Sesión #13: ¿Independencia o Soledad?
Las inquietudes de Julian me han tenido consternada los últimos días. Me hacen dudar si de verdad estará listo para afrontar la vida por sí solo. Es extraño pensarlo pues la respuesta debería ser obvia, pero hay algo que me hace dudar de su capacidad para hacerlo. Siento que es como un pájaro a punto de dejar el nido y yo soy la mamá pájaro, deseando que haya aprendido a volar y no se estampe contra el asfalto. Quizá me preocupo demasiado, quizá le estoy dando demasiadas vueltas al asunto, no lo sé. Tal vez simplemente me preocupa el hecho de que todo el avance que ha logrado, desaparezca en cuanto no esté cerca mío, en cuanto pierda esta rutina que hemos estado construyendo por meses. No estoy segura de si Emmeline lo va a seguir apoyando, no sé si Francis tendrá tiempo para estar con él. Supongo que habla muy mal de mí como profesional el dudar del avance que he hecho con mi paciente ¿Qué puedo decir? Me preocupan mucho estos casos. Me preocupa que no esté listo.
El sol empezaba a ocultarse y todo apuntaba a que quizá Julian no aparecería el día de hoy. No tenía ningún mensaje, ninguna llamada, ninguna excusa de su parte, no tenía nada que me asegurara que Julian vendría. Pasada una hora luego de nuestro horario de reunión acordado, naturalmente me preocupé. Le dije a Natalie que volviera a casa, que yo me encargaría de cerrar el lugar. Luego llamé a Julian, esperando que me respondiera y me dijera algo como "Lo siento, me quedé dormido" o "Tuve más trabajo de lo habitual". En lugar de eso, fui recibido por un mensaje pregrabado, lo que me inquietó aún más. Quiero pensar que Julian es incapaz de hacer lo que estoy pensando, mas no descarto la idea del todo. Al final de la sesión anterior parecía tan vulnerable, tan lastimado. Siento la necesidad de hacer algo así que, usando la información de su archivo personal, pude deducir la dirección de su apartamento. En el momento en el que leí "105 Chichester RD" en la hoja de información, tomé mis cosas y corrí hacia mi auto como nunca lo había hecho.
El camino fue horrible. Sentí que mi respiración se agitaba cada vez más, el mal presentimiento me invadió y no podía detenerlo. Una sensación que no me pasaba desde hace años y los recuerdos de ella simplemente la empeoran. No soy una persona religiosa, pero le imploré a cuanto santo y figura divina habida y por haber que Julian estuviera en casa comiendo o jugando con su gata o que se haya quedado dormido en su trabajo. Mientras conduzco, pienso en las reacciones de Emmeline, de Francis, de sus padres, el qué haré si no puedo encontrar a Julian. Me siento culpable de no haber hecho más, de no haberlo detenido la semana pasada y pedirle que hable más al respecto, de haber hecho algo al respecto cuando mencionó sus ideas pesimistas en las primeras sesiones. Entre luces, lluvia y pensamientos, estoy tan solo a unas cuadras de la casa de Julian. Logro ver el destello de una luz roja parpadeante justo frente a donde debería estar la casa de Julian. Rezo para que, al dar la vuelta en la esquina, no me encuentre una patrulla ni una ambulancia. Entonces giro el volante y estoy frente a su edificio. La luz no es más que un auto que espera por alguien del mismo edificio, simplemente estacionado con las luces probablemente averiadas.
La preocupación no cesa. Si bien, el auto fue una falsa alarma, nada me asegura que Julian esté ahí dentro viviendo su vida. Bajo con prisa de mi auto, tomo mi celular y sigo tratando de llamarlo mientras hablo con el guardia del edificio. Pregunto si conoce el número de habitación del joven, el señor me lo dice un poco asustado al ver mi preocupación. Seguramente me miraba sumamente alterada pues no dejaba de preguntar si me encontraba bien. Lo dejé hablando solo, corrí por las escaleras hasta la habitación 17. Estoy parada frente a la puerta, siento que no puedo respirar, llamo a la puerta y siento como si el mundo se detuviera, como si llevara horas esperando a que el joven abra. Me quedo viendo fijamente el número dorado en la pared y, cuando iba a llamar a la puerta de nuevo, noto que esta está entreabierta por lo que decido abrirla por completo. Tengo miedo, un escalofrío recorre mi espalda mientras miro hacia el suelo y noto la habitación oscura y fría que me recibe. Mis dedos no quieren soltar el picaporte, mis pies no quieren avanzar y mis ojos no quieren ver que se encuentra dentro de la habitación. Siento como si estuviera bajo el agua, todo sonido es callado, todo lo que veo es oscuridad y luces; una voz a la distancia me trata de devolver a la realidad. Intento responder, pero me es imposible, entonces siento una mano en mi hombro izquierdo, mi vista se aclara y puedo escuchar todo nuevamente. "¿Se encuentra bien?" preguntó una voz masculina mientras yo me encontraba sentada al lado de la puerta. Cuando mis ojos enfocaron a la persona pude reconocerlo: Julian. Él está bien.
Sin saber cómo reaccionar, trato de respirar nuevamente y lo miro con alegría. Él está confundido. No entiende por qué, de la nada, su psicóloga se encuentra casi desmayada en la entrada de su casa. Me ayuda a levantarme y me da un poco de té. Ahora me siento tonta ¿Cómo es que sucedió todo esto? ¿Por qué siento que Julian me ayuda más a mí de lo que yo lo ayudo a él? ¿Por qué nunca detuve mi grabación cuando estaba en el auto?
—¿Se siente mejor? —Pregunta el chico mientras está parado frente a mí—
—Mejor. Gracias, Julian —Asiento sumamente apenada y le doy un sorbo a mi té—
—No quisiera ofenderla, pero ¿Qué hace aquí? ¿Por qué de repente la encontré tan asustada frente a mi puerta? ¿Sucedió algo?
—No... No, no... Es solo que no apareciste en mi consultorio hoy y me preocupé —Entrecierro los ojos y me rasco la cabeza—
—¿Y por eso vino hasta mi casa? —Julian parece no entenderlo del todo— Pues... Estoy bien, gracias —Responde de forma algo incómoda—
—Es solo que no fue algo normal en ti. Más aún si tomamos en cuenta que la semana pasada te fuiste bastante desanimado —Bajo mis hombros y le doy otro sorbo a mi té—
—Y... Usted pensó lo peor —Dice pensativo y toma asiento frente a mí—
—Lo siento, prometí no entrometerme más en tu vida, prometí dejarte en paz y eso haré —Dejo la taza de té en una mesa al lado del sofá en el que estoy sentada y me levanto de mi asiento—
—No, está bien —Me detiene con las manos y suspira— No llegué hoy a la sesión porque simplemente me sentía un poco mal y perdí la noción del tiempo dibujando
—Te dejaré dibujar entonces —Afirmo nuevamente, tratando de irme—
—¿Por qué no se queda? —Responde un poco calmado y trata de calmarme a mí también— Ya estamos aquí, está lloviendo y de todas formas ya terminé el trabajo que tenía que hacer hoy
Volví a tomar asiento sintiéndome más calmada y pude notar mejor mis alrededores. Su sala de estar muy poco adornada. Simplemente contaba con tres sofás, la cama de su gatita, papeles y lápices refundidos en la esquina de una mesa pegada a la pared del fondo del lugar. Ventanas que no servían para más que para poder ver las calles cercanas y los laterales de los edificios conjuntos y luego una puerta de cristal que daba acceso a un pequeño balcón. Sí, no es el apartamento más grande que he visto, pero parece cómodo y, con las luces prendidas, parece más acogedor. Julian nota mi mirada perdida en su sala de estar, pero rápidamente reviso mi bolsa para sacar mi libreta y mi grabadora. Fue ahí cuando me di cuenta que tengo varios minutos de metraje de mi respiración agitada y mi sobre pensamiento mientras conducía hacia aquí. Tomo otro rollo y, así, por fin empezamos la sesión.
—Muy bien, Julian ¿Cómo has estado esta semana?
—Bastante mejor, creo. No lo sé. Las cosas con Emm y Francis no son iguales y empiezo a pensar que ya no lo serán de ahora en adelante —Se recuesta en su asiento mientras aparta la mirada—
—¿Te has sentido solo o abandonado por ellos? —Decido ser más directa esta vez—
—Un poco, creo. Solo siento que ellos están tomando su propio camino, formando su propia historia y eso no me incluye a mí —Suspira y se rasca el antebrazo— Es como lo que sucede con César
—¿Quién es César? —Pregunto confundida mientras lo miro directamente—
—Oh... —Ríe un poco y se sienta más derecho— Es un personaje de mi cómic. Verá, César perdió a sus padres cuando era niño y, cuando se unió a la tripulación con los protagonistas, sintió que podía tener una familia con ellos, que no debía vivir una vida de soledad, pero entonces la tripulación se empieza a separar. Jackson, el capitán, no quiere involucrar al resto del equipo en su búsqueda por resolver el problema causado por su avaricia y estupidez —Se rasca la cabeza, recordando— Los demás, ya sabe, Barracuda, Lauren y el resto del equipo decide tomar su propio camino. Barracuda quiere volver a ser un pescador en su pueblo natal, Lauren quiere abrir su propio restaurante en la ciudad más cercana y así poder mantener a sus hermanos —Agita la cabeza como obligándose a centrarse en la historia— Pero entonces quedan simplemente Jackson y César. Este último se siente extraño, su nueva familia se desmorona y no puede hacer nada al respecto. No fue por una pelea ni por una muerte ni nada trágico por lo que no sabe a quién culpar, por lo que empieza a culparse a sí mismo. Quizá no fue lo suficiente para su familia, quizá el resto de la tripulación lo vio como un eslabón más, un elemento sin importancia dentro de un grupo de personas que coincidieron en este punto de la historia, quizá nadie lo necesitó como él los necesita a ellos —Se aclara la garganta y suspira nuevamente—
—¿Y entonces qué hizo César para solucionarlo? Porque dudo que simplemente se haya quedado de brazos cruzados mientras mira como todo se desmorona ¿No? —Ladeo la cabeza, poniendo suma atención tanto a sus gestos como a sus palabras—
—No no... César decide buscar una nueva familia en un pueblo cualquiera. Esta vez, él jura que esta tercera familia sí durará, que no lo abandonarán nunca más. —Suelta una pequeña sonrisa débil—
—¿Y crees que hacer eso funcione para él? —Acomodo mis gafas y noto como la pregunta lo incomoda—
—Pues... Supongo que debe hacerlo ¿No? César tiene que tener un final feliz. —Responde con duda, como sin saber exactamente qué debería decir—
—¿Entonces crees que César está haciendo lo correcto?
—Creo que César simplemente está lastimado y no quiere sentirse solo, por eso quiero que termine acompañado de otras personas —Mira hacia el techo, analizando sus propias palabras—
—¿Pero qué pasará con él si no encuentra una tercera familia? ¿Qué hará César entonces? —Lo presiono aún más, quiero que entienda a donde voy con todo esto—
—No lo sé, supongo que seguir buscando —Suspira y juega con sus dedos sobre su muslo—
—No puedes hacer que César busque una familia por el resto de su vida. El problema no es que las personas abandonen a César, el problema es que él se siente abandonado por los demás. —Cruzo los brazos y lo miro atentamente— Creo que César puede llegar a sentirse solo a veces, pero debe aprender a disfrutar de su propia compañía. Puede parecer imposible, pero te aseguro que no lo es
—Pero es difícil cuando hay cosas dentro de ti que no te gustan, pensamientos que detestas tener y que aparecen solo cuando no hay nadie alrededor —Baja la mirada mientras habla—
—No te puede gustar todo de una persona, incluso de ti mismo. Lo que debemos hacer es empezar a apreciar nuestros defectos y conocernos mejor, darnos razones positivas para no dejar que nuestros pensamientos negativos nos consuman. —Tomo un largo suspiro y continúo— Es algo que no puede hacer nadie más por ti, algo que debes ir descubriendo con el tiempo. Algo a lo que debes llegar por tu propia cuenta.
—¿Entonces debo estar solo para afrontar la soledad? —Me cuestiona, algo confundido—
—No es estar solo, es hacer las cosas por ti mismo, apreciando tu compañía. Podríamos llamarlo "Ser independiente". No es sano esperar que siempre haya una persona para ti en cualquier momento, habrá conflictos que tendrás que resolver por tu cuenta, no puedes esperar que otros lo hagan por ti.
—Lo sé ¿Pero qué distingue el tener una vida independiente con tener una vida solitaria?
—Todo depende de cómo te sientas. No te digo que dejarás de sentirte solo por el resto de tu vida, pero debes luchar por sentirte bien sin que nadie más se encargue de hacerlo por ti.
Julian asintió lentamente y pude notar que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero no cayeron por su rostro, se quedaron ahí, nublando su vista. El joven me agradeció el haber ido a buscarlo y, entonces, me retiré del lugar sintiéndome útil nuevamente y más tranquila de haberlo encontrado en buen estado. Aunque lo noté melancólico, quiero creer que le di el rayo de esperanza que a él le faltaba para seguir avanzando. Espero que intente hacer las cosas por su cuenta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro