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CAPÍTULO 75

Operación Jaque.

Rachel.

11 de octubre de 2017. Base militar Rafael Pumarejo. Michoacán México.

12:00 a.m.

El avión de la fuerza armada provoca un remolino de arena mientras planea en la pista destapada. Las ventanillas se oscurecen y el ambiente se impregna de olor a tierra.

—No puedo creer que quieras marcharte —comenta Laila a mi lado—¿Por qué? Sé que es un mal momento con Bratt, tampoco es para tanto.

Mi cabeza no da para más, lo mejor es que marche ahora que puedo. A lo mejor si me voy mi suerte cambia, quizás encuentre cosas nuevas. Bratt, Antoni, Christopher; No soporto a ninguno, encima no puedo dar un paso sin detenerme a pensar a quién lastimaré.

New York será mi nueva central, estaré más cerca de mis padres, me alejaré de Europa, además tendré misiones que no involucren al clan Mascherano «Eso fue lo que debí hacer meses atrás»

—El grupo no es lo mismo sin ti —continúa Laila recostando la cabeza sobre mi hombro.

—No iré muy lejos, cinco horas nos serán impedimento para verlas.

—New York no es un lugar para ti, ¿Qué pasará si mini Harry se enferma? Necesitará a todas sus tías. Será tedioso tener que esperar cinco horas hasta que aparezcas.

Me hace reír.

—Nos seas exagerada, estaremos en contacto todo el tiempo, aparte podrán visitarme las veces que quieran.

—No quiero que te vayas —hace un puchero— ¡Prometiste que vacacionaríamos juntas en Colombia!

—Y sigue en pie —le doy un beso en la frente—Me voy a otra ciudad, no a otro planeta.

Preparo el armamento para descender. Somos la última tropa pendiente. La aeronave aterriza, los soldados bajan corriendo, formándose como lo demanda el código de la milicia. Debemos presentarnos ante las autoridades mexicanas con armamento y uniforme de combate.

—¡Mi teniente buenas tardes! —saluda un Alférez— Su coronel los espera en el acto de presentación.

Asiento, hay cuarenta hombres perfectamente alineados frente a mí. Forjé mi carrera con la mitad. Es imposible pasar por desapercibido el sinsabor de saber que es nuestra última misión juntos.

—¡Todos con arma al pecho y marcha lista! —ordena Laila— Nos presentaremos ante el consejo mexicano.

Marchamos rodeando el comando. Abrazo mi arma y enderezo mi espalda preparándome para mostrar el debido respeto a mis superiores. Hay ocho tropas en total entre ellas la de Bratt, Patrick y Simón, quien dejo un relevo ya que el consejo le permitió no estar en este operativo.

El ministro, el general y el coronel están en primera fila frente a los soldados. El coronel empieza acercarse mientras los hombres se forman dejándome con Laila a la cabeza.

—Teniente James —nuestras miradas se cruzan.

Lucho porque mi voz salga firme y clara, no le puedo bajar el mentón con tantos superiores presentes.

—¡Tropas 1107 y 1236 listas y preparadas para sus órdenes, mi coronel!

«Por poco se me sale el mi amor»

Se aparta. Laila da un paso al frente.

—Somos la novena tropa del ejército de fuerza especial del FBI —nos presenta ante los asistentes extranjeros— Pertenecemos al escuadrón del capitán Dominic Parker y Roger Thomson. Estamos bajo el mandato del coronel Christopher Morgan.

Un hombre alto y fornido sale de la fila seguido de dos oficiales con uniforme del ejército mexicano.

—¿Tropa de rescate? —pregunta.

—Sí, mi general —cuento las estrellas de su uniforme— Nuestros capitanes ya están en Guerrero.

Asiente paseándose entre las filas.

—¡Soy el general Carlos Barraza! —grita para que todos los escuchen— ¡Líder de las centrales mexicanas! Les damos nuestra más grata bienvenida.

—¡Es un honor servirles con valentía, mi general! —responden todos al unísono.

—Su misión es de carácter confidencial —explica— Solo unos pocos saben de su presencia. Estamos en la zona roja delictiva, en este punto cualquiera puede venderse al mejor postor.

—Nos daremos apoyo —habla el capitán del ejército mexicano— Como rama independiente no intervendremos en combate, en cambio, brindaremos nuestra base y herramientas de contacto para que puedan ayudarse en lo que necesiten.

—¡Gracias, mi capitán! —contestan todos.

Un grupo de soldados se extiende por todo el campo ofreciéndonos maletines blancos.

—El campamento temporal los espera, una parte de ustedes debe ir como personal de la cruz roja, la otra como miembro de la ONG. Estaremos al pendiente de su regreso.

—¡Tienen veinte minutos para reorganizar maletines e infiltrar armas. Los camiones y las lanchas saldrán a las 13 horas! —ordena Gauna— Ningún tipo de armamento puede estar expuesto.

Las filas se rompen y todos se preparan para partir.

—¿Doctora o enfermera? —pregunta Angela recogiéndose el cabello con una banda elástica.

—Creo que camillera, soy pésima para los primeros auxilios.

Se ríe mientras me acompaña cuando llega la hora de subir a los camiones.

—Lamento lo de tu cuñada —se disculpa cuando abordamos el vehículo— No la quería lastimar...

—No es mi cuñada, ni tienes porque disculparte conmigo.

—Al capitán no le gustó, a duras penas me dirige la palabra.

—Sabrina es la niña de sus ojos, es normal que esté molesto.

Tomamos asiento una al lado de la otra sobre el piso de madera mientras el resto de camaradas llenan el camión.

—Si te soy sincera dolió el que tocara fibras tan sensibles —confiesa— Mamá fue una victima de mi abuela, ella también era una prostituta que la adoctrinó implantando el mismo chip a su hija. 

—Déjalo estar, a Bratt ya se le pasará. Los Lewis son orgullosos, no obstante, deben asimilar que Sabrina violó el reglamento.

Asiente abrazándose las rodillas contra el pecho.

—¿Qué piensas tú de lo que dijo ella?

—No puedo pensar nada, no son mis asuntos.

—¿Por qué siempre contestas lo mismo cuando te pregunto algo sobre mí? El coronel, el capitán y tú son personas allegadas. Si te hago ese tipo de preguntas es porque me gustaría encajar entre ustedes...

—No eres muy buena observando, ¿Cierto?

—No... O bueno si, a veces da la impresión de que no tienes una buena relación con el coronel, aunque eso se puede arreglar con el tiempo. Eres la novia de su mejor amigo.

«Sí, definitivamente es pésima observando» Los camiones se ponen en marcha.

—Christopher no es tan malo cuando lo conoces ¿Sabes? —se le ilumina el rostro con una sonrisa— Pese a todo lo que dijo la arpía que tiene como esposa, siguió conmigo como si nada hubiese pasado. No le importa el pasado de mi familia.

De la nada me vuelvo diminuta, es admirable que acepte su pasado y a mí me juzgue señalándome como una vil zorra, sólo porque me atreví hacerle caso a sus absurdas propuestas.

—Qué bueno —cierro los ojos fingiendo que quiero dormir.

—Ayer fue a buscarme —insiste— Estaba ebrio y se quedo dormido sobre mi sofá.

Los celos son más que un estado emocional. Son una puta enfermedad que te come a pedazos el cerebro. Paso el cumulo de ira que me me avasalla la laringe cuando los imagino juntos.

—Le pregunte si quería vacacionar conmigo en Alemania y me contesto que lo pensaría...

—Tengo jaqueca —la interrumpo— Dormiré un rato.

—Claro, puedes recostar la cabeza sobre mis piernas.

—Estoy cómoda aquí, gracias.

Me duele el pecho cuando respiro, acomodo la cabeza sobre el maletín dándole la espalda. Quiero odiar a ese hijo de puta con todas mis fuerzas, la barbilla me tiembla, nunca creí que podría sentir algo tan intenso y destructivo por una persona.

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Campamento provisional de la FEMF. Guerrero, México.

21: 00 P.M.

Los soldados se pasean con leña, cantimploras y ollas con comida. Unos vestidos de blanco y azul (ONG), en cambio, otros de blanco y rojo (Cruz roja)

Armaron tiendas para dormir. Parker sale desde una de ellas con un montón de mapas.

—Capitán —lo saludo.

—Ven conmigo.

Me lleva con él adentrándose en la carpa principal que cuenta con una mesa y varias pantallas donde se vigilan los alrededores. Mi capitán esta se encuentra en la tienda terminando de dibujar un plano.

—¿Alguna novedad en el camino? —pregunta.

—No, señor.

—Un grupo de hombres estuvo dando vueltas y haciendo preguntas —habla Parker— No se fueron muy convencidos de la versión que dimos. Al amanecer daremos vueltas entre las comunidades fingiendo hacer nuestras tareas, de paso pediremos información sobre San Fernando.

—¿Alguna novedad referente al burdel?

—En la mañana entraron catorce camionetas blindadas, no hemos podido identificar de quienes se tratan. Pueda que sea algún líder de los Halcones o algún narcotraficante buscando servicios.

—¿Qué dijo el personal?

—Nadie del personal se atreve abrir la boca —concluye mi capitán.

Bratt entra seguido de Meredith y Angela.

—Gauna convocó una reunión.

No se mira con Parker, el resto de los asistentes comienzan a llegar. Bratt se ubica a mi lado pasándome la mano por la espalda a modo de saludo, mientras que Meredith se queda a su derecha.

«Estaba demorándose en marcar el territorio»

—¿Cansada?—me pregunta Bratt.

—Un poco.

Christopher entra con Gauna y el ministro .

—¿Lyons fue ascendida? —pregunta desde el otro lado de la mesa— Tengo entendido que es una reunión para oficiales desde el tercer nivel.

—¡Yo le pedí que viniera! —interviene Bratt.

—Entonces escóltala afuera y lávate los oídos porque fui bastante claro al decir quienes podían estar.

—Estoy a cargo de las coordenadas que...—intenta justificarse.

—¡No te he ordenado que hables! —replica molesto— Así que fuera de aquí.

—No está de buen genio —mascullan atrás.

La pelirroja se marcha furiosa. Empiezan hablar los superiores y voy tomando nota mental de los puntos importantes. Rozan mis dedos antes de tomarme de la mano.

—No traes el anillo —susurra Bratt.

Lo busco en el bolsillo del pantalón.

—Olvidé ponérmelo después de lavarme las manos.

Me lo quita y lo coloca. «Dios»

—Quiero que lo lleves siempre.

—La reunión de propuestas matrimoniales es en la mañana —se burla Parker.  Está situado en una de las esquinas.

La mirada de todos se concentra en nosotros.

—¡Fuera los dos! —exige Christopher estrellando el puño contra la mesa—¡Estamos en una reunión seria!

—¡No estábamos haciendo nada malo...! —espeta Bratt

—¡Largo! —vuelve a gritar.

—Pero...

—No desobedezcas a tu superior, Lewis —lo interrumpe Gauna.

No alego ni replico, simplemente salgo acatando su orden mientras Bratt se queda discutiendo.

Que se joda el coronel, alegar es conseguir que me eche dos veces. El ambiente es sofocante, armas y explosivos es lo único que se ve, así que me marcho a una de las colinas tendiéndome sobre el césped como cuando estaba en Phoenix. Solía acostarme a contar las estrellas con mi papá. Me incorporo cuando capto los pasos que se acercan, es Bratt.

—Lo siento —se sienta a mi lado— Parker es un entrometido.

—Perdiste tu tiempo peleando.

Vuelvo acostarme, él hace lo mismo ubicándose de medio lado. Cierro los ojos, en tanto siento sus nudillos que me tocan la cara.

—Me voy a ir, Bratt —suelto sin dudar, más adelante no sabré como decirlo.

El tacto se detiene dejando la mano suspendida en el aire.

—Debo tomar distancia y dejar que el tiempo sane las heridas.

—Las mías empiezan a cicatrizar.

Vuelvo sentarme.

—No mientas, las heridas que te causé no sanan tan fáciles.

—Me iré contigo.

—No, esto debo hacerlo sola. Necesito espacio, pensar, recapacitar y empezar de cero. Apenas lleguemos a la ciudad renunciaré a la central de Londres.

—Puedes empezar conmigo, podemos irnos juntos, hacer de cuenta que nada pasó. Te quiero cariño. No me creo capaz de estar lejos de ti.

Me arde la garganta, a veces quisiera corresponderle de la misma forma, sin embargo no puedo. Tuvimos nuestro momento, lo quiero, pero ya no lo amo.

—¿Te acuerdas como conocimos? —pregunta.

Sonrío evocando el momento.

—Si, me sorprendiste mirándote.

—No me había fijado en ti hasta entonces, recuerdo que Simón me codeo y dijo "Posible ligue a la vista". Te pusiste como un tomate cuando voltee y nuestras miradas se cruzaron.

—Y después me seguiste con infulas de gigoló profesional.

Ubica la mano en mi nuca.

—Cuando te tuve de frente, supe que seríamos de todo menos un ligue. Me faltó verte una vez para saber que eras de esos amores que duran para toda la vida.

—Fueron años maravillosos.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Porque tuve errores y supiste perdonarlos, como cuando armaba escenas de celos por nada. Sentía miedo de tus nuevos amigos porque lo nuestro también había empezado como una amistad —respira hondo—Después vinieron los problemas con mi familia, mi mayor error fue no apartarme y llevarte lejos para que tuvieras el lugar que te merecías. A pesar de todo, te mantuviste a mi lado.

—Eso ya no importa.

—Sí importa —se le empañan los ojos— Te conozco e imagino que te reprocharás el haberme engañado. Sé que te torturas a ti misma sin saber que en parte tuve culpa siendo sobreprotector, celoso y egoísta. Te encadene a mí , imposibilitando que vieras el mundo.

—Bratt nada justifica lo que hice —se me nublan los ojos— No me justifiques.

—Sólo veo las cosas como son —me toma la cara entre las manos— No eres la cualquiera que crees ser, eres la mujer que amo y conozco desde hace años. Si pudieras verte a través de mis ojos, notarías que los prejuicios que intentas poner son absurdos. Si vieras como te veo no te sentirías mal, porque sabrías que para mí sigues siendo maravillosa.

Me tiembla la barbilla.

—Perdóname por alejar a medio mundo aclamándote como mía, perdóname por no hacerte respetar como lo merecías y perdóname por convertirme en el monstruo que fui hace unas semanas.

Por un momento vuelvo a ver el chico que ame en mi adolescencia.

—Te amo, cariño—me limpia las lágrimas— Sé puedo convertir tu "Te quiero" por un nuevo te amo.

—Nuestra historia de amor empezó con un beso en medio de un concierto de Bon Jovi —le beso la nariz— Merecemos un buen final capitán.

Frunce el ceño cuando me levanto ofreciéndole la mano para que haga lo mismo.

—Mira el paisaje ¿No es hermoso?

Nos vemos bien sobre la colina con el cielo lleno de estrellas, asiente. Acorto el espacio ubicando mi mano en su mejilla.

—Me diste momentos que jamás olvidaré Bratt, te juro con la mano en el corazón que te amé de verdad —declaro— Eres el recuerdo más bonito que tengo del amor y eso nunca va a cambiar, sin embargo se acabó capitán. Ahora no queda más que dar las gracias por los momentos vividos.

Baja la cara mientras acorto el espacio a la vez que le levanto el mentón.

—Nunca te dejaré de querer, tenlo presente siempre y estoy aquí, pero como una amiga.

Lo atraigo hacia mi boca, le rodeo la nuca con los brazos mientras él sujeta mi cintura. Nos fundimos en un largo beso con sabor a sal, lo disfruto porque es mi punto final en esta historia. El cierre que necesitamos los dos.

Sujeta mis hombros en tanto que nuestras lenguas se tocan con suavidad. Suave como el amor que nos tuvimos, el tipo de amor que no te hace arder, mas sí te deja buenas experiencias.

—¿Tomando el viaje como luna de miel?

Pongo distancia cuando mis oídos captan la voz cargada de veneno «Christopher».  La mirada asesina deja clara sus intensiones, Bratt adopta la misma actitud e inmediatamente me atravieso evitando la contienda.

—¿Estás espiándonos? —

Christopher calla.

—¿Cuál es tu puto problema? —insiste Bratt.

—Que siento pena al verte mendigar amor, ella ya no te quiere.

—¡Cállate! —replica Bratt— No la conoces...

—Dile lo que me dijiste ayer —se acerca— Dile que lo quieres, a pesar de que tu cariño no se compara con lo que sientes por mí.

Bratt aprieta los puños apartándome.

—¡Lárgate! —empuja al coronel.

—Ven, oblígame —devuelve el ataque.

—Ya basta Christopher ¿Qué mierda quieres demostrar? —lo encaro.

—Que pierde su tiempo buscando lo que no hay —contesta airoso—Perdió y no con cualquiera, sino conmigo.  En meses logré lo que a él le tomó años.

Bratt se le va encima llevándolo contra el suelo, los puños no se hacen esperar y el coronel le estampa un cabezazo que cambia los papeles.

—Lo disfrutamos tanto capitán —el coronel entierra los puñetazos— Tanto como para repetir hasta morir, así que no jodas que ya no eres nada en su vida.

—¡Basta! —intervengo.

—El beso me dijo todo lo contrario —grita Bratt.

—¡Joder ya! —se lo quito de encima logrando que se ponga de pie.

Bratt no se queda quieto, sigue atacando enterrándole un puño en la mandíbula. El coronel se lo carga a golpes mientras mis intentos por separarlo son en vano.

—¡Morgan, basta! —exige Gauna tomándolo de la camiseta.

El general aparece con Alan.

—Suéltame —intenta zafarse, pero Gauna es más grande que él.

—¡Lewis, largate! —exige el general .

Alan tiene sujeto a Bratt mientras que Christopher se le zafa a Gauna queriendo seguir, pero me atravieso.

—¡Ya fue suficiente! —lo empujo, tiene la cara llena de sangre— No te estábamos haciendo nada ¡¿Cuál es tu maldito problema?!

—¡Tú! —me grita— ¡Tú eres mi maldito problema!

Gauna vuelve a tomarlo del brazo. Prefiero irme con Bratt dejándolo con sus traumas de mierda que nunca lograré descifrar. El capitán calla con el murmullo de los soldados, en tanto Meredith se apresura por el botiquín mientras que Alan lo mete a la tienda.

—¿Quiere hacerlo usted? —Meredith me ofrece la caja.

Sacudo la cabeza.

—Encárgate.

—No te vayas —me pide Bratt.

Lo ignoro volviendo a mi sitio, cada hora que pasa se pone peor. Yo lo empeoro con mi presencia, para colmo, esta disputa nunca va a acabar si sigo aquí.

A la mañana siguiente soy la primera en partir a la brigada a modo de "Fachada" para realizar el operativo del estudio de terreno. Se pregunta sobre las costumbres pasando por un sin número de interrogatorio por parte de los que se sienten amenazados.

Volvemos después del mediodía y me uno al grupo de vigilancia.

—¿Alguna novedad? —indago con el sargento al mando.

—Nada fuera de lo común, mi teniente. Como todos los fines de semana hay un buen número de clientes entrando y saliendo del lugar.

Les hago compañía por el resto de la tarde, Christopher no ha salido de la carpa principal y Bratt no ha llegado de su brigada.

—Iniciamos maniobra —me avisan a través del auricular.

Bajo a preparar la ametralladora M249 que cargaré como arma, distribuyo los explosivos a lo largo del uniforme mientras los principales cabecillas se reúnen. Salgo convocando a los soldados que irán conmigo.

—Llegaremos por el este —expreso— El helicóptero nos dejará sobre la azotea. De ahí nos abriremos paso a través de las escaleras auxiliares hasta llegar a la puerta que da a los pisos subterráneos.

—Descenderemos al piso dos —explica Laila— Al lugar de los secuestrados. Son veinte celdas, las cuales albergan más de doscientas personas. La tropa del capitán Lewis nos cubrirá en tanto guiamos el personal a los helicópteros y camiones de rescate. Tenemos cuarenta y cinco minutos para acabar con la tarea.

Todos asienten.

—Preparen lo que falte, la hora esta cerca.

El estar rodeados por las bandas delictivas más peligrosas de la zona, nos pone en el ojo del huracán. Es cuestión de horas para culminar. A las 17:30 todos deben estar rumbo al D.F.

Conecto auriculares, radios y equipos de sonidos, aseguro el chaleco y espero la llegada de Parker. La adrenalina viaja por mis venas, no es un operativo cualquiera, es un enfrentamiento directo con un grupo narco terrorista y de quien sabe cuantos narcotraficantes.

—Andando James —llega Parker.

Avanzamos hacia el helicóptero que nos espera, elevo una plegaria al cielo rogando que pueda volver viva.

Paso el rosal (Guerrero, México)
12:30 a.m.

Los cowoys salen cuando el helicóptero se eleva en el aire sobrevolando la zona. San Fernando aparece frente a nosotros mientras un micro avión pasa a la velocidad de un misil impregnando el aire de olor a gasolina.

Hombres trotan abajo y los campos verdes se tornan naranja.

El fuego se esparce por los cultivos de coca dejando la mansión envuelta en un círculo de llamas, las primeras detonaciones hacen eco cuando las primeras tropas derriban la guardia que protege la mansión.

—¡Descenderemos en dos minutos! —avisa Parker.

Unos se persignan, otros se toman de las manos y algunos echan un vistazo a sus fotos familiares.

—¡Concentrados todos! —ordeno— ¡Prometimos volver a casa y un soldado no rompe sus juramentos ¿Estamos?!

—Si, me teniente —contesto.

—¡Venga, sin miedo que somos los mejores!

—¡Todos listos para descender!

Ato la argolla metálica de mi arnés al cordón metálico. Parker es el primero en caer y lo sigo con la ametralladora colgando en la espalda.

—El área esta despejada —avisa Angela cuando aterrizo sobre la azotea.

El resto de la tropa cae, sin perder tiempo nos encaminamos escalera abajo. Se sigue el debido protocolo, las paredes tiemblas con las detonaciones en tanto uno de los oficiales vuelve lenta la marcha mirando hacia todos lados.

—¡Vista al frente cadete! —lo tomo del brazo— No vinimos a observar, estamos aquí para salvar vidas.

No miro a mi alrededor, mi único objetivo es cruzar la puerta que me lleva hacia los pisos subterráneos. Un buen soldado solo se enfoca en su objetivo así el mundo se esté cayendo a pedazos.

Los soldados de Bratt arman un escudo frente a nosotros mientras cruzamos el pasillo que nos desplaza hacia nuestro objetivo. La puerta es derribada y continuamos el descenso hasta el fuerte subterráneo.

—Tiempo —pregunta Parker.

—Estamos dentro del estipulado, mi capitán —informo haciendo mentalmente los cálculos.

Seguimos bajando, los carceleros están poniendo explosivos para volar las jaulas «Común» Matar a las víctimas cuando no hay salida.

Parker está frente a mí con la espalda pegada a la pared, me hace señas y entiendo su mensaje. cuento hasta tres para poder salir a tiempo. Los carceleros blanden las armas contra nosotros e inmediatamente nuestros hombres se despliegan tomando el área.

—¡Armas al piso y manos a la cabeza! —exijo.

Los gritos no cesan, los verdugos se arrodillan al verse rodeados dándonos vía libre para abrir las jaulas.

—Reviente cerraduras y acaten el operativo de evacuación —ordeno.

La gente se aglomera en los pasillos, unos intentan correr y otros nos toman de los hombros con la cara cubierta de lágrimas. Su condición es deplorable. Están sucios, pálidos y desnutridos.

—¡Sáquennos! —suplica una mujer aferrándose al chaleco que llevo puesto—¡O ellos nos matarán!

Llora.

—¡Tranquila! —la tomo de los hombros— Solo sigue al personal de negro, estamos aquí para ayudarlos.

No se puede caminar, hay demasiada gente. Pego la espalda a la pared guiándolos a la salida, los disparos hacen eco arriba y ruego a Dios que no tengamos tanta pérdida de camaradas.

—¡Suéltenme! —forcejea una chica al fondo— ¡Debo ir por mi hermana!

Alan la toma de los brazos arrastrándola con él mientras ella lo muerde y lo abofetea. Dos soldados se unen ayudarlo, pero la chica está desesperada.

—¡Cálmese! —espeta Alan.

—¡Suéltala! —ordeno.

La deja en el suelo.

—Es una misión de rescate, tu actitud nos quita tiempo —le hablo a la mujer.

—¡No me puedo ir sin mi hermana! —se lleva las manos a la cabeza— ¡No puedo dejarla aquí!

—No dejaremos a nadie, todo el personal está siendo evacuado.

—Ella no está aquí —explica— Fue llevada a las cámaras de tortura junto con otras cuatro personas.

—¿Hay más prisiones?

—Una fosa subterránea en el último piso, nos llevan ahí cuando nos imponen castigos.

—¡Apresuren el paso! —grita Parker en medio de la multitud.

—¡No pueden abandonarlas, ellos las mataran!

No ellos, nosotros. Volaremos la casa por ordenes del coronel.

—Ve con los otros, me encargaré de tu hermana.

—¡No! —intenta huir.

—¡Si quieres que la liberemos! —alcanzo a sujetarla— ¡Debes facilitarnos la tarea!

Alan la sujeta llevándola con los demás. Evoco los planos que estudié y si, habían pasillos abajo, pero no sabía que eran cámaras de castigo. Ubico a Parker que da las ordenes finales.

—Hay personas abajo —aviso

Mira el reloj.

—¿Cuántas?

—Cuatro, morirán si no las sacamos.

Asiente.

—¡Tú! —llama a uno de los alférez— ¡Ven con nosotros!

Nos abrimos paso entre la multitud, Laila está al final del pasillo arrastrando las personas.

—Descenderemos, estás a cargo mientras tanto —le ordena Parker.

—¡No hay tiempo!

—No nos tomara nada —explico— Hay cuatro personas abajo.

Parker me jala con él corriendo seguidos del alférez. Encontramos una puerta de acero con sistema electrónico le da paso a Parker pero se cierra de inmediato cuando cruza.

—Sistema automático —reconozco volviendo abrir— Se abre de aquí para allá, pero no de allá para acá. Uno de los tres debe quedarse.

—Tú —le ordena Parker al alférez— Espéranos bajo el umbral y no permitas que la puerta se cierre.

El chico asiente. Creo que fue una mala elección, es el que por poco se desmaya en el tiroteo. Bajamos la escalerilla rápidamente encendiendo la linterna de la ametralladora.

—A la izquierda —le indico a Parker recordando los planos.

Huele horrible, el aire es una mezcla de heces y orina, contengo la respiración avanzando rápido mientras el olor se va intensificando. Aparece la primera celda con dos muertos descompuestos.

Parker capta el llanto de la mujer que está tres jaulas más adelante, hay un cuerpo hinchado a su lado, en tanto ella mantiene las rodillas contra el pecho dejando que el cabello le tape la cara.

Vuelo la cerradura.

—¡Quiero morir, quiero morir! —susurra una y otra vez.

—Hola —me acerco, no contesta sigue con la cara contra la pared— ¿Cómo te llamas?

Me mira, el cabello enmarañado no deja detallarle la cara, se lleva las manos a los oídos soltando un grito aterrador.

—¡Ayúdeme! —súplica sujetándose el tobillo.

Parker aparta la cara al observar la herida que tiene en el pie, está llena de gusanos destilando un líquido verdoso.

—Saquemos a la mujer y  nos vamos.

La levantamos entre los dos y ella me clava las uñas cuando la alzo.

—¡Ellos vienen! —susurra— ¡Los acabo de ver, nos van a matar!

La arrastramos siguiendo la misma secuencia de pasillos. La mujer no deja de hablar, lo único que quiero es salir de este pozo de pesadilla.

Nos vamos acercando, miro el reloj, tenemos quince minutos para abordar el helicóptero.

—¡Rápido! —exige Parker.

—¡Nos van a matar! —vuelve a gritar la mujer zafándose de un momento a otro.

—¡Señora no está colaborando! —Parker intenta tomarla, lo ayudo. Para cuando intento levantarla, la bala que impacta contra su cráneo la devuelve dejándola en el piso.

Se desvanece con los ojos abiertos.

No me da tiempo de procesar nada, solo siento la mano del capitán sobre mi brazo cuando una lluvia de balas se viene contra nosotros.

—¡Corre! —grita.

El trote retumba atrás acompañado con ladridos caninos, caigo y Parker me levanta. Las balas centellan en la escalera mientras el alférez apunta con la linterna buscando el origen de los disparos.

Él si puede ver cuántos nos siguen. Deja caer la linterna retrocediendo, la puerta intenta cerrarse y es en ese momento cuando nos abarca el desespero.

—¡No dejes que se cierre! —le pide mi capitán.

Vuelven a disparar y el chico nos da la espalda.

—¡Espera! —grito, pero no alcanza a escucharme, sale corriendo.

Las puertas metálicas se sellan en mis narices «¡Hijo de puta»! Una bala zumba en mi oído e inmediatamente me volteo soltando el aislante del cargador arremetiendo con todo lo que tengo.

«Si moriré no será como una cobarde»

El cargador se acaba, saco otro y se lo inyecto a la ametralladora en nanosegundos.

—¡Nos matarán si nos quedamos! — el capitán salta por encima de la barandilla.

Lo sigo haciendo lo mismo.

—¡Anda! —me toma del chaleco.

Corro en medio de la oscuridad con los ladridos haciéndome eco en la espalda, son más, el trote me lo dice, sin embargo no están atacando para matar.

Hay una vía de escape, la vi en los planos. Intento centrarme y encontrarla, a pesar que esto es un maldito laberinto. Parker se queda quieto escondiéndose conmigo en uno de los pasillos, es obvio que nos siguen por el eco de nuestro trote.

Están a pocos metros, nos quedamos sin respirar. Pasan trotando con linternas y canes «son cuarenta».

Avanzamos despacio tomando la dirección contraria colisionando con otro grupo de diez. Repetimos la maniobra con cautela mientras ellos se mueven con las linternas en alto.

—¡Sabemos quién eres! —gritan y mis piernas dejan de moverse—¡Él sabe que estás aquí!

Es la voz de Alejandro Mascherano.

—¡No nos iremos sin ti! —indica.

«¡Está aquí!» Me tiemblan las rodillas, no respiro, mis vías respiratorias se hinchan y se estrechan. «Está aquí y me lleva la delantera» Me va a matar, las piernas me fallan, la vista se me nubla.

Me toman del chaleco sacudiéndome con fuerza.

—Concentrada James —me pide Parker.

Asiento con manos temblorosas.

—Hay que buscar la salida, en pocos minutos volará esta mierda y tenemos que salir.

Sujeto mi arma siguiéndolo, pero cada paso y ladrido aleja mi fe. Creo que todo ser humano tiene un instinto realista el cual nos avisa cuando las cosas se pondrán mal. El mío está en rojo.

Reconozco la escalerilla roja aferrada a unas de las paredes. La vi en los planos, da a la segunda planta. La puerta metálica no desmiente mi teoría, no podemos abrirla desde adentro, pero sí es una señal de que estamos cerca de la salida.

—Por acá —le susurro a Parker.

Lo guío por el camino que creo recordar. Corremos, se enciende un atisbo de esperanza al ver la puerta tipo búnker. Parker me hace señas indicando que me asome antes de cruzar y como era de esperarse, el área no esta vacía. Hay hombres a pocos metros.

Cuento los proyectiles que tengo mientras el alemán hace lo mismo.

—Veinte.

—Treinta y dos —confirma mi capitán.

Las posibilidades son mínimas ya que ellos son más. Me paso a su lado tratando de que la fría pared me cargue de esperanza, pero no, creo que todo está perdido.

—Vi tu obra —susurro.

Vuelve la vista hacia mi cargado de ira.

—¡Te dije que...!

—La vi antes de que me lo advirtieras —lo interrumpo— Me encantó, nunca tendré palabras para agradecerte tan bella obra de arte, amé la dedicación.

—¡Vuelve a tu puesto! —masculla.

—Si no salgo de ésta...

—¡A tu puesto. Y deja de hablar como si fuéramos a morir!

Asiento haciéndole caso. Saca una bomba de humo y la neblina se despliega ensombreciendo el panorama. Corremos hacia la puerta antes de que todo se desvanezca. La maldita salida está sistematizada y protegida, no hay modo de violar un sistema oculto que no te da la opción de violentarlo. Parker me cubre mientras me aferro a la rueda metálica, tampoco tengo la fuerza suficiente para abrirla.

El tiroteo se vuelve más violento y desisto apoyando a mi colega. Las balas nos acorralan, nuevamente me convenzo de que ellos no están tirando a matar. Lástima, porque yo sí. Derribo a varios, a mi capitán se le acaban las municiones e intenta sacar un revolver.

Mi ametralladora no da para más, busco a mi colega para correr. Me quedo en el intento cuando veo al hombre que atraviesa la neblina con traje y bajando el arma que sostiene.

Antoni Mascherano, alto, de ojos oscuros y con una elegancia que se destaca a la hora de hacerme una casta reverencia ensanchando los labios con una sonrisa que me congela por completo. De un momento a otro estamos rodeados y mi intento de correr queda en el aire cuando me devuelven.

—He ganado principessa —su acento despierta todos mis miedos.

Toman a Parker en tanto mi espalda queda contra el metal. El italiano se acerca mientras tomo desesperada la navaja que blando contra él, si me muero me lo cargo primero. Ataco, pero su mano atrapa la mía, inmovilizándola contra la puerta.

—Se acabó, te he ganado la partida, amore.

«¡No!» No lo acepto. Ir con él es cavar mi propia tumba, conozco sus métodos. Va a matarme después de torturarme.

El miedo es demasiado grande ésta vez al verme en los iris negros que le adorna los ojos. Es demasiado sombrío, demasiado peligroso incluso para mí que me he enfrentado a todo tipo de criminales.

Muevo la mano y ejerce más fuerza aplastándome con su cuerpo, poniéndome a pasar saliva con el aroma que emana. Todo me está temblando, quiero llorar, correr y esconderme en lo más hondo de la tierra.

—Yo voy a cumplir mi palabra y tú llevarás acabo tu profecía.

—¿La de matarte?

Sacude la cabeza erizándome la piel con el aliento que acaricia mi oído.

—Ser la mujer del diablo.

La navaja cae con el terror que desencadenan sus palabras, es como si supiera que el averno es lo que me espera. Parker forcejea atrás, le entierran los puños en el rostro y el estómago. Lo golpean varias veces hasta que su rodillas tocan el piso.

—Mátenlo —ordena Alejandro.

Preparan las armas y vuelvo al vacío de Harry «No» Yo no puedo ver esto otra vez.

—¡Alto! —ordena Antoni, volviéndose hacia mí.

El hombre que intenta disparar retrocede.

—No quiero que lo maten, tengo una tarea para él —me mira— Despídete porque no lo volverás a ver.

Se aleja y corro al sitio de mi compañero con lagrimas en los ojos.

—¡Corre! —trata de buscar no sé que en el chaleco, pero lo detengo.

Sé que por la fuerza no saldrá vivo.

—No tiene caso.

—Te matará, no puedo dejar que eso pase—se me aferra a los brazos desesperado y lo termino abrazando.

—Dile a mi familia que la amo —le pido.

Su fuerza aumenta temblando conmigo.

—Nunca te odié —susurra— Solo detesté el que siempre terminara admirándote desde lejos.

Una leve sonrisa invade mis labios en medio del dolor.

—Siempre me sentí halagada de tenerte como pretendiente —le beso la frente— En un mundo alterno hubiésemos sido una excelente pareja.

Me toman de los hombros obligándome a que lo suelte. El brazo de Antoni me rodea el cuello mientras Alejandro me apunta a la cabeza.

—¡Déjala! —grita Parker en el suelo— Joder, mátame a mí, pero déjala.

Lo levantan y me pesa que en el fondo me tenga cariño después de todo lo que pasó por mi culpa.

—Te dejo vivir porque necesito de un mensajero.

La puerta de hierro se abre dándole paso al frío del amanecer.

—¡Dile a tu coronel que su teniente ahora es mía! —lo señala con su arma—¡Y que como máximo líder de la mafia exigiré su cabeza en bandeja de plata!

La amenaza me consume, Antoni no me suelta, me saca andando conmigo mientras sus hombres abandonan el sótano. Hay un auto a pocos metros e Isabel nos espera sacando una navaja cuando nos ve.

—Le quitaré el chip —dice con una sonrisa en los labios.

El italiano le arrebata la navaja empujándome al interior del vehículo. Oculto mis lagrimas mirando por la ventanilla mientras la camioneta avanza. San Fernando se desvanece ante mis ojos, la inmensa mansión se vuelve cenizas bajo los explosivos de la FEMF.

—Ni del capitán, ni del coronel. Mía, mi hermosa reina. 

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