CAPÍTULO 71
Un viviendo felices para siempre.
Bratt.
La brisa marina se me cuela a través de la playera, el solo brilla y el mar mediterráneo resplandece estrellándose contra las olas. Arrastro la maleta de viaje con Simón caminando a mi lado.
—Se siente bien volver a casa —comenta.
Le doy una palmada en el hombro, desde que subimos al avión tiene cierto color verdoso. Ha estado sudando más de lo normal.
—Intenta tranquilizarte, asustarás a Luisa.
—Si lo sé, es sólo que... Estoy ansioso y necesito un poco de desodorante corporal.
—¡Simón! —gritan a lo lejos.
Una chica de cabello negro agita los brazos llamando la atención.
—¡Aura! —corre abrazarla— Me voy un mes y te vuelves una gigante.
—Bratt, tanto tiempo sin verte —me saluda.
Sonrío, es la hermana menor de Simón. La he visto dos o tres veces en el tiempo que llevo de conocerlo. Es pequeña con ojos redondos, tiene dieciocho años aunque aparenta de catorce.
—¿Cómo están todos? —pregunta Simón mientras abordamos el auto pequeño.
—Locos y desesperados —responde la chica poniéndose al volante.
Lucho por no quebrarme las piernas mientras me acomodo.
—Las amigas de Luisa llegaron hace una hora —pone en marcha el auto— Parecen mamá gallina, corriendo de aquí para allá organizando todo lo que hace falta.
—Un año no les alcanzó para tener todo preparado.
—No seas ingrato —le pega a su hermano con el puño cerrado— Sólo nos preocupamos porque sea el mejor día de sus vidas.
Hablan entre sí mientras aprecio el hermoso paisaje que brinda la isla. Las calles están a pocos metros del mar, el viento trae consigo el olor y la humedad del océano. El trayecto dura poco, nos detenemos frente a la casa de Simón. Su padre es quien lo espera en la acera.
Lo conozco hace años ya que ha viajado varias veces a Londres. Lo saludo con un apretón de manos, me aparto dejando que abrace a su hijo.
—Almorcemos rápido —nos invita al comedor— La madre de Simón nos necesita en el hotel.
No se parece en nada a su hijo, Simón es de cabello negro y de ojos azules, no como el azul zafiro de Rachel, los de él son más oscuros, tanto que a veces dan la apariencia de ser negros, mientras que su padre tiene el cabello castaño y los ojos marrones.
Varias veces intenté buscarle parecido con su madre y tampoco lo hallé. De hecho, tampoco se parece a su hermana, ambas tienen rasgos asiáticos.
Cierta vez tuve la oportunidad de ver su expediente, decía algo sobre un cambio de apellido a los dos años. No quise ahondar en el tema, tenía su confianza y no era nadie para meterme en su vida privada.
El hotel Mystique Vahiar nos recibe después de almorzar, es el sitio donde se llevará acabo la celebración. Dejo que lleven mi maleta a la alcoba mientras la hermana de Simón revisa las tareas pendientes.
—Ayuden con lo que se necesite en el salón que se encuentra al aire libre —pide la chica— Simón no puedes verte con la novia hasta mañana.
Un grupo de mujeres baja por la escalera principal, entre ellas Rachel y Alexandra que saludan a Simon desde lejos. Rachel es la única que capta mi atención, ella y lo que me hace sentir pese a haberme engañado.
Le he dado vueltas y vueltas a nuestra situación, siempre llego al mismo punto: No quiero perderla. Si, soy un masoquista, lo sé, e intentando convencerme una y otra de que tal vez sea una pésima idea, sin embargo, mi mente se niega aceptarlo.
La amo demasiado, pese a todo lo que pasó está enterrada en lo más profundo de mi pecho, para mí nunca habrá otra mujer que no sea ella. En el fondo, creo que si la tengo de nuevo a mi lado, olvidaremos el infierno que surgió de la nada.
Tengo la esperanza y la convicción de que todo volverá a ser como antes. Por eso decidí callar lo sucedido, quiero hacer de cuenta que nunca pasó, que esto no fue más que una crisis en nuestra relación. Últimamente prefiero mentirme, es mejor que afrontar la dura realidad.
A veces cuando estoy solo recuerdo lo que vi ese día en su apartamento, me lleno de ira y quiero volver a enfrentar a Christopher, tomar un arma y eliminarlo de nuestras vidas por completo. Algo me dice que es la única forma de borrar la huella que ha dejado en su piel. No obstante, sé que yo no soy así y matarlo solo me convertiría en él.
Acabamos con las pocas cosas pendientes y termino yéndome hacia mi alcoba. Faltan pocas horas para la ceremonia bajo el atardecer.
Bebo una copa de vino mientras me arreglo frente al espejo.
Hace unos días estuve a punto de dar los primeros pasos e intenté hablar con mi novia. No pude, los recuerdos de ese fatídico día, la rabia y los celos me quitaron el habla además de las ganas de decir lo que tenia atascado. Es como una herida profunda que duele, que quema y que nunca dejará de sangrar.
Salgo preparado, en los pasillos ya se ven caras familiares. Simón es un capitán apreciado por todos sus soldados, por ende, nadie dudó a la hora de recibir la invitación.
Irina, Laurens y Alan son varias de las caras que me encuentro.
—¿Listo para la guillotina? —bromeo asomando la cabeza en la alcoba de mi amigo.
Está frente al espejo intentando amarrarse el nudo de la corbata mientras el asesor de imagen plancha la espalda del esmoquin.
—Si se sigue moviendo —regaña a mi amigo— Terminará con más pliegues que una falda escocesa.
—No soporto esa cosa caliente —lo aparta— Déjanos solos, ya cumpliste con tus tareas.
El hombre se va caminando de una forma muy poco masculina.
—En cuarenta y cinco minutos seré un hombre casado —le tiembla la voz— Casado... Joder tengo mucho miedo.
—Relájate —lo ayudo con la corbata— No vaya a causar que te termines suicidando por miedo.
—¿Y si soy un mal padre? ¿O un mal esposo?
—Esas preguntas se hacen antes de hacer la propuesta. Banner te mataría si le sales con una de esas tonterías a estas alturas del compromiso.
Patrick entra con una botella de champagne descomponiendo mi genio cuando Christopher entra detrás de él. Me hierve la sangre de inmediato, no tolero verlo, las ganas de arrojármele y matarlo desatan el instinto asesino.
—¡Por Dios, eres el novio más horrendo que he visto en mi vida! —exclama Patrick encaminándose al mini bar.
—¿Qué hace él aquí? —pregunto conteniendo el enojo.
—La respuesta es obvia Lewis —increpa con altanería— Fui invitado al igual que tú.
Miro a Simón, sabe que lo detesto. Es una falta de respeto, una jugada demasiado baja.
—También es mi amigo —contesta en voz baja— Quiero que todos estén presentes.
—No cuentes conmigo.
—Chicos —interrumpe Patrick— Es el día de Simón no lo arruinemos —ofrece copas de champagne— Tomemos las cosas con calma y brindemos por nuestro idiota.
Él y Simón son los primeros en alzar las copas.
—Por Simón y su nueva vida —anima Patrick.
Bebo todo de un solo sorbo, pero la ira no se contiene teniéndolo de frente con la máscara de serenidad y de todo me vale mierda. Dejo caer la copa antes de encararlo...
—¡Lárgate! —exijo.
—¡No! —espeta.
—¿A qué viniste? ¿A joderme la vida otra vez?
—Ja ¿Tan importante te crees?
—¡Chicos! —interviene Patrick— No es momento para peleas.
—¡Quieres jodernos la puta vida! Haznos el puto favor de desaparecer.
—¡Bratt basta! —replica Simón.
—Déjalo que se desahogue —dice Christopher inclinándose la copa— De otra forma, no parará de hacer pataletas como el marica que es.
—Vienes a buscarla, ¿Cierto? —lo encuello— Pese a las advertencias te atreviste a venir.
—¡Tus advertencias me valen mierda! —me empuja— ¡Y no vuelvas a tocarme o te atienes a que te rompa la cara!
No sé qué ha cambiado en él, pero ya no es el mismo Christopher que conozco y tengo miedo de eso.
La misma pregunta de siempre me da vueltas en la cabeza. Dicho interrogante causa que lleve noches sin dejarme dormir porque si en algún momento llegara a ser afirmativa, perderé todo.
—Esperaré afuera —se alisa el traje.
—¿La quieres? —pregunto antes de que se marche.
Se vuelve hacia a mí mirándome con rabia.
El viejo Christopher no se quiere ni así mismo, en esa teoría están todas mis esperanzas.
—No, o no sé —duda—...Espero que no.
Se marcha dejándome con las manos hechas puños.
—Sólo lo dice para molestarte —interviene Patrick— Todos sabemos que no le importa Rachel, sólo sigue con tu tarea de conquistarla y ya.
—¿Podrías controlarte y no armar líos? —pregunta Simón molesto— ¿O debo posponer todo para poder casarme en paz?
Me clavo en la ventana sin contestarle, tomo bocanadas de aire e intento calmarme. Pueda que Patrick tenga razón y solo quiere joderme.
—¿Quién diablos te peino? —Patrick bromea con Simón— ¿Tu abuela? Mi regalo de bodas será hacerte lucir como alguien decente, te pareces a uno de los tres chiflados.
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Los invitados se acomodan en las sillas blancas frente al altar. La tarde llegó y el viento sopla levantando los velos dorados del altar. El camino que recorrerá Luisa está adornado con faroles y pétalos rojos.
El sacerdote prepara lo pasajes bíblicos y los músicos hacen las pruebas de sonido.
En primera fila están los familiares más allegados de los novios, padres, abuelos, hermanos y demás. Patrick está en la tercera fila al lado de Lulú, Christopher y Angela. No veo a los padres de Rachel, supongo que deben seguir afligidos por la muerte de Harry.
Angela se levanta a saludar, trae un vestido violeta con un escote poco decente para una boda, la tinta de los tatuajes resalta con el color de la tela. En estos últimos días ha intentado mantenerme contento a como dé lugar, ya que le pesa revolcarse con el marido de mi hermana.
Simón se ubica frente al altar, está más sudoroso que antes, no deja de peinarse el cabello con las manos.
—Tranquilízate —le susurro.
—No puedo —toma aire— Siento que voy a mearme en los pantalones.
El sacerdote se ubica frente al púlpito.
—Señoras y señores, preparémonos para recibir a la novia —pide el maestro de ceremonia.
Todos toman sus respectivos lugares, las entonaciones musicales inician su melodía inundando el ambiente con las notas del violín.
Los invitados se ponen de pie causando que mi amigo se torne de todos los colores.
Rachel es la primera en aparecer caminando con elegancia a través de los pétalos rojos, mientras que Brenda, Laila y Alexa la siguen a pocos pasos.
Luce hermosa, siempre ha sido y será hermosa, en todo momento y en todo lugar. Incluso cuando no intente serlo, es imposible pasar por su lado y no admirar el azul zafiro de sus ojos. Derrite a cualquiera de forma natural, pero en momentos como éste, cuando resalta su belleza, tiene la capacidad de poner el mundo a sus pies.
El vestido rosa se le ciñe a las curvas resaltando la sensualidad que denota, el cabello le cae sobre el hombro como una cascada de crespos negros. Sonríe mientras camina con un ramo pequeño entre las manos.
Los ojos de Christopher se clavan en ella reparándola sin disimulo, helándome la sangre ya que no la observa con indiferencia, la mira como me gustaría que viera a Sabrina
El miedo vuelve. Soy realista, si él avanza yo pierdo y no estoy dispuesto a eso.
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Rachel.
El sol naranja inicia su descenso ocultándose tras el océano mientras las notas musicales me cosquillean la piel. Le abro paso a mi amiga con la mejor de las sonrisas ya que hoy es un día maravilloso.
Simón y Bratt están en el altar, el segundo me mira como el día que me conoció y el primero parece que se va a desmayar. Luisa viene detrás sujetando el brazo de su padre, tomo mi lugar, me quedo sin palabras al momento de describir la cara de mi amiga. A la hora de hablar de la sonrisa que le dibuja arruguitas alrededor de sus ojos.
Se detienen frente a Simón, Bratt le da un codazo tratando de que salga del shock. No reacciona y el padre de Luisa se pone la mano en la cintura mostrando el revolver que carga en el cinturón.
Simón carraspea tomando la mano de su prometida, pero el suegro se opone.
—No he dicho mis palabras —masculla— Te entrego a uno de los tesoros más importantes de la familia Banner —empieza— Cuídala, respétala y ámala.
Simón asiente nervioso. Marcus suelta a su hija e intenta irse, pero al final se devuelve.
—Se cómo usar un arma —añade— Era un francotirador.
—¡Papá! —lo regaña Luisa con los dientes apretados.
Simón tira de ella situándola frente a él. Ella está que no cabe de la dicha y él tiene la apariencia de estar siendo empalado. Hago un pequeño recorrido visual hacia todos los invitados, me hubiera gustado que mi familia viniera.
Scott, Laurens, Irina y Alan están sonriendo, detengo los ojos en Christopher y en Angela. Ella luce un sexy vestido rojo y él está perfecto como siempre, con un traje negro a la medida. Se me comprime el estómago, por lo tanto, prefiero apartar la vista.
La boda da inicio. Pasamos por el escrutinio, el consentimiento, la bendición y entrega de las arras. Continuamos con la comunión, ambos se ponen de rodillas para recibir la bendición.
Simón tiembla a la hora de pronunciar los votos y colocar el anillo.
—Oye, Simón siempre ha sido un poco idiota —susurra Brenda a mi lado— Pero hoy está superando los límites, parece que tuviera un vibrador en el culo.
—Es normal que esté nervioso.
Todos se ponen de pie a la hora de dar el sí.
—Luisa Banner —inicia el sacerdote— ¿Aceptas a Simón Miller como tu esposo, para amarlo, respetarlo, quererlo en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la tristeza y en la felicidad hasta que la muerte los separe?
Se le ilumina la cara.
—¡Si! —responde sin titubear.
El sacerdote se vuelve hacia Simón.
—Simón Miller —continúa el sacerdote— ¿Aceptas a Luisa Banner como tu esposa, para amarla, respetarla y quererla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la tristeza y en la felicidad hasta que la muerte los separe?
Suelta las manos de mi amiga mirando al cielo, permanece así durante segundos que resultan eternos. Luisa se mueve incómoda y Bratt tose devolviéndolo a la realidad.
El sacerdote repite la pregunta como si nada hubiese pasado. Tampoco hay respuesta de su parte, la cara de todos se descomponen cuando baja los dos pequeños escalones del altar.
—¡Mierda! —Laila hiperventila a mi lado.
Marcus lleva la mano hacia su arma mientras la vista de todos está en el idiota que va a dejar a mi amiga plantada. Avanza por el camino llena de pétalos y yo no me atrevo a darle la cara a Luisa. En lo único que puedo pensar es en como le voy a rebanar el pene.
Se detiene a la mitad del sendero volviéndose hacia Luisa.
—¿A qué te la creíste? —pregunta riendo— ¡Amor, por supuesto que quiero casarme contigo!
Alza la voz.
—Estoy que me hago en los putos pantalones —se devuelve al altar— Pero no puedo vivir sin ti.
Vuelvo a respirar mientras Luisa suelta el ramo bajando con rabia.
—¡Casi me meo en el vestido! —lloriquea.
—Y yo en los pantalones.
—Te amo.
—Yo más.
Sellan sus bocas en un apasionado beso y todo el mundo revienta en aplausos.
—Es un idiota —exclama Brenda riendo.
—Tomaré el beso como un sí —dice el sacerdote.
—¡Lo siento! —Simón acalla la multitud— Pero tenía que ponerle emoción al momento.
Se abrazan. Cuando Luisa era novia de Scott vivía con la incertidumbre y el miedo de que la pudiera lastimar. Con Simón nunca he sentido eso, es la persona más noble y amorosa que he conocido. Sé que con él tendrá todo: Un amigo, un confidente y un amante.
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La celebración es en el ala oeste del hotel, las telas de los toldos se mueven bajo el viento mientras el cielo es un espectáculo lleno de estrellas y luceros. Luisa y Simón llegan cogidos de la mano, mientras el maestro de ceremonias ubica a cada quien en su puesto.
—¡Rachel ven por favor! —me llama el maestro.
Ubica la mano en mi espalda guiándome a la mesa.
—Los novios querían una mesa con sus amigos más allegados —explica—Se alternarán entre ésta y la de sus padres.
Mis amigas, Patrick, Bratt y Christopher ya están ubicados. Un mesero esta añadiendo una silla para Angela «¿Jesus, qué tanto mal te hice?»
—Estás hermosa —me dice Angela antes de sentarse.
—Igual tú —contesto.
Hago lo posible por aprisionar los tormentos. Me prometí disfrutar este momento ya que Luisa necesita ver bien a su mejor amiga.
«Solo haré de cuenta que no está presente»
Mi mirada se conecta con el coronel cuando me siento, es el primero en apartar la cara cuando Angela lo toma de la barbilla para besarlo. El ardor no tarda en aparecer y por ello me lo trago.
—Bueno —Lulú guarda su brillo labial— Estoy preparada para los bombones griegos.
—Me apunto —Laila se inclina un trago.
Bratt está a mi derecha, quiero creer que Luisa olvido pedir que reorganizaran la distribución de las mesas.
La tensión con la pareja que se sitúa enfrente se puede cortar con cuchillo. Hasta yo percibo la ira de mi ex al igual que la rabia del coronel. Por un momento sopeso la idea de recoger todos los cubiertos.
Se dan los debidos agradecimientos, los padres dedican las respectivas palabras y alzamos las copas para el brindis. Reparten la cena y me obligo a comer. Me duele el cuello de tanto mirar a Lulú ya que a donde sea que mire no me agradará lo que veré.
—Voy al baño —se levanta Lulú quitándome la excusa de distraerme.
Tomo un sorbo de mi copa.
—Te ves bien —me dice Bratt en voz baja.
La oración me toma desprevenida.
—¿Disculpa?
—¿Tu cuello está bien? — bebe de su copa— Por un momento temí porque estuviera tullido o algo así.
Sonrío con el comentario.
—También te ves bien.
—¡Todos de pie por favor! —piden— Los novios harán su primer baile.
Nos desplazamos a la pista rodeada de faroles mientras los novios se abren paso tomados de la mano. El espectáculo de luces no se hace esperar y Simón besa los labios de Luisa antes de comenzar.
—Con ustedes el señor y la señora Miller —anuncia Micaela.
Se mueven juntos a través de la pista, él sonríe mientras que Luisa recuesta la cabeza sobre su pecho. Tiene las mejillas brillantes por las lágrimas, las notas de All Of se toman la noche.
—Cosas como éstas me dan esperanza en el amor —comenta Lulú a mi lado— Son una pareja hermosa.
Recuesto la cabeza sobre su hombro.
—Sí que lo son.
No todos los amores rasgan el alma, puede que pasen por momentos difíciles, pero no necesariamente tienen que apedrearte el corazón, sacándote lágrimas hasta más no poder.
Pueda que los amores sufridos valgan la pena, ya que el dolor suele hacerte fuerte. Mas los plenos y tranquilos también se consolidan con la misma fuerza e intensidad y no siempre tiene que doler para darse cuenta de que estás amando.
Se pueden tener amores como el de mi amiga, cargados de confianza, tolerancia y paciencia. La única discusión grande que tuvieron fue por mi culpa, el resto no han sido más que tonterías que terminaron en escandalosas reconciliaciones en su habitación.
—Su jefe la está mirando —masculla Lulú— Es muy Sexy.
Me pican los ojos con las ansias de mirarlo, verlo solo me recuerda lo que siento y no puede ser.
—Padres y padrinos acompañen a los novios en la segunda canción.
La mano de Bratt está a centímetros de la mía, pero dudo en tomar la iniciativa.
—Es su ex novio no dude tanto —me anima Lulú.
Doy un paso hacia él ofreciéndole la mano. Lo conozco de años, no es para que sea tan "DifÍcil"
Nos movemos despacio en medio de la pista, algo se me atraviesa en la garganta cuando por un momento volvemos hacer la pareja que éramos cinco años atrás.
Muy en el fondo considero la idea de reconstruir todo eso, pero cuando cierro los ojos aparece él, Christopher, marcando cada espacio de mi mente. Algo me dice que por más que lo intente, el coronel es algo que nunca podre borrar.
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Los novios se pasean por las mesas saludando y compartiendo con los invitados.
La buena música invade el lugar, mientras Lulú, Laila, Patrick y Alexandra sacan provecho saltando y bailando en la pista de baile.
Brenda se fue temprano con la excusa de que tenia náuseas. Quiero creer que es eso y no el que le sienta mal todo esto debido a Harry.
Me quedo sola en la mesa, todos están bailando, encima los soldados aun tienen el chip que dejó Bratt el cual advierte "No la miren, no la toquen", por lo tanto, nadie se acerca.
—¡Todos tomen o busquen a su pareja! —anuncian en los micrófonos— Llegó el momento de ponerse románticos.
El público baja el ritmo, unos piden permiso, otros se toman de la mano y mi pecho es un abismo cuando Forever Young se vuelve protagonista en la voz del cantante principal.
«Bratt me pidio matrimonio con un cover de esa cancion» Vuelvo la vista a la mesa con el cúmulo de sentimientos. Una sombra se cierne sobre mí e invade mi campo visual.
—Es mi turno de tomar la iniciativa.
Tomo aire lista para negarme, pero...
—Es nuestra canción —sigue con la mano extendida.
Acepto la invitación dejando que me guíe a la pista, su mano se aloja en el centro de mi espalda mientras que la mía se aferra sobre su hombro.
—Odio que actúes como si fuera un desconocido —susurra— Soy todo menos eso, Rachel.
—No te veo como eso Bratt... Es sólo que... —no me salen las palabras.
—Que piensas que enloqueceré y volveré a amenazarte con un revólver.
No le temo, entiendo que con rabia no actuamos bien.
—No me siento cómoda mirándote a los ojos después de haber pasado por tanto, es todo —confieso.
Respira hondo buscando mi mirada.
—Estoy dispuesto a dejar todo y empezar de cero.
Remueve lo que quiero sepultar.
—Te amo —me aparta el cabello de los hombros— Mi cabeza es un lío, puede que no actuara bien, pero pese a eso sigo teniendo claro lo mucho que te quiero.
¿Quererme después de todo lo que le hice?
—Yo...
—No digas nada—me calla— Solo quería que lo supieras, que tengas presente que pese a todo sigo estando para ti, que estoy dispuesto a dejar y a olvidar todo con tal de ser feliz a tu lado.
—Te traicioné.
—El amor es más que la ira y la desconfianza, le doy vueltas y vueltas al asunto llegando siempre a la misma conclusión; no quiero vivir sin ti.
Le acaricio el rostro repasando las facciones de su cara, quisiera quererlo como se merece pero me es imposible. Mi corazón está marcado con el nombre de otro dejando una huella en mí estando enamorada de Bratt. Ese fue el jodido problema, que la pasión fue más grande que el amor.
Se acerca a mis labios despacio, alcanzo a apartar la cara dejando que me bese la mejilla.
—Te amo cariño.
—Yo...
—Déjalo —vuelve a callarme— Sólo piensa y vuelve a ser la misma de antes.
La música acaba, somos los únicos que quedan en la pista.
—Volvamos a la mesa —me guía tomándome de la mano.
—¡Luisa va a tirar el ramo! —Laila tira de mi brazo liberándome de su agarre.
Me lleva con el grupo de mujeres que no dejan de gritar. Luisa se sube a la silla, todas se preparan y el ramo cae en mis manos sin pretenderlo.
—He aquí a la próxima novia —grita Valeria y todas aplauden.
—Me sospecho que la charla que acabo de ver dará frutos —Laila me abraza por detrás.
Levanto el ramo, "Casarme". Estoy demasiado lejos de eso.
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