CAPÍTULO 29
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Al descubierto.
Christopher.
El viento frío se filtra a través de la ventana abierta de mi auto mientras me aventuro en el área rural de Londres. Es lunes, la central demanda mi presencia y no es que me desagrade la idea de volver ya que me toparé con una de mis distracciones favoritas.
El desvío hacia el comando aparece frente a mí, tomo el camino empedrado que me lleva a la base militar y cumplo con el código de acceso.
—Buenos días, mi coronel —habla una de las centinelas con un saludo militar.
—Que sea rápido —advierto entregándole mi tarjeta de entrada.
Suelta el canino que trae cumpliendo con el código de rutina en tanto revisa minuciosamente la tarjeta. Es lo mismo todas las mañanas, tarda una eternidad en lo que con otros solo tarda segundos.
—¿Todo bien? —pregunto impaciente— Te estás tardando. Creo que me estoy volviendo viejo aquí.
—Con usted, todo siempre está perfecto mi coronel.
No contesto, solo le recibo la tarjeta mientras alzo la ventanilla esperando a que me abran paso.
El sexo que tuve el fin de semana me dejó satisfecho, no vale la pena ponerme a ligar con una principiante que luego no podré quitarme de encima.
Avanzo por la rotonda y la motocicleta de Rachel se adelanta pasándome antes de tomar la curva que lleva al estacionamiento. Pita para que el conductor de adelante le abra paso, pero este se rehúsa, así que termino entrando primero que ella.
No bajo, espero que llegue para observarla desde adentro. Mis ojos tienen una seria adicción con el atractivo de esta mujer, no niego que he querido verla desde que desperté. La noche del domingo se hizo larga después de que la dejé en su casa. Porque sí, mi fin de semana se resumió en acostones placenteros con la sexy chica que tengo en frente.
Quise decirle que se quedara otra noche. Fue difícil verla bajar y no poder decir nada ya que tenía la palabra "Quédate" atravesada en la garganta.
Baja de la moto, la ropa de cuero se le ajusta a las curvas haciéndola lucir más provocadora de lo que ya es. Suda lascivia, de eso no tengo dudas. Sabe que la estoy observando, por eso se quita el casco medio volteando para mirarme y sonreírme por encima del hombro.
Me encanta esa faceta de audacia y más coquetería, seguramente sabe que me la estoy comiendo con los ojos. Me excita que lo sepa, lo disfrute y le saque provecho.
El Jeep de Simón se atraviesa en mi campo de visión, con tanta cosa olvidé que llegó anoche. Apago el motor mientras se estaciona dos autos más adelante.
Baja seguido de Luisa quien lo toma de la mano encaminándose a saludar a su amiga. Abro mi puerta y los tres se centran en mí.
—¿Qué tal?—saludo a Simón al ver que todos se quedan callados.
—Saludaste con frases amables —me abraza Simon— Me alegra saber que cambiaste las tarántulas por cereal.
—Luisa, Rachel — Saludo a las dos mujeres.
—Coronel —responden al unísono.
—¿Tienes tiempo? —pregunta Simón— Hay varias cosas que quiero comentarte.
—20 minutos es lo único que puedo darte —miro el reloj.
Me adelanto evitando más distracciones, ya vi lo que quería ver y con eso debe bastarme.
Subo a mi habitación, me cambio colocándome mi uniforme de pila. La central se está preparando para empezar el día, por lo tanto, todos están en sus labores, excepto mi secretaria ya que en mi escritorio no hay café y tampoco hay señas de que haya llegado temprano.
Pasa media hora y nada, ni café, ni informe, ni la agenda del día «Paga para que la corra»
—Tu secretaria está a punto de caer en una crisis nerviosa —dice Simón desde el umbral— Acaba de llegar y está lloriqueando frente al escritorio.
—Debe imaginarse la reprimenda que le tengo preparada.
Cierra la puerta sentándose frente a mí.
—La compadezco, debe ser horrible tener que lidiar con tu genio de trolls todo el día.
—Si hiciera las cosas bien, no tendría que aguantarlo. Sabes que odio trabajar con incompetentes.
Se le va el aire bromista tornándose serio. Respiro hondo cayendo en cuenta que le molestó.
—Fallaste y conoces como son las cosas conmigo.
— Lo estoy rastreando...
—Hasta que no vea resultados no voy a dejar de exigirte y pese a que me los des, seguiré exigiéndote porque errores como el de Moscú no pueden volver a repetirse —advierto.
—En mi última investigación me encontré con cosas preocupantes —explica— Los Halcones y los Mascherano están yendo demasiado lejos, se están infiltrando en partidos políticos y asambleas. Uno de los investigadores confirmó que dos gobernantes de Moscú y un senador de Londres se están involucrando en todo esto.
—Nombres.
—Mijail Smirnov, Kliment Lebedev gobernadores de Kaluga y Samara y Leandro Bernabé, senador de la ciudad desde hace un año.
—A los dos primeros nunca los he oído mencionar, en cambio, a Leandro Bernabé sí; ha estado involucrado en múltiples escándalos por corrupción, además de tener varias demandas por acoso sexual.
—He oído hablar de las celebraciones que realiza en su mansión en Sinobi, son muy populares. Hay indicios de que es visitado por mafiosos y narcotraficantes.
—Vigílalos, en especial a Leandro, caerá fácil.
Laurens entra con dos tazas de café, trae un vestido amarillo canario que resulta incómodo a la vista y una bufanda gris que parece hecha con pelos de gato.
Últimamente está haciendo una perfecta imitación de payaso de feria.
—Co...ronel... buenos... Buenos días— tartamudea con la bandeja tambaleando— Lamento la tardanza, mi auto...
Levanto la mano para que se calle, sus explicaciones suelen demorar de veinte a treinta minutos y no me apetece escuchar su discurso con cinco "perdón" por frase.
—Les traje café.
Se acerca a Simón temblando como si tuviera un vibrador entre las manos a medida que va cambiando de color cuando la miramos. El platillo le baila en las manos cuando deja la bandeja e intenta entregarle la taza a mi amigo.
—Qué cambiada estás —comenta Simon con una sonrisa.
Mala idea. Se pone como un tomate cuando al tarado se le da por mirarla a los ojos provocando que suelte el café y caiga directo en su entrepierna.
—¡Mierda! —brinca de su asiento— ¡Está muy caliente!
—¡Perdóneme capitán! —se disculpa nerviosa.
La oficina se vuelve un alboroto. Simón soltando tacos y Laurens disculpándose e intentando limpiarlo con su horrible bufanda.
—Descuida —se aparta cuando se arrodilla para limpiarlo.
—¡Se va irritar, iré por el botiquín!
—No es necesario, me lavaré y ya pasará.
—¿Seguro? —pregunto tratando de contener la risa — El café estaba hirviendo, si yo fuera tú iría a la enfermería.
—No es tan grave
—Ve, no hagas cosas que tu futura esposa pueda lamentar en la luna de miel.
Bajo la mirada a la enorme mancha que tiene en la entrepierna, otro estaría estrangulando a Laurens con su horrible bufanda.
—Se te va a deshacer —le sumo más peso a su angustia.
—La prevención no está de más—sale disparado a la enfermería.
—Lo acompaño —añade mi secretaria yéndose tras él.
Mi MacBook se ilumina con la llegada de un nuevo correo. Es un informe de Rachel con el resumen de las últimas novedades de los capitanes Thompson y Dimitri, lo abro y lo ojeo por encima. Hubiese sido mejor que me lo entregara personalmente, de hecho, ese es su trabajo.
Levanto la bocina marcando el numero de su área.
—Sala de tenientes—saluda el secretario.
—Necesito que la teniente James venga inmediatamente a mi oficina.
—Como ordene, mi coronel.
Cuelgo.
No debería importarme ver el jodido informe a través de la pantalla, ahorrarme tiempo y evitar las distracciones que me causa teniéndola frente a frente observando el movimiento de sus labios mientras habla.
Debería estar centrado en mi trabajo, no en como follarla sobre mi escritorio. La cual es una de las fantasías que tengo con ella y que rechacé la oportunidad de hacerlo el día que quise darle un escarmiento.
Aparto los ojos de la pantalla enfocándome en la sexy figura que está recostada en el umbral «Rachel» No habló ni saludó, sin embargo, mis ojos parecen captarla de forma involuntaria.
—Coronel —me saluda. Trae puesto el uniforme de entrenamiento, tiene el cabello tejido con una trenza y entre sus manos sostiene una laptop
—Supongo que sabes por qué te llamé.
Cierra la puerta y se sienta frente a mí.
—Si, pero antes que empiece a regañarme permítame aclararle que pensaba venir, de hecho, cuando me llamó ya estaba viniendo para acá. Envié el informe primero para que lo fuera revisando.
—Supongamos que te creo.
—Solo me faltó un informe —abre el portátil—Se lo enviaré enseguida así saldremos de ambas tareas.
—Como quieras.
—Si le apetece puede ir revisando el que le envié.
Intento leer lo que envió, pero me es imposible. Solo me concentro en las facciones y en los gestos de su rostro mientras teclea en el portátil. Quiero besarla e inhalar su embriagadora fragancia. Necesito sus piernas alrededor de mi cintura y oírla susurrar mi nombre mientras se corre.
Nos interrumpe el personal del servicio. Una mujer próxima a la tercera edad llega con toallas, escoba y trapeador a limpiar el desastre que causó Laurens, le toma media hora quitar la mancha de la alfombra y dejar el lugar reluciente.
Tarda demasiado, me molesta que saboteen mis planes con ella, ya tendría que estar desnuda sobre mis piernas dejándome saborear la dulzura de sus pechos.
La mujer le da una última sacudida a mi escritorio y se marcha dejándome con la soledad que tanto estaba anhelando.
—Tu informe es confuso.
levanta la mirada con el ceño fruncido.
— ¿Cómo?
—Que las ideas no son lo suficientemente claras. Acércate y te explico.
Se pone de pie dejando la laptop sobre la silla, rodea el escritorio plantándose a mi derecha. Su aroma es como oxígeno para mis pulmones.
—Los cuatros últimos puntos me confunden —indico.
—Si, fue difícil interpretar las ideas del capitán Dimitri, insiste en usar códigos de la antigua sociedad italiana, no los conozco mucho ya que he trabajado muy poco con ellos. Si me da tiempo hasta la tarde puedo hacerlo de nuevo.
—No es necesario — reparo su trasero— Envíame el informe general, yo puedo hacerlo.
—Como ordene.
Intenta volver a su puesto, pero la detengo sujetándole la cintura. La volteo y se aferra a mis manos para que la suelte.
—Estamos trabajando —me reprende.
Me pongo de pie aprisionándola contra el escritorio.
—Lo sé... Pero quiero y no me abstengo teniente.
—Quiero trabajar.
—Y yo quiero besarte.
Sonríe, la siento sobre la madera a la vez que sujeta mis hombros mientras la abrazo ladeando la cabeza en busca de sus labios. Nuestras bocas se unen en un beso caliente y como de costumbre, todo desaparece, todo se va, todo se olvida cuando la estrecho contra mí deleitándome con el baile de su lengua jugueteando con la mía.
—Te quiero desnuda —susurro sacándole la camisa del encaje.
—Acabas de decir que solo querías besarme.
Meto las manos bajo la tela.
— Si, pero cambié de opinión.
Le lleno la cara de besos, me vuelvo apoderar de sus labios tirando del dobladillo de la camiseta mientras ella me corresponde con la misma vehemencia rodeándome la cintura y refregándose contra mi erección.
La tengo en la posición que quiero, los besos bajan de tono cuando medio me aparto soltándome el cinturón, vuelvo a tomarla y... El chirrido de la bisagra nos pone alerta, pero para cuando quiero acomodarle la camiseta y bajarla del escritorio ya es demasiado tarde...Abren la puerta, para colmo, diga lo que diga no podré explicar lo que acaban de evidenciar.
Retrocedo mientras Rachel se desliza fuera del escritorio pálida y temblorosa.
—El general convocó una reunión de carácter urgente —dice Patrick con la mano puesta en la perilla— En la sala de juntas, no quiere que nadie llegue tarde.
Me aniquila con la mirada antes desaparecer cerrando con un portazo.
—Se lo dirá a... —se arregla la camiseta.
—Yo me encargo —me acomodo la ropa.
Discuten afuera, la puerta vuelve abrirse, es Sabrina, y pone a Rachel más pálida de lo que ya está.
—¡Necesito hablar contigo! —espeta molesta.
—No tengo tiempo —la ignoro encaminándome a la salida.
Suficiente tengo con lo que acaba de pasar como para ponerme a tolerar sus estupideces.
Los tacones de Laurens forman un estruendo mientras corre detrás de mí.
— ¡Señor, el general..!
—¡Tu mensaje llega tarde! —la regaño en tanto sigo caminando.
La sala de juntas está llena, los tenientes y los capitanes están reunidos alrededor de la mesa encabezada por el general, tomo asiento a su lado. Rachel entra segundos después con las mejillas encendidas.
—Tenemos una alerta. Los Halcones planean hacerse pasar por un importante empresario marroquí; Abbud Sapag, vaciarán su cuenta en el Banco central de la ciudad.
—¿Cuándo lo harán? —pregunta el teniente Smith
—Hoy al medio día, la alerta fue enviada por el capitán Lewis. Ya está confirmado el paso a paso que tendrán —explica— Planean llevarse el dinero y los lingotes de oro resguardados en la bóveda. La suma recolectada será para financiar un submarino militar ofrecido por el EWT.
La EWT es una asociación de traficantes de armas a nivel mundial, trafican, negocian y surten a los grupos insurgentes.
—¿Desde cuándo negocian con el EWT? No tenían ningún tipo de negociación —pregunta Simón—¿Y por qué no le piden el dinero a los Mascherano?
—No tenemos esa información, para nosotros es una amenaza el que tengan ese tipo de armamento.
Encienden un holograma con la estructura del banco.
—La misión queda en sus manos, coronel —me dice —Hay que impedir que se lleven el oro y el dinero.
Organizo una estrategia en menos de media hora repartiendo y dando posiciones cruciales que me ayuden con las capturas.
—Tienen una hora para prepararse —anuncia el general antes de irse— Sobra decir que no quiero errores ni víctimas.
—Pueden irse —ordeno.
Todo el mundo se levanta atiborrándose en la puerta.
—¡Patrick! —lo llamo y vuelve a sentarse.
Espero que la sala se desocupe.
—Lo que viste entre Rachel y yo...
—Ya lo sabía —me interrumpe— Así que no gastes saliva en explicaciones...
—¿Qué?
—No soy imbécil, lo sospeché cuando te vi con ella en Hawái, además, mágicamente las cintas de grabación en tu oficina desaparecen cuando estás con ella —inquiere— No soy quien para meterme en tu vida privada, pero pensé que apreciabas más a Bratt.
—Aprecio a Bratt ...
—¿En serio? Si tu idea de apreciar a tus amigos es llevarte sus novias a la cama, te voy a pedir el favor que te mantengas alejado de mi esposa.
—Jamás me metería con tu esposa...
—Pero con la novia de Bratt, sí —espeta.
—Se me salió de las manos, quise evitarlo, pero no pude.
—¿Que pasará cuando vuelva? Porque si no lo sabes, llegará en un par de días.
—Se acabará lo que tenemos.
—¿Y ella lo sabe?
—¡Por supuesto que sí! Es un acuerdo mutuo.
—Acuerdo —repite— Hablas como si fuera una cuestión de negocios y no es así. No puedes llevártela a la cama y luego pretender que se resetee olvidando todo.
—Somos adultos, ambos sabemos la magnitud del problema, aparte tenemos bastante claro que la llegada de Bratt acabará con todo.
—Claro, pero decirlo y hacerlo son dos cosas muy diferentes. No me cabe en la cabeza tu manera de actuar, sabes muy bien que las cosas no son tan fáciles como las planteas.
—Tendrán que serlo.
—¿Qué tan seguro estás de lo que dices? Tú, el que folla y desecha. Si solo fuera un simple revolcón ya la hubieses dejado, y no es así —se molesta—Se han acostado más de una vez, es más, lo siguen haciendo, si no hubiese abierto la puerta...—se calla— Sabes bien lo que estaría pasando si no hubiese abierto la puerta...
—Soy consciente de todo, pero ten por seguro que no pienso quitarle a Bratt lo que le pertenece. Tengo claro lo que puedo tomar y lo que no.
Se levanta.
—Necesito que me garantices que nadie va a saberlo —le pido— Asegúrame que no se lo dirás a nadie.
Respira hondo.
—No pienso hacerlo — deja caer la mano en mi hombro—Nunca se me ha cruzado por la cabeza, pero ten en claro que estás arriesgando demasiado, así que si en verdad piensas alejarte hazlo desde ahora. Bratt puede llegar en cualquier momento y es mejor que se vayan acostumbrando a estar lejos uno del otro.
—No hables como si estuviéramos enamorados. Ella está enamorada de Bratt.
—Solo hazme caso, me lo agradecerás más adelante porque supongo que ya sabe que su novio está por volver.
Callo, no se lo he querido decir.
—Si tienen un acuerdo ¿Por qué le ocultas la realidad?
—No he tenido tiempo de tocar el tema.
—No. No pretendas alterar las cosas, no ha sido por falta de tiempo y lo sabes. Como yo sé que el Christopher que conozco no hubiese traicionado la amistad de su mejor amigo por una cualquiera.
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