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26 Casualidades

Riley es el nombre que ocupa mi cabeza a diario, es la ganas de querer verla y no entender el por qué, es el rogar cada día en cada turno en la cafetería que ella entre a comprarme un café. Hoy estoy sola ya que es un día tranquilo, Aurora se fue temprano para ir a su clase de Yoga, las toma cuando puede últimamente, no tiene un horario definido. Tomo el biberón para darle a Auvri su leche cuando un cliente, la cliente que tanto había esperado entra.

—Hola ¿Mal momento para querer un café? —me dice con una gran sonrisa.

—Si me esperas un momento, te lo preparo.

—En realidad yo puedo darle el biberón si quieres —me extiende los brazos y le paso a la bebé que abre grande sus ojos azules dibujando una sonrisa en cuanto ve a la doc—. Te extrañé —dice en cuanto me doy la espalda y volteo a verla— ¿pasa algo?

—¿Me extrañaste a mí? —le pregunto con una ligera sonrisa de esperanza.

—¿Qué? le hablaba a la bebé —comenta riendo— ¿acaso extrañaste tú a la pediatra de tu no hija? —claro que estoy en pareja— ¿Eso era lo complicado? que estabas con una mujer en relación —entra un cliente y nos interrumpe antes de poder responderle.

«Quizás te parezca loco y estoy segura que no debería, pero si te extrañé Riley» pienso en silencio y suspiro antes de meterme a la cocina, pero me vuelvo al salón de nuevo.

—No me has dicho que vas a querer —eso le saca una melodiosa risa nerviosa, me dicta la orden y se sienta con Auvri para terminar de darle el biberón.

Desde la cocina la observo por la ventanita que da al salón y veo como ella se lleva tan bien con Auveri, como la bebé ríe entre sus brazos, como le habla y la hace reír y jugar. Horneo lo que me ha pedido y al llevárselo a la mesa, me la encuentro a ellas bailando con la música suave que suena de su teléfono y Auvri acostada sobre su hombro ¿demoré tanto o ella tiene un encanto natural con nosotras?

—Aquí está tu pedido —lo dejo en la mesa—, yo ya me encargo de... —entra otro cliente.

—Creo que mejor la tengo un rato, tienes que atender y ella está por quedarse dormida.

La bebé dormita restregándose los ojos, me acerco a besar a la niña y siento el perfume y el calor de ella cerca, respiro profundo y voy a seguir trabajando. El día tranquilo pareció conspirar en mi contra porque de un cliente fueron varios y es bueno para el negocio, pero es malo para mí, yo quería pasar quizás un tiempo charlando con la pediatra, en cuanto se va el último cliente, doy vuelta el cartel de cerrado.

—¿Te invito un café más? —me siento a su lado con la bebé durmiendo aún en sus brazos.

—Me encantaría, pero tengo que irme —mira su biper—, trabajo —sonríe algo decepcionada—. Gracias por los cafés.

—Gracias por cuidar y hacer dormir a Auveri, le agradas mucho.

—A mí también me agradan —dice sonriendo y juro que su mirada podría traspasarme como lo hace la de Iris. Se encamina a la puerta, pero frena y voltea— ¿Conoces algún gimnasio cerca? quería empezar, pero ni siquiera he tenido tiempo de salir a buscar.

—Hay uno cerca, yo salgo a correr a veces, si quieres podríamos quedar y correr juntas.

—Me encantaría —se acerca con una gran sonrisa—, anota mi número personal entonces —me lo dicta y anoto, mi corazón late acelerado y mis manos parecen temblar un poco de la emoción—. Mándame un mensaje y te agendo, nos vemos.

Se retira y me deja en un raro estado de ensoñación, Auveri duerme plácidamente. Me dispongo a cerrar cuando la puerta se vuelve a abrir y creo que es ella, pero no, la rubia pequeña y tierna Aurora entra con su atuendo de gimnasio y una gran sonrisa.

—Vine a ayudarte a cerrar y buscarlas para irnos juntas a casa —veo sus zapatillas con algo de lodo.

—¿Estuvieron haciendo yoga en el monte? —baja la mirada a sus tenis y se sorprende.

—No, debo haber pisado algo, tengo los otros tenis en el auto ya luego me los cambio. Auveri cayó rendida —se acerca a besarla, pero no llega tan lejos, me mira con el ceño fruncido— ¿por qué tiene un perfume que no es el tuyo, ni el mío? 

—Oh, eso. Bueno —me pongo algo nerviosa—, resulta que Riley vino por un café, se ofreció a tenerla mientras le preparaba su orden y luego entraron más clientes, ella se quedó dormida y supongo que se le impregnó su perfume.

—Sí, y no es rico, la verdad —dice con desagrado—. Cerremos así nos vamos a casa, estoy cansada.

—Claro ¿estás bien? —le toco el hombro y ella baja la mirada— Aurora habla conmigo.

—Solo estoy cansada —me mira con sus enormes ojos color miel que brillan.

—Espera.

—¿Qué?

Le doy un beso de bienvenida, la traigo hacia a mí y la beso, con un beso que sabe a culpa, pero al separarme al menos ella sonríe y yo por inercia le devuelvo la sonrisa, abrazándola por la cintura ella coloca los brazos alrededor de mi cuello y me lleva hacia ella para volver a besarnos, los sonidos que hace Auveri despertándose nos separa de nuestro momento.

Cerramos y tomadas de las manos con Auveri en brazos nos subimos al auto para marcharnos a casa. La tengo a mi lado y yo pienso en otra, en Riley, en que voy a tener la oportunidad de verla más seguido para salir a correr, y sonrío, ella voltea a verme y me sonríe pegándose a mi hombro, suspiro y trago, la culpa que baja por mi garganta.

De camino a nuestro hogar la observo, le propondremos ser formalmente nuestra pareja y no puedo evitar pensar por qué eso no me hace plenamente feliz, quizás porque mi amigo tiene razón, la quiero, pero no me gusta tanto de esa manera.

—¿Pasa algo? —me pregunta volteando a verme, cuando termina de ponerle el chupete a la bebé.

—Nada —tomo y beso su mano sonriéndole, esperando que eso la distraiga—. Me pregunto que nos habrá hecho de comer nuestra mujer.

—Se oye bien eso de "nuestra mujer", estoy muy feliz de ser parte de ustedes —me expresa y me quedo callada porque me encantaría decirle que yo también, y no es algo que Riley me ha generado en dudas porque pienso en ella hasta cuando sueño, sino porque creo que nunca estuve muy convencida de abrir la pareja y recién ahora me estoy dando cuenta de eso—. Estás demasiado pensativa.

—Solo estoy pensando en que me gusta trabajar en la cafetería, pero me gustaría más hacer algo relacionado con mi trabajo —me encojo de hombros—. Todavía espero ese llamado que cambiará mi vida y no creo que llegue. Pero las tengo a ustedes tres, y eso me basta.

Ella se queda callada y se pega a mi hombro tomando mi mano, llegamos a casa y nuestra particular y radiante Iris nos recibe con una gran sonrisa mientras se limpia las manos en el delantal, está con el cabello tomado y descalza. Es tan hermosa y llena de vida que con solo sonreírme me recarga las energías. Se acerca a Aurora y de manera tierna la besa, mientras yo paso a cambiarle el pañal a Auveri, luego la veo por el rabillo del ojo apoyada sobre el marco de nuestra habitación.

—Hola sexy.

—Hola —le digo con una gran sonrisa.

—¿Preparada?

—Deja que ponga a la bebé en el coche.

La dejo en su cochecito, ella corre y de un salto la tengo encima, doy vueltas mientras sus labios se pegan a los míos, bajo los besos a su cuello.

—Hay una niña presente, pervertida, pero podríamos probar las tres... —la bajo antes de que continue. 

—Ya te dije que no —le digo algo seria, ella ha estado presionando menos sutilmente de como lo hizo Aurora—. Quiero que sea algo especial y lo tenemos preparado, quiero estar con ambas sin interrupciones al menos la primera vez. No me molesta que ustedes estén juntas, pero las tres quiero que sea especial.

—Puedes estar con ella también si quieres.

—Comer quiero, tengo hambre ¿qué has cocinado? —antes de dejarme ir se cerciora que no esté Aurora cerca.

—¿Pasa algo? —intenta leerle a traves de la mirada— Sueles pensar mucho —sonríe—, pero desde hace un tiempo que estás algo más dispersa de lo habitual.

«Me gusta nuestra nueva pediatra, es más tengo la loca idea y sensación de que la conozco de antes y no me refiero de a nuestra antigua vida en Estados Unidos, me refiero a antes de vidas pasadas ¿Es loco? muy. Ni siquiera logro dormir a veces dándole mil vueltas al tema tanto que hasta llega a dolerme la cabeza, porque Riley, Iris y Auveri son los nombres que repite mi mente y está mal porque estamos con Aurora y no puedo pensar en ella sin evitar sentirme culpable por sentir cosas por alguien a quién "apenas" conozco y que invade mi cabeza día y noche».

—Solo estoy algo preocupada por el concurso al que mandé las fotos hace mucho que no compito y contra quienes tengo que competir son igual de buenos, algunos más.

—¿Segura que solo es eso? —«No, claro que no, pero como te lo explico».

—Eso y las ganas que tengo de manosearte y hacerte mía —me acerco y la beso, pero me separa de ella en cuanto toco de más.

—Hay una niña presente, ten algo de decoro —se ríe y niega llevando el coche con Auveri a la cocina, dónde Aurora revuelve algo en la olla y nos mira con una sonrisa, me acerco y la abrazo por la espalda.

—Hueles bien —le digo besando su cuello y acaricia mi brazo que le rodea la cintura, me sabe demasiado mal hacerle esto, porque no se lo merece, no se merece que piense en otra.

—Pongan la mesa tortolitas, no haré todo yo —se queja Iris, me separo de Aurora y voy por los cubiertos y vasos, para luego nalguear a Iris.

Mientras Iris termina de darle el biberón a Auveri una vez que todas estamos sentadas al rededor de la mesa, yo le corto la comida. Aurora tuvo un corte de leche, eventualmente sus pechos dejaron de producir, y a ña bebé no le costó nada acostumbrarse a la leche en biberón, lo que fue un alivio enorme por un lado.

Terminamos de cenar y me meto a darme una ducha al baño de la habitación cuando la puerta es golpeada y doy permiso de entrar, Aurora entra y se que me está viendo por la mampara que es opaca, pero que deja ver mi silueta hasta los hombros y luego es transparente.

—¿Se te perdió algo? —le pregunto con una sonrisa socarrona.

—No, no es solo... yo venía a... ya lo olvidé.

—Tranquila solo te estoy molestando, supongo que venías a lavarte los dientes —veo el cepillo en sus manos.

—Sí —se pone a la tarea mientras yo termino de ducharme.

—¿Me pasas la toalla? —me la extiende y me envuelvo en ella, abrazándola por la espalda.

—¿Cuando querrás estar conmigo? —me pregunta viéndome fijamente por el reflejo del espejo— Con Iris estamos juntas a veces, pero parece que no quieres estar conmigo —me dice bajando la mirada, la volteo colocándola frente a mí.

—No es eso —suspiro—, solo quiero que nuestra primera vez juntas las tres sea algo para recordar.

—Pero que hay de tú y yo, por qué no quieres solo conmigo una sola vez y...

Antes de responder soy salvada por Iris que aparece de pronto por la puerta con una sonrisa y al momento de vernos algo tensas su sonrisa comienza a borrarse de a poco.

—¿Pasa algo? Estaban demorando y pensé que me les podía unir.

—No, yo ya salgo —digo tratando de huir como una cobarde, pero Aurora me toma de la muñeca y con una fuerza que no aparenta tener m empuja hacía ella para susurrarme al oído.

—Luego continuamos hablando —otra vez esa mirada que me da miedo, para luego besarme en la mejilla y que su expresión cambie a esa dulce que tiene siempre.

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