Parte/5 Abuelo de Pilar
Patricio Balzaretti
Tatarabuelo paterno de Pilar, llegó de Italia de migrante, en compañía de su madre y dos hermanos más, Rocco y Sylvana, su madre y su padre querían emigrar a América huyendo de la hambruna que asolaba a su país gracias a los estragos que había dejado la primera guerra mundial, ellos habían adquirido sus pasajes en tercera clase, con seis meses de anticipación estaban en espera del siguiente barco que llegaría de la lejana América era muchos los pasajeros que esperaban ese momento, faltaba tan solo un mes para zarpar, cuando se desato la fiebre española una enfermedad mortal.
Desafortunadamente su padre se infectó de la terrible enfermedad y murió a tan solo un mes de su partida, su madre quedó deshecha de dolor, ella gasto el poco dinero que le quedaba en el funeral de su marido ella no quiso que fuera incinerado quería una tumba a donde ir a visitar a su amado esposo, ese evento trucaba sus ilusiones de ir a América, ya que en el lejano país solo recibían hombres en edad de trabajar y matrimonios nada de viudas ni madres solteras.
El párroco de la iglesia de la pequeña aldea donde vivía le recordó.
─Amaranta el diez de octubre llega el barco en donde tú y tus hijos van a viajar hacía américa.
─Pero padre yo no me puedo ir de aquí, no puedo dejar a mi marido.
─Amaranta tu marido está muerto, no puedes negarles a tus hijos una vida mejor, tal como lo quería el finado Patricio.
─Usted se olvida de dos cosas muy importantes padre Santiago.
─¿Cuáles son esas dos cosas?
─La primera es que, para viajar se necesita dinero, que ya no tengo lo gaste en el sepelio de mi esposo.
─Me lo supuse, fue un entierro muy elegante dadas las circunstancias.
─Lo que se merecía padre, él fue un esposo y un padre de familia ejemplar.
─Eso lo sé hija, pero ese dinero era para sobrevivir en el viaje recuerda que dura meses.
─Efectivamente padre y el segundo inconveniente y quizá el más importante en américa no permiten la entrada de viudas ni madres solteras y yo soy las dos cosas.
─No, no lo he olvidado, pero no te puedes quedar aquí recuerda que ya no tienes casa ni muebles ni tierras que trabajar todo lo vendieron para costear el viaje.
─Todo eso lo se padre, pero sí habló con Antonino...
─Pero hija, ese hombre es un tirano, si acaso te deja que te quedes en la casa te lo va a cobrar muy caro, te va a esclavizar a ti junto con tus hijos.
─Los sé padre, pero que otra cosa puedo hacer.
─No te desesperes hija, Dios aprieta, pero no ahorca, ya veré que puedo hacer por ti.
Pasaron dos semanas más Amaranta ya se había hecho a la idea de doblegarse a las exigencias del nuevo dueño de la casa que con tanta ilusión habían construido su marido y ella, pero ya no había vuelta atrás solo un milagro podía salvarla de esa situación de pronto escucho la voz del párroco que el saco de sus cavilaciones.
─Amaranta, hija ya tengo una solución a tu problema.
─Pase padre Santiago y dígame cuál es la solución.
─Que te cases con un ciudadano americano por poder.
─!!Pero padre, cómo me pide usted eso, mi marido todavía está caliente en su tumba y usted me está pidiendo que me case con otro hombre¡¡
─Hija es eso o condenar a tus hijos a una vida de miseria total, piénsalo, pero no lo pienses mucho que tiempo es el que no tienes, consúltalo con tus hijos.
Cuando el sacerdote salió de la humilde vivienda, Amaranta se derrumbó en una silla llorando y hablando en voz alta.
─Oh, que desgraciada soy, no tengo a nadie a quién acudir, mis padres hace algunos años que murieron, mi única hermana vive en Grecia y está aún más pobre que nosotros, la única salida que tengo de huir de la miseria es la solución que me ofrece el padre Santiago.
Esa misma tarde habló con sus hijos.
─Hijos necesito hablar con ustedes pongan mucha atención.
Patricio que era el mayor la interrumpió.
─Que nos vas a decir, que ya no vamos a ir a américa.
─Si, si vamos a ir si mi madre acepta lo que le dijo el padre Santiago─ Exclamó Sylvana.
─Pero que dices hija, acaso no te tengo prohibido escuchar las conversaciones de los mayores.
─¿Y qué te dijo el padre Santiago?─ apremió Patricio.
─Que me case con un ciudadano americano solo así nos van a dejar entrar a América.
─¿Y tú, lo quieres hacer?
─Solo si ustedes están de acuerdo, recuerden que su padre siempre va a estar con nosotros si no lo olvidamos.
─Si madre estamos de acuerdo si no vamos a américa, nos moriremos de hambre aquí.
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