CAPÍTULO 32
Verdades amargas.
El restaurante de Darío está en el epicentro de la ciudad y es famoso por la deslumbrante vista que tiene del río Támesis. La zona es tranquila, se puede caminar por las calles empedradas escuchando el dulce sonido del agua fluyendo bajo los canales.
Muestra el verdadero lado romántico de Londres, es bueno cuando se quiere ser discreto ya que el establecimiento no es muy llamativo a la vista y normalmente maneja los mismos clientes de siempre.
Anteriormente era una casa y el propietario no le quito dicho aire, conservó el balcón repleto flores que cuelgan desde la segunda planta hasta la puerta principal.
Siempre vengo con Luisa en nuestro cumpleaños y fechas especiales. Las veces que intente invitar a Bratt se negó alegando que no le gusta la pasta ni la pizza.
Darío me saluda desde el mostrador cuando me ve, me acerco saludándolo con dos besos en la mejilla, pregunta por Luisa y me da la mesa que tiene mejor vista.
El violen llena el ambiente con melodías suaves. La camarera llega con la carta.
—No ordenare nada todavía —le digo— Estoy esperando alguien.
—¿Vino? —pregunta.
—Sí, tinto y dos copas por favor.
—Vale —se marcha.
El aire francés esta adornado con mesas pequeñas de manteles rojos que sostienen candelabros de velas blancas.
La chica trae el vino y vuelve a marcharse. Son las ocho y empiezo a cuestionarme el haber llegado tan temprano.
Me entretengo mirando los turistas que pasean en canoas. El lugar se llena y la campanilla de la puerta resuena cada que alguien abre la puerta.
Tomo una copa, el tiempo pasa y mi cita no da señales por ningún lado. Texteo con Luisa quien envió fotos con Simón en Santorini especificando los lugares donde se llevará a cabo el matrimonio.
La campanilla suena y automáticamente levanto la cara, entra un hombre alto con gabán y por un par de segundos aparece un rayo de esperanza, pero dicho rayo desaparece cuando una chica se le cuelga del brazo y él se inclina para besarla.
El reloj marca las diez y cuarto, se derritieron las velas y me acabe media botella sola. La camarera se acerca a llenarme la copa.
—Déjalo así —la detengo— Parece que me han dejado plantada.
Me mira desilusionada.
—Acabo de salir la última pizza de la noche ¿Desea probarla?
Sacudo la cabeza, el vino y la decepción llenaron mi estomago por hoy. Cancelo la botella, recojo mi abrigo echando andar a mi casa.
Camino por las calles empedradas asimilando que aparte de dejarme plantada volví a perder la dignidad frente a él
Yo, la Rachel que presumía no ser el tipo de mujer que se humilla ante un hombre, la que odia a los arrogantes y egocéntricos. Esa misma Rachel está caminando sola por las calles de Londres con una mezcla de emociones que no quiero entender.
Tomo un taxi a casa. Lulú tiene las luces de su tele encendida y procuro no hacer ruido para que no salga y empiece con charlas que terminan a la media noche.
Me arroja a la cama con ropa y zapatos, el pecho me arde, en especial el corazón. Duele saber que mi malestar no es solo porque me dejo plantada, ni porque me rechazo, porque eso ya lo ha hecho infinidad de veces. Lo que me jode es que lo que para él es solo sexo, para mí se convirtió en algo más.
No tiene sentido ignorar lo que ya sé, pese a mi amor por Bratt y el miedo de todo lo que se me viene encima, no puedo ocultarlo y mentirme a mí misma.
Los pensamientos, la aceleración de mi corazón, el que cada segundo lo extrañe, piense y quiera estar a su lado. El preocuparme y el que me duela que no me vea con los mismos ojos que lo veo yo, significa una sola cosa; Estoy enamorada de Christopher Morgan.
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Mi mañana empieza con rancheras por parte de mi empleada, el estéreo y su voz cantando a grito herido me levanta a la fuerza de la cama. Tampoco es que haya estado en un sueño profundo, me la pase dando vueltas en la cama analizando mi decadente situacion.
Tomo una ducha y trato de que el agua fría me despabile, este tipo de dias suelen ser largos y tediosos. Lo de anoche me tiene preocupada y estoy empezando a creer en aquel dicho de "No se borra de la mente lo que se tiene aferrado al corazón."
Al menos di el primer paso reconociéndolo, ya se me ocurrirá qué hacer más adelante, por ahora tendré que tomar las cosas con calma y evitar hacer el ridículo a como dé lugar.
A lo mejor las mariposas desaparecen cuando vuelva Bratt. Es el único que puede borrar todo, ha sido el amor de mi vida por años, quién más que él para eliminar mis confusos sentimientos.
El ruido se intensifica cuando abro la puerta, el pasillo esta relucientes y huele a lavanda. Lulú está detrás de la barra de la cocina con una taza de café en la mano, trae un vestido azul acampanado con un escote en V que se ata a su cuello.
—Que radiante estas hoy —saludo sentandome en el banquillo alto.
—Lástima que no pueda decir lo mismo. Se ve fatal.
—Lo sé —lo note cuando entre al baño, parezco un oso panda con las ojeras que me adornan los ojos— Últimamente he tenido mucho trabajo.
Me pasa una taza de café y una bolsa de cruasanes recién hechos.
—Hay que llenar la despensa —me entrega una lista de víveres.
Le echo un vistazo por encima y rebusco dinero en mi billetera.
—No se moleste —me detiene— Esperaba que usted pudiera traerla. Adelante los quehaceres de los próximos cuatro días, ya que no estaré.
—¿Todos se han puesto de acuerdo para dejarme sola?
—Ya se lo había comentado a la señorita Luisa y estuvo de acuerdo, iré a un retiro de solteros.
—¿Retiro de solteros? ¿Cómo te enteras de ese tipo de reuniones?
—En distintas páginas de la web. Será a las afueras de la ciudad —comenta emocionada— No hay nada de qué preocuparse el sitio es confiable.
No es que la necesite mucho últimamente paso tiempo completo en la central.
—Todo está listo, la ropa esta lavada y planchada, limpie las ventanas y sacudí el polvo, solo hace falta llenar la despensa.
—Lo haré cuando tenga tiempo —meto la lista en mi bolso— Suerte con el retiro.
—No se tomo el café —señala la barra.
—No tengo hambre —me despido y cierro la puerta.
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Conduzco el volvo al ritmo de Adele, John Lennon y Passenger. Paso por el código de seguridad, me cambio y me voy a mi oficina.
—A trabajar —Dominic deja caer un folder de cuatro kilos sobre mi escritorio.
Está recién bañado, afeitado y oloroso. Por muy mal que me caiga no puedo evitar reconocer cuando se ve bien y la mirada de mis compañeras no desmiente mi apreciación.
—Como ordene capitán —trato de ser amable. Mi energía últimamente está más enfocada en hacerme sentir miserable.
—Te ves fatal, las horas que les día ayer era para que descansaran y no estuvieran aquí con aspecto de zombi del día de los muertos vivientes.
Por supuesto que eran para eso, pero lastimosamente las mías fueron desperdiciadas arreglándome y esperando una cita que nunca llegó.
—Necesito que estén despiertos y activos, hay un millón de cosas por hacer. El coronel está en Cambridge, no dijo cuándo volverá, pero dejó un montón de órdenes que hay que cumplir al pie de la letra.
—Solo dígame que hay que hacer y con gusto lo cumpliré.
—Te enviaré todo a tu email.
Se marcha y a los pocos minutos llegan las órdenes del día.
Órdenes que me toman dos días, entre reentrenamientos, trabajo de inteligencia, interrogatorios, investigaciones y múltiples intentos por comunicarme con Bratt.
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Dos dias después.
Estoy exhausta y quiero ir a casa a ver tele y dormir como mínimo doce horas. Debo aprovechar el que Parker este de buen genio dejándome volver mañana a mediodía.
Sigo sin hablar con Bratt y eso es otro kilo de preocupación, tambien tengo síndrome depresivo masoquista. Si, de ese que te patea los ovarios cuando te enamoras de quien ni te mira, pero sigues ahí dele que dele sufriendo en vano.
Conduzco con el estéreo apagado.
—Tiene poco combustible teniente —avisa Vicky.
Esta en lo cierto, la aguja del tanques está a pocas rayas de caer en rojo, así que de mala gana me detengo en la primera gasolinera que encuentro.
Re rebusco dinero en mi bolso mientras el personal llena el tanque. Me encuentro con la lista de Lulú y aprovecho para salir de la tarea de una vez.
Visito el super con los codos apoyados en el carrito de víveres escogiendo lo que llevare.
Hay fila a la hora de pagar así que me entretengo viendo un ejemplar de la revista novias, necesito darle nuevas ideas a Luisa y dejar de ser una pésima madrina
Me impacienta el zapateo de alguien atrás. Disimuladamente volteo reparando la apariencia de espartano con casi dos metros de estatura, piel oscura y cabeza rapada con traje y lentes negros.
«¿Quién diablos trae lentes oscuros a esta hora?» Vuelvo la vista al frente, es mi turno de pasar a la caja.
Paso los víveres y vuelvo abordar el auto. Aliviada porque al fin podré ir a sentirme miserable, enciendo el motor y conduzco a casa.
La carretera está vacía, los párpados me pesan sacando a relucir el cansancio de estos días, el agotamiento es físico, mental y sentimental.
En esta etapa de mi vida he llegado a entender que no es tan fácil decir no cuando vas en el camino equivocado.
He pensado en los amantes de círculos viciosos, ahora sé que es dificil voltear la cara y el corazón cuando traicionas por partida doble engañando con personas allegadas. Estoy segura de que Bratt jamás se imaginara que tuve la desfachatez de acostarme y enamórame de su mejor amigo.
Todos queremos lo que no se puede tener, somos fanáticos de lo prohibido, por el simple hecho de que siempre tiene un sabor único y especial. «Benedetti cuánta razón tienes»
Algo se estrella en la parte trasera del Volvo soltando una descarga eléctrica que pone a parpadear el IPhone sobre la guantera. La pantalla de Vicki se enciende y apaga cuando freno en seco al escuchar el estruendo provocado por el motor.
Salgo y hay humo por todo lado, justo cuando se piensa que las cosas no van a ir peor, la vida te atropella y te pasa el auto por encima.
Rodeo el auto buscando el sitio donde sentí el impacto y hay una abolladura, un circulo metálico del tamaño de un vaso parpadea sobre el. Intento arrancarlo, pero esta adherido al metal.
Me acerco para identificar el objeto y siento una punzada en la espina dorsal al reconocer lo que es, me voy de espaldas cayendo de culo en el pavimento.
Es un Jpix; dispositivo creado para robarle la energía a cualquier automotor en segundos. Es usado por la FEMF, grupos insurgentes y bandas delictivas.
Me abrazan por detrás inmovilizándome los brazos, no puedo ver quien es solo siento el pecho duro y los brazos que me rodean.
—Al fin se deja capturar la ratita —dicen con acento ruso.
Lucho por zafarme, pero me alzan estampándome contra el vidrio de mi propio auto.
—Llévese todo lo que quiera y déjeme en paz —forcejeo.
—Sabes muy bien que esto no es un robo —me habla al oído— El señor Antoni está ansioso por verte.
Sus palabras me arrojan al vacío. El corazón se me estrella contra el tórax e imágenes de mis compañeros torturados pasan por mi cabeza como el trailer de una película de terror.
Mi muerte esta sentenciada, de eso no hay duda.
Le lanzo un codazo al estómago, el agarre se vuelve débil y aprovecho para correr en busca de mi arma.
Logro verle la cara, es el mismo hombre que estaba detrás de mí en el supermercado, intento entrar en el auto, pero me saca arrastras por el cabello.
—¡Ayuda! —grito al ver que un auto se acerca.
Intentan detenerse, pero el hombre que me sujeta saca un arma y apunta, el vehículo no se inmuta y sigue su trayecto mientras el agresor me toma de la nuca estrellandome contra el capo.
—No pongas resistencia que con eso solo perdemos tiempo —susurra en mi oído— Tus horas están contadas ratita.
Lanzo un rodillazo al pecho y un puño a la cara, da un paso atrás e intenta tomarme, pero ruedo encima del auto esquivando su agarre, caigo, me levanto y emprendo la huida por la carretera desolada.
Si tan solo hubiese hecho caso a las advertencias de mi papá no estuviera corriendo indefensa y sin ningún tipo de ayuda.
Un camión se detiene al ver la persecución. El hombre que lo conduce abre la puerta para que suba e impulso mi cuerpo poniendo el pie en el escalón, pero soy halada por la capota de la sudadera.
—¡Suéltela! —le exige el hombre que conduce.
Mi captor saca un arma disparándole al espejo retrovisor.
—Esta pelea no es suya amigo.
El hombre se queda en blanco con las manos en el volante.
—¡Váyase!—le pido, no me perdonaría que gente inocente muera por mi culpa.
El camión se pone en marcha con la puerta abierta mientras vuelvo a forcejear, es cuestión de vivir o morir, así que me retuerzo bajo su agarre y me estrella contra el asfalto pateandome las costillas.
Intento incorporarme y el hombre lanza otra patada que esquivo devolviéndole la maniobra, le doy en los testículos chilla de dolor y aprovecho para desarmarlo. Me preparo para apuntar y me atropella lanzándome al suelo mientras forcejeamos, intenta arrebatarme el arma que se dispara varias veces en la lucha.
Las luces y sirenas de la policía iluminan la carretera logrando que el hombre me suelte emprendiendo la huida.
Vuelvo a levantarme, no puedo matarlo, pero si inmovilizarlo. Enfoco el cuerpo enfundado en el traje negro, pongo el dedo en el gatillo y...
—¡Alto! —gritan atrás— ¡Tiene prohibido disparar!
Pierdo el enfoque cuando el hombre desaparece en la oscuridad.
—¡Arma al suelo y manos a la cabeza!
Hago caso volteando lentamente. Hay dos patrullas con ocho policías, las dos con las puertas abiertas de par en par con sus ocupantes resguardados detrás del metal.
—¡El sospechoso esta huyendo! —grito.
—¡Silencio!
Un hombre se me viene encima y las esposas plateadas brillan en su mano cuando me ata a ellas dejándome de cara contra el pavimento.
—Escuche, mi auto esta metros más adelantes, acaban de ...
—Será detenida por arremeter contra un ciudadano en plena vía pública, tiene derecho a guardar silencio, a una llamada telefónica y a un abogado.
Lee mis derechos sin respirar y sin preguntarme el porqué de mi situación. Por cosas como estas la FEMF no se la lleva con la policía.
Esposada y con las sirenas encendidas me llevan a la comisaría central de Londres.
Me sacan del auto quitándome los cordones de los zapatos, los pendientes, el reloj y el brazalete.
—Necesito hablar con el teniente al mando.
—No esta —responde uno de los policías.
—Entonces con el oficial a cargo.
—Te encontramos con las manos en la masa, no tienes derecho a exigir nada.
—¿Qué hay de mis cosas? ¿De mi auto, mochila y cosas personales?
—El auto será incautado en busca de pruebas, al igual que sus cosas.
—¿Que pruebas? —alego— Casi me matan y en vez de ayudarme me están metiendo en prisión.
Tuerce la boca.
—Todos los capturados dicen ser víctimas
Me arrojan a un calabozo lleno de mujeres y todas me miran como carne en una manada de lobas hambrientas formando un circulo a mi alrededor. La mayoría trae vestidos cortos y medias en malla. Prostitutas en su mayoría.
—Quítate la ropa, linda —pide una.
—No me llames linda —me defiendo— Y a decir verdad, no me apetece desnudarme frente a ustedes.
—Tiene agallas — se burla una de cabello naranja y dientes chuecos.
—Los zapatos primero.
—¡No!
La primera saca un puñal sin sopesar con quien se esta metiendo.
—No quería hacerlo, pero me estas obligando.
Se me arroja encima con cuchillo en mano y la hoja corta el aire cuando intenta pasármela por la cara. Le alcanzo la mano a medio camino y la tomo por el cuello mientras el lugar se vuelve una algarabía cuando la llevo contra la pared.
—¡No quiero problemas! —le ladro— Así que no desperdicies tu energía conmigo.
La suelto e inmediatamente vuelve atacarme, le quito el cuchillo colocándoselo en la garganta sacandole un hilo de sangre.
—Dije que no quiero problemas —le repito— Me sentaré en el asqueroso piso a la espera de salir de esta mierda y no quiero que tú ni ninguna de tus amigas me joda la puta vida, ¿Entiendes?
—Si —palidece.
La suelto metiendo la navaja en mi sudadera. Me dejo caer en el piso con la espalda contra la pared.
El circulo se desvanece e ignoro a las que me miran mal. Tengo problemas más grandes en este momento, como para ocuparme de un nido de golfas.
Era obvio que algo como esto pasaría, debí verlo venir Antoni Mascherano no se quedaría quieto. Casi lo mato y ellos no son el tipo de personas que se quedan con cosas así, y lo peor es que estoy sola en esto porque la FEMF no puede enterarse de que me persigue.
Me exiliarían y sus exilios no son alentadores, duran años. Años, que son un retroceso en mi carrera, años sin ver a mi familia, si es que vuelvo a verla algún día.
«Debo capturarlo y tomar la delantera»
—¡Rachel James! —llama uno de los guardias.
—Soy yo— me levanto pegándome a los barrotes.
Ya amaneció y espero que al fin hayan escuchado mi petición de hablar con el superior a cargo.
Abren la puerta guiándome a la sala de interrogatorios.
—No es necesario que exageren —me quejo cuando me sientan esposándome una silla.
El guardia no contesta, solo le da paso a un hombre bajo y canoso que entra bebiendo café.
Lo conozco, es el teniente del cuerpo policial de Londres, el mismo que ha tenido varios roces con capitanes y coroneles del comando.
—Un agente de la FEMF —dice arrojando mi placa sobre la mesa— Fui informado de su situación, pero muero por escuchar su versión.
—Intentaron robarme y puse resistencia —miento, ratificando el resumen que di hace unas horas— El hombre se enfureció, me ataco y me vi obligada a defenderme.
—El informe de mis oficiales dice otra cosa.
—Sus oficiales no saben ni donde están parados. Me agredieron y lo único que hice fue defenderme, el agresor esta libre y se dieron el lujo de apresar a la persona equivocada.
—No puedo dejarla libre hasta que se esclarezca la situación.
—No tengo por qué estar aquí siendo tratada como una criminal altamente peligrosa —replico—Tengo permiso para portar armas y si cometí algún delito es la FEMF quien debe juzgarme, no ustedes.
—Ustedes y su hermoso talento de querer exigir y darle órdenes a todo el mundo—se ríe— Si mal no recuerdo por culpa de su coronel tuve la primera sanción en mi larga carrera como policía por algo totalmente injusto.
—Los asuntos que tenga con mi superior resuélvalos con él, no conmigo.
—Tiene razón, pero de igual forma no puedo dejarla libre. Debemos asegurarnos de que no sea un peligro para la sociedad.
—Sabe que no lo soy, si lo fuera no estuviera en la FEMF.
—Aun así, debo investigar, y las investigaciones llevan su tiempo. Días o semanas tal vez. Mientras tanto seguirá encarcelada.
—Necesito hablar con mi abogado y hacer la llamada que por derecho me corresponde.
—Luego. Enrique —le habla al hombre que me trajo—Llévala a una celda aparte, no quiero que se sienta incómoda en su estadía.
—No se equivoque teniente —le advierto mientras el policía suelta mis esposas—Saltarse el conducto regular puede traerle sanciones peores a la que ya tuvo.
—No me amenaces criminal sexy, recuerda que aquí todo puede ser usado en tu contra.
Me llevan a una celda aparte y sigo preguntando cual fue el puto duende que mate como para tener tan mala suerte.
Todo estaba tan bien y ahora estoy enamorada del mejor amigo de mi novio, mi vida va de mal en peor y tengo a un mafioso respirandome en la nuca.
Me acuesto con la mirada fija en el techo ¿Y si todo es un mal sueño? Debe serlo a nadie le puede ir tan mal en la vida.
Cierro los ojos e intento calmarme, de convencerme de que el paso de las horas me traerá buenas noticias. Para cuando despierto ya es de noche, tengo el cuerpo tullido, acalambrado y el estómago me ruge preso del hambre.
Me acerco a los barrotes de hierro.
—¡Oiga! —llamo al guardia—¿Podría comer algo? Estoy aquí desde anoche y...
—Esto es una comisaría no un restaurante, si quiere comer algo tendrá que esperar a llegar a la penitenciaría o a que uno de sus familiares le traiga alimentos.
—No pueden traerme comida si no saben que estoy aquí.
—Ese no es mi problema —vuelve a marcharse.
—¡¿Puedo hacer mi llamada obligatoria?! — le grito.
—No tengo órdenes de permitirle hacer eso.
El amanecer llega, estoy peor que antes, no he comido, no me han dejado avisarle a nadie que estoy aquí y no quiero imaginarme el regaño de Parker cuando llegue.
Las horas pasan, me siento débil lo único que he podido conseguir son botellas de agua brindadas por el guardia de turno.
La noche llega y lloro vuelta un ovillo sobre mi áspero colchón, tengo hambre y ganas de volver a casa.
—¡Rachel James! —me llaman.
Me levanto mareada.
—Se le dará permiso de hacer una llamada —avisan
Me sacan llevándome a un pasillo aparte donde hay un teléfono pegado a una pared.
—Tiene dos minutos —me advierte la mujer.
Pienso a quien llamaré antes de descolgar la bocina. No tengo mi móvil y son muy pocos los números que me sé, entre esos está el de Luisa, pero sigue en Santorini no puede ayudarme y mis padres tampoco son una opción.
Descuelgo el teléfono marcando el número de mi única esperanza, repica cinco veces antes de que contesten.
—Hola —siento que el alma me vuelve al cuerpo cuando escucho la voz de Harry.
—Harry, soy yo Rachel —la voz se me quiebra.
—¡Por el amor de Dios, ¿Dónde carajos estás metida?! —me regaña— Te he llamado mil veces...
—Estoy en prisión, no me había podido contactar con nadie.
—¡¿Qué? ¿Porque?!
—No tengo tiempo de explicarte nada, solo necesito que vengas por mí, el teniente del cuerpo policial no me quiere transferir ni dejar ir.
—Rachel, no estoy en Londres hasta pasado mañana. Alexandra, Parker, Laila y yo estamos investigando la casa solariega de Leandro.
Mi rayo de esperanza desaparece, no me creo capaz de soportar dos días con el estómago pegado a las costillas.
—¡No me dejes aquí, por favor! —sollozo.
—Escucha voy a...
La comunicación se corta dejando un pitido ensordecedor en la bocina.
—Se acabo el tiempo —avisa el guardia.
—Pero no han pasado dos minutos —alego.
—¡Se acabo! —me arrebata la bocina arrastrándome a la celda.
En verdad no me creo capaz de seguir en este infierno.
—¡Necesito hablar nuevamente con el teniente! —pido.
—Ya tuvo su oportunidad, así que no moleste.
—¡Pero no ha solucionado mi situación, fui encerrada de forma injusta!
—Todos dicen lo mismo, no puedes hablar con nadie si él no lo autoriza —espeta— ¡Vete a tu cama y deja de hacer berrinches, incómodas a los otros presos!
Me siento en el colchón y las lágrimas no se contienen, tengo tanta rabia reprimida, estos hijos de puta son unos idiotas.
Me acuesto y cierro los ojos a lo mejor si no los abro por un largo tiempo los días pasaran y mi amigo vendrá por mí.
—¡Rachel James! —vuelven a llamarme.
No sé qué horas es ni cuánto dormí, pero tengo una migraña de pesadilla.
—¿Sí? —me levanto mareada.
El hombre que me llama no habla, solo abre la celda y me pone las esposas llevándome fuera sin dar explicaciones
Da dos golpes con el puño cerrado pidiendo entrada a la sala de investigaciones.
No sé si estoy teniendo un sueño o tantas horas sin comer me están causando alucinaciones, solo sé que recibo una bofetada mental que me quita el sueño, la debilidad y el dolor de cabeza cuando veo a mi coronel cruzado de brazos al lado de la mesa.
Sus ojos me reparan y mi cerebro hace un repaso mental de lo mal que debo verme; con ropa de dos días, despeinada y oliendo a mi sucia celda.
Me siento diminuta a comparación de lo bien que luce él, con vaqueros negros una camiseta del mismo color, chaqueta marrón y el cabello húmedo cayéndole en las cejas.
El policía me empuja adentro, hay otro hombre en la habitación. Un moreno con barba y traje azul oscuro.
La mirada que tanto me atormenta pasa de mis ojos a encima de mi cabeza.
—¿Por qué esta esposada? —pregunta—Que yo sepa no ha masacrado a nadie, ¿O sí?
—No coronel —carraspean a mi espalda.
Es el teniente del cuerpo policial.
— Pero si fue encontrada detonando un arma en plena vía pública.
Toman asiento uno frente al otro.
—¿Por qué la FEMF no sabe de esto?
—Intentamos contactarlos y no hubo respuesta de nadie.
Christopher se frota la sien tensando la mandíbula.
—No me crea imbécil teniente, no se han comunicado con nosotros, si lo hubiesen hecho mi agente no estuviera aquí.
—Bueno, di la orden que lo hicieran si mis hombres no obedecieron no es mi responsabilidad.
Se le come con los ojos apoyando las manos en la mesa.
—Me la llevaré, así que emita la orden de salida.
—No va ser posible coronel, los hechos aún no se esclarecen y ...
Lo sujeta del cuello impidiéndole terminar, arrastrándolo por encima de la mesa dejándolo a su altura.
—¡No hay nada que esclarecer, ya dio su testimonio y al área de investigativa corroboro que intentaron robarla y por eso detonó el arma!
—No me puedo saltar el conducto regular.
—No tiene ningún derecho de hablarme sobre el conducto regular, encarceló a un agente de mi entidad privándole los derechos básicos y tampoco avisó a las personas correspondientes para que se hicieran cargo del caso.
—No puede quedarse aquí—añade el hombre moreno—Tengo a su superior en la línea disculpándose por lo sucedido.
El hombre palidece bajo el agarre del coronel.
—Yo, yo...—balbucea.
—Va firmar la puta autorización —lo amenaza— Si no despídase de su carrera en la policía.
—Como ordene señor —pasa saliva.
—Y quítele las esposas —lo suelta.
Me liberan las manos.
—Llévala por sus cosas —ordena el teniente arreglándose la camisa.
Me mueven a la primera planta y me entrega mi mochila, el arma, la placa, la billetera y el móvil que se ha quedado sin batería.
Reviso que todo esté en orden.
—Tenía dinero en mi billetera —le reclamo al hombre detrás del mostrador.
—No mienta, aquí respetamos las pertenencias de cada quien.
—¿No me diga? —inquiero con sarcasmo—Todas las pertenencias menos el dinero.
—Si tiene alguna queja puede exponerla allí —señala una fila de cien personas.
—Olvídelo.
Recojo mis cosas, firmo los debidos documento e intento irme con mi mochila abrazada.
—¡Rachel! —gritan a mi espalda mientras atravieso el umbral.
No gano nada ignorándolo por muy ardida que este, hacer caso omiso de su llamado es mostrar mi inmadurez y reconocer que estoy molesta por haberme dejando plantada y no puedo ser una mala agradecida porque gracias a él estoy libre.
Volteo, está bajando las escaleras con el moreno que lo acompañaba.
—Gracias —digo cuando lo tengo de frente.
—Ten, debes estar hambrienta —el hombre moreno me entrega una bolsa con emparedado.
—Se lo agradezco.
—Andrés Dávila, abogado y fiscal —se saca una tarjeta del bolsillo— Me encargue de su caso. Su auto fue incautado y se lo entregaran en un par de días.
—Gracias por la ayuda —recibo la tarjeta.
—Te llevare a tu casa —habla Christopher— Andrés infórmame de cualquier novedad
—Por supuesto, te llamaré más tarde —se despiden.
Se va e inmediatamente se aferra a mi brazo.
—Puedo tomar un taxi —no tengo dinero aqui,pero si en casa.
—Ya dije que te llevaría.
Me arrastra al DB11.
Abre la puerta del copiloto para que entre, me siento con la mochila abrazada sobre el pecho. El interior huele a canela. Capto el olor de mi ropa; apesto a humedad y a sudor.
Se pone al volante arrancando sin decir más.
El estómago me ruge, abro la bolsa que me dio el abogado y devoro el emparedado de pollo y mayonesa. Está delicioso, pero no llena ni la quinta parte del hambre que tengo.
El sexy hombre a mi lado sigue sin decir nada solo conduce como loco a través de las calles de la ciudad.
—No tienes que ir a la central —rompe el incómodo silencio— Por hoy puedes quedarte en tu casa.
—Gracias.
—Respecto a Patrick, hable con él y no dirá nada de lo que vio.
—Gracias.
Hace un giro prohibido esquivando a un motociclista adentrándose en la calle que lleva a mi edificio.
—¿No dirás más que gracias?
—No tengo nada más que decir.
—Si, tienes que decir y solo dilo, estoy esperando el discurso dramático que dan todas las mujeres cada que se les deja plantada.
Sus palabras, no provocan ganas de dar discursos dramáticos, provocan querer arrojarlo del auto y patearlo sobre la acera hasta verlo sangrar.
—Da igual, no era que tuviera mucho ánimo de follar salvajemente esa noche
—Voy a tomar eso como un sarcasmo —frena en seco estacionandose frente a mi torre. Suelta el volante y se inclina para besarme.
—Hey —me aparto pegándome a la puerta— ¡No quiero que me beses!
—Acabas de decirme que te da igual el que te haya dejado plantada.
—Si, pero no quiero que te me acerques, he estado dos días en prisión apesto y lo único que quiero es ducharme.
—Ok, entonces fuera de mi auto. Vendré cuando tenga tiempo.
—Ok.
—Ok —libera el seguro de la puerta—Sal no tengo todo el día.
«menudo patán» Enciende el motor y arranca apenas pongo los pies en la acera.
—Idiota —murmuro para mí y corro adentro antes de que otro psicópata intente secuestrarme.
Julio y Luigi están en la recepción cambiando de turno.
—Señorita James —me saluda Luigi— Nos estábamos preguntando el porqué de no haberla visto en estos días.
—Tenía asuntos que resolver —me acerco a la barra— Necesito que de ahora en adelante ningún desconocido suba sin mi permiso y si vienen a preguntar por mí díganles que ya no vivo aquí o que fallecí.
Se miran confundidos.
—Claro que sí señorita, sabe lo delicado que somos con la información de nuestros residentes.
—Lo sé, pero necesito que hagan al pie de la letra lo que les pido —advierto— Nadie diferente a mis amigos puede saber que sigo viviendo aquí ¿Entendido?
—Sí señorita —contestan al tiempo.
Me marcho al ascensor y apenas cruzó la puerta de mi casa arrojo lo que traigo, pongo a cargar el IPhone, enciendo mi laptop y redacto un correo marcado como urgente para el jefe de seguridad de mi papá.
Si quiero capturar Antoni debo tomar medidas de seguridad para que no vuelva atacarme.
Busco en la web sistemas de alarma y prevención y ordenó varios para instalarlos en el apartamento. Debo ser precavida conté con suerte de que hayan creído el cuento que intentaron robarme el auto, pero un ataque más no tendría explicación, Christopher ni la FEMF soy idiotas.
Reviso cada rincón asegurándome que no hayan entrado antes a poner cámaras o dispositivos de rastreo. No hay nada.
Tomó los binoculares y me aseguro que los centinelas de la FEMF estén en sus posiciones. Lo están, ese debe el motivo de que no me hayan atacado aquí, saben que como miembro de la organización estoy vigilada.
Debo evitar salir sola. Mientras Antoni esté libre tengo un hacha sobre mi cabeza y en cualquier momento puede soltarse.
Enciendo el móvil el cual colapsa con mensajes y llamadas de mis padres, Luisa, Harry, mis amigas y Parker.
Vibra mostrando un número desconocido.
—Diga — contestó nerviosa, no sé por qué tengo el miedo de escuchar algo como "Vas a morir" o "Te estoy vigilando"
—Rachel soy Jason ¿Estás bien? Acabo de recibir tu correo.
Relajo los hombros al escuchar la voz del jefe de seguridad de mi papá.
—Estoy bien, te contacte porque necesito de tus servicios.
—¿Qué tipo de servicio?
—Seguridad—me paseo por la sala con el móvil en la oreja— Necesito escoltas.
—¿Qué pasa?, ¿Rick lo sabe?
—No, y no quiero que le digas nada. Las cosas en Londres están peligrosas y solo quiero un poco de protección extra.
—Entiendo, solo dame unas horas para mover mis contactos y poner un anillo de seguridad a tu alrededor.
—Ok, pero no quiero que nadie note que estoy siendo escoltada, tiene que ser lo más discreto posible.
—No te preocupes, puedo encargarme de todo. Enviaré a uno de mis hombres a tu casa para que te explique cómo será todo, envíame tus datos al email.
—Bien.
—Te responderé apenas tenga todo listo.
—Jason —suelto el aire. Conozco a este hombre desde que tengo uso de razón, es de la entera confianza y sabe a la entidad que pertenezco— Sé que eres la mano derecha de mi papá, pero prométeme que no le dirás nada, por favor.
—No te preocupes, entiendo que tu llamada no es por protección extra, si fuera por eso me hubieras contactado hace mucho tiempo. Por el aprecio que le tengo a tu familia pondré mi mejor equipo a tu disposición.
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