CAPÍTULO 77
Italia.
Rachel.
Me pregunto a quién maté como para tener una jodida vida tan desdichada.
¿Qué puta pena estoy pagando? ¿El karma es tan rencoroso como para cobrar una infidelidad con un precio tan alto?
Aprieto los dientes moviéndome en la silla, es mi milésimo intento por desatarme. Antoni Mascherano desapareció cuando abordamos la avioneta, me jodieron el chip de rastreo y no sé a donde diablos me llevan.
El avión desciende, aterriza e inmediatamente abren la puerta de la cabina donde me tienen. Es Isabel.
—¿Qué tal el viaje principessa? —pregunta mientras se acerca—Pido disculpas por las turbulencias causadas en el vuelo.
Alejandro la sigue y procede a desatarme de la silla. La mujer de pelo corto no deja de comerme con los ojos mientras se limpia las uñas con el cuchillo balístico que carga.
—Qué cara más hermosa que tienes —remarca su acento italiano— Será una lástima marcarla.
Acorta el espacio cuando me ponen de pie dejando que el filo helado me toque la garganta, presiona y alzo la barbilla ofreciéndole mi arteria carótida. Prefiero morir así a que me violen volviéndome un saco de estiércol.
—Supongo que el cuchillo es el coqueteo previo al asesinato.
Suelta a reír echando la cabeza hacia atrás. La punta se mantiene sobre mi piel subiendo despacio, acariciándome las mejillas.
—Cuidado, Isabel —le advierte Alejandro— Acuérdate de las ordenes del rey.
—Solo juego —me mira a los ojos— No te preocupes, sabes que tarde o temprano la mataré, la picaré y la repartiré por toda Italia.
Alejandro me aparta.
—No perdamos tiempo, Brandon nos espera.
Me empujan fuera del avión, huele a mar. No reconozco el sitio, estamos encima de una pendiente y la brisa sopla fuerte alborotándome el cabello. Hay hombres armados por todos lados. Frente a mí, una alta cumbre sostiene un castillo empedrado, el mar nos rodea al igual que el paisaje del mediterráneo.
Me empujan para que camine como la prisionera que ahora soy, no temo a morir, pero sí me aterran las torturas. Un centenar de hombres nos siguen dejándonos en la entradas del castillo. Es como si hubiese viajado a una década diferente.
Las puertas se abren, la vista impresiona tanto adentro como afuera. Hay armaduras de plata colgadas en las paredes, pisos entapetados, lamparas lujosas y escaleras hechas de piedra. El personal de servicio se asoma a observarme como si fuera un juguete nuevo.
—Tráela al consultorio — dice Brandon Mascherano asomándose por la baranda del segundo piso.
Vuelven a empujarme, subimos y me meten a una habitación totalmente diferente a lo que se percibe afuera.
Es un centro médico con camillas, un quirófano acondicionado y equipos de reanimación. Dos personas asean el lugar mientras una mujer organiza y esteriliza el material quirúrgico.
«¿Qué me sacarán, el corazón, los ojos o el hígado?»
Una de las camillas rechina y mis ojos viajan al sitio, a la escena asquerosa que brinda un hijo de puta violando a una chica, está drogada por lo que veo. El pecho se me conmociona; esa mujer debe ser la madre, la hija o la hermana de alguien y estoy segura de que ese alguien no tiene la más mínima idea de lo que le está pasando.
Vuelven a sentarme atándome a una silla metálica, reparo todo de nuevo. Hay otra joven en la camilla, desnuda y con varias mangueras saliendo de su brazo.
—Ábrele la piel sin anestesia —pide Isabel.
—Me gusta como piensas —Brandon le sonríe— ¡Fiorella, trae el instrumental!
La mujer se acerca por mi izquierda dejando la bandeja. Se voltea, me atraganto con mi propia saliva al ver la espeluznante cicatriz que tiene en el rostro. Es una quemadura que le abarca la mejilla, el mentón y parte del cuello.
—Debo quitarle la ropa —susurra.
—¿Qué dijiste? —pregunta Alejandro.
Se viene contra ella obligándola a retroceder.
—¡Te hice una pregunta! —le grita.
—Que le quitaré la ropa —contesta en italiano.
—No tienes que decirle el paso a paso de lo que harás, simplemente lo haces y ya. No es una huésped.
—Es la mujer del señor Antoni.
Se me hiela la sangre al escuchar "mujer del señor Antoni". Es un título que jamás desearé tener. Isabel se une al maltrato psicológico volviendo a sacar el cuchillo.
—Ésta zorrita no es la mujer de Antoni —me coloca la punta en la barbilla— La única mujer del señor soy yo, ella no es más que carne para cuervos ¿Entendido?
Amenaza y la chica asiente.
—Déjame sacarle el chip —le propone Isabel a Brandon.
—Toda tuya.
La hoja atraviesa la tela de mi uniforme, alcanza a rasgarme el pecho en el descenso e ignoro el ardor tensando las extremidades «Partida de locos». Si voy a ser el centro de distracción, prefiero que me peguen un tiro de una vez.
Hasta el violador de hace unos segundos se une al espectáculo luego de soltar a la chica que cae desnuda en el piso. Isabel lleva la punta del cuchillo a mi brazo, todos se concentran y yo cierro los ojos resignándome a lo que se avecina, me toca y...
—Baja el cuchillo —exigen en la puerta.
La demanda es suave, sin embargo, emana tanto poder que todos se enderezan e Isabel palidece.
—Antoni —Brandon es el primero en hablar— No te esperábamos tan temprano.
«Antoni» Su nombre no da ningún tipo de aliento.
—Ya veo que no.
Le abren paso. Es como un animal nocturno, tal vez una pantera. Un depredador de esos que se mueven con cautela antes de lanzarse a la presa. El traje a la medida se le ajusta en los lugares correctos viéndose elegante y sofisticado, pero macabro al mismo tiempo.
—Ya que han tomado a mi invitada como fenómeno experimental, me quedaré a supervisar el procedimiento —se cruza de brazos— Todo el que no sirva, puede retirarse.
Todos obedecen a excepción de Brandon y la chica morena. Me echan antiséptico clavándome una aguja con anestesia en el brazo.
—Lamento la falta de hospitalidad, no quería que tu bienvenida fuera desagradable para ti, mi bella dama.
Se sienta frente a mí.
—Que amable —río con sarcasmo— Pero las desgracias empezaron desde que se te ocurrió secuestrarme.
—La cordialidad no hubiese funcionado a la hora de traerte.
—Obviamente no ¿Por qué no me torturas y me matas de una vez? Así nos evitamos los preámbulos e introducciones.
—No te traje para matarte —clava la mirada en mi pecho descubierto— Nos vimos hace unos meses y te dejé bien en claro lo que haríamos.
—¿Era cierto lo del folleo y la esclavitud? Vamos, tienes un sin fin de mujeres a tu alrededor ¿En serio arriesgaste tu vida para tenerme en tu cama?
—Por supuesto —sonríe erizándome los pelos de la nuca. Si la sonrisa de Christopher es como la de un Dios, la de Antoni es como la del diablo en persona— Me juré adorarte hasta que acabe la vida de uno de los dos.
—No sufro de síndrome de Estocolmo, no me enamoro de los criminales que persigo. Llevo meses siendo testigo de lo que haces.
Brandon se acerca a cortarme con un bisturí.
—¡No me toques! —le ladro furiosa— ¡Tienes las manos manchadas de la sangre de mi hermano!
La ira se me sube a la cabeza con ese asqueroso cerca de mí, tengo su orden grabada en mi mente. Antoni le pide que se aleje y éste obedece mirándome con rabia.
—Parto de ese punto para odiarte como te odio —miro al hombre que tengo al frente— No tengo porque estar aquí, si querías venganza por lo del casino, me hubieses matado cuando tuviste la oportunidad.
—Por tu bien es mejor que tomes las cosas con calma y llevemos todo por las buenas —responde el italiano.
—¿Por las buenas? —río—Si pretendes que actúe como una de tus putas, no pasará ¿Sabes? No tengo la culpa de que te prendas de la primera que se te sienta en tu regazo y finge que le gustas.
Se le descompone la cara.
—Soy un hombre de poca paciencia —se levanta— obviamente, sabía que no sería fácil lidiar con una teniente de la FEMF. Sé mucho de ti amore ya que suelo indagar sobre lo que me gusta.
Moja una toalla en el grifo antes de tomar una jeringa plateada de la mesa.
—Aléjate —pido cuando se acerca.
—No me enamoro de todas las que se sientan en mi regazo y fingen quererme —me pasa la toalla húmeda por el pecho— Pero contigo fue diferente. La belleza es algo que todos anhelamos, la vemos como un punto a favor. En tu caso jugó en tu contra. Desde que abandoné el casino no he dejado de pensar en ese hermoso rostro que tienes.
—Aléjate...
—Shhh —me calla— Va a pasar amore... Y será pronto, tengo todo un imperio que dominar. No puedo perder el tiempo contigo, por eso me iré por el camino fácil.
Me toma la cara obligándome a que mire a la chica que violaron y cayó al piso. Está sudando, mueve los brazos intentando alcanzar algo, viviendo los efectos secundarios de los psicóticos.
—¿Ves eso? —me habla a la cara— Se llama control, vuelve dependiente a alguien de algo y lo tendrás a tus pies de por vida. De todos modos, no tengo que explicarte eso ya que es algo que tienes muy claro. Es el pan de cada día en el negocio de trata de personas —saca la jeringa— Lo que no sabes es que puedes hacer magia cuando cruzas a un bioquímico con un médico.
La chica empieza a convulsionar helándome todo con los espasmos que la sacuden con violencia.
—Deja que te explique —me muestra la jeringa— Hemos mezclado cinco drogas: Heroína, anfetaminas, opioides, cannabis y cocaína. Como sabes, las cinco son altamente adictivas, teniendo un alto impacto en nuestro sistema inmunológico, nervioso y central. La unión de sus efectos ha sido nuestro gran descubrimiento, ya que vuelve dependiente a quien lo consume en cuestión de días, y como nadie más la maneja ni saben cómo mezclarla, se ven obligados a quedarse con tal de seguir bajo sus efectos.
Explica sin soltarme.
—Te doblega debido a que va acabando con tus fuerzas, saca todos tus miedos y de la nada eres esclava de una droga que vive en ti para siempre —continúa— Es cuestión de días para que empieces a extrañar el que te inyecten. Una droga común te domina en meses, el HACOC en horas, ya que su efecto actúa diez veces más rápido que un psicótico común.
Su agarre se endurece.
—Te tornas insaciable, temeroso, basura. Vives y respiras por el psicótico que ni en tus sueños te deja descansar —sigue— Vienen los ataques de ira, la locura, el descontrol, anhelas estar en las nubes, el sexo, la adrenalina mientras la droga acaba matándote por dentro y en eso no es veloz. Te debilita primero causando metástasis en tu cerebro, puesto que te convierte en tu peor enemigo.
—¡Mátame! —le escupo.
—No cariño, prometí algo y pienso cumplirlo. No serás una adicta más, solo te controlaré por el tiempo que sea necesario. Tengo la facilidad de detenerlo cuando quiera.
Me muevo al ver como prepara la aguja.
—¡Aleja esa porquería!
—Quiero que la pruebes, que tus venas saboreen la fórmula que la mafia tanto quiere y de paso,—aparta el cabello de mis hombros— sientas como el miedo se convierte en sumisión.
Forcejeo, mas el esfuerzo es en vano. Me atrapa e inmoviliza mientras su hermano me toma por detrás, obligándome a quedarme quieta. La fría aguja entra en mi piel mareándome de inmediato mientras las lágrimas inundan mis ojos.
«Droga por control» Es como estar muerto, un puto tiro en el pecho duele menos que ser un títere de la mafia.
—Así será más fácil —me sujetan la cara— Tengo todo planeado, cariño, seremos el uno para el otro.
—Esa porquería me matará lentamente —musito.
—No. Controlaré todo, no dejaré que nuestros hijos tengan una madre fenómeno.
Vuelven a sujetarme de los hombros. La sangre se me torna pesada, me duele mucho la cabeza, en tanto mis extremidades se sienten como si fueran de plomo.
—No olvides el dispositivo anticonceptivo — escucho a lo lejos— Llévenla a mi habitación cuando terminen.
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Antoni.
Suelto el nudo de la corbata después de dar por terminada la reunión semanal. Estoy asumiendo el nuevo cargo, eso me mantiene ocupado, empero no importa ya tengo lo que quiero. Siendo lo que se merece mi atención ahora.
Tengo poder, estatus y dama. Sólo me falta la cabeza del coronel y todo estará hecho.
En pocos días me casaré posicionándome en mi puesto de líder. Dejaré Italia para instalarme en Rusia con mi bella esposa. Entro a mi alcoba, me asomo al balcón observando que el sol se está ocultando en el mar, admiro el espectáculo mientras mi hermano se adentra en la habitación.
—¿Estás ocupado? —pregunta.
—¿Dónde está ella? —inquiero.
—Tomando un baño, se descontroló después de suministrarle la droga. El efecto no le sentó bien y tuve que inyectarle otra dosis para tranquilizarla.
—Quiero verla.
—Le diré a Fiorella que la traiga, le he quitado el chip y el dispositivo anticonceptivo. Quería preguntarte si quieres que le suministre algún tipo de medicamento...Ya sabes, para acelerar el proceso de fecundación.
Se hace el ignorante, él más que nadie sabe que no me conviene embarazarla con la droga en su sistema, los componentes de los psicoactivos deforman el feto. Las prostitutas que se preñan y sobreviven al embarazo paren hijos muertos o con limitaciones físicas y cerebrales.
—¿Pretendes arruinar mi descendencia?
—Le quitaste el chip...Pensé que...
—Le quité el chip porque necesito que su cuerpo vaya liberando los contraceptivos. La embarazaré cuando esté libre del Hacoc.
Se queda en la alcoba buscando las palabras correctas para continuar, no le agradan mis decisiones. Nunca ha superado el que siempre tenga más poder que él.
—Mátala —pide— Es el enemigo y el que estés tan hipnotizado, es motivo suficiente para hacerlo —empieza— La interrogué. A pesar de estar bajo el efecto de la droga no abrió la boca.
—Déjala que se adapte, que se enamore.
—¿Qué tan seguro estás de eso? —se pasa las manos por la nuca—No hay tiempo, sabes que tarde o temprano tendrás que suspender el medicamento y si no habla mientras la droga le corre por las venas ¿Con qué la forzaremos? Si no podemos manipularla no nos sirve para nada.
Sacudo la cabeza.
—Mátala antes de que te haga cometer alguna estupidez.
Su miedo tiene lógica, las mujeres de la FEMF tienen la habilidad de hacerte perder la cabeza.
—Estoy velando por el bienestar de la familia, nuestro padre no apoyaría esto.
—El que debe velar por eso soy yo no tú, así que calla y obedece —dispongo— Márchate y tráeme a mi mujer
Me hubiese tomado la molestia de escucharlo, sin embargo, se encargó de que le perdiera todo tipo de respeto. Era mi segundo ejemplo a seguir, lo veía como un padre hasta que se enteró que el control sería mío. Dañó nuestra relación al dejar que la envidia lo corrompiera.
Tomo un baño. Para cuando salgo, Fiorella está dejando a mi dama en la cama. Su cabello negro se extiende a lo largo de las sábanas rojas, le colocaron un camisón de encaje violeta el cual resalta la blancura de la piel que se asemeja a la porcelana.
—Intenté mantenerla despierta —informa Fiorella con la mirada clavada en el piso— Pero el señor Brandon le suministró más dosis de la necesaria...
—Retírate —la interrumpo.
—Como mande, señor. —deja una jeringa de Hacoc sobre la mesa.
Se marcha dejando que venere al ser mitológico que duerme entre mis sábanas, no pensé prenderme de una mujer a tal grado. La limerencia no es nueva para mí, no obstante, siento que ésta vez me ha tomado con más fuerza.
Las largas pestañas la hacen lucir como una princesa de cuento, su boca es lo que más atrae; Los labios carnosos, rojos y ardientes. Me siento en la orilla de la cama pasando las manos por su rostro, la sangre viaja velozmente a mi ingle engordando el miembro que se esconde tras la toalla.
Me deleito con el tacto de su piel, mis dedos recorren sus tobillos ascendiendo por los muslos torneados. No se mueve, no se inmuta. Al momento de abrir la bata, admiro lo que esconde, es la mejor obra de arte que he podido contemplar. Cierro los ojos por un momento en busca de control, ya que la erección no deja de destilar los jugos previos a la eyaculación.
Es una imagen demasiado erótica. Su sexo es pequeño, lo luce como una joven pura e inocente manteniéndolo sin un rastro de vello. Mi lengua lame la separación de sus pliegues antes de que mi nariz lo recorra empapándome con el aroma que emana «Vainilla» A eso huele su piel, sigo subiendo alzando la vista hacia la mitad de su abdomen admirando los senos grandes, redondos y rosados.
Me embriaga endureciéndome de tal manera que mi miembro no deja gotear. Lo masajeo despacio mientras la beso en la separación de los senos. Voy ascendiendo con besos pequeños que llegan hasta su boca, mi lengua exige la suya y se abre paso entre sus labios. Su boca se mueve, sus dedos peinan mi cabello dándome el momento que tanto esperé.
Refriego mi órgano viril contra su sexo disfrutando del beso que se alarga mientras jadea contoneándose bajo mi cuerpo. Las caricias se tornan urgentes, mi lengua recorre su cuello cuando me lo ofrece rastrillando las uñas a lo largo de mis costillas, sujeto el tronco de mi miembro ubicándolo en su entrada, pero...
—¿Christopher? —susurra.
La pregunta arde en mis oídos congelándome en el acto, ella se mueve queriendo abrir los ojos mientras yo lidio con las ganas de rebanarle la garganta. Susurra su nombre de nuevo y aprisiono sus muñecas contra la cama obligándola a que abra los ojos de una vez por todas.
—Contémplame principessa —demando dejando que mi mirada se encuentre con la suya — Sei con un demone molto diverso.
«Sei con un demone molto diverso: Estas con un demonio muy diferente»
Juro que puedo sentir la furia que destila a la hora de apartarme, sale de la cama echándole mano a la jeringa de Hacoc que yace a su izquierda. Sin embargo, soy rápido a la hora de tomar el arma que siempre tengo al pie de la mesita.
Apunto obligándola a retroceder hacia el balcón, mis oídos captan el rugido del mar mientras su espalda toca la baranda de piedra. La bata sigue abierta, vuelvo a repararla enterrándole el cañón en la frente. Rápidamente, desfunda la jeringa lista para enterrármela, no obstante, advierto el ataque sujetándole la muñeca sin dejar de apuntarle.
—Mírame bien —exijo— Detállame y grábate todo de mí porque seré el único hombre que tendrás de ahora en adelante.
—Aprieta ese gatillo —me desafía— Demuéstrame que el líder de la mafia tiene cojones.
Contemplo la vehemencia que destila en tanto mi miembro vuelve alzarse. Ubico mi arma en su sien mientras la aprisiono entre la baranda y mi cuerpo. Va a matarme, estoy seguro que me volará la cabeza ante el más mínimo descuido.
—Non farlo ti appesantirà quando le mie unghie ti strapperanno gli occhi —me excita que hable mi lengua nativa.
« Non farlo ti appesantirà quando le mie unghie ti strapperanno gli occhi: El no hacerlo te pesará cuando mis uñas arranquen tus ojos»
El viento le ondea el cabello y su mirada azul centella a través de las hebras negras, me refriego contra ella loco por tomarla.
—¡Aléjate!
—No, no me alejaré —le mordisqueo la barbilla— No podría hacerlo, aunque quisiera, me gustas demasiado Rachel James.
Me araña el pecho forcejeando para que la suelte, pero no me importa, mi lengua recorre su piel mientras mi arma se mantiene en el mismo punto. No me deja tocarle la boca ya que su cabeza impacta contra la mía causando que me devuelva dos pasos. El golpe me aturde e intenta correr a la salida, pero mis hombres la regresan al abrir la puerta.
Se cierra la bata, con una leve seña la suben amarrándola en la cama. Tomo la jeringa de HACOC que dejó caer, me siento a su lado mientras aseguran las cadenas que la atan.
—Sabes que va a pasar, ¿Cierto? —advierto buscando su cuello— De ti depende que sea o no placentero.
—¡Basta de eso! —forcejea— ¡Asesíname de una vez, pero no me inyectes más esa porquería!
La sujeto con fuerza, mis hombres le sujetan las piernas y pese a eso busca la forma de zafarse.
—Muérete hijo de puta —increpa llorando cuando vacío la jeringa en su torrente.
—Me obligas principessa al igual que el sexo. De ti también depende si aparte de prisionera, quieres ser una drogadicta.
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Hacoc: Droga usada por los Mascherano para controlar a sus víctimas, es una abreviatura de Heroína, anfetaminas, opioides, cannabis y cocaína.
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