CAPÍTULO 4
El Coronel.
RACHEL.
La entrada al comando es a la siete de la mañana pero debo estar antes para gestionar los trámites pertinentes que se requieren al reincorporarme.
Guardo todo lo que necesito mientras me preparo una taza con café en tanto escucho las noticias matutinas.
Me quedé dormida a media noche curioseando lo que no debía curiosear. No es que esté muy descansada que digamos.
Empaco chaquetas extras, mi laptop, el cargador del móvil y los productos de aseo personal. Puedo volver las veces que quiera, sin embargo, ante situaciones inesperadas debo quedarme en la central.
Bebo un sorbo de mi exquisito café, obviamente colombiano mientras leo las noticias del Daily Mail.
El encabezado de hoy es:
"Cinco países anuncian nuevas alertas ante la desaparición de mujeres entre los quince y treinta años"
—Otra vez tengo la pesadilla de verte aquí. —me saluda Simón recogiendo su playera del sofá.
Solo tiene el bóxer puesto.
Lo que tiene de atractivo lo tiene de distraído. En los años que lleva con Luisa he tenido que verlo en paños menores por toda la casa. Y no es que sea desagradable a la vista, mide casi un metro ochenta, tiene cabello negro, cuerpo bien formado y unos inmensos ojos color zafiro.
—¡Ponte algo de ropa así dejas de contaminar mi vista!
—¡Dejas de contaminar mi vista! —se burla— Voy a darme una ducha, guárdame café.
—Aquí no tienes empleada —contesto sin apartar la vista del periódico.
Me arroja la camiseta.
—¡Si no quieres que te arroje los calzoncillos guárdame café! —bromea.
Luisa le agarra el trasero por detrás.
—Ojo con lo que dices —le advierte— No me gusta que vean mi mercancía.
La envuelve en sus brazos para besarla, a la vez que ella trepa por su torso hasta quedar a su altura.
Pongo los ojos en blanco. Este tipo de escenas es el pan de cada día durante todas las mañanas.
—Chicos es asqueroso verlos pasar saliva —protesto— ¿Podrían seguir con sus muestras de cariño en la habitación? intento leer mi periódico.
—¡Envidiosa! —se burla Simón encaminándose al baño.
Mi amiga se queda como una idiota viéndole el trasero, es una asquerosa pervertida que se la pasa viéndole el culo y el paquete al sexo opuesto.
—Dile a tu novio que deje de estar en paños menores por toda la casa —bebo un sorbo de mi café— Hace que me den náuseas.
—¡Escuché eso! —grita Simón desde el baño.
—¡Lo sé, por eso lo dije!
—¡No gastes toda el agua caliente! —le grita Luisa.
Acabo la taza de café, recojo mi bolso, el móvil y las llaves de mi auto.
—Te veré en el comando —el reloj marca un cuarto para las seis— Ya voy tarde.
—Querida, no te afanes —se burla —Salgas a la hora que salgas siempre llegas tarde. Es tu don.
—Hoy haré la diferencia —me encamino hacia la puerta.
—Sabes que no.
—No olvides alimentar al pez —le recuerdo antes de cerrar.
Abordo mi Volvo. Enciendo el estéreo dejando que la música de Adele me acompañe tarareando Rollins In The Deep mientras me adentro en el tráfico de Londres.
Acelero por la carretera vacía cuando salgo de la ciudad. El comando central de la FEMF está a cincuenta kilómetros del área urbana. Me desvío por el camino de gravilla hacia uno de los puestos de control más cuidados del comando.
Me detengo ante las enormes puertas de acero y muestro mi identificación a la pequeña cámara escondida entre los arbustos. Coloco mi huella en el detector escondido mientras espero que las puertas se abran.
Al ser el comando más grande de Europa cuenta con una reforzada vigilancia, en el corto camino desde la entrada hasta el estacionamiento hay alrededor de cincuenta soldados acompañados por canes adiestrados.
Estaciono en el lugar de siempre implementando el afán de todos los días ¡Voy tarde! «¡La maldita de Luisa me echó la mala suerte!».
Me coloco mi uniforme de pila, (pantalones camuflados, camiseta de cuello redondo y botas. Todo en color negro) Me recojo el cabello en un moño apretado revisando que haya quedado decente.
Me lleno de orgullo al ver mi tercera estrella dorada en mi camiseta, es la que me identifica como teniente. A esta hora las tropas están reunidas recibiendo las órdenes del día en las canchas de entrenamiento.
Me encamino en busca de la mía, si algo tiene la milicia es que se debe ser puntual todo el tiempo, norma a la que no me acostumbro. Por mucho que intente cumplir la regla al pie de la letra me es imposible, el universo siempre confabula en mi contra para que no suceda.
El capitán Robert Thomson, mi capitán al mando, tiene la tropa perfectamente alineada en la mitad del patio.
Es uno de los mejores capitanes de aquí, fui ascendida gracias a él. Se ha encargado de que reciba los mejores entrenamientos y las misiones más importantes engrandeciendo mi currículum.
Me preparo para el peor de los regaños «En la milicia la indisciplina sale cara»
—¡Buenos días mi capitán! —me presento con un saludo militar. Me volteo hacia mi tropa que responde con un enérgico "¡Buenos días, teniente!" «Muero y revivo al instante». Fui ascendida antes de irme de vacaciones, oficialmente es mi primer día en mi nuevo cargo.
—Querrá decir "Buenas noches" —me regaña— Llega diez minutos tarde, teniente.
Guardo silencio. «En la milicia no se protesta».
—¿No le alcanzaron las vacaciones para descansar?
—Me disculpo capitán aceptando el castigo que me quiera imponer.
—Que lo defina el coronel. Sloan se fue, Morgan es el que está a cargo —explica tranquilo— Así que mueva el trasero hacia la oficina y explíquele por qué llegó diez minutos tarde. Ese es mi castigo.
—¡Como ordene. mi capitán! —giro sobre mis talones lista para cumplir la orden.
—¡Teniente! —me grita cuando voy a poca distancia— Me alegra tenerla de vuelta.
Asiento y continúo trotando. No me sorprenden las palabras del capitán, tengo en claro que debajo de toda esa perfecta disciplina se esconde uno de los capitanes más generosos de este ejército.
Sigo con mi trote a lo largo de la central hasta que llego al edificio administrativo. Respiro hondo antes de entrar, no sé, pero de un momento a otro me pongo más lenta a medida que subo hacia la tercera planta.
Escucho los latidos de mi propio corazón, me sudan las manos y me tiemblan las piernas. Laurens, la antigua secretaria de Sloan no está por ningún lado.
La puerta está abierta, tomo una bocanada de aire y le hago frente a la situación sin tanto rodeo.
—¡Buenos días coronel! —me presento con un saludo militar mirando para todos lados en busca de una distracción.
No quiero mirarlo, pero mis ojos bajan hacia su puesto como si tuvieran decisión propia.
La luz naranja que se filtra a través de la ventana hace que su cabello brille. Sus ojos grisáceos me miran como si fuera una sabandija, mi cerebro ignora eso concentrándose en la belleza que irradia. El resplandor no ayuda. Es como ver a un ángel caído saliendo de las llamas del infierno.
—Vengo a presentarme a sus órdenes —avanzo con rodillas temblorosas.
—¡Llevo doce minutos esperándola! —me regaña.
—Lo siento, señor —paso saliva— La ciudad estaba...
Alza la mano para que me calle. Tiene el antebrazo derecho tatuado con un patrón de jeroglíficos, llamas y a Anúbis. Observo que ambos brazos los tiene entintados . El izquierdo contiene letras en latín, calaveras y figuras prehispánicas.
—Me hartan las explicaciones, no tiene caso justificar el motivo de ser una incompetente que no puede llegar temprano.
«¡Perro maldito!» La fama era totalmente cierta.
—No se volverá a repetir —paso el peso de mi cuerpo de un pie a otro. Me guste o no, tiene motivos para regañarme.
—Obviamente no se volverá a repetir —responde airoso— Porque si se repite, se va ¿Está claro?
—Sí.
—Sí ¿Qué? —ya veo porque Sabrina se casó con él, tienen la misma personalidad de mierda.
—Sí, señor.
Mueve el cuello dándome una vista perfecta del tatuaje que tiene encima de la clavícula, es la cara de un lobo.
—Necesito que reúna a todos los capitanes, tenientes y sargentos de la lista —me ofrece una hoja— Me reuniré con todos en una hora.
—Como ordene, coronel.
—Es necesario que esté presente, puntual, odio que la gente no cumpla con el reglamento.
«¿Reglamento?» Como si no tuviera un récord incumpliendo órdenes. No le hace caso ni a su padre.
—Claro que sí, señor. Permiso para retirarme —le pido.
No me contesta, vuelve la vista a su MacBook dedicándome la ignorada del siglo.
Tomo eso como un sí para marcharme.
Cumplo con la orden. Le aviso al capitán Thomson sobre la reunión, la voz se corre y antes de la hora estipulada la sala de juntas está llena con todos los capitanes, tenientes, sargentos y oficiales del ejército de inteligencia, inclusive Bratt y Simón, ambos son capitanes de las tropas J067 y J083.
Sobre la mesa hay una maqueta con planos de Múnich, Sidón, Río de Janeiro y Moscú.
El coronel ingresa mientras que todos le dedican un saludo militar antes de tomar asiento.
—Los reuní a todos aquí —anuncia— Para informarles sobre la nueva misión asignada por Peñalver.
Laurens, la secretaria, reparte carpetas a lo largo de la mesa. Tiene las mejillas como un tomate, va dando traspiés mientras camina. Siempre he pensado que es una chica sexy, lo único que le hace falta es un asesor de imagen y quemar su ropa.
Se apagan las luces. El proyector se enciende reflejando las imágenes sobre la pared blanca.
—Ésta misión la hemos nombrado derrumbe al clan Mascherano. Antes de empezar, tengan presente que será una de las misiones más largas que hemos enfrentado, necesitaremos disponibilidad de tiempo y mucha paciencia.
Corre el vídeo.
—Los hermanos Mascherano son cuatro sujetos que se dedican a la trata de blancas hace más de diez años. Es la organización delictiva más peligrosa del mundo en el negocio de tráfico. Trafican órganos, drogas, mujeres, hombre, niños y recién nacidos. Los delitos son cada vez más graves, países como México, Colombia y Chile se están viendo seriamente afectados.
El proyector muestra las imágenes que los inculpan, entre ellas hay un sin fin de personas mutiladas para extracción de órganos.
—Nuestra mayor preocupación es que tenemos serios indicios de que están patrocinando a un grupo terrorista llamado los Halcones Negros, el cual ha atacado ciudades como Seattle y Nueva York. —explica el coronel— Los Mascherano les dan gente que utilizan para delinquir y el pago lo hacen con armamento sumamente peligroso.
Se pasea por la sala mientras cambia las imágenes con el mando a distancia.
—El grupo terrorista está secuestrando gente, pidiendo cantidades absurdas de dinero con el fin de desestabilizar a gobernantes y senadores. Con la misión mataremos a dos pájaros de un solo tiro: A los Mascherano y a los Halcones.
—¿Qué herramientas tenemos hasta ahora? —pregunta Bratt.
—No tenemos muchas herramientas. Lo único que hay son problemas, nos acaban de reportar que la esposa y los dos hijos de un senador fueron secuestrados en Río de Janeiro.
Se muestran fotos de las personas, el proyector se apaga y todos se centran en la maqueta.
—Debemos prepararnos para combatir las dos organizaciones al mismo tiempo. Empezaremos armando un perímetro de vigilancia y espionaje en las ciudades principales donde están operando los dos grupos, Sidón, Moscú, Múnich y Río de Janeiro. Enviaré mis mejores tropas.
—El capitán Dimitri estará en Sidón —pone una bandera roja en el plano de la ciudad — El capitán Miller estará en Moscú, el capitán Lewis en Múnich y el capitán Thomson estará en Río de Janeiro. Partirán hoy en la madrugada.
«Adiós novio, citas y planes para recuperar el tiempo que estuvimos separados». Así es la milicia, no sabes cuándo diablos vas ausentarte por meses.
—Tienen el resto del día para preparar la tropa y alistar sus cosas —ordena el coronel.
La mayoría se larga e intento hacer lo mismo recogiendo mis apuntes.
—No hemos acabado —el capitán Thompson me señala la silla.
Todos se van. Solo quedamos la secretaria, el coronel, mi capitán y yo.
Clavo la mirada en la mesa cuando "Reglamento perfecto" se sienta frente a mí.
—La tropa mejor preparada y con más experiencia es la suya, capitán.
Laurens se acerca sin pedir permiso. Es torpe y golpea el rostro de Christopher con la punta del codo.
—¡Perdón! —balbucea con las mejillas encendidas.
—Lárguese a su cubículo —masculla lanzándole una mirada envenenada— Sus torpezas allá no me afectan.
La pobre chica levanta la maqueta, tropieza con una de las sillas y cae al suelo encima de la estructura. Los hombres no se mueven a ayudarla. Siento pena ajena así que me levanto, rodeo la mesa y la ayudo a levantarse.
—Soy una idiota —murmura acomodándose los lentes.
—La silla estaba en un mal sitio —le ayudo a recoger los pedazos rotos.
—No estoy para perder el tiempo, teniente —me regaña el coronel. Desde su posición parece que le estuviera limpiando los pies— ¡Levántese y vuelva a su puesto!
Dejo que Laurens recoja el desastre mientras el capitán me mira mal. Simulo que no es conmigo volviéndome a sentar.
—Necesito que en menos de una semana investigue el paradero de los secuestrados en Río de Janeiro —le ordena al capitán— En los últimos secuestros que se han presentado, han dado un plazo de ocho días para la consignación del dinero. El senador informó que no posee la suma exigida, por ende, debemos planear una misión de rescate.
—Cuente con ello, coronel.
—Cuando tenga el reporte, yo mismo me encargaré de la misión. Para eso la necesitaré a usted teniente debido a que necesito de sus habilidades investigativas y de rescate —me mira— Se quedará aquí ayudándome con la información que envíen los capitanes diariamente, armaremos una estructura para rescatar a las víctimas e iremos juntos a Brasil. Oí hablar de la misión que tuvo en Pekín, eso la hace la persona más apropiada para este tipo de casos.
«No puedo soportar sus ojos sobre mí por más de dos minutos y ahora seremos "Equipo"» «¡Qué bien Rachel, qué bien!».
—Con todas las tropas que se movilizarán estaré escaso de personal. La central de Panamá me ofreció tres de sus mejores soldados, tendrán entrenamiento con usted y nos acompañarán en la misión.
—Sí, mi coronel —contesto sin mirarlo.
—Es todo —se levanta— Largo de aquí.
El capitán Thompson se queda haciéndole preguntas. Acato su orden largándome, debo ir a la biblioteca por un libro sobre antiestrés y autocontrol.
—Estaba por entrar —dice Bratt recostado sobre la pared del pasillo.
Caminamos uno al lado del otro ya que las demostraciones de cariño en los pasillos están prohibidas. Varios soldados ponen su atención en nosotros, para nadie es un secreto que somos pareja.
El sol resplandece cuando llegamos al jardín y el aire fresco reanima mi cerebro.
—Te echaré de menos —tomo la mano de mi novio. En verdad quería pasar más tiempo con él.
—No tuve tiempo de consentirte como quería —nos sentamos bajo el árbol de olmo que predomina en el sitio.
Repaso las facciones de su cara. Los ojos verdes lucen más claros bajo el sol. Bratt y yo somos un ejemplo de "Solidez" En cinco años no tengo queja alguna ya que es el tipo de hombre que te llena en todos los sentidos.
Christopher se me viene a la mente acelerándome el ritmo del corazón
Parece que transitara de una estación a otra, cada vez que estoy cerca de él me siento inquieta, asfixiada y ...No voy a decir la palabra que ronda por mi cerebro.
—¿Está todo bien? — pregunta preocupado.
—Si —suspiro.
—Eres pésima mintiendo —me obliga a que lo mire— Dime que tienes.
—No iré a Río de Janeiro. Debo quedarme a ayudar al coronel en la misión de rescate.
—Eso es una buena noticia —entrelaza nuestros dedos— No estarás expuesta como nosotros, además Christopher es muy bueno en lo que hace.
—Confías demasiado en él, a mí no me agrada.
—Lo conozco desde que teníamos cinco años, sé lo dura que ha sido su vida.
— ¿Qué tan dura puede ser la vida del único hijo de uno de los miembros más importantes de la FEMF? Me atrevería a apostar que ha tenido de todo y que solo es el típico arrogante que quiere llevarse al mundo por delante.
—Tuvo todo menos una familia. Su madre tuvo que vivir con las constantes infidelidades de su padre hasta que un día se hartó y se fue cuando él tenía once años. Fue terrible para él vivir solo con su nana y un padre ausente que lo único que le importa es follar con toda la que se le atraviese.
Un grupo de mujeres pasa por nuestro lado. Una de ellas mira a Bratt por encima del hombro, se sonroja, (a pesar de que él no le presta ni la más mínima atención) diciéndole algo a su compañera mientras continúan caminando.
—La constante presión del ministro lo cansó, se volvió el chico problema del cual todos hablaban. No fue fácil para mí ver a quien considero un hermano tener la vida hecha un desastre. Cada problema era peor, su abuela y sus familiares intentaron intervenir, pero no sirvió de nada. Todos se dieron por vencidos menos yo, no quería verlo hundido en la vida de mierda que tenía.
—¿Por qué tuvo un cambio tan repentino?
—Hubo un tiempo en el que fue amigo de Antoni Mascherano.
—¿El criminal de la misión en proceso?
Asiente.
—Claro está que no era el delincuente que es ahora, en ese entonces estaba por hacerse cargo del negocio de su padre. El cambio de Christopher fue de la noche a la mañana, había desaparecido por cinco meses —aprieta mi rodilla— Con la ayuda de papá logré ubicarlo en Florencia así que le avisé al ministro y fuimos por él. No era el mismo cuando regresó a Londres. Había dejado la rebeldía, luego quiso enlistarse en la FEMF y empezó a forjar la carrera intachable que tiene ahora.
—¿Qué pasó con su madre?
—Volvió cuando Christopher se enlistó. Él no le perdona que se haya ido, la odia.
«¿Quién tiene el corazón para odiar a la mujer que le dio la vida?»
Me besa las mejillas.
—Ten paciencia, nunca se queda más de un año en un solo lugar. Lo más seguro es que apenas concluya su misión pida el traslado.
—Lo intentaré.
Aparta un mechón de mi cabello y se acerca a mis labios, inhalo su aliento acariciando su cuello mientras me besa con ternura. El roce de su boca me transporta a mi nube de felicidad.
— ¡Busquen una habitación! —arrojan una bola de periódico en la cabeza de Bratt.
— ¡Largo de aquí! —le grito a Simón.
—Que pena interrumpir su romántico momento —hace un puchero— Pero el general convocó una reunión de carácter urgente, así que tendré que llevarme a tu príncipe encantador.
Bratt me ofrece la mano ayudándome a levantar.
—Te veré más tarde —me acaricia la mejilla.
—Ok —le beso los labios.
Recojo la bola de papel que Simón tiró. Es casi mediodía, no he hecho ni la mitad de las mil y una tareas que debo hacer.
Empiezo ocupándome de la partida del capitán, saco una lista de los soldados que irán con él encargándome de todo lo que se requiere para partir. Eso me toma lo que queda de la mañana.
Al mediodía el estómago me ruge de hambre. Hago una pequeña pausa para ir a la cafetería (mi cerebro sin comida no funciona).
El lugar está atiborrado de gente, Luisa alza la mano en una de las mesas del segundo piso. Dejo la bandeja que está sobre la mesa.
La dimensión de la cafetería se iguala en tamaño a un estadio de fútbol. Alberga dos plantas con colores neutros donde lo único que resalta son los logos del comando junto con la bandera inglesa. El segundo piso suele ser el área para los soldados de la élite y los militantes con rangos desde oficial en adelante.
—Casi no logro subir —se queja Brenda sentándose a mi lado. Es amiga nuestra desde que entramos aquí, una morena puertorriqueña que te saca una sonrisa cada dos minutos.
Christopher y Sabrina pasan por nuestro lado ubicándose en la mesa del frente. Más que una pareja de esposos, parecen un par de desconocidos. Mi mirada se encuentra con la de él, no sé porque me quedo viéndolo más de lo que debería.
Irina, Harry y Reynals se unen a la mesa quejándose de la cantidad de gente que hay en el primer piso. Brenda saluda a mi mejor amigo (Harry) con un beso en la boca. En la cafetería podemos compartir libremente "Sin exagerar"
Empiezan los comentarios que se dan en este tipo de espacio. Vargas, una de mis amigas y colega recalca mas de una vez el atractivo del nuevo coronel. Las mujeres de la FEMF son soldados espías, por ello se requiere un buen físico para los operativos especiales e Irina Vargas no es la excepción a eso.
Latina, coqueta y con un gran número de soldados detrás de ella. Abierta y extrovertida, tanto que se ha tirado a todos los superiores que le gustan.
—Le gusto al coronel —asegura— Apuesto a que en una semana me lo tiro o me dejo de llamar Irina Vargas.
—No lo creo— interviene Brenda— El coronel es de otro nivel. No es uno de los tipitos con los que te has acostado. Éste es un Morgan hijo del ministro, nieto de una de las mujeres más poderosas que ha pisado la FEMF —explica— Demasiado preparado y atractivo para andar revolcándose con la plebe.
Se calla cuando mi amigo se molesta.
—Apuesta con Irina así te lo llevas a la cama también —recoge sus cosas.
—¡Harry, es un simple comentario! —intenta disculparse.
Termino de almorzar. A las tres de la tarde llegan los nuevos soldados; dos hombres y una mujer. El currículo dice que han trabajado en operativos de rescate.
—Soy la teniente Rachel James —me presento antes de ponerlos al tanto de todo— Con el coronel Christopher Morgan montaremos el operativo de rescate que exigieron las autoridades brasileñas.
Les muestro el comando, explico los horarios de entrenamiento y los dejo estudiando el caso.
Bratt no me contesta el móvil, me resigno a que tendré que esperar hasta la madrugada para poder verlo.
Con Luisa espero a que llegue la hora de partir y a las dos de la mañana bajamos a la pista que alberga los aviones militares. Cada quien se va a la tropa que le corresponde.
Espero a una distancia prudente mientas Bratt recibe las ultimas ordenes del coronel. Mi novio nota mi presencia y le solicita permiso para hablar.
—Sabía que vendrías —se acerca.
—Te estuve buscando toda la tarde —le reclamo.
—Lo sé, mis soldados me avisaron pero tuve que ir a casa por algunas cosas —me pasa los nudillos por la cara.
—Prométeme que te cuidarás —este tipo de misión siempre nos pone al borde del abismo.
—Te lo prometo. Estaré pensando en ti día y noche.
—Te amo —apoya la frente contra la mía.
Lo abrazo.
—Estaré contando los días para verte —me besa.
—¡Capitán! —lo llama Christopher— Es hora de partir.
—Enseguida, coronel —me guiña un ojo antes de marcharse.
Me voy. No quiero ponerme sentimental.
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Si hay algo que odio de la milicia es la molesta trompeta a las cinco de la mañana, además de las malditas dictaduras que sobrepasan los códigos de la misma . Christopher Morgan es uno de los coroneles más estricto que he tenido.
Nada le gusta, todo lo grita, encima el entrenamiento es inhumano. El que no sirve se va sin protestar. Para nadie hay segundas oportunidades y emana tanto poder que da miedo hablarle.
Arrogante, exigente y soberbio «Un Morgan en todo el sentido de la palabra»
El resto de los días no es diferente. Me la paso entrenando con el grupo nuevo, recibiendo el reporte diario de cada capitán e informando al coronel de cada acontecimiento.
Tratarlo es una agonía constante, no puedo concentrarme en los entrenamientos que tenemos juntos y como teniente y coronel. Me pone pruebas que me mato por cumplir al pie de la letra.
«Soy una de las mejores de aquí, no dejaré de serlo por muy estricto que él lo sea »
Cierro el casillero evocando la práctica de ayer. Sus manos sobre mis rodillas supervisando los 230 abdominales que se le exigen diariamente a un soldado de mi rango. Él permanecía serio mientras yo estaba llena de sudor demostrando que la experiencia me avala para cumplir sin flaquear.
Se me seca la garganta recordando el sube y baja en medio del campo, aquellos ojos grises que se tornan oscuros de la nada. Todavía no tengo la explicación al cambio de color repentino, pero ufff... Es algo que me hace cosquillear los pezones.
«¡Rachel, ya!» Me regaño, hay veces que me siento como si no fuera yo.
Aún no he conocido su nivel de educación, nunca dice gracias, ni bien hecho teniente. Solo se la pasa mandándome como si fuera su secretaria y la pobre Laurens es la que se lleva los peores regaños.
Entro a la sala de entrenamiento. Los soldados de Panamá me están esperando. Me ha ido bien con los hombres, en cambio con la mujer no tanto, obedece mirándome mal, se cree que no lo noto.
—Práctica de tiro —anuncio— Willian empiezas tú, necesito que cada cuchillo se clave en el centro.
—Como ordene, mi teniente —el soldado obedece iniciando la tanda de tiros.
«Ninguno da en el blanco»
—Enfoca el objetivo —sugiero— Aunque tome más tiempo, te dará mejores resultados.
Hace un segundo intento repitiendo los mismos errores.
La mujer es la siguiente en pasar, no espera que le de la orden de empezar. De manera arrogante, lanza cuchillos a la forja sin fallar.
—Perfecto —la felicito— Aunque seguir órdenes es clave en una misión.
No me contesta, simplemente vuelve a su puesto.
El último de los hombres es un sargento en ascenso. Espera mis órdenes antes de lanzar, al igual que la mujer tiene una ronda perfecta.
—Muy bien —lo felicito.
—No tan bien —irrumpe el coronel— Sus tiros dan al blanco, pero no con la intensidad que se necesita.
—Trabajaremos en ello —le indico al sargento.
—Sí y lo trabajaran ya mismo. Quiero ver que todos repitan el ejercicio.
William vuelve a pasar cometiendo los mismos errores, la ronda pasa de mala a desastrosa.
—¿Qué clase de mierda andante eres tú? —espeta Christopher molesto antes de encararlo— ¿Cuánto tiempo tiene este imbécil en la milicia que no sabe ni como coger un cuchillo?
—Mi foco es el área de investigación...
—¿Y eso te convierte en un inútil?
—Me encargaré de que su puntería esté perfecta en el operativo, mi coronel —hablo evitando que se lo coma vivo — Deme dos días y...
—Tiene dos horas —me interrumpe— Esto es una central de soldados profesionales, no un club de aficionados a las armas.
—Otra vez —le ordeno al soldado—Hay que enfocar antes de lanzar y separa un poco las piernas, el equilibrio es clave en esta tarea.
William hace un nuevo intento volviendo a fallar.
—No es muy buena enseñando, teniente —se me pega a la espalda erizándome los vellos de la nuca— Sobra decir que debe perfeccionar el tiro del sargento.
No lo miro, me enfoco en obtener buenos resultados de William.
—Puedes hacerlo —animo al soldado.
Le doy consejos al chico y lo dejo practicando mientras trabajo con el otro soldado. Afortunadamente, en el segundo intento logra un tiro perfecto que atraviesa la forja.
Con el alivio de haberme quitado un peso de encima, vuelvo con William. A medida que lo voy aconsejando va mejorando.
—Muy bien —le digo entre dientes— No te apresures, solo enfoca el objetivo y darás en el blanco.
Se concentra, consiguiendo que después de interminables fallas logre una ronda perfecta.
—Cinco de diez —habla el coronel recostado en la mesa— Hay varias cosas por mejorar, pero se puede decir que hay esperanzas.
—Pondré todo mi empeño, señor —contesta el chico con la cabeza baja.
—Eso espero, estaré en todos los entrenamientos desde ahora en adelante y decidiré si son aptos para la misión debido a que no se me da el estar rodeado de basura —se pasea por la sala— Largo de aquí.
Los soldados se marchan mientras me apresuro a recoger el desorden. Ruego a Dios que se largue rápido ya que me da pánico estar a solas con él.
—En las misiones de la FEMF nada debe fallar —habla a mi espalda.
—Eso lo tengo claro, señor.
Arroja cuchillos a la forja, cada filo traspasa el centro.
—¿Entonces por qué no les exige que estén preparados como debe ser?
—Lo hago, solo que no todos aprenden al mismo ritmo. La central de Panamá tiene diferentes métodos de entrenamientos, trato de que se adapten ...
—No están aquí para adaptarse —me interrumpe— Están para rescatar a tres personas que han sido secuestradas.
Deja de lanzar cuchillos posándose frente a mí. Doy un paso atrás a la vez que él da uno hacia adelante aprisionando mi cuerpo entre la mesa de herramientas y su pecho. El corazón me salta en el tórax, es mucho más alto que yo por lo que debo levantar la cara para poder mirarlo.
La fragancia me atasca el paso del aire.
—Me encargaré de que estén bien entrenados —bajo la mirada. Temo a que si lo miro a los ojos, mis piernas flaqueen y me vaya de bruces contra el piso.
—No sé si la FEMF se saltó el protocolo que se usa a la hora de hablarle a un superior.
«Entiendo el sarcasmo».
—Debe tener en claro que cuando un superior le habla debe mirarlo a la cara, preferiblemente a los ojos. Eso demuestra auto confianza y respeto.
«Confianza es lo que necesito cada vez que lo veo».
—¡Míreme! —me exige.
Nuestros ojos se encuentran. Una vez más me convenzo de que la perfección existe y está retratada en la cara de este hombre. Siento que se me va salir el corazón. Mi boca desea tocar la suya mientras mi cerebro suelta una descarga de adrenalina que hace que quiera tomarlo del cuello y besarlo en tanto meto las manos en su cabello sedoso.
Se pasa la lengua por los labios «Me derrito como paleta en verano».
«Golpearlo, amordazarlo y follarlo ¿Sería considerado un delito?».
—No quiero actos de bondad con ningún soldado, la condescendencia los vuelve débil.
Asiento.
—Tampoco se muerda los labios en mi presencia —libera mi labio inferior del agarre de mis dientes. «¿Qué mierda?» Ni siquiera había notado que me estaba mordiendo— De donde vengo tiene un significado peculiar, no digno de alguien con pareja.
Se aparta dejándome con las piernas temblorosas.
—No quiero sorpresas inesperadas en la misión —advierte— Si fallan, usted será la primera que se largara con ellos ¿Lo tiene claro?
—Si, mi coronel.
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A un día de la misión logré dejar a los soldados lo suficientemente preparados logrando que pasen todas las pruebas.
Mi móvil suena sobre la mesa, es un mensaje de Lulú.
"Holi. Acabo de recibir una llamada de su banco ya que no han podido contactarla. Solicitan que se presente lo antes posible en una de sus instalaciones, hay una alerta de clonación de su cuenta".
«¿Clonaron mi cuenta?» Me levanto, si me apresuro y tengo suerte alcanzaré a llegar antes de que cierren.
Tocan a la puerta cuando estoy por terminar.
—¡Un momento! —grito terminándome de vestir.
—Siento mucho interrumpirla mi teniente —se disculpa un cadete cuando abro.
—¿Qué necesita?
—El capitán Miller envió un reporte de último momento, pidió que lo revisara en persona y se lo hiciera llegar al coronel.
Echo una ojeada rápida, son órdenes de capturas y de allanamiento. Todas para esta misma tarde.
Lo maldigo para mis adentros, es un pésimo momento para ponerme con ésta tarea.
—Puede retirarse, soldado.
—Como ordene, mi teniente —se marcha.
Doy vueltas por el dormitorio pensando que carajos haré, no puedo perder la oportunidad de ir al banco, es importante.
Reparo mi vestimenta, no es la adecuada para visitar al coronel. Traigo unos pantalones en color negro y una blusa estilo corsé en color azul, como carezco de tiempo para cambiarme me coloco un blazer negro y calzo mis tacones. No tengo más opción que aguantar su reprimenda por la ropa.
Coloco los sellos en los documentos y me encamino hacia la oficina, Llamo la atención de varios soldados que no se atreven a decirme nada, pero sus miradas lo dicen todo.
Llego al cubículo de Laurens que ya está recogiendo sus cosas para irse.
—¿Podrías anunciarme con el coronel?
Aparta la mirada del escritorio detallándome el atuendo.
—Por supuesto —se sienta sin dejar de mirarme— ¿A dónde va tan arreglada?
—Al banco, debo solucionar unos cuantos asuntos antes de irme. ¿Podrías anunciarme? —señalo el teléfono— Tengo prisa.
—Sí, disculpe —levanta la bocina solicitando el permiso— Puede seguir.
Entro, me esfuerzo por no hacer ruido con los tacones. Está revisando los reportes que le entregué esta mañana.
—Lamento interrumpirlo, señor —hablo a unos cuantos pasos del umbral.
Levanta la mirada y... Oh joder, el que sus ojos recorran mi cuerpo no le ayuda a mis nervios.
Suelta los papeles apoyando la espalda contra el espaldar la silla.
—El capitán Miller acaba de enviar estos documentos para que los firme, son órdenes de captura y allanamiento. Me encargué de colocar los sellos pertinentes.
Alarga el brazo para recibirlos.
Siento que me acerco en cámara lenta, no sé qué me pasa ya que acostumbro a entregarles los reportes a la velocidad de la luz y largarme sin preámbulos.
Su mirada me sigue recorriendo hasta que llego al escritorio. Como la silla está corrida, me obliga a inclinarme para poder entregarle el sobre.
Posa los ojos en mi busto, no me molesta como debería molestarme «¿Jesús, qué mierda me está pasando?» La piel se me eriza cuando se le oscurecen los ojos.
Enderezo la espalda esperando el regaño.
—Gracias —dice.
Por primera vez le escucho una palabra de agradecimiento.
—De nada, señor —me giro para marcharme sintiendo sus ojos clavados en mi espalda.
Suelto el aire cuando cierro la puerta, me arden las mejillas. Laurens me mira con una sonrisa en los labios.
—¿Difícil?
—Demasiado —contesto encaminándome al pasillo.
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