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CAPÍTULO 43

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Ni tan príncipe, ni tan santo. 

Bratt.

Cuelgo el teléfono después de casi dos horas convenciendo a mi madre y a Sabrina que desistan de la estúpida demanda de divorcio. 

Se pasan con sus intentos de presión, se supone que si van arreglar las cosas deben irse por el lado pacífico, no con una demanda que le quite toda la fortuna.

No quise mencionar el compromiso con Rachel, no es oportuno con los problemas que tenemos encima y debo buscar el momento indicado, uno donde todos estén felices y tranquilos.

Papá no me preocupa, pero mamá y Sabrina sí. Lo más seguro es que inicien una batalla campal cuando sepan que mi apellido irá ligado a los de los James, ya estoy preparado para el discurso de odio, clases aristocráticas, libertinaje y desfachatez.

Por otro lado; Están Christopher y Rachel quienes se odian a morir y lo más seguro es que continúen así, si ninguno de los dos pone de su parte. Estoy harto. Todo es una pelea Rachel vs Christopher, Rachel vs Sabrina, Christopher vs Sabrina. Todos contra todos como si estuviéramos en la guerra de los mil dias.

—Capitán —Meredith se asoma en la puerta.

—Sigue —la invitó a pasar— ¿Encontraste a la teniente James?

—Por eso vine. La busqué en su oficina, en la cafetería y áreas comunes, pero no la encontré, su capitán dijo que no sabía de su paradero, así que me di una vuelta por el comando. 

—Y... ¿La encontraste?

—Sí señor, pero no quise molestarla ya que está en el hipódromo con el soldado Alan Oliveira.

Se me encienden las orejas al momento de mirar el reloj. Son las siete de la noche y está lloviendo a cantaros. ¿Qué demonios hace con un soldado en el hipódromo? Los tiempos de entrenamientos tienen horarios y ella no tenía ninguno estipulado. 

—¿Sigue ahí?

—Si señor.

—Puedes retirarte, gracias.

—Como ordene mi capitán —me dedica un saludo militar antes de marcharse.

Salgo a cerciorarme de que tan cierta es la versión de Meredith. La tormenta ahora es una simple llovizna.  Cruzó las canchas de entrenamiento físico y el césped húmedo salpica gotas de agua bajo la presión de mis botas.

Capto la risa de mi novia y me detengo cuando compruebo que mi sargento no mentía ya que mi prometida y futura esposa está llena de barro jalando las riendas de una yegua.  Yegua, que si mi memoria no falla fue un regalo de su papá hace cuatro años.

Alan esta encima del animal con las manos sobre el agarre de la silla y ambos ríen con desparpajo mientras ella da zancadas sobre la tierra mojada.

Un rayo retumba y el animal retrocede relinchando en dos patas, Rachel suelta las riendas yéndose de bruces al barro. 

«Detesto que se rebaje» Corro a socorrerla luchando con el lodo que me absorbe los pies. 

—Creo que me entró barro en el sostén —ríe en el suelo.

El soldado se aparta de la yegua tratando de levantar a mi novia. 

— ¡¿Está bien?! —pregunta alarmado con las manos a pocos centímetros de su busto.  

—¡Suéltala! —le bramo.

Ambos voltean mirarme y Alan suelta dejando que caiga de nuevo en el lodo. 

—Eres pésimo auxiliando personas —dice Rachel muerta de risa en el suelo.

—¡Capitán! —el soldado me dedica un saludo militar.

—¡Largo! —le ordeno sin mirarlo

Lo hago a un lado y tomo a Rachel de los hombros para que se ponga de pie. 

—Que rudo —sigue riendo.

—¿Qué demonios haces? O cuántos años crees que tienes como para estar aquí jugando en el barro.

—Señor —interviene el soldado atrás. 

Lo encaro destilando ira.

—¡Que te largues! —advierto. 

—¡Hey! —Rachel se interpone entre los dos— No seas grosero, solo quiere explicarte lo que pasa.

—¡No tiene por qué explicarme nada! —le ladro— Lárgate como te ordene.

Se vuelve hacia él teniéndole lastima cosa que me pone a hervir la sangre. Por este jodido tipo de comportamiento es que tengo que estar partiéndole la cara a todo el que se cree con derecho a pretenderla. 

—Vete, mañana continuaremos con la práctica.

—¡No! Que se consiga otra instructora, tú no harás nada mañana.

Me aniquila con la mirada.

—Guardare la yegua y recogeré sus cosas —se despide Alan. 

—No me gusta que te metas en mis asuntos laborales —me regaña Rachel cuando el chico se va.

—No has respondido mi pregunta.

—Supervisaba su entrenamiento. 

—¿En tu yegua, de noche y lloviendo? —le reclamo— Buscando pescar un resfriado o una neumonía. Pertenece al grupo de Parker y tu capitán ya llego, no te corresponde su entrenamiento.

—Fue algo que quise hacer, así que no te metas.

Intento calmar la ira.

—No quieres que me meta, ¿Qué harías tú si me ves haciendo lo mismo con otra? Soltando comentarios de barro en mi bóxer.

—Solo era un chiste, no tienes por qué tomarte todo tan apecho.

—No más entrenamiento, ¿Entendiste?

—¡No! —replica— No me vas a decir que hacer y que no. No estaba haciendo nada malo.

—Esta actitud es la que me hace pensar mil veces como decirle a mis papás que nos casaremos.

Retrocede anonadada. 

—¿Porque soy amable con mis compañeros pensaran que soy una zorra? — pregunta molesta— Perdón por no ser como la socarrona de tu hermana o la perfecta de tu madre.

—Puedes intentarlo.

—Olvídalo. Sabias como era cuando me conociste, no pretendas que me vuelva una amargada de mierda.

—No es eso —intento tocarla, pero no me lo permite— Es solo que tengo una reputación que mantener, todos aquí conocen a mi familia, cualquiera  puede irle con el cotilleo a Sabrina o a mi madre desencadenando discusiones sin sentido.

—Solo hago mi trabajo.

—Lo entiendo —me froto la cara con las manos— Pero entiéndeme tú a mí también, la mayoría de los hombres de aquí están esperando nuestro rompimiento para caerte como buitres.

—Exageras, ni que fuera la top model del comando. 

—Eres mucho mejor que eso —la tomo de la nuca— Eres original, hermosa, sexy y mía.

Rozo nuestros labios con cuidado. 

—Nos pertenecemos uno al otro y no voy a dejar que nadie se te acerque.

—Nadie se me está acercando.

—Quiero que la boda sea pronto, entre más rápido seas mi esposa, más rápido dejaran de molestarte.

La beso y abro los ojos quiero ver cómo nos mira el soldado de Parker que intenta atrapar la yegua. No soy idiota, como para no darme cuenta que le gusta mi novia, yo no doy pasos en falso, por ende, tendré que mandarlo a volar lejos.

Separo nuestras bocas rodeandole la cintura con el brazo llevándola conmigo. 

—Falta poco para tu cumpleaños —me abraza— ¿Algo que desees urgentemente?

—A ti, conmigo todo el día.

Tuerce los ojos. 

—Aparte de eso.

—Planee un viaje con mi familia a la casa de mi abuela en Bibury, que te animes a acompañarme sería un buen regalo.

No hace buena cara.

—No será pronto, no puedo tomarme vacaciones hasta que no acaben los operativos en proceso.

—Si es lo que quieres —se encoge de hombros.

Llegamos a la torre de dormitorios. 

—¿Dormimos juntos?

Vuelvo abrazarla apoyando mis labios en su frente. 

—No. Tengo cosas que adelantar con mi equipo, estamos a dos días del operativo y debo elegir los soldados que pondré en función.

—Pero podrías subir un momento, esperar un par de minutos a que me bañe— me da un beso en el cuello— Y consentirnos un poco.

—Lo siento cariño —la aparto— Debo cambiarme, los soldados me esperan.

—Ya lo creo —mira por encima de mi hombro y sigo el trayecto de sus ojos. Es Meredith quien se acerca. 

—¡Capitán! —me llama— Lo estamos esperando.

Ignora a Rachel.

—Como que se le olvido el protocolo ante los superiores  —murmura mi novia entre dientes.

—Informales que tardaré un par de minutos, debo cambiarme primero.

—Como ordene, señor.

Se devuelve por donde venía.

—Te amo —le doy un beso a Rachel en los labios— Vendré por ti en la mañana para que desayunemos juntos.

—Ok, vete no vaya ser que tu sargento se moleste por la demora. Creo que le gustas.

—No digas tonterías.

—Digo lo que veo

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Al día siguiente me encargo de ponerle punto final a mi problema de ayer. Para cuando suena la trompeta matutina ya estoy listo en mi oficina esperando la respuesta de Christopher sobre la petición que le solicite y le encargue anoche.

Por suerte es de los que trabaja hasta tarde y se tomó el tiempo de tomarla cuando se la envié.

Llevaba meses sin tener que recurrir a este tipo de cosas, los soldados antiguos saben perfectamente hasta donde llegan mis alcances, por ende, procuran mantenerse al margen cuando estoy cerca. Cosa que tengo que enseñarle a los nuevos y que mejor forma de aprender que dándole una lección con uno de los suyos.

Reviso los asuntos pendientes mientras llega la hora del desayuno.

—Buenos días, capitán —saludan Meredith y Angela como demanda el protocolo. 

—Buenos días —las invito a seguir.

—Quería avisarle que ya cumplí su orden —habla Ángela—  Me encargué del papeleo necesario y solo falta la firma final del coronel. Ya la sargento Lyons le dio la noticia al soldado.

—¿Como lo tomo?

—Lo sorprendió y pidió explicaciones — contesta Meredith — Lo calle recordándole que las órdenes de los superiores no se cuestionan.

—Perfecto —miro mi reloj— En mi computadora tienen la información que necesitan para la misión del viernes, quiero que la estudien y me pongan al tanto de cualquier duda inquietud que tengan.

Ambas toman asiento cuando les cedo mi laptop.

—Angela eres la que más debe repasar

—Lo sé señor —sonríe como si le agradara la idea.

De hecho, no tengo la menor duda de eso, ni ella ni Christopher desmintieron las acusaciones de Rachel, lo que quiere decir que siguen cogiendo y para ninguno de los dos será problema actuar como amantes.

—Desayunare con mi novia —tomo la chaqueta del perchero— No tarda...

No termino de hablar ya que Parker me atropella con mi propia puerta, Alan lo sigue con maleta en mano.

—¡¿Como te atreves a entrar así?! —le increpo furioso.

—¡¿Que hay con esto?! — me arroja la hoja de la orden que emití— ¡¿Desde cuándo dispones de mis soldados?!

—Desde que se necesitan en otro lado y aquí no están siendo útiles.

—¡No me vengas con pendejadas! —espeta.

—¡Capitán! —interviene Alan— No es necesario que se ponga en este tipo de cosas, es una orden...

—¡Calla Oliveira! Quiero escuchar por que el Lord Lewis dispone de mis soldados como si fueran suyos.

—Se solicitaron dos soldados de apoyo en la central de New York —me defiendo — Tenía que elegirlos de algún lado.

—¿Y se te ocurrió la brillante idea de sacarlos precisamente de mi grupo? No tengo soldados de sobra como tú y Thompson, lo correcto es que los eligieras de tales grupos.

—¡No voy a descompletar mi equipo!

—¿Pero si el mío?

Las mujeres nos miran expectantes ya habíamos tardado en pelear. 

—Esta vez no es nada personal, Parker. Tu soldado sabe que tiene la culpa del traslado.

Se vuelve hacia a Alan.

—Si lo dice por lo que paso con la teniente James...

— ¿La teniente James? —lo interrumpe Parker— ¿Esto es por Rachel?

—Sabes como soy —me encojo de hombros.

—Descompletas mi equipo por uno de tus ataques de celos hacia tu patética novia. ¡Eres el ser más ridículo que he visto!

Doy un paso al frente.

—¡Ridículo o no, tu soldado se va!

—Esta vez no Lewis. No te voy a dar el gusto. Estoy seguro que tus métodos de traslado para que no vean a tu marioneta no funcionan para nada. Mírame a mí, me enviaste lejos para que dejara de mirarla y no sirvió de nada, porque apenas regrese seguí mirándole el culo con más ansias.

Lo empujo arrojando un puño que logra esquivar y es ahí cuando Meredith y Angela se levantan asustadas. 

—¿Te alteraste? —pregunta sonriente. 

Lo encuello, me empuja para que lo suelte y le doy en la nariz con el puño cerrado provocando que me devuelva el golpe con la misma fuerza.

Alan y las mujeres se atraviesan, pero Parker sobresale entre el gentío tomándome del cuello, le clavo la rodilla en el estómago y vuelvo a tomarlo de la nuca arrojándolo sobre el escritorio.

—¿Que harás ahora? —le sangra la nariz— ¿Mandarme a Afganistán otra vez? Para que me bombardeen el culo como la primera vez que fui por tu culpa, cuando te valiste de tus influencias para alejarme de mi familia y amigos.

—¡Suéltalo! —exigen en la puerta.

No hago caso, alisto el puño para terminarle de romper la cara.

—¡Si no lo sueltas seré yo quien te reviente la nariz!

Dominic se zafa de mi agarre, Rachel está bajo el umbral con los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Es cierto lo que dijo?

—¿No sabe? —se burla Parker— No sabe que todo el infeliz que se le da por ponerle los ojos encima casualmente es trasladado sin motivo alguno.

—Sigue hablando y te...

—No sabe que tuve que irme un año a padecer de cuánto horror en la guerra del desierto —me interrumpe— Solo porque el niñito mimado de mamá se sentía amenazado.

—¡Cállate! —le ordeno.

—Tú a mí no me das ordenes, tenemos el mismo rango si no lo recuerdas.

—Oliveira —Meredith da un paso adelante— Tu avión parte en diez minutos, así que vete a la pista de aterrizaje.

—¡Aquí nadie va a ningún lado! —alega Rachel.

—¡Se irá! —trueno. A mi no me va a desobedecer.

—¡A la pista Oliveira! —me apoya Meredith.

—No voy a dejar que te lo lleves —me amenaza Parker— Estoy harto de tus demandas absurdas.

—Alan, no me obligues a ponerte una sanción...—insiste Meredith

—¡Una palabra más Lyons y la que se lleva la sanción eres tú!

Todos abren los ojos ante la amenaza de Rachel, no es de las que maneja política de terror.

—El capitán está dando una orden...

—Y yo te estoy diciendo que no se va —replica —Soy un rango mayor que tú y debes obedecer cuando te hablo ¡La única autoridad aquí no es Bratt!

—Di una orden Rachel y no voy a dar marcha atrás.

No me contesta, solo fija los ojos en Parker. 

—Capitán —se le acerca Alan— Es mejor que vaya a la enfermería.

—Te acompaño —se ofrece Rachel.

—No vas a ningún lado.

Parker me atropella mientras mi novia se da media vuelta lista para seguirlo

—Tú te quedas aquí — la sujetó con fuerza negandole la huida— Y tú soldado a la pista —le advierto a Alan. 

—Dije que no se va —Rachel se suelta.

—Pues lo lamento por que como te dije, no voy a dar marcha atrás con la orden.

—Desafortunadamente la última palabra no la tienes tú.

Toma Alan del brazo sacándolo de mi oficina.

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