11. Identidad camaleónica
Dedicado a AndyAAE
1. La fiesta de té
Los mininos necesitan esconderse. Es primordial para su relajación encontrar un sitio donde nadie pueda acercarse, engorroso para mantener la distancia. A causa de esto, los refugios tienden a ser lugares que les permitan contar con una visión de su entorno; saber qué hay frente a sus naricitas. ¿Qué te puedo decir? Son rutinarios. Del mismo modo que un ciego tiene problemas con cambiar los muebles de lugar, un gato recibe el estrés necesario para ocuparle semanas. Territoriales, los mininos son territoriales con la llegada de seres desconocidos, ellos huyen a sus escondites para estar a salvo otra vez.
El único problema es que el escondite en un gato, cuya rutina no frecuenta el acto, puede resultar en enfermedades.
Bum-bum. Bum-bum. Bum-bum-bum.
-Me descepcionas, Belén. Una dama como tú frecuentando a chicas como ella...-vacilaron las voces.
-Perdónenme.
-La sacas tú ahora o nosotros lo haremos-vacilaron otra vez.
El alboroto repentino pareció no ocurrir como lo recordaba. Navegando los cielos, objetivo claro y preciso; condiciones favorables, fuertes esperanzas. Respiración estable, manos frías y ricitos de noche. Cuando el rayo volvió a impactar el caparazón, su sueño colapsó a la par de las gotas de lluvia; coordinaron la inminente caída; se transformaron en gotas. Su sombra se desvaneció y sus restos se desvanecieron en el viento cual polvo de estrella.
Su cabello esponjó como la masa del pastel, mientras que su gabardina escarlata, ardía de la falda a los codos. Su naríz de canica respiraba las cenizas y sus parpados reposaban como las persianas de los enfermos. La tortuga dibujaba espirales durante su descenso, las chispas y cenizas resultaban el garabato de unos niñitos. Sarabi caía en la misma dirección, a pesar de la diferencia de trayectoria; su cerebro de detective había tenido un derrame de baterías.
Ni con los golpes recibidos en ese momento, los restos de caparazón que le asestaron en la frente, le impidieron despertar. Tanto ella como la tortuga despedían fumaderas, mas Sarabi, despedía un vivo fuego que le aceleró. Tostándose, ya a la par de la tortuga-este anfibio azulado, se habían empequeñecido en tal grado que medía lo mismo que un cuyo-, con la nula cantidad de vigor, se escondió en una de las botas de Sarabi.
En pocas palabras, se hundieron.
Augusto Salmet estaría rondando el palacio municipal, viviendo esperanzado de recuperar su estúpido reloj. Acompañado de su mujer y las velas, a salvo en una noche espeluznante, pero todo lo que él sabía era que al amaner todo estaría bien. La Detective fue una decepción al fin y al cabo, era el patrón que siempre repetía.
En lo más profundo y repugnante del lago, las algas se adueñaban del cuerpo de la detective. "¡La chica ideal, la mujer ideal!", mucitaban: "La belleza en sí, la mente sí!". Incluso si así lo deseaba, ya era imposible volver a la superficie. Con el aire que habitaba sus pulmones y la presencia de su consiencia, no conseguiría más que agotarse. Decidir no luchar, buscar la paz y olvidar, es mejor.
Las algas concordaban con el pensamiento, estrujaban su torso y robaban sus botas. La tortuga se perdía en medio de la nebulosidad, aguas negras y mentes negras; la cara de la Detective era el juguete favorito de la especie; sonreía cuando ellas lo deseaban y haría lo que ellas necesitaran.
A unos cuantos metros de ellas, yacía la que alguna vez fue la mejor taza de té. Los residuos de porcelana, que alguna vez se rebotaron de la taza, se habían hundido hace años. Había varias cuerdas vegetales que formaban una espiral en rededor de la taza; danzaron a un extraño llamado, comunicado por varias burbujas a la distancia. Las cuerdas sujetaron el asa de la taza, llevandola de cabeza a unas cabezas sobre el fondo. Hubo cuatri siluetas que bordearon la zona codo con codo, reconociendo a la detective, mas abandonándole en el lugar.
Las siluetas se arrastraron bajo la taza y después colocaron sus cabezas debajo de ella. Eran criaturas con colas, colas bailarinas y peligrosas. Burbujearon tremenda cantidad de aire que sacudieron la taza sin tocarle, de pronto, emergió un plato bajo sus patas. Este derrochó tierra en cuanto consiguió liberarse de su entierro, de inmediato, se propuso llevar a las cuatro figuras peculiares al exterior.
Entre los pedazos de porcelana, uno parpadeo: un-do, un-dos, un-dos-tres ¡Centella! Un ser vivo representado en un ser de luz. Más vivo que un recién nacido se lanzó a las algas que mantenían sometida a la detective; marchitándoles mucho antes de tocarles. Las botas quedaron hundidas junto a los cuerpos de las algas, con la cabecita de la tortuga asomandose por ahí. La tortuga buceó hacia su amiga, aferrándose a sus rizos con las aletitas diminutas.
El destello consiguió, de algún modo, ser tomada por Sarabi. Y con esta en mano, pudieron ascender a la velocidad de un cometa hasta topar con el pequeño juego de té: Convirtiéndose en intrusos. Más de la mitad de las siluetas forcejearon en contra de la entrada del grupo; usaban sus colas para empujarles, de no hacerlo, lanzaban sus lenguas en contra de la Detective; cuando ellos estaban por llegar a la superficie, enredaban sus lenguas en los muslos y trataban de hundirle una vez más.
La centella luchó persistente, contra los tirones y golpes; cuando creía que no podía, se decía "Ella lo haría un millón de veces por ti. Hazlo solo una vez". No sabían quienes eran las siluetas, mismas que danzaban y reían soltando las burbujas bajo el agua. En cuanto una de ellas lanzó su lengua al destello, este la incineró. De allí tomó impulso, tal fue que, terminó rompiendo el agua.
Era el fabuloso performance de los delfines. La liberación resultó en una microlluvia que replicó pequeñas olas dirigidas a las orillas del lago. La centella cayó, seguida de Sarabi y la Tortuga, en un recipiente resbaloso. Se deslizaron en circulos hasta que ya no pudo más. Al menos la mitad del recipiente se había llenado de agua, era otra taza de té. Ahora havia sentido, juntas formaban un juego de té.
Había una gran tetera, la cual se había roto, por lo menos 5 tazas más, distribuidas en el lago con sus respectivos platos. ¡La tetera era un bote!
La centella apagó su luz, acostándose en lo más profundo del recipiente para tomar un descanso. A su lado, la detective volvía a experimentar cierta lucidez, aunque era incapaz de hablar o de siquiera estar segura de respiar. Que bien si lo hacía, no se sentía. En cambio, la tortuga se había vuelto tan pequeñita que quizás nunca más volvería a ser grande de nuevo. El caparazón,junto con varias partes del cuerpo, estaba cubierto de manchas negras; principalmente, su caparazón había perdido capas, luciendo como el capullo de una rosa.
Uno de los lugares más cercanos a la taza de la Detective empezó a burbujear, seguido de risas y cuatro siluetas. Juntas, emergieron a la superficie. Vistiendo la taza como un sombrero ridículamente enorme, ocuparon sus colas y le voltearon, alimearon la taza al plato y se metieron allí. Sus colas encendieron colores y observaron a Sarabi con miradas asesinas:
-"¡¿Qué son esas cosas?!"-pensó Sarabi. Incapaz de abrir la boca, parecía cocida con aguja e hilo.
La centella parpadeó bajo el agua, Sarabi sin verla se agachó para ocultarse, tomó a la Tortuga con sus manitas y notó que le faltaban las botas. El agua negra que acompañaba el fondo del recipiente, se transformó en una escala que culminó en blanco. De allí, la centella absorbió cada mililitro para sí misma para cambiar. La Detective miraba con los ojos de platos la transformación que muy pronto formó un gel cristalino: un cuadrúpedo pequeño, con una larga cola y una cabecita bonita.
Este ser rotó hacia ella, casi sin resplandor, mas conservando la pureza. La Detective le miró soltando tanto parpadeos como una expendedora de Jelly Beans, tenías sus dudas, aunque menores".
-¡La Dama Fina!-deliberó en su cabeza.
El ser se acercó, sabiendo que ella era su hogar, pero los alardeos de las figuras le lleno de inseguridad. Sarabi asomó su cabeza hacia ellos, reptiled danzarines, colas coloridas y dueños de las tazas más finas:
-Camaleones-Susurró la pequeña tortuga a sus oídos.-¿Qué es...
2. Un arcoíris impredecible
-...lo que haces allí, hija?
Sarabi abandonó su bolígrafo sobre la hoja en blanco. Era la cuarto hoja que llenaba hasta ahora, tenía aquella lamparita de mesa que usaba para hacer tarea. Aunqie hacia mucho no la usaba para eso. Giró su torso hacia la puerta, saludando con su manita a su padre:
-¿Qué crees que me encuentre haciendo?-exclamó en tono curioso.
-¿Lo tengo que adivinar?-mencionó al acercársele.-Porque si quieres podemos apostarlo: Apuesto que te gano.
-Con que así jugamos, viejo-respondió su hija.-Empieza.
-Te voy a vencer-bromeó su padre-. Quizá estés escribiendo un diario...
-Más o menos-sugirió Sarabi-Por ahí vas.
-Mmm-murmuró su padre al ajustarse las gafas.-¡Estás escribiendo la mejor historia jamás escrita!
-Algo así, quizá-reflexionó-. No estoy segura de por qué sigo con esto...
-Lo importante es seguir...-respondió su padre, después, besó su frente.-Es hora.
-¿Hablas enserio?-chilló Sarabi.-¿No podemos pedirle más tiempo?
-Me temo que no-explicó acariciando sus ricitos negros como la noche.
Guardó las hojas en la mochila con forma de salamandra y caminó hacia la puerta de la habitación. Su padre volvió a acariciar su cabello. Dentro de la camioneta, su padre mencionó unos detalles acerca de lo que posiblemente haría conforme pasaran las semanas. Ella escuchó como la buena hija que era. Obediente y confiable. Al mirar por la ventana notó que el tiempo transcurría más rápido conforme pasaban los años, descubrió que la gente se va cuando menos te lo esperas:
-Papá-le dijo a unas cuantas calles de llegar. Él escuchó atento:-Te amo.
-No tengo que decírtelo tres veces,por eso lo diré siempre que sea posible. Te amo, pequeña salamandra.-Ella apreció su apodo.
-He crecido mucho, ¿sabes? No solo en estatura...
-Has crecido más como persona-replicó orgulloso.-No te merezco como hija.
Ella hizo una pausaen su mente.
-Estás en lo cierto. Lo que hiciste fue terrible, yo lloré por ti; Axel y mamá. Por mucho tiempo no supe qué creer de ti...-balbuceó. Su padre limpió su rostro terracota y se quitó las gafas:
-Puedes creer de mí lo que tu desees. Estás en tu derecho... Te hice algo peor, o alteré tus expectativas en mí o en todo mundo.
Ambas.
-No lo sé-le contestó-. De todos modos el amor no trabaja así, es para siempre y yo te amo.
-Gracias-respondió avergonzado.
Estacionados frente a la casa de Sarabi, ambos contemplaron el hogar. Ahora solo uno de los dos vivía allí. Ella bajó y caminó a la banqueta, después dio la vuelta y miró a su padre. Ambos sabían el daño que podría hacer que tan solo uno de los pies de su padre pisara la misma banqueta en la que ella se encntraba. Ciertas cosas son irreversibles, eso no nos quita las ganas de vivir.
-¿Me... llamarás?-cuestionó reservando sus lágrimas.
-Te llamaré tanto que desearás que deje de llamarte-bromeó.
-Cuando todo esté saliendo bien por allá, ¿podré ir a visitarte?
-Siempre y cuando tu madre te lo permita. Aunque si fuera pir mí, los llevaría a ti y a mi hermano conmigo. Solo si ustedes quisieran...
-¿Y a mamá?-interrumpió Sarabi.-Perdóna, no quise...
-Con todo lo que te debo, nunca pasará ningún hecho que te tenga que llevar a pedirme perdón. En verdad, la he liado.
-Sí... Verás que algún día todos superaremos esto-esperando que la gente sepa cómo superar...
-Antes de que me vaya, mi pequeña Salamandra. Te diré algo, si no te sirve, deséchalo. De ningún modo esperes más de otros que de ti misma, la razón es, que tu eres maravillosa.
-Gracias papá.-murmuró Sarabi, abrazándole por la ventana del conductor.
-No desperdicies nada tuyo en mí. Por favor, no seas como yo...-suplicó su padre en un mar de lágrimas.
-No..., no lo haré-respondió con una cascada de lágrimas.-Te lo prometo, solo es la lluvia.
Su padre apartó la cabecita de Sarabi con delicadeza y acarició su cabello. Miró las nubes, un día soleado, después contempló a su hija-siempre bella para él-, sabiendo que no la volvería a ver dentro de mucho tiempo.
-Los amo. Te amo. Mi dulce salamandra-exclamó antes de irse. Sus palabras se fueron con el viento.
Quizá así haya sido, pero Sarabi consiguió atraparlas y retenerlas para siempre.
Continuó su camino a la casa, un camino de pocos metros, aunque tardó en recorrerlo por el simple hecho de no querer pisar las líneas. Rebuscó las llaves en su bolsillo y abrió la puerta. Aquel instrumento de viento, colocado junto a la puerta con el fin de alarmar, silbó, alertando a quienes estaban dentro. La Detective percibió que había ruido antes de su llegada, que aquel silencio abrumador tan solo existía porque ella había llegado.
Escuchó los pasos firmes de su madre, seguidos de unos pasos más energicos y sonoros, como de un perro faldero. Su madre y Axel caminaron por el pasillo, cada uno se puso frente a Sarabi; ella no podía descifrar si estaban preocupados, molestos o algo más. Solo dijo lo que sentía, sin oportunidad de cerrar la puerta, con el instrumento silbando sobre su cabeza:
-Estoy bien.-Dijo.-Al igual que él. Espera enviarnos dinero en cuanto consiga. No debemos preocuparnos, volverá con su familia y... Sé que no les importa, pero dijo que me ama. Nos ama y yo a él.
3. Al final del arcoíris
Cosa que no quiso aceptar en cuanto dejó a Marcel y Damián en el Iglú, fue que no tenía idea de cómo volver al Reloj de Salmet por cuenta propia. Eso no la detuvo de intentarlo, nada iba a detenerla. Repentinamente se dio cuenta que nunca debió esperar más acerca de los demás. Su padre se equivocó: ella no es maravillosa.
De serlo, no estaría sola en un bosque. Huyendo de los demás, el pato no le importa, si fuera por ella: "El Clan del Kiwi puede irse al carajo". "Belén puede irse al carajo", "¡Todos pueden irse al carajo!". Quizá ella misma debería, no hace más que incomodar a otros. Ser un estorbo para gente como Marcel o Damián, una vergüenza para Belén, muy estúpida para su madre y hermano, "nada vivo" para la gente como Aurelio y... Muy cobarde para acercarse a su mejor amigo. ¿Desde cuando tenía miedo de él?¿Era realmente necesario que se fuera?
Dejó de cuestionárselo, creyendo que "No importa cuanto luches, el resultado será el mismo. No encuentro nada más inevitable que el abandono y la pérdida.
Tropezó con su bici.
Un tropiezo que culminó con una caída. Se frenó con ambas manos y dio una patada a la bici, moviendo el manubrio de dirección. Sería tan sencillo, visitar a su mejor amigo que vive a pocas casas de ahí, tomar la bicicleta y llegar en menos de dos minutos. Querer vencer al tiempo, ser más lenta que las tres semanas restantes.
Aunque el miedo era mayor y nadie vence al miedo.
Llevó su bicicleta alrededor de la Colina del Reloj, las ruedas rodaban y consigo arrancaban un poco de pasto. Había un sonido que resultó chistoso para Sarabi, un: chaca-chaca-chaca-chaca. Merodeó hacia el sonido para descubrir frente a ella un carrito de golf rojo. Rojo cereza.
Merodeó con la vista, estaba bien conservado, aunque no parecía de lo más nuevo. Traía uno de los faros rotos, lo cual manchaba la imagen. La Detective estaba recordando que no hay campos de golf en Salmet, por lo que, resulta de lo más raro ver un carrito como ese y lo más perturbador que ocurrió, fue cruzar mirada con Julia-su vecina o, en otras palabras, quien friendzoneó a Bosco.
-¿Sarabi?-alardeó desde su asiento.
-Julia, h-hola-pronunció con estremecimiento en cada hueso.
¿Cuál era el próximo paso para esta conversación?"Oyee, Julia. Gracias por friendzonear a mi mejor amigo". O "¿Por qué siempre te sientas en el pórtico?¿Acaso me espías o qué haces?". O "¡Heeeeey! Definitivamente, no acabo de salir del bosque".
Sarabi pudo notar rápidamente su cambio de actitud, comparándolo con el último día de clases. Parecía extrañamente más sabía con esa mirada a través de los cristales. Julia se había cortado el cabello a la altura de los hombros y llevaba flequillo, su cabello era castaño claro, aunque por haberlo teñido antes, era una mezcla con rayos plateados. Con ello y las nuevas gafas-que le recordaban las placas petri en clase de química-, no pudo evitar asociarla con cierto personaje de los años sesentas.
-¿Estás bien?-destacó Julia-Tras medio minuto de silencio.
-Ajá, ¿y tú, Velma?-mencionó Sarabi, divagando en su mente, inconsciente de su contestación.
-Amm, ¿perdona?-exclamó Julia. Asomándose fuera del vehículo para corroborar lo que escuchó.
Su reacción extrañó a Sarabi, le resultó repentina, se acercó a Julia para aclarar cualquier malentendido. A pesar de, Julia no se veía molesta, más bien, curiosa: parecía que era una palabra nueva para ella:
-Disculpa, estoy salida de mis cabales-mencionó Sarabi.
-¿Por tu papá?-trató de adivinar Julia.
-Por nada-terminó la conversación y continuó caminando a la calle.
Una vez allí, acomodó su bicicleta para regresar a casa. Parecía que este día no llovería, pese a las constantes lluvias, por lo que sería un día peculiar: un pitito resonó en sus oídos, cada vez más cerca hasta que se tornó molesto y rítmico. Julia la había alcanzado en el carrito de golf, ella estaba pitando para llamar su atención:
-¿Adónde te diriges?¿Camino a tu casa?-dijo Julia.
-Ajá.
-¿Quieres que te lleve? Somos vecinas al final de cuentas-Sarabi aceptó. Se encargó de subir su bicicleta a la parrilla y luego tomó asiento junto a Julia.
-¿Cómo has estado?-exclamó Sarabi.
-No te interesa-argumentó-y no lo digo por ser grosera. Es la realidad: no te importa.
-¿Por qué tienes un carrito de golf?-replicó Sarabi.
-Tampoco es relevante...
-Me gusta nuevo look. Los lentes y el cabello hacen que te veas genial-describió Sarabi.
-Te agradezco-contestó, acelerando la velocidad.
-¿Por qué te...?
-Es enserio.-Repitió Julia-No estamos obligadas a hablar.
-Vale, Velma.-Julia suspiró, quizá aliviada de que ya no hablarían. También pudo ser otra cosa.
Arrivaron a la calle del muerto, bajaron la bicicleta frente a la casa de Sarabi, ella le dio las gracias y Julia aparcó el carrito en la calle. Sarabi se dispuso volver a su casa, hacía años que no jugaba videojuegos. Quería probarlo otra vez, pero a la vez, la idea se sintió como una pena-no de muerte, sino-, una pena de aislamiento. Mamá no estaba, papá tampoco, Axel trabajaba, Marcel y Damián ni hablar, Bosco... Bosco da miedo.
En vez de abrir la puerta y entrar a jugar videojuegos, tal y como lo había planeado hace unos instantes, volteó hacia la casa de Julia. Inventando una propuesta en la cabeza "¿Quieres jugar videojuegos o algo?", es en parte un agradecimiento. En eso trabajaba, pero la idea de ver a Julia sentarse en su pórtico otra vez; era un fastidio:
-Habíamos dicho adiós, según recuerdo-murmuró Julia con una voz cansada.
-Pero antes quiero que me respondas una cosa...
-¿Estamos hablando de Bosco, acaso?-si la pregunta hubiera sido hace varias semanas, Julia hibiera dado en el clavo.
-Claro que no. Yo... tengo mis propios problemas-anunció.
-Tienes problemas... Conmigo-repitió Julia. Sarabi meneó la cabeza en protesta.
-Aclarame únicamente qué haces la mitad de los días de la semana esperando en tu pórtico. Siempre mirando a mi casa, me inquieta. ¡Siento que si miro por mi ventana en la noche, apareceras tallando Sarabi en mi ventana!
-¡Oh!-Julia ocultó su sonrisa con ambas manos, colocándolas como una flor sobre su mentón-Nunca pensé que te molestara a tal grado. Estoy esperando a una amiga, es todo.
-¡AHHH!-bramó Sarabi con las cejas en arco-Esperas una amiga durante dos semanas sin parar. Tiene sentido. ¿Es Mónica? Tiene que ser ella.
-Eres lista, ninguno de los maestros se equivocaba-se detuvo a pensar-. Por eso te mencionaron en el discurso de despedida...
¿La anunciaron en el discurso de despedida? Maldita sea, no lo notó por estar con sus amigos.
-¿A qué hora se supone que llega Mónica? La estás esperando ahora, por lo visto.
-Sarabi...-negó con su voz-. Por eso pienso reunirme con ella en otro lado. Estoy matando tiempo.
-¡Déja al pobre, se ve que te la estás pasando bomba!-decretó.
-Pasando bomba...-arrastró Julia-... Velma. ¿No te resulta curiosa tu manera de hablar?
-No sé de qué me hablas...-murmuró Sarabi-. Siempre he hablado de esta forma.
-¿Caricatura favorita?-interrogó Julia.
-¿Dónde en el mundo está Carmen Sandiego?-declaró.
-¿Es eso una pregunta?
-No, burra-resopló Sarabi-Es el nombre...
-¿Personaje favorito?-continuó el interrogatorio.
-Johnny Bravo.
-¿Película favorita?
-Mean Girls-aunque Damián la mataría tan solo de escuchar eso.
-Veamos-explicó Julia-: "pasando bomba", Carmen Sandiego, Velma, Johnny Bravo, Mean Girls... ¿Eres una viajera del tiempo?
-Solo cuando llueve-respondió Sarabi, sentándose a su lado-¿Dónde verás a Mónica?
-En una cafetería-cuchicheó Julia. Imitando a una espía-, está llena de gente importante. Por eso llevo mi arma... El auto fantástico.
-¡Vaya! Michael Knight, no te conocía esa. Espera... ¿O estás saliendo con él?
Cuando Sarabi hace bromas que solo ella entiende, su menton se estira y sus ojos parecen orientales. Lleva sus manos a su cabello y se lo peina.
-Probablemente. Es confidencial, no hagas más preguntas.
Julia se enderezó, trotó apresurada al auto de golf, sin percatarse que Sarabi le perseguía a sus espaldas. Julia se deslizó sobre el cofre y, de allí, rodó por el pavimento. Brincó al volante y miró a la Detective como si fuera un hombre coqueto. Sarabi observó todo a la distancia:
-¡Fantástica!¡Fabulosa!-dijo con aplausos desde la distancia.
-Lo sé, lo sé-bromeó Julia-. Cuídate, chica.
Espera.
-¿En serio ya te vas?-soltó Sarabi, en señal de alarma.-La primera vez que hablo contigo, dura menos que todo lo que pasas en tu pórtico.
-Bueno, ¿qué pensaste que iba a pasar?-objetó-. Y si haces memoria, recordarás que esta no es la primera vez que hablamos...
"Oh, vaya". Correcto, Sarabi sabe demasiadas cosas de Julia. Pero todo esto debido a Bosco, sin embargo, Julia sabe poco de ella. Si supo lo de su padre fue pir ser vecinos o porque salió en las noticias, quizá cuando pequeñas, sus padres se referían a la casa de Sarabi como los "Salamanca". Es bueno ir a dónde nadie conoce tu nombre.
-¿Puedo unirme...? A esta misión "secreta"-alardeó Sarabi.
-Espera, no bromeabas...-descifró Julia-De acuerdo. Si me das una buena razón, puedes venir conmigo (bajo mis propios términos).
-¡Radical!
Lista de opciones:
1. Porque soy buena compañía.
2. Huelo a sandía.
3. No quiero estar sola.
4. Tengo miedo.
5. De ser necesario puedo pagar, con tal de que pueda estar en compañía de alguien.
6. Me dañaré si me quedo sola.
-¿Se te ocurrió algo?-habló Julia.
-Si no me llevas, te molestaré hasta que acabe el verano-anunció Sarabi.
-Hecho-Julia repasó el asiento con la mano-. Sube tu trasero.
-¿Puedo ir por otra prenda?-consultó nerviosa. Sentía una penosa necesidad por quedar bien.
-Solo si te sientes más a gusto.
Transitando por el Callejón Veneciano, Julia le explicaba que necesitaba a Sarabi ausente de la charla con Mónica, puesto que debía ser una clase de "reconciliación". Por ello, ella tenía que esperar hasta que lo resolvieran para aparecer. El Callejón Veneciano era poco transitado por aquella hora del día, por ser estrecho, pero durante la noche era como un túnel; útil para los atajos. Lo mismo era de día.
-Tu auto increíble tiene un faro roto-interrumpió Sarabi el momento de explicación.
-¿Q-qué?-formuló confundida-.Olvídalo, ya sé de qué hablas. Es que es tuerto.
-Lo mismo pensé-confesó Sarabi.
-Algún idiota-mucitó con cólera-. El asunto es: tienes que dejarme hablar con ella primero.
-Entiendo. No la cagues, Sarabi-repitió.
-Mis labios no pronunciaron eso-repuso Julia.
-Pero lo pensaste.
Se abrieron paso por la intersección con la Avenida Sena, después de la señal de tránsito, Julia volvió a pisar el acelerador. Estaban a pocas hormigas de adentrarse a los barrios bajos, ya saben: sitio donde la mortalidad llega a niveles exorbitantes, eso mismo va de la mano con la pobreza y las adicciones. Creyendo que Julia la dirigía allá, por un momento se cuestionó si saltar o no del vehículo, pero cuando cambiaron de dirección a una cafetería se alivió de no saltar.
No era los barrios bajos, había una clara diferencia entre un lugar y el otro. El único problema llegaba a ser la gente que frecuentaba aquel lugar con estilo de los 50's (por antigüedad, no temática), no es que fuera un mal lugar.- Sin duda era uno de los mejores restaurantes de Salmet como del estado. Pero la gente que iba allí o rondaba cerca, no eran los más deseables. Claro que no había de qué alarmarse ¡No,no,no! ¡Para nada! A menos que seas mujer:
La Mandarina®
Cuando pequeña, frecuentaba aquel lugar con sus padres-en aquella época donde permanecían juntos-, Axel igual estaba ahí. Le dieron un consejo claro, muy claro: Si vienes aquí, que sea con un mayor de edad (hombre de preferencia). ¿Por qué un hombre adulto?
-Si te incomódan las miradas, puedo llevarte de regreso-mencionó Julia antes de bajar del carrito, pero Sarabi dijo que no había problema.
En cualquier otro lugar de Salmet, se habría sentido a gusto con su ropa de verano; el pantalón corto y aquellos zapatos, que dejaban respirar a sus dedos, la playera por su parte era fresca y no le acaloraba. Pero estando en aquel lugar, no tuvo más remedio que ponerse una sudadera (escarlata como la gabardina de sus sueños. Pensaba que de haber usado una gabardina, la gente de allí le hubiera visto con otros ojos). En cambio, Julia parecía cómoda con un pantalón de mezclilla y un suéter de mangas ridículamente largas.
-¿Para qué los lentes?-preguntó Julia cuando la vio ponérselos.
-¿Me vería ridícula si te digo que así me siento más segura?-susurró Sarabi-después se puso la capucha escarlata para cubrir su cabello.
-Eso depende, Carmen Sandiego, eso depende...
-Yo te sigo, Velma-prosiguió Sarabi.
Al caminar por el estacionamiento, Sarabi se pegó a Julia como su perrita faldera, había hombres fumando en las esquinas del mismo, pese que en el interior brillaba como un lugar familiar, el exterior era una secuencia alterna. En uno de los trabajos para Civismo, hecho con su ex-mejor amiga Belén, aprendió varias cosas acerca de la violencia de género. Mas bien, se perturbó al saber que sus amigos hombres no pasarían por lo mismo que ella, básicamente al haber nacido mujer estaba en el campo de tiro:
1. Es uno de los 7 tipos que investigó. Al menos había sufrido tres de ellos por parte de sus compañeros. Orquestado, obviamente, por Aurelio.
2. Una tercera parte de las mujeres en el mundo, puerden su virginidad a causa de una violación.
3. La mitad de las mujeres europeas reconoce haber sufrido alguna violación.
4. Si la gente siguiera conductas conscientes de esto el mundo sería mejor. No es nada difícil, es algo tan fácil de hacer: no violes, no acoses, no ver a cada mujer como objetos sexual o no sacarte el pito en público.
5. Pero hubo una cosa que descubrió por sí misma: a nadie le importa lo suficiente como para hacer un cambio al respecto, al menos, los hombres lo ven como un juego.
Estaban por entrar a la cafetería, en cuanto un fumador cercano desvió su mirada a las dos. Julia abrió la puerta para Sarabi, entrando primero, pero la Detective sintió que aquel hombre miraba sus piernas. No quería vivir en un mundo donde no pueda vestirse como le plazca sin ser una especie de platillo culinario.
-Sandiego- la llamó Julia y con la cabeza le indicó:-Entra.
4. La olla al final del arcoíris
-Buenas tardes, Margarita-dijo Julia a la persona que estaba atendiendo el mostrador. La señora respondió el gesto, notando la peculiar compañía de Sarabi.-Tomaremos lugar junto a la barra.
Sarabi caminó detrás suyo; con su cabeza cubierta, por la capucha, y los ojos, escurecidos por las gafas; puestos en la trayectoria que Julia le guiaba. Junto a la mesa donde se detuvieron, se encontraba la barra. Julia le señaló que se sentará allí mientras esperaban a Mónica:
-Por cierto-le anunció a Sarabi:-Pareces pacheca.
Sarabi no comprendió la referencia, tomando asiento en uno de los bancos junto a la barra. Los primeros diez minutos de espera, confió su entretenimiento a contrmplar el funcionamiento de lugar: distrayéndose con los clientes. Descubrió que había variedad entre las meseras; algunas más jovenes otras más maduras; al igual que su atractivo físico (de acuerdo a la norma social), variaba impredeciblemente. Siendo que, aquellas mujeres jovenes y bellas recibían una mayor propina de los consumidores, así como halagos y miradas incómodas.
La Detective retomó una posición normal sobre su asiento, la televisión estaba apagada-una lástima-, pero el reflejo que proyectaba le permitió identificar a Mónica entrando a la cafetería. Sarabi volteó a ver a Julia, deseándole suerte con ambos pulgares.
Sarabi pidió una hoja y una pluma a una mesera mayor, ella calculó de cincuenta a sesenta años, pero la mujer tenía cuarenta y seis. La mujer se las entregó, Sarabi agradeció y explicó que en cuanto llegara una amiga pediría su orden. Sin voltear a ver, escuchó cómo Mónica y Julia se saludaban, tomaron asiento: Mónica hizo un énfasis en el cabello de Julia-hizo la misma pregunta que Sarabi-. La verdad Julia respondió algo que la Detective ya imaginaba.
-Tu cabello se ve... peculiar-aludió Julia a su amiga. Sarabi estaba leyendo el menú. Las palabras de Julia llamaron su atención, recordándole que hacía mucho no veía a Mónica. Por lo que, hechó un vistazo por encima del menú.
-¡Madres, qué pedo!-chilló en medio de la cafetería, a continuación ocultó su rostro en el menú y volvió a lo suyo.
La detective se concentraba en descifrar si la señorita Mónica, había afeitado su perfil derecho o, en cambio, un oso se lo había arrancado. Curioseó de nuevo, descubriendo los lunares que tenía, veía con claridad estando a menos de tres metros de distancia. Julia pajareó hacia Sarabi, pero ella volvió a ocultarse en la sección de desayuno del menú.
Por fin guardó silencio y se puso a escribir el final de su sueño. Aquel que había tenido hace unos días, pero no pudo terminar del todo, y si venía de su mente pues... No había nada más auténtico que hacerlo ella misma. Sin embargo, sin querer ser una entrometida, era capaz de escuchar su charla.
-Ordené las galletas que te gustan-explicó Julia.
-Qué amable-dijo Mónica.
-Quería hablar contigo.
-Pero eso estamos haciendo-replicó Mónica.
-Sí, lo sé.
-Si ya sabes, deja de decir estupideces.
-Ya.
-¡¿Y?!-insistió Mónica-¿Qué quieres?
-Recordarte que no por estar en la misma escuela, tenemos que dejar de ser amigas. Estuve un checando mis horarios, podremos vernos si nosotras queremos.
-¿Estás diciendo que no quiero verte?¿Cómo puedes?
-No,no. Escucha, escúchame. Quiero todo lo contrario.
-¿Estás segura? Piénsalo mejor, todo el tiempo que esto lleva y lo desgastada que terminarás.
-Bueno, es una amistad. No un noviazgo.
-Ah... Mira quién habla: la asexual.
-Te dije que no quiero hablar de eso.
-¿Cómo piensas que seamos amigas si no me cuentas nada?
-Te cuento cosas. Te consta. Que no le gustaras a Damián, no es culpa de nadie.-Sarabi estornudo sonoramente al rededor de 30 segundos, hizo una sinfonía entre risas, tos y estornudos. Cuando paró, la mesera que la atendía le puso un vaso con agua al frente.
-No tienes derecho a decirme eso. Eres tan sensible como una piedra, nunca te romperán el corazón, ¿acaso tienes uno?
-Suficientes tonterías, Mónica. ¿Qué te está ocurriendo?
-No te interesa.
-¿Por qué te pregunto entonces? ¿Tiene que ver con Aurelio?
-Para ti todo tiene que ver con Aurelio...
-¿Será porque su cerebro de canica nos arrastra por donde se le da la gana?
-¿Qué le hace? Es guapo.
-No te entiendo.
-Sabe lo que quiere.
-Osea que...-"¡Qué asco!" Pensó Sarabi al afivinar aquello de lo que Mónica hablaba.
-Tú sabes qué.
-Carajo, es tu novio.
-¡Ay, pequeña Julia! Sí claro.
Sarabi consideró vomitar en el interior de su vaso, mas sus intenciones se fueron con las ganas de vomitar.
-Somos como perros que consiguen sus colas.
-¡Já!¿Tú? Lo que tienes de perra, yo lo tengo de monja.
-¿Pero qué dices, Mónica?
-Aburres.
-¿Perdona?
-¡Aburres, aburres, aburres! Eres tan aburrida que conseguiste gustarle a Bosco. Tú, sabes, el idiota matadito.
-"Bosco no es matado" pensó Sarabi, haciendo caso a la orden de no interferir. Miles de frases volaron encima de sí.-"¿Con qué derecho le dices idiota?".
-¿Qué es lo divertido para ti? Por lo que veo, es pasar el rato con gente "amarilla". A eso le llamo falta de autoestima, no es genialidad ni diversión... Es una baja autoestima-Sarabi escuchó cada palabra con un fuerte dolor en el estómago, segura de que Julia estaba en lo cierto, respecto a la falta de autoestima.
-¿Qué vas a saber de autoestima? ¿Has visto a tu hermana, wey?
-¿Mi hermana qué?-exigió Julia con los puños cerrados.
-No hace falta que te explique, ya te habrás imaginado todo.
-Nunca voy a creer que te vistes de esa manera porque te guste, lo haces porque quieres llamar la atención.
-¿Por qué no ambas? Ay... Pequeña Julia. Como si esto fuera una fase para mí, tu inocencia alberga a un pececillo. Un pececillo dorado, su nombre es Estúpida. Estúpida nada día y noche en aquella pequeña pecera, no conoce nada más que eso. Pero un día llegó mamá Mónica para romper la estúpida pecera de estúpida. El material más frágil de todos.
-Si sigues con esto, no habrá marcha atrás. Mónica. ¿Entiendes, Mónica?
-Nunca doy marcha atrás-susurró-. Quería dejar vivir a Estúpida en la pecera, pero querías respuestas: Bien. La razón por la que me juntaba contigo no era por tu hermana...
Sarabi sabía que no debía interferir, sin embargo, este resultaba el mejor momento para hacerlo.
-Adelante-expresó Julia-. Continúa, ¿o qué? ¿Te dio miedo? Nunca das marcha atrás.
-Si pensaste que alguna vez una persona se preocupara por ti de manera desinteresada, no te preocupes, he venido a reordenar tus piezas. El mundo se mueve por intereses. ¿Qué hice yo...?
-¿Qué?
-Tenía un interés, no por ti. Interés por la vida y el éxito, así se mueven los artistas. Ese es el verdadero talento.
-"Claro, perra. ¿Por qué no hablamos con Damián del tema?"-consideró Sarabi.
-Eso no es un talento-repeló Julia-. Eso no es vida, es una farsa.
-No querida-dijo Mónica, acariciando la mano de Julia-. Vivir como tú crees, es una farsa. Existir como yo lo hago, eso, es el instinto animal. Los más fuertes arriba, tú abajo. Escalé la cadena alimenticia. Gracias por las galletas y... Por favor.
<<Cuida de Estúpida>>.
5. Cuando la fiesta acaba
El capullo que Julia había formado con sus manos cubría su rostro, siendo único testigo de su expresión. A pesar de: Sarabi, quien había ocupado el lugar que Mónica dejó vació, estaba frente a ella. Comprendía todo aquello por lo que pasaba, sabía cada pensamiento que rondaba por la cabeza de Julia, reparaba en memoria los pensamientos tóxicos que ella misma había creado después de lo de Belén.
Se percató que cuando Mónica abandonó la cafetería, recibió la misma clase de miradas, incluso más, que las meseras jóvenes de la cafetería. "¿Por qué lo hace?", se preguntó, pero sabía que por muy mala que haya sido; ninguna mujer; hombre; persona; humano, debe recibir ese trato: considerarles objetos. "No hay excusas, no hay un *outfit provocativo o un *coqueteo... Eso es mentira".
Solo hay gente estúpida.
Mirar a Julia de esa manera, era suficiente para que Sarabi recordara el último día de clases. Aquella "fiesta de té" con la familia de Belén". No fueron las mismas palabras, tampoco fueron las mismas personas o el mismo caso. Fue en realidad, una confesión.
La verdad.
"Te usé. Fuiste un objeto para mi ptopia satisfacción, quizá pudiste ser más, pero no suficiente. Porque no eres tan divertida, carismática, auténtica o bella como deberías. Mi piel es más clara que la tuya o mi familia es más sana que la tuya. Es una familia normal, no un matrimonio desecho ni está compuesta por gente de distinta sangre. Todos somos puros, a excepción de ti o, somos todos unos adefesios, mas no lo has notado. Eres una sucia Salamandra Salamanca. Nada más".
Aunque quisiera contarle su historia a Julia, había más de una duda en ella:
1. ¿Realmente le importaría?
2. ¿Cuando lo haga, esperara tanto de ella como lo hace de los demás?
3. ¿Podría contarlo alguna vez?
La Detective se volvió a la barra por la hoja y simuló escribir una historia como una artista romántica. Los trazos sobre el mantel llamaron la atención de Julia, mas ella se resistía a mostrar su cara.
-Birooo-birooo-birooo-chilló Sarabi. Intentando aparenter un camión de mensajería:-"Sí, diga".-imitaba un hombre chillón-. "¡Correo súper importantísimo!"-murmuró como una ratoncita-. "Oh, gracias, buen hombre. ¡Qué buen servicio!"-seguía intercalando las voces-. ¡No diga eso, amigo! ¡Llega 108 años tarde!
Julia esbozó una risita que distribuyó en sus codos.-Continúa, Sandiego-solicitó:
-¿Quiere que lo lea para usted?-murmuró la ratoncita.
-Si es tan amable, buen hombre-solicitó el hombrecillo.
-¡Es una historia!
-¿Otra vez? Bueno, ¿de qué trata?
-Ejem-ejem-aclaró su voz de ratoncita. Ahora hablaba con su tono de voz neutro:-La Detective adentró sus narices a la taza, de nuevo. La Dama Fina y la Tortuga estaban allí.
<<Las aguas del lago de Salmet se sacudían como en mismísima tormenta del Atlántico. Los camaleones mudaban colores como otros, mudan de calzoncillos. Adaptándose siempre a aquello que fuera lo más aceptable. Necesitaban coordinar un color nuevo en peridos cortos de tiempo, de este modo llegaban a un acuerdo de paz entre ellos. Era necesario mantenerse coloridos y bellos.
La Detective seguía siendo víctima del silencio, incapaz de hablar o explicarse. Los camaleones tiraban del asa para apresarles. Dominarlos. Extraer aquellos colores únicos del grupo: los ricitos de noche de la Detective, la centella que emanaba la Dama Fina y los surrealistas cambios que ocurrían en el caparazón de la Tortuga.
La verdad era que, los camaleones del lago de Salmet-además de medir más allá de tres metros-tenían que alimentarse constantemente de los colores de otros. Eran albinos en su totalidad, aislados del talento auténtico y el ingenio. Aunque juntando sus opiniones conseguían parecer fuertes, mas era una máscara.
Cada una de sus pupilas recorría 180°, degustaban todo aquello que podrían consumir. A unos de ellos les habían crecido los cuernos, los que no tenían cuernos eran de colas más alargadas. Los cuatro camaleones acorralaron cada espacio por el que podrían escapar, todo lo que se veía desde el interior era negro.
La Tortuga podría haber actuado a su favor en otras condiciones, el problema era que el rayo cuyo caparazón impactó, también tocó su corazón. Necesitaría tiempo para sanarlo. La Detective necesitaría hacer uso de su voz, ya que era el único modo de lidiar con los camaleones del lago. Mas las condiciones actuales no se lo permitían. Era la Dama Fina, aquel ser que podría resultar una esperanza pequeña para todos ellos.
Una centella, Dama era una centella, ¿pero eso qué significa para el estereotipo común? Se aleja mucho de aquello que en verdad era. Dirían que era un ser incompleto por no tener una de sus patas, porque cada vez que caminaba tenía que cogear. La belleza es superficial, una centella es el contenido. La Detective sabía aquello el día que la encontró entre las ramas, lo supo cada día que pasó junto a ella y lo confirmó cuando lloró en su muerte.
Nadie le enseñó a amarla, no es algo que se enseñe. El problema son los estereotipos: una barrera, mas una centella... Una centella es un puente.
Los camaleones dispararon sus lenguas contra la Detective y la Tortuga, en contra de ello, la Dama Fina consiguió evadirles; confundir a los reptiles con su centella indescriptible. Era aquello que los camaleones mas deseaban, pero se habían rodeado de barreras que jamás les permitirían querer ni amar. Al tacto con la Dama Fina, las lenguas calcinaron una por una como lo hicieron las algas en lo profundo del lago. Un camaeleón es mudo, cada uno de ellos sin excepciones; de no serlo, habrían escuchado los gritos más dolorosos. Sin embargo se limitaron a escapar a las profundidades del lago.
Una vez más, la Detective estaba a salvo. La diferencia era su boca, no tenía boca. Nadie es capaz de amar a una persona que no posea boca, porque está incompleta. La patita de la Dama Fina acarició su rostro, imagino que recordaba aquel momento en que sus vidas se cruzaron. Lamió el rostro de la Detective, hacía cosquillas, daba comezón, pero le reconfortaba.
¡Le hizo reír!¡Le hizo reí! ¡Aquella voz tan sonora y dulce! Los labios, los dientes, todo había regresado. Había cosas que podían curarse con esmero, solo se necesitaba la intención. La tortuga se acercó a rastras, complacida de la ayuda-aunque débil para hablar.
La Detective se retiró la gabardina escarlata, era un peso muerto: una capa de piel que era necesario abandonar-con las mangas deshechas y la falda calcinada. Ahora mostraría ese bellísimo chaleco marrón,el viaje tenía que seguir. No había marcha atrás. Metió a la tortuga en el bolsillo del chaleco y miró a su primera mejor amiga: Una gata blanca, la Dama Fina, una Centella.
La acarició por última vez y aunque fuera la última vez que se verían, no moriría su recuerdo.
La Dama Fina emergió hacia los aires con su poder de Centella, arrastrando consigo a la Detective y la Tortuga, formaban un bonito arcoíris,cuyo inicio era aquella taza de té.
6. Un nuevo caparazón
Las galletas del tazón se habían esfumado. Las migajas parecían las cenizas de los camaleones. Sarabi y Julia habían conversado un rato acerca de las series de los ochentas. También, le hizo saber a Julia que la situación con Belén había ido de mal en peor. Pero a pesar de que ambas habían perdido varios de sus colores, no había razón para estresarse: una auténtica fabrica sus propios colores. También tuvieron una discusión sobre qué grupo era mejor: No Doubt o Blondie.
Beep-beep
Beep-beep
Beep-Beep
Bee...-¿Damián?-contestó al teléfono. La conversación con Julia le había distraído de los mensajes recibidos.
-¿Sarabi?
-Sí ¿Quién más? A menos que marcaras mal.
-Okay,okay, okay.
-Oye, tú que eres hombre. Deberías venir y probar las galletas de "La Mandarina".
-¿El restaurante en Avenida Sena?
-Ajá.
-Espero que no estés comiendolas, esas cosas te van a poner más hiperactiva que nunca.
-¿Tu crees?-De acuerdo al metabolismo de Sarabi, comer chocolate, aguacate, kiwi, beber café entre otras cosas: era algo que debía evitar.-¡Mierda!¿Por qué son tan ricas?
-Okay... Cállate un momento, Sarabi. Y escucha... Te envié varios mensajes desde hace rato, imagino que no los leíste. Ya no importa, no los veas; necesito que vengas con Axel a la casa de Aurelio. Aurelio Cornejo. ¡Es una emergencia!
¡Beep!
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