16
Julia está acostada boca abajo en el sillón de su nuevo departamento, la empresa que que ha fundado va cómo viento en popa y apalancandose de los contactos de su familia y su apellido, sus clientes e inversores han ido en aumento, en un año tendrá su propia reputación en el mercado y todo el mundo conocerá su nombre y querrá hacer negocios con ella. Después de la dura partida de su abuela, Julia busco refugio en el trabajo y ese desahogo por un lado ha servido para ir colocando las piedras angulares que pondrán a su empresa en la mejor posición del mercado.
—¿Resaca Moore?
—Por que no te vas a la mierda Antonopoulos, veo que en verdad te gustó la vestimenta que elegí para ti.
—Me gusta más el diseño de mis iniciales en tu espalda —le toca el tatuaje y Julia se queja de dolor.
—¿Qué hacés idiota, no ves que duele? Voy a hacer que Julia le ponga mi nombre a algún hijo suyo, esta me las cobro.
—Tricia jamás accedería a algo cómo eso.
—¿Qué hago durmiendo en mi sofá si tengo cama?
—Dijiste y cito: "prefiero dormir en el suelo antes que compartir la cama contigo imunda diosa, mugrosa de pacotilla"
—Pero si tengo otra habitación.
—Lo sé nena, lo sé. Ahora levántate —la toca con el pie— iré a bañarme.
Julia se levanta a duras penas se mete al baño de su habitación y se da una ducha. Sale y Atenea le está sirviendo una taza de café, le pasa un pomo de crema para que le coloque en el tatuaje.
—Ya quiero ver cómo le explicarás el tatuaje a Tricia —se ríe.
—Estoy hablando con un cirujano para que me lo saquen lo antes posible. Cumplí la apuesta, no pensarás que me dejaré toda la vida tus iniciales. Dame el café que lo necesito —Atenea se lo pasa— ¿Porqué no te veo tan feliz cómo a Tricia y Sam? —Atenea para y le coloca un poco más de crema.
—¿De qué hablas? voy a casarme, claro que estoy contenta.
—Contento están los perros cuándo le dan una croqueta, deberías estar feliz ¿Qué pasa Atenea? —Deja el pomo de crema en la mesada y le da la espalda llenando un vaso con agua— Aún estás a tiempo.
—No seas absurda Julia, voy a casarme ¿Sugieres que cancele la boda por que no me veo feliz?
—Lo que me preocupa es que no sea solo un estado ¿Qué ha pasado entre tú y ella que han comenzado la terapia? —Atenea rompe el contacto visual, mirando por la ventana— ¿Cuántas veces le has perdonado la infidelidad? —ella voltea a verla rápidamente— y con eso me lo confirmas. Supongo que es tu karma por haberte metido con gente con pareja cuándo jugábamos en la universidad.
—Ahora sé lo que es estar del otro lado, jamás me volvería a meter con alguien con pareja —suspira y deja el vaso en la americana, haciéndolo girar entre sus manos—. Fueron dos veces, bueno una técnicamente no cuenta, solo fueron mensajes —Julia hace un gesto de incredulidad, solo fueron mensajes porqué no le dió tiempo de concretar—, por eso empezamos la terapia, yo iba a dejarla. Hemos estado bien por 8 meses y me propuso casamiento —la mira a los ojos, esperando la reacción de Julia.
—Sabes lo que opino de los infieles, no son mis personas favoritas, pero ya eres grande y sabes que por cada elección hay una consecuencia, no puedes elegir cuáles es el precio que vas a pagar, pero puedes elegir por que cosa pagar el precio. Solo espero que no te arrepientas Antonopoulos.
—¿Me dirás te lo dije si llega el momento?
—No, de eso te encargarás tú misma. Pero estaré igual cuándo lo necesites. Eso sí, evita que sea un fin de semana que es cuándo generalmente descanso y no quiero escuchar tus lloriqueos —Atenea le larga un trapo—. Tanto amor me empalaga.
—Estabas siendo demasiado tierna, por un momento me dió miedo.
Ambas ríen, se sacan el dedo medio y la lengua. Hay cosas que no han cambiado entre ellas, cómo su amistad y la manera de estar la una para la otra. Atenea y Tricia han visto crecer la empresa de Julia, Julia ha visto crecer a sus amigas y formalizar sus relaciones. Lamentablemente las predicciones de la bruja Julia, son certeras, a un año del matrimonio de Atenea y Sam la relación de las recién casadas viene en declive, Samanatha viaja por unos meses a a estudiar una especialidad en el hospital de otro estado y Atenea se queda en casa, viajando cada que puede pero la relación entre ellas está desgastada.
—Hola amor —dice Atenea apenas la rubia entra—, hice la cena así comes algo.
—En realidad estoy agotada, me voy a bañar y acostarme.
Sin saludarla ni siquiera con un beso pasa a bañarse, Atenea mira la bandeja del horno con la carne que acaba de sacar que estuvo haciendo desde hace horas, la deja arriba en la cocina, corta un mínimo pedazo y se sienta en la mesa sola mirando el plato. La rubia la mira desde la puerta de la habitación y decide acercarse.
—Mejor te acompaño a comer —toma un plato y se sirve, sentándose frente a ella. Da el primer bocado—. Está bastante rico, la comida del hospital es desabrida —Atenea siente un nudo en la garganta y ganas de llorar—, mañana tengo guardia así que no voy a venir a dormir.
—¿Las guardias no son rotativas? Te tocó una ayer.
—Cambie con mi compañero y le cubro mañana para tener el martes y miércoles libre, es el cumpleaños de Hunter.
—Ni siquiera para mi cumpleaños, el de tu hermano, alguna de nuestras amigas o nuestro aniversario has cambiado una guardia, o acomodado los días y ahora arreglas el horario para el cumpleaños de Hunter. Yo tengo que volver mañana Samantha y esperaba poder pasar aunque sea un día entero con mi esposa —levanta la mirada y sus ojos verdes están llenos de lágrimas.
—Ya cambié el día, no puedo...
—Si puedes, no quieres que es distinto —Atenea suspira y mira su plato, ni siquiera tenía ganas de comer, solo cocinó para la rubia—. Cuándo se enfríe guárdalo en la heladera, o tiralo —toma su abrigo y su cartera, ya que no bajó el bolso que había armado—, o se lo puedes llevar a Hunter ya que demasiado haces para poder ir a su cumpleaños.
—Atenea —ella intenta frenarla tomándola del brazo—, espera hablemos.
—¿De qué? —le dice parada en la puerta del lado de afuera— viajo cada vez que puedo para verte, soy yo quién siempre te escribe primero, quién te trae flores, quién hace planes juntas. Ni siquiera pensaste en pasar el último día que estaré aquí juntas, ni se te pasó por la cabeza que quizás te extraño, porque el parecer tú sin mí la llevas genial.
—No es así.
—No parece. Qué más da que me quede un día u horas más, si cuándo te levantes en la mañana te irás sinó volveré a verte en todo el día hasta que me vaya. No eres justa conmigo Samantha. De verdad lo estoy intentando y al parecer soy la única.
Se marcha y se sube al auto, parándose luego de unos metros para poder llorar y conducir mejor, mira su anillo de casada, mira su cara en el espejo, ha perdido todo el brillo, ya no es la chica universitaria con demasiada confianza y carisma, ahora está siempre seria, enojada y es pedante.
Llega a la casa que le parece vacía desde que la compraron y que elegieron cerca del hospital para que Sam llegara rápido, todo siempre ha girado al rededor de ella, porque la ubicación le queda a Atenea a media hora del estudio un día sin mucho tráfico sino son 45 minutos cada día y por lo general, es todos los días. Se sirve una vaso de whisky y sale al patio a fumar, un enorme patio sin niños y sin perro, porque siendo honestas ¿con que tiempo criarian a niños? Le dijo Sam. Perro no le gusta que se le pegue el pelo en la ropa o en los muebles, una gran casa vacía. Pero paradójicamente se siente más sola en compañía de su esposa que ahora.
Se va acostar y en la madrugada unos brazos la rodean abrazándola por la espalda, lo que hace que pegue un sobresalto.
—Soy yo, soy yo —dice la rubia a su espalda. Atenea se sienta en la cama prendiendo la luz de su lámpara y la mira—. Tenías razón y en palabras que no dijiste, he sido una esposa de mierda —suspira—. Le dije a mi compañero que dejáramos la guardia cómo estaba y vine directo a casa —Atenea no le dice nada, se acomoda a su lado y se acuesta dándole la espalda y apagando la luz—. Amor —ella no responde—, amor por favor dí algo —le besa el hombro.
—Ni siquiera estamos juntas Sam y no hablo solo de tener intimidad, no salimos a comer o algún lado —su voz se quiebra—, llegas a casa y me saludas cómo si fuera tu compi de la universidad, ni un beso de bienvenida, pueden pasar días sin que nos hablemos y si yo no inicio la conversación primero, tú ni siquiera te acuerdas que estamos casadas —voltea a verla en la oscuridad llorando—. Samantha si ya no me amas y ni siquiera me quieres, entonces para qué sigues casada conmigo. Siento que soy un estorbo en tu vida y tu carrera.
—Yo te amo —la mira secándole las lágrimas—. Soy una imbécil mi diosa griega, pero te amo. Doy por hecho que estarás, que seguirás aquí pase lo que pase y te he descuidado, lo lamento —la abraza—. Estoy tan enfocada en mi carrera que pierdo de vista a la persona más importante en mi vida. Voy a hacer mejor las cosas, te lo prometo.
Promesas cómo tantas otras veces y cómo tantas otra veces rotas y vacías.
—No me prometas que vas a hacerlo, solo hazlo.
—Lo haré.
Finalmente Atenea se deja abrazar y la abraza entrelazando sus piernas, para dormir pegadas. Ella había extrañado a Sam, su olor y la calidez de su cuerpo, había extrañado a su esposa.
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