore.
—¡No soy tu amore! —espeto— Asco es lo único que me provocas.
Se ríe.
—Vendrás a mí, solamente tengo que sentarme a esperar.
La puerta vuelve abrirse dándole paso a Alejandro Mascherano, dos escoltas me rodean liberando las cadenas mientras Antoni me observa.
—Muéstrale las consecuencias del HACOC —le ordena a su hermano— Que contemple en lo que se puede convertir si no me obedece.
Me levantan sacándome del castillo. Hay una casa detrás del mismo, también está edificada con piedras y es de cuatro plantas. Abren las puertas adentrándome en el prostíbulo lleno de mujeres.
Las lágrimas me arden en la garganta cuando veo las atrocidades que viven.
Los proxenetas les gritan, las azotan y las golpean mientras otras lidian con hombres asquerosos que las violan sobre el piso o contra la pared. Están siendo ultrajadas porque se las ve perdidas, como si fueran zombies que carecen de consciencia y de raciocinio alguno siendo utilizadas como máquinas de satisfacción carnal.
Algunas bailan sobre las mesas cual títere manipuladas por el titiritero llamado HACOC. Alejandro sube conmigo a la segunda planta paseándome a través de los salones donde se llevan a cabo las orgías, los tríos, las exhibiciones de mujeres en jaulas de vidrio, aunque eso no es lo peor.
—Has visto el cielo —comenta Alejandro a mi lado —Ahora le echaremos un vistazo al infierno.
Lo peor se encuentra en las alcobas utilizadas como celdas en este tipo de sitios; Las habitaciones donde se encierran las rebeldes. El olor a vómito es insoportable, hay orina por todos lados, heces y mujeres que se arrastran con las manos sobre sus cabezas suplicando por droga.
Aclaman el nombre de Alejandro como si fuera un mesías "Amo, piedad" "Amo, un poco por favor" Están pálidas, desnutridas y débiles.
—Ignora a las principiantes.
Me toman la cara obligándome a mirar al grupo que yace en el rincón. Tres mujeres perdidas. Gritan. Una está convulsionando mientras la espuma brota de su boca, otra se araña a sí misma desesperada.
—Así terminan las que no obedecen e intentan llevarnos la contraria —me dice Alejandro— Se auto mutilan, destruyéndose así misma.
Cierro los ojos, no quiero seguir mirando, es demasiado cruel lo que hacen. Son seres humanos, no animales de tortura.
—Es divertido ver cómo se vuelven su propio enemigo bajo la abstinencia. Una vez que eres adicto terminas así, preso de tu propio miedo y miserableza. Debería llevarte a las cámaras de tortura, pero tu cara de horror me dice que comprendiste claramente el mensaje de Antoni.
Se lleva la mano al bolsillo y reconozco la jeringa que tenía su hermano la primera vez que me inyectó. El corazón me late desbocado, no quiero esa porquería en mi cuerpo. Retrocedo, a pesar que los hombres que se sitúan detrás nuestro, me impiden salir.
—No está de más una dosis que te haga soltar lengua.
Me toman de los brazos y el pánico vuelve comprimiéndome el estómago.
—¡No!
Rápidamente desfunda la jeringa enterrándomela en el brazo, los parpados me pesan mientras la vacía dentro de mis venas. Todo me da vueltas, la realidad se va desvaneciendo poco a poco.
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Hay un funeral entremedio de los arboles, llueve, el agua me empapa la cara mientras camino.
—¿Quién murió? —pregunto, pero nadie me contesta— ¿Dónde estoy?
Busco alguna cara conocida, mas no reconozco a ninguno de los que me rodean.
El cabello se me pega a la espalda. Estoy empapada, destilo agua por todos lados. No quiero acercarme al ataúd, pero mis pies se mueven solos. La gente comienza a apartarse, llego al féretro experimentanto el punzante dolor que me atraviesa de la nada.
—Christopher —estrello los puños sobre el ataúd— ¡Christopher!
No sé mueve, no me escucha. El llanto me abarca, los gritos me ensordecen y me veo cayendo en aquel abismo llamado pánico.
—¿Cuáles son sus planes? —preguntan. La voz se oye lejana
El sudor me recorre la espalda, la cabeza me pesa, siento que es imposible poder sostenerla.
—¡Contesta! —el grito me perfora los tímpanos—¿Cuál era el paso a seguir después del ataque en Guerrero? ¿Qué planes tiene el coronel?
—¿De qué hablas? —siento la lengua pesada.
Me toman del cabello y la cara de Alejandro Mascherano se distorsiona frente a mí.
—¿Cuál era el paso a seguir después de la misión en Guerrero? —insiste— ¿Cuáles son los planes futuros del coronel?
La imagen de su cadáver en el ataúd me perfora por dentro.
—¡Lo mataron! —lloro— ¡Él ya no está!
Entro en pánico de nuevo sollozando descontrolada ¿Es real? No lo sé, solo lloro y lloro viéndome frente a ese féretro de porquería.
—Es inútil —dicen— Llevamos dos horas en esto, no ha soltado una sola palabra.
—¡Fiorella! —vuelven a gritar —Llévatela, dale otra dosis, no quiero escándalos a medianoche.
Dejo que me sujeten, me llevan a rastras no sé adónde. Las lágrimas no se detienen, sigo viendo su imagen una y otra vez; muerto, quieto, lleno de gusanos.
—¡Señorita! —me apartan el cabello de la cara, la voz se oye distante— ¡Míreme!
Retrocedo despavorida cuando me dejan sobre una cama.
—No voy a lastimarla —entre lágrimas reconozco a la mujer de la cara quemada— Necesito que me escuche, por favor.
Va a inyectarme, intento buscar algún tipo de salida.
—En su investigación —habla mirando a todos lados— ¿Encontró algo de ésta niña?
Me muestra una foto y aparto la imagen.
—Aléjate.
—Está bajo los efectos de la droga, nada de lo que esta imaginando es real —habla despacio— Cálmese que no voy hacerle daño.
Me tapo los oídos.
—Es un agente de la FEMF —insiste— Tuvo que haber visto a esta niña en sus investigaciones ¡Mire la foto, por favor!
La imagen de Christopher me esta taladrando.
—Murió —repito una y otra vez— Christopher...
—No, solo lo está imaginando —me aparta las manos de los oídos.
—Mientes...
La puerta se abre mientras hundo la cabeza entre las almohadas, quiero desaparecer, quiero morir.
—Déjala sola —reconozco la voz de Isabel.
—Todo lo que vio es mentira —susurra la chica antes de levantarse.
—¿Le colocaste la dosis? —pregunta Isabel.
—Si —contestan antes de cerrar la puerta.
Apagan la luz. Abrazo la almohada, se me dificulta diferenciar lo que es real y lo que no, cada vez que cierro los ojos proyecto un sin fin de imágenes trágicas.
«Nada de lo que he visto es real» Recuerdo las palabras de la chica, no sé quién diablos es, pero su afirmación es la única esperanza que tengo. El psicótico va perdiendo efecto dejándome sin fuerzas. Entran a supervisarme, no abro los ojos. Si se dan cuenta que no tengo la droga en mi sistema, me suministrarán más.
Debo huir, pero ¿Cómo? Todos quieren matarme, si alguien me ve escapar aprovechará para volarme la cabeza. Brandon, Alejandro, Isabel y los Strowal están esperando esa oportunidad
Hasta pensar duele, la amenaza de Antoni sigue latente aumentando el pánico. Solo tengo una opción que, aunque me repugne, es la única salida.
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