CAPÍTULO 14
Cadin.
Christopher.
Cierro los ojos dejándome llevar por el placer del momento. Ella aparece con sus ojos azules mirándome con deseo «Me gusta demasiado» Los labios, los ojos, ella y esa forma de prenderse de una forma tan sexy.
Se me endurece la polla con su recuerdo mientras acaricio la cabeza de la rubia que tengo entre los muslos.
—¿Lo hago bien? —pregunta arrastrando la lengua por el glande inflamado de mi pene.
No contesto, le tomo la cabeza encajándome en su boca. Exhalo al sentir como succiona tensando el agarre de mis manos en su cabello cuando menea la cabeza de arriba abajo. El placer me atraviesa y...
Le tomo los hombros advirtiéndole que se aleje. No se mueve, no creo aguantar más, por lo tanto, la aparto a las malas tomando una bocanada de aire.
—Es un placer servirle coronel —sonríe.
—Fue una buena mamada matutina —me acomodo la polla en el pantalón.
—Cuente con una todos los días en cuanto vuelva de New York.
—Es bueno saberlo...
Achina los ojos, «¡Joder, olvidé su nombre!» Bajo la mirada a la placa de metal que está sobre la mesa "Capitán: Sheila Stone".
—Sheila.
Vuelve a sonreír.
—Puedo darle mi número y usted puede darme el suyo... Ya sabe, para mantenernos en contacto.
«Ya empezó».
—No es necesario, no pienso llamarte ni tampoco quiero que tú lo hagas.
—Pensé que podríamos... —me mira con rabia— Llegar a tener algo más.
—Que me la mames no quiere decir que tendremos una cita ni nada de eso —me acomodo la ropa encaminándome a la salida— Espero un buen desempeño en New York.
Intenta decir algo pero no la dejo, simplemente cierro la puerta largándome a trabajar.
Laurens se levanta cuando me ve, el movimiento repentino arroja la silla al suelo causando un estruendo en el piso.
—Buenos días señor.
—Quiero un café americano, grande y sin azúcar —le ordeno antes de meterme a la oficina.
Los rayos de sol se asoman en el vidrio secando las gotas de agua que empapan el ventanal.
Afuera, la tropa de Dominic Parker trota en el campo húmedo con Rachel a la cabeza. Detiene la práctica en el centro de la cancha. No escucho lo que dice, pero puedo ver los gestos que hace cuando habla.
Estallan en aplausos, algunos chocan las manos en el aire, otros son un poco más atrevidos y se acercan a abrazarla. Entre esos, uno de los soldados de Brasil, tampoco recuerdo su nombre, pero lo he oído fanfarronear en la cafetería sobre lo bien que ella lo trata.
Ella le pega con el puño cerrado en el hombro, entre tanto él le pasa el brazo sobre la nuca.
Me aparto molesto, me hastía que no se comporte como lo que es.
Laurens entra a paso de tortuga, me lleno de paciencia. Todo con ella es así, no entiendo como Sloan pudo tolerarla tanto tiempo.
La taza que trae parece tener un vibrador. Se acerca por mi derecha derramando el líquido en el plato.
—Deberías ir a que te revisen las manos —tomo el poco café que quedó en la taza.
—Lo siento señor...
Levanto la mano para que se calle, no estoy para su repertorio de excusas. Respira hondo alisando el vestido de anciana que trae.
—El nuevo Capitán está aquí, ¿Desea recibirlo?.
—Que pase —dejo el café en la mesa.
Se larga.
—Coronel —Patrick entra a mi oficina haciendo una mofa de un saludo militar— He llegado a servirle.
—Casi que no —abro mi laptop— Los otros capitanes te pondrán al día, hay temas delicados que requieren el mayor esfuerzo.
—Hiciste bien al pensar en el confiable Patrick.
Saco el folder de la investigación entregándole toda la información que recopiló Rachel.
—Moscú es a lo primero que te enfrentarás.
Una algarabía atraviesa la ventana.
La tropa de Dominick sigue en el patio. Están pendejeando no sé con qué pero tomaron a un soldado e intentan tirarlo al barro «Obviamente eso no es parte del entrenamiento» Cambian los papeles y es Rachel la que termina en el lodo muerta de risa.
Se quita la playera quedándose con el top que trae abajo, intentan tomarla otra vez y...
—¿Esa es la novia de Bratt ? —pregunta Patrick por encima de mi hombro— Es muy Sexy.
Lo miro molesto.
—No le digas a mi esposa que dije eso— se ríe.
Me voy al teléfono levantando la bocina.
—Capitan Parker —contestan al otro lado.
—¿Qué mierda haces que no le estás poniendo orden a tu pelotón? —inquiero— Sal y deja en claro que esto no es una maldita guardería.
Ordeno antes de colgar.
—¿Cuánto tiempo necesitas para ponerte al día con todo? —le pregunto a Patrick.
—Dos o tres como mucho —se mete la carpeta bajo el brazo— El general me informó que Rachel trabajará conmigo.
—La Sargento Vargas está aquí— anuncia Laurens en la puerta.
—Estoy ocupado.
—Se lo dije, pero insiste en verlo señor.
—Por mí no te preocupes —comenta Patrick— Debo irme ya, supongo que la teniente James me dirá todo lo que debo saber.
—Que pase entonces— le ordeno a Laurens.
Irina Vargas entra a mi oficina, como de costumbre oliendo demasiado a perfume. Sé que muere por que me la tire y no estaría mal hacerlo ya que tiene sus atributos.
—Esta central es como un paraíso de mujeres bonitas —masculla Patrick.
— Buenos días, coronel —me dedica un saludo militar mirando a mi colega— El nuevo capitán ¿Supongo?.
—Sargento Vargas, gusto en conocerla —se presentan— Capitan Patrick Linguini especialista en computación, robotica, inteligencia artificial y seguridad Informática.
—Bienvenido a la central de Londres, mi capitán —le dice ella.
—Los dejo solos—se despide Patrick.
Me recuesto en el borde de la mesa esperando a que diga lo que quiere y se largue.
—El capitán Bowie me envió a informarle que el armamento ordenado fue recibido y está listo para ser repartido.
—Su mensaje llega tarde, ya me llamó y me informó todo. No es un soldado muy eficiente sargento Vargas.
Se sonroja avergonzada, si esa era su excusa para verme falló.
Exhala antes de acercarse.
—Me ha pillado —se relaja— Quería preguntarle qué hará esta noche.
—No es algo que te incumba.
—Lo sé —me interrumpe— Pero me gustaría invitarle una copa en mi apartamento.
La idea no me desagrada, desde mi encuentro con Rachel he estado deseando sexo.
Sexo que no he conseguido por estar ocupado en Cambridge. La mamada matutina de Sheila minimizó el deseo, pero no lo borró.
Analizo los pros y contras de tirarme a alguien como Vargas.
Pro: Es sexy.
Contra: Sé que es de esas que después no podré quitarme de encima.
Pro: Estoy urgido de sexo y quiero sexo.
Contra: El sexo que quiero es con Rachel no con ella.
—No me interesa así que lárgate a trabajar.
Tiene la osadía de posar la mano en mi pecho.
—¿Seguro?—susurra.
La puerta se abre de golpe dándole paso al dolor de cabeza que tanto detesto.
—¡Quita tus garras de mi marido, zorra asquerosa!.
Irina tiembla apartándose como si acabara de ver al diablo.
—¡Largo! —le ladra.
La sargento se va mientras me devuelvo a mi puesto.
—¿Hasta cuándo tendré que soportar a tus putas?
—Hasta que decidas darme el divorcio —me encojo de hombros— Si vienes con alguna amenaza suicida te agradecería que la escribas y se la entregues a mi secretaria. La leeré cuando tenga la jodida valentía de matarte.
Apoya las manos en la silla frente a mí tragándose la rabia.
—Romina —habla un poco más calmada— Ofrecerá una cena por el cumpleaños de su esposo.
—¿Y?
—¿A qué hora puedes pasar por mí?.
—A las... —abro mi MacBook— ...Faltando un cuarto para nunca.
—Ya le dije que iría contigo.
—Pues no debiste, no me interesa ir a una fiesta con gente que no me agrada a fingir lo que no somos.
Resopla.
—Le diré a Katy que tenga la cena caliente para cuando llegues —evade el tema, ha hecho lo mismo en todo el maldito matrimonio.
Ha evadido mi falta de amor e interés, mis infidelidades y constantes demandas de divorcio.
—Sabes que no iré a tu apartamento Sabrina.
—¡No es mi apartamento, es nuestro hogar! —me grita— Hay otra mujer ¿Cierto? Es esa maldita zorra la que te está alejando de mí...
—No hay otra, hay muchas —le digo la verdad.
—Pero en Hawaii...
Me trago las ganas de confesarle que fui a Hawaii a tirarme a Rachel. Bratt comentó que Joset tenía intenciones de llevarla y yo no iba a desaprovechar la oportunidad de comerme el coño que no pude saborear en Brasil.
—Lárgate y déjame en paz.
—No te la voy a dejar tan fácil —me amenaza— ¡No te voy a dejar el camino libre! ¿Me entiendes?.
—Siempre lo he tenido —sonrío con descaro— Ahora lárgate antes de que llame a los guardias para que te saquen.
No hay un solo día en el que no lamente estar casado con ella. No sé en qué diablos estaba pensando cuando le hice caso siendo un adolescente, besarla me condenó al infierno. Ligar fue el primer error, el segundo fue casarme por gratitud hacia Bratt.
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Cinco reuniones absorben todo mi día. El poco tiempo que sobra lo dedico a revisar los reportes que entregaron los capitanes principales.
El de Moscú muestra posibilidades de capturar a Antony Mascherano, mi mayor objetivo en ésta misión. Mi pelea con él va más allá de la fuerza de ley contra un criminal. Sé de sus alcances y de la poderosa mafia que tiene, fui testigo de todo. Llevo años anhelando su cabeza.
Reviso el plan que se llevará a cabo en los próximos días. Que pueda participar en el operativo sería provechoso, las cosas salen mejor cuando las hace uno mismo. Pero el que planee estar personalmente es una pérdida de tiempo, el ministro Morgan jamás aprobaría mi presencia allí. Conoce cada detalle de mi pasado con los Mascherano, lastimosamente no puedo pasar por encima de la cabeza de un ministro y mucho menos cuando dicha persona es mi papá.
Anochece y después de varios días estando encerrado, preparo todo para irme a descansar cambiándome antes de bajar al estacionamiento.
Busco las llaves del auto mientras camino por la tenue luz del parqueadero
—¡Maldición! —reconozco su voz cuando sale azotando la puerta de su vehículo.
«Rachel»
Estoy empezando a odiar que mis tareas no me estén permitiendo verla como me gustaría. Tiene la capacidad de empalmarme en segundos, como ahora, que luce un vestido corto gris acompañándolo con botas negras, las cuales le llegan más arriba de la rodilla.
Definitivamente voy a alzar ese vestido dejando que esas botas me envuelvan.
—¿Problemas? —salgo a la vista.
Se endereza.
— Sí, pero nada grave.
Me acerco y no se mueve.
—¿Algo en lo que pueda ayudar? .
—Lo dudo, a menos que tengas un galón de combustible en tu auto —me tutea.
¿Ahora no soy coronel? Igual no importa, como Christopher también me gusta.
—No lo tengo, pero puedo llevarte.
—Seguramente estás cansando, me apena molestarte.
—No lo estoy —la interrumpo, las ganas de follarla vencen cualquier cosa— Anda, mi oferta es por tiempo limitado. No le doy a muchas la oportunidad de subir a mi auto.
—Qué modesto —murmura.
—No tengo toda la noche —advierto— Así que apúrate.
Me adelanto dejando que saque lo que necesita de su vehículo, no tarda y abordo el DB11 esperando a que suba. Toca el capo sonriente antes de abrir la puerta.
Aprecia el interior mientras me pongo en marcha.
—Tienes muy buen gusto si de autos se trata —me dice.
—¿Te gusta?
—Mucho.
Paso por el código de rutina aventurándome hacia la carretera vacía. Ella guarda silencio, sin embargo, no deja de ser una distracción para mis ojos que no dejan de observar las piernas desnudas.
—La velocidad que llevas podría competir con un cohete.
—Eres un agente de la FEMF, no debe darte miedo la velocidad.
—No me da miedo, pero de vez en cuando me gusta tener la certeza de que llegaré viva a casa.
—Llegarás —desvío el auto en una de las carreteras vacías.
—Dijiste que me llevarías a casa —comenta clavando la vista en la ventana— Y estoy más que segura que este camino no es el que conduce a ella.
—Dije que te llevaría, pero nunca mencioné tu casa.
Recuesta la cabeza en el asiento, creo que en el fondo sabe que no tiene caso llevarme la contraria. Tomo el área rural adentrándome en el pueblo que se esconde tras las montañas, sigo subiendo colina arriba hasta que llego a mi sitio.
Baja conmigo observando las luces del pueblo que dejamos abajo. Me sigue cuando echo andar.
—¿Qué hacemos aquí?
—Tengo hambre.
—Me imagino que deben servir platos muy buenos si viniste hasta acá —se abraza a sí misma.
—No son precisamente platos.
Salimos de la zona verde. La risa de la gente y el sonido de las máquinas haciendo palomitas de maíz me dicen que no me equivoqué al creer que éste lugar todavía existe.
Frente a nosotros un gran arco sostiene las letras "Bienvenidos a la Feria permanente de Cadin".
Niños que corren de aquí para allá empujándose y riéndose, familias que se toman fotos con sus hijos y adolescentes que se pasan saliva entre sí mientras ven obras de teatro.
—¿Tienes hambre? —pregunto.
—Bastante. Supongo que el lugar de la comida perfecta debe ser allá— señala el puesto de comida con más gente— Personas haciendo fila para comer es el mejor truco publicitario.
Hacemos la fila frente al puesto. Ella aprecia el lugar y yo cada vez me convenzo más de lo atractiva que es. Tal cosa me infla el ego.
—¿Qué desea? —le pregunta el chico detrás del carro de hamburguesas.
—Una hamburguesa por favor —observa el menú— Con doble carne, doble ración de queso, papas y soda grande.
La miro con las cejas enarcadas, no es posible que alguien con un cuerpo como el suyo pueda comer tanto.
—¿Qué? —pregunta— Pienso pagar mi comida.
—No es por el dinero, es por la cantidad.
Se aparta para que pueda seguir en la fila.
—¿Qué desea? —vuelve a preguntar el chico
—Lo mismo —saco un par de billetes dejándolos sobre el mostrador.
—Déjame... — rebusca en su bolso sacando la billetera.
—Ni lo sueñes —la tomo del brazo y la saco de la fila— Mis cuentas bancarias están a reventar, no necesito tu dinero.
Rueda los ojos tomando asiento.
—¿Cómo conoces este lugar?.
—Venía aquí cuando era pequeño —digo sin dar muchas explicaciones.
Dos chicas llegan con nuestro pedido, comemos en silencio bajo el bullicio de la gente. Sus ojos siguen recorriendo el lugar sonriendo una que otra vez.
Observo su boca y bajo a sus pechos, los tirantes del vestido se esfuerzan por sostenerlos. Babeo mentalmente de solo imaginar que no falta mucho para prenderme de ellos.
Vemos una que otra obra, luego paseamos por los puestos de artículos antiguos. No hablamos pero de vez en cuando rozamos los dedos al caminar. Se distrae con el gentío y para cuando vuelvo a mirar el reloj es casi medianoche.
—Vámonos ya —apoyo la mano en su espalda.
Nos volvemos a adentrar en la zona llena de árboles. El viento se intensifica empeorando la temperatura.
Llegamos al auto, el olor a pólvora se hace presente cuando los fuegos artificiales estallan en el cielo. Se me olvidaba que este es el gran atractivo de la feria todos los viernes.
El pueblo apaga las luces para el espectáculo mientras que el cielo se ilumina con luces de colores.
—Qué bello —Rachel se frota las manos sin perder de vista el espectáculo.
Tomo su muñeca trayéndola a mi pecho.
—Si, pero ¿Sabes que es mejor?
Le levanto el mentón
—Esto...
Corresponde el beso rodeándome la cintura con los brazos. Se ha amoldado a mi forma de besar. Ya no lo hace de forma suave y tierna, lo hace con pasión y vehemencia.
Se aprieta contra mi entrepierna pasando las manos por ella cuando se endurece. Sonrío sobre su boca al notar la urgencia que carga últimamente. La acorralo entre el DB11 y mi cuerpo.
—Como que me apetece follarte sobre este auto deportivo.
La subo al capo en tanto le bajo las tiras del vestido. Hace frío, pero la excitación que desprende me tiene más que caliente. Paso las manos por sus muslos hasta llegar al elástico de las bragas. Endereza la espalda cuando las deslizo y me las guardo en el bolsillo.
—¿Crees que sea buena idea? Alguien podría venir...
—¿Qué importa? —la beso— No creo que demos un mal espectáculo.
Vuelvo a recorrer sus muslos con las manos hasta llegar a su sexo, pasa saliva cuando le abro los pliegues estimulándola con su propia humedad.
—Aunque si no quieres no te voy a obligar —muevo los dedos mientras la humedad aumenta. Trata de reprimirse clavándome las uñas en el hombro.
Está demasiado agitada, mi masturbación la tiene al borde y los músculos se le están apretando listos para el orgasmo.
—¿Quieres que me detenga?
Sacude la cabeza plantando las manos en el metal del capó mientras sigo hundiéndome en su carne palpitante.
—Detesto que te quedes en silencio —meto un tercer dedo incrementando los movimientos— Volveré a preguntar y esta vez quiero una respuesta.
Jadea.
—¿Quieres que pare?
—No... —corta la respuesta—¡Joder, no!
—¿Segura?
Se echa sobre mí besándome y cruzando las piernas detrás de mi cintura. Me quita la chaqueta y empieza a comerme el cuello. El desespero me gana, así que suelto la pretina del pantalón liberando el miembro que froto contra su sexo antes de penetrarla.
—Abre más —susurro en su oído. Ella obedece.
—¿Así?
—Si, así.
Inicio los embates que la obligan abrazarme aferrándose a mi playera. De vez en cuando suelta jadeos suaves que me quitan el control, no me aguanto, joder. Su estreches me aprieta la polla y eso solo hace que me guste más.
El tenerla abierta sobre mi auto con sus piernas rodeándome a la vez que sus gemidos hacen eco en mis oídos me produce un placer inexplicable. La siento apretar la tela de la playera con fuerza con la llegada de su clímax mientras que yo no tardo en vaciarme en medio de estocadas bruscas que la ponen a pasar saliva.
—Ven.
Entro con ella al asiento trasero desatando la tanda de besos húmedos que vuelven a prenderme otra vez. Le acaricio las piernas y ella mi nuca dejando que la bese una y otra vez.
La ropa empieza a estorbarme. La subo a mis piernas buscando sus pechos, mientras ella frota su sexo contra mí logrando que odie más la jodida tela la cual cruje cuando la abro a las malas dejando los senos libres.
Mi lengua toca los pezones endurecidos antes de morderlos mientras ella hunde las manos en mi cabello dándome vía libre para hacer lo que quiera.
—Te debo un vestido nuevo —beso su hombro— Y creo que también te deberé un par de bragas.
Trata de buscarlas en mi bolsillo, le tomo las manos para que se detenga.
—Entrar a un edificio sin bragas y con el vestido destrozado no es propio de una chica decente.
—No somos personas decentes —me encojo de hombros— Ya te inventarás algo.
Me besa pasando las manos por debajo de mi camiseta, besos largos que la hacen contonearse sobre mi miembro.
—¿Más? —pregunto.
—Por favor —se muerde los labios y mando la mano a su trasero.
Invade mi boca acomodándose sobre mi polla mientras bajo por su clavícula, en tanto vuelvo a devorar sus pechos. No me importa parecer un loco obsesivo, me encantan sus montículos de carne. Es más, no quiero perder oportunidad a la hora de tenerlos en mi boca.
Jadea cuando empieza a empalarse.
—Despacio —sugiero. No quiero que el dolor la haga desistir.
Se aferra a mis hombros mientras lucho por no bajarla de golpe y...
Una incandescente luz atraviesa la ventanilla de mi derecha. Rachel se baja cuando tocan el vidrio exigiendo que salga.
—Te dije que nos verían —trata de taparse
—Espera aquí —me acomodo la erección.
Abro y el de la linterna no deja de apuntarme.
—Su identificación, por favor —me pide un hombre...Un hombre no, un anciano con uniforme de policía.
Me pone la luz del reflector en los ojos.
—Baje eso —le exijo— Va a dejarme ciego.
Apaga la linterna mientras se quita el sombrero.
—Identificación.
—¿Qué hice como para tener que darle mi identificación?.
Baja los ojos a mi erección.
—Sostener relaciones sexuales en zonas públicas es un grave delito. Llevo cuarenta minutos observándolos. Por lo que vi, no es decente lo que estaban haciendo.
—Y lo dice hasta ahora... —me burlo cruzándome de brazos— ¿Qué estaba haciendo mientras tanto? ¿Masturbándose mientras nos veía?
—No me falte el respeto —me regaña— ¡Y le exijo que me muestre su identificación!.
Saco del bolsillo trasero mi placa e identificación. Se la entrego, en tanto espero a que me pida la debida disculpa antes de marcharse.
Ninguna de las dos cosas pasa.
—El coronel Christopher Morgan —dice revisando que la placa sea auténtica— Para tener un cargo tan importante debería tener un poco más de respeto por la ley.
—Usted es quien me debe respeto...
—La policía de Cadin no le teme a los arrogantes como usted —me devuelve la placa mientras se queda con la identificación— Somos un pueblo apartado y tranquilo. Muy pocas veces necesitamos de la ayuda de su organización. Además, soy un hombre ya entrado en edad y no me gustan los críos como usted, esos que se creen mejor que todo el mundo.
Bostezo con el discurso.
—Como diga ¿Puede devolverme mi identificación para que pueda largarme?
—No, necesito ver a su acompañante y asegurarme de que no la haya forzado a nada.
—Lleva cuarenta minutos observándonos, sabe muy bien que no la estaba forzando.
—¡Debe bajar del auto! —espeta molesto.
Recojo mi chaqueta entregándosela a Rachel cuando abro la puerta.
—Baja —le pido— Hay un anciano que necesita asegurarse de que no hayas sido violentada.
—¿Qué?— pregunta colocándose la chaqueta.
El hombre cambia el gesto cuando la mira.
—Buenas noches —la saluda.
—¿Cómo se encuentra? —ella se acerca con la mano extendida—Le ofrezco una disculpa por mi conducta y la de mi acompañante —sonríe.
—Sus disculpas son aceptadas pero según el código civil de Cadin deben pasar una noche en la estación del pueblo.
—Entiendo —le vuelve a sonreír— No obstante, a ninguno de los dos nos gustaría pasar por eso, ¿Hay alguna otra forma de evitarlo?.
— Tendría que ponerle una multa ciudadana a cada uno —me mira— Supongo que no es problema pagarla, coronel.
—Por supuesto que no —aseguro— Y ya que encontró la manera de dañarnos el momento, emita la multa, que quiero largarme.
—Debería aprender de la educación de su novia —vuelve a regañarme
—No es mi novia —le aclaro.
Vuelve a enfocarse en Rachel.
—¿Segura de que este cerdo no la ha forzado a nada?.
—No Sheriff —contesta con tono amable— No me estaba forzando a nada, de igual forma agradezco su preocupación y le ruego que nos imponga la multa para poder marcharnos.
El hombre saca una libreta. Emite mi multa mientras Rachel busca su identificación. Vuelve a preguntarle si no la estaba forzando, ella vuelve a negar. Una vez emitida la sanción, solicita que abandonemos el lugar.
—Te dije que alguien podría vernos—se ríe acomodándose el cinturón de seguridad.
—Aun así fue excitante — enciendo el GPS para ubicar su dirección —¿Dónde vives?
—Swia # 10 en Belgravia.
—Estamos a una hora y media de su punto coronel— avisa la voz de Vicky.
Pongo en marcha el auto, a los pocos segundos su voz vuelve hablar.
—Tiene una llamada del general Peñalver.
—Pásamela.
Rachel recuesta su cabeza en el asiento, sabe que no puede hacer el menor ruido mientras hablo con él. La conversación se alarga debido a que él está en Moscú, encima no lo he podido poner al día con las últimas novedades.
Rachel se queda dormida en el camino, finalizo la conversación con el general y dejo que el GPS me lleve hasta su edificio.
Media hora después me estaciono frente al inmueble.
—Gracias por todo —se estira en el asiento— Creo que te deberé una chaqueta.
—Si compensará el daño de tu vestido, adelante.
Sonríe pasando la mano por mi rodilla, la tomo y la pongo en mi entrepierna.
—Mi polla y yo agradecemos el buen momento.
Pone los ojos en blanco mientras me inclino para besarla. Abre la boca recibiéndome con ganas reanimando la erección que la hace sonreír a mitad del beso.
—No quiero otra multa hoy —quita la mano— Gracias por la comida.
—¿Solo me agradeces la comida? —sale del auto acomodándose la falda del vestido.
—Es por lo único que debo agradecer. Lo otro fue placer mutuo.
Cierra la puerta y se encamina a la acera del edificio, la observo caminar con las manos metidas en los bolsillos de mi chaqueta.
Enciendo el motor marchándome antes de que entre.
—Tiene una llamada del capitán Lewis— vuelve avisar la voz de Vicky.
No tengo el jodido criterio para no contestarle.
—Hola —saluda desde el otro lado —¿Rachel está contigo?.
Me detengo en uno de los semáforos de la sexta avenida.
—¿Por qué tendría que estarlo?
—Llevo horas marcándole y no me contesta, supuse que tal vez estarían trabajando juntos.
Me bloqueo sin saber que contestar «"Sí, estaba conmigo pero no trabajando, sino follando"» Claramente no puedo decirle eso.
—Supones mal. No estoy en la central.
—¿La has visto salir con alguien? ¿Con Scott, tal vez?.
—No soy su jodido guardaespaldas Bratt.
—No, pero eres mi mejor amigo. Confío que si yo no estoy puedas cuidar de ella.
Pongo en marcha el auto cuando el semáforo me lo indica.
—Creo que ese desgraciado quiere tirársela, no confío en él. Debes trasladarlo a cualquier otro lado —me pide.
—No puedo hacer eso —no puedo trasladar a alguien por lo que estoy seguro que no ha hecho ni hará —No tengo motivos y creo que estás viendo cosas donde no las hay.
Suspira frustrado.
-—Solo mantenla vigilada —cuelga.
Si supiera mis métodos de vigilancia no me pediría tal cosa.
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