CAPÍTULO 27
════ ⋆★⋆ ════
Bailemos.
Christopher.
El cuerpo desnudo de Rachel adorna mi cama entre sábanas blancas, la veo dormir mientras admiro lo sexy que se ve respirando lento y con el cabello a lo largo de la almohada.
Entiendo a Bratt en ciertas cosas, es imposible no ser posesivo con semejante mujer sabiendo que es una tentación andante.
Respiro hondo, lástima. A veces nos preocupamos más por saber quién nos va a atacar, que no nos damos cuenta de quien ya nos está clavando el cuchillo.
No voy a decir que no me apena, porque sí lo hace, me jode verle la cara de idiota, sin embargo, me niego a soltarla. Quiero disfrutarla de tantas maneras que no me alcanzaría la vida para hacerle todo lo que quiero.
Lo que pensé que sería sexo esporádico se convirtió en una maraña de reclamos, celos y escándalos a media noche, aún así, la gran pregunta es ¿Por qué lo tolero? Se supone que debo mandar todo por un tubo a kilómetros donde no me afecte.
No lo estoy haciendo, por el contrario, estoy enredándome más ya que me estoy volviendo adicto al éxtasis que emiten sus curvas. Es que está tan jodidamente buena que vale la pena raptarla para poseerla cada que me apetezca.
Dejo de mirarla y salgo en busca de algo para beber, Miranda se fue a su fin de semana libre mientras que Marie se largó a jugar cartas a la casa de una amiga.
Me paseo descalzo por la cocina con una cerveza en la mano, abro y cierro las puertas de la despensa y de la nevera en busca de algo para comer, no hay nada preparado, así que opto por pedir comida a domicilio.
Pido que traigan todo a las siete en tanto saco un cuenco de fresas para picar mientras llega la hora. Complemento la idea con crema batida.
—Hola —saluda Rachel al lado del acuario.
Está envuelta en una sábana, trae el cabello alborotado y las mejillas rojas.
—Hola —contesto sin tener una mejor respuesta. No hemos hablado mucho después de lo sucedido en el balcón.
—Tengo varias llamadas perdidas de Bratt —dice preocupada— ¿Se puso en contacto contigo? Intenté llamarlo pero no tiene cobertura en el móvil.
—Hablamos hace una hora —apoyo los codos en la barra de la cocina— Se reportó informando que él y su tropa están bien.
—¿Qué hay de la misión?
—Sigue en proceso.
—¿Dijo algo más?
La pregunta le sale con un atisbo de ilusión.
—No.
No me cae el papel de paloma mensajera con declaraciones de amor, además, tampoco quiero decirle que hay un conteo regresivo en el tiempo que nos queda.
—¿Tienes hambre?
Asiente con la cabeza encaramándose en uno de los bancos altos de la barra. Procuro distraer la mirada en otro lado cuando le ofrezco el cuenco de fresas ya que estoy suponiendo que no trae nada debajo de la sabana y tal cosa me esta poniendo la polla como una piedra.
—Pedí comida para más tarde...
Las patas de Zeus resuenan en el mármol, asoma su cabeza en una de las esquinas ladrando en dirección a Rachel, corre y se pone en dos patas llamando la atención.
—Lindo Zeus —se baja del asiento para acariciarlo— Que perro tan inteligente eres.
— ¿Cómo está tu estómago? —meto el dedo en la crema— ¿Tienes nauseas o algo así? Porque acaban de traerlo de la peluquería, fue vergonzoso explicar porqué estaba cubierto de vómito.
Rueda los ojos soltando el pelaje de mi perro, se aferra a la sábana y va al lavado, enciende el grifo untándose las manos con jabón. Detesto que mis ojos no quieran dejar de mirarla, que no dejen de pasearse por las piernas esbeltas y el trasero generoso.
Termina, alcanza una toalla y vuelve a sentarse.
—¿Qué? —pregunta molesta— Siento que me estás mirando a través de un microscopio. Ya te pedí disculpas por lo de anoche.
—Pero sigo sin entender tu comportamiento.
—Yo tampoco lo entiendo, me es difícil explicar el lío que armas en mi cabeza.
—A mi parecer, tienes serios problemas de autocontrol. Todas las mujeres carecen de lo mismo.
—En especial las mujeres que se enredan contigo —réplica— Era una persona normal antes de conocerte.
—Tengo la teoría de que es un efecto secundario del orgasmo.
Medio sonríe sacudiendo la cabeza alcanzando una fresa del cuenco.
—La modestia no hace parte de tus virtudes.
—Obviamente no —sonrió.
—Supongo que estás acostumbrado a que una mujer te coquetee en cada esquina.
—Como tú debes estar acostumbrada a que veneren lo hermosa que eres—las palabras salen sin pensarlas.
Mira al cuenco y se queda observándolo como si tuviera los secretos del universo, se desconecta y por un par de segundos me preocupa que se haya quedado sin alma.
—¿Todo bien? —pregunto ante su aturdimiento.
Me mira con los ojos entrecerrados como si me viera por primera vez después de un largo tiempo.
—No sé qué te pasa, pero empiezas a asustarme.
—¿Me dijiste hermosa? —lo dice como si no se lo creyera— Nunca usas cumplidos conmigo.
—Te he dicho que follas bien.
—Eso no es un cumplido.
—¿Entonces qué es?
—Una forma de detallar el éxtasis cuando estás haciendo el amor.
—Follando —la corrijo.
—Es lo mismo.
—No, con Bratt haces el amor, conmigo follas.
Respira hondo intentando disimular el asomo de decepción «Me cabrea» Toma otra fresa y se la quito antes que se la lleve a la boca.
—¿Qué pasa? Últimamente haces que todo se torne complicado.
—No me siento bien con todo esto —espeta— Me molesta que todo lo veas como sexo cuando yo... —no termina la frase— No estoy segura de poder sobrellevar lo que pasa contigo cuando Bratt vuelva.
—Lo harás, cuando lo veas olvidarás que existo.
—Haces que suene fácil y no lo es.
—Es fácil, tú eres la que lo vuelves difícil...
Se molesta mientras me acerco preguntándome porque no la saco así me evito tanto drama. Trato de hacerlo, sin embargo, mi subconsciente aclama todo lo contrario así que termino tomándole el mentón, respirando su aliento y metiendole la fresa en la boca. Fruta que sus carnosos labios reciben sin apartar la mirada de mis ojos.
Le aparto el cabello de los hombros dejando que deslice las manos por mi cintura. Empiezan los besos y el instinto varonil va haciendo estragos cuando afloja la sábana dejando que le vea un pecho descubierto.
—Un baño —murmura contra mi boca.
—¿Cómo?
—Que me gustaría darme un baño —repite— De espuma si no te importa.
—Claro—la suelto— Puedes darte los baños que quieras.
—Contigo —mete la mano bajo mi playera acariciando mis pectorales.
Alza la cara para que vuelva a besarla, nuestras bocas se funden asegurándose y negándome la posibilidad de rechazar la oferta del baño.
━━━━━━━━ ⇜ ━━━━━━━━
Dejo que el jacuzzi se llene mientras el vapor del agua tibia empaña el ventanal con vista a la noche londinense.
Saco los aromatizantes y los vierto en el agua. El ambiente se va impregnando del dulce olor de la canela y el jazmín.
—Tú primero —me dice sentada en el borde del mármol.
Tiro del cuello de mi playera sacándola por encima de mis hombros dejando a la vista el torso desnudo, me mira mordiéndose los labios. «Me pone como un motor»
—¿Alimentando tus delirios de ninfómana? —pregunto con aire coqueto.
Suelta a reír, así, sentada sobre el borde del mármol, envuelta en la sábana color marfil con el cabello regado por los hombros, es un vivo retrato de la diosa Hera del Olimpo.
Me desnudo dándole una buena vista de lo que tanto anhela ver. La erección es más que notoria y me atrevo alardear masajeándola aumentando el morbo.
—Estaré esperándote adentro —señalo el agua con la cabeza mientras le guiño un ojo hundiéndome en el agua tibia.
Prueba la temperatura antes de sumergirse.
—Está perfecta —se levanta dejando que la sábana se le deslice por el cuerpo desnudo.
Mis ojos la recorren a la vez que siento como la sangre fluye hacia mi miembro erecto. Sube los tres escalones con lentitud y segura de sí misma. No sé si lo note, pero sus caderas tienen un balanceo sensual cada vez que camina.
Me da la espalda cuando se sumerge deleitando mi vista con la imagen que brinda su trasero, baja y se sienta recostando la espalda en mi pecho.
—Olvidamos poner música —sus dedos juegan con la espuma.
—Puedes escuchar la música que quieras —señalo la pantalla electrónica que tenemos a menos de un metro.
Estiro el brazo encendiendo el comando que controla el sonido, la luz y la calefacción.
—Todo es tan pijo aquí, hasta ese control es más moderno que mi IPhone.
—¿Qué quieres escuchar?
—Sorpréndeme —se coloca pompas de jabón en el brazo.
Juego con los controles, dejo la luz tenue en tanto busco una buena melodía.
—Hero —deja caer la cabeza sobre mi hombro cuando la canción inicia— Amo esa canción, me la sé en inglés y en español, también amo a Enrique Iglesias.
Tararea el inicio.
—No sabía que los coroneles ganaban tanto dinero.
—Todo mi dinero no se debe solo a mi cargo como coronel.
—Ya me imaginaba que vendías tu cuerpo —se ríe— Aunque no sabía que eso generaba tantas ganancias.
—No es por eso, aunque nunca he descartado la idea —reparto besos por su cuello—Heredé una buena fortuna gracias a mi madre, de mi abuelo para ser más exactos. Sara no quiso hacerse cargo del negocio familiar, por ende, me lo dejó todo a mí.
—Entonces podrías ser un empresario si quisieras.
—En parte lo soy.
—¿Y te gusta? ¿O te hubiese gustado ser algo más que un coronel y un empresario?
—Un súper héroe tal vez.
Vuelve a reír.
—¿Alguno en especial?
—Capitán américa —contesto sin dudar.
Voltea mirarme con ternura.
—Lo bueno es que lograste ser algo parecido. Aunque Capitán América no es así de amargado y mal educado como tú.
—Tampoco es tan guapo como yo —me defiendo.
Me salpica la cara con agua en un gesto juguetón. Tomo sus muñecas acercándola más, abriéndola de piernas sobre mi regazo, no vacila y mete las manos en mi cabello dejando que le devore los labios.
Medio se aleja dejando que me apodere de las delicias que carga en el pecho, esas tetas de infarto que me ponen a babear cada vez que las aprecio. Los ojos le brillan mientras mis manos viajan a ellas magreándolas, pellizcándolas y lamiéndolas alternando entre una y la otra.
Empieza a contonearse rotándose contra mi miembro, poco a poco la voy ubicando hasta posarme en su entrada. Me muevo y se acomoda buscando que la encaje, su coño me envuelve, cierro los ojos recostando la cabeza en el mármol disfrutando del lento descenso que desencadena su sexo sobre mi polla.
La respiración se le agita, me toma las manos para colocarlas sobre su cintura mientras se balancea despacio, el movimiento me pone al borde. No tengo necesidad de guiarla para disfrutarla porque ella misma encontró la forma de complacerse.
No hay nada de la mujer de la selva, ni del hotel en Hawái, de aquella que se movía con timidez escondiéndose y avergonzándose de los gemidos provocados por la reacción de su propio cuerpo.
Es otra, ahora me mira a los ojos acelerando los saltos mientras su boca busca la mía con auténtico desespero. La vibración de nuestros cuerpos desborda el agua, sus suaves jadeos salen de su garganta cuando se satisface a sí misma. La dejo que entierre las uñas en mi hombro y tire de mi cabello mientras alcanza su propio clímax a la vez que llego también al mío.
━━━━━━━━ ⇜ ━━━━━━━━
Organizo las cajas con comida china en la mesa del comedor, el baño fue relajante. Lo único malo fue la interrupción del timbre cuando llegó el chico del delivery deteniendo la segunda cogida, la cual iba de maravilla.
—¿Puedo encender la chimenea? —Rachel aparece abotonándose una de mis camisas sobre el pecho.
—Estás en tu —corto la palabra antes de escucharme como un tonto—... Si te apetece.
Se agacha frente a ella moviendo las teclas del control con el cejo fruncido, las chispas saltan y se aleja con una sonrisa. Va hasta el estero señalándolo en busca de mi aprobación.
Asiento acomodando los platos y los contenedores de las distintas salsas.
—Está lista la comida —saco una silla para sentarme.
No viene, está sentada frente a la chimenea.
—¿No crees que acá sería más cálido?
Ruedo los ojos.
—¡No! Tendría que volver a acomodar todo.
Se levanta. En menos de nada acomoda todas las cajas encima de la alfombra, me quedo en mi lugar, no entiendo el afán de querer cambiar comodidad por cursilería.
—Ven —toma mi mano arrastrándome con ella.
Respiro hondo tratando de no perder la paciencia ni la compostura.
—Sushi, ¿Afrodisíacos para calentar la noche?
—Por supuesto, que se acabe todo menos la energía.
Toma un pequeño rollo, lo pasa por la salsa teriyaki comiéndolo con ansias.
—Delicioso —murmuro mientras se deshace en mi boca la pieza que degusté.
Observa sacando toda la comida que hay dentro de los recipientes, degusta las distintas piezas, luego toma los palillos de madera y saborea los fideos.
—Pensarás que como un cerdo, pero tengo mucha hambre.
—Me reservo los comentarios.
—Puedo comer en todo momento, en todo lugar, en toda ocasión y menos mal llego rápido la comida. Si hubiese demorado más probablemente me hubiese convertido en un depredador de ojos saltones y...
—Ya entendí que amas la comida —la interrumpo.
—Sí, ¿Qué es lo que más te gusta hacer a ti?
—Follar.
Pone los ojos en blanco.
La observo acabar con cada uno de los platos sin complicaciones ni etiquetas, come de manera desmesurada sin importarle que la mire.
—¿Qué hubieses hecho si no hubieras sido admitida en la central? —pregunto cuando termina.
—Una bailarina —parte la galleta de la fortuna.
—¿De break dance?
—¡No! —arruga las cejas— De ballet, tomaba clases cuando era pequeña. Bailo todo tipo de música, pero amo el ballet.
Recuerdo su baile en el casino de Moscú, le quedó fácil porque de lejos se notaba que era una profesional.
—No tienes las medidas para ser una bailarina de ballet.
Aparta el papel blanco de su campo de visión.
—¿Acabas de llamarme gorda?
—No, es solo que las bailarinas de ballet son delgadas y menudas, en cambio tú eres voluptuosa y llamativa. Los hombres no irían a ver tu baile, sino tu cuerpo.
—Hubiese cuidado más de mi cuerpo para ser más menuda y menos llamativa.
—No, tu cuerpo es perfecto así como está. Además, si hubieses sido bailarina la FEMF se habría perdido de un gran soldado.
—Don arrogante dijo un cumplido y una frase alentadora en el día de hoy, lo anotaré en mi diario.
La sala se inunda con la melodía de Thinking Out Loud de Ed Sheeran.
—¡Oh, por Dios! Amo esa canción —se levanta.
—Por lo que veo amas todas las canciones.
—Soy melómana —se encoge de hombros— Bailemos.
—¡En tus sueños, nena! —me burlo.
—Por favor —suplica ofreciéndome la mano— Será divertido.
—No.
—No seas idiota, no se te van a caer las bolas.
—¿Acabas de llamar a tu coronel idiota?
—Sí y lo seguiré haciendo si no vienes.
Va hasta el estéreo reproduciendo la canción desde el inicio.
Me llama con una sonrisa coqueta.
La ignoro
—Buenote —insiste— Soy buena soportando pisotones.
Vuelvo a ignorarla, así que vuelve a reproducir la canción desde el inicio.
—Concédame esta pieza, coronel.
Vuelve a reiniciar la canción.
—Sigo esperando —insiste y me levanto preguntándome por qué me dejo llevar tanto de sus cursilerías.
Sonríe satisfecha cuando recibo su mano entrelazando nuestros dedos. Con la mano libre sujeto su cintura mientras ubica la suya sobre mi hombro.
Nos movemos con lentitud, ella sonriendo y yo intentando no apartarme dejándola en el medio de la sala con toda la parodia que está montando.
—Sería más romántico si sonríes.
—Es un simple baile, no siempre tiene que ser romántico.
Le llevo el paso incluso cuando se aparta para dar una pequeña vuelta y volver a mi pecho.
—No lo haces mal —mira nuestros pies— De hecho, lo haces muy bien.
—Dije que no quería, no que no sabía.
Recuesta la cabeza sobre mi pecho inundando mis fosas nasales con el olor de su shampoo, no niego que me gusta la sensación y el calor de tenerla cerca. Se queda ahí, quieta como si estuviera escuchando los latidos de mi corazón. Latidos que se están acelerando teniéndola como si fuera única y exclusivamente para mí.
════ ⋆★⋆ ════
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro