Parte/8
Antes de descender del barco se despidieron de sus protectores, ya que así fue como catalogaron a las personas que les habían dado trabajo, el viejo profesor se había encariñado con su alumno predilecto Fabrizio.
─Que te vaya bien muchacho, pórtate bien y lo más importante, en cuanto estén instalados en su nuevo hogar asiste a la escuela, te falta mucho que aprender.
─Gracias profesore, nunca lo olvidare.
─Ni yo a ti Bambino.
Por su parte Sylvana hacía lo mismo con la señora Apolonia.
─Gracias señora Apolonia, le estoy muy agradecida por todo lo que me enseño y las atenciones que tuvo conmigo.
─La agradecida soy yo, me hiciste muy placentero el viaje y no pierdas el número de teléfono ni la dirección de mi casa, si por algún motivo no salen las cosas como se lo esperan no dudes en buscar mi ayuda y espero que de vez en vez me visites.
─Así lo haré señora Apolonia.
─Amaranta ya se había despedido la noche anterior de los integrantes de la orquesta y del señor Petroni, a que, gracias a su generosidad, permitió que su hijo Patricio comiera de la misma comida que ella y sus hijos Fabrizio y Sylvana disfrutaban y no la asquerosa comida que les daban a los trabajadores y a los pasajeros de tercera clase, en ese momento se despedía de su gran amiga Cocó.
─¿Por qué no bajas conmigo y te quedas en Nueva York?
─No Amaranta yo soy del mar, este barco es mi hogar los músicos son mi familia, como dejar a Petroni y al viejo profesore, ellos son como mis padres, ven acá, dame un abrazo y corre ve al encuentro de tu felicidad.
─Gracias hermana, escríbeme para saber de ti.
Y así fue como se despidieron del barco y de las personas que fueron su familia por más de cinco largos meses, Amaranta suspiro y se dijo para sí misma.
─Voy al encuentro de mi felicidad o de mi infelicidad una de las dos me espera.
Amaranta y sus hijos bajaron del barco, pasaron por la aduana donde mostraron sus permisos para poder entrar al país, cuando el empleado firmo sus permisos y pronunció las palabras mágicas que todos los pasajeros que buscaban una mejor vida quieren escuchar una amplia sonrisa se dibujó en su cara.
─Todo en orden pueden pasar Bienvenidos.
Pasaron rápidamente, Amaranta no quería que a última hora el agente de la aduana se arrepintiera y los hiciera regresa, cuando se sintió segura, paseo la mirada por la multitud de personas buscaba al hombre con el letrero escrito con su nombre y el de sus hijos, después de unos minutos que se le hicieron eternos al fin vio al hombre con el cartel con sus nombres ella camino hacia él identificándose.
Perdón usted es el señor Luca Balzaretti yo soy Amaranta y estos son mis hijos.
Mucho gusto, Douglas Smith, el chofer al servicio del señor Balzaretti, vamos el señor espera por ustedes.
Los tres siguieron al hombre, éste amablemente ayudo a Amaranta y a Sylvana con su escaso equipaje, pararon en un elegante carro que esperaba por ellos, el chofer aseguro el equipaje, enseguida abrió el coche e invito a subir a los pasajeros, en el trayecto, Amaranta pensaba.
─¿Quién será ese señor Balzaretti, Dios mío donde me fui a meter, no sé cómo me deje convencer del padre Santiago de casarme con un completo desconocido, se ve que tiene dinero o eso es lo que creo, por la ropa que lleva puesta el chofer, ¡¡si es tres veces más fina que la que traigo puesta!! será mejor que me baje aquí con mis hijos, con el dinero que ahorramos que recibimos en nuestros empleos en el barco, puedo rentar una vivienda barata, puedo llevar a Sylvana con la señora Apolonia, quizá ella me pueda contratar a mí también.
Tan absorta iba en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando el carro paró la voz de su hija el saco de su abstracción.
─Mamá, mamá ya hemos llegado.
─Oh, claro hija vamos.
El chófer les abrió la puerta y las ayudo a bajar, fue cuando se percató de que la casa que se alzaba ante sus ojos, era muy hermosa.
─Oh, si por fuera esta hermosa, como estará por dentro.
El chófer los guio hasta la entrada, un sirviente abrió la puerta sin necesidad de tocar la puerta quizá esperaba por ellos, y tal como se imaginó, la casa era espectacular de bonita, el lujo era su principal atracción, el sirviente los guío hasta un gran salón de juegos dirigiéndose a Amaranta le dijo.
─Los señoritos pueden esperar aquí, mientras la señora habla con el señor ¿Me acompaña señora?
─Se adentraron por la casa hasta llegar a una hermosa puerta de madera el sirviente toco suavemente mientras decía.
─La señora está aquí.
─Adelante.
El sirviente abrió la puerta se hizo a un lado para dejar el paso libre, en cuanto entró Amaranta cerró la puerta, un hombre muy atractivo unos hilos plateados adornaban los costados de su cabeza, la recibió con una amplia sonrisa la invito a sentar.
─Bienvenida señor Amaranta, quiero estipular las reglas de nuestro matrimonio, si está de acuerdo se puede quedar y si no es libre de marcharse, no sin antes recibir una indemnización por las molestias causadas.
─Soy todo oídos señor.
─Como usted vera los dos estamos en la misma posición, usted necesita un marido y yo necesito una familia, no me voy a andar con rodeos antes de decirle los motivos que tengo para formar una familia quiero que me jure si es posible ante la biblia que lo que le voy a decir, ya sea que se quede o no, usted va a guardar el secreto que le voy a confiar.
─No hay necesidad de una biblia, yo le juro por lo más sagrado que tengo en la vida el recuerdo de mi difunto esposo y mis hijos, que mis labios van a estar sellados, puede hablar con toda libertad.
─Yo soy gay (homosexual), aquí en USA, como en todo el mundo ser lo que soy es penado por la ley, es por eso que necesito una esposa.
─Usted necesita una esposa de tapadera.
Llámelo como usted lo quiera llamar, yo le ofrezco una vida desahogada, sus hijos estudiaran en los mejores colegios y gozarán de todos los beneficios que da el dinero, lo único que tenemos que hacer es, dirigirnos como una familia feliz ante la sociedad, si usted acepta adoptaré a sus hijos para que lleven mi apellido.
─Pero Caruso es el apellido de su padre, yo...
─Lo se Amaranta, yo no quiero suplir al difunto señor Caruso, pero si voy a adoptar a sus hijos tienen que llevar mi apellido, pero si para usted es muy difícil dar el siguiente paso, no hay problema, yo le dije desde un principio usted es libre de quedarse o irse, pero no me conteste ahora consúltelo con sus hijos, ellos ya no están tan pequeños como para no decidir por ellos mismos.
─No señor Balzaretti, no hay necesidad de consultar a mis hijos, mi difunto esposo y yo planeamos venir a América para proporcionarles un futuro mejor y sería una necia si no aceptará su propuesta.
Bien yo ya le dije mis condiciones ahora usted diga las suyas.
─No tengo ninguna condición, solo me resta decirle Gracias. Le juro que mis hijos y yo vamos hacer todo lo que sea posible para estar a su altura.
El señor Luca Balzaretti, había formado una historia alrededor de él, cuando le preguntaban por su familia siempre contestaba que estaba en Italia y que pronto vendrían, es por eso que cuando los hijos de Amaranta fueron adoptados y legalmente llevaban el apellido Balzaretti, fueron instruidos para afirmar que el señor Luca Balzaretti era su padre, se celebró una gran fiesta para ser presentado en la sociedad Neoyorkina, y así fue como gran parte de la fortuna del seño Luca Balzaretti, fue pasando de generación en generación, la que iban sumándole algunos millones más.
Abuelos maternos de Pilar.
El señor Mark Williams, fue uno de los primeros británicos que llegaron de Inglaterra a los Estados Unidos en la época de la esclavitud, ellos se hicieron de grandes plantaciones de algodón, tenían muchos esclavos, el señor Mark y su señora esposa Joan, eran muy benevolentes, ellos no eran crueles y los veían como seres humanos y no como en la mayoría de las plantaciones que los trataban como animales.
Se preocupaban de que estuvieran bien alimentados, los provenían de ropa y calzado y se preocupaban de que sus hijos aprendieran a leer y a escribir, es por eso que cuando se abolió la esclavitud, el señor los reunió para decirles.
─Señores hoy es una fecha muy especial para todos ustedes, desde esté día ustedes son libres ya no son esclavos y tienen la libertad de irse de la plantación o quedarse, ustedes eligen, si eligen quedarse van a recibir un sueldo como marca la ley y un pedazo de tierra para cada padre de familia, y si algunos de ustedes eligen irse, lo puede hacer.
Se dice que ninguno de los ex-esclavos dejo la plantación, algunas generaciones más tarde cuando la civilización fue alcanzando a las grandes plantaciones, el señor Albert Smith bisabuelo del señor Adam Smith, abuelo de Pilar, opto vender sus terrenos y su residencia y probar suerte en California, quería incursionar con el ganado vacuno, para ese fin se instalo en el estado de Texas, su residencia la finco en la ciudad de Dallas. Y, como dicen que dinero llama a dinero, en el terreno que compro se encontró con un yacimiento de petróleo, así es de que, en vez de convertirse en ganadero, se volvió petrolero. A pesar de contar con una gran fortuna no eran racistas, es por eso que nunca se opusieron que su nieta llevara amistad con sus dos amigas pobres.
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