CAPÍTULO 30
Barclays.
Rachel.
Se lo dirá, por muy amigo que sea de Christopher no ocultara tal cosa, además, Bratt también es su amigo.
Las manos me tiemblan mientras que el corazón me salta preso de la ira y la vergüenza. Últimamente me la paso de idiotez en idiotez.
Primero perdí la dignidad debido a mi inmadurez en la oficina, después pasé la peor vergüenza mi vida en su edificio y ahora dejo que sepan que me lo llevo a la cama.
La vida no solo me odia, sino que también quiere matarme.
—Me preocupas —Brenda se coloca detrás mío cerrándome el cierre de la falda— Si Bratt no vuelve pronto, terminará visitándote en el manicomio.
«O en el cementerio» Terminará visitando mi tumba y en el epitafio estará escrito "Su conciencia de zorra no la dejó vivir en paz" Me visitará sin saber que el motivo de mi fallecimiento fue por ahogarme en mi propia angustia.
—Tienes que relajarte —comenta Laila terminándose de arreglar frente al espejo— Echarlo de menos no hará que vuelva más rápido.
—Para ti es fácil decirlo —interviene Brenda— No tienes un súper novio que te idolatra haciéndote sentir como la única mujer en el universo que, además, dicho novio es un castaño sexy, el cual tiene media central enamorada. Si fuera Rachel no dormiría con la incertidumbre que cualquier oportunista pueda acercarse y abejorrear..
—Viéndolo así —contesta Laila— Tienes muchos motivos para estar preocupada.
Brenda, Laila, Alexandra y yo nos estamos preparando para la misión en el banco Barclays.
—Demasiados diría yo —Brenda se vuelve hacia la carriola que le trajeron los de utilería. Ya se terminó de arreglar, luce un atuendo simple que consiste en un vaquero y chaqueta de lino.
Las otras chicas y yo portaremos el uniforme oficial del banco.
—¿Quieres tener hijos con Bratt? —Brenda saca el muñeco que hará pasar como su hijo. La pregunta es un puño seco en el estómago, lo más probable es que mi noviazgo termine en cuestión de días.
—No hemos tocado el tema.
—Deberían —Alexandra sale del vestidor acomodándose las medias— Ser padres es una experiencia maravillosa.
—Pero si ni siquiera están casados —interviene Laila— Tengo la esperanza de que al menos esté comprometida cuando planifique dicho proyecto.
—No digas tonterías —se burla Brenda— Tu vida desordenada no da para ser esposa y mucho menos ser madre.
Se voltea furiosa lanzándole una mirada asesina.
—Por muy fiestera que sea, soy un ser humano con sentimientos y ser madre es uno de mis sueños —contesta tajante— Planeo tener dos hijos, se llamarán Jace y Anastasia.
—Primero consigue una pareja.
—No tengo que planear nada, llegará cuando tenga que llegar. Así como a Luisa le llego Simón, Patrick a Alexandra y Harry a ti.
—Harry —masculla entre dientes— Él no es mi media naranja.
Todas la miramos incrédulas.
Ella y mi amigo son la combinación perfecta, tienen el mismo sentido del humor, el mismo instinto sobreprotector hacia las personas que consideran amigos, incluso, se ayudan y se apoyan mutuamente cuando se necesitan.
Luisa y yo celebramos la unión con bombos y platillos. Creo que toda la central, porque desde que se conocieron han demostrado que tienen muy buena conexión tanto siendo amigos o como pareja y, aunque son pareja "Oficial" recientemente, para nadie es un secreto que hace mucho están colados el uno por el otro.
Fue una odisea el que Harry le diera título, la ama, pero según él los "Nombres" sobran cuando amas de verdad.
—¿De qué hablas? — pregunto— Están prendidos uno del otro.
—Habla por mí, no por él. Siempre saca excusas tontas cuando lo invito a conocer a mi familia en Puerto Rico —se queja— Cada vez que le digo, huye como si le fuera a presentar a Lucifer en las llamas del infierno.
—Dale tiempo —propone Alexandra.
—Ya le he dado suficiente tiempo, llevamos cuatro años saliendo, tengo planes y sueños a futuro y él... Él simplemente no ve más allá del presente. Quiero hijos que me den nietos a los cuales pueda tejerles lindas medias y chaqueticas de lana.
Hoy ha sido el día de descubrimientos desafortunados y confesiones extrañas.
—Entonces, dile a Harry como te estás sintiendo —continúa Alexandra— Coméntale que quieres tener hijos y convéncelo de que serás una excelente madre.
—Ya se lo he planteado —tira el muñeco en la carriola, no le atina y cae afuera con la cabeza bajo las llantas.
—No estoy muy segura sobre lo de buena mamá —se burla Laila mirando el muñeco.
—Lo hemos discutido varias veces, siempre sale con la absurda excusa de que no es la vida que quiere para él.
Un alférez interrumpe la conversación.
—El coronel manda avisar que partiremos en media hora —dice.
—Iremos enseguida —contesta Alexandra terminándose de vestir.
Me termino de vestir, bajo al estacionamiento, el equipo se está terminando de preparar y se me remueven los ácidos estomacales al ver a Patrick mirándome desde lejos. Christopher está dando órdenes, por lo tanto, prefiero irme a la mesa de armamento para que el momento no se torne más incomodo.
Fracaso como siempre.
—Tu auricular —dice Patrick a mi espalda.
Respiro, volteo y dejo que me coloque el equipo de sonido.
El momento es tenso, preocupante y vergonzoso, aunque tenga un aire despreocupado no me quita el peso de los hombros.
—Relájate —comenta sincronizando los equipos.
—¿Qué?
—Que te relajes, estás tensa y te necesito concentrada en la tarea.
—Respecto a lo de hoy...— intento explicar para aliviar el peso.
—No le diré nada a Bratt si es lo que te preocupa, no es mi asunto así que no pienso meterme — termina de acomodar nuestro sistema de comunicación.
—Gracias.
—De nada —nuestro ojos se encuentran— Lo único que diré es que tienes una forma muy extraña de demostrar tu desagrado hacia Christopher.
El sarcasmo da justo en el blanco, me veo en el avión de regreso a Londres diciéndole que jamás tendría algo con su amigo.
***
La sede principal del banco Barclays está ubicada en el Canary Wharf que es el centro de negocios de la ciudad.
Empresarios y empleados de grandes multinacionales transitan por el sector de calles empedradas y arquitectura altamente moderna.
La camioneta de la FEMF se estaciona en la parte trasera del banco, Alexandra y Laila bajan detrás de mí a la espera de las órdenes de Parker.
Nos encontramos con el capitán en la entrada que viene vestido de civil con una camisa a cuadros azul y pantalones beige. No habla mucho, solo da instrucciones claras y precisas. Nos ubica en nuestro punto de trabajo y desaparece entre el gentío.
Me acomodo en mi cubículo, estoy tan ansiosa que empiezo a masticar goma de mascar como loca, hay mucha gente, se supone que el lugar debía estar medio desocupado.
Alexandra se acerca a mi puesto, trae la melena negra recogida en una cola de caballo que le llega hasta la mitad de la espalda. Los lentes cuadrados que lleva son demasiado grandes para su cara.
Ya dio una ronda preguntando qué turno tiene cada quien.
—Hay demasiada gente todavía —comento acabándome la cajetilla de chicles.
—No pudieron convencer a mucha gente que se marchara, la mayoría comenzó a hacer preguntas negándose a evacuar. Insistir hubiese levantado sospechas.
Las filas avanzan rápido, el olor del dinero se siente en el aire mientras los visitantes pagan sus facturas y desocupan sus cuentas.
Hago bombas mientras veo a Laila y a Alexandra ubicar gente y brindar una que otra asesoría.
Mis compañeros se hacen notar; en una de las filas está Brenda arrastrando la carriola con Simón a su lado, mientras que en una de las esquinas están Alan y Scott uniformados como el personal de seguridad, Irina está leyendo una revista sentada en uno de los sofás y al otro lado está Harry, en la fila de quejas y reclamos a la espera de ser atendido.
Todo va bien hasta que la bomba de goma de mascar se me revienta en los labios cuando veo a Christopher entrando por la puerta principal.
Trae un traje gris de tres piezas hecho a medida, en su mano derecha sostiene un maletín de cuero color café, su cabello no tiene ni una sola gota de fijador y cae sobre su cejas de forma rebelde. Los lentes de marco negro le dan un aire profesional y provocador.
«La idea era que pareciera un profesor, no un puto Clark Kent»
Obligo a mi cerebro a reaccionar, si entró es porque debo estar lista a la espera del objetivo.
—Tercera persona en la segunda fila —habla Patrick a través del auricular.
El patrón de movimientos vuelve a hacerse presente, Alexandra actúa rápido ubicando al sospechoso en mi puesto.
Es alto, gordo, tiene rasgos palestinos y la espesa barba no deja detallarle la cara. Llega secándose la frente con un pañuelo.
Me sonríe mostrando unos asquerosos dientes amarillos mientras su escolta le cubre la espalda intimidando con la cara de troll.
—En la entrada hay dos, en el área de quejas tres, y en la sala de espera cuatro —avisa Patrick— son once en total.
—¿En qué puedo ayudarlo? —le pregunto al hombre frente a mí.
Coloca un maletín en forma de baúl sobre la mesa, idéntico a los que porta su escolta en cada mano.
—Carrie —mira la placa de mi chaqueta— Qué hermoso nombre.
—Gracias—contesto seria— ¿En qué puedo ayudarlo? —vuelvo a preguntar.
—Quiero vaciar mi cuenta.
—Permítame su identificación, por favor.
Desliza sobre la mesa una falsificación bastante buena.
—¿Motivo del retiro?
—Me mudaré a otro país.
—Por políticas internas del banco debo realizarle varias preguntas.
—Tengo poco tiempo —alza la mano mirando el reloj.
—No puedo saltarme el protocolo de seguridad, ¿Fecha de su último retiro? — lanzo la primera pregunta.
—Catorce de marzo del presente año —no titubea.
—¿Número de retiros en el mes?
—Cuatro.
—Nombre cinco cuentas que tenga registradas a su nombre.
Contesta dudoso.
Tecleo las respuestas y el sistema me saca de la plataforma.
—Lo siento, pero la plataforma rechazó el proceso de validación —le devuelvo la identificación— Debe esperar tres días para que el sistema le permita el retiro.
—Vuelva a hacerme las preguntas, seguramente fue un error suyo.
—Lo siento, el sistema no me lo permite.
—Necesito el dinero...
—Acérquese al área de quejas si no está conforme con la respuesta del sistema.
—¡No tengo por qué pasar por todo esto para sacar mi propio dinero!
—El protocolo es para evitar que su dinero caiga en las manos equivocadas.
—Escuche —apoya los codos sobre la mesa— No voy a pasar por ningún protocolo, va a firmar la autorización de retiro sin hacer preguntas.
—No puedo violar las normas.
—Evite tener que recoger los restos de los asistentes con una aspiradora.
—Lo siento, pero no puedo ayudarlo —ignoro su amenaza.
Mis compañeros se mueven con cautela ubicándose tras los sospechosos.
—No ponga a prueba su suerte.
Parker se acerca con cuidado mientras siento el frío cañón de un arma en mis rodillas.
—¡Muévase! —vuelve coaccionar.
—¡FBI! —grita Parker apuntándole al escolta en tanto dos soldados más lo respaldan.
La reacción de los culpables es inmediata, sueltan los maletines enfundando armas en contra de mis compañeros. El primero lanza un disparo que Parker esquiva mientras que el segundo se vuelve contra mí listo para derribarme, reacciono atropellándolo con el escritorio.
El lugar se vuelve una lluvia de balas, las personas se tiran al suelo cubriéndose la cabeza con las manos cuando me arrojo sobre el hombre que está en el suelo, intenta defenderse tomándome del cuello, lo esquivo y logro desarmarlo en menos de nada.
—¡Suéltenla!
El grito despavorido de una mujer llama la atención de todos, los disparos cesan al ver a un hombre de casi uno noventa con una niña de seis años apuntándole con un arma en la cabeza.
—¡Bajen las armas! —grita— ¡O le vuelo la cabeza de un tiro!
—¡Suéltela, por favor! —suplica la que parece ser la madre.
Todos se mantienen en sus posiciones, Christopher con un hombre bajo el pie apuntándole con una ametralladora. Scott esposando a otro contra el espejo, Laila con un cuchillo en la garganta en otro e Irina con el vestido recogido a horcajadas sobre el más joven.
—¡No estoy jugando! —vuelve amenazar— ¡La mato si no bajan las armas!
Christopher es el primero que cede alejándose
—¡Armas abajo! —ordena.
—¡Todos contra la pared! —exige otro maleante.
Me levanto dejando a mi víctima en el piso que se pone de pie acercándose al grupo de terroristas que se agrupó en el centro del lugar.
Me uno a mis compañeros mientras que las personas se arrinconan en un solo lugar presos del miedo.
—Si alguien nos sigue, la mato.
Una bomba de humo se dispersa a la vez que el grupo de hombres huye en las camionetas que se estacionan sobre la acera.
—¡Se llevaron a la niña! —avisa Harry.
—¡Alisten los vehículos! —ordena Simón en medio del humo.
—Van en camino —avisa la voz de Patrick.
Emprendemos la persecución corriendo a la puerta.
—No hay tiempo para esperar —Simon se desespera— ¡Rachel sal y roba un auto!
Me lanzo a la avenida deteniendo el primer auto que se atraviesa, un Audi negro descapotado.
—FBI —saco al chico que lo conduce abordando el asiento del piloto, Simón salta al asiento del copiloto y Cristopher al de atrás.
—Se encaminan a Whitechapel —vuelve a avisar Patrick— La niña está en la camioneta con la placa VEDF201.
Piso el acelerador en medio del tráfico ignorando los semáforos en rojo y esquivando taxis, coches y motocicletas.
Visualizo el objetivo, Scott, Brenda y Harry se unen a nosotros en un taxi, en tanto, Parker y Alexandra en una moto.
—Iremos por la niña —ordena Christopher— Ustedes vayan por los otros.
Parker asiente colocándose detrás de una de las camionetas mientras nuestro objetivo se desvía a Tower Bridge. Acelero intentando mantener el paso, esquivando todo lo que se me atraviesa. Simón intenta disparar sin obtener ningún resultado debido a que las balas rebotan en el vidrio blindado.
Una cabeza sale por encima de la camioneta con una ametralladora, dispara y los autos a nuestro alrededor se desvían huyendo de la balacera que vuelve la avenida un caos.
Algo nos golpea por detrás y por el espejo retrovisor veo una escena idéntica a la que tengo adelante con dos hombres. Uno de ellos sostiene una bazuca y el otro un arma, otro torrencial de balas nos ataca, un proyectil pasa a centímetros de mi cara destrozando el vidrio frente a mí.
—¡¿Pero qué mierda?! —berrea Simón—¿De dónde diablos aparecieron esos?
Christopher se pone de pie lanzando una granada de corto alcance la cual estalla encima del techo de la camioneta volviéndola trizas, quedándose a mitad de la venida envuelta en una nube de humo negro.
—No le pierdas el paso — señala la camioneta que tenemos en frente.
Continúo conduciendo mientras que la carretera se va tornando vacía, de un momento a otro, el auto se desvía hacia la zona industrial y de carga.
Las calles y el aire se impregnan con la humedad del río Támesis cuando el helicóptero de la FEMF sobrevuela por encima de nosotros.
—Solicito permiso para derribar el objetivo, coronel —piden a través de auricular.
—¡Denegado, hay una niña a bordo! —dice en respuesta— diríjanse con el otro grupo ya que son más útiles allá.
El artefacto gira cambiando de dirección provocando un remolino de viento que levanta mi peluca soltando mi cabello suelto y agitado por el aire.
Vuelven asomarse por encima de la camioneta en tanto sacan un rifle comenzando a disparar tiros contundentes y certeros. Un proyectil golpea en el capó, otro repica en uno de los vidrios y el último golpea en el volante. Mis intentos por esquivar la balacera son inútiles y cuando creo que el tiroteo ha cesado, vuelven arremeter con más fuerza.
—Puente Tower en reparación —avisa la voz del GPS— tome vías alternas para evitar accidentes.
Los disparos no cesan mientras conduzco a la deriva con la cabeza metida bajo el volante.
—¡Hazle caso al GPS! — grita Simón desesperado.
—¡No hay vías alternas!
—Detente —ordena Christopher.
Piso el freno y no funciona.
—¡Rachel detente! —insiste Simón— Luisa no te perdonará que me mates.
—El freno no sirve —vuelvo a hundir el pie en el freno y no funciona.
—Hemos capturado al objetivo —avisa Harry a través del radio.
Un camión de carga aparece en la carretera haciendo sonar el claxon cuando la camioneta gris no se aparta de su carril, logra esquivarla, pero no lo suficientemente rápido ya que hace una maniobra prohibida rozando uno de los faros de la camioneta. El camión pierde el control y cae sobre la carretera esparciendo el contenido del tanque sobre la vía.
Pierdo la estabilidad cuando las llantas comienzan a resbalar e intento detenerme, pero el auto comienza a dar vueltas sin control como las manecillas del reloj.
—Precipicio a cincuenta metros.
El auto no se detiene y el corazón se me hincha en el pecho.
—¡Haz algo, maldita sea!
—¡Tus gritos no me ayudan ,Simón!
Christopher se alza sobre mí intentando tomar el control del auto.
—Precipicio a veinte metros.
—¡NO QUIERO MORIR! —vuelve a gritar Simón.
Otra ráfaga de disparos nos ataca, el intento de Christopher por detener el auto es en vano, así que se pone de pie, apunta con su arma y dispara un tiro certero derrumbando al atacante.
—Precipicio a diez metros.
—Prepárense para saltar —ordena.
Los fugitivos notan el peligro que se acerca, las llantas rechinan cuando intentan frenar, sin embargo, es demasiado tarde ya que no alcanzan a detenerse y terminan cayendo al vacío.
Christopher se aferra a mis brazos levantándome y lanzándome junto a él a la carretera. Mi cuerpo impacta contra el pavimento en medio de volteretas, Simón aterriza metros más adelante y el Audi sigue su trayecto cayendo al río.
Logro estabilizarme antes de que mi cabeza se estrelle contra una de las barras de concreto.
Siento que todo me da vueltas cuando intento levantarme, me llevo la mano a la frente y veo que los dedos me quedan empapados de sangre.
Los helicópteros sobrevuelan la zona, el sonido de las ambulancias, rescatistas y patrullas de la policía se hacen presentes en el lugar.
Christopher es el primero en levantarse y correr a la orilla del puente, saca la radio exigiendo que necesita a la niña viva.
—¿Estás bien? —Harry me ayuda a levantar.
Asiento con la cabeza adolorida.
—La herida está abierta —inspecciona mi frente— Vamos a la ambulancia.
—La niña...— tengo un pitido en los oídos— Hay que sacar a la niña.
—Dominick y los rescatistas se están encargando.
Me apoyo en el hombro de mi amigo, Simon ya está en la ambulancia siendo curado por Alexandra.
—¿Estás bien? —le pregunto.
—¡No! —responde molesto— ¡¿Cómo diablos se te ocurre incautar un auto descapotado?! Una bala por poco me perfora el pulmón.
—¡Oh, perdón! —digo con sarcasmo—La próxima vez elijo otra de las opciones del concesionario.
Pone los ojos en blanco dejándose atender por Alexa mientras tanto, la misma mujer del banco grita luchando contra una pared de personas que no le permiten el acceso.
—La niña está afuera —hablan en la radio de Harry— Preparen el equipo para las maniobras de reanimación cardiopulmonar.
—Estoy harto de todo esto—se vuelve a quejar Simón— En un mes he estado a punto de morir dos veces.
—No seas llorón.
—¡No seas llorón! —me mofa— Estoy pensando seriamente en renunciar a este trabajo.
—¡Capitán! —Lo llama Laila— Solicitamos su presencia...
Suelta un bufido y se va apoyado del brazo de Alexandra.
Con el pitido aún en los oídos me acerco al grupo de rescatistas. La niña de seis años y cabello castaño está tendida en el piso recibiendo maniobras de reanimación.
Christopher está a un lado con el cabello empapado de sudor y el ceño fruncido, tiene el traje rasgado en el área de las mangas y las piernas. Permanece con el semblante preocupado y al igual que todos, parece estar conteniendo el aire de sus pulmones.
Las distintas maniobras sobre primeros auxilios surten efecto normalizando los signos vitales de la niña logrando que el color vuelva a su cara. Los agentes estallan en aplausos cuando tose escupiendo el agua.
Me siento en el piso de la ambulancia adolorida mientras observo como esposan a los hombres que iban en la camioneta que cayó. Apoyo la frente en la puerta de metal buscando calmar el dolor que amenaza con estallarme la cabeza.
—¡Muévanse al comando! —la voz del general aparece de la nada—¡Tenemos un 595!
Salto de la ambulancia con la sangre empapándome la frente, los neumáticos de la camioneta de la tropa de Parker se detienen frente a mí.
Un 595 es el código que señala un ataque o bombardeo. Abordo el auto rápidamente rogándole a Dios que no sea la tropa de Bratt.
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