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18

El año pasó volando y el tratamiento también, aunque postergaron el tratamiento ya que el stress es un factor en contra, y con al ajetreo de la carrera de Sam y su poco descanso solo iban a perder embriones prácticamente. Decidieron congelar los óvulos de Atenea para poder usarlos en el futuro y al momento de que el tratamiento en Samantha sea viable, implantarles los óvulos.

—¿Cuándo vienes? —le pregunta Atenea por teléfono a su esposa.

—En dos días ya estoy de regreso.

—Tricia está embarazada, nos dió la noticia ayer —Sam hace un silencio a través de la línea—. Bueno te dejo que...

—Me gustaría que veamos la posibilidad de hacer un retiro espiritual cuándo vuelva o que empezáramos terapia de pareja.

—¿Otro retiro? Estoy cansada de estar rodeada de tanta persona vibrando alto.

—Una compañera me recomendó un terapeuta que...

—Lo que este matrimonio necesita, es que sus esposas estén en el mismo espacio físico al menos por más de 6 meses juntas ¿No te parece? Me prometiste hace 3 meses, que te quedarías con el trabajo del hospital mientras abrían la clínica con tus colegas. Estoy cansada Samantha.

—Lo hablamos cuándo esté en casa, este no es un buen momento.

—Nunca lo es —le corta, el teléfono suena y ve llegar a Julia—. Hola.

—¿A qué se debe tu buen humor? —ironía— ¿Tu esposa de nuevo? —Atenea asiente con un mal gesto— tal vez nos veamos más seguido vendré a abrir una filial nueva aquí que manejará mientras tanto el inútil de Max, hasta que capacite a alguien.

—Genial. Un amigo me está insistiendo en que dé cátedra de una materia en la universidad, pero no quiero ser profesora de unos mocosos ¿Tricia viene?

—Dijo que estaba atrasada y que vamos comiendo.

Ordenan y al momento que llega la comida a la mesa llega Tricia con una gran sonrisa en el rostro mostrándoles una ecografía, que toma Atenea y sonríe.

—Un varón —dice la diosa griega y Julia solo ve una mancha en tonos de grises y negros— te felicito Trish —se paran y la abrazan.

Tricia y James habían querido esperar los tres meses reglamentarios en el que el bebé de pega al útero antes de dar la noticia y cómo sus amigas llevan vidas ocupadas no se extrañaron por no verse en dos meses, ahora Tricia de 4 meses tiene una pancita notable que no puede ocultar tanto en una video llamada o en persona.

—Entonces Luke viene en camino.

—Sí, James está feliz, bueno yo también aunque quería fuera una nena, siempre quise una hija para vestirla cómo una muñequita, ir de compras juntas y que seamos madre e hija para todos lados.

—Tranquila todavía puedes tener una hija, recuerda que tienes que tener los hijos que yo no tendré.

—Y al paso que voy, yo tampoco tendré —dice Atenea y da un trago a su copa de vino.

—Ya te llegará el momento Atenea —Tricia le da la mano—. Aparte aún eres joven, somos jóvenes.

<<Pero no me hago más joven>>

—Pide algo de comer y luego pedimos un café o el postre —dice Julia—. Atenea tal vez sea profesora en la universidad —Tricia la mira sorprendida.

—No, no lo seré, pero un amigo está insistente con que de una cátedra, porqué el año que viene la profesora Cole tal vez se jubile. No me veo siendo profesora de unos mocosos, lo mío no es la enseñanza.

—Ciertamente serías una perra cómo profesora —dice Julia.

—Lo que tú debes ser cómo jefa Moore ¿Cuántas secretarias han renunciado ya, 8 en lo que va de los último dos años?

—Nueve, no aguantan y yo no le ruego a nadie que se quede. Ya llegará alguna que pueda llevar el ritmo —Tricia se soba el vientre y comparte una mirada con Atenea de incredulidad.

Almuerzan y finalmente logran reír entre amigas, James busca a Tricia y también lo felicitan, brindan por el bebé en camino y se despiden. Atenea sale y se apoya en la pared para fumar antes de entrar al auto, su teléfono suena en su saco, ve la pantalla que es Samantha y lo vuelve a guardar.

—Es la 5ta vez que llama. Tal vez es algo importante —le dice Julia.

—Si es importante me enteraré al llegar a casa —exhala el humo. Mira la hora y apaga el cigarrillo que le quedaba en el suelo—. Me tengo que ir. Nos estamos hablando.

—Atenea —ella gira a verla—, avísame si necesitas algo.

—Lo haré, gracias —le regala una sonrisa triste.

Se sube a su auto, conectando el Bluetooth al mismo, una llamada vuelve a entrar, es Samantha, esta vez le atiende.

—¿Qué pasa?

—Te estuve llamando.

—Me dí cuenta.

—Regreso esta noche, hay un vuelo en dos horas ¿Puedes buscarme o me tomo un Uber?

—Te busco, a qué hora aterriza el vuelo.

—9 pm —está a punto de cortarle—. Te amo —le dice y la línea queda en silencio un momento— ¿Sigues ahí?

—Sí.

—Mmmm okay, te veo en unas horas entonces...

—Tambien te amo —le dice y Sam suspira—, te veo en unas horas.

Llega al aeropuerto y la espera mientras baja a bordo del avión, sus ojos verdes se clavan en su esposa, sigue siendo tan hermosa cómo el primer día que se fijó en ella. Samantha se acerca y la abraza fuerte, luego la besa y le sonríe al verla, le entrega un ramo de flores y vuelve a besarla. Éstos gestos por parte de ella la hacen sentir algo sucia, porque siempre despues de una discusión fuerte Samantha tiene gestos así, es cómo si se diera cuenta que la ha cagado y cambia por un tiempo antes de volver a lo mismo.

—Te extrañé —le dice arriba del auto.

—Yo también —le responde Atenea mirándola.

—Me quedaré, hablé con el hospital y les dije que manden a otro cirujano, si necesitan a alguien a menos que sea de extrema urgencia que me contacten.

—Sabes que si te piden que vayas es de extrema urgencia.

—No soy la única cirujana pediátrica del país y que mi matrimonio no termine, para mí es de extrema urgencia. Quiero tener un bebé con mi esposa, quiero hacer las cosas bien amor —Atenea vuelve a mirarla—, vamos a terapia de nuevo, estemos bien para cuándo nuestro hijo llegue.

Atenea lamentablemente ya no le cree, llevan casi cuatro años de casadas, lleva rogándole por un hijo casi tres de esos cuatro años, y siempre Samantha ha encontrado un pero o puesto una traba, un vacío legal por así decirlo que ha hecho que la espera se alargará aún más. Lamentablemente ella ya no puede creer en su esposa y siente que de apoco se ha ido desenamorando de Sam, que lleva hace un tiempo el duelo estando en la relación, internamente para Atenea esta es la última ficha, sino funciona le pedirá el divorcio.

Llegan a casa y Sam intenta ponerse cariñosa, pero la diosa griega la frena.

—Perdón pero no estoy de humor, ha sido un día largo y estoy cansada. Iré a bañarme, te dejé comida en la heladera por si quieres comer.

—Está bien.

Samantha la ve marcharse y toca su anillo de casada, en estos años dejó de hablarse con sus padres y cada vez se habla menos con su hermano, ya que al parecer le cae últimamente mejor su cuñada que su propia hermana. La última pelea que tuvieron fue no hace mucho, cuándo él la encontró en un bar cuándo se suponía que estaba de guardia, besándose con otra mujer y la encaró, no solo ha engañado a Atenea una sola vez, siempre que las cosas parecían ir mal entre ellas, la rubia buscaba alivio sexual en los brazos y la cama de otras personas y su hermano que siempre la ha apoyado, no quería ser parte de esto, por eso amenazó a su hermana y pelearon.

Samantha siente que su esposa está distante con ella, que si sigue postergando la maternidad va a perderla, y aunque a ella no le entusiasma la idea de ser madre, si le dice eso ahora a su esposa teme que sea el último ladrillo que derive su pared de papel, no quiere perderla y es egoísta, porque no quiere estar sola. Sabe que otra mujer que la ame cómo la diosa griega, que otra persona leal cómo ella, no va a encontrar y entonces luego de evaluarlo, decide que lo mejor es darle el hijo que tanto quiere, con tal de seguir con ella a su lado.

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