Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14. Un caballo sin nombre

1. Estate seguro de probar tus palabras antes de escupirlas fuera

Apuesto que alguien va a ser despedido... Obviamente cierta persona encargada de la velocidad de los hechos que transcurren en mi realidad se tomó un larguísimo descanso. Mínimo dos meses para llegar a este punto... Al menos, así fue como se sintió.

  Expondré un simil de la situación: estaba peor que un gato encerrado en una caja —el maldito podría salir cuando lo desee, en cambio nosotros... Las tortuosas manecillas trituraban éste aire helado, que aunque Bosco logró bajar la temperatura del termostato, los malditos bigotes en forma de agujas recorriendo el reloj de Sarabi me sobrepasaban.

  Admito que ser un gato en esta situación no haría la diferencia. Si me mantuvieran bien alimentado (digamos que con la misma ración que a un perro), éste gato viviría un par de años más. Pero vivir encerrado es un castigo pleno. En ocasiones me pongo a sopesar. Rebobino aquella cinta en mi mente una y otra vez hasta el punto en que la pregunta se contesta sola: ¿Cadena perpetua o la horca? Y aunque prefiero un fusilamiento, me conformo con saltar por mi cuenta del banquito.

  —Daría lo que fuera por una silla eléctrica —dije suspirando baho.

  —Tu espíritu es débil —me recordó Sarabi, haciéndome callar al instante.

  Pero sí.
  ¿Por qué no haber trabajado mi personaje como uno de espíritu fuerte en lugar de pobre? ¡¿Eran tan jodidame difícil?! Cualquier idiota podría hacer un mejor trabajo escribiendo mi persona o bueno... Yo... hubiera hecho algo. ¡Nones! Fue. Más sencillo entrometerme y arruinar un plan que yo «creía» destinado a fracasar —aún así—, cuando entré en la ecuación todo se desmoronó y se fue a la mierda.

  —... y me convenció de llevarse a Incín a su casita del bosque porque parece ser más seguro por ahora —continuó narrando Bosco. Quería decirle: «Viejo, pero qué idiota. ¿No podías...? ¡Ah! Es mi responsabilidad esta montaña de mierda. ¿No podía quedarme en casa y simplemente dejar que las cosas siguieran su curso? ¡Mi única ayuda fue meternos a éste congelador». E imaginó que la inesperada pesadilla viviente que pasaban Bosco y Sarabi se debía a mí.

  Mi cara debió ser un cuadro de Picasso dividido entre emociones vergonzosas y rabietas. ¡Qué bueno que no soy Bosco o yo ya habría acabado con el pequeño Damián! Y Sarabi... ¡Maldición! No es que quiera hablar de ello..., no es que quiera responder por lo que pudo haber ocurrido. Tener mala reputación es de por sí como pisar descalso la punta de un clavo cada mañana. ¿Qué opinaría de una familia con mala reputación? Su madre no necesitaba esto, su hermano, ella... Imaginar la desesperanza en la mirada de su padre; yo tampoco querría que otros siguieran mis pasos.

  Y solo callé la mayor parte del tiempo. Estuve lejos de haberlo hecho por miedo. Ni Aurelio o Ibai escucharían más allá de la puerta metálica; ridículos eran los intentos para escapar de allí cuando sabía que la policía venía en camino. Mi cerebro se disolvía a sí mismo cuando quería pensar; me inyectaba una fuerte dósis de mercurio en la cien y mi vista se nublaba.

  —¡Marcel! —exclamó de pronto Sarabi—. ¡Llamémoslo!

  Golpeé mi nuca más fuerte contra el muro —recuerdo sentir fragmentos de hielo crujiendo—, tuve pulsos en todos mis dedos y a la vez mi estómago se congeló. ¿Cómo después de abandonarlo me perdona? Parecía algo importante para él, mas era demasiado tonto para realmente ayudarlo. «¡Muchas gracias, Damián! La manera en la que saboteaste mi plan infalible fue genadiosa. Bienvenido al puto clan de kiwi». Ajá, sí, cómo no.

  Me veo entrando al cuerpo de Marcel y encerrándome aquí miles de veces y de maneras justificadas. ¿Que cómo me encerraron aquí? Por ignorante e impulsivo, no tengo nada más que contar. Quizá externar solo esto.

  —¿Qué va a hacer Marcel, volver con el pato y hacer que picotee a Aurelio?

2. Mi palabra vale oro, pero tarde o temprano en polvo nos convertimos

—Este enrolle me recuerda la fiesta de Abril —dijo Sarabi sentándose a mi lado.

  El tono que usó fue conciso y natural, como si olvidara su ataque de pánico en el interior de ese armario... ¿O era una alacena?

  —Estuvimos pocos minutos dentro... —murmuré. Si mal no recuerdo, hacía minutos que no sentía los dedos—. Y el sitio era cálido. Olía a galletas, Lio me dio una... ¡ESTE PINCHE CUARTO ME VA A DAR HIPOTERMIA!

  Sus ojos inspeccionaron sutilmente de mis piernas a la cabeza, includo pude verlos dislumbrar pena al notar mi rostro. De por sí mis rodillas parecían la piel de un pollo despellejado, no quiero saber qué fue lo que realmente pensó al verme la cara.

  —El cabello chocolate no te ayuda, Napolitano —contestó—. ¿Quieres que te haga un suéter con mi cabello?

  —"Sería lana de calidad" —pensé—. No lo sé, ¿qué tal eres tejiendo?

  —La verdad yo... no tejo bien sin aguja e hilo. Lo mejor es pretender que no sé tejer... —Bosco golpeó fuertemente la puerta con el puño, cuyo resultado fue el chasquido adolorido de sus nudillos—. Puedes usar mi sudadera, no te ves nada bien.

  —No sería muy caballeroso de mi parte —comenté al ver que al igual que yo, llevana un short—. Ya pareces helado de chocolate.

  Parpadeó desconcertada y elevó la mirada directo a Bosco con los holluelos de las mejillas muy marcados.

  —Eso suena bonito, pero tengo mis dudas de cómo tomarlo... ¿Han visto a Bosco el día de hoy? Su sola naríz de tucán parece ser de sabor vainilla.

  Las ensombrecidas ojeras de Bosco se arrugaron para —con una sonrisa— mostrar el dedo corazón a Sarabi. Abrió el espacio entre nosotros con una sutil patada al zapato más cercano a él de cada uno.

  —Pienso que eres muy orgulloso —confesó Bosco y aunque fuera verdad, me dolió—. Prefieres morir de hipotermia que pensarlo un par de segundos, en serio, y en realidad todo podría ser más facil para ti. En vez de que tus actos te regresen con tanta mierda —comprendí que quiso hacer una analogía no solo a la hipotermia y lo de nuestro encierro, quizá trató de hacerme entrar en razón—. Podríamos compartir los abrigos y usarlos como ina cobija; quedarnos unidos nos dará calor extra...

  El motivo de que escuchara con dificultad sus últimas palabras fue el codazo de Sarabi en el rostro cuando se quitaba la sudadera y —aunque continúo riendo—, también Bosco bajo el cierre de su chaqueta y se recargó entre nosotros.

  —Bonito campamento improvisado —dije.

  —Solo nos faltan los bombones y los cuentos de terror —complementó Sarabi.

  —¿No te parece que esto ya es una historia de terror? —agregué compungido.

  Bosco pajareó a la puerta, perdiéndose en ella; dejando de estar con nosotros y a la vez, presente.

  —Puede... que sí —susurró Sarabi con un estornudo—. Todavía no escojo si soy victima o monstruo.

  —Salud —habló Bosco, sin embargo no parecía escucharlo la plática.

   —¿De verdad? —respondí menos tembloroso y más decidido—. ¡L-lo es! Todavía podríamos si solo... Solo debo saber por dónde...

  Por dónde debía empezar el trato para que Bosco y Sarabi salieran de allí. Incluso si eso iba en contra de mis principios.

  —Salud, por cierto —añadí para que me dejara de prestar atención seria—.

  —¡Mames, muchas gracias, GÜEY! —reaccionó como soda y menta a mi distracción—. ¡DEJA VUELVO CON MI YO DE HACE RATO PARA QUE SEPA QUE SÍ LE DESEAS SALU... ¡ACHUU!

  —Salud —mencionó Bosco calmado, otra vez.

  Pretendí reírme, mientras me preparaba para cualquier clase de situación. Y ella rio conmigo, olvidandose de aquellos pensamientos en voz alta que debí guardar; hubiera evitado tanto de no ser por ello. Por lo menos sirvió para que ellos salieran, porque en pocos días entendí que pasar la noche en ese congelador era una probabilidad alta.

  Sarabi procedió en su intento de una conversación cotidiana —valoro que lo haya hecho entre carne, sangre y un ambiente frío. Pienso que de haberla escuchado quizá hubiese sido un verdadero campamento— hablando de que podíamos comer al cerdo que colgaba a pocos metros y a la vez preocupándose por Bosco; ya que no sabíamos si tarde o temprano él comería carne.

  Claro que ella lo contaba como si fuera un juego. Esperaba que Bosco y yo nos sintieramos como en un campamento con la fogata en el miedo. Y sí, al principio ella debió verse aterrada con el tema de la policía, aunque comprendió algo curioso antes que yo —evitaría decirlo en voz alta, ya que pasó de un punto de estés notorio a uno ligeramente más pasivo.

  Pero habría problemas.
  Después de todo es parte de la vida.
  Ha serían nuestros padres o un resfriado y fuese como fuese, estarían aquí. Y si yo llegué a suponer que tenía un plan bastante genial, había un gran hueco argumental donde necesitaba mi apoyo. Por ello otorgo a ella la medalla del escape y a Bosco la del rescate —y sí, aunque ambas hayan sido drásticamente cambiadas por mí, como; que yo fuera el que nos metió en esto y el que tuvo que hacer algo para sacarnos, realmente fueron sus habilidades las que los salvarían en cualquier otro mundo donde yo no estuviera.

  En resúmen, pudimos haber estado unidos físicamente; compartimos un momento de calma anterior al caos; pero ninguno estuvo realmente allí. Yo ya no estaba.

3. La mejor manera de describir a éste vaquero es barro y sangujuela

  Ocupé el punto ciego que generaba Bosco entre Sarabi y yo para sacar mi teléfono y escribir... Sarabi no dejaba de hablar en voz alta, fingiendo una conversación con Bosco y conmigo —a pesar de que él y yo le respondieramos constantemente—: logramos una conversación sin lógica, cronología, tema o ritmo.

  No sé a qué parte del silencio tenía más.

  Mínimo nunca me preocupé por ello. El espacio imaginario entre mi pantalla y mis ojos estaba más que presente.

Damián: Responde rápido, idiota.

Damián: Vamos, no me ignores como yo a ti.

Damián: Hay problemas en el centro, no soy idiota, mi trasero lleva una hora aquí sentado y sé que los azules no vendran tan rápido. Al menos me darán tiempo para un trueque.

Damián: Apúrate, sé que estás viendo las notificaciones. Escucho tu risa de pato y las vibraciones en la mesa de la cocina.

Aurelio: ¿Tan bueno es tu oído, pequeño Damián?

Aurelio: No, no respondas a eso. NO ME IMPORTA. Mejor dime qué tan grande es tu polla bajo cero.

Damián: Eres taaan naco...

Damián: Pero puedo decirte que lo suficie para que salga por tu boca.

Aurelio: Eso es taaaan bizarro y presumido de tu parte. Me excita.

Damián: Grotesco. El uso que usaste de bizarro es incorrecto. Quiere decir otra cosa...

Aurelio: ¿Y cómo sabes que no lo usé adecuadamente?

Damián: Mira no... No quiero volverme tu diccionario personal.

Aurelio: Podrías ser el diccionario más lindo de todos, quizá el más pequeño también.

Damián: . _ .

Aurelio: Eres pequeño.

Damian: ... Y te envié al colegio militar de un solo golpe.

Aurelio: Bueno, eso es cierto ;) Eres un pequeño lindo.

Aurelio: También te devolví el favor (aunque Newton lo hizo por mí).

Damián: Mi dedo y mi cara están bien (y si hablas de la gravedad, Newton no la inventó).

Aurelio: Mis disculpas, monseuir.

Damián: Basta.

Damián: No quiero hablar del uso correcto del lenguaje, materias que casi repruebo o qué tan lindo soy. Quiero que cierres el orto y escuches.

Aurelio: Okey, okey. Solo para que no me llames prostituta.

Damián: Si pudiera palmearme la cabeza, ya no tendría cara.

Aurelio: Jsjsjsjsjs.

Damián: El trueque.

Damián: Libera a mis amigos; llévate a tu guardaespaldas con menos sentimientos que personaje de película barata de tu casa y entonces, haré lo que tú quieras.

Aurelio: Querido amigo, para tu información Ibai tiene sentimientos.

Aurelio: ¿Por qué tanto empeño en cubrirlo de mierda? Hasta a mí me dolió.

Damián: Si quieres hablar de verdad, acepta el trato y dime qué hacer. SE ME PONEN TIESOS LOS DEDOS.

Aurelio: No es lo único tieso por aquí.

Damián: Naco . _ .

Aurelio: Bosco y Sarabi escoltados personalmente por tu personaje sin sentimientos favorito a la entrada ¿o salida? (no sé cómo llamarla en estos casos si es la misma).

Aurelio: Es como en la escuela.

Damián: Aurelio Cornejo, concentrado. Esto es un trato oficial.

Aurelio: Tu dramatismo explica por qué te eligieron para lo obra.

Damián: ¿Qué necesitas? Si no los sacas primero, no podré cumplirlo.

Aurelio: Me sorpende que no te incluyeras en el trato de libertad, bien podríamos hablar de cómo llamo a la policía para decirles que todo fue un error o que te fuiste y no vi la cara del sospechoso. Después de todo, mis declaraciones fueron... hechas para un momento como éste.

Damián: ¿Y todavía preguntas? Eres un buen estratega, lo admito. Desde siempre. Quizá tu problema fue bajar la guardia.

Aurelio: Me halagas. ¿Ya te había dicho que... Bueno. Te lo diré en persona.

Damián: ¿Ese es el trueque?

Aurelio: No.

Damián: ... Si hubiera hecho un trueque con mejores probabilidades para mi persona, ¿qué hubieras dicho?

Aurelio: Planeé lo que haría desde que escuché tu voz en el teléfono barato de Bosco.

Aurelio: :D

Damián: ¿?

Aurelio: No.

Damián: Culo.

Damián: ... ¿Qué quieres a cambio?

Aurelio: ¿Alguna vez has tenido algo cercano a lo sexual?

Aurelio: ¡Oh, diablos! Quisiera haber visto tu cara.

Aurelio: No, no te preocupes.

Aurelio: Yo no lo he hecho. Ni te obligaré a follar conmigo.

Damián: Me vas a reventar la sien.

Aurelio: Preferiría no romperte el culo, tienes una larga vida por delante y... Fuera de que seas tú, no lo vales.

Damián: Eso... ofende. Pero me alegra.

Aurelio: De nada.

Aurelio: Déjemos lo en una mamada.

Aurelio: Te explicaré, pero primero piénsalo. No sabemos cuánto tiempo te quede...

Damián: Oye...

Damián: Eres bueno en esto, pero...

Damián: Sabes mi respuesta.

Aurelio: Aguafiestas.

Damián: ...

Damián: Aurelio.

Aurelio: Oh, maldición. Me sacó un pedo la notificación. Pasaron ya varios minutos, te hacía muerto.

Damián: Trato hecho.

Aurelio: HOLLY SHIIIIIIIIIT!!!!!

4. Si no es tuyo no lo cojas. Si no es verdad no lo digas. Si no está bien no lo hagas.

Opino que ser un caballo es una mierda.

  Cosas como tener un jinete o un dueño, rompen más que el espíritu. Un amo es alguien que adora tener el control en aquellos pequeños momentos de su vida; la realidad es que el resto de su existencia es peor que excremento de vaca.

  Ahora comprendo a Marcel. Liberar a ese pato no era la hazaña... Sino lo que significa. Es un tema confuso que no comprendo. Pero parece estar bien para mí.

  Lo que me hace reflexionar lo que vemos en los demás. Todo a mi alrededor ha sido o es parte de mí, ya que pensar que no hay vínculo entre el yo y el mundo es solitario. Aún cuando no. Soy parte del mundo y no al revés. Las personas no viven para mí, así como no vivo por los demás.

Miras a un caballo y lo primero que piensas es en montarlo. Las aves lucen bonitas en jaula de decoración para tu hogar y los perros y gatos aman vivir solo para sus amos. Los cerdos viven felices para engordar morbosamente y convertirse en nuestros nutrientes. Las vacas adoran darnos la leche que sus becerros necesitan para que nosotros horneemos pasteles y bebamos aunque no la necesitemos. Los toros son feroces luchadores, entrenados para ser victoriosos en batalla. Pero... No hay victoria para los toros.

  Las cosas son así ¡y no es una razón justificable! Es una excusa. Ceder. Ser sumisos o no hacer valer nuestra voz son cosas que dicen los amos. ¡Qué más da que sean los amos! ¡Todos vivimos! ¿Por qué mi vida o la de otros debe de ser más importante que la de otros? Son «excusas».

  Bosco dijo que quizá sea así en la Tierra, pero debe haber una civilización o especie superior a la nuestra. Estar solos en el universo es tan aterrador como no estarlo y si crees que somos la civilización más avanzada de todas... Bueno, cree lo que quieras. Imagino que de ahí parte la educación humana.

  ¡Así que viva Spirit el caballo indomable!

  De vuelta a la cruda realidad, la vida se vuelve una perra cuando le place. Por lo que mi nuevo método (que comienza por la muerte de mi viejo yo) se volvió el cambio. Incluso si perder mi nombre viene con ello.

  —¡Se está abriendo! —exclamó Sarabi al poco rato.

  —Soy uno con la fuerza —Bosco repitió cuatro veces con mayor volumen y ánimo. Yo solo pude pensar: «Pendejo, yo sí soy uno con la fuerza».

  Sus ansias despertaron y de un momento a otro volvían a estar de pie y con los abrigos puestos. Admito que fue una sensación similar a despertar con un cubetazo de agua —me quedaba dormido para evitar pensar en el tema—. Solo puedo decir: ¿Por qué me hizo esperar tanto?

  Y no. No, no, no, no, no y NO. Todas las malas interpretaciones pueden salirse de la sala en este momento. Es decir: ¡¿Cómo permites que alguien alimente su miedo y el pánico por más de cinco minutos?! En gente como yo, imaginando un monstruo ansioso de helado, adquirirías la cantidad de masa nerviosa necesaria para alimentar a todos los elefantes del mundo de por vida.

  —Yeeei... —participé con una alegría apagada—. Se... abrió...

  Mis amigos salieron de la habitación, mas no tuve que ver para saber que no siguieron su camino. El apagón de su bullicio me sirvió para notar que Aurelio e Ibai seguían en la cocina. Pensé que un ataque de ira de Sarabi serviría para matar a Aurelio y escapar de verdad verdad... Pero no (sin mencionar que ese sería un problema más fuerte que irrumpir en una casa ajena, cortar su servicio de luz, robarle su pato, destruir una silla mesedora, la pata de una mesa y una radio antigua).

  Los asesinatos son malos, niños.

  Me apoyé del muro para ponerme de pie, pues sabía que mis piernas flaquearían con solo estirarlas y tras una larga sesión de relajación mental (y una extrema fantasía por tomarme mis calmantes para dormir, porque así lo hubiera hecho hasta dos ve... ¡Pero qué estoy diciendo!).

  Arrastré los pies a la cocina y encontré lo que esperaba, solo que imaginé la expresión de Ibai más animada —imagino que las personas inexpresivas tienen emociones en la mente de uno—. Me paré entre Sarabi y Bosco. Aurelio giraba cómicamente en el banco alto de la cocina y sé que esperó a que yo me presentara para hablar, porque toda palabra esbozada por su boca se dirigió hacia mis ojos.

  —Era una broma —mencionó con una sonrisa y las palmas en alto como un inocente—. La policía era solo una app de bromas, se pueden ir. Déjenme escoltarlos a la puerta de entrada...

  Un ronquido furioso de Sarabi raspó a mi oído izquierdo, pero le vi parar cuando Bosco apretó su muñeca. Ibai nos condujo a la salida desde la cabeza del grupo, pisoteado a regañadientes por Sarabi y al lado Bosco. Mi cabeza se avergonzaba incluso antes de los hechos, manteniéndose baja en dirección hacia los pies. Y Aurelio venía a mi lado como si nada de lo anterior hubiera ocurrido jamás.

  Ibai abrió la puerta, sin esforzarse siquiera en sonreír macabramente. Prefiero eso a una cara en blanco. Como si hubiera leído el guión de una película y fuera yo un actor, me pasmé, sabiendo exactamente que hacer —conociendo la diferencia entre mis deseos personales y los del personaje—; concluí que debía alejarme de lo que antes fui.

  Perder mi nombre aunque fuera un rato.

  Sarabi y Bosco salieron, también Ibai pero sin despegar los dedos de la perilla de la puerta principal (en la casa). Amistosamente consultó a mi hombro, igual que un niño pequeño a un amigo o a sus maestros, Aurelio susurró:

  —Deberías decirles algo lindo o tranquilizante —con un tono respetuoso—, por ejemplo: los funerales. La gente siempre dice cosas lindas u obvias para que se sientan bien los familiares. No importa que sea tonto, así se juega... —quiso abrazar mi cadera, pero cuando desvió la mirada interpreté un arrepentimiento, así que en vez la palmeó—. Claro que no es un funeral. A pesar de todo, mataría por ti...

  El desconcierto que manejaron mis amigos al verme fue penetrante —okey, ahora odio esa palabra—... ¿No podrían ser más discretos? Ya me sentía desnudo, no quería ser visto. Y sé que mi narración se tiñe de palabras o frases bobas e inadecuadas; son solo mi reacción alérgica a momentos así. No puedo estar serio cuando lo necesito. NUNCA.

  Primeras clases de piano con Kike, exposiciones en clase, la iglesia, bodas, hospitales, funerales... Nunca me lleven a sitios como aquellos. Parques de diversiones, cosquillas, chistes y cualquier cosa alegre ofrecen el efecto opuesto en mí. Cosas que no influyen en mi de tal forma podrían ser el cine, literatura, algunos poemas, música, podcasts...

(Bla-bla-blaa... NO ME CUENTES TU VIDA... y una que otra personita por ahí).

  Suspiré y, con la mejor tranquilidad de mi carrera actoral de hace una semana, respondí.

  —Pienso resolver las cosas contigo, Aurelio —la calidad de su actuación me dio mucho que desear, pero sirvió el hecho de verlo sorprendido falsamente—. ¿Podemos hablar? Lo necesito —y después giré a ver a mis amigos quienes no se creían ni un fotograma—. Estará todo bien...

  —¡Damián! —explotó Sarabi resaltando mi N—. ¡Esas son...!

  —Mamadas... Lo sé —me vuelvo buen mentiroso poco a poco—. Fue lo que pensé cuando la idea se pasó por mi mente —ya que si vas a mentir...—, incluso creí volverme loco por el frío —más vale que digas un poco de verdad—, pero lo necesito. Dependo de ustedes para solucionar cualquier cosa que tenga que ver con las personas... ¡Por favor! Déjenme hacer esto a mí.

  —No me iré sin ti —clavó la frase tan fuerte como un carpintero. Era Bosco—. ¡Vine por ti! Sería tonto jugar Super Mario  Bros sin quedarte con Peach.

  Bueno pero incorrecto uso del simil.

  —Bueno pero incorrecto uso del simil —lo sé, lo sé, cité la frase original—. Mario nunca se queda con Peach y (por más que fomente lo heterosexual y fraternal que es mi relación contigo, querido Bosco), MARIO ESTÁ EN LA FRIENDZONE.

  El silencio de Sarabi me hizo sentir que tenía la razón.

  —Si cualquiera de ustedes necesitara algo como esto, les dejaría solos para resolver sus problemas —así que empecé a señalar—. Sarabi, necesitas charlar con Belén (a solas). Bosco, tienes que reparar las cosas con Julia (crees que todo está arruinado, pero es todo una ilusión).

  —¡Bueno, es que tú estás pendejo! —gruñó Sarabi.

  Me palmeé la frente.

  —Déjenme. Los veré pronto, ¿sí?

  Me aproximé a cerrar la puerta, experimentando la misma claridad y silencio del aire en el momento en que una lluvia de fuegos artificiales se detiene.

5. Nunca lleves al diablo a caballo. Siempre querrá las riendas.

C

omo obsesivo compulsivo veterano, sé que todo desordon vuelve al orden para que la cadena continúe desordenándose de nuevo. Biene escrito en letra pequeña cuando firmas el contrato de existir en el universo.

  Y pienso que un problema no resuelto es como trotar en circulos sobre tu caballo sin nombre. Termina contigo quejándote de la estúpida roca, pero la única manera de dejar de trotar en círculos para salir del rodeo es; prestarle las riendas al diablo. Yo creo que no las tendrá por siempre.

  Comprendo si la analogía no sirve, pero me enfoco en los hechos tal y como ocurrieron.

  Ibai y Aurelio ordenaron la casa tal y como estaba antes de que yo llegara. Atendiendo el reloj del pasillo y la ausencia de su padre, logré confirmar que el problema político era rotundo. Y aunque lo que le dije a mis amigos fue un cuento de hadas de la cruda realidad adaptado para niños, pensé que sería bueno hacerlo verdadero.

  —Odio los silencios —dije acobardado.

  —¿A quién conoces que le caigan bien? —contestó Aurelio.

  —No lo sé —recordé de inmediato a Marcel y a Bosco, principalmente al primero en ser mencionado aunque la ocasión no ameritaba esa charla.

  Entre los eternos pasillos, ya fueren oscuros o luminosos, siempre resonando en eco; comprendí que a la larga se vuelven silencio. Aurelio nunca tuvo sirvientes o cuidadores. Dudo mucho que tuviera algo. Odiar es más fácil. Más cuando se puede culpar a alguien más...

  Admito que amo odiar a Aurelio. Prefiero eso antes que odiarme a mí. Pero en esas horas de odio propio, parado frente al que yo llamé la causa de mi trágica y novelesca vida era solo... Un juego. Quise creer en ello. Siendo este el juguete nuevo que quería mostrarle a Aurelio para que así jugáramos un juego nuevo. En el que desaparecíamos de la vida del otro de manera gratuita y fácil.

  Más tarde comprendí que en situaciones que tientan con tu salud sexual y/o mental la mente actúa diferente. Mi mente actúa negativamente como cotidianeidad, por lo que quizá hubiera sido imposible para mí debatir si mi pensamiento era bueno, terrible, muy mal o con algún índice religioso.

  Me preguntaba a dónde me llevaba. Como sabía el resultado, cualquier lugar hubiera dado lo mismo pero caminar lejos me recordaba a los soldados de la revolución que caminaban por días para ocultar tesoreros e (indirectamente) cavar su propia tumba en sitios despoblados.

  Él caminaba muy lejos de mí. No quería alcanzarlo, pero mis latidos me harían desmayarme si me llevaba demasiado lejos.

  —¿T-tu habitación? —tartamudeé.

  Se detuvo algunos pasos frente a mí, con temor lo alcancé y lo vi asentir minúsculamente.

  —Sería peculiar —dijo— que lo quieras hacer en otro lugar. ¿O qué, tienes fetiches como el patio o la piscina?

  Mi cabeza fue imposible de apartar para esconder mi palidez. Lejos de divertirle, no pudo reaccionar.

  —Hum... —sentía que mi oreja derecha se convertía en una polilla y quería salir volando para no escuchar más—. Yo nunca me he masturbado si quiera...

Cambió a una expresión crítica y vi cómo jugaba con su lengua, mas fui incapaz de identificarlo como un movimiento sexual o simple expresión. Recuerdo que cuando éramos pequeños hacía eso para pensar, pero siempre que alguien hace cualquier gesto frente a mí pienso que tiene dobles intenciones. Más uno así.

  —Realmente nada ha cambiado —comentó. Caminamos tanto tiempo, al menos me pareció eso, que todo se veía oscuro de verdad. Entraba luz natural por las ventanas; ordenó a ese sistema inteligente con voz tenebrosa que habita su casa que apagara la luz, pero... Estaba oscuro.

  —Al contrario —argumenté enfadado y entré a la habitación.

  Y ahora fui yo quien lo pensó. Nada a cambiado.

  Su habitación era una réplica exacta a como fue un par de años atrás. Había diferentes construcciones y maquetas que no existían cuando éramos amigos. Me alegró notar que su talento había crecido y tomé carrera (echando fuego de seguro) para ver una maqueta que se asemejaba en su totalidad a Salmet.

  El panel de cristal permitía que entrara directamente la luz a la maqueta. Podría ser como apreciar Salmet de noche y yo nunca había visto algo como ello. Deseé que Kike lo viera porque si a mí me gustaba, creo que él vendería su casa con tal de tenerla.

  La puerta se cerró sencillamente detrás de él y no escuché ningún sonido después de que pasara. Parte de mi ilusión al ver la maqueta y sus faroles me hizo creer que me respetaría hasta que lo dejara. Me agaché para verlos porque brillaban color verde y por un momento pensé ¡Oh, luciérnagas! Me equivoqué, solo eran una lamparita rara.

  Busqué la escuela y de inmediato noté que el patio era muy pequeño. Pensaba examinar cada rincón de Mini-Salmet para que se fuera la noche y nada ocurriera, aunque despertó en mi una curiosidad por encontrar mi mundo con mayor manipulación disponible.

  Pensaba preguntar acerca de los materiales y el tiempo, pero era complicado apoyarme sobre la mesa en que la maqueta reposaba para enfocarme en eso. La pendiente donde vive Bosco, el parque donde lo friendzoneraron y grabé; el hospital y todo. Todo. Lucía idéntico.

  Entonces encontré el parque de los patos y posteriormente, mi casa.

  —Oh...

  Era minúsculo. A decir verdad, creí que no habría personitas de maqueta habitando Mini-Salmet. ¡Sorpresa! Mini-Damián furioso aparece con el cabello carmesí y ropa pintada. Pretendí ignorarlo, sin embargo noté que Aurelio lo había notado. Y él notó que noté que lo  había notado. Y no quería que el notara que noté que había notado que me había notado.

  —¿Te encontraste? —exclamó. Su "misterio" para apenas hablar durante el trayecto y en ese momento me... arruinó el momento. Como si ocuparas una bola de demolición contra un edificio de cristal.

  —Las mini-personas no son fáciles de hacer —lo cité en tiempos pasados con un tono alto de voz—. Es por eso que usabas minifiguras de LEGO para tus maquetas...

  Tropezando con sus propios pies, pretendiendo timiidez o no, como cuando puedes explorar un casa quee no es tu hogar; llegó a su cama y se desplomó de espaldas sobre ella. Por su posición, con los pies colgando y las rodillas en la orilla del colchón, pude sentir mi garganta obstruyendose; más omitió un pesado suspiro y no me dijo nada más.

  —Me veo súper cool —añadí.

  Mis piernas volvieron a flaquear y desmoronarse hasta tocar tierra. No podía verlo ni él a mí. Nos obstruía la mesa de la maqueta y un pilar con el que siempre chocaba a los ocho años.

  —Ése era mi propósito, imbécil —declaró en voz alta.

  Miré los hilos de luz entrando por el panel de cristal y los pies inmóviles de Aurelio colgando.

  —¿Qué fue eso de la policía? —me quejé.

  —Una broma para que me la chuparas —respondió sin prisa.

  —Sé que no fue así.

  —No tienes pruebas.

  —Es verdad —admití, decidí quedarme en la posición incómoda en la que había caído por miedo a provocarlo con cualquier movimiento.

  —Pensaba que fuera una broma —repuso minutos en silencio después—. Llamaría a Abril. Su contaco, el nombre, dice novecientos once y creí que sería divertido para dejarlos escapar al final... Pero fue la prisa o el momento, nl lo sé. Marqué por instinto. No de supervivencia (claro está), pensé que así te quedarías con mayor probabilidad...

  Sentí mis huesos entumecerse y vi minutos y horas de mi matándolo por. Esa simple respuesta... Creí que desviarme podría cambiar las cosas e incluso, mejorarlas.

  —Eso fue estúpido y no solo eso... —rezongué.

  —¿En qué momento vas a golpearme? —interrumpió cansado.

  —Le dije a Bosco que arreglaría las cosas contigo —dije.

  —¿Por qué te importa tanto ese Bosco —continuó—, es tu novio acaso?

  Me enderecé enfadado —flaqueando un poco todavía— y tambaleando me encontré frente a su cama con los puños cerrados y en posición defensiva.

  —O... —se contradijo pensante—... es la chica. Sarabi.

  Suspiré humo, lo juro.

  —¿De dónde viene la necesidad de emparejarme con mis mejores amigos?

  —La gente hace eso —mencionó despreocupado—. Pregunto por los que tienen curiosidad, no me mires a mí...

  —Lo hago —en realidad, no hice caso a lo que dijo—. Recuerdo que tú fuiste quien puso a la escuela en mi contra por mera curiosidad. La tuya.

  —No fui yo, ¿sabes? —aseguró, enderezándose lentamente—. Fue el señor papá.

  Apreté mis dientes de tal manera que emití un chasquido rabioso y de no haber cuidado mi lengua, ya no la tendría.

  —Eso es —exhalé—: ¡PURA MIERDA!

  —Lo sé —meneó la cabeza a un lado y miró sonriente.

  Caminé de espaldas por el amplio espacio y me senté en un pequeño sillón para no caerme por falta de azúcar.

  —Él te llamaba nena marica, ¿recuerdas? —sonrió tristemente.

  —Recuerdo que dolió las primeras veces —noté viéndolo lejano a mí—. Luego mi familia mencionó que el hecho de no ser machista o una fuente de testosterona no te hace gay. Tampoco te hace querer esmerarte en tu apariencia... —terminé, sintiendo que lograbamos avanzar.

  Pensé que lo lograría.

  —¡Ajá,¿y?! —rezongó desde su lugar—. Él creyo y de seguro aún cree que lo eres. Es por eso que él...

  —¡¡¡Me torturaste solo por lo que piensa tu papá!! —reproché con ardor en la garganta—. ¿Sabes lo que sería de... ¡¡aghh!!... si todos hiciéramos cosas para complacer a los demás? ¡Terminaríamos como tú!

  —Eres un genio, Dami —dijo como si no importara lo que dije—.

  —La peor parte es... que él no... —decidí  parar. No deseaba iniciar otra discusión por eso—. Estuvo mal. Lo sabes. ¿Pero sabes qué? No importa con quién te juntes, cuánto te impongan o lo reprimas... Eres quien eres.

  —Búscate a alguien que le interesen tus discursos.

  Salté del sillón y me adentré a su mente, caminando poco a poco.

  —No tiene por qué interesarte la verdad. Solo debes aceptarla. ¿Te gusté o no? Y no importó lo que tu padre hiciera, pero siempre lo harás creer que no eres tú. Que eres otro. Ya intentó corregirte y no sirvió de nada...

  —Puedes irte —murmuró.

  —Ser como tu padre te arruinará —solté decidido—. Alerta de spoiler, acaba mal.

  Apoyándose en sus rodillas me miró carente de sentimientos y contuvimos un largo silencio.

  —Él dice que eres un marica porque me gustabas y él lo notó.

  Quise reírme porque era uuna situación tan poco original y común en una familia de aquí, pero eso no quitaba que tenía solución. Y era un tema que no estaba dispuesto a llevar, era cosa del pasado.

  —Aurelio —anuncié amablemente—, ser marica no te hace otra persona. O ser hetero, trans... Bla-bla-blaa. Aurelio es Aurelio pase lo que pase y... Déjame decirte que re has vuelto un idiota. No por tus gustos, sino por tu actitud y tú decidiste construirla.

  —¿Por qué paras? —enunció molesto cuando me callé.

  —No sé qué más decir. Por eso.

  —Ridículo —discimuló una sonrisa y se acostó en posición fetal.

  —Es por eso que la gente te odia —comenté rascando mi nuca—. No es por de dónde vienes o tu esencia, sino lo que haces. Pudiste haber hecho de tus años en secundaria una experiencia que nunca olvidarías si eras tú... —compuse, a lo que yo pensé, magistralmente—. Peeero la cagaste, Aurelio.

  Me retiraba orgulloso de mi monólogo interrumpido cuando me llamó de nuevo.

  —¿Qué pensaste cuando me confesé en la biblioteca? —suplicó con la voz tímida tan audible que incluso creí se hallaba a mi lado.

  Pues me reí sonoro.

  —Fue... ja, ja, ja... Discúlpame, no es gracioso. Es solo que... ¡Vaya, nunca liberé tanta adrenalina como ese día! Dormí y dormí como un bebé días enteros. Quiero decir, no fue "qué pense". Más bien, je, je (eso es muy redundante); qué significó.

  —¿Y?

  —Verás, creí que a partir de ese punto regresarías como un Phoenix y cambiarías tu vida. Entonces descubrí que vivo en el mundo real y las cosas no suceden así, tienes mucho que madurar todavía y otras cosas que entender. Ni siquiera yo puedo decirte qué cosas, trata de descubrirlo, ¿sí? Pensé "Vaya, si me lo hubiera dicho antes quizá lo hubiera abrazado y rechazado sutilmente" o "¿No podías decirlo cuando mi amiga no estuviera drogada" o qué tal "¡Lo sabía! Seamos amigos de nuevo! Peeeero no.

  Él alternó cualquoer camino que conectara nuestro vínculo.

  —Eres un persona que fue...muy importante en mi vida y ahora que lo sé, entiendo que no tuviste más culpa que yo de lo que hice con mi vida. Ahora, prepárate porque no te esperabas esto... De haber seguido siendo mi amigo en secundaria... pudiste ¡agh! Haber sido algo más.

  Nunca creí que la prim3ra persona a quien se lo contestaría, sería él (y en persona).

  —¡Aguarda! —exclamó emocionado, sentí lástima por él al bajarle los ánimos.

  —Ahora no, Aurelio —añadí en voz baja—. ¿Y adivina qué? No hace mucho lo descubrí. No me da miedo. No tiene por qué. Es lo mismo a ser "normal" o hetero, si quieres llamarlo;pero deja que te cuente lo más gracioso. Mis mejores amigos y yo, coincidimos que nadie es normal. Por lo que, el hecho de que yo me sienta atraído por cierto tipo de personas es solo... una parte esencial y natural en mí. No quiero que me llamen marica porque no hay necesidad de apodar a la gente por eso. Chécate esto: Bosco es naríz de tucán, Sarabi es oveja y yo soy un helado napolitano... Podríamos tener el tipo de apodos que gente como tu papá quisiera ponernos. En ese caso, Bosco tendría apodos comunes; Sarabi algo de la piel y yo algo de quienes me gustan.

  Pero es tonto, a decir verdad. Y poco original.

  —Porque eso no nos define, dice muy poco —manifesté satisfecho conmigo mismo—. Sarabi es una oveja por su personalidad apapachable, aventurera y bueno... su cabello. Mis cambios de humor me hacen un helado napolitano y Bosco no es normal, para nada. Él le habla a su gato como si hablara conmigo. Está loco. Pero apodar a alguien como hetero, masculino, femenina o normal no es algo que te enseñen en casa. Por lo que te enseñaré algo;

  «—¡A los animales no les interesa la raza, color, orientación, gustos por fruta de donde vienen sus amigos... ¿Capisci? —resalté guiñando un ojo—. Tú y yo, y tú papá, Sarabi, Bosco o cualquier otro somos UN MUNDO POR DESCUBRIR. No veo necesidad de aferrarme a costumbres humanas antinaturales, ¿y tú?

  Y aquí es cuando se baja el telón, me enfoca el reflector y los aplausos de mi mente se hacen sonar porque yo acabo de renacer en un ser más razonable, seguro y mejoré mi nivel estratega. Si pudiera agredecer a alguien, sería a mis mejores amigos Sarabi y Bosco; Kike; mamá, papá Guillermo y... ¡Mierda! No acaba así.

  —¿Y quién es el afortunado? —curioseó Aurelio en voz alta. Sin embargo me pareció insólito que se atreviera a preguntarlo.

  —Es MI pedo —añadí cortante.

  —Piensas que es fácil... —murmuró con un áspero ronquido que me detuvo en corto.

  —Es que lo es —dije al rotarme a verlo.

  —¿En dónde vives, Damián? —preguntó con un tono en el que creí que me acusaba—. Sería bueno ir a vivir donde tú y que me muestres a gente que no existe para que tomemos el té y otras JOTERÍAS.

  —Um... El té no es una jotería —¿qué no oyó mi discurso? NADA LO ES—. Es solo un objeto, digo, no despierta y dice "Oh, miren soy para...". Nope.

  —No sabes cómo es el mundo en... —creí no escuchar lo que dije hasta comprender que solo dejó de hablar.

  —Te ocurrió algo —comprendí en voz alta—. ¿Quieres... —lo dije por educación y porque creí que sería bueno hablar— contarme?

  —No lo entenderías, marica.

  Sabía que mi caballo pudo recomponerse gracias a él, pero me di cuenta que él también se la pasaba viajando en círculos y... Si él me ayudó, aunque fuera sin saberlo, entonces yo podría...

  —Deberías tener cuidado con lo que dices —argumenté—, podrías herir los sentimientos de alguien. Conmigo no puedes, soy complicado. ¿Pero qué tal otros? No te gustaría recibir tantos madrazos. Hazme caso, te salvo de muchas...

  —Dices que no te importa, pero vives en una maqueta.

  He intentado reparar esa frase en un sin fin de momentos sin comprenderla del todo. Aurelio se mantuvo en posición de feto, pero cuando intenté acercarme para hablar con él se levantó. Apartándome por reflejo, lo vi un poco acalorado.

  Asustado retrocedí y aparté un mechón de cabello que cubría mi vista.

  —¿Qué estás haciendo? —exclamé alerta y con los nervios saliendo por mi boca.

  —Me preparo para dormir.

  Escuché opacada su voz por su playera, se veía aún más cansado y los movimientos torpes que hacía para quitarse la playera eran incómodos de ver.

  —¿¡Qué!? —me reprochó—. ¿Te excita o qué?

  Palmeé con fuerza mi frente y ojeé la puerta, ésta se entreabrió. Mortificado me imaginé a su padre entrando y oyéndonos; entraría y de seguro masacraría a Aurelio y luego a mí y... ¡¡¡Oh, no, oh, no!! No se comparaba a loq ue había sentido, pero pronto se cerró cautelosamente sin que Aurelio lo notara.

  Quise ver, pero Aurelio siguió hablando.

  —Aurelio... —murmuré cansado, porque igual lo estaba. Debían ser las once y el día había sido realmente pesado—. No tiene por qué excitarme eso, ¿entiendes? Sería solo tal vez si fueras alguien que me atrajera. No sé, mis hormonas siguen dormidas o qué se yo...

  —¡Estabas diciendo mamadas! —dijo, agarrándome de la playera hacia él.

  Admito que el cabello de Aurelio y en sí él es atractivo, pero no me interesa. Todo lo que hizo simplente me asusta. Tenía fuerza porque hacía entrenamientos muy duros y su cuerpo lo resaltaba... ¡A quién engaño! ¡Lo que realmente me preocupaba era la puerta!

  —Quítate —le aparté con ambas manos cuando mandaba la playera por los aires y empezaba a bajarse los pantalones.

  —¡Ni siquiera pensaba que me dieras una mamada! —gruñó entre corajes—. Fuiste tú quien aceptó y yo solo bromeaba para...

  —¿Qué... qué son esos? —apunté con la menor discreción.

  De inmediato jaló el edredón de su cama para cubrise, torpemente y tardándose lo suficiente para que yo viera moretones y cortes en su espal y al rededor de las piernas. Parecía que hubo un salpullido tiempo atrás o que las garras de un oso le habían tallado varias frases.

  Se acercó profundamente avergonzado y fuera de sí hacia mí, chocando conmigo y tirandome al piso por mi propio nerviosismo. Paralizado y con lágrimas de horror aterrizando como bombas en el piso, lo escuché decir.

  —MARICA —gritaba— JOTA...

  La puerta se abrió. La escena no era muy bella, Aurelio encima de mí, en ropa interior lleno de moretones amarillentos y otros que parecían sacos de tinta y unas marcas de cortes alrededor. Me tomó del cuello y lo alzó bruzcamente a la altura de sus genitales donde agitó de un lado a otro mi cabeza y no paraba de ordenarme que mirara.

  Mantenía los ojos forcejeados, pensando que romperme un vaso sería mejor que hacer... hacerlo. Y era una manera furiosa y agresiva de controlar mi cabeza, por ollo que invertí mis ganas de llorar y resistencia en cerrar ojos y boca hasta ceder como un caballo...

  Arrepentido de ver.

  Aurelio no se había bajado los calzoncillos, pero al momento de entreabrir la vista, me encontré con una marca arrugada en la zona púbica que marcada como si fuera una arruga con forma de lombriz pasaba por gran parte de su cuerpo. Conectándose con otras y formando:

M A R I C A

  ¿Mencioné que la puerta se abrió, o no?

  Aurelio cayó al piso sin siquiera doblar las rodillas, simplemente lo vi irse de lado como la torre de jenga. Escuché su respiración, después de cerrar los ojos que ya se me habían puesto jugosos, impidiendome ver con claridad.

  Fui agarrado debajo de los hombros y arrastrado con prisa y poco cuidado hacia el exterior de la habitación. Realmente esperaba una paliza o las mismas marcas que Aurelio había recibido, pensé que acabaría en el hospital o quizá... simplemente no llegaría. Pero la puerta se cerró desde el pasillo alque fui llevado, dejando a Aurelio solo por siempre.

  —¡No, no me toques! —forcejeé evitando el contacto de la persona, lanzando ataques imprevistos y torpes.

  Pensaba escapar aunque no pudiera ver por dónde h simplemente quedarme en casa por un buen tiempo, pero la persona consiguió capturarme y desvanecerme.

  Yo me desvanecía en sus brazos. Perdiéndo fuerza o simplemente me la quitaba y dolía que me tocaran en verdad, pero empezó a arrullarme y acariciar mi cabello de una forma que me resultaba poco placentera o sencilla de distinguir. En cuanto repliqué.

  —¡Suéltame! ¡Te odio! ¡No quiero que me toques!

  Y se detuvo.

  Al abrir los ojos después de un rato en el frío piso, realmente no encontré nada. Mi garganta estaba seca y me dolía bastante mal la cabeza. El pasillo se nublaba y se doblaba como si hubiera sido mal construido a propósito.

  Abracé mis zapatos con las manos y miré bastante perdido hasta que aclaré mi mente.

  Solo entonces volvió.

  Sin embargo, en todo momento oía los lamentos de Aurelio (probablemente en el piso todavía).

  —¿Qué pasó? —mencionó con una voz calmada que no pude tolerar.

  —L-lo viste... —cuchicheé.

  —No, apenas pude —resaltó con una voz que ahora se veía empática y no comprendía simplemente.

  —Mientes. Estuviste allí, no tienes por qué ser mentirosa.

  No me explicaba lo que ocurriría después. Ese recuerdo de segundos atrás, en cuyo momento fue tan potente y se volvió en pesadilla en los días próximos para después hacerme quedar con él.

  Quedarme viviendo en el pasado sin sentir el presente.

  —¿Quieres que nos vayamos? —dijo, notando que si se acercaba a mí me haría mucho daño.

  Asentí tembloroso sin conseguir detener mi cabeza o siquiera librarme del recuerdo. Varias viñetas reproduciéndose infinitamente y un caballo trotando en círculos. Tanto terror que olvidé mi nombre.

  —Te llevaré a casa, ¿está bien si lo hacemos así?

  Respeto que me parase por mi cuenta y fue bastante paciente al respecto para no preguntar y solo estar. Pero su preocupación era obvia y solo quería saber si podía reaccionar ante estímulos simples sin necesidad de asentir o algo.

  —¿Me reconoces? —consultó, y a esto ya había asentido—. Muy bien. Ya sabes que no te haré daño, solo me ocuparé de ti hasta que lleguemos a tu casa que por suerte sé dónde está...

  Asentí sin siquiera haberlo querido.

  —¿Puedes decir mi nombre?

  Miré sintiéndome encogido y frágil, sin dejar de asentir, pronuncié dificultosa mente y tras tres intentos en menos de diez segundos.

  —Julia.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro