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CAPÍTULO 64

Tu fragmento, Harry. 

Rachel.

Nada de lo que sopesé resultó como tal, ideé, analicé, intuí y sin embargo, el impacto me arrolló doliendo más de lo que imaginé. Más de lo que quise. 

Otro ataque directo sin haber alivianado el de la última vez. Perdí a Harry y ahora a Bratt entrando a la fase donde me pesa haberlo roto tanto, ya que con errores o no nadie merece la hipocresía de otro. Nadie merece que jueguen contigo. 

Ver a quien tanto amaste destrozado, rabioso e histérico es otro flechazo al agonizante corazón el cual no deja de latir cada que respiro. 

Verlo así me recordó cuánto lo quiero y lo mucho que me importa. Aunque ya no sea el tierno amor que nos unió por años, sigue siendo ese ser especial que me entregó todo en su momento y no le supe corresponder.

—Quitemos esto ya —Luisa aparta el hielo de mi cara arrodillándose entre mis piernas.

—Hay que dejarlo un poco más, necesito que la inflamación baje.

Me quita la bolsa sujetándola contra mi cara.

—Te golpearon por dentro y por fuera mi Rachel. 

Contengo el cúmulo de nudos que se me forman en la garganta. 

—Karma tal vez.

—No —peina mi cabello— No tenía porque tocarte bajo ninguna circunstancia. Odio tanto que siempre intentes justificarlo.

—¿Qué hubieses hecho tú? Destruí lo nuestro y la relación con su mejor amigo, le quite el esposo a su hermana...

—¡Ese es tu puto problema Rachel! —se le levanta furiosa— Que crees que todo siempre es tu culpa y por lo tanto debes pagar con creces mereciendo todo lo que te pasa. Las cosas no son así, no estaba en tus planes toparte con Christopher, ni hacerle daño a Bratt y a Sabrina. Simplemente pasó, nadie elige de quien enamorarse.

—Lo hubiese podido evitar.

—¿Cómo? ¿Huyendo? Eso no aplica para los que están enamorados. Por mucho que lo hubieses querido evitar tarde o temprano iba a pasar.

—Nada de lo que digas hará que deje de sentirme como la mierda que me estoy sintiendo ahora.

—¿Volverás a meter la cabeza en el pozo que tanto te ahoga?

—Tengo que dejar que duela para que sane  —dejo el hielo en la mesa antes de levantarme.

—No eres el conde de Montecristo, no voy a dejar que te ahogues de dolor en silencio.

Me encamino para mi alcoba. 

—Un día —advierte a mi espalda— Te voy a dar un solo día para que saques todo lo que tengas que sacar. No va a tardar una, ni dos semanas como tardó lo de Harry.

Limpio las lagrimas que me brotan, las manos me tiemblan cada vez que recuerdo el desastre que se desató. Mi entorno tampoco me ayuda. Hay sangre en la alfombra, la mesita de noche esta destruida al igual que la lámpara que sostenía. 

Mi cerebro proyecta  el momento. Ambos matándose a golpes como enemigos a morir cuando antes eran como hermanos. Como olvidar a Bratt hecho pedazos y con miedo en el baño del hospital llorando por el temor de perder a su mejor amigo.

«Sin saber que terminaría perdiéndolo por mi culpa»

Imagino su dolor sentada sobre el alfeizar de mi ventana.

Imagino lo que me hubiese dolido a mí perderlo a él y a Luisa al mismo tiempo. Aprieto las rodillas contra mi pecho dejando que las lágrimas caigan, quiero liberar toda la presión que no me deja respirar.

***

Mi sábado se resume en estar acostada vuelta un ovillo, sollozando bajo mis sábanas con las cortinas cerradas y las luces apagadas queriendo desaparecer ¿Exagerado? Puede que si, sin embargo, es lo único que me place en este momento. 

El domingo llega y Luisa hace sus primeros intentos por sacarme del encierro. La ignoro metiendo la cabeza bajo la almohada, no estoy para sus sermones como tampoco estoy para nadie. 

—Ya pasó el día —abre las cortinas de par en par.

—Ten la amabilidad de cerrar las cortinas y dejarme en paz.

—Olvídalo —se cruza de brazos al pie de la cama— Las chicas me van a ayudar a ultimar detalles de la boda y eso te incluye. 

—Que les vaya bien.

Quita las  sabanas de golpe. 

—Iremos todas Rachel. Brenda se hará su primera ecografía y Lulú dejó plantado no se a quien para acompañarnos, así que no actúes como niña caprichosa y saca el trasero de la cama. 

—¡Vete a joder a Simon!

—¡Irás! —me regaña— Prometiste que este fin de semana sería para recomponer lo pésima madrina de bodas que has sido.

—No me siento bien.

—Revolcarte en la depresión y la miseria no va mejorar tu estado. ¡Basta de lamentaciones, ya paso lo que tenia que pasar!

—Para ti es fácil decirlo porque no lo estás viviendo.

—Yo no, pero Brenda si. Ella perdió al padre de su hijo y está aquí intentando sonreír pese a toda la mierda que está pasando. Tus excusas no valen nada ante su situación, así que levántate necesito que estés para mí y para ella, todas prometimos estar para apoyarla en lo que necesite.

Se encamina al baño. 

—Dúchate, vístete —me arroja una toalla en la cara— Y maquilla el morado de tu cara, no quiero que las chicas empiecen hacer preguntas.

Se marcha molesta.

Arrastro los pies al baño. En parte tiene razón, lo mío no es nada comparado con lo de Brenda y mi amigo no me perdonaría que la deje en estos momentos. Tomo una ducha rápida vistiéndome con lo primero que encuentro. Frente al espejo me esfuerzo por ocultar la marca violeta que se percibe en uno de mis pómulos la cual duele cada vez que la toco, en últimas me veo obligada a dejarme el cabello suelto para que no se me marque tanto la cara. 

Laila, Brenda, Alexandra, Laurens y Lulú esperan en la sala bebiendo te helado. 

—Casi que  —me saluda Laila. Está en la sala— Estaba por entrar. 

—¿Estás bien? —pregunta Alexandra preocupada.

Ya debe saber lo que pasó. De hecho toda la central debe saberlo ya.

—Si —finjo una sonrisa— Tenía jaqueca pero ya se me pasó.

—Que bueno —Laila saca una lista— El camino es largo. La primera parada es el ginecólogo. 

Nos dividimos entre la camioneta de Alexandra y mi auto. Mi ánimo está por el piso, me concentro en conducir mientras Laila Luisa y Lulú se reparten las ideas en el asiento trasero.

Por mucho que intento arrinconar todo, en algún oscuro rincón de mi cerebro es imposible, las imágenes de la pelea siguen repitiéndose una y otra vez.

Hacemos la primera parada frente a la catedral de San Pablo, es un domingo soleado pese a que estamos en septiembre. Saco los lentes de sol dejando la chaqueta en el auto. 

Sigo a las chicas al edificio blanco del ginecólogo. A Brenda no se la ve muy entusiasmada, lo único que hace es irse hacia la ventana mientras llega su turno. 

Toco el cofre que llevo hace semanas en el bolso a la espera del momento indicado para entregarlo. Todo ha sido tan caótico que no he tenido tiempo de consolarla como quisiera. 

—Brenda Franco  —la llama una enfermera. 

—Soy yo —contesta alzando la mano. 

—Y nosotras —añade Luisa— Somos sus amigas y entraremos a conocer al bebé.

—Solo se permite un acompañante señorita.

—No —interviene Laila.

—Son las reglas...

—Permítame explicarle —empieza Laila— pasé toda la mañana buscando un centro médico que nos permitiera entrar a todas. Su asistente se comprometió hacerlo a cambio de unas libras más.

—Que sigan —ordena el ginecólogo desde la puerta— Hemos reservado el consultorio grande.

Laurens y Lulú esperan afuera mientras entramos a la esperada consulta. Como siempre, Laila no tarda en sacar la cámara cuando estamos adentro. 

—Las subiré a las redes sociales —empieza— ¿Qué nombre le ponemos?, ¿Bienvenido mini Harry? ¿O tus primeros recuerdos bebé?

—¿Mini Harry? —pregunta el ginecólogo invitando a Brenda a la camilla— ¿Ya saben que es un niño?

—¡No! —contesta Luisa emocionada— Pero estuvimos leyendo cosas sobre bebés, en uno de los artículos decía que a partir de las catorce semanas podríamos ver el sexo.

—Efectivamente —levanta la camiseta de Brenda bajándole la pretina del pantalón— Aunque también puede ser una mini Brenda ¿No? 

—Sería bienvenida también —dice Alexandra sonriente. 

—Salgamos de la duda —esparce gel a lo largo del estomago— Me pregunto cual de todas será la tía extravagante y alcahueta.

—Las cuatro —contesta Brenda poniendo los ojos en blanco. 

El médico suelta una carcajada colocando un pequeño aparato sobre la panza que apenas empieza a formarse.

Me acerco al grupo en busca de una mejor vista del monitor. El flash de la cámara de Laila no se contiene soltando disparos que enceguecen al ginecólogo, la mira con una ceja enarcada rogándole que lo deje hacer su trabajo.

—Lo siento —baja la cámara— Serán parte del álbum anual, obviamente deben verse nítidas. 

Vuelve a lo suyo mientras su asistente hace todo lo posible por aclarar las imágenes de la pantalla. La definición empieza a mejorar y aunque no se vean más que manchas en blanco y negro, ninguna pierde la concentración en las figuras.

—El feto está perfecto —mueve la rueda del ecógrafo— Escuchemos el corazón.

El simple ruido del pequeño corazón bombeando sangre nos saca sonrisas y lágrimas a todas.

Lágrimas de felicidad que intento contener abanicándome la cara, el sólo hecho de pensar que no perdí a mi amigo del todo deposita una moneda de esperanza en mi frasco de ilusiones. Una parte de él vive en ese pequeño bebé que viene en camino.

El rostro de Brenda se ilumina con una hermosa sonrisa, de esas que no le veía hace tiempo.

—El sexo —Luisa se aclara la garganta —¿Niña o niño?

Amplía el zoom de la pantalla pasando el aparato por la parte baja del estomago.

—¿Mini Harry o Mini Brenda —insiste Alexandra.

—¡Mini Harry! —sonríe la chica del monitor.

El grito de todas hace eco en toda la clínica, abrazo a Brenda quien reemplaza la sonrisa con llanto. 

—Cariño —trato de contener el mio— Gracias por darnos nuestro primer sobrino. Y no llores, esto es motivo para festejar.

La abrazamos al mismo tiempo. 

—No es llanto de tristeza chicas. Es de emoción porque una parte de él me acompañará siempre.

—¡Si!— beso su frente tragándome mis propias lágrimas— Gracias por darnos un poco más de su presencia.

—¡Las quiero chicas! —nos abraza a todas —¡Gracias por estar aquí!

—Basta de llanto —pide Laila— Es hora de la selfie con el doctor.

—¡Laila! — la regaña Alexandra.

—Descuida —el hombre se encoge de hombros.

Posamos para la foto y esperamos a que termine la ecografía. Al momento de imprimirla Luisa pide cinco copias, una para cada una.

Ver al bebé mejora mi semblante, hay un toque dulce en todo los tragos amargos que he tenido que vivir últimamente.

***

La segunda parada es en el estudio de Gian Carlo Fiquet, un diseñador y organizador de bodas francés quien lleva todo los preparativos de Luisa. 

—Supongo que ellas son las ingratas que tienes como damas de honor —saluda cuando nos ve. 

El estudio es una hermosa combinación de alfombras con tapizados blanco y dorados. El típico estudio lleno de mesas con  muestras que se destacan  en  los maniquíes. 

—Las mismas que cantan y bailan —Luisa le da un beso en la mejilla— Rachel, Alexandra, Laila y Brenda.

—Se verán divinas en los vestidos.

—Lulú y Laurens son amigas cercanas —termina las presentaciones.

—Mis chicas —nos da una vuelta a cada una— Sólo espero que Luisa no se haya equivocado con las tallas. ¡Elena! — grita — Trae los maletines y los diseños, tenemos mucho que hacer.

Nos encaminamos a una nueva ruta acompañadas por el organizador y su asistente. La siguiente parada es la tienda pro novias, donde nos probaremos los trajes y veremos a Luisa con el vestido puesto.

Aún no me creo que con tantas cosas no haya tenido la oportunidad de ver a mi amiga con el hermoso vestido de novia que habíamos elegido en conjunto ocho meses atrás.

La tienda es lujo total, lleno de vestidos igual de costosos que mi casa. Lulú y Laurens quedan impactadas con todos los diseños y las variedades que ofrece la tienda. No se sabe que escoger ni qué mirar cuando se está rodeado de las maravillas de diseñadores como: Monique Lhuillier, Rosa Clará, Christian Lacroix, Oscar de la Renta, Romona Keveza y un sin fin más.

Tomamos asiento frente a la pasarela mientras Luisa se prepara para modelar el diseño de su vestido. 

Me acomodo en el mullido sofá rodeada de las chicas, Gian Carlo y la asistente. La tienda nos ofrecen una botella de champagne y una bandeja con bocadillos.

El esperado momento llega, Luisa sale detrás de las cortinas con un vestido Pnina Tornai con corte sirena. Se ve divina, la tela empedrada se ajusta a sus curvas, el escote es de cuello alto, de brazos y espalda descubierta. La mejor parte es la dramática cola de tul que arrastrará al caminar. 

—¡Se le derretirá el trasero en Santorini —se levanta Lulú— Pero se verá hermosa.

Todos sueltan una carcajada mientras realiza su pasarela por toda la sala.

—Me encanta —Laila saca la cámara— Serás la novia más hermosa del mundo.

La llenamos de halagos y piropos que terminan sonrojándola y sacando una que otra carcajada.

—Su turno chicas —nos avisa Gian carlo entregándonos una caja a cada una.

Me pruebo el vestido en uno de los vertieres, mi amiga no se equivocó respecto a la talla ni al diseño. Al igual que su vestido, las damas de honor usarán el mismo corte pero de una forma más sencilla, el escote es de hombros caídos de encaje y corte en el muslo izquierdo. Los cuatro serán de color rosa ópalo y con piedras incrustadas para que sobresalgan en la noche.

Muestro el mio dejando que el diseñador se encargue de los detalles que se requieren antes de ser enviado a Santorini.  Estamos a tres semanas de la boda. 

Me pongo de acuerdo con Luisa para que Lulú y Laurens escojan los suyos.

—¡Oh no podría aceptar tal detalle señoritas! —Laurens acomoda el marco de sus gafas— No vine con la intención de molestarlas.

—¡Por Dios mujer!— le insisto —Sólo elige uno, es para una fecha especial, sino lo haces no tendrás con qué ir.

—Ni siquiera tengo invitación. 

—Por supuesto que si —la anima Luisa— Llevar al hijo de Scott en tu vientre te convierte en una amiga más y eso te pone automáticamente en la lista de invitados.

—No tengo dinero para...

—No te preocupes por eso, Simón y yo tenemos todo planeado con la ida y el regreso de todos los invitados. Santorini solo esta a cuatro horas, se quedarán  una noche y un día, no es que vayamos a casarnos en las Bahamas o algo así.

—Pero...

—No tiene caso discutir —se levanta Lulú— llevo trabajando con ellas cinco años, por mucho que nos opongamos seguirán insistiendo y aunque no insistieran de igual forma lo voy aceptar.  

—Ya la oíste, ahora vayan y elijan el vestido.

Con los vestidos listos para ser enviados a Santorini, nos embarcamos al siguiente punto del recorrido. La tarde se va en citas con fotógrafos, floristas, agencias de viajes y tiendas para la luna de miel.

Luisa persuade a todo el mundo cuando le preguntan por Simón, para no hacerme sentir mal saca la tonta excusa de que tenía asuntos que resolver en la central, cuando las dos sabemos que debe estar odiándome por lo que pasó. 

Cenamos en un restaurante de comida china mientras ojeamos la lista de los invitados que asistirán, la lista creció desde la última vez que la vi. Será una fiesta al atardecer con doscientos cincuenta invitados, los cuales incluyen familiares y amigos fuera y dentro de la central.

En pocas semana será la señora Miller, mientras yo debo convertirme en Sherlock Holmes para encontrar a Antoni y evitar que me mate, en esa misma búsqueda tengo que toparme con los hermanos Strowal y ajustar cuentas por la muerte de Harry.

También debo preparar un escudo para enfrentar a Sabrina y a su madre, porque apenas sepan lo sucedido con Bratt , buscarán la manera de empezar a joder. 

Nos despedimos de Alexandra, Laila, Laurens, Gian Carlo y su asistente en el centro de Picadilly. Brenda se quedará con nosotras esta noche, Luisa esta intentando concretar un contrato de compra de un apartamento en nuestro mismo edificio. 

Vivir sola al otro lado de la ciudad no le está ayudando a su intentos de superar el duelo.

—La inmobiliaria dice que puede esperar media hora más —comenta Luisa en el asiento del copiloto— Si pisas el acelerador llegaremos a tiempo.

Me abro paso entre el tráfico nocturno, tomando atajos para llegar a la hora estipulada. Mis nuevos escoltas no me pierden de vista y Elliot se comunica conmigo cada dos horas asegurándose de que todo esté en orden.

La mujer de la inmobiliaria nos recibe en la entrada del edificio y nos guía a la segunda planta donde está ubicado el piso desocupado. Luisa se queda afuera hablando por el móvil, mientras Lulú se adelanta al piso de arriba.

Brenda le hecha un vistazo al piso asegurándose de que esté en perfecto estado. 

—Belgravia es una buena zona para vivir con bebés —comenta la mujer dando el tours por el lugar— Hay escuelas y guarderías por todos lados, buenas zonas de recreación y excelentes clínicas en caso de cualquier emergencia.

—Lo sé, estuve indagando la zona en los últimos días.

—También es un zona centrada, usted y su esposo no tendrían problemas de movilidad.

Mi amiga deja de caminar, la mujer nota la incómoda reacción e intenta disculparse pero termina balbuceando frases sin sentido.

—Su novio no vivirá con ella —explico para que se calle.

—Entiendo —saca el móvil fingiendo que recibió una llamada— Las dejaré solas para que puedan debatir que les parece. 

Nos vamos al balcón, la noche se puso fría, Lóndres es un ir y venir de cambios climáticos. 

—¿Algún día lo recordaré sin que duela?

Brenda apoya las manos en las barandas metálicas. 

—Supongo que si, espero que si.

Es difícil dar una respuesta de ánimo cuando se está sintiendo el mismo nivel de tristeza.

—Quiero ser la misma de antes —empieza a quebrarse— La chica alegre que lo enamoró y amo cada minuto que pasamos juntos.

—Lo serás, sólo debemos dejar que el tiempo se encargue.

—No, siento que para mí nunca pasará. Intento ser fuerte y convencerme de que puedo seguir adelante, pero cuando despierto y noto que no está a mi lado, que nunca volverá a estarlo me derrumbo por completo.

—A todos nos pasa.

—Desperdicié mis últimos días lejos de él. Por querer ser una tonta caprichosa pasamos nuestros últimos momentos separados.

—No digas eso —la tomo de los hombros— Ninguno de los dos sabía lo que pasaría.

—Quise obligarlo hacer algo que no quería —llora— Actué como una manipuladora. 

—¡No! —la interrumpo— Sólo le diste lo que quiso; Espacio.

—Pero no fue suficiente, nunca se sintió amado de verdad.

—No te castigues —le limpio las lagrimas— Lo que pasa es que Harry siempre fue tan inseguro que tuvo miedo de que esta dicha tampoco le durara. 

Le beso la frente. 

—En el fondo estaba tan enamorado, por mucho que no quisiera aceptarlo lo estaba. 

Busco en el bolsillo de mi chaqueta el cofre que me entrego ese día. 

—Te amaba Brenda y su último deseo fue que te recordara lo mucho que te quería —le entrego el cofre con lagrimas en los ojos— Quería intentarlo, lástima que no lo dejaran.

—¡No era justo que me quitaran mi final feliz! —solloza abriendo el cofre— Le quitaron a su familia, dejaron a mi bebé sin su papá. 

La estrecho contra mi pecho acallando su llanto. Su dolor sólo reafirma mis ganas de hacerlos pagar por la vida que se llevaron. Él ya había sufrido lo que tenia que sufrir.

—La gran diferencia, es que no se va a quedar así —aseguro.

—¿Los vas a buscar? 

Asiento, esa promesa está hace mucho rato en mi cabeza.

Se hace el contrato de compra, subimos a mi casa. Luisa sigue discutiendo con Simon en el teléfono y por mi parte prefiero irme a la cama temprano.   

Lo que medio se mantuvo dormido en la tarde se despierta con más fuerza. El remordimiento, el dolor y la agonía se expanden por mi pecho como un virus mortal.

«No es tu culpa Rachel» Intento convencerme. Nadie elige de quien enamorarse. Quise a Bratt con toda mi alma, intenté ser la mujer perfecta para él, le entregue todo de mí cuando pude, nadé contra la corriente aún sabiendo que mi batalla estaba perdida.

Siempre me dolerá y pesará haberlo lastimado como lo hice, pero no puedo dejar que la depresión me hunda. Afuera hay un mundo al cual debo hacerle frente todavía.

 El recuerdo de la mano impactando contra mi rostro es un trago amargo imposible de olvidar, algo que derrumbo parte de mi ilusión con él y el detonador de Christopher que por poco se lo carga a golpes. 

«Christopher» Otra avalancha de sensaciones que por más que le busco el lado bueno no lo tiene, por el contrario, no deja de demostrarme que aún no le veo la verdadera cara. 

Terco, rebelde, engreído, apasionado, ardiente e impulsivo. Perfecto físicamente y un torbellino lleno de caos. Con más contras que pro, pero no deja de ser él que amo.

Cierro los ojos evocando todo lo que pasamos, esos momentos llenos de lujuria que me han transformado por completo. Estoy enamorada hasta la médula. Por mucho que quiera darle la espalda, mi corazón seguirá latiendo y suspirando por él.

 Lo quiero de una manera que me asusta, no es un amor pasivo ni calmado, es como un huracán que llega y arrasa con todo, hasta conmigo misma. Creo que puedo tomar su mano y devorarme el universo.

Es de esos amores que te hacen arder y sonríes mientras te vuelves cenizas. De esos amores que muy pocas veces te topas en la vida. Amores que se vuelven especiales por la imposibilidad de tenerlos, como cuando la vida se enamora de la muerte, o un ángel de un demonio. El que esté mal y no sea lo correcto no les quita las ganas seguir amando, ese tipo de sentimiento suelen ser los más intensos.

Tan intenso como su forma de ser. 

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