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CAPÍTULO 12

Como los ángeles de Miguel Angel. 

Londres me recibe con un fuerte aguacero, me alzo la capota de la chaqueta esperando que el taxista se estacione.

—Bienvenida a casa —me saluda Julio abriendo la puerta de vidrio.

—Gracias —contesto desanimada.

Le palmeo el brazo cuando paso por su lado.

—¿Se siente bien? — pregunta preocupado.

«No, no me siento para nada bien. Estoy cansada, con hambre y dolor de cabeza. Mis últimas horas con los Lewis fueron una tortura, sentí que tenía la marca del pecado cada vez que me miraban y, para colmo, tengo a Christopher Morgan estampado en el cerebro»

—Sí, solo estoy un poco cansada.

—¿Le digo al conserje que le ayude con la maleta?

—Puedo sola, me apena despertar al pobre hombre.

—Tómese un té y acuéstese a descansar —cierra la puerta y vuelve al mostrador.

Arrastro la maleta al ascensor, el aguacero empeora, encima el hecho de que tenga que estar mañana a primera hora en la central me da tortícolis.

Salgo al pasillo, abro mi puerta encendiendo la luz. Una sombra se mueve al lado del sofá, suelto la maleta dando un salto hacia atrás. Es Luisa envuelta en una bata, con rulos y una mascarilla de algas.

—¿Qué carajos haces despierta a esta hora?

—Shhh —me calla indicándome que me acerque — Bratt está en tu habitación.

Cierro la puerta. «¡Joder!».

—Llegó esta mañana —me jala del brazo tumbándome en el sofá— Llevo toda la noche esperándote, necesito saber qué paso en Hawái.

—Qué no paso —me froto las manos en el cuello— Me acosté tres veces con el coronel.

—¡Santa mierda! —abre los ojos sorprendida— No sé a qué carajos estás jugando, pero puedo asegurarte que no va a terminar bien.

—¿Crees que no lo sé? No sé qué hacer. Sé que está mal, sin embargo, me gusta demasiado.

—¿Y a quién no? El condenado está bien guapo, no he dejado de mirar la foto que me enviaste.

—A veces dudo de tu maestría en psicología. Tengo la cabeza vuelta un lío, ¿Y es lo único que se te ocurre decir? Que está guapo, como si ya no lo supiera.

—¿Qué más te puedo decir? No puedo darte una charla de cómo manejar tus deseos orgásmicos hacia él porque sería una pérdida de tiempo, tampoco puedo recetarte nada. No hay medicamento que impida no desear a un hombre.

—No sé qué hacer.

—Termina con Bratt —se encoge de hombros.

—Lo he pensado pero no puedo hacerlo. El tiempo me pesa, soy sincera al decir que siento muchas cosas por él. 

—Para mi que solo estás apegada a la estabilidad —empieza— Como probaste otra cosa te estás debatiendo entre la moral y lo que crees sentir. En sí, es una cuestión de "Amor o placer".

—Con Bratt tengo las dos.

Pone los ojos en blanco.

—Si tuvieras las dos no te hubieses ido a revolcar con otro —me regaña— Nunca te escucho gemir cuando se queda.

—No tengo que gemir para demostrar que lo estoy disfrutando.

—Sin gemidos no hay orgasmos.

—Ni siquiera sabes si gemí con el coronel.

—¿Quién no va gemir con un pene de casi veinticinco centímetros? Reconoce que te gusta porque folla mejor que Bratt.

Recopilo mi última noche con él y el corazón se me dispara de inmediato. 

—Déjalo así —me levanto molesta— Tus observaciones no me ayudan.

—¿Te molesta que tenga razón?.

—Hasta mañana —me despido cortando la conversación.

Abro con cautela evitando hacer ruido. Bratt está acostado de medio lado con el cabello revuelto.

Me gusta verlo dormir ya que me acuerda a los ángeles de Miguel Ángel, serenos y en calma. Porque eso es él: Tranquilidad.

No debió presentarme a Christopher. Es más, nunca debí ir a esa estúpida misión de rescate. Si hubiese ido a Brasil con el capitán Thompson mi mundo no estuviera de cabeza.

Obligo a mi cerebro a que lamente todo lo sucedido pero no. Él y mi cuerpo quieren más del coronel. Quieren más sexo, más orgasmos y más encuentros lujuriosos. Cada día me convenzo de que estoy realmente mal. 

Me arrodillo frente a él viendo como respira. 

—Me encanta que me adores mientras duermo —dice con los ojos cerrados.

Suspiro.

—No sabía que estabas aquí.

Abre los ojos mirándome con amor.

—Quería verte, así que corrí mi día de permiso —se sienta en la cama— Pensé que llegarías más temprano.

—De haber sabido que vendrías hubiese viajado antes.

—Mi papá no te hubiese dejado, sabes cómo es con el asunto de las vacaciones.

Me ofrece la mano para que me levante. 

—Ven a dormir, debes estar cansada, además, mañana debes levantarte temprano.

Me quita la chaqueta de cuero y se agacha para quitarme los zapatos, cosa que solo logra que me sienta peor. 

—¿Quieres cambiarte?.

Niego conteniendo las lágrimas, no quiero que me vea llorando ya que no sabría qué justificación dar.

Se levanta, apaga la luz y vuelve a la cama conmigo.

Siempre me ha gustado la forma en que nuestros cuerpos encajan de forma perfecta. Me abraza dándome un beso en la coronilla. 

—Quiero preguntarte los detalles del viaje, pero supongo que estás cansada.

—No puedo estar cansada para ti —entrelazo nuestros dedos — Viajaste cuatro horas para verme, no es justo que solo me veas dormir.

—Viajaría doce, veinticuatro, treinta y seis... Viajaría las horas que sean necesarias para verte aunque sea una hora o un minuto.

Se me hincha el corazón, ésta vez las lagrimas no se contienen. 

—Bratt...

—Shhh— me calla — A dormir, mañana te espera un largo día.

Las gotas de granizo resuenan en la ventana, siento frío, entonces me vuelvo un ovillo entre sus brazos.

Lo hecho, hecho está, para colmo, no puedo hacer nada para cambiar las cosas. Christopher tiene razón en eso, sin embargo, es imposible no sentir dolor cuando estoy lastimando a la persona que puso toda su confianza en mí, esperando todo menos una traición. La persona que me ha entregado sus sueños, temores y anhelos.

No me dice nada, pero sé que esta despierto. El roce constante de sus dedos sobre mi brazo me lo confirman.

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Apago la alarma del móvil antes de que suene. Durante las tres horas que tenía para dormir, no logré pegar el ojo ni un solo segundo.

Aparto el brazo de Bratt, levantándome para ir al baño. Me ducho con agua fría, necesito que mi cerebro se despierte y se mantenga activo.

Me miro en el espejo, observo que hay medias lunas alrededor de mis ojos. Los problemas personales y emocionales no pueden interferir en mi servicio como soldado, es una de las tantas reglas de la FEMF. Las dudas, las lamentaciones y los dolores debo dejarlos aquí.

Bratt sigue dormido así que me visto rápido para no incomodar. Salgo,  Lulú está tarareando una de sus canciones favoritas. 

—Qué madrugadora estás hoy —me sirvo una taza con café.

—El joven Bratt está aquí, así que supuse que me necesitaba —me ofrece un plato con tostadas.

Está más arreglada de lo normal, se aplicó sombras en los ojos, en tanto sus pestañas tienen una capa extra de rímel. 

—Quiero creer que estás así de arreglada —Luisa aparece en la sala— Porque tienes otra cita, no porque el novio de Rachel está aquí.

—No tengo ninguna cita —bate huevos en un cuenco de aluminio — El joven Bratt lo amerita, como también lo amerita el joven Simón, ¿Qué dirán si ven a su sirvienta mal arreglada y andrajosa? Pensarán que no me tratan bien y que no me pagan lo suficiente.

—No te vemos como una sirvienta, Lulú —la interrumpo— Para nosotras eres una amiga más.

—Buenos días —saluda Bratt con el cabello revuelto, tiene la misma ropa de ayer— ¿Qué hay para desayunar?

—Estoy preparando sus huevos favoritos —contesta Lulú dejando caer el contenido del cuenco en el sartén— Estarán listos en un minuto.

—Cinco años trabajando conmigo y nunca has preparado mis huevos favoritos —se queja Luisa entre dientes.

Bratt me abraza por detrás, huele a pasta dental.

—¿Quieres que te lleve a la central?

—No es necesario —le ofrezco mi taza de café— Debo estar temprano, tengo un montón de trabajo acumulado. Si vas solo me veras gritarle a los soldados.

—Dormiré otro rato, entonces.

—¿A qué hora te vas?

—Durante la tarde, me llevaré varios hombres de mi escuadrón. El vuelo saldrá después del mediodía.

Busco las llaves del auto en el perchero, no están. Miro a Luisa y se hace la loca.

Le doy un beso a Bratt, me despido de Lulú mientras le lanzo una mirada de advertencia a mi amiga. Por su bien, espero que mi auto esté en perfecto estado.

Como mi auto no está debo optar por la motocicleta, la cual mis padres no saben que existe ya que les daría un infarto si me ven montada en esta cosa. 

Saco el casco, las llaves y mi chaqueta de cuero del casillero. Llego a la central, como lo supuse mi cubículo es una pila de carpetas, planos y expedientes.

—Buenos días, teniente —me saluda Edgar, la versión masculina de Laurens en nuestra área.

—Novedades —pido a punto de salir corriendo.

—La tropa del capitán Parker la está esperando en la cancha de entrenamiento. Tengo todos sus pendientes aquí. —me entrega una lista que abarca tres de mis próximos días.

Verla me da migraña.

—Hay varias autorizaciones que necesitan su firma y visto bueno.

—Primero iré con los soldados, después me pondré al día con el papeleo. 

—Claro que sí, teniente —se devuelve a su escritorio.

Scott está con la tropa de Parker la cual se alinea cuando me ve. 

—¿Cuál es el objetivo de hoy? —le pregunto a Scott.

—Elegir los indicados para la escuadra del capitán y reubicar a los que sobren en las escuadras carentes de personal.

—Empecemos.

—Harry está trabajando con ellos —aclara— Saben lo que tienen que hacer.

Aprovecho las dos horas que tengo para someterlos a las pruebas de rutina. Harry llega casi al final del entrenamiento para indicarme que el capitán de inteligencia quiere verme. 

—Morgan vuelve mañana de Cambridge —avisa también— No quiere que tengamos trabajo atrasado. 

Tal cosa es un respiro para mi cerebro ya que es una distracción menos.

—Quédate con el pelotón —me voy.  

Me reúno con el capitán de inteligencia el cual me pide una clase rápida sobre el armamento nuevo. Los soldados son receptivos acortándome el tiempo programado para la charla. 

—En dos días tendremos práctica sobre esto —finalizo.

Apago los aparatos tecnológicos mientras salen. 

—Al fin te veo —la potente voz de Parker hace eco en la sala vacía— Pensé que te quedarías a vivir en Hawái.

Me lleno de aire y paciencia.

—¿Qué necesita capitán?

—Esta mañana emití una lista de todo lo que quería. La acabé de dejar con tu secretario.

—La revisaré.

—Me urge el informe de los soldados que se quedarán de lleno en mi escuadrón. Quiero información detallada: debilidades —se pasea por la sala como profesor universitario— fortalezas, cosas por mejorar. Necesito que esté listo lo antes posible.

Repaso mi lista mental de todas las tareas que aún debo realizar. No hay espacio para hacer un informe tan largo.

—Son cuarenta soldados, capitán —apilo las carpetas que me llevaré— Recién hoy entrenaron conmigo, por lo tanto, no puedo darle un informe tan detallado. Creo que el indicado para la tarea es el teniente Smith.

—¿Quieres pasarle tu responsabilidad?.

Por mucho que intente ser amable con él es imposible. Baja los escalones plantándose frente a mí. 

—No, solo digo que él puede ayudarlo mejor. Tengo demasiado trabajo, debido a ello, no creo que alcance a tenerlo en los próximos días.

—Rachel —niega con la cabeza — Te vas de vacaciones con tus adinerados suegros y cuando llegas no quieres hacer nada.

Me cosquillea la rodilla ansiosa por clavársela en los testículos.

—El que seas la novia de un capitán no hace que puedas evadir tus responsabilidades. Elegiste pertenecer a un escuadrón alfa, por ende, tienes que servir para todo y para todos. No es mi culpa que te la pases como la reina de Gales y ahora no tengas tiempo de cumplir con lo que se te ordena.

—No es que no quiera....

—Shhh — me pega el índice en los labios para que me calle— No te he ordenado que hables. Mis soldados están a tu cargo, por lo tanto es tu deber cumplir con lo que te pedí ¿Entiendes?.

Lo aparto.

—Si, capitán. 

—Puedes marcharte —me ordena.

«Imbécil» Vuelvo a mi cubículo e intento adelantar todo el trabajo que tengo.

Cuatro escuadrones en cuatro ciudades diferentes es un dolor de cabeza. Estrategias, leyes y códigos diferentes. Tengo las ideas de cuatro capitanes que piensan y trabajan a su modo.

—¿Piensas morir de desnutrición? —Scott deja caer sobre la mesa una hamburguesa, con papas y Coca-Cola.

El olor me recuerda que es más de mediodía y no he probado bocado.

—Gracias —abro la bolsa. Me gruñe el estómago de hambre— He estado guardando mi hora del almuerzo para cuando se vaya Bratt.

—Afortunadamente tienes un amigo que se preocupa por ti.

—Ella no necesita de tu preocupación —Bratt aparece en la sala.

No luce contento.

—Capitán qué gusto verlo —Scott extiende la mano para saludarlo.

No corresponde, entre tanto, solo enfoca los ojos en la comida que descansa en la mesa.

—No tienes que traerle comida a mi novia, tus ganas de ligar las puedes guardar para otra.

—Jamás intentaría ligar con ella, señor —Scott aparta la mano — Es mi amiga, la conozco desde que estábamos en la escuela.

—Sé de tu fama, Scott. Tú no tienes amigas, así que te voy a pedir que tomes lo que trajiste y te devuelvas por donde viniste.

Mi amigo calla. Él es un sargento mientras que  Bratt es un capitán, por lo tanto, está obligado a guardarle el debido respeto.

Se acerca por la comida, así que agarro la bolsa metiéndola en el cajón. 

—Gracias por el gesto —le digo— Márchate, te buscaré más tarde. Todavía tenemos trabajo que hacer.

Bratt me mira con rabia, no le basta con comerme con los ojos, por eso toma a Scott del brazo cuando pasa por su lado. 

—No te quiero cerca de ella ¿Entiendes?.

—¡Suéltalo! —lo regaño.

Afloja el agarre de una muy mala manera. Scott no refuta. 

—Te vuelves valiente a la hora de defenderlo —se vuelve hacia mí cuando el chico se va.

—Estás armando una escena por una tontería, solo me trajo comida.

—Intenta ligar contigo, ¿Acaso no te das cuentas?.

— No, no me doy cuenta porque estás viendo lo que no es. Él sólo quiso ser amable.

Se pasa las manos por la cara.

—Mientras estés conmigo no puedes seguir siendo amiga de él.

—No voy a renunciar a mis amigos por ti.

Retrocede mirándome como si no me reconociera. Todos estos años he sido demasiado sumisa ante sus celos, he preferido callar antes de pelear.

—No debí venir después de todo —se encamina a la puerta.

—Bratt...

No me escucha, se marcha dejándome con la palabra en la boca.

Cierro de un golpe la pantalla de mi laptop. Odio que se ponga posesivo y que se dañen las cosas sabiendo que viajó cuatro horas para verme. 

Me voy tras él. Los soldados que se llevará ya se están preparando para irse, le marco al móvil pero no me contesta. 

Ubico el edificio de dormitorios masculinos ideando una manera de arreglar las cosas. Está en un operativo peligroso y las contiendas no hacen más que desconcentrarlo. 

Toco y no me abre. 

—Sé que estás ahí —golpeo con más fuerza.

Nada.

—¡Bratt! —insisto— No me iré hasta que no me abras.

Abre la puerta. Solo trae los pantalones del uniforme, tiene el cabello húmedo y el torso desnudo.

Verlo así me recuerda el motivo de ser la envidia de muchas aquí.

—Lo siento —cierro— No quise ser grosera.

—Pero lo fuiste.

—Estabas siendo injusto con Scott, no tenías por qué tratarlo así.

—¿Viniste a defenderlo?.

—No. Vine porque no quiero que te vayas enojado conmigo.

Se vuelve hacia mí.

—Estoy a kilómetros de ti, sin saber qué haces o con quién estás. Es normal que sienta celos.

—Te entiendo, pero estás desatando tu furia en la persona equivocada.

—Me desobedeciste por su culpa.

Me acerco haciendo uso de mi paciencia. Bratt es difícil cuando de celos se trata. Huele a loción de baño, con el torso descubierto parece un modelo de Calvin Klein. 

—No te desobedecí por él, solo quería salir a divertirme con mis amigas.

—Sabes lo que pienso de tus formas de diversión.

Apoyo la frente en su pecho. 

—Lo necesitaba —susurro contra su piel.

Me levanta la cara para que lo mire.

—No seguiré discutiendo pero dile a él y a todos los que intenten acercarse que eres mía. Nunca dejarás de serlo.

Tira de mi nuca uniendo nuestros labios en un beso suave. Saborea mi boca con lentitud posando las manos en mi cintura. 

Cierro los ojos empapándome del momento, no es un beso agitado ni candente, es tierno y lleno de amor. Su lengua roza suavemente la mía mientras sube las manos hacia mis omóplatos.

Mi mente recopila la imagen de mi beso con Christopher en el bar de Hawái. Sus ardientes labios sobre los míos moviéndose mientras nuestras lenguas se batían a duelo. No me estaba tocando, sin embargo, podía sentir la llama de deseo que se apoderaba de mi cuerpo. La temperatura sube, la ropa me estorba y mi entrepierna suplica atención.

Rodeo el cuello de mi novio deslizando la mano por su torso llegando hasta la pretina de su pantalón, intento abrirlo pero me niega el acceso empujándome hacia atrás.

Quedo atontada, no es un hombre brusco.

—¡Me mordiste! —increpa acariciándose el labio— ¿Desde cuándo eres de besos agresivos?.

—¿Te lastimé? —pregunto preocupada.

— No, pero sabes que no me gustan ese tipo de cosas. Tengo una novia, no un vampiro.

Le timbra el móvil y se va a buscarlo en la mesita de noche.

—Lo siento —intento acercarme.

—Ya tengo que partir —retrocede.

Se coloca la camiseta mientras termina de empacar las pocas cosas que trajo. «¿Cómo carajos lo vas a morder?» Me recrimino.

—Brenda me dijo que tenías mucho trabajo —cierra la maleta— Despidámonos de una vez ya que no te quiero quitar más tiempo.

Asiento acercándome para besarlo, sin embargo, hecha la cabeza para atrás impidiéndome que le toque la boca.

—No vas a morderme ¿Verdad?.

—¡Por supuesto que no!

Me besa la frente dándome un ultimo abrazo. 

—Pórtate bien, no quiero venir y tener que romperle la cara a alguien.

Asiento.

—Vete, te llamaré cuando llegue.

—Cuídate.

Lo dejo en su habitación entre tanto vuelvo a mi trabajo. ¿En verdad lo mordí? ¿Rachel qué te pasa?  Él y yo no somos así. 

Llego a la sala de tenientes. 

—No sé si te habrás dado cuenta que Parker es todo un dolor en los huevos —me dice Harry cuando entro—. Ha llamado cuatro veces en media hora, le dije que te fuiste a almorzar y se puso histérico.

El teléfono suena, no hay que ser adivino para saber quién es.

—Teniente James —contesto desanimada.

— ¿Ya está listo lo que te pedí?

— Necesito más tiempo, capitán.

—Tiene que estar listo mañana antes del mediodía.

Cuelga y tiro la bocina. Se está dedicando a joderme la vida.

El resto de mi tarde se resume en teclear y supervisar dos pruebas en el hipódromo. La noche llega, mis últimas horas se van en un plan de ataque para el capitán Thompson.

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Nota de la autora.

Quiero aclarar algo que resulta confuso en el libro lo cual es cómo está distribuida la central del comando, en mis anteriores capítulos no lo he especificado.

Está ubicada a una hora de la ciudad, la entrada es un desvío a mitad de una de las carreteras, respaldado por enormes puertas de acero, el lugar cuenta con diez edificios sofisticados. El principal es el administrativo donde regularmente están todos. No están muy lejos uno del otro. El lugar cuenta con cinco canchas de entrenamiento, una prisión de máxima seguridad, un hipódromo, piscinas, sala de realidad virtual y demás. Todos los soldados cuentan con habitaciones ya que pueden quedarse cada vez que quieren. Los que son simples soldados deben compartir mientras que los de rango alto cuentan con una propia.

No sé qué más explicar, cualquier duda o sugerencia pueden exponerla en los comentarios. Me gustaría saber que piensan de los personajes y de lo que han leído hasta ahora.


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