CAPÍTULO 33
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El lago de los cisnes.
Rachel.
Después de comer, instalar el sistemas de seguridad, tomar una ducha y dormir toda la tarde, me preparo para recibir a mi nuevo guardaespaldas.
Jason dijo que llegaría a las siete y cumplió su palabra, a dicha hora Julio me avisó que alguien preguntaba por mí en la recepción.
Me atuso el moño frente al espejo y termino de abrochar las bailarinas del mismo color de mi vestido blanco.
Abro dándole la bienvenida y no es el hombre calvo y panzón que esperaba ver, por lo contrario, es musculoso alto y de buen parecer. Tiene el cabello castaño y la mandíbula cuadrada, la cual le aporta rudeza a su porte masculino.
—Señorita James —extiende la mano a modo de saludo— Soy Eliot Macguiver, Jason me envió.
—Adelante, por favor —me aparto para que siga— ¿Algo de comer o beber?
—Estoy bien así, gracias.
Lo invito al sofá y tomamos asiento uno frente al otro.
—Explíqueme qué es lo que desea exactamente.
—Bueno, básicamente vigilancia desde lejos, no quiero llamar la atención, debe ser alrededor del edificio y cuando salga.
—Entiendo, ¿Por qué motivo desea ser vigilada?
Me quedo en blanco sin saber que mentira inventar.
—Señorita, llevo cinco años trabajando para Jason, puede confiarme cualquier cosa —aclara— Debe tener presente que no puedo enviar hombres si no saben de que resguardarla.
—Bueno...
—También trabajé para la FEMF —añade sin preámbulos. Por lo que veo Jason no omitió detalles sobre mí— Para la central de Miami exactamente, tuve que retirarme después de una lesión en el brazo. Por eso Jason me encomendó su caso.
Le creo, Jason nunca enviaría a la persona equivocada.
—Ok, hace pocos meses tuve en un operativo el cual involucraba uno de los mafiosos más peligrosos del momento —explico—,aunque entre como infiltrada logro encontrarme e intentaron secuestrarme.
—Entiendo.
—No quiero que nadie sepa que me persigue ya que me exiliaran y por el momento no puedo dejar mi carrera tirada.
Le cuento detalles de lo sucedido, pregunta cosas sobre mi rutina diaria y me hace mostrarle fotos de las personas que no son ningún tipo de peligro para mí.
—La vigilancia no solo sera alrededor —explica— Debo poner, aunque sea un hombre adentro de manera prudente para no llamar la atención. Cuando salga tendrá cuatro hombres ubicados estratégicamente a su alrededor, nadie notara que la escoltan, pero estarán listos para cuando los necesite.
—Suena perfecto.
—Estaré a cargo de todo, tendremos un acuerdo confidencial. Entiendo su caso y me comprometo a no decir nada de lo pactado.
—Gracias.
—¿Puedo inspeccionar el lugar?
—Por supuesto.
Le doy un tour por todo el apartamento, le hablo sobre las cámaras de vigilancia que instale y sobre las personas que entran y salen frecuentemente.
—Podrá contar con la vigilancia mañana a primera hora —volvemos a la sala— Le iré presentando los hombres poco a poco ya que se estarán turnando para protegerla. Permítame su teléfono, por favor.
Deslizo el aparato sobre la mesa de vidrio.
—Su amiga también será vigilada, no corre peligro, pero no está de más prevenir que quieran usarla para algo en su contra, me llevaré las fotos de sus allegados para que mis hombres guarden la debida distancia cuando esté con ellos —aclara—Registraré mi número en su lista de contactos para que me llame si surgen novedades. Tenga claro que en el único momento que no puedo vigilarla es cuando este en las instalaciones de la FEMF y es importante que no salga sin su arma, nunca se sabe cuándo se presente la oportunidad de usarla.
Asiento y se levanta devolviendome el teléfono.
—Tenga la certeza de que estará a salvo mientras esté bajo nuestra vigilancia.
El timbre suena y ambos nos miramos. No espero a nadie y se supone que Luisa llega en dos días.
Me tenso en el acto, después de lo sucedido no puedo evitar que cualquier cosa signifique otro intento de Antoni para asesinarme.
—¿Espera alguien?
Niego acercándome al ojo de la puerta mientras Eliot se posa a mi lado con la mano pegada al arma que carga en la espalda.
Me paro en puntillas y mis talones caen al suelo cuando veo de quien se trata.
—No hay peligro —aviso más nerviosa de lo que estaba.
El miedo se va volviendo a la inquietud que provoca Christopher Morgan.
Abro la puerta y su perfecto físico es como un puño seco en el estómago. Tiene el cabello igual que esta mañana, aunque no viene con la misma ropa; trae pantalón negro, una playera blanca, un blazer oscuro y un Rolex de oro blanco resplandece en su muñeca izquierda.
Entra airoso como siempre y no pone buena cara cuando ve a mi nuevo escolta.
—¿Y él es? —pregunta Elliot confundido.
Obviamente no hable de Christopher y mi relación adúltera.
—Un amigo —trato de que suene sin importancia.
—La veré mañana, entonces —se despide el escolta.
—Si, que tengas buena noche.
Sale y Christopher se queda mirándome con los brazos cruzados.
—¿Como subiste sin mi autorización?
—Soy el coronel de un ejército espía, no necesito anunciarme para entrar a ningún lado —espeta— ¿Interrumpí tu cita?
—No era una cita, es un amigo de la familia ¿Y qué haces aquí? No recuerdo haberte invitado.
—Saldremos, así que busca un abrigo y acompáñame.
«No te me claves más, maldita sea» Tengo claro que los momentos dulces no compensan el trago amargo que surge después.
—No tengo ánimos para salir.
—Y yo no tengo ánimos para rogarte e insistir —se impacienta— Entiendo que estés cabreada por dejarte plantada, pero evitemos una discusión, por favor.
—Ya te dije que no me importo.
—Como sea —rueda los ojos—Trae el abrigo y vámonos, porque si sigues de terca llegaremos tarde.
—¿Tarde a qué?
—¡Solo ve por el abrigo! —me regaña.
Le hago caso y me voy al armario, soy consciente de que es una pésima idea, pero como la masoquista que soy, estoy feliz de ir a meter la pata.
Me pongo una cazadora y abro la cajonera en busca de mi arma, no tengo donde meterla sin que lo note, así que desisto de la idea. No creo que se atrevan atacarme mientras estoy acompañada del coronel de la FEMF.
Para cuando salgo ya no está en el vestíbulo. Apago las luces, activo la alarma y cierro la puerta.
Bajo a la primera planta y tampoco está en la recepción. Cruzo la sala de espera tomando nota mental de recalcarle a Julio lo importante de seguir mis órdenes al pie de la letra.
El frío de otoño me eriza las piernas cuando salgo a la calle, miro a todos lados en busca del Aston Martin y tampoco esta.
«Le pateare las bolas si tiene la imprudencia de hacerme bajar por nada» Las luces de una BMW S740 modelo 2017 se estaciona frente a mí. Él se quita el casco peinándose el cabello con las manos.
—¿Qué es esto?
—Una moto —contesta con sarcasmo— Sube que es tarde.
—Sé que es una moto, pero ¿cómo crees que voy a subirme con el vestido?
—Es de noche nadie lo notara —me ofrece un casco.
Esta impaciente y yo no quiero volver a subir así que me encaramo tras él dejando que se ponga el motor en marcha, el cilindraje es fuerte y debo aferrarme a su espalda.
La adrenalina es emocionante y la velocidad que desprende no me da miedo, por el contrario me encanta andar en este tipo de motos.
Las luces pasan frente a mis ojos y media hora después se estaciona frente al Royal Opera House.
Baja y toma mi mano entrelazando poniéndome las rodillas temblorosas. Nunca había mostrado tanta cercanía en público.
—¿Qué pasa? —pregunta.
La ilusión desaparece cuando me mira con el cejo fruncido.
—¿Es otro de esos momento donde tu cuerpo se congela y te vuelve un cadáver sin alma?
—No —sigo caminando dejando que me lleve al interior del teatro.
Avanzamos pasillo arriba.
—Ya que te debo una cita —se detiene frente al cartel que anuncia el espectáculo de Ballet "El lago de los cisnes"
Un nudo del tamaño de una toronja se me atraganta en la garganta. Me entierran una dolorosa daga en el centro del corazón perpetuando todo lo que siento por él.
—No te hubieses molestado...
—No es una molestia, quería compensarte —me da un beso en la coronilla— Vamos.
Entrega las boletas y nos conducen al palco privado, el pequeño sitio está decorado con cortinas, un sofá y cojines de terciopelo rojo. La vista al escenario es maravillosa y hay dos copas de vino en una pequeña mesita.
El se va directo a las copas y yo me pongo cómoda recibiendo el champagne cuando se deja caer a mi lado. Posa el brazo encima de mis hombros, se toma el licor y alza mi barbilla para besarme.
Nuestras bocas se tocan y automáticamente sus manos viajan al bajo de mi vestido acariciándome los muslos desnudos, Christopher no es de gestos suaves, va apretándome la piel mientras me come la boca y sube al elástico de mis bragas. Mi sexo presiente su cercanía encendiéndose cuando me toca por encima de la tela.
Contengo la respiración pasando saliva en tanto empieza a jugar con los bordes metiendo los dedos untándose de la humedad que desencadeno su cercanía.
—Quiero recoger todo esto con mi lengua—sigue untándose de mi excitación mientras acapara mi boca con un beso agresivo. El cuerpo mi cosquillea y dicha sensación se empeora cuando desliza las manos apoderándose de mis glúteos.
«Dios» Creo que puede invadirme de un solo tirón y mi sexo lo recibiría gustoso. Surgen las ganas de arrancarle la ropa y cabalgar hasta correrme.
Hablan en la tarima dando inicio a la presentación.
—Royal Opera House presenta el Lago de los cisnes.
Me aparto acomodándome la falda del vestido mientras me mira como si me hubiese salido algún cuerno.
—¿Que? —indago— No tiene sentido pagar un pastal de libras por un show que no veremos.
—El dinero es lo que menos me importa —me acaricia el cuello con la nariz tocándose la ereccion que esta a nada de romperle el pantalón— Gasto lo que sea con tal de tocarte.
Vuelve a ponerme la mano en la pierna y la aparto de un manotón.
—Amo este show y no voy a follar en el palco privado de uno de los teatros más emblemáticos de Londres.
Resopla como niño caprichoso acomodándose al otro lado de la silla y durante las dos horas siguientes no para de quejarse y rodar los ojos a cada nada murmurando sandeces entre dientes.
Por mi parte disfruto del espectáculo. Es hermoso, la música, el baile y la actuación . El escenario es deslumbrante; Lleno de luces, escenas extras y mágicos bailes que te hacen sentir como la protagonista.
No aparto la mirada de la tarima y apoyo los brazos en el balcón de madera hipnotizada con los bailarines.
El lago de los cisnes es el cuento que todas las niñas conocen en la infancia y pese a los años nunca deja de gustar. Mi madre me lo leyó infinidad de veces yo se lo leí a mis hermanas y si alguna vez tengo una hija ella también lo amara.
Acaba y me pongo de pie rompiendo en aplausos como el resto del público. Volteo a mirar a Christopher y está dormido con un cojín bajo la cabeza.
— Gracias —le beso la comisura de la boca para despertarlo.
—¿Ya acabo? —abre un solo ojo.
—Si, ya podemos irnos.
—Me alegra que te haya gustado, porque por mi parte casi muero de aburrimiento.
—No es aburrido, es un arte maravilloso.
—El único arte que me gusta es el de follar y no vi nada parecido.
El clima no esta de nuestro lado cuando salimos, empezó a llover y el viento esta fuerte.
—¿Porque diablos no traje el auto?
—Por qué querías dártelas de sexy motociclista e impresionarme.
Curva los labios en una candente sonrisa, el tipo de sonrisa que no me canso de ver.
—¿Funcionó?
—Si que si —junta nuestros labios y vuelve a tomarme de la mano llevándome hasta la moto.
Me acomodo tras él, pego el pecho a su espalda y dejo que se aventure en medio de la tempestad, la lluvia empeora y termino empapada y con el vestido pegado al cuerpo.
Siento un azote en el pecho al recordar que desde esta mañana no he pensado ni un solo minuto en mi novio, pero si en el hombre que sujeto justo ahora.
Antes ideaba un futuro todo el tiempo, pero ahora... Ahora siento que ninguna antigua ilusión me llena o satisface.
¿Donde esta el amor que veía como perfecto?
¿Las sonrisas que surgían cada que lo pensaba?
Siento que tomaron mi verdadera yo, la que ama a Bratt y la que estaba conforme con lo que le daba. Esta Rachel que veo aquí es una que desconozco, no es la Rachel que criaron mis padres.
Llegamos al edificio empapados y escurriendo agua por todo lado, me bajo y las ganas de invitarlo a pasar se quedan en el aire, no quiero preguntarle y recibir una de sus altaneras respuestas.
La lluvia le cubre la cara y del cabello le brotan gotas de agua cuando se lo peina con las manos.
—Gracias por la noche coronel.
—¿Solo dirás eso?
—Si.
—Podrías invitarme a dentro —sonríe con malicia— Es una buena forma de agradecer.
—Si, pero no es de una dama invitar a un caballero a sus aposentos —le devuelvo la sonrisa.
—No eres una dama.
—Ni tú un caballero.
Toma mi cintura llevándome contra él, dejándome a centímetros de su boca.
—Nena no tienes que pedirlo, yo sé que lo quieres.
Me mordisquea la barbilla poniéndome a temblar.
—Ese vestido me esta gritando que lo rompa —susurra apretando la tela.
Lo beso, aferro mis labios a su boca como si mi vida dependiera de ello. No me importa que amanezca con una neumonía mañana.
Me estrecha contra su pecho levantándome del suelo hasta dejarme a su altura haciéndome sentir como Allie Hamilton en el diario de Noah.
Entramos a mi apartamento en medio de besos urgidos y toqueteos lujuriosos. Me deja frente a mi cama y sus dedos van a mi cabello liberándolo de la banda elástica que lo ata. Da un paso atrás y lo observo desprenderse de la ropa a una velocidad alarmante.
Intento quitarme el vestido, pero no me lo permite ya que se viene contra mí dejándome de cara contra la pared. Sus manos viajan al cuello de encaje y su boca ataca la mia mientras lo rasga provocando que la lluvia de botones se expanda a lo largo del piso.
Me nalguea antes de alzarme llevándome a la cama cayendo conmigo en medio de besos ardientes que suben de tono «Agresivo» Los dedos se clavan en mi piel mientras su falo se refriega en mi sexo.
Nunca imagine apegarme a él, como te apegas a la persona con la que te atreverías a compartir el resto de tu vida.
Me llena la cara de besos pasándome los dedos por el cabello. La habitación esta iluminada solo con la luz que viene de afuera y puedo ver los ojos grises con destellos salvajes y las hebras negras que se le pegan a la frente.
Soy consciente de que el momento tarde o temprano acabara, que en menos de nada estaré de vuelta a la realidad. La cara me arde y joder... Creo que voy a llorar, se me esta saliendo el lado vulnerable y lo único que hago es esconder la cara en su pecho.
Fallo porque me toma el mentón obligándome a que lo mire a los ojos.
—¿Que pasa?
La pregunta surge con suavidad, pero yo tengo claro que a él no puedo abrirle el corazón. Lo beso, tomo su cara devolviéndole la fiereza que tanto usa conmigo.
Llevo las manos al elástico de su bóxer liberando el miembro largo, venoso y caliente preparado para atravesarme.
Juega con mis tetas mordisqueando una mientras pellizca la otra dándome lametones suaves de vez en vez y no pierde tiempo a la hora de descender por mis caderas y juguetear con mis bragas hundiendo los dedos en mi canal.
Logro el captar el chapoteo de sus dedos cuando juega en mi interior arrancándome leves gemidos.
—Me llevo las bragas —las arranca de un tirón subiéndose sobre mí apartándome las piernas para que le abra espacio.
Me besa entrando sin premura, llenándome y dilatandome con el tamaño que puede provocar el orgasmo con la mera invasión.Sujeta un puñado de mi cabello antes de empezar a embestir, pero el agarre no dura mucho ya que baja mi barbilla obligandome a mantener contacto visual mientras entreabre la boca arremetiendo con empellones fuertes y profundos.
Mis ojos no dejan de repararlo, no sé ni qué es lo que me enamora. Si la belleza sobrehumana, la vehemencia cargada de fuerza bruta o el voltaje que destila en momentos como estos. Le paso los nudillos por la cara convenciéndome de que en verdad existe. Ni en mis mejores prototipos había visto un rostro como el de él y eso me aflige, saber que va ser dificil sacarlo ahora que tengo las expectativas por los cielos.
Sus besos se vuelven exigentes, su lengua se torna persuasiva dentro de mi boca, me abraza a medida que se mueve dentro escondiendo la cara en mi cuello e inhalando la fragancia de mi perfume.
Los besos no cesan y la temperatura sube cubriéndonos con una leve capa de sudor.
Sale se arrodilla, toma mis caderas y abro las piernas para él dejando que me encaje en su cintura. Su peso cae en uno de sus brazos y con la mano libre acaricia a mis glúteos agarrándolos con fuerza mientras arremetes con empellones que desatan gemidos cargados de desespero.
Araño las sábanas presa de la infinidad de sensaciones que causa.
Todo es una agonía placentera, el sexo con Christopher Morgan se puede definir en tres palabras: Vehemente, salvaje y lujurioso. No te acaricia te quema, su tacto es fuerte como el de un lobo queriendo marcar a su presa. Estando bajo él, no puedes pensar, ni razonar simplemente me consumo en llamas ardientes de placer.
Apoya las manos a cada lado de mi cabeza, tiene los ojos oscuros y la mandíbula tensa mientras traza círculos con sus caderas provocando que mi sexo chorree sobre las sábanas blancas a medida que la fricción de la verga que me invade desatando sensaciones que bailan y viajan en mi epicentro creando los cimientos del orgasmo. Los ojos se me cierran cuando siento que lo alcanzo y...
—¡Mírame! —me exige— Déjame ver ese azul.
Me embiste con más fuerza y siento que va a partirme en dos. Aferro los dientes a mi labio inferior mientras me toma de la nuca acelerando las embestida soltando guarradas que solo me prenden más.
Las palabras indecentes se vuelven elogios eróticos que detonan el inminente y placentero orgasmo. Todo se dispersa, la oleada se apodera de mi mente y solo puedo pensar en él mientras ahoga el grito que emite mi garganta en tanto me dejo ir con su cuerpo tenso sobre mí y los chorros de su eyaculación en mi canal.
Hunde las caderas por última vez mordiéndome el hombro antes de bajarse.
—Estupenda como siempre —me besa los labios.
Se deja caer a mi lado estrechándome para que me ubique sobre su pecho, lo hago y nos quedamos en silencio durante minutos que me resultan eternos.
—¿Por qué llorabas? —pregunta de la nada.
Respiro hondo tratando de verme normal.
—No lo sé, a veces me pongo sensible por tonterías.
Entrelaza nuestros dedos y me besa el dorso de la mano. El cabello negro le brilla bajo la luz nocturna, eso y sus ojos plateados hacen estragos en mi patéticas hormonas enamoradas.
Se me acelera el corazón y las ganas de llorar vuelven a surgir.
—¿Estás sensible otra vez? —me besa la nariz.
—Christopher yo...
Prometí no decirlo, pero siento que debo hacerlo, si no lo hago me ahogare con todo lo que siento.
—¿Que?
—Creo que me estoy enamorando...
Posa los dedos en mi boca con una clara orden de "Calla"
—No digas cosas de las cuales te vas arrepentir.
Le aparto la mano.
—Escúchame.... —si solo me dejara hablar.
—Te estas dejando llevar por el placer de un buen polvo —me aparta sentándose en la cama.
—¡No es eso ! —replico— Tengo muy claro lo que estoy sintiendo.
—Tenemos un trato, recuérdalo.
Empieza a vestirse dándome la espalda.
—¿Como le explico a mis sentimientos que no puedo quererte?
—¡No lo digas! —vuelve a interrumpirme.
—Pero es verdad...
—Rachel, me gustas, pero no somos nada, tienes novio y yo estoy casado.
—¿Ahora te importa tu relación con Sabrina? Tienes tanto miedo a que te quie..
—¡Que no digas nada! —termina de vestirse— Solo déjalo así, estás confundiendo lo que como adultos teníamos claro.
Su respuesta me comprime por dentro, pero aun así, no soy capaz de callarme. Necesito saber que siente él.
—Me voy y haré de cuenta que no dijiste nada.
—¿Lo nuestro no significa nada para ti? —sé que es la pregunta más masoquista que he podido formular.
Se vuelve hacia mí con la mirada fría dejándome peor de lo que estaba.
—No —dice— Yo no cambio parámetros y para mí es lo que pactamos; Sexo momentáneo.
—Pero...
—Sexo momentáneo Rachel —sus palabras son cuchillas afiladas que se me entierran en lo más profundo— Te creí inteligente, pero ya veo que no eres una mujer de palabra.
Recoge el móvil, la chaqueta y sale estrellando la puerta.
El corazón se me vuelve diminuto, pero ¿qué otra cosa esperaba? ¿Qué me dijera que siente lo mismo?
Me vuelvo un ovillo bajo las sábanas llorando sin poder describir todo el peso que me abarca, he tocado fondo y ahora. Ahora sencillamente no sé cómo desaparecer esto.
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Despierto en la misma posición que me quede dormida; Vuelta un ovillo y desnuda entre sábanas blancas.
Me duele la cabeza, siento los ojos pesados y el corazón me da un vuelvo cuando me percato de la hora. 9: 30, ya era para que estuviera en el comando.
¡Maldita sea! Aparte de que no voy a trabajar tres días me doy el gusto de llegar tarde. No puse la alarma, ni siquiera me molesté en desconectar el IPhone que cargaba en la cocina.
«Más problema, más estrés y más regaños que van a empeorar mi día de mierda»
Mientras me baño siento rabia conmigo misma ¿A que carajos juego? Soy tan patética enamorándome de mi amante. Restriego el jabón contra mi piel, necesito que su aroma desaparezca y las lágrimas me traicionan al recordar la sequedad de sus palabras.
—¡No! —me regaño en voz alta— ¡No más llanto!
Salgo, meto las piernas en un vaquero entubado azul y me enganchó la primera blusa que encuentro. Calzo mis botas, arreglo mi bolso y alisto mi arma.
El mal genio no me ayuda, quiero convertirme en una avestruz y enterrar la cabeza en un hueco por tiempo indefinido. Me dejo caer en la cama, es tarde pero no quiero salir a enfrentar la realidad.
«Voy a entrar en pánico»
Respiro hondo tratando de actuar como una persona madura y dejar de lamentarme. Debo seguir, no soy una niña, tengo veintidós años. No puedo dejar que un hombre me amargue la vida.
Con un 1% más de ánimo me levantó enganchándome el bolso en el hombro. Debo pedirle a Eliot que me acerque a la central, no tengo auto, la moto está en el comando y no puedo correr el riesgo de tomar un taxi.
«No lleva ni un día y ya lo voy a coger de chofer»
No doy cuatro pasos en el pasillo cuando recibo el impacto que desencadena la presencia del hombre que yace en la mitad de mi vestíbulo, de brazos cruzados y con un manojo de llaves colgando de sus dedos.
Me mira con ojos esmeralda brillante y su mera presencia es como intentar mirar el sol a plena luz del día, el aire se me atasca y mis neuronas se bloquean poniéndome al borde del colapso.
—Bratt —es lo único que logran articular mis cuerdas vocales.
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