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7

Atenea se siente diferente con Sam, tienen cosas en común, intereses a fines, siempre hay tema de conversación y la verdad es que disfruta de sus citas, los paseos, el parque de diversiones al que fueron, casi no parece que este mujer sería la primera que le rompería el corazón, de una manera tan vil, aunque luego le daría uno de los mejores regalos que ha tenido en su vida.

—Es nuestra cuarta cita en lo que va del mes —menciona primero Sam—. Tengo miedo de que lleguemos a la quinta cita y después del sexo te pongas rara y te alejes.

—Si eso pasa tienes permiso para golpearme —se acerca y la besa—. La verdad es que hace mucho no tenía citas, es linda esta parte, la de conocerse con alguien. Disfruto mucho nuestro tiempo juntas Sam —se acuesta en sus piernas en el parque mientras Sam le acaricia el cabello—, lo del sexo... no voy a presionarte, me gustaría que se dé, de forma natural y que no sea algo a lo que te sientas obligada a acceder porqué pasamos de la quinta cita.

—Lo que no quiero es que... me encanta pasar stiempo contigo diosa olímpica, pero ¿Y si no somos compatibles en el sexo? Es algo importante, no lo más importante, pero importante.

—Vamos viendo con tranquilidad ¿Okay? Cuándo el momento llegue sabremos que hacer. Tal vez pones demasiadas expectativas en mí y ni siquiera sea tan buena.

Gran mentira, Atenea como Julia no tienen la fama que tienen por cosas irreales, la verdad es que ambas compiten entre ellas por el primer puesto en experiencias sexuales. Claro que solo le dijo eso a Samantha para dejarla tranquila.

La cita número cinco llega y esta vez cenan el departamento de Atenea, que queda muy cerca de la universidad, ella hace de comer y ni siquiera deja que Samantha lave los trastes. La rubia se acerca por atrás, besando su hombro derecho.

—¿Qué tal estuvo la comida?

—Deliciosa. Si cocinas así ya estás lista para casarte —ambas ríen y Sam se apoya en el costado de su hombro mientras Atenea sigue lavando—. Me gusta mucho tenerte cerca —le confiesa—. Honestamente ni siquiera puedo pasar mucho tiempo cerca de ti sin tocarte, necesito aunque sea solo un roce mínimo. Me gustas demasiado Anto no pulos.

—Aún no te sale.

—No me culpes sigue siendo difícil de pronunciar, ningún mortal ha sido capaz de pronunciarlo a la primera.

—Y menos mal porque siendo así me tendría que casar de inmediato con esa persona —se ríe y voltea a verla secando sus manos—. También me gustas mucho, y me encanta tenerte cerca y me encantan los detalles que tienes conmigo, como las notas que encuentro en mis cuadernos cuándo voy a tomar un apunte, o los mensajes de buenos días y buenas noches —acaricia su mejilla—, me encanta el sabor de tu labial, y el olor de tu perfume —la besa suavemente y el beso escala un poco más, pero se separa aclarándose la garganta— ¿Qué quieres hacer ahora? —Samantha la ve a los ojos y la besa, la trae hacía ella y desabotona sus pantalones.

—¿Segura?

—Muy —tira su camiseta y Atenea queda embobada mirándola.

A besos entran a la habitación, dejando un camino de ropa a su paso, tienen un urgencia de probarse y aunque la idea a las citas fue de Samantha para ver hasta dónde era capaz de llegar Atenea, ha sido difícil contenerse todo este tiempo, cuando hace tan solo dos citas ya quería asaltarla, y hasta cuándo solo se quedaba a dormir, sentir el calor del cuerpo de la diosa olímpica había sido difícil sin llegar más lejos, pero ahora es el momento.

Atenea a besos y toques le hace ver porqué tiene la fama que tiene, entonces Samantha corrobora de primera mano y con sus manos entre sus piernas que la fama la tiene bien puesta. La diosa olímpica está deseosa de probar a Sam, corrobora abre cada toque, mordida y chupón la reacción de la rubia, le pregunta cada cierto tiempo si le gusta más fuerte, más rápido o más suave y despacio, quiere aprenderse los puntos claves de Sam, y lo hace, memoriza cada gatillo que la lleva a sumirse en el placer de sus toques.

—Eres una maldita mentirosa —exclama entre gemidos—, tu fama está justificada.

—Date la vuelta.

La coloca boca abajo, con las piernas abiertas y el trasero parado teniendo una mejor vista de su objetivo, lo prueba y comprueba, se sumerge en el interior de Samantha, la lleva al borde del colapso, ella  rendida se afloja las piernas y cae boca abajo hacia adelante, la diosa griega vuelve a adentrarse en ella pegando su cuerpo en su espalda, esta vez coloca la mano por delante y termina de hacerla llegar al clímax, sin se separarse de ella, ya que Sam la quiere cerca, piel a piel.

—Definitivamente —dice agitada— eres una salvaje, en el buen sentido.

—Gracias, supongo. Voy por algo de agua, la vamos a necesitar.

—Y ahora me toca a mí, así que prepárate.

Sam no es lo animal que es Atenea en la cama, pero se defiende tan bien, que aunque le costó un poco agarrar el ritmo lo logra y la diosa olímpica logra acabar, sin orgasmo, pero acaba.

La luz de la ventana abierta y la brisa se escurre por la ventana, esta es una de las pocas veces que Atenea se ha quedado a dormir con alguien después del sexo, claro que entre algunos factores está el hecho de que sea su departamento, pero siempre se escabulle antes de jugar a la pareja y al desayuno en la mañana, pero no hoy, hoy se levanta desnuda a cerrar la ventana, corre la cortina y vuelve al lado de la rubia que duerme boca abajo, en la cama.

Se acuesta a su lado observando su piel tersa, típica de alguien de su edad, le acaricia la espalda desnuda y acomoda su cabello para poder ver sus gestos durmiendo, no está enamorada, pero a Samantha le gusta muchísimo, besa su hombro, su mejilla y vuelve a dormirse a su lado, aún hay tiempo. Despiertan con la primer alarma, se acomodan para quedar bien juntas aún desnuda, Sam comienza a besar su cuello.

—Sam, tenemos clases.

—Podemos faltar a la primera.

—No seas una mala influencia, yo seré la mejor ahogada y tú la mejor cirujana, para llegar a serlo no podemos empezar a faltar. Vamos —se levanta desnuda para meterse a bañar y Sam la sigue detrás.

—Me produces endorfinas que hacen que estar cerca tuyo sea un acto exquisito.

—Habló la nerd de la medicina —se ríe y le da una palmada en el brazo—. La pasé muy bien anoche y por favor no te hagas la humilde, no es exactamente tu fuerte.

—Bueno no quería ponerte presión ni mucho menos —la pega a ella bajo el agua y la besa, le pasa el shampoo, ve la hora en su reloj sumergible— ¿Creo que hay algo de tiempo para que una de nosotras al menos desayune? —toca los senos y besa el cuello de Sam— ¿Qué me dices?

—Que sería incapaz de dejarte con hambre, así que claro que puedes desayunar.

Luego del pequeño mañanero, la diosa griega deja a Sam en la universidad, hace más de una semana que no ve a Julia, desde exactamente la última vez que estuvo en su departamento. Camina por el campus buscándola y la ve bajo un árbol, algo atípico de ella, sentada con lentes de sol, libros a un costado, su brazo apoyado en la rodilla flexionada y su cabeza hacía atrás, se acerca y le saca los lentes se sol, logrando ver sus ojeras y sus párpados cerrados.

—Estás cada vez peor Moore.

—Dejame en paz soberbia.

—Jamás déspota, jamás —se coloca los anteojos de nuevo para antes de cruzarse de brazos largarle un libro— ¿Estás así desde que ya no te hablas con Emma?

—Que te importa.

—Siempre eres tan agradable Moore —le nuestra el dedo medio y Atenea ríe—, a mi no me enseñes tu máquina sexual que no me excita —ella blanquea los ojos y suspira— ¿No piensas hablar con ella? —Julia niega con la cabeza— tu hermano vino a preguntarme hace unos días —Julia se tensa— que tipo de relación tenemos nosotras y tú con Emma.

—¿Qué le dijiste? —pregunta con pánico en su mirada.

—La verdad, que tú y yo somos amigas, él se rió y le dije y le aclaré que primero no eres mi tipo, y segundo si fueras la última mujer en la tierra me haría hetero, de Emma le dije que no eres nada, que es la verdad, ella es la compañera de cuarto de Tricia y listo.

—¿Te creyó?

—Obvio, si es la verdad ¿Qué pasa Julia, porque estás se te ve tan asustada?

—Tengo que irme ¿Cuándo te preguntó?

—Hace dos días —Julia toma todas sus cosas y sale apurada— ¿Qué pasa? —pero ella no le responde, sale a paso de trote por el campus y Atenea asustada la sigue detrás— ¡Julia! —la frena y la mete en un aula dónde habían unos pocos estudiantes dentro— ¡AFUERA! —les dice con voz autoritaria y ellos salen— ¿Qué pasa? Me estás asustando.

Julia la mira dubitiva ¿Puede confíar en ella? ¿Puede contarle todo? Atenea la mira asustada con cierta expresión de nerviosismo y preocupación. Decide que va a decirle solo una parte de la verdad.

—Cuándo era más chica, tuve un acosador, él hizo, me hizo cosas a mí y a la persona que yo... amaba, mi pareja. Pensé que me había desecho de él, pero al parecer no del todo.

—¿Pero sabés quién es? ¿Por eso tu hermano me ha preguntado? ¿Lo sabe Tricia?

—Sabe lo mismo que tú ahora. Sí, sé quién es, era y por eso no quiero acercarme a nadie, entablar un relación es arriesgar a la persona a que le pase algo por mi culpa ¿Entiendes? —voltea a dándole la espalda para abrir la puerta.

—¿Tricia sabe que fue tu hermano? —Julia se tensa y voltea a verla espantada— solo lo supuse y lo acabas de confirmar.

—No puedes decirle, por favor Atenea —la toma de los brazos— no sabés de lo que ella sería capaz de hacer, no conoces a Tricia cómo yo...

—Julia no le diré nada, solo prométeme, que si te encuentras en peligro me avisarás. Me cuidaré de él —suspira y por primera vez la abraza, es la primera persona que le cuenta o se da cuenta, de que el verdadero responsable de tanto daño, es su hermano—. No estás sola, no te dejaré —se separan y le limpia las lágrimas—. Tienes que hablar con Emma —ella intenta negarse—, Julia tienes que hablar con ella, no es necesario que le digas toda la verdad, pero al menos un parte importante, y es la parte en la que debe cuidarse de alguien ¿Quieres que te acompañe o?

—No, no —se seca las lágrimas— yo puedo. Gracias Atenea, por favor no...

—No diré nada, y si necesitas un abogado de confianza, le decimos a George, cuándo yo sea abogada, disfrutaré destrozar parte por parte de esa mierda de tu hermano. Por cierto anda siempre con gas pimienta y elementos de protección —ella asiente—, genial vamos.

Julia se siente mucho más aliviada por contar con alguien, que en vez de ponerse a seguir escarbando, preguntando o juzgandola sobre porqué no habló antes o dijo algo, la apoyó, la protegió y se preocupa por ella. Sabe que Tricia haría lo mismo, claro que luego iría por la cabeza de Max.

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