CAPÍTULO 69
Buscándome.
Rachel.
Aprieto los puños bajo los guantes de boxeo, tengo un cuchillo clavado en el pecho, ahora más que nunca entiendo "El no hagas lo que no te gustaría que te hicieran".
Me está doliendo, sí. A veces siento que no tendré la fuerza suficiente para levantarme, pero la ira es más grande que la tristeza esta vez.
Sus palabras no fueron disparos sólo al corazón, también lo fueron a mi orgullo. Me dijo zorra en pocas palabras, como si enamorarme hubiese sido sólo culpa mía. Como si él no hubiese insistido también, como si hubiese tenido la valentía de apartarse cuando podía. Todo no lo hice sola, lo hice con él y ahora se larga dejándome el agua sucia.
Me pican los ojos «No más lágrimas». Ya he llorado bastante. Cuando se marchó quedé reducida a un ovillo presa del llanto. Sollocé hasta que me dolió el pecho.
Todavía está doliendo, aún tengo la herida viva y sangrando, mas quedarme encerrada lamentándome no arreglará nada. No quitará el que mientras yo doy todo por él, Christopher no dará nada por mí. No quitará el que le haya roto el corazón a Bratt por alguien quien no merece la pena. No quitará ni sanará mi corazón partido.
Le lanzo una serie de puños a mi contrincante concentrando el enojo en el ataque, mi pie impacta contra su pecho logrando que se tambalee, se molesta. Alisto mi postura lanzando otra tanda de golpes, esquiva tres veces y logra barrerme los pies arrojándome a la lona.
—¿Te volviste loca? —pregunta Parker enojado— Es un entrenamiento de rutina, recuérdalo antes de atacar.
Retomo mi posición.
—No actuemos como bebés y practiquemos a la antigua.
Se pasea por el ring dedicándome una mirada ladeada. Estamos solo los dos, es nuestra tercera pelea y en todas ha salido victorioso. No me ataca, así que tomo la iniciativa. Mis golpes son fuertes, pero esquiva apartándose cada vez que quiero alcanzarlo.
—Supongo que toda esta rabia comprimida se debe a los fatídicos problemas con Lord Lewis —ataca obligándome a retroceder— Todos comentan sobre la ruptura de su compromiso, me gustaría escuchar la versión por parte del testigo principal.
—Sí —tapo mi cara cuando lanza golpes para derribarme— De ahora en adelante tomaremos caminos diferente.
Detiene los golpes soltando una carcajada que hace eco en la sala vacía.
—Adoro los finales felices.
Lo ignoro lanzándole una patada a las costillas logrando que caiga al suelo.
—Pero ¿Qué diablos te pasa?
—3-1. Levántate y deja de actuar como nene.
—No pelearé más. Si intentas desquitarte tu despecho amoroso conmigo, olvídalo.
—Iré a correr un rato entonces.
—El ejercicio no quitará tu deplorable aspecto.
Volteo a mirarlo con el enfado haciendo estragos en mi cabeza.
—Solo digo la verdad —se libera de los guantes— Últimamente estás horrible.
Con tantas cosas no tengo cabeza para preocuparme por mi apariencia.
—Me concentro en el trabajo, no en lucir como reina de belleza.
Bajo del ring.
—Tu respuesta es válida, pero no cambia lo que pienso. Se supone que eres el reemplazo de un capitán y te la pasas por ahí entrenando como maniática del Fitness o encerrada. Estás actuando demasiado raro y se está viendo reflejado en tu apariencia. No eres ni la mitad de la Rachel que todos querían espiar en las duchas mientras se bañaba.
—¿Qué?
Baja de un salto plantándose de frente.
—Reluce el James, eres la hija de un general. Deja de inspirar lástima.
— Estás opinando sin saber a qué va todo.
—Tampoco quiero saberlo, sólo quiero a la vieja teniente del escuadrón alfa. La que tengo enfrente no me sirve.
Yo también quiero a esa Rachel pero no está. Se escondió y por mucho que la incite a salir, se rehúsa a dar la cara.
—Haz lo que tengas que hacer para ser la misma de antes. Aquella que me desagrada todo el tiempo... Nunca te esmeras por cumplir mis órdenes, ten un poco de criterio y tomate la molestia de cumplir ésta.
Recoge sus cosas antes de marcharse. No creo que pueda llegar a entenderlo algún día, no sé si sentirme motivada o insultada.
Me escabullo por las escaleras de emergencia a la hora de salir, evitar a la gente es algo que se me dio bien en este tiempo.
Abro mi puerta y entro a la ducha de mi alcoba, siento rabia conmigo misma cuando me miro al espejo, no sé porque mierda me he dejado reducir así.
Mi cabello es una maraña de nudos, últimamente solo lo lavo y lo recojo en una simple coleta que termina con hebras sueltas por todos lados. Tengo ojeras, estoy pálida y con la piel seca.
Observo el reflejo frente a mí, me desconozco. Nunca he sido así de insegura, tosca y estúpida. Christopher Morgan ha marcado un antes y un después. Ese cambio me tiene al limite, llena de rabia, recelosa y vuelta mierda.
Decido salir, el encierro solo empeora mi estado. Me dejo el cabello suelto y me aplico una capa de maquillaje para no verme tan mal. Me aventuro en los pasillos principales después de tres días escondiéndome como rata en la oscuridad. Mis días anteriores se resumieron en encerrarme en la oficina de Thompson o en las salas de entrenamiento queriendo ocultar lo que no tiene caso.
Las canchas y las salas están repletas de soldados ya que la mayoría se está preparando para la misión en México.
Cruzo el umbral del comedor e inmediatamente me acuerdo de porque me estaba ocultando tanto. Desde mi punto veo a Sabrina en la segunda planta discutiendo con Bratt. Meredith permanece a su lado mientras que Bratt intenta sujetar a su hermana.
Sabrina señala una mesa en el primer piso, noto que la disputa es por Angela que está acompañada de varias camaradas. Los Lewis bajan e intento devolverme.
—¿A dónde vas? —me pregunta Alexandra que apareció no sé de adonde.
—Ahh...
—Nuestra mesa esta por allá —señala tomándome del brazo.
Laila, Laurens, Brenda y Valeria están almorzando al lado de la mesa de Angela.
—Pensé que te había mordido un murciélago —comenta Brenda apenas me ve— Y que te convertiste en la prima de Batman o algo así.
—¿Dónde carajo te metiste? —reclama Laila.
—Trabajando —tomo asiento al lado de Laurens.
—Siento mucho lo de tu compromiso —Valeria me aprieta la mano.
—No hablemos de eso por favor —Brenda levanta la cuchara— La resacas amorosas están prohibidas durante el almuerzo.
Una algarabía llena de carcajadas se escucha en la mesa contigua.
—Vaya, no sabía que la vida amorosa de la señorita Angela tuviera tanta importancia —comenta Laurens.
—¡Esa perra no es una señorita! —replica Valeria.
Concentro la vista en el menú que me pasa la camarera de turno.
—¿Tiene novio? —pregunto— ¿Quien se llevó el premio gordo?
Valeria intenta responder y Alexandra la interrumpe.
—Almorcemos antes de cotillear de la vida de la alemana.
—Lo siento Alexa —Valeria suelta su tenedor— Pero si me callo los comentarios puedo terminar ahogándome. ¿Cómo es posible que de la nada logre ser la novia oficial de Christopher Morgan?
Cierro el menú con la horda de nudos que se me arman en los intestinos.
—Solo tomaré sopa —le devuelvo la carta a la chica.
—¿Alguna en especial...?
—De la que tengas disponible.
Alexandra me aprieta la rodilla bajo la mesa.
—Novia...—alega Laila— No puede ser su novia, está casado.
—Es lo que le ha dicho a todo el mundo, lleva días alardeando de lo bien que se la coge.
—El coronel es así con las mujeres que le gustan —opina Laurens acomodándose los lentes— El que hagan el amor seguido no la hace "Especial".
—Psss, eso no fue lo que vi en las duchas —continúa Valeria.
—¿En las duchas?
—Si, después de que Gauna nos pusiera a entrenar cinco horas seguidas, terminamos llenos de barro y fuimos a las duchas. Ya saben lo demorada que soy a la hora de hacer algo. Fui la última en salir y... ¡Oh sorpresa! Miss plástica estaba contra la pared siendo embestida por nuestro odiado y deseado coronel...
El comentario es un puño seco en el estomago.
—...Tiene una verga espectacular.
Recobro la noción en la última frase de Valeria «Ya veo el porque de la furia de Sabrina»
—Chicas creo que mejor me voy, tengo un pendiente... —intento levantarme. Huir es de cobardes, pero soportar es de masoquista.
La seriedad que se perpetúa en todos me dice quien acaba de llegar. La loción masculina cala en mis fosas nasales regresándome al asiento. La camarera deja la sopa frente a mí y ya ni eso quiero ver.
—Come, aunque sea un poco —me susurra Alexandra dándome ánimo.
Meredith se quedó en la barra observando todo, sin disimular que me quiere comer con los ojos. Las carcajadas de Angela siguen haciendo eco en mis oídos, él está a pocos metros y eso es algo que mi cerebro no deja de recalcar.
—Las dejo chicas —me despido.
—Pero si no has comido nada —se queja Laila.
—Debo ir a la ciudad, perdí mi pasaporte y necesito uno nuevo.
Me aseguro de tener las piernas lo suficientemente estables antes de levantarme. No quiero mirarlos, pero el que estén a unos cuantos pasos me obliga hacerlo. Me niego a agachar la cara demostrando lo derrotada que estoy.
Verla sobre las piernas de él es un zurdazo en la mandíbula y el que la sujete de su cuello llevándola contra su boca es una bala directa a mi proceso. Respiro ubicando la salida, pero...
—Rachel ¿Peleamos o que pasó camarada? —me habla Angela obligándome a detener el paso.
No voltear es reconocer que esta pasando algo.
—Para nada, no te vi —volteo y ella sonríe, mientras él no me mira.
—Te extrañamos en las prácticas.
—Estaré de vuelta pronto —reparo la manos de él bajo los senos de ella y los ojos me escuecen de inmediato— Buen provecho.
Digo al ver que no han empezado a almorzar. Avanzo hacia la vía de escape y en el pasillo no logro contener las lágrimas, es como querer contener el impacto de una granada. Me cambio rápido en mi alcoba y vuelvo a salir en busca del auto.
No hay peor cosa que obligarte a fingir lo que no eres, tener que hacerte el fuerte cuando no eres más que un manojo de debilidades. Reducirte a nada, no por algo sino por alguien. Saber que eres tonta y estúpida por sentirte así y sin embargo no poder hacer nada para evitarlo.
El camino se me hace eterno al igual que la espera a la hora de obtener el pasaporte y para empeorar, un camión de mudanza está sacando cajas del interior de mi edificio. Saco la mochila entrando a la recepción, como lo supuse, la mudanza es en mi apartamento.
«Luisa se va». Recuesto el hombro en la puerta viéndola empacar.
—Espero que hayas solucionado lo del pasaporte —habla sin mirarme— Estamos a dos días de la boda, necesito que tengas todo en orden.
—Lo estará.
Levanta la vista. Con la voz rota me es imposible disimular.
—Volviste a llorar, ¿Cierto?
Me arde la nariz, los ojos, la piel.
—Si, pero ya estoy bien.
Se pone de pie y me toma las manos llevándome a la cama.
—Rachel, si sigues así tendré que quedarme —dice preocupada— A la mierda la boda, primero mi mejor amiga.
—Estoy bien Lou —le acarició el cabello— Ya pasará.
—Tiene que pasar, él no vale la pena. Me siento culpable porque en parte te empujé a todo esto, fui una pésima consejera.
—No, con o sin consejos hubiese hecho todo de la misma manera.
—Lo odio y al mismo tiempo le... —respira hondo— Le agradezco que te despertara y te alejara de Bratt, porque él tampoco te merece.
Aprieto los labios conteniendo las lágrimas.
—Deja que duela —me besa la frente— Deja que queme, esta vez no te voy a decir que no llores, porque es necesario que lo hagas. Tienes que dejar que todo lo que sientes se consuma, tienes que vivir el duelo del desamor. Será difícil y sentirás que no tienes más lágrimas que derramar. Te dolerá el pecho y aclamaras por aire. Cuando todo eso pase te aseguro que podrás respirar en paz y volverás hacer la misma de antes.
—Suena a tortura sentimental.
Sonríe y me abraza.
—Los será Raichil, pero valdrá la pena, verás que sí.
Me limpia las lágrimas.
—Y hazme un favor.
—Lo que quieras.
—Dale una patada en los huevos apenas tengas la oportunidad, se la merece por gilipollas.
—Te necesitan afuera —avisa Simon en el umbral dejando que uno de los empleados entre por la última caja.
—Vuelvo enseguida —indica Luisa antes de levantarse.
—¿Tienes todo listo? —le pregunta Simón— No quiero contratiempos a última hora.
Luisa asiente dándole un beso en la boca. Nos deja solos y no puedo sentirme más incomoda. Simon es mi amigo hace años, adoro su relación con Luisa. En cierta parte me duele que se hayan dañado las cosas con él también.
—Podrás visitarnos las veces que quieras —comenta él.
—No quiero incomodarte.
—No me incomodas Rachel —se sienta a mi lado— He querido hablar contigo hace días pero pareces estar evitando a medio mundo.
—Han sido días difíciles —me entra la melancolía.
—Lo sé, quiero que sepas que no estoy enojado contigo... Al principio sí, odié que engañaras a Bratt de semejante manera.
—No te culpo, yo también me odio por eso.
Respira hondo.
—No soy nadie para juzgarlos, —aclara— ambos son mis amigos, ambos querían a Bratt. Me puse a pensar y concluí que tuvo que ser muy intenso como para no poder contenerlo.
—No tienes que hacer esto —prefiero que no me hable a que lo haga por mi amiga— Si lo haces por Luisa...
—Luisa no tiene nada que ver en esto —me interrumpe— Eres mi amiga, no una desconocida, y debo reconocer que he extrañado verte refunfuñar cuando me paseo en calzoncillos.
Se levanta abriendo los brazos.
—No quiero hacer esto, pero te daré la oportunidad de abrazarme por tres segundos.
Sonrío con la nariz ardiéndome.
—Anda, que ya me parezco a Jesucristo.
Me pongo de pie arrojándome en sus brazos.
—Perdóname —le susurro— Jamás quise...
—No pasa nada —me aprieta contra sus costillas— El lío fue con ellos, no conmigo. No vale la pena dañar lo nuestro por eso, eres importante para Luisa y por lo tanto siempre lo serás para mí.
—Creo que me pasé de los tres segundos.
—Sí, pero para que veas lo misericordioso que soy, dejaré que te quedes cinco segundos más.
—¡Wooo, chicos! —Luisa entra abanicándose la cara— No saben cuánto me alegra verlos así.
—No es necesario que llores cariño —la abre espacio a ella también— Rachel tiene que ir a Santorini o tu no estarás en paz.
—¿Sólo por eso? —pregunto.
—También tengo que burlarme de alguien en la fiesta.
Lo piso.
—¡Auch! —chilla antes de besar a Luisa.
—Los amo —nos dice mi amiga sin dejar de abrazarnos.
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Christopher.
La algarabía intensifica mi dolor de cabeza, unos gritan y otros discuten sobre el resultado del próximo partido. Los colores rojo y azul son lo que más destacan en los fanáticos del fútbol.
—¿Patrick ya llegó? —pregunta Angela dejando dos cervezas en la barra.
Porta una minifalda y una camiseta de la selección inglesa desatando morbo en todos lados. Le doy un sorbo a la bebida sin detenerme a mirar a los que le miran el culo. Ella pasa la mano por mi espalda y la llevo contra la barra refregando mi erección.
—Vamos al baño —demando.
Me dedica una mirada traviesa acariciándome el pecho.
—Tu amigo llegará en cualquier momento, no quiero que piense que nos fuimos.
La suelto, si no me va a dar lo quiero lo busco en otro lado. Fijo a la mesera en mi radar, me ha estado coqueteando en lo que llevo aquí.
—Me gustaría conocer la ciudad —Angela se empina la botella— No es que me ubique fácilmente todavía.
—El GPS suele volverse tu mejor amigo en este tipo de casos.
—Podrías darme un tour, pasaríamos todo un fin de semana juntos.
—Sólo saco a pasear a mi perro, así que paso —soy sincero— El único plan que te ofrezco es coger en mi apartamento y ya está.
Baja los ojos decepcionada.
—¿Sabes dónde vive Rachel? —pregunta.
La simple mención de su nombre me tambalea.
—La vi mal hoy —continúa— No es que seamos las super amigas, pero en verdad me agrada y me preocupa verla tan ausente.
—Si irás tendrás que hacerlo sola —la corto— Y te agradecería que no menciones su nombre cuando estemos solos, no me gusta hablar de trabajo en mi tiempo libre.
—No es trabajo, es la ex novia de tu mejor amigo.
Pido una botella de vodka y me empino dos tragos seguidos, recordarla hace que se me tensen las extremidades. La tengo clavada en la cabeza y nunca se me ha hecho difícil olvidar a alguien. Tomo el cuello de Angela trayéndola hacia mi boca, no me apetece pensarla.
—Pensé que era noche de amigos —comentan.
Angela me aparta.
—Hola Pack.
—De haber sabido que traeríamos pareja, hubiese invitado a mi esposa.
—Hubiese sido una excelente idea —dice Ángela emocionada— Puedes llamarla para que se nos una.
Patrick no suele enojarse mucho, pero cuando lo hace lo demuestra con todas las facciones de su cara.
—¿Puedo hablar contigo un momento? —me pide.
Angela se mueve incomoda.
—A solas, si no es mucha molestia.
—Voy al baño —se disculpa.
Nos deja y vuelvo a empinarme la botella.
—¿Qué diablos haces? —reclama Patrick.
—Bebiendo un trago.
—Sabes que no me refiero a eso ¿Por qué trataste mal a Rachel? Pensé que ya habías madurado, pero me equivoqué.
—No quiero hablar de eso.
— Sí, lo hablaremos. Me parece una estupidez que la destroces, sólo porque Bratt no tiene la valentía de aceptar que la perdió.
—Ya vas a empezar —el alcohol me desestabiliza — No destrocé a nadie, no está muerta y la vi muy bien en la cafetería.
—Eres un imbécil. Empiezas y luego te lavas las manos. Pactas acuerdos que tu mismo rompes ¿Tus papás son primos o qué mierda está mal contigo?
—Las cosas fueron por parte y parte.
—Claro, como la vez que la extorsionaste en la casa de Leandro y reiteraste dicho chantaje en el bosque.
Termina de descomponer la noche ¿En cuántas cosas más me ha estado espiando?
—Eres un cotillero de mierda.
—¿Cotillero? No, no tengo la culpa del que seas tan idiota al no darte cuenta que sus intercomunicadores estaban conectados directamente al mio. Pero bueno, que se puede esperar de ti, el que tira la piedra y luego esconde la mano. El que la busca y luego la trata de zorra.
—¿También me espiaste cuando fui a su habitación? —reclamo— Que bien, ahora soy el foco de tus cámaras.
—Escuché como se desahogó con mi esposa y siendo sincero esperaba más de ti, no sabía que eras tan poco hombre. Estas actuando igual que Alex.
Lo encuello sujetándolo con fuerza
—Déjate de mariconadas y no me jodas.
— Estás dañando lo único bueno que te ha pasado y todo lo digo de corazón, porque no quiero verte hundido en el lodo.
—¿Y quién dijo que lo estaré? —lo suelto— No la quiero, entiéndanlo. No pretendan que me enamore de quien conocí engañando.
—Ok —se arregla la camisa— Sólo espero que cuando notes lo equivocado que estás, no sea demasiado tarde.
Vuelvo a enfocarme en la botella.
—Dile a Angela que se vaya. Simón está del otro lado de la barra y se quedará con nosotros el resto de la noche.
—No me habla, así que da igual.
—Te hablará cuando te disculpes.
Aleja la botella, Patrick es despreciable cuando se lo propone.
—Había fila en el baño —se disculpa Angela encaramándose en uno de los banquillos— Falta poco para el partido ¿Pedimos otra botella?
—Vete — le pido sin mirarla— Te llamaré mañana.
—Pero dijiste que...
—Sé lo que dije, mas ahora te estoy pidiendo otra cosa y es que te vayas.
Calla, en los pocos días que lleva a mi lado comprende que soy de pocas palabras.
—Llamaré un taxi.
Me da igual el que se vaya. Ya ni sé que es lo que me pasa, el porque de tener tantas dudas y no estar tranquilo aunque se haya acabado ¿Qué, esto no me iba a dejar paz? No estoy viendo la maldita solución a nada.
El alcohol me marea, Patrick se mueve al puesto de Simon y lo sigo de mala gana. Ambos portan la playera de la selección inglesa y yo procuro disimular lo ebrio que estoy.
—¿Qué tal? —saludo a Simon.
Deja la cerveza que bebe en la mesa.
—Hola.
No sé qué decir, ha sido mi amigo por años. He llegado a discutir con todos menos con él, es el más pacífico de los tres y no tengo queja alguna.
—Patrick me dijo que nos acompañarás a ver el partido.
Asiente y tomo aire «Es ridícula la situación». Quiero hablar, pero el orgullo no me lo permite.
—Escucha yo... —me callo, no encuentro las palabras correctas— Yo...
Me mira con una ceja enarcada.
—Quiero o siento que...
Se inclina la cerveza.
—Yo...
—Te disculpo —sonríe— Temo a que si sigues intentando decirlo mueras o quedes en coma.
—Gracias.
Me da una palmada en el brazo.
—Lo arruiné, lo dañé mucho si soy sincero.
— Si, pero lo importante es que estás arrepentido.
Me muevo incómodo, no me arrepiento de nada.
—¿Y cómo van los preparativos de la boda? —intento cambiar de tema.
—Bien, es cuestión de horas para despedirme de mi soltería. Espero verte ahí.
—No creo que sea prudente en estos momentos.
—Morgan ¿Crees que me perderé el jugoso cheque que llevarás como regalo de bodas? Por muy complicadas que estén las cosas necesito verte ahí.
Suelto a reír.
—Es un día crucial en mi vida, necesito que todos mis amigos estén presentes, tú, Bratt y el idiota que se nos está acercando.
—¿Ya lo dijo? —Patrick se recuesta en la barra.
—Con un poco de ayuda —Simón pide una ronda de cerveza— Por poco le salen cuernos.
Se arma una algarabía cuando anotan el primer gol del partido.Nos vamos a una de las mesas mientras la noche transcurre entre los comentarios de Simón y Patrick, ambos se creen comentaristas deportivos.
Finjo seguir la corriente y concentrarme en la pantalla, pero a decir verdad estoy absorto en mis propios pensamientos, siendo victima de preguntas que no tienen respuesta. Quiero una explicación lógica al querer tener a alguien lejos y cerca al mismo tiempo.
Una explicación coherente a las ganas de escucharla y verla nuevamente. El vodka me sienta mal y termino yéndome a vomitar al baño. Parte del peso desaparece cuando recuesto la cabeza en la fría pared, recordándome que soy fuerte y soportaré lo que tenga que soportar. Porque no la quiero, no es mía.
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