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Sesión #14: La Amenaza de Ser Feliz

Luego de la plática que tuve con Julian la semana pasada, no me sorprendería que hoy no viniera. Aunque esta vez estaría segura de que la razón de su ausencia no es algo negativo. Quiero creer que está lo suficientemente motivado como para seguir por su cuenta, aunque considero que todavía no se sabe exactamente qué camino debería tomar. Julian no es una persona impulsiva, debe saber a dónde va y qué hará en el proceso, no puedo esperar que sepa que hacer de la noche a la mañana. Aunque, bien, creo que tiene una idea difusa en la mente, solo le falta aclararla. Espero poder hacer lo necesario para hacerle entender de una vez que ya no debe necesitar a nadie más, que él puede afrontarse solo a esta vida, que ya no me necesita... Como siempre suele hacerlo, llega justo en el momento preciso para interrumpir mis pensamientos.

—Buenas tardes, doctora —Menciona al abrir la puerta y tomar asiento en el sofá—

—Hola, Julian ¿Cómo te encuentras hoy?

—Tranquilo, supongo. No lo sé, en paz, quizá —Dice algo indeciso, fumando el cigarro que tiene entre los dedos—

—Es la primera vez que te veo fumar —Respondo con curiosidad— ¿A qué se debe tu indecisión?

—Es solo que se siente raro ¿Sabe? Por una parte, siento que estoy en mi mejor momento creativo, pero, por otra parte, me he sentido un poco solo —Suelta una pequeña risa ahogada y apaga el cigarro al soltarlo en el vaso casi vacío que sostiene en la otra mano— Siento que, con el tiempo, esto se ha vuelto repetitivo

—¿A qué te refieres? —Pregunto con curiosidad—

—A esto. Al sentirme así, al no poder sentirme de otra manera. A veces me pregunto si he cambiado al menos un poco en los meses que he venido con usted —Suspira profundamente y aparta la mirada— Sé que hay cosas que mejoraron ¿Pero qué tanto de mí yo pasado hay en mi yo presente?

—Si tengo que responder a esa pregunta, puedo notar tu cambio claramente. Recuerdo las primeras sesiones y estoy segura que esa versión de tu persona nunca se hubiera imaginado expresarse de forma tan abierta o dedicarle tiempo a lo que le dedicas ahora mismo. —Me acomodo las gafas y suspiro— Eres una persona capaz de cumplir tus sueños por tu cuenta, eres un muchacho con la capacidad de expresar sus sentimientos de forma más abierta y comprender los sentimientos de las demás personas

—Sé que he cambiado, pero no puedo evitar sentirme de la misma forma que cuando entré por primera vez a su consultorio —Cruza los brazos, algo desesperado— Siento como si nada hubiera mejorado del todo, es más, siento que incluso estoy más solo que cuando empecé —Aparta la mirada, algo desanimado— Ya casi no hablo con Francis y Emm ni siquiera responde mis mensajes ¿Cómo puede eso ser mejor que mi vida anterior?

—Entiendo que te sientas abandonado por tus amigos, pero también debes considerar las razones que ellos tienen para estar ocupados. Sabes que Francis ha estado trabajando en algo que le apasiona y parece estar disfrutándolo ¿No? —Juego con mi bolígrafo mientras hablo— Emmeline está intentando encontrarse a sí misma, justo como tú, es solo que decidió hacerlo de una forma más solitaria. Eso no quiere decir que sea una mejor manera que la tuya, simplemente están abordando el mismo problema de una manera distinta, de la manera que funciona para ustedes.

—Solo quisiera que conversáramos más. Se supone que somos mejores amigos, pero nunca me cuenta sus problemas —Se queja, tomando un largo suspiro— Aunque supongo que es cansado escuchar los problemas de otra persona todo el tiempo

—Quizá para algunas personas, pero dudo que Emmeline sea una de ellas —Reafirmo mientras juego con mis gafas—

—No lo sé. Francis también parece estar más centrado en su trabajo, pero eso no es lo que me molesta. Me molesta que yo no pueda hacer lo mismo, me molesta tener que escuchar que lo que estoy haciendo está bien, me molesta necesitar la aprobación de las demás personas —Reclama un poco molesto, quizá consigo mismo—

—Es algo normal, Julian. Aunque entiendo tu frustración al respecto. Lo superarás con el tiempo, así como superaste necesitar la aprobación de tus padres para tomar decisiones, así como superaste tus propios prejuicios al empezar a escribir tu comic —Asiento con la cabeza para afirmarlo firmemente—

—¿Pero hasta cuándo? ¿Cuánto tengo que esperar para sentir que por fin puedo ser feliz por mi cuenta? —Se queja nuevamente, bajando la mirada—

—Esa respuesta no la tengo, Julian, todo dependerá de lo mucho que luches por llegar a ser feliz, incluso si eso significa sacrificar algunas cosas en el proceso —Me rasco la nuca, tratando de observar su reacción—

—Supongo que entonces depende de mí el precio a pagar por mi propia felicidad ¿Huh? —Dice un poco seco mientras voltea a verme—

—No lo veas como un peso que tengas que cargar, míralo como un proceso, un conjunto de acciones positivas que te ayudarán a sentirte mejor. Míralo como un proceso lento que va sucediendo de en el fondo —Suspiro y tomo una planta de mi escritorio— Tu vida es como cuidar de una flor. La riegas todos los días, le das el sol necesario, la dejas descansar por la noche, podas las malas hierbas que crecen en ella, eliminas a los insectos que tratan de comérsela, formas una rutina diaria que puede resultar cansada y tediosa, un esfuerzo y una inversión de tiempo que puede parecer en vano pues verás que tu planta sigue siendo del mismo color que ayer y será del mismo color mañana. Notas que esa hoja dañada que no pudiste salvar seguirá ahí, que la tierra se secará mañana y tendrás que regarla de nuevo, que no parece crecer más, que siempre suelta el mismo olor —Tomo uno de los pétalos de la flor— Entonces un día notas que de ella brota una nueva flor, te intriga su color azul, su belleza y no entiendes como un tallo tan delgado puede sostener dos simples flores. De la nada, comienzas a investigar sobre tu flor, descubres su tipo, entiendes sus cuidados, experimentas de vez en cuando, entonces ya pasaron meses desde que empezaste a cuidar de ella y te das cuenta que tu flor no estaba completa. Descubres que es una espuela de caballero, que no está bien que tenga una sola flor, que debe estar llena de ellas, que probablemente estaba al borde del desastre cuando empezaste con su cuidado, que quizá nunca habría sobrevivido de no haber sido por tu perseverancia, dedicación y disciplina. Ahora tu flor está completa, resplandece con sus colores llamativos, inunda la vida de los demás con su olor, inspira a otros a cuidar sus propias plantas, te deja ver que el esfuerzo constante tiene sus frutos —Sonrío al sostener la maceta con ambas manos— Y te das cuenta que esta flor no se ve para nada igual que cuando la empezaste a cuidar, no porque sea una flor distinta, sino porque está completa.

—Pero aun así debe seguirla cuidando ¿No? Para evitar que vuelva a estar apunto de desbordarse —Dice un poco desanimado—

—Sí, sin embargo, es más fácil pues la mayoría del trabajo lo hace tu costumbre y la salud que tu flor tiene —Suspiro profundamente y ahora lo miro a él— Obviamente habrán días en los que el cielo esté nublado y no reciba todo el sol que debería recibir, días donde olvides humedecer su tierra, tardes en las que no sientas su olor como normalmente lo haces, momentos donde dudes si vale la pena seguirla cuidando y entonces comenzarás a extrañar su aroma, sus colores, su textura, lo bien que te sentías al regarla, al darle importancia y volverás a ella

—Creo que sonará algo estúpido, pero me da miedo arruinarlo. Me da miedo no hacerlo bien, que trate de arreglar mi vida y termine empeorando todo ¿Y si no tengo salvación? ¿Y si mi momento de sentirme feliz ya ocurrió y no me di cuenta? —Parece más agitado mientras habla—

—No se trata de "arreglar" tu vida, se trata de cuidarla, de cuidarte. Se trata de encontrar esas piezas faltantes o crearlas tú mismo. —Dejo la maceta en mi escritorio y me inclino un poco hacia él— Nunca es tarde para ser feliz, pero la felicidad no es un sentimiento constante, es imposible que estés feliz todo el tiempo. La felicidad es un estado mental, la posibilidad de soportar los momentos difíciles, de buscar lo positivo en la adversidad, de ver el arcoíris luego de la tormenta. No estás roto Julian, solo estás herido... Pero estás sanando

—No puedo hacerlo —Dice de forma seca, con un nudo en la garganta—

—Claro que puedes. Lo has estado haciendo desde que tomaste la decisión de entrar a este lugar. Comenzaste a sanar desde el instante en el que te percataste que necesitabas ayuda. —Me quedo en silencio por un momento y, apretando el puño, continúo— Julian, ya no necesitas a nadie más que a ti mismo. No necesitas que Francis te asegure que está bien, tú lo has visto y lo sabes. No necesitas que tus padres aprueben tus acciones, ellos ahora te apoyan y sabes que darían lo que fuera por ti. No necesitas que Emmeline hable contigo todos los días o que te aconseje siempre que lo necesites, tú creaste un impacto en ella y, juntos, se ayudaron a mejorar. Ya no necesitas que yo te diga que hacer, que te haga ver lo evidente, ya ni siquiera hablo tanto como tú en estas sesiones pues tú ya comprendes lo que debes hacer. Solo necesitas de ti mismo y estarás bien.

El joven no pudo evitar mostrarme sus ojos llenos de lágrimas, acompañados por una débil sonrisa que se difumina entre sollozos. No termino de saber si su frustración desapareció o la aumenté con mis palabras, pero de lo que estoy segura es de que nunca olvidaré el llanto de emoción que mi paciente dejó salir, así como jamás podré olvidar lo que Julian me dijo al limpiarse las lágrimas y acercarse a la salida: Sin importar el precio que deba pagar, le aseguró que seré feliz.

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