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CAPÍTULO 65

Cara a Cara

Rachel.

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Que el amanecer me tome despierta en la misma posición y sin dormir un carajo no es novedad ni cosa nueva. 

Tomo una ducha con el miedo de tener que ver a Bratt y a Christopher nuevamente, a eso debo sumarle todos los comentarios y chismes que tendré que soportar. Como están las cosas supongo que toda la central debe saber de mi acto de infidelidad. 

Sabrina es otro dilema que afrontar, ella y su madre, que en cuestiones de discordias, no dejan pasar nada. 

Aplico una capa de maquillaje antes de salir. Con problemas o no sigo siendo un soldado de la elite y por ello debo lucir como tal. Me clavo los audífonos en los oídos, si le doy vía libre a los pensamientos terminaré lanzándome por un precipicio. 

Subo el volumen dejando que Adele, Sia y Bon Jovi armen una barrera en mi cerebro. Ya estoy jodida, meter el dedo en la llaga sólo me hará sangrar.

La única que opción que tengo es dejar que duela y sane, tanto mis heridas como las de Bratt.

Estaciono el Volvo en el lugar de siempre tomando una bocanada de aire antes de salir.

 «Mantenerse firme en medio de la tormenta es ley universal en todo soldado»

 Jugué, cometí, errores y fallé. No puedo nadar contra la corriente, si mi castigo será el desprecio de los Lewis y los cotilleos de todo el mundo debo aceptarlo con valentía porque fue mi culpa y los errores no se esconden, se aceptan. 

Camino por los pasillos con mi mochila en el hombro, es temprano y todo parece estar normal, los pocos soldados que me topo me saludan como si nada «A lo mejor la bomba no ha estallado todavía»

Me encierro en la oficina de Thompson después de cambiarme. Tengo trabajo que adelantar ya que gracias a la investigación de Harry se está a nada de llegar a las coordenadas que nos llevan al paradero de las personas secuestradas. 

Adelanto lo que llevo por cuenta propia desplegando planes estratégicos sobre la pared. Mapas que sostienen en lo alto las caras de los hermanos Mascherano,  de Isabel Rinaldi y de los hermanos Strowbal. 

Ninguno ha tenido movimientos que puedan dar con su paradero. Su desaparición es buena noticia para algunos. la FEMF ve su desaparición como un posible "Cese al fuego".  No se han manifestado. Tienen a la Cía, el FBI y la DEA, respirándoles en la nuca.

Una rendición sería lógica y apropiada. No pudieron liberar a Bernardo, pero sí a Alejandro, eso debería bastarles para considerar una retirada.

Mis hombres no han evidenciado ningún tipo de movimientos extraños a mi alrededor, uno de los escoltas me lo ha comentado en las últimas semanas. No hay alarmas ni sospechas, cosa que debería tranquilizarme.

Analizo el mapa detallando la foto de Antoni en lo alto ¿Tranquilizarme? Antoni Mascherano es uno de los mafiosos más poderosos del mundo. Mafioso que quiso secuestrarme, es absurdo que baje la guardia. 

Las últimas investigaciones arrojaron que la familia Mascherano creció, Brandon tiene dos hijas.  Ninguna de las dos se ha mostrado en actos criminales y de los hermanos primordiales, Phillippe tampoco da señales de vida o rastros que nos lleven a su paradero. 

Hay un cabo suelto en un pueblo de Francia, en Marsella para ser exactos. Antoni lo visita tres veces por año en fechas exactas: el diecisiete de enero, el veintiséis de abril y el cinco de agosto. Ha visitado el lugar en las mismas fechas en los últimos cuatro años. Mi signo de interrogación está en ese punto, necesito indagar el motivo de sus visitas. 

Doblo el mapa cuando tocan a la puerta, es Alexandra con dos vasos con café.

—¡Hora del desayuno! —saluda con entusiasmo, al igual que Luisa está en el plan "Animemos a Rachel"

Le recibo el café por educación. 

—¿Como te sientes? No te vi desayunando en la cafetería. 

Trato de sonreir. 

—Ay, vamos. 

—Rachel, entrenas día y noche pero comes poco, nuestro trabajo exige un nivel físico y mental que no te estoy viendo. 

Me concentro en las carpetas que tengo en la mesa. 

—Necesito comentarte algo —continua. 

—¿Más problemas?

—Quería decirlo el sábado, pero como estábamos con las chicas preferí callar.

Recuesto el cuello en el espaldar de la silla. 

—Suéltalo.

—Christopher volvió papillas a Bratt, le reventó toda la cara y sus escoltas le causaron contusiones en las costillas y en las piernas.

Se me devuelve el café. 

—Patrick fue a visitarlo ayer, estuvo hospitalizado todo el día. Esta mal, no quiere hablar con nadie, lo llevaron a casa. No ha querido salir de su habitación.

Los lágrimas me pinchan los ojos. 

—Por otro lado esta Meredith, calló lo que vio, sin embargo, debes encararla y ponerle las cartas sobre la mesa, llevaba días siguiéndote, entró a tu habitación espiándote como si no estuvieran en cargos superiores. 

Me harta ocuparme de quien solo quiere atención. 

—Le gusta Bratt, siempre busca cualquier forma de satisfacerlo.

—Eso no le da derecho a meterse en lo que no le importa. No tenía por qué estar en tu casa el día de la pelea.

—Últimamente todos demuestran su amor pasando por encima de los demás.

—Rachel —me sujeta la mano por encima de la mesa— Sé que todo esto es difícil para ti, que te sientes mal y te ves como la peor escoria del planeta. No puedes dejar que eso te quite la posibilidad de pensar con claridad, tienes un carácter fuerte, pero eres demasiado débil en cuestiones del corazón. Esta doliendo lo sé, mas en estos momentos debes sacar a la Rachel que encaró a Parker, se enfrentó con la mafia y le dijo la verdad en la cara a Sabrina y a  Martha Lewis.

Trata de darme animo.

—Bratt y tu terminaron, es ilógico que entre a tu casa como y cuando quiera. Si se acabó ponle punto final dejando las cosas claras para que lo entienda. 

—No me creo capaz de verlo

—No te estoy pidiendo que lo hagas ahora, tomate los días que consideres prudente. Lo han incapacitado una semana, tiempo suficiente para reunir la valentía que necesitas. Debes decirle que estás enamorada de Christopher.

—No tiene por qué saber eso.

—Claro que tiene que saberlo. Tiene que aceptar las cosas como son y es mejor que sane sus dos heridas al mismo tiempo. ¿Cómo crees que se sentirá cuando los vea juntos?

«Juntos» Por mucho que quiera a Christopher ,la idea de estar "Juntos" es más que lejana.

—Lo quieres y si tu relación con él ha sido tan larga es porque también siente lo mismo. 

—Christopher es una persona demasiado difícil de entender.

—Es una cebolla que hay que pelar capa por capa. No estamos seguras de lo que realmente siente, pero tampoco nos podemos quedar con la duda de lo que hubiese podido pasar.

—No es fácil... Nada con él lo es. 

—Háblale y expone todo lo que estás sintiendo.

Me arde el pecho cuando respiro. Me aterra la idea de estar frente a cualquiera de los dos. 

—Hablaré con Meredith primero.

—Es lo más sensato —se levanta— El coronel llamó esta mañana e informó que estará fuera por un par de días, puedes andar sin miedo de topártelo, me imagino que quieres mantener distancia con los dos por el momento.

Rodea el escritorio apoyando los labios en mi frente. 

—Debo irme ya, tengo trabajo que adelantar.

Se marcha y busco la ventana en busca de oxigenar mi cerebro, añado un cigarro con la intención de calmar la ansiedad. Alexa tiene razón en muchas cosas y una de esas es que poner un límite es lo que más conviene en este momento. 

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Me abro paso entre los soldados que corren y entrenan en la sala de armas, son oficiales y cabos que me dedican el debido saludo cuando entro. 

—Que milagro verla por aquí teniente —me saluda Alan.

Lo aparto, Meredith esta tras él dándole órdenes a los nuevos. 

—La práctica terminó —ordeno.

Todos salen en fila. 

El disgusto del que me haya estado siguiendo como perro faldero me revuelven los ácidos gástricos del estómago. Tenemos rangos diferentes, por ello. lo mínimo que se espera es un poco respeto. 

Le extiendo la mano cuando la sala se desocupa.

—¿Que? —pregunta con altanería— Esta loca si pretende que la saludaré.

Aprieto los dientes, los rasguños que me provocó mientras me agarraba en la pelea empeora mi genio. 

—¿Sufres de falta de atención? —le suelto— Sabes porque vine. ¿O es que te ha encantado estar de metida en mi habitación buscando lo que no se te ha perdido?

—No sé de qué habla.

—¡Si sabes de qué hablo, así que ahorremos la vergonzosa charla y entrégame las llaves! 

Resopla sacándolas del bolsillo. 

—Por poco lo matan, ¿Sabe? Esta vuelto papilla por su culpa —empuña las llaves— Usted y el coronel no son más que un par de cínicos...

—No hables de lo que no sabes...

—Sé de lo que hablo — me interrumpe con la cara roja de ira— He sido testigo de su dolor y de lo mal que se sintió cuando se enteró que lo engañaba. Mientras se revolcaba con su amante, él agonizaba en medio de la tristeza.

Ja, palabras de quien está colada por un hombre que no la tiene presente. 

—Es fácil deducir cuando vives el momento como espectador, cuando solo ves el problema de lejos y no lo vives en carne propia.

—No tengo que vivirlo para saber que actuó como zorra en celo.

Me clavo las uñas en las palmas de las manos. 

—Si, no hay otra palabra que describa lo que hice. Pero como te dije, es fácil juzgar cuando no eres el protagonista de la historia. Cuando se ve y no se vive es sencillo actuar de juez señalando y condenando sin preámbulos. En casos como el mío, todo el mundo se cree comentarista y crítico de vidas ajenas, como si su entorno fuera perfecto.

—No se justifique.

—No lo estoy haciendo, solo que me parece hipócrita un insulto de tu parte —la confronto— Te enamoraste de Bratt sabiendo que tenía novia. Dime, si hubiese querido tener algo contigo ¿hubieses aceptado? ¿Hubieses tenido algo con él sabiendo que estaba comprometido?

Traga saliva pasando el peso de un pie a otro. 

—De seguro sí. El que te atrevieras a entrometerte en algo que claramente no te correspondía me lo confirma. Si fuiste capaz de seguirme en busca de pistas que confirmara sus sospechas, eres capaz de cualquier cosa.

—Fue una orden de mi capitán y estoy aquí para obedecer.

—¡No! Sabes muy bien que los asuntos personales no son parte del conducto regular. No maquilles lo que es evidente. Claro que a excepción tuya, no me voy a poner a especular y a  juzgar —sigo—  lo quieres, lo entiendo. Solemos hacer estupideces cuando estamos enamorados.

—No nos compare. Yo hice lo que hice por ayudarlo, usted solo lo lastimó.

—Piensa y juzga todo lo que quieras, no necesito nada de ti como para preocuparme. 

Vuelvo a extender la mano pidiendo las llaves.

—Los valores vienen desde casa y las acciones dejan mucho que decir. Da pena que la hija de uno de los generales más respetados de aquí no sea más que una calienta braguetas.

Me yergo frente a ella, pueda que tengamos la misma estatura, pero pese a ella siento que tengo mil pies de diferencia. 

—¿Tú hablando de valores? —niego con la cabeza— A mí también me da pena que un soldado con tan buenas habilidades no sea más que una infeliz, entrometida, frustrada y desesperada por que la miren. Pueda que sea una zorra en celo como bien lo dijiste, pero tú no eres más que una pobre perra en busca de afecto.

Se desinfla como un globo atravesado por una aguja, me alejo guardándome las llaves en el bolsillo.

—¡Ah! —volteo a mirarla antes de cruzar el umbral— Te deje pasar la de Alan y ésta pero si vuelves a meterte en mis asuntos personales, declárate fuera de esta central.

No soy de las que le gusta tocar fibras sentimentales, pero a veces hay golpes que simplemente no se pueden dejar pasar.

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Tres días pasaron y vuelvo hundirme en el trabajo y en los entrenamientos con Gauna. Ni Bratt ni Christopher dan señales de vida por la central poniéndole un limite a mis emociones. 

Últimamente me he acostumbrado a correr largas distancias en la mañana y por la noche. En vez de quedarme lamentándome en la almohada, prefiero tomar el esfuerzo físico como una forma de desahogar toda la ansiedad y la frustración que tengo acumulada.

El teléfono y las cosas personales de Christopher siguen en el cajón de mi escritorio, recibe constantes llamadas de Sabrina, Angela, el ministro y uno que otro número desconocido.

Paso los dedos por la foto de su placa preguntándome como pude apegarme a quien me ha ofrecido minutos de felicidad. Con Bratt llevaba años, a Christopher apenas lo conozco y sin embargo, sobrepasó la barrera arrasando conmigo. 

Mi cuerpo lo llama, es como si hubiese despertado algo que desconocía. 

—La esposa del coronel está aquí —me avisa Ruth.

La figura de Sabrina se asoma en la puerta y arrojo la placa en el cajón cerrándolo de golpe.

—¿Quién te crees para anunciarme como si fuera una cualquiera? —aparta a la mujer.

La secretaria rueda los ojos con disimulo.

—¡Fuera! —le exige a la secretaria.  

Está vestida con un conjunto gris con pantalón acampanado, una boina negra reluce sobre su cabello dorado. 

—Esperaba no tener que volver a verte.

Últimamente es más lo que peleo que lo que desayuno.

—¿Qué haces aquí entonces? Venir a mi oficina no es una forma inteligente de evitarme.

Sus ojos son dagas envenenadas.

—¿Qué pasa con mi hermano? Lleva tres días sin querer hablar con nadie.

La verdad me pica en la garganta. Lo mejor sería cortar ésta cabeza de una vez por todas.

—¿Qué? —increpa— Tan mala novia eres que no sabes el estado de tu novio.

—Bratt y yo ya no somos nada.

Se endereza esbozando una sonrisa de medio  lado. 

—Al fin entró en razón. Pensé que nunca haría caso a mis advertencias.

«Advertencias». Nunca hubiese dejado a su hermano por una de sus tantas advertencias, siempre me ha resbalado lo que piensa y opina.

—No tuviste nada que ver en nuestra separación.

—¿Entonces qué paso?, ¿Se dio cuenta por si solo lo poca cosa que eres?

Me inyectó una dosis de sinceridad, no tiene caso dejar que la bola de nieve crezca, sino se lo digo yo, se lo dirá otro y para qué darle más vueltas al asunto.

—Se enteró de que...

—¡Que horrible sorpresa! —Luisa nos interrumpe sudando y jadeando como si hubiese corrido una maratón— No me dijeron que hoy era nuestro turno de dos contra una.

Sabrina alza el mentón abrazando la cartera bajo su brazo.

—No vine a rebajarme contigo Banner.

—Que mal, porque a mí sí me encantaría rebajarme contigo —la encara Luisa. 

—Solo vine a preguntar por mi hermano —le gruñe.

—Para eso existen los teléfonos, ¿Sabes? Es la mejor forma de saber sobre un ser querido.

—Si tuviera esa opción, no hubiese venido a ver sus asquerosas caras.

Luisa da un paso adelante con el puño cerrado.

—¡Luisa! —la regaño.

Sabrina se vuelve hacia mí.

—Supongo que el encierro de mi hermano se debe al dolor de su rompimiento. Siempre he odiado que te quiera tanto.

—¿Odio o envidia? —increpa Luisa— En el odio se reflejan los vacíos, Sabrina. 

La rubia sonríe con ironía encaminándose hacia la puerta. 

—Solo espero que no le traigas problemas a futuro —me advierte antes de llegar al umbral— Porque si sufre más de lo necesario tendrás que vértelas conmigo.

—¡Lárgate de aquí! —demanda mi amiga.

La atropella y sale de la oficina dando un portazo.

—¿Qué carajos ibas a decirle antes de que entrara? —increpa Luisa. 

—La verdad.

—¿Intentas suicidarte? Sabrina tiene problemas mentales, no puedes decirle algo así y creer que no habrán consecuencias. 

Se sienta. 

—Necesito que me acompañes a Chelsea. Simón sigue sin hablarme y no quiero conocer los arreglos de nuestra casa sola. Es en la tarde así que no intervendrá con tu agenda laboral.

—Si, luego iré hablar con Bratt —reconozco. 

No puedo seguir posponiendo lo que tarde o temprano tendré que enfrentar. 

—¿Segura? ¿No crees que es demasiado pronto?

—Volverá en tres días y no puedo dejar que me tome desprevenida.

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La noche llega mientras Luisa conduce por las calles de Chelsea. Cuando se case con Simón, se mudará aquí y será la nueva vecina de Alexandra.

He estado obviando lo mucho que la echaré de menos, viviremos a media hora de distancia, «Demasiado lejos para mi concepto». Cualquier distancia me resulta una eternidad después de haber vivido juntas por más de cuatro años. 

Bajamos del auto. El vecindario tiene un aire antiguo conformado por grandes casas de estilo colonial. 

Alexandra nos espera sobre la acera.

—Me dejaron mirarla —aplaude emocionada— ¡Está genial!

Toma a Luisa de la mano arrastrándola adentro. No se equivoca, la nueva vivienda es espectacular, cuenta con un elegante vestíbulo, grandes ventanales, pisos brillantes y una moderna cocina con colores rústicos. 

El jardín cuenta con piscina y mesas para tomar el té.

—Pensaron en todo —comento cuando me muestran el salón con mesa de billar, pantalla gigante y mini bar.

—El señor Simón fue muy específico con esta área de la casa —comenta la chica de la inmobiliaria— Mañana colocaremos el letrero en la puerta.

—¿Letrero?

—Si, mandó hacer un letrero que dice "La fortaleza" —Luisa se recuesta en el umbral— No quiere que falte nada cuando sus amigos lo visiten.

El remordimiento me abarca, entre los amigos que pensaba traer seguramente estaban Bratt y Christopher, mi bomba estalló y dejó más afectados de los que creí. 

Terminamos el recorrido. Luisa ultima detalles con la inmobiliaria y acuerda la fecha en la que se mudará.

Volvemos a abordar el auto acompañadas de Alexandra quien insistió en acompañarme a Knightsbridge. Acepté la compañía con la condición de que esperen en el auto mientras hablo con Bratt, no quiero que nadie intervenga en lo que tengo que decir.

Estaciono el volvo frente al edificio. Estaré cara a cara con él después de haberlo vuelto pedazos y necesito más que valentía para esto.

Abro la ventanilla sacando una cajetilla con cigarros. 

—¿No es ese el Jeep de Simón? —pregunta Alexandra en el asiento trasero.

Luisa saca la cabeza por la ventana.

—¡Menudo idiota! —espeta— Lo llamé y se atrevió a mentirme. Su empleada dijo que tenía jaqueca y no quería ser molestado, ¡Pero ya verá...!

—Metimos la pata, no estamos en condiciones de reprochar nada —le doy varias caladas al cigarrillo.

—Soy tu mejor amiga y lo que sé de ti no tiene que saberlo nadie —replica— Si los papeles se voltearan, él le hubiese guardado el secreto a Bratt. 

—Solo promete que lo tratarás por las buenas y no le darás más pie a la disputa. Faltan pocos días para la boda y de seguir así va a terminar en una cancelación. 

Respira hondo quitándome el cigarro. 

—Ok, ¿Podrías decirle que estoy aquí y quiero hablar con él?

Asiento antes de abrir la puerta. 

—¡Espera! —me detiene— Tomé la precaución de traer esto.

Saca un inmovilizador de treinta centímetros.

—¿Qué se supone que haré con eso?

—Pssss no sé, ¿Saludar al portero tal vez? —contesta con sarcasmo— ¡Obviamente que usarlo si las cosas se tornan agresivas!

—Hablaré con mi ex novio, no con un psicópata en rehabilitación.

—Te golpeó, puede volver hacerlo, y juro por Dios que si te vuelve a tocar no dudaré en lanzarlo desde el último piso.

—Luisa tiene razón —la apoya Alexandra— No sabemos cómo puede actuar.

—¡No se refieran a él como si fuera algún desquiciado!

—No es un desquiciado, pero sí es un hombre enamorado, celoso y herido. Esos pilares sin el debido tratamiento suelen ser peligrosos. 

—No entraré con eso —apago el motor— Su descarga podría matar a un elefante.

—Como quieras —lo vuelve a meter en el bolso— Yo si lo voy a usar si se atreve a tocarte. 

Me encamino hacia la acera. El enorme edificio negro se cierne frente a mí. Es triste que nos aterre lo que antes nos encantaba, tengo miedo de subir al sitio que fue protagonista de nuestro noviazgo. 

«No es temor a que me lastime, es temor a destruirlo más de lo que ya está»

El portero me saluda cuando entro, inclino la cabeza con un gesto de cortesía y abordo el ascensor al décimo piso. Las llaves de su puerta giran sobre mis dedos, no estoy segura de querer entrar sin tocar primero a la puerta.

Respiro hondo frente al panel de metal, sombras se mueven adentro y me atrevo a golpear la puerta con los nudillos. Meredith es quien abre con mala cara. 

—Necesito hablar con Bratt.

—Él no quiere ver a nadie.

Me abro paso adentro, intenta oponerse y termino empujándola. No entiendo su puto afán porque le rompa la cara. Simón se levanta del sofá cuando me ve.

—¿Dónde está? —pregunto.

—No quiere hablar con nadie Rachel...

—Hablaré con él de todos modos. 

—¿En serio se cree con el derecho de irrumpir a esta hora, como si esta fuera su casa?

Ignoro a la pelirroja encaminándome a la alcoba. 

—¡Rachel, no ahora por favor! —Simón se atraviesa.

—No te metas en esto, sabes muy bien que una conversación entre los dos es más que necesaria. Deja que resuelva mis asuntos con él, así como tú debes resolver los tuyos con Luisa, quien te está esperando abajo.

—Solo lo lastimarás más.

—Pueda que sí, que ambos terminemos peor de lo que ya estamos, pero es necesario. ¿Crees que no dudé ni di vueltas antes de subir? Si, lo hice ¿sabes? Pero no puedo seguir posponiendo lo que es justo y necesario. 

—¡No pretenda que le tengamos lástima! —interviene Meredith.

—Era mi novio —le hablo a Simón con lágrimas en los ojos— Pasé seis años a su lado, no me cabe en la cabeza el que creas que quiero hacerle más daño. Todo esto me ha dolido tanto como a él, si no le doy la cara seguiremos encerrados en busca de respuestas que sólo nos podemos dar uno al otro.

Se pasa las manos por la cara, Meredith protesta y Simon termina sacándola del apartamento. 

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