CAPÍTULO 13
El Castigo.
El frío se me cala por los huesos mientras muevo los dedos sobre el teclado de mi laptop.
No me he levantado en toda la mañana, a duras penas tuve tiempo para dormir una hora, bañarme, cambiarme y volver.
—El capitán Parker volvió a llamar —me avisa Edgar.
Ya van diez llamadas en lo que lleva la mañana, el maldito no se cansa de joder, ya me estoy hartando de tanta presión.
—La próxima vez transfiéreme la llamada —siento pena por el chico, ha tenido que lidiar con los insultos cada vez que no contesto el teléfono.
—No entiendo por qué Dominick te agregó más trabajo —Harry me trae café— El informe que quiere me corresponde a mí, debido a que yo fui el que estuvo pendiente de sus soldados.
—Le dije y no me creyó, el infeliz quiere volverme loca.
—Lo haré por ti —se ofrece— No creo que puedas hacerlo en los próximos cinco días.
—Déjalo —tomo el café— La orden fue clara. No quiero más problemas.
—Lo haré a tu nombre —se encoge de hombros— Así no tendrá motivos para molestarte.
Miro a mi amigo de la infancia y ahora compañero de trabajo. Lo conocí cuando teníamos seis o siete años, me pegó goma de mascar en el cabello cuando estábamos jugando en la casa de Luisa.
Se acopló a mi familia, fue como un hijo para mi papá. Quince años después sigue estando incondicionalmente para Luisa y para mí.
—Deja de mirarme como si fuera tu ídolo y enfócate en lo que tienes que terminar —se burla.
—¿Ya te dije que eres mi persona favorita?
—Una vez estando ebria —sonríe.
Se me revuelven los ácidos gástricos del estómago cuando resuena el teléfono. «¡Maldito!» La luz naranja clasifica la llamada proveniente del sector cuatro.
—Ahí está otra vez —reniega Harry.
—¡Lo odio!.
—Contesta antes de que explote.
Levanto la bocina «me está terminando de empeorar la vida».
—¡Entiendo que necesites el informe! —le ladro al teléfono— Pero si sigues llamándome cada cinco segundos no voy a terminarlo nunca —tomo aire y continúo— ¡Así que deja de molestarme para que pueda trabajar!.
—¡¿Perdón?! —se me congela la mano en la bocina, el aire se me escapa de los pulmones, en tanto el estómago se me comprime de golpe.
—Coronel —musito.
—¡Tienes cinco segundos para estar aquí! —ordena.
—Enseguida, señor.
Cuelga mientras me quedo mirando a la nada. «¡¿Cómo diablos se me ocurre contestar así!»
Despabilo mis neuronas saliendo del shock.
—Edgar —me acerco al stand del chico— ¿Cómo se te ocurre pasarme una llamada del coronel sin avisarme?
—¿Era el coronel? —cambia de color— Lo siento, no me fijé. Solo vi que era una extensión del sector cuatro y pensé que era el capitán Parker...
—A la próxima sólo ten más cuidado. Si Parker llama dile que el trabajo estará listo para el medio día.
—Como ordene, mi teniente.
Me encamino al pasillo mientras mis nervios debaten entre seguir o huir.
No lo he visto desde Hawái, tres días, setenta y dos horas y mil cuatrocientos treinta minutos. Lo tengo calculado porque no he dejado de temer a este momento.
Entro al baño, estoy sudando por todos lados. Parece que estuviera atravesando el Sahara.
Me lavo las manos entre tanto me miro al espejo, al menos estoy presentable: Tengo el cabello recogido en un moño alto y...
«¿Pero en qué estoy pensando?»
Me doy una cachetada mental al ver las estupideces que estoy haciendo. Mientras él está furioso en su oficina, yo me estoy preocupando por cómo me veo.
Salgo y continúo.
Laurens está en su cubículo y alguien está de espaldas charlando con ella, acelero el paso reconociendo el cabello rubio de Scott. Está apoyado en la mesa coqueteando con su estúpida sonrisa de galán.
—Teniente, buenos días —me saluda la chica.
—Hola —miro a mi amigo.
—El coronel Morgan la está esperando —continúa la secretaria.
Hay un girasol en el escritorio, en tanto Laurens tiene una sonrisa radiante.
—¿Qué haces aquí Scott?.
Sé lo que intenta.
—Pasaba por aquí y quise saludar a Laurens.
La mano me cosquillea muerta de ganas por plantarle un guantazo.
—No tengo necesidad de anunciarla —vuelve a hablar la secretaria.
Tomo nota mental de lo que haré mas tarde «Darle unos buenos coscorrones a Travis».
—Gracias —me alejo.
La puerta está abierta, puedo escucharlo desde el pasillo y a juzgar por la conversación supongo que no está solo.
Me asomo sin hacer ruido, el general Peñalver está frente al escritorio tapando su figura.
—¡Buenos días! —me poso bajo el umbral haciendo el debido saludo.
El general voltea enfocando la atención en mí.
El calor aumenta dándole paso a mis sensaciones de siempre, ya me estoy acostumbrando a ellas. Mientras él exista estando a escasos metros de mí, serán mi fiel compañía.
Como de costumbre está perfectamente arreglado; con el cabello peinado hacia atrás, recién afeitado y un tanto más moreno por el sol de Hawái.
—Que gusto verla teniente —dice el general— El clima de Hawái le sentó de maravilla.
Me acerco con espalda erguida fingiendo que todo esta bien.
—¿Qué piensa usted, coronel? —pregunta el general— ¿Me equivoco al decir que le luce la piel morena?.
Me evalúa acariciándose el mentón.
—Para nada.
Aparto la vista e intento que mi cerebro se concentre en lo que sea que vine a hacer.
—Siéntate —me ordena el general.
Jalo una de las sillas mirando a cualquier otro lado que no sea en su dirección.
—Rachel, sé que tienes asuntos pendientes ... Perdona que no te llame por tu rango de pila —se disculpa el general— No se me da seguir el protocolo contigo, te conozco desde que tenías dieciséis y tu padre es alguien muy querido aquí.
—No me molesta que lo haga, señor.
—Necesitamos un plan de ataque para Moscú, la misión del capitán Miller avanzó más rápido que las otras. Como ya lo dije antes, sé que tienes bastante trabajo, sin embargo, necesitamos que tengas uno listo para esta misma tarde. Te daré tiempo para que cumplas las otras tareas.
—Necesito todas las coordenadas posibles.
—Se las haré llegar más tarde —habla Christopher— En diez minutos tendremos una videoconferencia con el capitán.
—Tiene que quedar perfecto, no podemos dar pasos en falso contra los Mascherano — añade el general mientras mira su teléfono— Y tiene que estar listo para antes de las seis.
El móvil suena sobre su mano, me indica que espere antes de salir a contestar.
Reacciono y me levanto seguida de Christopher, prefiero que el general me diga lo que falta en el pasillo.
—¿Puedes hacerlo? —pregunta rodeando su escritorio— ¿O volverás a exigirme que deje de molestarte?.
Siento que me vuelvo diminuta cuando se acerca inundando mi olfato con su exquisita fragancia.
—No, no— tartamudeo— No sabía que era usted.
—Quiero escuchar cuál es la excusa para que contestes tu teléfono como maniática furiosa.
Retrocedo hasta darme con el borde de la silla.
—¡Coronel! —lo llama el general— El Capitán Miller está en línea. Rachel, te entregaremos las herramientas cuando las tengamos.
Peñalver vuelve a perderse en el pasillo mientras que el coronel da un paso más aniquilando mi cordura con la fragancia masculina que emana.
—Supongo que es una excusa larga — su aliento me acaricia el rostro en tanto contengo el aire, suprimiendo las ganas de besarlo— La escucharé por la tarde.
—Si, mi coronel. Solicito permiso para retirarme.
Repara mi boca poniéndome peor.
—Adelante.
Me devuelvo a mi oficina. Harry me entrega el informe al mediodía, le estampo mi firma y lo envío a la oficina de Parker.
—No estaba—me avisa Edgar cuando vuelve— Lo dejé en su escritorio, también se lo recomendé a su secretaria.
—Bien, lo importante es que lo vea y deje de molestarnos.
—El general le envió esto —me entrega las coordenadas que solicité.
Hago un pequeño receso para almorzar. Vuelvo a sumergirme en el trabajo. La tarde resulta provechosa, salgo de lo más importante y termino con la mayoría de los reportes investigatarios.
La orden del general no se me hace difícil, las coordenadas de Simón son claras. En cuatro horas organizo lo que normalmente me toma toda una mañana.
—Está lloviendo a cántaros —saludan en la puerta.
Es Luisa con su uniforme de pila, lleva puesta encima una gruesa chaqueta amarilla. El abrigo afelpado y el marco grueso de los lentes la hacen ver como un auténtico Minions.
—Tus llaves —sostiene mi llavero por encima de la cabeza.
—Espero que mi auto este en perfecto estado, que no tenga un solo rayón.
—Lo está —se sienta en el escritorio— Al menos eso creo.
Arroja las llaves causando un estruendo en la madera.
—¿Qué pasó con Bratt?.
—Nada —recojo los planos que debo entregar.
—¿Follaron?.
La aniquilo con los ojos, hay casi veinte personas a nuestro alrededor, que estén metidos en su trabajo no limita que puedan escuchar.
—¿Qué? —pregunta haciéndose la tonta— Lo siento, se me olvidaba que ustedes no follan, sino que hacen el amor.
—No hicimos nada —contesto en voz baja— Tenía que irse y yo tenía mucho trabajo.
—Hace un mes que no se ven —se frota la barbilla con el dedo— ¿Y no son capaces de devorarse uno al otro en un polvo rápido? Tienen una relación muy aburrida.
—Una relación no es solo sexo.
Se sienta.
—No es necesario que me des clases sobre la definición de relaciones. Sé muy bien que no son solo sexo —apoya los codos en la mesa— Pero a mi parecer, tienes demasiados recuerdos de Christopher en la cabeza, por eso no quisiste estar con él. Mi otra teoría es que Bratt ni siquiera lo intentó.
—¿Qué es esto? ¿Uno de tus estudios psicológicos? —odio que me analice como un criminal.
—No respondas preguntas con preguntas y dime por cuál de los dos motivos no pasó.
—Por los dos —contesto exasperada.
—Lo sabía. Tu novio me da mucho sueño.
Ruedo los ojos.
—Debo terminar esto —me levanto.
—Harry me dijo que lo esperara aquí. Está en una reunión, me prometió que iríamos al cine.
—Que se diviertan.
Se pasa a mi silla sacando las golosinas que normalmente tengo en el cajón.
—Al menos duerme cinco horas esta noche —se echa un puñado de gomas a la boca.
—Lo dudo, pero lo intentaré.
Salgo al pasillo desierto de la segunda planta, está lloviendo. En noches, así la mayoría de los soldados están en las cafeterías o en sus habitaciones.
El panorama empeora cuando Parker sube la escalera con cara de verdugo.
— ¡A ti te quería encontrar! —aprieta el paso cuando me ve.
Trae una carpeta en la mano. Me atrevería a jurar que es el informe que le envié al mediodía.
—¿Qué hice ahora?.
—¡No cumpliste con lo que te ordené!.
Aparte de maldito, loco
—¿De qué hablas? —inquiero— Edgar lo dejó en tu oficina.
—¡No me creas estúpido! No lo hiciste tú, lo hizo Harry —me arroja la carpeta a la cara— ¡Conozco sus informes!.
Trato de mantener la compostura ya que está sobrepasando mis límites de tolerancia.
—Te dije que ya tenía trabajo y que no contaba con las herramientas para hacerlo.
—No puedes desobedecer la orden de un superior.
—Leí el informe antes de enviártelo, está perfecto, ¿Cuál es el problema?.
Se yergue como felino listo para atacar.
—No sé quién te crees para hacer lo que se te da la gana —me suelta—No estoy pintado en la pared y es tu deber cumplir con lo que te ordeno.
—¡Me comporto como todos aquí! —se me esfuman los aires de paz— ¡Cumplo mis deberes al igual que tú!, ¡Sólo estás armando un teatro por algo que sabías muy bien que no podía cumplir!.
—Quiero un informe nuevo en menos de una hora —me ordena.
—¡No puedo hacerlo! —replico— No he acabado con mi trabajo, además, el reporte de Harry tiene todo lo que necesitas.
—¡Me importa una mierda lo que tengas que hacer! —grita— ¡Te estoy dando una orden y quiero que la cumplas!.
—¡Por muy capitán que seas no voy a dejar que abuses de tu autoridad!.
—¡Cállate! —grita — ¡Soy tu capitán al mando, por ende, no tienes derecho a cuestionar lo que pido!.
—¡Y tú no tienes derecho de tratarme así!.
Da un paso al frente y por un segundo temo a que me golpee.
—Todo esto es porque nunca recibes el castigo necesario... Te voy a enseñar que a un superior se le respeta — gruñe con dientes apretados—¡Quiero cincuenta vueltas a la cancha de entrenamiento!
Señala la cancha frente a nosotros, ni siquiera se ve bien debido a la neblina y la lluvia.. Definitivamente está loco poniéndome un castigo para principiante por una idiotez.
—¡Ya! —me ladra— ¡Y no te atrevas a desobedecerme!.
Las sanciones impuestas por un superior deben cumplirse, sin importar que tan hijo de puta sea la persona. Regla 127 del código de respeto.
El castigo va más allá de una orden no cumplida, cincuenta vueltas con este clima es un crimen, por eso me queda claro que me está pasando una cuenta de cobro.
—Te veo —se cruza de brazos.
Dejo los planos contra la pared, me agacho, me amarro bien las botas, bajo la escalera y troto a la cancha. Las gotas gruesas me golpean la cabeza, ni siquiera es lluvia, es granizo.
Volteo a mirarlo, está con las manos apoyadas en las barras de acero del segundo piso.
«Imbécil».
Empiezo por las barras de brazo, los dedos se me deslizan por los tubos. Sigo con la laguna de fango de la que casi no logro salir ya que el barro absorbe mis botas. La tormenta vuelve todo más difícil. La escalera de cuerda está resbalosa mientras que los pilares de madera se tambalean.
Me trago el grito de dolor cuando el obstáculo del alambrado me rasguña la espalda arrancándome la tela de la camisa.
Continuo a paso firme por la muralla de ladrillo, los pilotes, espaldera, barra de equilibrio, tabla irlandesa, plancha móvil, red vertical, túnel de madera, puente colgante, pozo de altura, muro de escalamiento, péndulo, escalera de hierro y pozo terrestre.
Hace cuatro años que no hacía esto porque se supone que está diseñado para los nuevos.
Todo está hecho una mierda, no obstante, hago el recorrido sin detenerme.
Las piernas me flaquean en la vuelta treinta nueve, saco el diez por ciento de energía que me queda y continúo.
La lluvia se torna fuerte, la brisa me tambalea, en tanto se vislumbran rayos a lo lejos. Un relámpago cae en una de las barras, se me resbala el pie golpeándome el mentón.
Ignoro el dolor y prosigo. Quiero acabar con esto de una vez por todas.
Hora y media después termino cubierta de barro y con rasguños en toda la espalda.
Parker sonríe cuando me ve.
—Orden cumplida, capitán —le dedico un saludo militar
—Espero que después de esto tomes tu trabajo en serio y no me obligues a castigarte de nuevo.
Me muerdo la lengua girando sobre mis talones para irme. Si me quedo, terminaré arrancándole el pelo.
—No he terminado —me detiene— Quiero que todas las órdenes que te dé sean cumplidas al pie de la letra o si no...
—¿O si no qué? —lo interrumpo— ¿Me pondrás a darle la vuelta a Londres corriendo?.
—No aprendes...— me encara.
—No te tengo miedo, puedes ponerme los castigos que quieras ya que no son problema para mí cumplirlos.
Tira de mi brazo estrellándome contra su pecho.
—No te equivoques, no tengo problema en volverte la vida una mierda.
—¡¿Qué está pasando aquí?! —interrumpe Christopher al pie de la escalera.
Parker me suelta e intento acomodarme la camiseta destrozada.
El coronel se acerca a grandes zancadas, la cara de Parker cambia de León furioso a venado manso.
Nos ponemos firmes ante él mientras pasea la mirada por Parker y por mí.
—Llevo dos horas buscándola —me regaña— ¿Por qué está tan llena de barro?.
Guardo silencio esperando a que mi capitán de la magnífica explicación.
—Le impuse un castigo, coronel —titubea— desobedeció la orden que le di.
—¿Qué castigo?.
—Cincuenta vueltas a la cancha de entrenamiento.
El enojo es evidente ya que la postura lo dice todo.
—¿Qué orden no cumplió como para que imponga un castigo para principiantes?.
—No me entregó el informe que solicité ayer.
—Hace unos días le dejé en claro que está bajo mis órdenes, no bajo las suyas, ¿Qué parte de eso no entendió?.
—Lo tengo claro... coronel —balbucea— Pero era un informe sobre los soldados que están a su cargo.
Da un paso hacia él obligándolo a retroceder.
—Estoy cansándome de tus estupideces —le dice— Se supone que eres un capitán, conoces las reglas y sabes muy bien que un castigo como el que le diste no es para un soldado de su rango.
Él no contesta.
—Para que tenga más claro los métodos de castigo, quiero que transcribas con tu puño y letra el código penal disciplinario de la FEMF.
—¡Pero eso es un castigo para...!.
—Principiantes —termina la frase por él— Es un escarmiento para que dejes de hacer tantas tonterías.
Si me odiaba antes, ahora me odiará el triple.
—Y a usted —me mira— No sé cuántas veces le tengo que decir que el que le da las órdenes soy yo. Métaselo en la cabeza y deje de comportarse como el monigote de este imbécil —se encamina a la escalera— Tiene media hora para estar en mi oficina.
Se devuelve por la escalera. Parker no me mira, solo resopla antes de largarse.
Me voy a mi habitación. Entro a la ducha, me baño con agua caliente dejando que el calor me relaje los músculos adoloridos.
Salgo, limpio el vapor del vidrio posándome frente al espejo. No tengo buen semblante, mis ojos demuestran mi cansancio, además, tengo un moretón horrible en la barbilla.
Cambiada y cansada recojo los planos. Les doy los últimos toques y me encamino a la oficina del coronel.
Toco la puerta antes de entrar.
—Adelante —dicen adentro.
Abro, Laurens está organizando una pila de documentos al lado del escritorio.
—¿Todo listo? —pregunta el coronel cuando me ve.
—Si, señor —dejo los planos en la mesa que sostiene un modelo a escala de la ciudad de Moscú.
—La escucho.
Tomo asiento.
—Ehhh —se me truncan las ideas.
Me auto despierto del estado hipnótico cuando alza una ceja, no quiero otro regaño.
—Encontré información —obligo a mis neuronas a que reaccionen— Sobre Bernardo Mascherano, el primo de los hermanos Mascherano. Su padre se casó con una mexicana, de Comala, casualmente en ese pueblo ha habido varias desapariciones de mujeres entre los quince y veinte años.
—Si —apoya el peso del cuerpo en la silla.
—Me llamó la atención ver una noticia en el periódico de Moscú, donde una de las mujeres desaparecidas en Comala fue encontrada en el centro de la ciudad con una alta dosis de escopolamina. Hace un mes encontraron a otra chica muerta en medio de una carretera, ciudadana mexicana también. Antoni Mascherano y Bernardo han sido vistos en un casino que sirve de fachada para el lavado de activos —respiro y continúo— En los últimos dos meses se lo ha visto llegar acompañado de varios hombres, tres de ellos fueron identificados como: Bilal, Abdony y Ali, de nacionalidad marroquí. La investigación del capitán Miller dice que en la parte alta del edificio hay un burdel administrado por Tanya Sokolov, una de las proxenetas más grandes de Moscú, tiene varios cargos por trata de personas y tráfico de drogas.
La atención se pierde cuando Laurens estornuda.
—El lugar puede ser uno de los puntos de encuentro más importante entre los hermanos Mascherano y los terroristas —vuelvo a enfocarme— Debe ser prioridad el ataque del capitán Miller, derribarlo sería un golpe fuerte para ellos.
Levanto la cara, Laurens lo está mirando a él y él a mí.
—¿Desean café? —pregunta la secretaria.
—No —responde por los dos— Vete, no te necesitaré hasta mañana.
«Yo sí quería el café».
—Claro señor.
Recoge las carpetas antes de marcharse.
—¿Hay algo más respecto a las desapariciones? —pregunta cuando estamos solos.
—Sí, en Alemania y en Brasil se están presentando los mismos casos. Los allegados coinciden con la misma versión, de que las mujeres son engañadas por el mismo grupo de hombres. El más identificado es Bernardo Mascherano.
La ausencia de Laurens tensa el ambiente, es incómodo estar solos después de lo que pasó en Hawái. Mientras él me evalúa yo imagino mil maneras de montarlo.
—Quiero ver los planos.
Me salta el pulso con el ruido del pestillo.
Con él todo es como una película erótica. He escuchado el ruido del pestillo miles de veces, todos los generales, coroneles y capitanes tienen el mismo botón bajo su mesa para cuando quieren privacidad.
Respiro hondo, ubico los planos en el tablero y me poso al lado de la maqueta. Paso saliva cuando capto el sonido de sus pasos acercándose por detrás.
«¡Estamos trabajando, solo trabajando!».
Su aroma llega a mi olfato bloqueándome las neuronas.
—Este es el casino Caden Loft, está ubicado al norte de Moscú —pongo una banderilla en el mapa— En el edificio Wall Train está montado el grupo de investigación del capitán Miller.
No escucho respuestas ni preguntas de su parte.
—A mi parecer el capitán debe infiltrarse en el casino e intentar negociar con Tanya, sería muy bueno contar con su ayuda. Tengo entendido que está a un pie de ser capturada y condenada a cadena perpetua. De hecho, creo que usted la conoce, anteriormente estuvo involucrada en una de sus misiones.
Sigo sin escuchar respuesta. Volteo a verlo y sus ojos no están sobre la maqueta están sobre mí.
—¿Está poniendo atención a lo que digo?.
—No —se recuesta en el borde de la mesa—Estoy imaginándote sobre mi escritorio, desnuda y con las piernas abiertas para recibirme.
Una oleada de calor sube desde mi entrepierna hasta mis mejillas.
—¿Por qué te sonrojas? —se acerca— ¿No quieres?.
Quedo de cara contra su pecho, debo alzar la cara para mirarlo a los ojos.
—Te da pena reconocerlo —pasa la mano por mi mejilla.
—No.
—Si
—Es que estamos trabajando y estoy concentrada en...
—Aja.
Mis piernas tocan el borde de la mesa, él pasa el pulgar por mis labios antes de bajar por mi abdomen metiendo la mano dentro del camuflado.
—Voy a probarte —musita.
«¡Qué alguien me eche agua y me apague!».
El tacto me congela cuando la mano se adentra en mis bragas palpando mi humedad. Tensa la mandíbula hundiendo los dedos y... Creo que me voy a ahogar con mi propia saliva ya que ni tragar puedo con lo temblorosa que estoy.
—¿Nerviosa?
—No.
Ladea la cabeza ante mi mentira, los dedos me estimulan antes de sacarlos llevándoselos a la boca y tal cosa sí me deja sin habla. Eso es...
—Recordemos lo de Hawái.
Suelta la liga que sujeta mi moño, el cabello me cae libre sobre los hombros. No me da tiempo de reaccionar cuando se aferra a mi nuca listo para besarme.
—Las cámaras —jadeo antes de que me toque los labios.
—Sé lo que hago.
Sella nuestros labios en un beso brusco abriéndose paso dentro de mi boca, dándome lengüetazos vehementes los cuales no me dejan razonar.
Un beso seguro, diestro y con el punto exacto de agresividad para encenderme como arbolito de navidad. Suelta mi boca, baja por mi mentón repartiendo besos húmedos por mi garganta. No creo que pueda cansarme de los besos de este hombre, son vehementes y posesivos. El simple contacto de sus labios sobre mi cuello me quema exigiendo más.
Le aprieto los hombros con fuerza, rodea la parte baja de mis glúteos levantándome en el aire y dejando que aferre las piernas en su cintura.
Camina conmigo dejando que disfrute la erección bajo mis glúteos, caemos en el sofá, Intenta apartarse, pero lo tomo del cabello demostrando que quiero comérmelo vivo. Lo sujeto con fuerza obligándolo a que siga recorriéndome el cuello.
Tengo las bragas empapadas, estoy más que ansiosa y lo único que quiero es que rompa la tela que nos separa.
—Está muy urgida teniente —los ojos oscuros solo me prenden más.
Entierro las manos bajo su camisa disfrutando su torso definido, se mira la entrepierna insinuando que libere la erección. Las manos me tiemblan, sin embargo, soy ágil a la hora de soltarla y masajearla deleitándome con lo dura que está, La punta rosada me señala y debo morderme los labios para no prenderme como me gustaría.
—¿Quieres? —me acaricia el cabello.
Asiento un tanto avergonzada. Toma el tallo para que me acerque, la lamo dejando que la pase por mis labios. Me confunde, no sé si quiero prenderme de aquí o de su boca, así que me veo obligada a subir antes de tentarme otra vez.
Sus labios son exquisitos. La erección se mantiene en mi mano a la vez que mi boca sobre sus labios.
—¿Coronel? —tocan y preguntan afuera.
No me suelta, insisten afuera y actúa como si no le importara.
—¿Coronel? —vuelven a llamar, me aparto para no estorbar, pero niega mi huída dejándome bajo su pecho.
—¡¿Quién es?! —pregunta sin dejar de tocarme.
— El sargento Travis Scott, señor.
No me importa que uno de mis amigos esté afuera, Acaricio su entrepierna mientras le doy vía libre para que lama y toque todo lo que quiera.
—¡Estoy ocupado! —dice contra mi cuello.
—Solicitamos su presencia, mi coronel —insiste Scott— Atacaron al capitán Dimitri.
Ambos nos quedamos quietos, no puede ignorar este tipo de casos.
—El general quiere que le haga frente a la situación.
—¡Iré en cinco minutos! —espeta.
Me aparto, ya no está tan dulce como antes, de hecho parece que va a matar a alguien arreglándose la ropa con brusquedad y guardándose la polla como si le doliera.
Por mi parte, no descarto la idea de que cabreado se ve más sexy. Disimulo el encanto mirando a otro lado mientras me arreglo el cabello, termina de vestirse regresando hacia mí arrodillándose entre mis piernas.
—Te compensaré después —besa mis labios.
Me encantan sus después. Un después me dio la noche más placentera de mi vida.
—Lo que trajiste déjalo aquí, lo revisaré más tarde y se lo haré llegar al general.
Asiento viendo como se va.
Me dejo caer en el sofá mientras clavo la mirada en el techo odiando a Travis Scott.
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En la foto: Harry y Brenda.
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