CAPITULO 37
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Rachel.
En cero.
La pista de obstáculo esta lista y preparada para los jóvenes que quieren presentarse al ejército inglés. La prueba es algo así como una audición que clasificara lo que tienen madera para ser entrenados o no.
La prueba es para los que quieren ser becados, chicos que han sido postulados por algún miembro de la organización o personas que no cuentan con los recursos suficientes para costear lo que vale una carrera militar aquí, pasar esto es el primer paso; se evalúa perfil físico, psicológico y habilidades de combate.
El segundo es ser admitido por la rama administrativa de Sabrina, quién evalúa antecedentes familiares, médicos y hace una investigación del entorno en el que crecieron, los que pasan dicho filtro son llevados ante el general y el coronel para que den la aprobación final.
Alexandra, Harry y Reynald esperan frente a la pista de obstáculo a la espera de dar el visto bueno.
—Un día soleado en el frío Londres —llega Laila— El caluroso sol me recuerda mi querida costa colombiana.
—Veintisiete grados de temperatura anunció la radio— dice Reynald con el cabello dorado brillando bajo la luz del sol— Algo muy raro aquí.
—Sí, me sorprendió levantarme con el sol radiante y las sábanas pegadas al cuerpo.
Reynald levanta las cejas con coquetería.
—Que provocador se oyó eso. Hay que estar positivos a lo mejor sea el día que nos pase algo especial —coquetea con mi amiga— Como conocer el amor de nuestras vidas o algo así.
Laila rueda los ojos aburrida.
—Esta coqueteando contigo —se burla Alexandra— De una pésima forma, pero lo está haciendo.
—No me gustan los hombres que no tienen los huevos suficientes para decir las cosas de frente.
—¿Listos para evaluar prospectos de soldados modelo? —saluda Luisa desde atrás.
—Falta la teniente Klein.
Su presencia es evidente cuando Harry y Reynals giran la cabeza al mismo tiempo mientras Ángela se acerca con el cabello recogido, pantalones camuflados y un top negro que muestra los tatuajes que tiene en el abdomen.
—¿Quién es esa? —pregunta Luisa.
—Miss plástica —responde Alexandra— Es la que tiene a los hombres de la central con erecciones constantes cada que se aparece.
—Alguien que le diga que no es seguro que este bajo semejante temperatura —dice Laila— Podría derretirse.
Todas sueltan a reír.
—Lamento la demora, mi despertador no sonó.
—No importa —contesta Reynals— acabamos de llegar.
Se nos acerca sonriente.
—Me acaban de mostrar al coronel y qué hombre más guapo.
—Eso no es ninguna novedad —contesta Luisa.
—Esta como para comérselo, le voy a insistir al capitán Lewis para que me lo presente.
—Está casado —todas me miran cuando contesto a la velocidad de la luz— Su esposa es la hermana de Bratt—digo con más calma— Es mejor que no le digas nada sobre él o se molestara.
—Menos mal me lo dices, estuve a punto de pedirselo. Tendré que dejarle la tarea al capitán Parker.
Suena la trompeta y un grupo de cuarenta jóvenes entra a la cancha.
—Te veo caminando bien —cuchichea Luisa a mi lado— Pensé que te dolerían las piernas después de partir la cama follando con Bratt.
Trato de ignorarla enfocandome en los aspirantes.
—¡Oh por Dios ¿No han follado?!—se tapa la cara con la tabla— ¡Joder, que aburridos son!
—Es algo que no le importa señora Banner.
—Por supuesto que me importa, durmieron juntos anoche Simón te vio entrar a su habitación a media noche, dime ¿Tiene problemas de erección o algo así?
—¡No! — la corto— Me sentía mal y él es muy comprensivo con eso.
—¿Y esta mañana?
Cuando me desperté ya estaba listo y perfumado para sus labores. Me dio un beso en la frente y se despidió por que se le estaba haciendo tarde.
—Tenía una reunión con sus soldados —digo sin más explicaciones.
—¡Siento pena por ti! —se burla— Llevan meses sin coger y no se comen uno al otro cuando se ven ¿Te puedes imaginar si tu novio fuera el coronel? Tu vejiga estaría adolorida por el sexo con su gran verga.
—Vejigas adoloridas —se une Laila por detrás— Me encanta ese tipo de sexo, ese que no te deja mover al día siguiente.
—Que masoquistas son— añade Alexandra al lado de Luisa— No me gusta amanecer con dolores vaginales, pero si con las muñecas doloridas después de que me aten a la cama.
—¡Silencio! —las mandó a callar— Nadie tiene porque saber cómo les gusta que se las tiren.
—Pero qué santa —se burla Luisa y todas terminamos siguiéndole la corriente.
—¿Podríamos empezar ya? —se queja Harry al lado de Angela.
Tomamos asiento y dejamos que cada uno se presente con nombre, apellido, ciudad de origen, edad y fortalezas.
Son alineados y se les explica la prueba la cual deben pasar de forma individual.
El primero es un chico de dieciséis años de Tanzania, es delgado, le hace falta masa muscular, pero es veloz, pasa la prueba en un abrir y cerrar de ojos.
—Johari me parece un buen prospecto — comento, pero nadie me está poniendo atención, los chicos están admirando Angela y las chicas están mirando a la misma dirección.
Entiendo el porque y se me detiene el corazón cuando veo a Christopher con pantalones camuflados y una camisilla que le deja los brazos libres. Trae el cabello húmedo y unos lentes ray ban wayfarer.
El estomago se me contrae y mi pecho parece un tambor con la descarga de adrenalina que libera mi cerebro.
—¿Cuántos prospectos tenemos hasta ahora? —pregunta tajante.
Todos se levantan a dedicarle un saludo militar, todos excepto yo que me quedo hundida en la silla con la tablilla sobre las piernas.
—¿El sol te dejó inválida?—se me planta al frente.
Me levanto de golpe dando el debido saludo mientras mi mente se va a mi última noche con él, a sus hirientes palabras y actitud de mierda.
Tomo aire.
—Buenos días mi coronel. La prueba apenas empieza y aún no hemos elegido personal.
No contesta sigue donde Ángela quien da un paso adelante.
—¿Y tú eres? —pregunta.
—La teniente Angela Klein mi coronel, pertenezco a la tropa del capitán Bratt Lewis.
Se quita los lentes reparandola de arriba abajo mientras Ángela se sonroja sonriéndole con coquetería.
La sangre se me sube a la cabeza, me la imagino en el suelo con mi bota sobre su cuello mientras le arranco los implantes mamarios.
—Que la prueba continúe —ordena el coronel— Me quedaré un rato viendo que sirve y que no.
Harry hace sonar el silbato y un nuevo chico se pone en marcha a través de la pista, por su parte Christopher se adelanta supervisando todo de brazos cruzados.
—Ese hombre es algo bello y maravilloso —suspira Laila.
—Se me seca la boca cada vez que lo veo —agrega Alexandra.
—Y a mí se me humedece la entrepierna —añade Angela.
—¡Guarden silencio! —nos regaña Harry
Todas le lanzan una mirada asesina.
—¿Como follara? —pregunta Laila.
—De maravilla— responde Luisa sin dejar de mirarlo.
Todas se quedan con la boca abierta.
—Eso escuche en los pasillos —se defiende.
—No tenemos duda de eso, se le nota a leguas que es de los que hace gemir.
Se escucha un grito, el cuerpo del segundo practicante cayó de las barras de hierro y Reynals es quien sale al rescate con la ayuda de un camillero.
—¡Siguiente! —grita Christopher.
Las pruebas continúan y cada uno toma nota de los que quedarán.
—Tengo que hablarle —se levanta Ángela mirando al coronel — Me gusta demasiado.
—Pero si apenas lo viste esta mañana —alega Alexandra.
—Amor a primera vista —nos guiña un ojo yéndose junto a él.
Todas se concentran en ella esperando a que el carácter de Christopher la devuelva a su puesto como siempre hace con Irina, pero pasa todo lo contrario. Deja que le hable, de hecho se muestra empático cosa que nunca se ve.
Los celos me carcomen las entrañas mientras la rabia me tapa los oídos «zorra» Mascullo para mis adentros presa de la ira.
—¡Tú! — le grita Angela al chico de veinte años que terminó de recorrer la pista.
Le indica que se acerque. Cumple con el llamado, es alto, musculoso y de pelo naranja. Hizo una prueba excelente.
—Tu nombre —le exige Christopher.
—Lorenzo Caistar, señor.
—¿Algún parentesco con Laurens Caistar?
—Es mi hermana.
—No tienen las mismas habilidades —se vuelve hacia nosotros—Inclúyanlo en la lista, quiero verlo en las selecciones finales.
—Muchas gracias señor...
Levanta la mano para que se calle.
—Callado te ves mejor, vuelve con tu grupo.
Angela le dice algo en el oído, es casi igual de alta él y no debe inclinarse en lo más mínimo para contestarle, solo sonríe y se marchan juntos.
No miro en qué dirección van ni qué están haciendo, mantengo la vista fija al frente intentando contener el ataque de histeria que amenaza con explotarme la cabeza.
Luisa me acaricia la espalda dándome ánimo.
—¡Siguiente! —grito.
De cuarenta solo pasan doce, se les avisa que pasarán a la segunda etapa, se les explica el paso a seguir y todo el mundo se marcha.
—Mi teniente, el capitán Parker la necesita con la teniente Hudge.
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La rabia no disminuye, creo que tengo una bomba la cual estallará en menos de nada. Es uno de esos momentos donde sientes que cualquier cosa sera el detonador que te explotara en un mayor de fragmentos. Alexandra se me une en el camino y agradezco que calle ante mi actitud.
—Buenos días capitán — saludamos a Parker.
—Sigan —ordena— Nos informaron que Leandro Bernabe recibirá a uno de los Halcones Negros en el hotel. No hemos montado un perímetro para capturarlo y armarlo en tan pocas horas no es oportuno, así que por órdenes del coronel dejaremos que se reúnan, uno de sus empleados instaló cámaras y micrófonos en el despacho.
—¿Quiere que lo espiemos en la visita?
—Si, el despacho y las áreas comunes están vigiladas por el centro de control de Linguini, espíen desde allí y tomen nota de todo lo que se diga. El aniversario se acerca y debemos saber a que nos enfrentarnos.
—Como ordene, señor.
—El hombre está llegando, así que muévanse.
El centro de control a cargo de Patrick está ubicado en el mismo piso donde yacen las oficinas del coronel y todos los capitanes. Paso por el cubículo de Laurens quien prefiere no levantar la cabeza para no saludarme, desde que le deje las cosas claras con Scott me evita todo el tiempo.
Patrick nos recibe saludando a su esposa con un beso en la boca invitándonos al panel general. El lugar es como tres oficinas juntas, tiene pantallas en todas las paredes y un equipo de monitoreo con tecnología de primera.
Las pantalla se enciende mostrando un estudio entapetado y me coloco los respectivos audífonos al ver que abren las puertas. Entra un hombre de estatura baja y cabello negro, vestido con un traje gris; Leandro Bernabé, lo he visto varias veces en fotos y en televisión haciendo propaganda política.
Tras él entran tres hombres, uno con barba y un chal blanco y otros dos con trajes negros y lentes oscuros.
—Leandro eres muy amable en recibirnos sin previo aviso —saluda él hombre con barba.
—Las puertas de mi hotel y mi casa están abiertas para ti, Samir— Leandro lo invita a tomar asiento mientras una mucama les reparte licor— ¿A que debo el honor de tu visita?
—Necesito refugio, la FEMF me está pisando los talones, Ali fue esta huyendo y necesito estar a salvo en lugar seguro.
—¿Qué hay de los Mascherano? Se supone que son socios ¿No?
—Si, pero la FEMF los tiene débiles y nos estamos tomándonos el tiempo necesario para reunir fuerzas consiguiendo armas y socios poderosos.
—Entiendo —le da un sorbo a su vaso de licor.
—Mi sobrino viene para acá, lo hirieron en Río de Janeiro.
—Puedo darles contactos que les provisionen las armas que necesitan, el aniversario del hotel es en unos días —propone Leandro— Capos latinoamericanos vendrán y podrán negociar.
Se saca un pequeño artefacto plateado del bolsillo, amplio la imagen e identifico que es una USB.
—Necesito que guardes esto en un lugar seguro. Es una copia que respalda la información contenida en la Palm de Antoni Mascherano, la otra mitad la tiene mi sobrino y no podemos dejar que caiga en las manos equivocadas.
—¿Por qué me lo entregas? —inquiere Leandro.
—No está a salvo conmigo ya que si la toma la persona incorrecta pondremos en riesgo a todos los socios que nos apoyan. Celebridades, políticos, narcos, mafiosos.
—Eso me incluye a mí.
—Obviamente, así que protégela con tu vida.
Leandro recibe lal USB yéndose al cuadro más grande del despacho, lo quita dejando al descubierto la puerta de acero de su caja fuerte. Introduce la llave y resguarda el artefacto plateado. Su invitado lo sigue cuando lo guía afuera con la excusa de querer mostrarle el hotel.
—Tenemos un motivo más para colarnos en la fiesta —comenta Alexandra mientras me quito los audífonos.
—Parker tiene que ver esto para saber qué medidas tomar —le pido a Patrick.
—Grabare una copia —saca una memoria del cajón apartándome del panel.
Me apartó dándole espacio para que haga su trabajo mientras su esposa empieza a comentarle temas relacionados con su hija.
Reparo el lugar ojeando todas las pantallas. Toda la central es vigilada por Patrick desde aquí y las cámaras abarcan todo; Oficinas, pistas de entrenamiento, cafeterías, prisiones temporales, pistas de aterrizaje... Es como un Dios que lo ve todo.
—Estás al tanto de todo lo que pasa aquí —me detengo en el panel principal. Una pantalla gigante que cambia de secuencia cada diez segundos.
—Casi siempre —responde desde su puesto— Tengo acceso a todo y puedo detectar un ataque aunque al enemigo esté a una hora de distancia.
Me concentro en el patrón de la pantalla mientras habla con su esposa. Soldados entrenando en la pista, Parker en su oficina, el general en una reunión, la cafetería atiborrada de gente, Laurens en su cubículo y Christopher en su oficina con Angela de espaldas sobre su escritorio follandola con la cara estampada en la mesa.
No puedo describir el impacto. El corazón me cae al piso mientras una oleada de calor me recorre hasta la última neurona. Algo se enciende dentro y un nudo del tamaño de una sandía me atraviesa la garganta y soy tan masoquista que coloco el dedo en la pantalla para que no cambie.
La tiene sujeta por la nuca. No puedo escucharlos, pero los gestos de ella son una clara demostración de gemidos sonoros.
—¡Coronel! —le leo los labios.
La suelta acomodándose la ropa y... Patrick apoya la mano en mi espalda apartandome la mano con cuidado e inmediatamente la secuencia cambia a la pantalla del jardin.
—Rachel...
Retrocedo, tropiezo con Alexandra y no la miro, estoy tan aturdida que tengo el cerebro a la deriva.
—Encárgate de lo que haga falta —digo— Tengo que irme.
—Espera...—intenta detenerme.
Salgo al pasillo con la ira carcomiendo todo. Quiero llorar, pero la rabia no le da paso a las lágrimas, la cara me arde, no respiro bien y su recuerdo no provoca más que náuseas.
Echo andar y Laurens se levanta cuando me ve.
—Teniente ¿Se siente bien?
La ignoro, miro la puerta frente a ella y quiero vomitar con el mero hecho de saber lo que sucede adentro. Apresuró el paso a la escalera, pero los de mantenimiento no me dejan pasar.
—No hay paso mi teniente —advierte uno de los empleados.
Me devuelvo y corro en busca del ascensor. Abren la puerta de la oficina de Bratt y no me fijo quien sale, solo continuo mi camino oprimiendo el botón del ascensor un trillón de veces por minuto. Hablan, me llaman y yo no hago más que oprimir el maldito botón.
—¡Rachel, ¿Estás bien?! —Bratt me toma la cara para que lo mire— Te estoy llamando y no me escuchas.
Me estoy desgarrando por dentro y duele como la mierda.
—No, no estoy bien —tiemblo tratando de contener el llanto— Yo ya no sé qué me pasa....
No duda en abrazarme y me aferro a la tela de la camisa estrechandolo con fuerza. Quiero y necesito que repare los fragmentos del corazón que rompí.
—¡Bratt! —gritan.
Entierro la cara en el pecho de mi novio, sé de quién es la voz y no quiero que me vea así.
—¡Sabes las reglas, eres un capitán da el ejemplo!
Bratt me suelta, me vuelvo hacia el ascensor oprimiendo una y otra vez el botón de las puertas de acero.
—Lo siento, Rachel no se siente bien y...
—¿Y quieres curarla apunta de arrumacos en el pasillo? Esto es una base militar no un centro de lloriqueos.
Me hierve la sangre, «Maldito y mil veces maldito»
—No volverá a pasar —se disculpa.
—¿No da la cara teniente James? —me habla a la espalda— ¿Cuántas veces tengo que ordenarle leer el reglamento? ¡Si no es capaz de controlar sus estados emocionales vaya...!
Exploto. Me giro y lo encaro.
—¡¿Que vaya a donde coronel?! Donde me vaya a enviar debemos ir los dos, porque la única que no es capaz de cumplir el reglamento aquí no soy yo—le grito— ¡No tiene ningún criterio moral de ordenarme que no abrace a mi novio en un pasillo, mientras usted se siga revolcándose con los soldados en su oficina!
La alemana no sabe qué cara poner y Bratt se pone de todos los colores.
—¡El ejemplo empieza por usted
—¡Se te olvida a quien le estás hablando Rachel James!
—¡Christopher!—interviene Bratt—¡No se siente bien deja que me...!
—Me siento perfectamente capitán, no es necesario que me defienda.
Abordó el ascensor dándole la espalda a todo.
—Estaré esperando la medida que quiera tomar contra mí. Castigo, sanción, expulsión ¡Lo que se le dé la gana!
—¡Sal de ahí! —me amenaza— ¡Si no quieres que...!
—¡Váyase a la mierda!
Las puertas se cierran, siento que llego abajo en fracción de segundos y lo primero que hago es huir al jardin en busca de aire.
—Pero ¿qué es lo que te pasa? —me alcanza Bratt.
—No sé —lloro— No contuve las ganas de decirle las verdades en la cara.
—Rachel, sé que no te agrada, pero es tu superior y tienes una carrera ejemplar aquí, no puedes arruinarla por odiarlo.
—Soy consciente de mis actos y no le tengo miedo —me limpio las mejillas.
—Hablaré con él.
—¡No! Que haga lo que tenga que hacer.
Me toma la cara entre las manos buscandome los ojos.
—¿Las acusaciones son ciertas?
—No voy a tocar ese tema contigo.
Apoya los labios en mi frente antes de volverme abrazar.
—Lo solucionaremos juntos ¿Vale? Ponga la sanción que ponga, estaré aquí para apoyarte.
Me estrecha contra su pecho y no hago más que impregnarme de su fragancia.
—Lulú recibió el regalo que te envié esta mañana —susurra.
—No es necesario que...
—Si es necesario —me obliga a que lo mire — Quiero pasar la noche contigo, llenarte de atenciones y que olvides todo lo que te aflige. Basta de llantos... Solo... Deja que te lleve al cielo como en meses atrás.
No lo merezco, se merece alguien que lo idolatre y corresponda todo lo que da.
—Quiero demostrarte lo mucho que te amo.
Asiento antes de fundirme en sus brazos. Estoy intentando tapar el cielo con las manos y temo a las consecuencias, al castigo a lo que se avecina.
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