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CAPÍTULO 76

Lo que no le convenía al mundo.

Christopher.

Las cenizas de lo que era San Fernando se esparcen a través de la carretera, el amanecer se asoma a lo lejos y la misión se da por concluida.

Mis hombres recogen todo emprendiendo la huida hacia el punto de partida. El tiempo está contra nosotros, en cuestión de minutos tendremos a todos los carteles mexicanos encima.

—Tropa J089 completa y lista para partir —Thompson es el primero en reportarse.

—Tropa M014 completa y en camino, coronel —comunican los soldados de Simón.

Hago un repaso mental de todas mientras informan estado y ubicación. La de Bratt es la penúltima en dar aviso, hago cálculos dando cuenta que falta una. 

Me comunico con Patrick.

—¿Qué pasa con la tropa de rescate? —increpo en el radio— Parker no se ha reportado.

—Debió haberlo pasado por alto, sus hombres llegaron hace un par de minutos. Se están preparando para partir.

Cuelgo lidiando con el dolor que me abarca en la clavícula. La situación de las ultimas semanas me agota cada día mermando la concentración y  las fuerzas. 

Debería estar celebrando con bombos y platillos, he dado uno de los mejores golpes del momento. No todos tienen la capacidad de derribar uno de los centros de tortura y trata de personas más grandes de México. Tendré una medalla más en mi uniforme, me darán una gran recompensa económica y recibiré infinidad de invitaciones a otras centrales.

Quisiera darle la importancia que se merece y sentirme orgulloso, pero no así. No lo estoy, no me siento bien. Últimamente nada es suficiente, nada me llena, nada me complace.

Todo queda atrás. Se procede a la maniobra de prevención mientras los soldados llegan al punto en camiones, helicópteros y avionetas.  

—Coronel, lo felicito  —me aluda Patrick— Operativo 10 de 10 

—¡Todos vuelvan a sus tareas! —ordeno antes de entrar a la carpa— ¡Tenemos que partir lo antes posible! 

Patrick me sigue adentro. 

—Coronel —Gauna me ofrece su mano— Siéntase orgulloso, su corta carrera ha recibido un quinto título.

Ángela sonríe frente al escritorio improvisado. Intenta incorporarse, pero niego con la cabeza. El ministro se acerca airoso a felicitarme. 

—Orgulloso de usted coronel Morgan —posa la mano en mi hombro— Hizo historia en lo que otros daban por perdido. Un triunfo para ti, para mí y para nuestro apellido. 

—No se han reportado pérdidas hasta hora —habla Gauna— Si mis estadísticas no fallan, regresaremos con el ejército completo.

—Se registra movimientos sospechosos a pocos kilómetros —avisa Patrick desde las pantallas de mando.

El contraataque era algo que veía venir.

—¿Cuánto tiempo tenemos?

—Diez o quince minutos, cuanto mucho.

—¡Recojan el equipo y el armamento! —le ordeno a Angela —¡Partiremos en cinco minutos!

Acata mi orden.

—Llegaron los últimos soldados   —informa Meredith en la entrada.

—Nos vamos. 

Laila atropella a Meredith adentrándose en la tienda. 

—No podemos partir mi coronel —se desespera— La teniente James y capitán  Parker no han llegado todavía. 

Me quedo en blanco, lo que acaba de decir conlleva a tantas cosas que no sé cual es peor. 

—¡Imposible! —inquiere Gauna— Fueron los primeros en retirarse.

—Si, pero ellos no partieron con nosotros. Habían personas en la cámara subterránea y bajaron por ellos —explica Laila— Dieron la orden de partir e imaginé que llegarían con las otras tropas pero no fue así. 

—Deben estar por ahí.

—No, Alexandra y yo los hemos buscado, no aparecen ni se reportan. 

«Derribé la casa ¿Y si estaba adentro todavía?» Siento como si me clavaran una estaca en las costillas.

—El chip —le ordeno a Patrick yéndome al puesto de mando— Rastrea el chip y dame su ubicación.

—Tuvieron que haberse ido —insiste Gauna— No hubieron caídas y no hay tiempo que perder ¡Debemos partir!

No recibo respuesta por parte de Patrick, así que lo aparto de las pantallas moviendo los dedos en el sistema operativo de rastreo, no me arroja nada y el aire empieza a pesarme tanto como los músculos del pecho. 

"Objetivo no encontrado" Avisa el sistema.

—Mi coronel, yo no puedo dejar a mis colegas —le tiembla la voz— Ya los busqué, no están con nosotros. 

—Hora partir coronel —ordena Gauna— Estamos perdiendo tiempo.

Lo ignoro e implemento otro método de búsqueda, pero recibo la misma respuesta. 

«Vamos aparece» Hago mi tercer intento "Objetivo no encontrado"

Un sudor frío me recorre la espalda. 

«Chip deshabilitado» La red detiene la búsqueda, se me agita el pecho y termino estrellando el puño contra la pantalla.

—Armen un escuadrón de búsqueda —ordeno— Nos devolveremos...

—¡El capitán Parker llegó! —avisa Alan.

Por un segundo me vuelve el alma al cuerpo, por un segundo literalmente ya que se me vuelve a escapar con el denigrante estado de Parker. Está golpeado, lleno de sangre y con la cara amoratada. 

—Pero ¿qué diablos...? —pregunta el ministro.

Dos hombres lo sujetan ya que le dieron una paliza de muerte. 

—¿Y Rachel?

Busco respuesta en los soldados que lo acompañan, un silencio sepulcral es lo único que consigo. 

Parker logra alzar el mentón, me mira y sacude la cabeza. Siento que voy perdiendo el control.

—¿Dónde está Rachel? —increpo de nuevo. 

—Se la llevaron —contesta con un hilo de voz— Antoni Mascherano se la llevó.

Su respuesta llega como el impacto de una bala en el pecho. Mi mundo se nubla, el piso se me mueve y la respiración se me detiene. Un dolor punzante me recorre hasta el último músculo quemándome absolutamente todo «¿Antoni Mascherano?» La idea de que definitivamente pueda estar muerta me parte en dos. 

—Lo siento...—le tiembla la voz— Intentamos huir y...

—La dejaste —todo se transforma en ira—¡¿Cómo te atreviste a dejarla?!

—¡No señor, yo...!

Lo sujeto por el cuello estrellándolo contra el piso, los soldados retroceden y de un momento a otro estoy en sobre él moliéndolo a golpes «¡La dejó, la abandonó en las manos de un asesino!» Estoy ardiendo por dentro, mis moléculas están siendo incineradas por el fuego de mi propia ira.

Me apartan volviendo en sí con los dedos entumecidos bajo el agarre de mis puños.

—¡No tiene la culpa! —el ministro interviene. 

—¡No quería dejarla! —Parker llora en el suelo cubriéndose el rostro—¡No quería hacerlo, lo juro!

El dolor me comprime y me aplasta. Tengo tantas cosas atascadas que no sé adónde ir o qué hacer. Me arden los ojos, la garganta, las venas. 

—Llévenselo —le ordena Gauna a Laila —Súbanlo a la avioneta y cúrenle las heridas.

Me zafo del agarre del ministro peinándome el cabello con las manos «Tengo que pensar, idear , proceder» «No la puedo dejar, ella no puede morir» Es lo único que repite mi cerebro. 

—Nos vamos —el ministro vuelve a sujetarme. 

—¡Suéltame! —lo empujo— ¡No voy a dejarla!

—¡No te quedarás! —me encara—¡Acatarás la orden de tu superior!

—¡No te estoy pidiendo permiso! —intento abrirme paso.

—Solo nos quedan cinco minutos —habla Gauna— Catorce camiones armados vienen hacia acá.

Intento marcharme y me toma del cuello estrellándome contra el escritorio

—¡Estás exponiendo la vida de todos!

—¡No te estoy pidiendo que vayas conmigo! —lucho contra él.

— ¡Está muerta, es un caso perdido!

Siento que toco el fondo del abismo.

—Están a tres minutos —informa Gauna— Hay que evacuar. 

—¡La última avioneta los espera! —informa un alférez.

El dolor me sigue quemando, siento un vacío nunca antes experimentando «Cuánto puto tiempo desperdicié y ahora me la quitaron»  

—Parte sin mí —me zafo del agarre de Alex— Yo no me puedo ir sin ella. 

—¡Christopher...! —Patrick intenta acercarse.

—¡No intervengas! —le ladro para que se calle

—¡No tengo tiempo para tus pataletas! —me señala el ministro.

La furia arde en sus ojos color acero, tiene la mandíbula tensa y el uniforme arrugado.

—No me obligues a llevarte por la fuerza.

No contesto, simplemente recojo mi arma preparándome para la búsqueda. Alex me clava los dedos en el brazo desvaneciendo mi intento de huida. 

—Señor, se acaba el tiempo —insiste el alférez mientras el ministro se niega a soltarme. 

—No puedo dejarte aquí —vuelve a empujarme—¡No puedes exponer tu vida por la de un solo soldado!

Aparto su mano y vuelve a tomarme con más fuerza. 

—¡Recapacita!

—¡Recapacita tú y entiende que quiero ir por ella! —espeto.

—¡Has perdido la cabeza! —vuelve estrellarme contra el escritorio—¡Es-un-soldado-más! —recalca cada palabra—Tienes miles igual a ella.

—¡No es una de las miles, es la mujer que amo! —lo empujo. Tomo aire intentando no quebrarme— Para mí no es un soldado, es la mujer que quiero ¡No pretendas que la abandone porque no voy hacerlo!

Retrocede mirándome como si no me conociera mientras sigo con lo mio, sin embargo, Gauna es quien se atraviesa esta vez.

—Lo siento coronel, pero órdenes son órdenes.

—¡No te atrevas a...!

Me saca por el cuello, tres soldados lo respaldan poniéndome a comer polvo cuando me estrellan de cara contra el suelo. La bota del general se perpetua en mi espalda a la hora esposarme mientras forcejeo. 

—No lo tome como algo personal —me dice Gauna— Pero el  ministro habló y un soldado cumple con las ordenes de su superior.  

Siento ganas de escupirle la cara y decirle que se meta sus jodidas jerarquías por el culo. Alex sale a encararme, ni siquiera me molesto en mirarlo. 

—No quiero ser el malo del paseo —increpa molesto— Pero no puedo dejarte aquí...

—Es mi decisión...

—Esta vez no, Christopher. Estuve a punto de perderte una vez, no voy a volver correr ese riesgo. No puedo permitir que expongas tu vida por la de un soldado ¿Es que aún no asimilas de quién eres hijo?

«Lo detesto» Siempre me da crédito para odiarlo. 

—Es la hija de Rick —continúa— Haremos lo posible por saber si está viva o muerta, mas no expondré vidas. Rick puede ser mi amigo, pero estoy seguro de que entiende que perdemos docenas de hombres a diario.

Me da la espalda, Gauna y los tres soldados me empujan al interior del avión, Patrick nos sigue. Me encierran en la cabina  esposándome a la silla por las malas.

—Cuando te tranquilices sales —demanda Gauna antes de marcharse.

La rabia me corre, nunca en la vida me había sentido tan impotente, está en manos de un mafioso de mierda. Juro por Dios que si la toca lo entierro vivo. 

—Hermano —Patrick se asoma en la puerta— Haremos todo lo posible por...

—Vete —lo corto, no necesito palabras de ánimo por parte de nadie 

Las horas pasan, mis muñecas se malogran a la hora de abrir las esposas. Fue un intento en vano porque igualmente estoy encerrado en esta maldita aeronave, apresado en los jodidos sentimientos que no quería reconocer. 

Se me arma un nudo en la garganta cada vez que pienso en lo que le pueden llegar a hacer. Yo conozco a Antoni, su proceder, sus métodos y nadie está preparado para sus torturas por muy soldado que se sea. Cierro los ojos con el miedo latiéndome dentro de la caja torácica. 

A lo largo de mi vida he tenido infinidad de tropezones, los cuales he ignorado caminando recto y con el mentón en alto, porque soy así; terco, orgulloso y obstinado.

Aprendí que la mejor forma para que nadie te lastime es contando solo contigo mismo.

Me escudé bajo un caparazón de hielo resguardándome de personas como mis padres, como Sabrina. Creé un escudo porque me conozco y sé que no sé querer. Soy demasiado egoísta para ello. 

Rachel llegó con su prospecto de vida soñada y sus típicas tendencias de mojigata. Creo que le tuve rabia en el algún momento pero ¿Cómo no iba a tenerla? ¿Cómo lidiaría con el hecho de no tener su cuerpo en mi cama? Mis ojos sabían que nunca antes habían visto a una mujer que se le asemeje. Aparentaba ser perfecta sin ser así, quebrarle el caparazón era algo que también me apetecía. 

Quería que notara que lo prohibido suele valer la pena cuando pecas con la persona correcta, tan inocente no era. Los inocentes no miran como ella me contemplaba, y esa jodida mirada me hizo caer una y otra vez. 

Reconozco que desconfié de su forma de amar, pasé noches pensando en lo que me pasaría a mí si caía. Ya la había visto fallarle a Bratt. Aún siendo el culpable, tuve miedo de no poder controlar la vehemencia que desaté.

Tuve esa etapa de negación donde no aceptas la realidad y te encierras en una burbuja de mentiras queriendo fingir que todo está bien, sin embargo, nada estaba bien. Estaba y estoy enamorado.

Fui un imbécil al no notar que después de nuestro encuentro en la fiesta de Bratt ya nada era igual. Lo mío no era gusto ni apego sexual, era algo más y se estaba viendo reflejado en los celos, las ganas de querer tenerla todo el tiempo, en el odio irracional hacia Bratt y en las constantes ganas de querer desaparecerlo. Lo noté cuando su te amo me hizo sentir grande, pese a que las barreras sólo me quitaron tiempo. 

Ella y yo somos perfectos tal cual somos. Era absurdo creer que me cambiaría si fui yo el que la cambió al prenderme de su lado malo. Porque no me gusta dulce, ni tierna. Me gusta siendo ella. Me gusta la Rachel que me miró con lascivia el día que la conocí, la que se llenó de malicia antes de ir a tentarme en mi oficina. La que no teme a encararme y decirme lo mucho que me ama. 

Bratt entra a la cabina con los ojos enrojecidos. 

—Este tipo de cosas pasan cuando pones a alguien bueno al lado de alguien malo.

Callo. 

—Todo esto es tu culpa —gruñe— La obligaste a ir a Moscú, la pusiste al lado de quien siempre la odió. ¿Ves que no mentía al decir que todo lo que tocas se pudre?

Parece que me estuvieran metiendo un hierro caliente en la garganta.

—¡¿Ves lo que logras cada vez que apareces?! ¡La van a matar si es que ya no lo han hecho!

—¡Cállate! —exclamo, sopesar eso es un puñal en el pecho. 

—¡Le volviste la vida mierda y encima la dejas en las manos de un criminal!

—¡No la voy a dejar, así que no vengas a despotricar de lo que no sabes! 

—¿Qué hará el respetado coronel? —pregunta con sarcasmo—¿Decirle a su archi enemigo que se la devuelva sana y salva?

—¿Qué le podría ofrecer? —me pongo de pie dejando caer las esposas que me ataban— Tu puto cadáver a modo de tributo para sus perros.

Palidece. Sabe que santo no soy, que cuando abro las puertas de lo que tengo encerrado no hay quien me detenga. A mi no me tiembla la mano a la hora cargarme a alguien. 

—Rachel no se va a quedar ni con Antoni ni contigo —declaro— Te lo advierto aquí y ahora. Déjate de joder porque así como puedo matarlo a él, también te puedo matar a ti. 

—El capitán Parker quiere verlo, señor —informa Alan desde la puerta.

Hago uso del poco autocontrol que me queda, por mucho que quiera encerrarlo por traición debo escuchar los detalles del secuestro.

—Que siga —le ordeno a Alan— Y tu, lárgate. 

—Fue a mi novia a la que secuestraron —insiste con lo mismo— Parker también me debe explicaciones.

Ignoro lo patético que se oye vociferando cosas que no son.

Parker entra apoyado del hombro de Alan. Está irreconocible con la cara hinchada, lleva puesto un cuello ortopédico y tiene el brazo atado a un cabestrillo.

—¿A qué vienes? —le reclama Bratt— ¿A inculparla de tus lesiones y fracturas?

Se apoya en la pared metálica, le ordena a Alan que se retire.

—¡Habla! —exige Bratt— Cuéntanos como te desquitaste seis años de arduo resentimiento dejándola tirada.

Por mucho que intenta mantenerse en pie, sus piernas hacen lo imposible por hacerlo flaquear.  El alemán se dirige directamente hacia mi a la hora de hablar. 

—No quise dejarla, señor —se aclara la garganta— Pueda que no tuviéramos la mejor relación, pero nunca quise abandonarla.

—¡Mientes! —exclama Bratt— ¡Querías vengarte de mí!

—No, por mucho que te deteste sería incapaz de atentar contra la vida de Rachel. 

—¡Mentiroso! —increpa Bratt— No finjas ser el bueno, sé que la odiabas. No eres más que un hipócrita.

—¿Hipócrita yo? —se defiende— ¿Se te olvida que fui yo quién intentó acercarse a ella antes que tú? ¿Olvidas que fuiste tú el que cortó toda posibilidad de poder hablarle?

—Es tiempo pasado.

—Sí, fue tiempo pasado y el que no se me dieran las cosas, no quiere decir que la voy a entregar a la mafia solo porque su estúpido novio me cae como una patada en los huevos.

—Vi como la tratabas —suprimo las ganas de gritarle— ¿Cómo pretendes que te crea cuando fui testigo de todas tus injusticias?

—Tiene una idea errada coronel, pueda que las pruebas jueguen en mi contra, pero no fue mi culpa el que se la llevaran. Antoni Mascherano se quedó ahí por ella.

Parece que me golpearan con un saco de arena. Una cosa es elegir a un soldado al azar y otra, es exponer tu vida sólo por llevarte a alguien en específico.

—Alejandro Mascherano le gritó que no huyera, que sabían que ella estaba ahí y que no se irían sin ella.

Otro golpe más fuerte y conciso «Sabia que Moscú terminaría en problemas». 

—Me dejó vivir para que le diera un mensaje: Dijo que Rachel ahora era suya y que como líder de la mafia pediría su cabeza en bandeja de plata.

Me arde la cara  «Suya» Tendría que morir, para que eso suceda.  

—Lo sabía —Bratt se lleva las manos a la cabeza— Tu puto plan no era más que un fiasco. De seguro ya la mató...

—Pueda que esté herido, adolorido y desconfíe de mí —continúa Parker— Pero no pienso darle la espalda a este problema, estoy dispuesto hacer todo lo que esté en mis manos para traerla de vuelta.

—No necesitamos gente con delirios de héroe —interviene Bratt— Necesitamos llegar a un acuerdo antes de que la despedacen.

Con los Mascherano no hay acuerdo que valga.

—Nos declaró la guerra —espeta Parker —Dudo que se pueda negociar.

—Esto es culpa de los dos —nos señala— Son unos malditos, si no hubiesen llegado nada de esto estuviera pasando, a mi lado estaba...

—¡Basta! —pongo orden—Vete a ser patético a otro lado que tus malditas lamentaciones no sirven  para nada. 

—La va a matar, es el jodido rey de la mafia. 

—¿Y qué pasa? —inquiero— No le tengo miedo, puede declararme las guerras que quiera, que por mi parte, me mantendré en pie haciéndole frente. El que tenga a Rachel sólo me da más motivos para volarle la cabeza. 

—Cuente con mi apoyo coronel.

—Vas por el camino equivocado, los criminales europeos lo apoyan. El diálogo es la mejor opción para recuperarla.

—Adelante —le señalo la puerta— Busca su número en el directorio telefónico e invítalo a tomar té, a lo mejor, te abre un espacio antes de su desayuno.

Me encara.

—A veces hay que agachar la cabeza y reconocer que se está perdido. Por la mujer que amo lo haría mil veces sin pensarlo, es el líder de todas las bandas criminales...

—¡Ve! —lo interrumpo— Intenta recuperarla lamiendo pies, que yo por mi parte, lo haré con sangre y fuego.

—Harás que la maten.

—¡No! Sé con quién estoy lidiando, no voy a intentar aliviar la situación con paños de agua tibia ¡Que venga por mí, que yo también voy por él!

Me encamino hacia la salida.

Mataré a los que tenga que matar y enfrentaré a los que deba enfrentarme, nunca le he tenido miedo a los Mascherano. Mucho menos lo tendré ahora que mi odio se ha multiplicado por mil.

Me resbala el que sean líderes de la mafia europea. Soy el coronel de uno de los ejércitos más importantes del mundo. Su declaración de guerra es más que bienvenida, al fin y al cabo, también la declaré en cuanto supe que se habían llevado a Rachel.



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