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Parte/ 6


Al siguiente día Amaranta fue hablar con el sacerdote.

─Padre Santiago, acepto casarme por poder con un ciudadano americano y Dios quiera que no me arrepienta de esta decisión.

El sacerdote arreglo todo para que Amaranta contrajera matrimonio por poder con un ciudadano americano, se lo notifico a la señora.

─Amaranta ya está todo arreglado para que mañana contraigas matrimonio con el señor Luca Caruso.

─¡¡Luca Balzaretti!! ¿acaso es italiano?

─El nació en Chicago, pero sus padres son italianos, no van a tener problema para comunicarse al menos tú y él.

Amaranta respiro un poco más tranquila, aunque el paso que estaba a punto de dar iba a cambiar toda la vida de ella y la de sus hijos, ella no podía saber si para bien o para mal.

En toda la noche no pudo pegar el ojo, se la paso divagando, preguntándose ¿si lo que iba hacer era lo correcto, al fin a las altas horas de la madrugada se quedó dormida y soñó a su difunto marido este le dijo.

─Amaranta es hora de seguir adelante no dudes todo lo que estás a punto de hacer es por el bien de nuestros hijos yo nunca me iré de tu lado.

Ella despertó bañada en sudor, su esposo, su amado esposo le había dado su anuencia, eso era todo lo que necesitaba para seguir adelante, ella le dijo a su amado.

Patricio Caruso, nunca te olvidare tengo la plena seguridad que siempre velaras por tu familia.

Amaranta había gastado una pequeña suma de dinero para que su esposo fuera enterrado en el panteón del convento quería que su tumba siempre estuviera arreglada rodeada de flores y solo en ese recinto lo iba a lograr, a las cinco de la tarde quedo casada por el civil y la iglesia por poder notarial, ya era la esposa del señor Luca Caruso, no sabía cómo era físicamente, solo sabía que tenía cuarenta años y solo eso, ella actualmente tenía treinta y dos.

El sacerdote se había encargado de vender el pasaje del difunto Patricio, le entregó el dinero a Amaranta junto a las limosnas que había recaudado de las misas del domingo.

─Padre Santiago, le acepto el dinero del pasaje, pero las limosnas no, a usted le hacen más falta.

─No hija, en eso te equivocas, tu necesitaras el dinero, recuerda que es un viaje muy largo y no sabes que depara el destino.

─Gracias padre, se lo agradezco mucho Dios se lo pague.

Descansa hija, mañana tienes que estar muy temprano en la aduana te tienen que dar tu permiso para entrar a USA.

─Usted nos va a acompañar padre.

─Claro que sí hija.

Amaranta ante los ojos de sus hijos y sus vecinos de toda su vida se sentía optimista, pero a solas un mar de dudas la embargaba.

─¿Cómo será mi esposo? ¿Ira a llegar a estimar a mis hijos? ¿Estaré mejor o peor que ahora? Pero ya es tarde para arrepentirse el paso ya está dado y no hay vuelta atrás.

Al alba del día siguiente el sacerdote llego montado en una carreta tenía para el servicio del convento, pusieron el equipaje y subieron saliendo de inmediato rumbo al puerto, a pesar de que era muy temprano ya había una larga fila de personas en la puerta de la aduana.

─¡Mire padre cuantas personas hay en la fila!

─Si hija y más que van a llegar deben formarse en la fila.

Tenían como una hora formados cuando de pronto un hombre se le acercó al sacerdote.

─¡Padre Santiago en verdad es usted!

─Si, yo soy el padre Santiago ¿y usted quién es?

─Soy Saturnino, el hijo de Bernardo y Petrona ¿los recuerda?

─Si, los recuerdo, aunque ya no he sabido de ellos desde que salieron del Salado, ¿Cómo están ellos?

─Mi madre bien, pero mi padre falleció hace cuatro años.

─Oh, cuanto lo siento.

─¿Y dígame padre se va a embarcar?

─No, yo no solo vine a acompañar a Amaranta una viuda que se embarca a América con sus hijos, estamos esperando para que le den su permiso para entrar a USA.

─Pues tiene suerte de estar con usted, yo soy uno de los empleados que expiden los permisos, ¿Quiénes son padre?

─Es ella y sus hijos.

─Amaranta este señor es Saturnino también es del salado, pero se vino a la ciudad a vivir y nos va a ayudar.

─Gracias señor, se lo voy a agradecer.

─No agradezca señora, como no voy a ayudar a los paisanos y siendo amigos del padre Santiago con más razón, vengan conmigo por favor.

Y así en un abrir y cerrar los ojos sus permisos Amaranta tenía en sus manos su permiso y el de sus hijos. Saturnino le dio un concejo.

─Mire Amaranta, usted y sus hijos pueden trabajar en el barco además de ganar un dinero el viaje se les hará menos largo.

─Gracias por su consejo.

─Usted puede ocuparse en la cocina, se de buena fuente que l comida que les dan a los pasajeros de tercera clase es asquerosa y algunas personas terminan muriendo de infecciones en el estómago.

─Gracias Saturnino.

─Si está de acuerdo vamos a que se apunten en el barco antes de que ya no haya cupo.

Para Amaranta vio como un buen agüero el haber recibido la ayuda de Saturnino y todo se lo achacaba a su difunto esposo.

Ay Patricio no cabe duda que desde el cielo estás velando por nosotros.

Amaranta se ocupó como ayudante de cocina, su hijo Patricio de mandadero, su hija de dama de compañía de una acaudalada mujer, se llegó la hora de subir al barco Amaranta y sus hijos se despidieron del viejo sacerdote.

─Gracias padre sin su ayuda no lo hubiéramos logrado.

─Gracias hija, pero a Dios es al que hay que darle las gracias nada se hace sin su anuencia.

Se dieron un fraternal abrazo y partieron a su destino en busca de una vida mejor.


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