CAPÍTULO 22
Besucón.
Rachel.
Los ojos de Parker revisan cada detalle del informe sobre su nuevo grupo de trabajo.
Me pregunto que hace que me odie tanto, que fue lo que hice como para que transpire odio por mí. Él y Sabrina serían la pareja perfecta, podrían ir por el mundo divulgando los felices que serían si no existiera.
Siempre he tenido conocimiento del porqué de mi enemistad con Sabrina. Pero con Parker es diferente, cuando recién llegué, solía hablarme, era muy amable cuando lo hacía. De hecho, intentó ligar conmigo, y en cierto punto me sentí halagada por ello.
Hasta que conocí a Bratt , me enamore de él y dejé de ponerle atención al mundo. Para cuando desperté de mi ensueño amoroso ya tenía su furia contra mí.
—Todos deben ir preparándose para las próximas misiones —dice sin apartar la vista de la carpeta.
—Estamos en ello —habla Alexandra a mi lado— Solo los más nuevos requieren adquirir un poco de práctica. Soldados como Alan Oliveira, Davi Lamprea y Margaret Mutis están listos para incorporarse a las filas oficiales.
—La mafia de los Mascherano se está moviendo rápido, he solicitado nuevos soldados ya que el número que tenemos no es suficiente.
—Dudo que sus fuerzas duren mucho— interviene Harry —Amelia Mahala partirá hoy de Roma, viene a testificar contra su esposo.
El teléfono del escritorio suena, por lo tanto, el alemán deja la carpeta de lado levantando la bocina.
—Capitán Dominick Parker —contesta.
Se queda en silencio mientras le ofrece la bocina a Harry.
—Es para ti.
Mi compañero se levanta recibiendo el aparato.
—Voy a confiar en el criterio de las dos poniendo a los brasileños en las filas oficiales.
«Algo amable y no ofensivo. Definitivamente algo que recalcar en mi diario»
Harry tira la bocina.
—Amelia Mahala está muerta —avisa.
La mirada apacible de mi capitán desaparece «Lo bueno nunca dura»
—Se supone que es tu trabajo evitar cosas como esta —me regaña.
—No puedes culparme por eso —me defiendo— Recién esta mañana tuve conocimiento sobre su colaboración.
—Siempre tienes una excusa para tus errores —masculla— Debiste tomar medidas de protección apenas lo supiste.
Guardo silencio, estoy cansada de pelear,además, su razonamiento no tiene sentido. Contestarle solo iniciará una batalla campal que terminará en un castigo absurdo y un breve tráiler de mi cerebro imaginando la mejor manera de molerle los huevos.
—Al coronel no le gustará la noticia. Por ineptos tienen la tarea de dársela.
—Yo lo haré —se ofrece Harry.
Alexandra y yo respiramos aliviadas, enfrentarse a la furia de Christopher es algo que todo el mundo quiere evitar.
—La próxima semana estaremos haciendo trabajo de inteligencia junto con la tropa del capitán Miller —avisa Dominick— Es de suma importancia que todos estemos disponibles ya que todo señala que los Halcones se están moviendo en la ciudad.
—Claro que sí capitán.
—Pueden retirarse —ordena.
Salimos al mismo tiempo.
—No sé porqué siempre te culpa de todo —comenta Harry cuando estamos afuera.
—Tiene el hermoso don de querer joderme la vida todo el tiempo.
—A lo mejor solo necesita una novia —añade Alexandra— Tal vez eso le quite el mal genio que carga siempre.
—Para mermar el odio por Rachel necesita al menos una docena —se burla Harry— Iré avisarle a Morgan lo que pasó, deseenme suerte.
—Tengo un crucifijo en mi habitación, puedo prestártelo —bromeo.
—Para su genio de mierda necesito más que eso —se desvía por uno de los pasillos.
—Luisa me invito a Tiffany para escoger el anillo de Simón —comenta Alexandra de camino al ascensor—Supongo que como dama de honor y madrina irás también.
— Si, si no lo hago amaneceré muerta mañana. Puedo llevarte si quieres.
—Genial —sonríe —Tengo varios pendientes todavía ¿Te parece si nos vemos a las siete en el estacionamiento?
—Ok, intentaré contactar a Bratt mientras tanto.
Bratt sigue incomunicado, desde ayer no recibo ningún tipo de noticia por parte suya. E intentado contactarlo por mis propios medios, pero me ha sido imposible.
Mis distracciones candentes hacia Christopher me han mantenido la mente ocupada. Sin embargo, es inevitable no sentirme preocupada por él.
Está pisando caminos peligrosos porque, por muy buenas capacidades que tenga, siento miedo de perderlo o que de una manera u otra pueda salir lastimado. Cómo no estar preocupada si es el hombre que amo.
Se oye raro, pero lo quiero. Mi cabeza es un lío porque quiero a uno mientras pienso día y noche en otro. Varias veces me he planteado la idea que tal vez enloquecí.
Christopher es como la nicotina; Sabes que es mala para ti y para tu cuerpo ya que a largo plazo es un veneno mortal. Pero a pesar de todo eso no puedes dejar de consumirla, porque el placer que te da es tan bueno que te niegas apartarla de tu vida.
Solo espero que mi capricho sea como él lo dijo, que apenas llegue Bratt pueda olvidarme de todo y hacer de cuenta que nada pasó.
No establezco contacto, así que acabo con mis tareas y dos horas después bajo al estacionamiento a esperar a Alexandra.
Quito el toldo de mi Ducati. Lleva varios días aquí, las moléculas de polvo se esparcen y se meten en mi nariz cuando quito la tela. Estornudo simultáneamente, soy de ese treinta por ciento de la población mundial que padece sinusitis.
—Salud, dinero y amor —comentan a mi lado. El polvo se desvanece mostrándome la imagen de Alan.
—Hola —intento que mi cuerpo se calme y deje de estornudar como foca resfriada.
—Linda moto —se acerca pasando la mano por el tanque—Tenga cuidado, el cilindraje es bastante alto.
Me subo. No es nuevo el comentario machista "Demasiado cilindraje para una mujer"
—Descuida, mi bebé jamás me lastimaría —le digo.
Suelta a reír mostrando su perfecta dentadura.
—Vine a darle las gracias por la ayuda dada en el entrenamiento. Nos acaban de avisar que estamos en las filas oficiales del ejército de inteligencia.
—No tienes nada que agradecerme, te lo ganaste con tus propios méritos.
—En mi país somos agradecidos con nuestros maestros —rebusca algo en el bolsillo de su pantalón— Hace días le hablé a mi abuela de usted y le envió esto.
Me ofrece un brazalete de hilos blancos y azules perfectamente tejidos a mano. Pequeñas piedras brillantes cuelgan de ellos. Lo posa en la palma de mi mano esperando mi reacción.
Es exótico y se denota el empeño que le pusieron al crearla.
—No puedo aceptarlo —confieso al notar que una de las piedras es una perla— Es un detalle hermoso, pero no estaría bien recibirlo.
—¿Por qué no? Fue elaborada exclusivamente para usted. El color blanco significa pureza, paz y carisma, mientras la tenga puesta nunca le hará falta eso. Y el azul representa la tranquilidad y la paciencia, características acorde a su personalidad... Bueno, también combinará a la perfección con sus ojos.
Intento resistirme a la belleza de la pieza. Amo este tipo de cosas y más cuando son elaboradas especialmente para mí.
Otra vez estoy entre el hacer o el deber y... Mis dudas se desvanecen al ver que las pequeñas piedras llevan las letras de mi nombre.
— Agradécele a tu abuela por mí.
—Úsela siempre en la mano derecha —la amarra a mi muñeca.
Aprecio lo hermosa que se ve mientras abro los brazos.
—Ven aquí, así te felicito como te lo mereces.
Se acerca, pero no a darme un abrazo, sino para tomarme la cara entre sus manos plantándome un beso en la boca del cual tardo en reaccionar. Aparto sus manos y para cuando quiero empujarlo ya es demasiado tarde, dos fríos ojos me están acribillando detrás del soldado.
Recibo tres infartos consecutivos al miocardio «¿Qué mierda?» ¿Cómo voy a explicar lo que acaba de ver? Y no es que tenga que darle explicaciones, pero tengo un novio.
Novio que él conoce, además, también nos estamos revolcando.
Alan da un paso atrás mirándome con el cejo fruncido, no sé si es porque tal vez morí de la impresión o porque acaba de darse cuenta del error que cometió.
—¿Está bien? —pregunta. No ha notado el problema apocalíptico que tenemos atrás.
—No es de mi incumbencia su vida personal —habla Christopher— Pero está prohibido las demostraciones de afecto en este lugar.
Alan se gira pálido y por mi parte no sé qué decir.
—No es lo que parece—logro articular— Alan solo me estaba...
—Besando, lo noté, no es necesario que lo explique.
—No es lo que piensa señor, la teniente James y yo...
—No le he dado permiso para que hable soldado —lo interrumpe.
—No, todo fue un error el cual...
—La sanción ya está soldado —demanda el coronel— Pasen mañana a mi oficina y con mucho gusto se las informo.
Alan abre la boca para hablar pero no lo dejan.
—Retírese —le ordena el coronel y el soldado obedece.
No sé si rompí un espejo o dejé caer algún salero para que últimamente sea perseguida por tan mala suerte.
—Puedo explicarlo —hablo cuando Alan se va.
—Aja —se larga dejándome con la palabra en la boca.
Me bajo de la moto apresurándome a seguirlo.
—¡Espera! No quiero que pienses cosas que no son.
Se detiene en la puerta del DB11.
—No voy a pensar nada porque simplemente no me interesa lo que hagas. Si te gusta el soldado eres libre de hacer lo que quieras con él.
—No me gusta Alan...
—Lo que acabo de ver me confirma todo lo contrario.
—Fue él el que me besó, estaba desprevenida y...
Alza la mano para que me calle.
—Tus explicaciones guárdalas para Bratt, es a él al que debes intentar convencer de lo buena novia que eres, no a mí —me corta.
El tono airado me saca de las casillas. No hecho nada malo, para colmo, no me está dejando explicarle como fueron las cosas, me estoy llenando de rabia sentimental y este tipo de emoción siempre termina en llanto.
—Te di la oportunidad de que me explicaras lo tuyo con Irina.
—¡Ja! —se burla— No seas ridícula, nunca te expliqué nada, me preguntaste algo y solo te respondí. No tenía el deber de darte explicaciones ni a ti ni a nadie. Y mucho menos cuando teníamos una relación netamente sexual.
—¿Teníamos?
—Si, teníamos— afirma—Me gustan las orgías y los tríos, pero no de la forma en que lo quieres manejar, acostándote con tu soldado y conmigo. Me retiro para que puedas dedicarte solamente a él.
Se adentra en el auto encendiendo en el motor.
—Fue bueno mientras duró —me guiña un ojo y debo retroceder para que no me pase las llantas por encima.
«menudo idiota» Me devuelvo a la moto, Alexandra ya está allí.
—Tardé más de lo que pensé —se disculpa.
—Si —me pierdo en los casilleros en busca del casco de repuesto.
Respiro hondo tratando de contener la rabia ¿Qué se cree? La ira me nubla los ojos en tanto limpio las lágrimas con brusquedad.
«Que se acabara es lo mejor» Intento darme ánimo.
Que lo cojan, nunca nadie me aseguró que su relación con Irina no fuera cierta. Sabrina no tenía porqué inventar cotilleos sobre su propio marido. Además, los vi hablando muy discretamente «Qué estúpida» hasta ahora me doy cuenta de lo ingenua que soy creyendo en sus mentiras.
—Luisa me llamo, ya llegó a Tiffany.
—A rodar entonces, no quiero escuchar uno de sus extensos discursos de regaño por llegar tarde.
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Desde la azotea de la galería nacional de Londres, enfoco mi objetivo a través del lente de mi ametralladora Kfd 175. Toda una belleza cuando de armas se trata, de largo alcance, letal y silenciosa.
—Hombre de negro a cinco metros de tu derecha —me habla Patrick a través del auricular— Marcus Belliet, irlandés con antecedentes por violación, extorsión, y asesinato.
El hombre alto con sobrepeso camina rodeado de un anillo de seguridad compuesto por cinco escoltas. Se lo ve desesperado mirando a todos lados mientras revisa su reloj.
Alexandra se acerca vestida con un uniforme de la cruz roja, lleva una planilla en las manos. Leo sus labios cuando intenta preguntar si desean donar sangre.
Uno de los escoltas la aparta interrumpiendo su discurso sobre las miles de personas que mueren al día por falta del preciado líquido.
—Es él —confirma—Los escoltas llevan la insignia de la empresa.
Estamos en lo que se le denomina "Limpieza social;" Regla impuesta por el gobierno.
Cada vez que nuestros servicios son requeridos nos ubican en distintos lugares tras la pista de delincuentes de talla internacional. Aquellos que el dinero les da libertad bajo el código común de la ley.
Ley que ellos creen sobornar, pero no, les quita grandes sumas de dinero para luego deshacerse de ellos de esta manera.
Lo enfoco bajo el lente, tiene que ser un tiro perfecto ya que el más mínimo error alertaría a su anillo de seguridad.
Que bueno es estar liviana, sin preocupaciones y sin distracciones lujuriosas. Sin soñar con nadie, en cambio, ser de las que olvidan rápido mientras se concentra en lo que debe concentrarse. A mí no me pasa, pero supongo que debe sentirse muy bien estar así.
Por lo contrario, soy de las que tiene una jodida carga sobre los hombros debido a que cierto personaje me hirió el orgullo. De las que tiene una secuencia de imágenes eróticas estancadas en el cerebro con dicho personaje. De las que no ha podido conciliar el sueño pensando en él y en sus palabras cargadas de ego. Y de las que no está concentrándose en lo que debería por estar concluyendo estupideces.
«Me enerva su maldita arrogancia»
—Autorizada para disparar—me avisan.
Pongo el dedo en el gatillo concentrando toda la ira en él.
Si hay alguien que se merezca mi rabia es este hombre que ha acabado con familias enteras, que ha cometido infinidad de feminicidios. Su delito más famoso es el de Escocia: Torturó a cuatro personas durante cuatro días, al cuarto día las violó, las empaló y dejó sus cuerpos tirados en un camino rural. Se merece algo más doloroso que la muerte.
Discute con sus escoltas sobre el motivo por el cual su cita no ha llegado. Puedo leer sus labios y expresiones cargadas de odio. Pobre, no sabe que fue citado aquí para morir por ser un bastardo sin escrúpulos.
La bala sale disparada atravesando el aire, el toldo de la cruz roja y su cráneo alojándose en su asqueroso cerebro. El cuerpo cae mientras sus escoltas intentan auxiliarlo.
Desarmo el arma guardándola cuidadosamente en el estuche, atuso mi moño inglés y aliso la falda de mi traje color pastel. Empuño el asa del estuche estilo maletín buscando la escalera de emergencia.
Mis tacones escarpín resuenan contra el mármol cuando cruzo el vestíbulo principal, como cualquier turista que visita una galería, saludando y sonriendo como si disfrutara de todo lo que hay a mi alrededor.
—Disculpe —me detiene una pareja de ancianos —¿Sabe dónde podemos encontrar las pinturas abstractas?
—Tercer pasillo a la izquierda— indico.
—Gracias.
La pareja se pierde entre la multitud. Afuera, los transeúntes se apilan intentando ver el cadáver de mi víctima. Paso de largo acercándome al borde del andén dejando que Patrick y Alexa me lleven a la central.
—El coronel quiere verla —me avisa un alférez cuando bajo de la camioneta.
No sé si alegrarme, enojarme o pegarme un tiro. Con Christopher nunca sé cómo sentirme.
Me despido de Patrick y Alexandra, dejo mi arma en el área encargada. Sin pensarlo más, me dirijo a su oficina.
Ignoro el tamborileo de mi corazón «A lo mejor ya cambió de opinión y quiere follar» Aparto la idea absurda de mi cabeza.
«Es mejor así» Me convenzo, últimamente es como si tuviera un ángel y un demonio hablándome en cada hombro.
Oprimo varias veces el botón del ascensor ya que no estoy para subir tres pisos con estos incómodos tacones.
—Teniente, llevo buscándola toda la mañana —comenta Alan a mi lado.
Oprimo con más insistencia el botón, me tiene cabreada.
—Le debo una disculpa por lo de anoche.
—Lo hecho, hecho está. No puedes hacer nada para solucionar el problema en que nos metiste.
El ascensor llega y lo abordo seguida del chico que intenta disculparse en medio de balbuceos.
—Es que... Siempre ha sido tan amable conmigo y pensé en la posibilidad de que tal vez... Podría llegar a gustarle.
—Alan, tengo novio y lo sabes. Varias veces me lo has preguntado.
Agacha la cabeza metiéndose las manos en el bolsillo.
—Me suspendieron dos días, supongo que a usted también.
—Es lo más probable.
—Intenté convencer a Morgan que fue mi culpa, pero no sirvió de nada.
—No insistas en darle explicaciones.
—No me importaba la sanción, me importa el hecho de que ya no volverá ser amable conmigo. Lo he jodido todo.
Me apena su estado, siendo sincera se ve mal. No tengo el látigo de la dureza con ninguno de mis estudiantes y menos cuando son tan buenos como él.
—No voy a cambiar contigo... Siempre y cuando me guardes el debido respeto, soy una persona comprometida. No quiero que confundas mi amabilidad con coqueteo.
—En verdad lo lamento, actué como un crío.
—Ya no importa —le pego con el puño cerrado en el brazo— Ven, te debo un abrazo de agradecimiento por el brazalete.
Sonríe y abre sus brazos estrechándome contra su tórax.
Las puertas se abren, dos figuras masculinas están esperando el ascensor.
Mi mala suerte no sé si es por un espejo roto o un salero regado. Para tener tan maldita mala suerte tuve que haber desangrado a algún maldito gato.
—Buenas tardes —nos saluda el general.
Alan se pone firme dedicándole un saludo militar a los dos hombres.
—Llevo media hora esperándola —me regaña Christopher.
«Que alguien me asesine»
—Acabé de llegar señor e iba para su oficina.
Me aniquila con los ojos. Salgo al pasillo junto con Alan mientras él aborda el ascensor con el general.
—Espérame en el despacho —me lanza una última mirada de odio antes de que las puertas se cierren.
Quedo peor de lo que estaba.
—Lo mejor es que me vaya —comenta Alan muerto de vergüenza— De nuevo me disculpo por lo que pasó.
—No importa —me voy a la oficina de Hitler inglés con los hombros encorvados. He metido la pata hasta el fondo.
Tomo asiento frente a su escritorio. Tal vez debería irme y volver cuando esté de mejor humor, lo cual haciendo cálculos mentales seria en cien o doscientos años.
Laurens entra con una taza de té y su horrible nuevo look. Deja el té sobre la mesa y varios documentos al lado del ordenador.
—Laurens—la detengo antes que se marche.
Se devuelve con una sonrisa en los labios mal pintados.
—¿Se le ofrece algo más?
—Siéntate por favor.
Toma asiento en la silla de mi izquierda.
—¿Sales con Scott? —suelto la pregunta sin vacilación. La situación no se puede tratar con paños de agua tibia.
—¿Qué le hace pensar eso?
—Tu cambio empezó días después de la noche en la discoteca. Dijiste que salías con alguien y te he visto varias veces hablando con él.
—Se equivoca.
—Lo dudo. Si lo estás haciendo te aconsejo que lo dejes.
—Es algo que a usted no le incumbe.
—Sé que no debo meterme en tu relaciones personales, pero como te aprecio, es mi deber advertirte que no es el tipo de hombre para ti.
—¿Por qué no? ¿Por qué no soy bonita y adinerada como su amiga y usted?
«¿Qué diablos le pasa?»
—Esto no tiene que ver con la belleza y si así lo fuera, debes tener en claro que eres una mujer muy hermosa —espeto— Solo que Scott no es el tipo de hombre del cual se puede fiar.
Se acomoda la melena rojiza. No parece la misma Laurens de hace un mes.
—Está diciendo justamente lo que él me advirtió. Intentan dañar sus relaciones porque su amiga no lo ha superado.
—¡Oh, por Dios, no seas tonta! —enfurezco— ¿En verdad dijo eso? Luisa va a casarse con alguien mucho mejor que él. Yo solo intento darte un consejo.
—Guárdeselo —se levanta enojada— Quiero a Scott y el tiene interés en mi. Eso no tiene nada de malo.
—Es tóxico.
—¿Y? ¿El que se haya equivocado lo condena a no darle una oportunidad de cambio?
—Esto no es After, Laurens, el chico malo y tóxico muere siendo tal cual es.
Suelta una risa burlona.
—Lo dice la hermosa teniente, la admirada por su belleza, la que todos desean y quieren tener —empieza— ¿Lo que acaba de decirme solo aplica para las feas? Porque el capitán Lewis cambió por usted.
—No, Bratt siempre ha sido Bratt. Su naturaleza es entregar todo y tener ojos para una sola persona cuando se enamora —explico— La de Scott no es así, la de él es ir por el mundo follando mujeres como si fueran trofeos que se suman a su título de gigoló. Lo conozco desde niña y créeme cuando te digo que mereces a alguien mejor.
La puerta se abre y la Laurens segura desaparece con la llegada del coronel.
—A tu puesto —le ordena.
La chica huye despavorida.
—Tienes un día de suspensión en consecuencia por tu comportamiento de anoche —informa— Es eso o un llamado de atención en tu historial.
—Prefiero la suspensión.
Aunque se me acumule todo el trabajo de un día, es mejor que tener una mancha en mi expediente.
—¿Algo que decir en tu defensa?
Niego.
—Si vuelvo a ver lo mismo que vi en el estacionamiento y en el ascensor, tendrás un serio proceso disciplinario por mal comportamiento.
—No estaba haciendo nada malo en el ascensor.
—No intentes explicar lo que no tiene caso. Hazme caso cuando te digo que dejes tus ligues para cuando estés afuera.
—¡No tengo ningún ligue con Alan, ni con nadie! —explico molesta— Estás siendo injusto conmigo, él fue quien me beso. En el ascensor se disculpó y por eso lo abracé.
—¡Que te guardes las excusas! —repite enojado—Solo ten en claro lo que pasará si llego a ver otra situación como esa ¿Entendido?
Asiento.
—No tengo más que decir, así que largo.
No tengo voluntad de levantarme. Por lo contrario, tengo mil cosas que decirle y explicarle. Como que no tengo ni tendría nada con Alan, por el simple hecho de que estoy dividida entre mi amor por Bratt y mi deseo hacia él.
—Christopher, solo déjame explicarte como fueron las cosas...
—¡Que no me interesa!
—Pero...
—¿Te has quedado pegada a la silla? ¡Joder, entiende que te quiero fuera de aquí!
—Idiota —mascullo por la bajo antes de largarme.
Salgo al pasillo con la ira quemándome la piel.
Me las pagará, ya no es cuestión de atracción, es cuestión de orgullo.
Se cree mucho en su trono de "Puedo hacer lo que quiera", sin embargo, yo también sé jugar su jueguito. Así como yo he caído ante sus encantos, él también lo hará en los míos y lo veré tragarse el veneno cuando le toque convencerse que no soy su puto juguete.
«Perdón Bratt, pero tu infiel novia tiene una última carta que jugar»
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