Sesión #2: Francis
Esta tarde tuve el presentimiento de que Julian no vendría a su cita. El rechinido de la puerta abriéndose interrumpió mi meditación antes de que siquiera pudiera terminar de materializar el pensamiento en mi cabeza. El joven entró a mi despacho, tomó asiento sin mucha preocupación. En el fondo, me siento aliviada de que quiera seguir con la terapia. Tuve la impresión de que nuestra última sesión fue un poco difícil. De todas formas, tomé la misma posición que la semana pasada: Sentada frente a él con mi grabadora y libreta en mano.
—Hola, Julian ¿Qué tal estuvo tu semana? —Le pregunto cálidamente luego de presionar el botón de grabar—
—Uhm, estuvo bien... Como siempre —Asiente, sacudiéndose levemente para tratar de relajar su cuerpo—
—¿Seguiste las instrucciones que te di la semana pasada? —Ladeo mi cabeza, interesada—
—Tanto como pude, no es fácil comer menos carne con Pan en casa —Suelta una pequeña risa y se rasca la cabeza—
—Bueno, no veo por qué el pan podría ser un impedimento para dejar la carne —Respondo confundida y río levemente incómoda—
—¡Oh, no! Pan es el nombre de mi gatita —Clarifica, soltando una carcajada para luego recostar su cabeza en el respaldo del sofá—
—Ya veo, un nombre interesante —Le doy una sonrisa amable y tomo notas acerca de su mascota— ¿Se te ocurrió porque te gusta mucho el pan?
—No, en realidad se le ocurrió a Francis incluso antes de que la adoptara. Simplemente le pareció gracioso saber que un gato tuviera nombre de comida —Ahoga una risa para luego rascarse el lado derecho del rostro, llamando mi atención—
—Oh, sí, mencionaste antes a Francis... ¿Podrías contarme más acerca de él?
—A Francis lo conocí a los diez años. Estudiábamos juntos y él vivía a unas cuantas calles de mi casa. Pasaba mucho tiempo en su casa, jugábamos videojuegos y escuchábamos música. Sus padres lo inscribieron en clases de guitarra, les dijeron a los míos también, pero se negaron... —Da un largo suspiro y se rasca el rostro nuevamente— Él insistió en enseñarme, pero preferí dedicarme al dibujo. Le dije que de esa forma él podía ser famoso como músico y yo me aprovecharía de su fama haciendo arte para los álbumes que escribiera. Era ganar-ganar —Ríe mientras cuenta la historia, sus ojos parecen melancólicos y no deja de ver cada vez que escribo—
—¿Terminó sucediendo? —Dije francamente interesada—
—Uhm... Casi... Francis lo intentó, en serio lo hizo. Creó una banda, tocaba en bares y usualmente asistía a esos pequeños festivales con bandas locales. Yo hice su logo, teníamos conceptos para su primer álbum e ideas para camisetas —Se recuesta en el costado del sofá, apoyando su rostro sobre su mano, aparta la mirada y deja de hablar—
—¿Luego que pasó? —Tomé apuntes y lo miré con interés—
—Pasaron muchas cosas. Uno de ellos murió; el baterista, tenía 17 años. Lo encontraron en su habitación como dormido sin nunca poder despertar... Sobredosis. Luego el segundo guitarrista decidió irse a estudiar al extranjero, suponemos que a Italia por las fotos en sus redes sociales. Al cabo de tres meses ya no existía una banda. —Su mirada se pierde de nuevo en los cuadros al fondo de mi oficina—
—Lamento mucho escuchar eso, las pérdidas nunca son fáciles de manejar ¿Cómo afrontaste esa situación? —Arreglo mis gafas y noto su mirada que se desvía—
—Francis estaba destrozado, me llamaba a diario para salir, aunque no hacíamos nada en realidad. Ni siquiera jugábamos más, solo dábamos vueltas en mi auto por la ciudad, comíamos algo y fumábamos en silencio mientras escuchábamos música. Su papá se enojó, no quería que nos volviéramos a ver. Dijo que yo era una mala influencia para su hijo —Ríe desanimado y traga saliva jugando con sus dedos como dándole vuelta a un cigarro— Luego Francis fue enviado por su padre a estudiar medicina para asegurarse de que no me volviera a ver. La verdad es que el internet nos mantuvo unidos, haciendo exactamente lo mismo que antes: hablar de estupideces y sueños de niños.
—Supongo que fue duro para ti estar alejado de tu amigo ¿No es así? Dime ¿Sigues teniendo contacto con él? —Escribo sus comportamientos, sus reacciones a mis preguntas y la forma en la que cuenta la historia—
—Sí, sí... Suelo verlo a veces de regreso a casa. Trabaja en la pescadería de su familia. Creo que no le gustó ser doctor —Ríe un poco, pero su rostro se nota nostálgico—
—Los artistas suelen tener una resistencia peculiar a tener trabajos serios y "respetados" por la mayoría de la gente —Río también y suspiro con sutileza—
—Francis nunca encajó, en realidad —Luego de un largo suspiro mira hacia el suelo de mi oficina, como si su cabeza no quisiera dejar salir lo que está sintiendo—
—¿Qué hay de ti? —Respondo sin apartar la mirada de él—
—Creo que por eso nos llevamos tan bien. Éramos los raritos que soñaban con comerse al mundo, aunque en realidad nunca destacamos de los demás. En realidad, el único contacto que tuvimos con el resto de la sociedad fue gracias a Emm. —Suelta una pequeña risa, recordando algo que, al parecer, su mente guarda con mucho cariño— Entonces él se fue por muchos años...
—¿Te duele el tiempo que no compartieron juntos?
—No es que me duela, es solo que —Aprieta los puños de forma leve mientras mueve su pierna de manera ansiosa— Fue injusto... Para todos. ¡Francis debería estar llenando estadios justo ahora y no tocando en reuniones con amigos! —Detiene el movimiento de su pierna y aparta la mirada nuevamente— Él debería seguir escribiendo canciones, debería estar en las grandes ligas junto a The Beatles y Pink Floyd y ahora solo se la pasa amargado vendiendo pescado, probablemente lamentándose todos los días acerca de lo que pasó.
—No fue su culpa... Tampoco la tuya. Nadie es culpable por lo que pasó, simplemente son situaciones que la vida nos pone en el camino. No podemos evitar la muerte ni las decepciones, pero sí podemos controlar la forma en la que nos enfrentamos a estos momentos duros. —Respondo con seguridad, quitándome las gafas por un momento—
—Su padre no debió mandarlo lejos. Él necesitaba quedarse aquí y afrontarlo junto a nosotros, sus amigos. Simplemente lo hicieron más miserable —Se queja mientras aspira por la nariz, pareciendo que sus emociones lo empiezan a consumir—
—¿Le has mencionado como te sientes a Francis? —Pregunto luego de tomar notas acerca de su reacción—
—En realidad... Creo que no —Agita la cabeza y vuelve a mover sus dedos como tomando un cigarrillo— Cuando nos vemos, simplemente solemos hablar de cosas típicas. Que serie está viendo, leemos la tira cómica que publiqué esa semana, comemos algo... No solemos mencionar esas épocas, aunque él siempre parece estar preocupado por algo
—Considero que deberías hablarlo con él. Discutir qué sucedió durante esos años, cómo se sentían y ver las diferentes perspectivas que tuvieron durante el duelo —Asiento mientras me ve en silencio y piensa al respecto—
—Quedamos en ir a comer el martes, intentaré hablar del tema —Sus dedos se relajan, dejando una expresión tenue con las manos—
—No está bien que entierres tus sentimientos. Con el pasar del tiempo, las cosas se vuelven cada vez más grandes y te empiezan a abrumar. —Se queda en silencio, dejándome notar una mirada, hasta cierto punto, débil— Sé que no será una conversación fácil, pero te aseguro que te hará sentir mejor una vez lo saques de tu interior
—Gracias —Dice titubeante mientras suelta un suspiro pesado—
—Creo que es todo el tiempo que tenemos por ahora así que, continuaremos la próxima semana y espero que me cuentes como te fue en esa conversación —Ambos nos levantamos de nuestros respectivos asientos y le recalco una vez más que siga las instrucciones que le di la semana pasada—
Estoy completamente segura de que Francis significa demasiado para la vida de Julian y pude notar un leve resentimiento hacia el padre de su amigo. Lo tomaré en cuenta para la próxima sesión e indagaré más en lo que pasa por su mente. Mientras tanto, espero que el chico pueda encontrar las fuerzas para enfrentarse a los fantasmas de su pasado, a los sentimientos que ha dejado de lado por tanto tiempo para darle paso a unos nuevos. Fue una sesión exitosa.
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